martes, 2 de abril de 2013

Engels en la lucha por el marxismo revolucionario

Publicamos a continuación parte del discurso de D. Z. Manuilsky en el VII congreso de la Internacional Comunista, en 1935, con ocasión del 40º aniversario de la muerte de Federico Engels. En la parte inferior del texto se encuentra el enlace para descargar el discurso completo.


Engels, jefe del proletariado y maestro de la táctica proletaria 

Engels no sólo fue el gran teórico del proletariado. Al igual que Marx, era ante todo un revolucionario. Como en el caso de Marx, el verdadero elemento de Engels era ante todo la lucha – la lucha persistente, consecuente y apasionada por el comunismo. 

La primera mitad de los años cuarenta. El joven Engels extiende sus alas. Abandona el ambiente filisteo prusiano-cristiano y se abre un camino por sí mismo hacia el socialismo proletario. Conoce a Marx, con quien establece una unión combativa – el gran vínculo de unión entre los dos genios del comunismo proletario. Juntos, organizaron y dirigieron la Liga Comunista, y juntos elaboraron el famoso Manifiesto del Partido Comunista, el primer documento programático del comunismo internacional. 

La revolución de 1848. Engels es uno de los editores de la Neue Rheinische Zeitung, en la que, junto con Marx, apoya a la extrema izquierda de la Democracia, denunciando sin piedad sus vacilaciones, y defiende los intereses particulares del proletariado en la revolución burguesa. 

Los años sesenta. Toma forma el primer partido del proletariado internacional –la Primera Internacional–, y Engels, junto con Marx, toma una parte muy activa en su trabajo. La doctrina de Marx y Engels obtiene su victoria decisiva sobre todos sus rivales en la Primer Internacional.

La Comuna de París marca el inicio de una nueva época en la historia de la humanidad. Surgen nuevas tareas: la transición a la creación de partidos proletarios de masas en los diferentes países, en el desarrollo de los cuales Engels ejerce una influencia decisiva. 

Ya en 1846, Engels, con sólo veintiséis años de edad, formuló las tareas de los comunistas con claridad asombrosa:

“(1) Consecución de los intereses del proletariado en oposición a los de la burguesía, (2) Hacer esto a través de la abolición de la propiedad privada y su sustitución por la comunidad de bienes, (3) No reconocer otro medio de lograr estos objetivos que no sea una revolución democrática por la fuerza.” (Correspondencia de Karl Marx y Friedrich Engels)

Muchos años después, Engels dijo:

“Queremos la destrucción de las clases. ¿Cuáles son los medios para lograr esto? La dominación política del proletariado... Pero el acto supremo de la política es la revolución. Los que reconocen esto deben esforzarse por los medios y las acciones políticas que preparen la revolución, tal como educar a los obreros para la revolución, sin los cuales los trabajadores serán siempre engañados por los Favre* y los Pyats **, al día siguiente de la batalla. La política que se debe seguir es la política de los obreros. Se debe formar un partido independiente, con su propio objetivo y su propia política, no como un apéndice de algunos partidos burgueses.” (Engels, Discurso en la Conferencia de Londres de la Primera Internacional. Ver La Internacional Comunista nº. 21, noviembre de 1934, p. 812) * Jules Favre, francés, abogado republicano burgués, se convirtió en ministro después del 4 de septiembre 1870, la mano derecha de Thiers en la represión de la Comuna de París. ** Félix Pyat, francés, pequeñoburgués radical.

Y fue a estos objetivos a los que Engels dedicó medio siglo de lucha. 

Los rasgos distintivos de Engels como un político de la clase obrera fueron formulados claramente por Lenin, de la siguiente manera:

“…La más profunda comprensión de los objetivos revolucionarios fundamentales del proletariado, y una definición inusualmente flexible de determinados problemas de táctica, desde el punto de vista de esos objetivos revolucionarios, y sin la más mínima concesión al oportunismo y a la fraseología revolucionaria.” (Lenin, Marx, Engels, Marxismo) 

Ahora quiero tratar en detalle el tema de Engels como el maestro de la táctica proletaria. Nuestros Partidos, los líderes de nuestras secciones, pueden aprender algo de los brillantes ejemplos del arte de la táctica que dio el gran capitán proletario. 

Del rico tesoro de proposiciones tácticas que Engels elaboró y aplicó en el curso de sus actividades prácticas, voy a tratar sólo unas pocas que directamente se refieren a la tarea central del VII Congreso, a saber, la tarea de preparar y organizar a la clase obrera y a los trabajadores para las batallas decisivas. No pocas personas en tiempos de Engels, y no pocos en la actualidad, conciben la revolución proletaria no dialécticamente sino mecánicamente. Sostienen que revolucionarios “puros”, coherentes y con consciencia de clase están en un campo, mientras que en el otro campo está una masa reaccionaria; que no puede haber ningún cambio en las correlaciones de fuerzas entre las clases, porque todas las clases han adoptado de una vez sus posiciones prescritas en el esquema revolucionario; que no hay capas intermedias vacilantes, porque todas han sido incluidas de antemano en la categoría de la reacción; que no hay vanguardia ni reservas, porque todas representan una masa revolucionaria; que no hay masas que apenas se están acercando a la revolución, porque todas han sido, previamente, incluidas en el campo de la vanguardia revolucionaria; que no hay etapas en el desarrollo de la lucha revolucionaria, porque de algún modo enigmático, las masas han sido transformadas en la clase suprema “de la última y decisiva batalla”; que el Partido revolucionario no necesita llevar a cabo el trabajo diario de educar y preparar a las masas para la lucha, porque las masas sólo están esperando la señal para lanzarse a la batalla bajo la dirección de los líderes archirrevolucionarios; que la preparación organizativa con el fin de acelerar el crecimiento del movimiento es superfluo, dicen, porque la espontaneidad del movimiento está trabajando a nuestro favor. Este es el tipo de personas que Engels tenía en mente cuando ridiculizó el siguiente esquema de desarrollo de la revolución:

“Todos los partidos oficiales unidos en un grupo aquí, todos los socialistas en una columna allá – la gran batalla decisiva.  La victoria en toda la línea de un solo golpe. En la vida real las cosas no suceden de manera tan simple. En la vida real... la revolución comienza al revés, con la gran mayoría del pueblo y también de los partidos oficiales ubicándose juntos contra el gobierno, que de este modo es aislado y derrocado; y es sólo después de que estos partidos oficiales, cuya existencia aún es posible, han logrado recíprocamente y con éxito la destrucción del otro, que tiene lugar la gran división y con ello la posibilidad de nuestro dominio. Si... quisiéramos comenzar directamente con el acto final de la revolución, estaríamos miserablemente mal.” (Correspondencia de Karl Marx y Friedrich Engels)

Esta brillante proposición de Engels sobre el progreso y el desarrollo de la revolución fue sorprendente y plenamente desarrollada aún más por Lenin, más de treinta años después. Él escribió:

“Imaginar que la revolución social es concebible sin las revueltas de las naciones pequeñas en las colonias y en Europa, sin los estallidos revolucionarios de una parte de la pequeña burguesía con todos sus prejuicios, sin el movimiento de las masas proletarias y semiproletarias sin consciencia de clase contra la opresión de los terratenientes, la iglesia, la monarquía, las naciones extranjeras, etc. – imaginar eso significa repudiar la revolución social. Sólo aquellos que se  imaginan que en un lado se alineará un ejército y dirá: “Estamos por el socialismo”, y en el otro lado otro ejército dirá: “Estamos por el imperialismo”, y que así será la revolución social...

“Quien espere una revolución social “pura” nunca vivirá para verla. Tal persona pregona la revolución sin entender lo que es la revolución.” (Lenin, Obras Escogidas, t. V)

Y más adelante dice:

“La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que una explosión de la lucha de masas de parte de todos y cada uno de los elementos oprimidos y descontentos. Sectores de la pequeña burguesía y de los obreros atrasados participarán inevitablemente en ella –sin esa participación la lucha de masas sería imposible, sin esa participación ninguna revolución es posible– e inevitablemente también traerán al movimiento sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y errores. Pero objetivamente atacarán al capital, y la vanguardia consciente de la revolución, el proletariado avanzado, expresando esta verdad objetiva de una lucha de masas heterogénea y discordante, abigarrada y aparentemente incoherente, será capaz de unirla y dirigirla, de tomar el poder, de apoderarse de los bancos, de expropiar los trusts (odiados por todos, aunque por razones diferentes) y de introducir otras medidas dictatoriales que en su conjunto significarán el derrocamiento de la burguesía y la victoria del socialismo, que, sin embargo, no significará “purgar” inmediatamente la escoria pequeño burguesa.” (Ibíd.) 

Estas palabras muy profundas de Engels y Lenin contienen los elementos fundamentales de la respuesta a la cuestión de cómo podemos luchar hoy exitosamente contra la ofensiva del capital, el fascismo y la amenaza de la guerra. Señalan la necesidad de que el partido proletario tenga una política correcta hacia las masas de su propia clase y hacia sus aliados, y señalan la tarea de crear un amplio frente popular de lucha, la necesidad y la capacidad de tomar ventaja de los antagonismos internacionales con el objetivo de fortalecer la posición del proletariado. Toda nuestra experiencia ha confirmado más de una vez el hecho de que el partido que empieza con concepciones vulgares e ingenuas de la revolución es incapaz de desempeñar el papel de organizador y líder de la revolución. No hay nada más peligroso para un partido combatiente y vivo, que fórmulas inventadas, sin vida y prefabricadas, porque ocultan la variedad colorida y viva de las condiciones y formas de lucha. 
 



Es un error pensar que la revolución se desarrollará en línea recta como el vuelo de una flecha, que no habrá obstáculos e interrupciones, ni retrocesos con el fin de saltar más adelante, en el proceso de maduración revolucionaria. Es un error pensar que la táctica del partido revolucionario debe basarse no en la correlación de fuerzas entre las clases existentes, sino en cómo nos gustarían que fuesen esa correlación. Es erróneo pensar que en el proceso de preparación de la revolución, así como en el proceso de su desarrollo, es suficiente para el partido proletario depender completamente de las fuerzas de la vanguardia y que no hay necesidad de basarse en la mayoría de la clase obrera. Es un error pensar que haciendo caso omiso de otras fuerzas de clase y absteniéndose de tratar de ganar a las clases vacilantes hacia el lado de la revolución, al menos temporalmente, el partido proletario puede crear la clara situación de “clase contra clase”. Es un error pensar que es posible prepararse para la revolución y llevarla a cabo sin tomar ventaja de los antagonismos en el campo del enemigo, sin compromisos temporales y parciales con otras clases y grupos que se van revolucionarizando y sus organizaciones políticas. 

En 1889, en una carta a la socialista danesa Trier, Engels recomienda utilizar a los otros partidos en interés de la clase obrera, que,

“... Se debe apoyar temporalmente a otros partidos y medidas que permitan una ventaja directa para el proletariado o que representen un paso adelante en la dirección del desarrollo económico y la libertad política...”

“Pero”, Engels añade: “yo estoy a favor de esta opción sólo si la ventaja directa resultante para nosotros o para el desarrollo histórico del país en el camino de la revolución económica y política, es incuestionable y vale la pena luchar por él. Otra condición obligatoria es que el carácter de clase proletario del Partido no esté en cuestión. Eso para mí es el límite absoluto.” (La cursiva es mía – D.Z.M. Bolchevique nº 21, 1932, p. 84) 

Reforzar el carácter de clase del Partido, elevar la conciencia de clase del proletariado, elevar su capacidad de lucha, fortalecer sus posiciones, debilitar la posición del enemigo de clase – tales son los criterios que Engels consideró esenciales para decidir la cuestión de si tal o cual compromiso era admisible. 

Estas tácticas son profundamente hostiles a la política de colaboración de clases entre el proletariado y la burguesía de seguida por la socialdemocracia internacional, porque esa política le quita al partido su carácter de clase, fortalece la posición de la burguesía y debilita y desmoraliza al proletariado. Estas tácticas revolucionarias no tienen nada en común con la política del “mal menor”, con votar por Hindenburg, con la formación de un bloque con Bruening; porque, al seguir la política del “mal menor”, la socialdemocracia entregó a la burguesía una posición proletaria tras otra, preparó el terreno para el fascismo, y preparó la derrota del proletariado. 

Treinta años más tarde, sobre la base de la experiencia de las tres revoluciones rusas, Lenin amplió esta idea de Engels, y enseñó a los jóvenes partidos comunistas, tácticas flexibles y móviles que les permitieran superar su enfermedad “izquierdista” y continuar la lucha por el derrocamiento de la burguesía de una manera verdaderamente bolchevique. Él escribió: 

“Hacer la guerra para derrumbar a la burguesía internacional, una guerra cien veces más difícil, prolongada y compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes entre Estados, y renunciar de antemano a toda maniobra, a toda utilización (aunque no sea más que temporal) del antagonismo de intereses existente entre los enemigos, a los acuerdos y compromisos con posibles aliados (aunque sean provisionales, inconsistentes, vacilantes, condicionales), ¿no es esto acaso algo infinitamente ridículo?... Obtener la victoria sobre un adversario más poderoso únicamente es posible poniendo en tensión todas las fuerzas y utilizando obligatoriamente con solicitud, minucia, prudencia y habilidad, la menor “grieta” entre los enemigos, toda contradicción de intereses entre la burguesía de los distintos países, entre los diferentes grupos o diferentes categorías burguesas en el interior de cada país; hay que aprovechar igualmente las menores posibilidades de obtener un aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no comprenda esto no comprende ni una palabra de marxismo ni de socialismo científico contemporáneo, en general.” (Lenin, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo) 

Camaradas, al reflexionar sobre estas palabras de Engels y Lenin, aplicadas a nuestra época, a la política que nuestro Congreso está señalando para el siguiente periodo, se entenderá que estas tácticas, probadas por la experiencia de todo el movimiento obrero del mundo durante muchas décadas, crean ahora para la Internacional Comunista, para todas sus secciones, grandes oportunidades para salir del periodo de agitación-propaganda de nuestro desarrollo y convertirse en poderosos factores en toda la vida política contemporánea de los diferentes países y en todo el mundo. Pero es precisamente porque estamos entrando en el amplio camino de la gran política de masas, porque nos estamos preparando para contar no en cientos de miles sino en millones, porque estamos empezando a poner bajo nuestra influencia aquellas capas que hasta ayer estaban en las filas de la socialdemocracia o bien se encontraban fuera de la política por completo, debido a esto, las secciones de la Internacional Comunista deben estar especialmente alertas ante las posibles distorsiones oportunistas y derechistas de nuestra política de masas, distorsiones que retardan el crecimiento de nuestra influencia entre la masas y el crecimiento de la capacidad de lucha del proletariado, y con ello retrasan la maduración de las condiciones para la revolución proletaria. Y aquí una vez más debemos recurrir a Engels, nuestro maestro, y recordar la lucha que libró contra el oportunismo, la lucha implacable e indomable a la que dedicó medio siglo de su vida como un luchador político. 

Engels vio precisamente que, bajo diferentes disfraces, el pequeño burgués intenta atrincherarse en el movimiento obrero, debilitándolo y desorganizándolo. Con certera puntería e inimitable sarcasmo, Marx y Engels arrancaron la máscara de la cara de este filisteo, expusieron las muecas filisteas debajo de la máscara de gratuita y natural afabilidad. Este filisteo siente que tiene el derecho a realizar cualquier acto infame porque se considera “honestamente” infame. Engels escribió:

“Incluso la estupidez se convierte en virtud porque es la prueba irrefutable de la firmeza de convicción. Cada motivo oculto está basado en la convicción de honestidad intrínseca, y cuanto más decididamente trama algún tipo de engaño o alguna pequeña mezquindad, tanto más simple y franco parece ser.”

Este es un filisteo

“...una cloaca en la que se mezclan de manera monstruosa todas las contradicciones de la filosofía, la democracia y todo tipo de fraseología.” (Archivo Marx y Engels Archivo, Libro V) 

Defendiendo el marxismo revolucionario, Engels atacó ferozmente a los  reformistas alemanes, los posibilistas franceses, los fabianos británicos y los ultraizquierdistas. Al mismo tiempo, con firmeza y paciencia excepcionales, criticó y corrigió los errores oportunistas de los líderes de los partidos proletarios, como Wilhelm Liebknecht y Bebel, Lafargue y Guesde. 

Esta lucha incansable contra el oportunismo, y en particular contra la conciliación con el oportunismo, hizo que algunos de los líderes que fueron criticados por Engels lo llamaran “el hombre más rudo en Europa”. Todos debemos aprender de Engels a ser apasionadamente “rudos” en interés del Partido, en aras de la revolución. 

Nadie fue tan vehemente en unir a la vanguardia de la clase obrera en las filas de un partido obrero unido como lo fue Engels. Quería hacer todo lo que queremos hacer hoy. Pero él sabía y vio que la unidad no basada en principios debilitaría a la clase obrera. ¿De qué sirve ser un partido de masas del proletariado si sirve de lazo que lo  arrastra a la colaboración con la burguesía? En 1882, saludó la escisión en el partido obrero de Francia, que se apartó de Mallone y Bruse, que habían abandonado la lucha de clases, habían sacrificado el carácter de clase proletario del movimiento y habían hecho la ruptura inevitable. 

“Mucho mejor”, dijo. “La unidad es una cosa excelente, siempre que sea posible, pero hay cosas que son más importantes que la unidad.” 

Creo que es necesario recordar estas palabras de Engels, precisamente en este momento, cuando aquí en este Congreso estamos enarbolando la bandera de la unidad política de la clase obrera internacional. 

Mediante el informe del camarada Dimitrov, el Congreso ha subrayado con mucha fuerza su voluntad de luchar por un partido obrero unido en cada país, por un partido mundial de la clase obrera. Pero este partido sólo puede crearse sobre la base de la unidad de principios y no sobre la base de un bloque podrido entre los elementos pequeñoburgueses y proletarios según el modelo de la Segunda Internacional. Recordaríamos a los miles, decenas y centenas de miles de obreros socialdemócratas que se consideran seguidores y discípulos de Marx y Engels, que nosotros y ellos estaríamos cometiendo un crimen contra nuestra clase si repetimos esa “unidad” ficticia que condujo a la catástrofe del 4 de agosto de 1914, al bloque entre un sector de la clase obrera y la burguesía, y que, en último análisis, facilitó la victoria del fascismo. ¡La clase obrera no necesita la unidad de ese tipo! Queremos la unidad por la que nuestro maestro Federico Engels luchó toda su vida; haremos todos los esfuerzos posibles por lograr esa unidad, y lo vamos a lograr. 

Pero esta unidad sólo la puede lograr un Partido que se gana la confianza de las masas con sus acciones, un Partido que supera el esquematismo y la vulgarización en su aproximación al movimiento de masas. Es por ese Partido por el que Engels luchó. Él criticó despiadadamente la pasividad y la inactividad como las formas más perniciosas de oportunismo. En su correspondencia con los líderes de la clase obrera no se cansó de repetir: el Partido debe actuar bajo cualquier circunstancia. Debe participar en el conjunto de la vida política del país y aprovechar todos los eventos en la política interna y exterior para intervenir activamente; debe estar siempre con las masas, en cualquier lugar; debe lanzar en el momento oportuno verdaderas consignas combativas que deben emanar de las masas mismas, y debe lanzar nuevas consignas cuando el movimiento crezca. Esta es la principal norma táctica del partido proletario, sobre el que Engels insistió. 

El partido que existe en el círculo estrecho y cerrado de sus seguidores inmediatos, que se sitúa fuera de las cosas que preocupan al pueblo, que no capta las cosas que interesan a las masas en un momento dado, que no es capaz de traducir las exigencias y los deseos del pueblo en consignas claras e inteligibles, ese partido no puede tomar el liderazgo de los movimientos de masas. 

Engels fue particularmente duro en sus ataques a los que fallaron en estar presentes en los momentos decisivos de la lucha de masas. En relación con esto, Engels dijo abiertamente que el Partido que se pierde un momento decisivo, que no intervenga, estará muerto y enterrado por algún tiempo. 

A menudo, en la práctica, la pasividad y la inactividad, enmascaradas con frases de “izquierda”, se esconden jugando a las conspiraciones, jugando a ser organizaciones exclusivamente clandestinas, y degeneran en carbonarismo, lo cual es ajeno al espíritu del partido del proletariado. Por otro lado, el cretinismo parlamentario, la adaptación a la legalidad burguesa a toda costa, negando la importancia de las formas ilegales de organización, y el miedo a la violencia, también paralizan la capacidad de lucha de la clase obrera. 

Engels luchó contra las manifestaciones de ambas formas de pasividad. Enseñó a los partidos proletarios a tomar todas las ventajas posibles de la legalidad burguesa, con el propósito de unir a las fuerzas de la clase obrera, de prepararlas para la lucha por la dictadura del proletariado, transformando la legalidad burguesa en un arma de la lucha contra la burguesía. Denunció las tácticas conspirativas blanquistas-bakuninistas que la policía internacional utiliza contra las organizaciones obreras, e instó a la necesidad de una vigilancia especial en lo que se refiere a los espías y provocadores que se han infiltrado en las organizaciones obreras. Al mismo tiempo, no escatimó ataques contra los socialdemócratas, serviles al gobierno, que sostuvieron que el partido obrero no era un partido de la violencia revolucionaria.

“Atacar la violencia”, escribió con indignación, “como algo que es inadmisible, cuando se sabe que, en último análisis, no conseguiremos nada sin violencia...” (Archivo Marx y Engels, vol. I (VI)). 

Engels insistió en que los revolucionarios proletarios deben ser capaces de utilizar todas las formas de lucha contra el enemigo de clase. Bajo la dirección de Lenin y Stalin, el Partido bolchevique aplicó estos principios de Engels en el curso de veinticinco años de gran experiencia, combinando las formas legales e ilegales de trabajo, que como se sabe constituyen la base de las decisiones sobre organización del II Congreso de la Internacional Comunista. 
 




 
¿Nuestras Secciones han utilizado al máximo estos principios? No, no lo han hecho. Muchos camaradas están convencidos de que bajo el terror fascista no hay lugar para asideros “legales”, para manifestaciones públicas del movimiento obrero, para desarrollar una amplia lucha de masas. Pero el fascismo se ve obligado a crear una base de masas, a crear sus organizaciones de masas, a recurrir a la demagogia social. Por lo tanto, es deber de los comunistas penetrar las organizaciones fascistas de masas, utilizar la demagogia social fascista contra la dictadura fascista y así socavar la base de masas del fascismo. Será imposible abrirnos paso hacia las masas en estas condiciones, a menos que realicemos un trabajo cotidiano y sistemático en las organizaciones de masas fascistas y a menos que combinemos los métodos de trabajo legales con los ilegales.

Al mismo tiempo, es un error pensar que no necesitamos organizaciones ilegales en los países donde el movimiento obrero es legal. La persecución de los empleadores en todos los países nos obliga a establecer núcleos secretos en las fábricas, ilegalmente. El crecimiento de la amenaza del fascismo obliga a los Partidos Comunistas “legales” a adoptar medidas en preparación para la posible transición a una posición ilegal, con el fin de evitar repetir el error cometido por los Partidos Comunistas italiano y alemán. Debemos recordar que el movimiento de frente único “legalizó” espontáneamente a los Partidos Comunistas perseguidos, que la lucha de masas trae a la superficie a las organizaciones más clandestinas. 

Una de las variedades del esquematismo y la vulgarización contra la que luchó Engels es la aplicación mecánica de las proposiciones tácticas fundamentales, sin tener en cuenta las circunstancias particulares de cada país individual. 

Somos el partido mundial del proletariado, el partido construido sobre la base de una verdadera unidad política y organizativa, un partido que resume y generaliza la experiencia del movimiento obrero mundial, un partido que sigue verdaderamente una táctica internacional basada en la unidad de intereses del proletariado internacional. Pero esta táctica internacional no excluye las diferencias creadas por las características específicas del desarrollo de cada país. La internacionalización de la experiencia del movimiento obrero mundial no significa hacer estereotipos igualmente aplicables al movimiento obrero en cualquier país. Aquellos que piensan que basta con tener  en el bolsillo unas cuantas fórmulas ya hechas, para aplicarlas al movimiento obrero mundial en su conjunto, no internacionalizan el movimiento obrero, sino que lo paralizan y obstaculizan su desarrollo. 

Engels era un ejemplo clásico del auténtico líder internacional que conocía a la perfección el secreto de combinar adecuadamente el carácter internacional de nuestro movimiento comunista con la capacidad de tomar en cuenta sus características nacionales específicas. Él estaba estrechamente relacionado con el movimiento obrero alemán; estaba excelentemente informado de todos los detalles del movimiento obrero francés; desde 1844 tomó parte muy activa en las luchas del proletariado británico; hizo un profundo estudio del movimiento obrero norteamericano (él mismo viajó a través del océano); estaba excepcionalmente bien informados sobre las condiciones y el progreso de la lucha proletaria en Italia y en los Pirineos; estaba muy interesado en el movimiento revolucionario en Rusia, en los países eslavos de Occidente y en los países eslavos del Sur . 

Es precisamente este conocimiento profundo de las condiciones en diversos países lo que capacitó adecuadamente a Engels para dirigir los partidos obreros de esos países, y para ser un verdadero líder y organizador de la Internacional proletaria. 

“La emancipación del campesino italiano”, le escribió a Bovio, “no se llevará a cabo en la forma en que se realizará la emancipación de los obreros de las fábricas inglesas, pero cuanto más ambos utilicen las formas correspondientes a sus respectivas condiciones, tanto más las cosas corresponderán al fondo de la cuestión.” 

Tales son los principales principios tácticos de Engels a la luz de nuestra gran época, a la luz de las tareas que enfrenta nuestro Congreso. 

Engels nos enseñó que, al definir nuestra táctica, debemos enfocar los procesos revolucionarios fundamentales en la vida de los pueblos no con esquemas absolutos, ni con estándares prefabricados, sino basándonos en un estudio profundo de la disposición de las fuerzas de clase en cada país individual, en cada momento dado. Él nos enseñó a tener en cuenta la situación de cada clase por separado, de cada uno de sus grupos, a estudiar todos los antagonismos de clase y los métodos por los cuales el proletariado puede tomar ventaja de ellos, e indefectiblemente tener en cuenta la situación internacional en su conjunto. 

Engels nos enseñó a ser un Partido activo y combativo, tanto cuando la marea del movimiento obrero está en flujo como cuando se encuentra temporalmente en reflujo, y ser capaz de encontrar la cuestión particular que afecta profundamente a las masas y permite al Partido ampliar y fortalecer sus contactos con la clase obrera y los demás trabajadores. Nos enseñó a unirnos a un movimiento no sólo después de que éste haya empezado, sino a prepararlo, organizarlo y –ganando la confianza de las masas– a dirigirlo. Nos instó a responder a cada evento que estimule a las masas, a desarrollar grandes movimientos en batallas decisivas y así transformar el Partido en una fuerza que gane prestigio entre todos los trabajadores y aumente su confianza en su propia fuerza. 

Engels nos enseñó a no ser presumidos en el momento de la victoria y a no perder el ánimo en el momento de la derrota temporal. Nos enseñó a no tener miedo de empezar desde el principio si somos derrotados, sino a empezar con la firme convicción de que debemos lograr la victoria en el segundo intento. 

Engels nos enseñó a seguir una política de masas que corresponda a los intereses fundamentales de las más amplias masas del pueblo trabajador, que ayude a unir a las masas de campesinos y trabajadores de los pueblos en torno al proletariado. En la situación actual, esto significa, en primer lugar, la creación de un frente popular contra el fascismo en los países capitalistas, y un frente de los pueblos contra la guerra en el ámbito internacional. 

Engels nos enseñó a hacer una sobria valoración de la situación, a no avanzar antes de que las masas se hayan incorporado al movimiento, pero al mismo tiempo a no ir a la zaga de las masas; a no adaptar nuestras tácticas en función de los sectores más atrasados de las masas; a ser capaces de hacer avanzar a estas masas, por medio de una acción decidida y rápida, a consolidar cada éxito del movimiento y tomar este éxito como el punto de partida para nuevos éxitos. 

Engels nos enseñó a luchar por cada centímetro de terreno ganado por la clase obrera, a aprovechar todas las contradicciones en el campo del enemigo, a no sacrificar el carácter de clase del Partido y el objetivo de fortalecer al proletariado, a estar en toda organización en que se encuentren las masas obreras, y a utilizar las formas de lucha legales e ilegales, que, en las condiciones actuales, significa el fortalecimiento de las organizaciones ilegales mediante la ampliación de su influencia legal entre las masas y la ampliación de esa influencia a través del fortalecimiento de las organizaciones ilegales. 

Estamos viviendo y luchando en una situación incomparablemente más complicada que la que existía en el tiempo de Engels. Pero el rico legado táctico de Engels todavía conserva su importancia en esta nueva situación. Los comunistas utilizarán este legado durante un largo tiempo todavía, y aplicarán los principios de Engels de una manera bolchevique.
 
¿Esto quiere decir que estos principios son suficientes para los fines de la determinación de nuestras tácticas? Por supuesto que no. Debido a las condiciones históricas, Engels, al igual que Marx, no pudo crear, y no creó, una ciencia completa de la estrategia y la táctica del proletariado revolucionario. Pero en la base de esta ciencia creada por los genios de Lenin y Stalin se encuentran las notables ideas de estrategia y táctica que los grandes fundadores del comunismo desarrollaron y aplicaron en la medida máxima en que fueron capaces de hacerlo.

 Fuente: D.Z. Manuilsky, Engels in the Struggle for Revolutionary Marxism, 1935. Publicado en revolutionarydemocracy.org
 
Traducido para Crítica Marxista-Leninista por Facundo Borges.