martes, 23 de octubre de 2012

La clase obrera soviética: Despojada de los medios de producción

Por Veniamin Toçi y Kiço Kapetani
Albania Hoy nº 4, 1973  
 
Desmantelando el Socialismo

Como consecuencia de la gran traición de la camarilla revisionista jruschovista y como consecuencia de la negación y franco abandono de la teoría y la práctica de la revolución y la construcción socialistas por parte de esta camarilla, la Unión Soviética se ha transformado en un Estado burgués de tipo especial. Se ha transformado en una potencia imperialista que sigue una política expansionista y compite con otros países capitalistas por el reparto y la dominación del mundo, por posiciones hegemónicas. Este proceso contrarrevolucionario, que se profundiza continuamente, comenzó con la degeneración burguesa de la superestructura socialista, el Partido y la dictadura del proletariado, con su burocratización y la de sus cuadros. 

Al distorsionar la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria y la construcción del socialismo, los revisionistas jruschovistas crearon una gran confusión ideológica y desarmaron a la clase obrera ante la ideología burguesa y reformista. Allanaron el camino a la contrarrevolución ideológica que sirvió de preludio a la contrarrevolución en la política y el orden socio-económico. Las banderas de esta contrarrevolución fueron la “coexistencia pacífica” jruschovista, “el camino pacífico de transición al socialismo”, “la transición al socialismo bajo la dirección de un partido no proletario”, la exportación de la revolución y el socialismo a través de la “competencia económica” con el capitalismo, “el estado de todo el pueblo”, etc. 

La clase obrera y los pueblos revolucionarios del mundo son testigos del curso contrarrevolucionario de la dirección revisionista soviética, en sus políticas interna y exterior. Una nueva expresión de la traición revisionista, y un grave desafío a todos los pueblos del mundo, son los nuevos acuerdos URSS-EEUU, celebrados recientemente entre las dos superpotencias, como resultado de la visita de Brezhnev a los Estados Unidos. Mediante estos acuerdos, las dos partes apuntan a establecer conjuntamente una dictadura contrarrevolucionaria internacional, tomando el destino y el futuro de la humanidad en sus manos, castigando y golpeando las luchas de liberación nacional y las luchas de los pueblos, estrangulando los movimientos obreros y la revolución en todas partes del mundo, utilizando con ese fin tanto la rama de olivo como la violencia militar salvaje. Estos acuerdos demuestran una vez más que, a pesar de las inevitables contradicciones entre ellos, los imperialistas norteamericanos y los socialimperialistas soviéticos se han alineado en un frente común contra los pueblos, apoyando e incitando a unos contra los otros en sus objetivos agresivos y de rapiña. 

La degeneración del poder estatal en la Unión Soviética, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado, la liquidación de la propiedad socialista y la degeneración de las relaciones socialistas de producción, el cambio de la composición de clase de la sociedad soviética y la creación de la nueva burguesía revisionista, han expulsado a la clase obrera soviética de la conducción del país, transformándola en una clase explotada.
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Como resultado de la degeneración burguesa, la clase obrera soviética ha sido privada de su misión histórica como clase en el poder, como la clase hegemónica dirigente. Se le ha relegado a la condición de mera fuerza productiva, en una situación similar a la de la clase obrera de los países capitalistas. En realidad, está siendo constantemente proletarizada, tanto en el sentido político e ideológico como en el económico y social.

En primer lugar, la clase obrera soviética ha sido privada de la ideología revolucionaria, ha sido ideológicamente desarmada. Ya no da dirección ideológica a la vida social del país. Con fines demagógicos, los revisionistas hablan de “desarrollo”, “enriquecimiento” y “aplicación creadora” del marxismo-leninismo. Lo hicieron en el 24º Congreso de su partido revisionista y en las manifestaciones posteriores de su vida política y social. Los revisionistas soviéticos han transformado las bases ideológicas, políticas y organizativas del Partido Comunista en su opuesto. Como consecuencia de ello, la clase obrera no sólo se ha quedado sin su propia ideología, sino también sin su vanguardia política – un genuino Partido Comunista. El partido revisionista se ha convertido en un asilo para los elementos burgueses y degenerados, para la aristocracia obrera, para los burócratas y tecnócratas. En el 24º Congreso de su partido, los revisionistas modernos soviéticos anunciaron que el 44.8 por ciento de los efectivos del partido son trabajadores de cuello blanco y sólo el 40.1 por ciento son obreros, cuando los obreros constituyen el 58 por ciento de la población trabajadora del país. De los miembros titulares y suplentes de los comités del partido en los distritos y pueblos (es decir, de las organizaciones de base), sólo el 40 por ciento son obreros y campesinos. Esto significa que el 60 por ciento son trabajadores de cuello blanco. Estos datos muestran que el partido revisionista es de hecho el partido de los trabajadores de cuello blanco, un partido de los intelectuales, un partido de los burócratas, y no un verdadero partido de la clase obrera. 

Sin embargo, los revisionistas jruschovistas tratan de preservar la apariencia “obrera” de su partido, manteniendo un número relativamente grande de obreros y campesinos en sus filas, aunque la ley en el partido la dicta la élite burguesa en el poder. Por otro lado, debe tomarse con reserva el porcentaje de obreros, en el sentido de que algunos de ellos son elementos aristocratizados que no representan ni a la clase obrera ni a sus verdaderos intereses ideológicos, políticos, sociales y económicos. 

Por demagogia y engaño, los revisionistas soviéticos siguen conservando el nombre de “partido comunista”. Pero, en última instancia, el nombre no define el verdadero carácter de un partido marxista-leninista. Éste se define por las tareas y los objetivos que el partido se fija, por la ideología que asume, por sus políticas interna y exterior, por su composición social y la posición que ocupa en la sociedad y en el sistema de gobierno de la vida socio-económica del país. 

La exclusión de la clase obrera del gobierno de la vida del país se expresa en gran medida en la degeneración del poder del Estado, el cambio de las funciones internas y externas de la dictadura del proletariado y en su composición de clase. Los revisionistas soviéticos han proclamado en voz alta la tesis del llamado Estado de todo el pueblo. En realidad, nos encontramos ante una fantasía, tanto en el contexto interno como externo de la relación entre las fuerzas sociales. El Estado, como categoría histórica, no puede ser otra cosa que una dictadura de la clase en el poder. El Estado capitalista es la dictadura de la gran burguesía monopolista. El Estado socialista es la dictadura del proletariado, la dictadura de la clase obrera. Según las enseñanzas del marxismo-leninismo, este Estado se extinguirá sin que sea necesario transformarlo en un “Estado de todo el pueblo”. Se extinguirá cuando las clases se extingan y cuando finalmente triunfe el comunismo a escala mundial. 

El poder del Estado en la Unión Soviética está, de hecho, en manos de la burguesía revisionista, en manos de los burócratas y tecnócratas, en manos de los privilegiados, apartado de la clase obrera y los intereses del pueblo trabajador. Esta fue la base para el agrandamiento y la fetichización de los aparatos y de todo lo que proviene de ellos. El Estado soviético está siendo gradualmente desproletarizado, desde el punto de vista de su composición de clase y desde el punto de vista de las funciones internas y externas que ha asumido. 

La clase obrera soviética también ha sido privada, físicamente, del derecho de dirigir el Estado. Según datos oficiales, el peso específico de los trabajadores de cuello blanco y los intelectuales en el Soviet Supremo de la Unión Soviética, es 8 por ciento mayor que el de los obreros y campesinos colectivistas tomados en conjunto. (Véase “SSSR i zarubezhnije strani posle pobedi velikoj socialisticeskoj revolucii”, Statisticeskij sbornik, Moskva 1970).

Los burócratas, los trabajadores de cuello blanco y los intelectuales constituyen la mayoría absoluta en los órganos estatales revisionistas, ya sean elegidos o designados. Son precisamente estos hombres con poder ilimitado los que imponen su voluntad a los órganos legislativos, los que dictan y establecen las leyes y reglamentos. Ellos pisotean los derechos y las libertades democráticas de las masas trabajadoras, mientras propagan en voz alta su llamada democracia socialista. Es sabido que no sólo las amplias masas trabajadoras, sino también los llamados órganos elegidos, no participan en la formulación de políticas y posturas sobre cuestiones internas o externas, no participan en la formulación de las principales leyes y decisiones, ni toman parte en su examen y aplicación. Las leyes, políticas, posturas y decisiones son decididas por el estrecho círculo de la camarilla en el poder, mientras que a la clase obrera y al resto de trabajadores se les presentan los hechos consumados. 

Además, los órganos legislativos están bajo el control efectivo de los órganos ejecutivos, de los aparatos burocratizados y aburguesados. Hay pocos países en el mundo donde la burocracia ha concentrado en sus manos poderes tan grandes e ilimitados, como en la Unión Soviética. La burocracia en ese país tiene en sus manos no sólo el monopolio ideológico, sino también el poder político y económico. La burocracia y el burocratismo se han elevado a la condición de sistema, se han convertido en un método y estilo de pensamiento, de acción y de vida. La máquina burocrática en todos los niveles explota a la clase obrera y a las masas trabajadoras, ejerce la violencia política y económica contra ellos, y se ha convertido en un obstáculo para el uso racional de los recursos naturales y humanos.
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La degeneración burguesa del partido y el Estado soviéticos provocó inevitablemente la degeneración de la propiedad de los medios de producción, que es el elemento básico de las relaciones de producción. Hablando de esta cuestión en el 6º Congreso del PTA, el camarada Enver Hoxha dijo: “El cambio de carácter del partido y del Estado, la transformación contrarrevolucionaria en el terreno de la superestructura política e ideológica no podía dejar de conducir al cambio de la base económica del socialismo. Las reformas económicas que han emprendido los jruschovistas, de acuerdo con sus conceptos ideológicos anti-marxistas, han conducido a la transformación radical de las relaciones de producción". (Enver Hoxha, Informe ante el 6º Congreso del PTA, página 236). 

La expresión más concentrada del extrañamiento de la clase obrera del funcionamiento efectivo del Estado y la economía es sin duda su privación de los principales medios de producción, la liquidación de la propiedad socialista y la degeneración de las relaciones socialistas de producción. Estaba claro que después de la degeneración de la superestructura seguiría sin falta la degeneración de la base económica. La degenerada superestructura debía tener sin falta su correspondiente estructura degenerada. Sobre esta cuestión, los revisionistas modernos han actuado y continúan actuando demagógicamente porque no era y no es fácil para ellos salir abiertamente en contra de la propiedad socialista. 

La reforma económica realizada por los revisionistas soviéticos cambió en esencia todo el anterior sistema de tenencia y administración de la propiedad socialista; cambió la propiedad del Estado socialista, como representante directo de la clase obrera y de las demás masas trabajadoras, pasando gradualmente la propiedad a manos de la nueva burguesía revisionista. 

Debido a muchos factores políticos, económicos, históricos y psicológicos, no se degeneró la propiedad mediante su partición capitalista en la forma clásica, pasando a la posesión capitalista individual. Se hizo preservando la apariencia de la propiedad estatal y dándole el carácter de propiedad monopolista de Estado. A fin de cuentas, para la clase obrera no es de importancia si la propiedad está en manos de capitalistas individuales o en manos de un capital conjunto bajo la forma de monopolios estatales. En ambos casos, la explotación está presente, ya sea bajo la forma de explotación capitalista individual o capitalista colectiva. 

El carácter de la propiedad y de las relaciones de producción también define el carácter mismo del Estado. Pero este último, también expresa y define el carácter de la propiedad y de las relaciones de producción. Los que tienen la máquina del Estado en sus manos también poseen los principales medios de producción y utilizan la máquina del Estado como un arma poderosa para aumentar su riqueza y ganancia capitalistas. Los clásicos del marxismo-leninismo han señalado que el carácter de la propiedad depende de la naturaleza del orden económico-social y del Estado. 

Hablando de nacionalizaciones, K. Marx dijo:

“... Siempre y cuando las clases ricas permanezcan en el poder, cualquier nacionalización no representa la liquidación de la explotación, sino sólo el cambio de su forma...”. (K. Marx, F. Engels, Obras Completas, vol. 28, edición rusa, páginas 301-302).
 

Partiendo de esta tesis de Marx también podemos definir el carácter de la propiedad estatal en la Unión Soviética. La nueva burguesía soviética tomó el poder estatal no como un fin en sí mismo, sino como un poderoso medio para enriquecerse y obtener beneficios materiales. A través del Estado, también se apoderó de la propiedad estatal y la convirtió en propiedad capitalista de tipo especial. 

Formalmente y en apariencia externa, la propiedad del Estado en la Unión Soviética se llama propiedad socialista, pero en realidad ha perdido su antiguo carácter socialista. Con la clase obrera excluida del gobierno de la vida del país, la propiedad estatal está siendo utilizada por la nueva burguesía soviética como un medio de lucro y enriquecimiento capitalista, apropiándose de la plusvalía creada por la clase obrera. 

Con el cambio del carácter de la propiedad, también cambiaron el objetivo de la producción y el destino del producto del trabajo. El sistema de gestión y planificación también cambió radicalmente. Privar a la clase obrera de los medios de producción trajo como consecuencia su separación de la gestión efectiva de la economía y la producción. Con la reforma económica, los revisionistas jruschovistas reemplazaron el sistema de planificación socialista de la economía con un sistema “flexible” de planificación, otorgando completa autonomía a las empresas, para que actúen de manera irrestricta en los campos de la producción, la distribución, la acumulación de capital, las inversiones, etc. El otorgamiento a los directivos de las empresas del derecho de usar, administrar y vender los productos fabricados, etc., los derechos que se les confirió en el ámbito de las relaciones de intercambio y distribución de productos, muestran claramente el uso personal de la propiedad capitalista y del producto del trabajo en las empresas económicas de la Unión Soviética. En esto radica la fuente de competencia por la máxima ganancia posible, que se ha extendido por todas las empresas económicas del país. De ahí se derivan la escasez de algunos productos básicos en un área o distrito del país y su excedente en otras áreas y distritos, y también el fenómeno de que el mismo producto de la misma calidad se venda a precios diferentes dentro de un mismo mercado. 

En el proceso de degeneración de la propiedad, los revisionistas soviéticos han realizado cambios importantes en los criterios de constitución de las empresas económicas, en lo referente a sus características económicas y jurídicas, a sus relaciones con el mecanismo de la reproducción de la producción social, y a su distribución geográfica. Han creado asociaciones monopólicas de tipo capitalista en la industria, la agricultura, el transporte y en otras ramas de la economía; asociaciones que continuamente se tragan a las pequeñas y medianas empresas y que dan lugar a grandes desplazamientos de reservas de mano de obra y suministros. Un factor motivador de este proceso espontáneo es el aseguramiento de la ganancia capitalista. Que la clase obrera está privada de la propiedad de los medios de producción se puede ver también muy claramente en las formas en que se utilizan los fondos creados en la empresa. Se calcula que el 80-85 por ciento de los fondos para estímulo material van a los bolsillos de los directivos. Según las estadísticas oficiales, en los últimos 4-5 años, al personal técnico-ingenieril se le ha dado, en promedio, 12 veces más bonificaciones mensuales que a los obreros, y a los trabajadores de cuello blanco, 6-7 veces más que a los obreros. (Véase Seria Ekonomicheskaja, Nº 2, año 1972, página 47).
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La degeneración capitalista de la propiedad tampoco podía dejar de conducir a una degeneración capitalista del principio de la remuneración. Los revisionistas soviéticos han reemplazado de hecho la remuneración según el trabajo realizado por todo un sistema de distribución de ingresos que le da a la nueva burguesía todas las posibilidades de apropiarse del trabajo y el sudor de la clase obrera y las masas trabajadoras, asegurándose ingresos que multiplican muchas veces lo que ganan los obreros y campesinos. Como consecuencia, se ha creado una marcada diferenciación de ingresos, que favorece en primer lugar, a los directivos del aparato burocrático del partido, el Estado y la economía. Esto inevitablemente ha provocado la creciente polarización capitalista de la sociedad soviética actual y, sobre esta base, la agudización del antagonismo social. Haciendo énfasis en la necesidad y la importancia de reducir las diferencias de salarios en el socialismo, V.I. Lenin señaló entre otras cosas: “Bajo el régimen socialista, los funcionarios dejan de ser “burócratas” o “trabajadores de cuello blanco”, en la medida en que el pago se reduce al salario promedio de los trabajadores”. (V.I. Lenin, Obras Escogidas, t. página II 235). En la actualidad, sin embargo, en la Unión Soviética existe una gran discrepancia en los ingresos de los distintos grupos y sectores de la población. Baste mencionar que los directivos de las empresas económicas, cuando se cumplen los índices del plan, pueden recibir un bono anual adicional que puede ser equivalente hasta 7 meses de salario, sin incluir otros tipos de estímulo material. 

Mediante los grandes bonos para el personal administrativo de los aparatos del partido y el Estado y de la economía, en la Unión Soviética, se ha creado la casta de los nuevos jefes, que engorda mediante la explotación del trabajo de los obreros. Los sueldos y bonificaciones que estos jefes reciben no están, de ninguna manera, en proporción directa a su trabajo y, de ninguna manera, representan la remuneración según el trabajo realizado. Muchas empresas soviéticas han implementado y están expandiendo un sistema de bonificación por el cual se coloca el 50 por ciento de los fondos obtenidos de la reducción del número de trabajadores como consecuencia del incremento en la intensidad del trabajo, en el fondo complementario de estímulo material, que beneficia principalmente a la burocracia y a los gerentes tecnócratas que dirigen esta “operación de racionalización”. 

En la Unión Soviética, con la implementación de la reforma económica, se ha producido un gran aumento en la intensidad del trabajo y en la fluctuación de la fuerza de trabajo, que a menudo toma la forma de un “mercado oculto” de desempleados. Estos dos fenómenos se desarrollan en paralelo con el proceso de descentralización de la economía y, en general, con el proceso de degeneración de las relaciones de distribución, intercambio y consumo del producto social. Usando como máscara la tesis de elevar la productividad del trabajo y la eficiencia de la producción, se han aplicado una serie de métodos “científicos” para aumentar la magnitud de la intensidad del trabajo de los obreros, con el objetivo de incrementar las ganancias y los fondos suplementarios para estímulos materiales. 

No es por casualidad que en la economía soviética, al igual que en las economías de los países capitalistas, exista el fenómeno del desempleo, que opera en condiciones específicas y sobre todo en la forma de desempleo oculto. De acuerdo a lo admitido por los mismos círculos revisionistas, cada año, en la Unión Soviética, se moviliza por todo el país en busca de trabajo un promedio de 3 millones de la población urbana solamente (sin incluir a la población campesina). Si tenemos en cuenta que el 80 por ciento de esta migración interna está formada por personas en edad de trabajar, y sin calcular aquí los movimientos dentro del campo y del campo a la ciudad, resulta que el 10 por ciento de los trabajadores, prácticamente, no participa en la producción. (Véase Ekonomika i Organizacija Promishlenovo Proisvodstva Nº 3, 1972, páginas 29-30). 

Además de su privación de los medios de producción, a la clase obrera se la ha excluido de todas las funciones de gestión y administración. Estas funciones se han concentrado en las manos de cuadros burocratizados que dirigen la producción en interés propio, aumentando la explotación de los obreros por cualquier método. 

Los burócratas y tecnócratas soviéticos, transformados en una clase en sí mismos, están continuamente en aumento. Esto se demuestra con los datos relativos a la estructura de clases de la sociedad soviética actual. Así, en 1939, los trabajadores de cuello blanco y sus familias representaron el 17.7 por ciento de la población de la Unión Soviética, mientras que en 1970 representaron el 25 por ciento de esta población (Véase “Ekonomicheskaja Gazeta” Nº 4, 1972, página 3). Cambios similares ocurrieron también en la estructura de la población laboral soviética. Mientras que en 1960 los trabajadores de cuello blanco representaron el 21 por ciento del número total de trabajadores soviéticos, en 1970 su peso específico alcanzó el 26.4 por ciento (Véase “Ekonomicheskaja Gazeta” Nº 5, 1972, página 1.). 

Con el fin de alcanzar sus objetivos tan “silenciosamente” como sea posible, los revisionistas modernos han sumergido a la clase obrera en el pantano del indiferentismo y el apoliticismo. Numerosos hechos dan testimonio de esta indiferencia y del divorcio de la clase obrera soviética de la gestión de la producción. En una encuesta de opinión pública organizada en una planta de montaje metalúrgico en Siberia, en la que se interrogó a 1,000 obreros, más del 70 por ciento de ellos respondió que no sabían y no les interesaba saber cómo se cumplía el programa de producción, que nunca hablaban en las reuniones y que era inútil hablar cuando su opinión no era tomada en cuenta. Esto es un síntoma de la indiferencia y la apatía de los obreros soviéticos sobre los problemas de organización y funcionamiento de la producción, que por supuesto es una consecuencia de su separación del gobierno de la vida del país y de la propiedad de los medios de producción.

Paralelamente a la burocratización de los aparatos revisionistas, en la sociedad soviética actual se notan marcadas tendencias de parasitismo burgués, de un número cada vez mayor de personas que viven explotando el trabajo de la clase obrera y los campesinos trabajadores. Este fenómeno influye negativamente en la estructura social del país, la distorsiona y la degenera, y aumenta el parasitismo social. Una de las manifestaciones de este parasitismo es el crecimiento de la esfera no productiva a una tasa injustificada. Según las estadísticas oficiales, en 1950 un 13.8 por ciento del total de los trabajadores (con exclusión de los escolares y los militares) estaba ocupado en la esfera no productiva de la economía soviética; en 1960, el 17 por ciento de las personas que trabajan participaron en este ámbito, mientras que a principios de los años 70, la esfera no productiva absorbió alrededor del 22 por ciento de las personas en capacidad de trabajar. 

En la economía soviética, el número de personas que trabajan en la esfera no productiva está aumentando a un ritmo mucho mayor que en la esfera productiva. Esta tendencia sigue profundizándose. Nos enfrentamos aquí con una explosión de parasitismo económico y social. 

Por supuesto, con el aumento de la producción social deben aumentar también la actividad de las ramas no productivas que sirven a la producción y su población correspondiente. Pero el aumento de la esfera no productiva debe estar en proporción directa a la esfera productiva, de lo contrario disminuirán las tasas de reproducción ampliada socialista. La teoría marxista-leninista de la reproducción ampliada socialista enseña esto, y está siendo probado todos los días por la práctica de la construcción socialista. 

La vida ha demostrado, y diariamente proporciona más pruebas, que los revisionistas soviéticos han abandonado los principios del marxismo-leninismo sobre el Partido y el Estado proletario, sobre el papel de la clase obrera en la revolución y la construcción del socialismo. “El retroceso de la Unión Soviética y de algunos otros países –como ha dicho el camarada Enver Hoxhaestá relacionado precisamente con el hecho de que allí fueron abandonadas las enseñanzas del marxismo-leninismo y se renunció a los principios fundamentales de la construcción del socialismo. Fueron socavadas las victorias de la revolución y se allanó el camino a la restauración del capitalismo”.


Fuente: http://www.revolutionarydemocracy.org/archive/sovwc.htm

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