lunes, 11 de noviembre de 2013

Los días de Octubre en Moscú - Parte final


A diferencia de lo usual, de contar o celebrar la revolución de Octubre en Petrogrado, la cuna de la revolución, en esta oportunidad queremos conmemorar el 96º aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, contando una breve historia de la revolución de Octubre en Moscú, en 1917. Reproduciremos, en partes, el folleto del historiador soviético I. Mintz.
 
Ultima entrega
 
 

Los días de Octubre en Moscú
La lucha por el poder en 1917
I. Mintz
(1941)

Los Guardias Rojos recuperan posiciones claves 

            En la mañana del 29 de octubre, las tropas revolucionarias tomaron por asalto la oficina de correos y telégrafos y la recuperaron. Los Guardias Rojos comprobaron que el Comité de Empleados había estado reteniendo los telegramas del gobierno soviético. Las ciudades en las que la revolución había triunfado fueron desconectadas de la red telegráfica. La guardia en la oficina de telégrafos puso bajo arresto a parte de los miembros del Comité de Empleados, y solicitó al Comité Militar Revolucionario que enviara un comisario especial. 

            En Lefortovo, después de que los obreros de los Arsenales de Moscú hubieron establecido telémetros, los disparos de los cañones fueron más precisos. La Escuela Militar fue alcanzada por una bomba tras otra. La mayoría de los cadetes y empleados de la escuela se rindió, pero los junkers y los cadetes de la clase alta continuaron resistiendo. 

            En Jamovniky, el 29 de octubre, pequeños grupos de tres a cinco guardias rojos se abrieron paso por casas y patios, en la retaguardia del enemigo. Desde ahí lanzaron granadas a los junkers y abrieron fuego súbito. Los soldados del 193er. Regimiento montaron lanza-bombas en Prechistenka y Ostozhenka.  Uno de ellos fue montado en una trinchera. Las trincheras de los Blancos estaban a sólo 200 pasos de distancia. El fuego graneado cubría el área entre las dos líneas de trincheras de modo que era imposible levantar la cabeza. 

            Para entonces, el combate ya había terminado en el distrito Zamoskvorechye. Los cosacos que intentaron ingresar al centro, por órdenes de Ryabtsev, se encontraron con unidades del 55º Regimiento y de la fábrica Mijelson y otras fábricas. Después de parlamentar brevemente, los cosacos rindieron sus armas, a pesar de la protesta de sus oficiales. Luego, el distrito Zamoskvorechye envió sus destacamentos armados a unirse al combate en el distrito Jamovniky. Los hombres de Zamoskvorechye ocuparon posiciones frente al Cuartel General del Área Militar y frente a la Escuela Militar Alexandrovsky. Apoyados por su artillería, los destacamentos Zamoskvorechye trabaron combate en la Puerta Nikitsky. Además de esto, una de las más importantes tareas del distrito Zamoskvorechye vigilar que la central eléctrica funcionara sin interrupción, una tarea que fue exitosamente cumplida.

            Las operaciones de las fuerzas armadas del Comité Militar Revolucionario fueron progresando con éxito.

            Los junkers y oficiales fueron obligados a rendirse en el Ayuntamiento, una posición muy importante en el centro de la ciudad. 

            A las 9 de la noche del 29 de octubre, el Cuartel General del Área de Moscú informó al Cuartel General: 

“…las fuerzas del enemigo están aumentando y el enemigo se está haciendo más fuerte cada hora que pasa. Estamos completamente aislados de los suburbios… Hoy los bolcheviques han tomado todas las estaciones de ferrocarriles y el Ayuntamiento del centro de la ciudad; también nos vimos obligados a abandonar la oficina de correos y telégrafos, dado que nuestras fuerzas, después de haber repelido reiterados ataques, estaban exhaustas. Los hombres han sido trasladados a la central telefónica.

“La Escuela Militar Alexeyev, donde aún permanece una compañía de junkers, está siendo defendida valientemente, pero la artillería pesada de los bolcheviques ha destruido la parte superior del edificio y ha provocado incendios… La ayuda es absolutamente imperativa, sin ella nuestra posición está lejos de ser brillante.” 

El ulterior éxito de los Rojos parecía plenamente garantizado. 

            Al prometer ayuda a Moscú, el general Dujonin pasó por alto el hecho de que el poder había pasado a manos de los bolcheviques en una serie de puntos importantes, algunos de ellos en la ruta que debían seguir los refuerzos. Así, el 28 de octubre, los obreros tenían el control en Viazma, Kolomna, Shuya. Kazán, Tsaritsyn, Minsk, Novgorod, Toropets, Kiev, Rechitsa, Vitebsk, Rzhev, Podolsk, Ufa, Bryansk, Yegorecsk y Ryazan. 

            Kerensky revocó la orden de enviar Dragones de Kaluga a Moscú, y, en lugar de eso, ordenó a ese regimiento que vaya a Petrogrado en tren de pasajeros. Se hizo lo mismo en relación con los carros blindados que se había pedido a Kaluga desde Moscú. 

            En lugar de los Dragones, a Moscú se enviaron, desde Kaluga, dos compañías de cosacos de Kuban. Sin embargo, a veinte millas de Viazma, éstos se encontraron con que el Soviet local había arrancado las vías del tren. Hicieron un intento de llegar a Moscú haciendo un rodeo, pero fueron detenidos en Tula. 

            Una brigada de caballería despachada desde el frente suroccidental vía Gomel, Orsha y Viazma se encontró con un obstáculo inesperado: el 623er. Regimiento de Infantería, que había sido enviado contra Petrogrado, bloqueó la estación con sus tropas y declaró que no permitiría el paso a Petrogrado o a Moscú, a ninguna sola unidad. 

            Los intentos de Dujonin de llamar a los cosacos del Don, también fracasaron. El ataman Kaledin replicó que para que el pueda enviar a algunos cosacos a Moscú “la situación debería ser sumamente urgente, para justificar cualquier movimiento ante los ojos de los cosacos”. En cualquier caso, Kaledin no podía atravesar la Cuenca del Donetz. 

            Los difamatorios intentos de los representantes del “Comité de Seguridad Pública” para convencer a los soldados en el frente de que “los bolcheviques habían organizado un pogrom en Moscú” tampoco les ayudó.

            La vigilancia de los obreros y soldados revolucionarios impidió que los refuerzos pedidos por los contrarrevolucionarios llegaran a Moscú. El “Comité de Seguridad Pública” no recibió asistencia armada del exterior. Estaba programado que las tropas del frente suroccidental llegaran el 30 de octubre. Esperaban que Petrogrado, donde había estallado una rebelión de junkers, cayera en cualquier momento. La contrarrevolución quería ganar tiempo, necesitaba ganar al menos un día o dos. 

            Lenin y Stalin seguían el curso de los sucesos en Moscú con mucho detenimiento.

            Lenin concedía una importancia excepcional al resultado del combate por Moscú. En su primera carta acerca de la insurrección, del 12-14 de setiembre, escribió: 

“…no importa quién comience, incluso Moscú puede empezar…”

Esas no eran instrucciones. El jefe de la revolución simplemente estaba subrayando que las cosas estaban maduras para una insurrección que lo menos que podía causar era un proceso explosivo. En Moscú, la resistencia del enemigo era más débil. Ahí no había organismos gubernamentales, y no se esperaba un estallido. Siguiendo con detenimiento los más ligeros cambios en la disposición de las fuerzas, el 29 de setiembre, Lenin había dicho que era posible empezar en Moscú: 

“Técnicamente, estamos en posición de tomar el poder en Moscú (donde se puede comenzar, para tomar al enemigo por sorpresa.” 

            A principios de octubre, Lenin escribió por tercera vez: 

“No es obligatorio “empezar” en Petrogrado. Si Moscú “empieza” sin derramar sangre, indudablemente será apoyado (1) por las simpatías del ejército en el frente, (2) por los campesinos de todas partes, (3) por la flota y las tropas en Finlandia que se están desplazando a Petrogrado.” 

            Durante los días de Octubre, Lenin y Stalin dedicaron permanente atención a Moscú, aunque estaban inmersos en el trabajo de dirigir la insurrección armada en Petrogrado. 

            El 28 de octubre, Kerensky, que había logrado escapar de Petrogrado gracias a la ayuda de la embajada norteamericana, entró en Tsarskoye Selo. Había se encontraba emplazada una guarnición de 20,000 soldados. Kerensky tenía la suficiente fuerza para obligar a los soldados que vacilaban a ir en acción contra Petrogrado. 

            En Petrogrado, los junkers estaban preparando una rebelión que coincida con la aproximación de las fuerzas de Kerensky. El sonar de los cañones del general blanco Krasnov en las afueras de Petrogrado, iba a servir de señal para el amotinamiento. Pero circunstancias impredecibles precipitaron este levantamiento. Tarde, en la noche del 28 de octubre, una patrulla de la Guardia Roja detuvo a dos individuos que lucían sospechosos, fuera de la mansión Kshesinskaya, uno de los cuales trató de deshacerse de una hoja de papel que tenía en su bolsillo cuando fue detenido. Los guardias rojos los pusieron bajo arresto. Uno de ellos era Bruderer, miembro del Comité Central del Partido Socialista-Revolucionario, y el papel era el plan de amotinamiento de los junkers. Este plan fue informado directamente al Comité Militar Revolucionario, que tomó las medidas pertinentes.  

            A su vez, al saber que Bruderer había sido arrestado y que el plan había caído en manos de los Rojos, los Blancos iniciaron su motín en Petrogrado, en el amanecer del 29 de octubre. Gracias a las medidas que habían sido tomadas, fue sofocado en unas pocas horas. 

Petrogrado envía ayuda a los bolcheviques de Moscú 

            Pero aun en esos momentos difíciles, Lenin y Stalin tuvieron posibilidad de pensar en Moscú. El 29 de octubre, Lenin habló en una conferencia de representantes de los regimientos de la Guarnición de Petrogrado. Después de informar sobre la supresión de la rebelión de los junkers en Petrogrado, Lenin dijo: “En Moscú, ellos [los junkers] han tomado el Kremlin, pero las afueras, donde viven los obreros y la población en general, no está en su poder.”

            Lenin concluyó su discurso como sigue: “No tengo duda de que los soldados y obreros de Petrogrado, que ya han completado su victoriosa insurrección, podrán suprimir a los kornilovistas… Sin perder una sola hora, un solo instante, debemos organizarnos, organizar nuestros cuarteles generales. Esto debe ser hecho todos los días. Una vez organizados, seremos capaces de asegurar la victoria en pocos días, y posiblemente antes”. Ese mismo se envió a Moscú 500 marineros de Kronstadt en tren especial, para ayudar a los bolcheviques moscovitas. Los marineros llegaron a Moscú en la noche del 30 de octubre, y se unieron inmediatamente a la lucha. 

            Al día siguiente, por instrucciones del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, el camarada Sverdlov envió a Moscú a un grupo bolchevique de especialistas de radio para que trabajen en la estación de radio de ahí. 

            Después de que el motín de los junkers fuera aplastado en Petrogrado, y toda la atención estaba centrada en la lucha contra Krasnov y Kerensky, después de que el Comité Militar Revolucionario de Moscú había tenido considerable éxito y la suerte de la contrarrevolución parecía decidida, el Comité Ejecutivo nacional del sindicato ferroviario salió en ayuda de las fuerzas contrarrevolucionarias. Confiados en el apoyo de traidores Zinoviev, Kámenev y sus congéneres, el Comité dio un ultimátum exigiendo que cesaran todas las operaciones militares so pena de una huelga a iniciarse en la medianoche del 29 de octubre. 

            El Comité Central del Partido Bolchevique decidió enviar dos representantes para negociar con el Comité Ejecutivo del Sindicato Ferroviario, pero continuó haciendo rápidos preparativos para repeler a Krasnov y Kerensky. En la mañana del 30 de octubre, cerca de Pulkovo, se inició el avance decisivo contra las tropas de Krasnov y Kerensky. 

            Se declaró una tregua de veinticuatro horas, a iniciarse en la medianoche del 29 de octubre. Los representantes de los dos lados se reunieron en pabellón real de la Estación de Ferrocarril Kursk. Los Blancos demandaron el cese de hostilidades. Los representantes de las unidades revolucionarias, que habían sido invitados a la conferencia, insistieron que los junkers entreguen sus armas sin condiciones. Los delegados de una unidad de artillería que estaban en camino desde Myza-Rayevo, para ayudar a los Rojos, exigieron a los delegados del 55º Regimiento: alto a las negociaciones o no tendremos otra oportunidad para disparar. 

            Mientras se realizaban las negociaciones en el pabellón real, el bombardeo de los cañones, el traqueteo del fuego de ametralladoras y el crepitar de los tiros de bala continuó escuchándose en todo Moscú. A pesar de las órdenes, ninguna de las partes suspendió las hostilidades. 

            La tregua provocó la más grande indignación en todos los distritos. 

“¡No podemos controlarlos!”, decían los miembros del Comité Militar Revolucionario. 

Cuando la orden escrita sobre el cese de fuego le fue entregada a un artillero, le dio un vistazo, lo estrujó en su mano, lo tiró a un lado con disgusto y dijo: “No puedo entender qué clase de estupidez es esta”.  Y continuó disparando. 

Tampoco los Guardias Blancos observaron la tregua. Ryabtsev emitió la orden formal para la suspensión de todas las operaciones militares, a las 6:30 p.m. del 29 de octubre, pero esa noche los junkers irrumpieron a través del puente Borodinsky, destrozaron la sede del distrito, capturaron la Estación de Ferrocarril Bryansk, y unieron fuerzas con un batallón de choque que había llegado. 

La noticia de la acción de los junkers y del arribo del batallón de choque puso de pie a todo el distrito Jamovniky. La Estación Bryansk fue recuperada el 30 de octubre. 

Otro destacamento de soldados de choque llegó ese día a la Estación Bryansk se rindió ante la Guardia Roja y los soldados que ocupaban la estación. Los soldados de choque declararon que habían sido engañados, haciéndoles creer que estaban siendo enviados a Moscú por uniformes nuevos. Tan pronto supieron que la lucha se desarrollaba entre los soldados y los junkers, se pusieron a disposición del Comité Militar Revolucionario de Jamovniky. 

En el distrito Gorodskoy, los Guardias Rojos y soldados estaban tan indignados con la perfidia de los Blancos que inmediatamente tomaron por asalto la Central Telefónica. En Lefortovo, el ataque a la Escuela Militar Alexeyev terminó cuando a las 12 del mediodía del 30 de octubre, los junkers se rindieron. Trece ametralladoras, una gran cantidad de rifles y otros suministros militares fueron capturados en la escuela. 

El ultimátum del Comité Ejecutivo de los ferroviarios sólo servía a la contrarrevolución. Aprovechando de la “tregua”, los junkers trataron de mejorar su posición estratégica. Hicieron un avance desde la Puerta Nikitsky, a lo largo del Tverskoy Boulevard, intentando tomar los puentes sobre el río Moscú, e hicieron un intento desesperado por ingresar en Krymskaya Ploshchad. Pero fueron rechazados en todos los puntos. 

La amenaza del Comité Ejecutivo del Sindicato Ferroviario fue letra muerta. Desacatando a sus dirigentes, los ferroviarios de base apoyaron la revolución. Retrasaban a las tropas enviadas para ayudar a Ryabtsev y al mismo tiempo facilitaban el avance rápido de los destacamentos de Guardias Rojos y soldados que se dirigían a Moscú, descubrían transportes de armas e inmediatamente los entregaban a las unidades revolucionarias. De Serpujov y Podolsk, de Vladimir y Shuya, de Alexandrov y Kovrov, llegaban hombres para ayudar a los obreros moscovitas. ¡Parecía que toda la región se había levantado en armas! 

Mientras tanto el Cuartel General del Area hacía todo lo que estaba a su alcance para conseguir ayuda. Sobre las autoridades competentes, el teniente Rovny rogaba a Kaluga que le enviara un destacamento y carros blindados, o, si esto no era posible, por lo menos una parte de un destacamento regular. 

Kravchuk, el segundo asistente de Ryabtsev, salió de Moscú en secreto, se abrió paso a Smolensk, y desde ahí empezó a hacer solicitudes urgentes al Cuartel General, como qué había pasado con la unidad de caballería que se había prometido que llegaría el 30 de octubre. Kravchuk fue puesto en contacto con Dujonin. 

“La situación en Moscú es seria”, informaba, “debido a la falta de municiones y suministros. La moral de los hombres es firme y persistente. Los arsenales y polvorines han sido capturados por los bolcheviques. Cuando salí, se había formado un destacamento para tomarlos por asalto y recuperarlos. No sé si tuvo éxito o no. Si no fue así, no podremos sostenemos por mucho tiempo y es bastante probable que tengamos que luchar para escapar de Moscú…” 

            Dujonin le dijo qué unidades habían sido enviadas y le informó que, en el frente rumano, se estaba organizando un destacamento de seis batallones y una unidad de artillería, especialmente para Moscú. Además de eso, se había pedido a Kaledin de la región del Don que envíe cosacos. 

“Con vuestra ayuda podremos mantener Moscú”, dijo Kravchuk, contento con las noticias. 

            En la noche del 30 de octubre, se realizó una gran reunión en la Duma municipal. Asistieron: el “Comité de Seguridad Pública”, el presídium del Soviet de Diputados de Soldados, el Comité de Moscú del Partido Socialista-Revolucionario y representantes de las fracciones en la Duma. La reunión parecía más un funeral que una conferencia política. Rudnev tomó la palabra y anunció el fracaso de las negociaciones con los bolcheviques; declaró que la continuación de la lucha era inevitable y culpó de ello a los bolcheviques. 

            De pronto, las luces se apagaron. Los bolcheviques habían cortado la energía eléctrica en los distritos ocupados por los Blancos. La tenue luz de las velas que se procuraron rápidamente, acentuaba el aspecto fúnebre de la reunión. 
 

 

Las fuerzas de Kerensky en camino 

            Tarde, en la noche del 30 de octubre, el combate se hizo más intenso en todos los distritos. 

            Para ese entonces, la situación en Petrogrado también había cambiado. El ataque a Kerensky, que había empezado en la mañana del 30 de octubre, había tenido éxito. Tsarskoye Selo había sido tomada, y Kerensky se dirigía en retirada a Gatchina. En camino a Gatchina, Kerensky envió un mensaje telefónico a Petrogrado, pidiendo que se establezcan negociaciones con los bolcheviques. El mensaje iba dirigido al “Comité para la Salvación de la Patria y la Revolución” –un organismo contrarrevolucionario que se había organizado en Petrogrado el 25 de octubre. El Comité imprimió esta propuesta de Kerensky y la distribuyó en todos los regimientos. Los agitadores socialista-revolucionarios y mencheviques fueron por la ciudad anunciando: “Los bolcheviques insisten en prolongar la guerra civil, mientras que Kerensky está de acuerdo en terminarlo. Elijan delegados y envíenlos al Comité Militar Revolucionario”. 

            Los sectores más activos de los regimientos de Petrogrado estaban en el frente, combatiendo contra Krasnov y Kerensky. Casi todas las fuerzas de la Guardia Roja también estaban en el frente. Los soldados que quedaron cayeron víctimas de la provocación de los socialista-revolucionarios y mencheviques. Se eligió una delegación de casi treinta personas, encabezada por los representantes del Regimiento Preobrazhensky, que había permanecido neutral durante los días de la insurrección de Octubre. 

            El 31 de octubre, esta delegación fue recibida por el camarada Stalin. Uno de los hombres de Preobrazhensky leyó su mandato, que obviamente había sido redactado bajo el dictado de socialista-revolucionarios y mencheviques. Los soldados demandaban que se enviara al frente a una delegación de representantes de todos los partidos –desde bolcheviques hasta “socialistas populares”– para negociar con Kerensky; mientras este último partido era difícilmente diferenciable de los demócrata-constitucionalistas (cadetes) aun bajo microscopio, Stalin tomó la palabra. Les habló acerca de la situación en el frente, les demostró que el mandato de los hombres de Preobrazhensky simplemente le estaba haciendo el juego a Kerensky, quien sólo quería ganar tiempo, y les explicó las desastrosas consecuencias a las que conducirían las negociaciones con Kerensky. El discurso de Stalin dividió a la delegación. Los representantes del Regimiento lituano declararon que ellos siempre se habían alineado con el Comité Militar Revolucionario. 

            Stalin habló nuevamente y les explicó la maniobra de Kerensky. 

            “Kerensky ha dado un ultimátum exigiendo que se depongan las armas”, dijo. 

            Los delegados de los regimientos comprendieron que habían escapado, por poco, de caer víctimas de los engaños de los socialista-revolucionarios y mencheviques, y estuvieron de acuerdo en enviar una delegación en nombre del Comité Militar Revolucionario para hablar, no con Keresnky y Krasnov, sino con los cosacos y soldados, planteándoles las siguientes cuestiones: 

1.       ¿Los cosacos y soldados de Kerensky reconocen al Comité Ejecutivo Central [del Soviet] como el órgano del poder del Estado?
2.      ¿Reconocen las decisiones del Segundo Congreso de los Soviets?
3.      ¿Reconocen los decretos de Lenin sobre la tierra y la paz?
4.      ¿Están de acuerdo con arrestar a Krasnov y Kerensky? 

Así terminó la última maniobra de Kerensky. 

El 1 de noviembre, todo terminó con Krasnov y Kerensky. Kerensky se fugó y Krasnov fue arrestado. 

Ese mismo día, tan pronto el Comité Central del Partido supo del arresto de Krasnov y la fuga de Kerensky, Lenin declaró en una reunión del Comité Central que las negociaciones con el Comité Ejecutivo de los Ferroviarios debían interrumpirse, dado que las habíamos utilizado únicamente como cortina para nuestras operaciones militares. Las actas de esta reunión establecen que Lenin “considera que la política de Kámenev debería ser abandonada inmediatamente. Este no es momento para hablar con el Ejecutivo de los ferroviarios. Debemos enviar tropas a Moscú”. 

Lenin habló por segunda vez en esa reunión, haciendo la siguiente demanda: 

“…las negociaciones servían como cobertura diplomática para nuestras operaciones militares. La única decisión correcta sería terminar con la indecisión de los vacilantes y asumir una actitud totalmente decidida. Debemos ir en ayuda de Moscú y entonces aseguraremos nuestra victoria.” 

Por instrucciones de Lenin y Stalin, la noche anterior se habían enviado a Moscú 2,000 Guardias Rojos y marineros de Kronstadt. Para asistir a Moscú, se había enviado también un tren blindado.

            El anillo de los Rojos que llegaban se hacía más estrecho en las calles centrales. A pesar de la desesperada resistencia, los junkers fueron forzados a retroceder gradualmente hacia el Kremlin. Estaban siendo cercados por todos lados. Los destacamentos de Zamoskvorechye presionaban en el centro, desde los puentes Krymsky, Kamenay y Moskvoretsky. En este sector los junkers dieron singular batalla. El cuartel general militar de los Blancos estaba localizado en Prechistenka; en ese mismo distrito había dos escuelas de formación de oficiales. Los residentes de las calles Prechistenka, Arbat, Ostozhenka y Povarskaya –los barrios residenciales aristocráticos de Moscú– eran hostiles a los bolcheviques. Se disparaba contra los Guardias Rojos desde ventanas y azoteas. Era como si cada casa fuera un enemigo de los bolcheviques. 

            Pero incluso en estos distritos hostiles los atacantes tenían aliados. Un par de jóvenes, sin aliento, corrió hacia uno de los destacamentos, informándoles que los junkers se habían abierto paso desde la parte de atrás –a lo largo de Levshinsky Pereulok. Los Guardias Rojos rápidamente ocuparon una casa grande en Prechistenka, justo frente a Levshinsky Pereulok, y abrieron fuego sobre los junkers, obligándolos a retroceder. 

La lucha por Moscú se intensifica 

            Hubo batallas feroces en Ostozhenka. Ahí se libró una guerra regular de trincheras. Los Blancos cavaron trincheras a lo largo de la calle, apostaron ametralladoras y lanza-bombas. Los Guardias Rojos y los soldados también se atrincheraron, a treinta o cuarenta pasos de distancia. El clima era horrible –aguanieve y nieve se alternaban sin tregua. Los hombres tenían que yacer en el fango de las trincheras. Con el frío hasta la médula, los Guardias Rojos se turnaban para calentarse en la casa de té más cercana, que servía como base de primeros auxilios y economato. Sus lugares eran tomados por el hijo de un obrero de la fábrica Mijelson. Nada podía hacer que dejara las trincheras. El disparaba en turnos, desde cada rifle, para impedir que los junkers se dieran cuenta que los hombres habían salido de las trincheras. Accidentalmente se le cayó un rifle al otro lado del parapeto. Queriendo recuperarlo, saltó la trinchera y se expuso completamente. Una ametralladora junker acribilló al muchacho. Durante tres días, este heroico joven luchó con la muerte. Cuando sus camaradas de trinchera fueron a visitarlo en el hospital, su primera pregunta fue: 

“¿Y? ¿Tomaron el cuartel general? ¿Le dieron su merecido a los junkers?” 

“Sí”, le dijeron. “¡Hurra!”, gritó con una voz débil. Una sonrisa se formó en su rostro pálido, mientras desfallecía, para no hablar más. 

Pyotr Dobrynin, un obrero de la fábrica de telégrafos y teléfonos, también murió en las batallas de este distrito. A pesar de que había sido herido seriamente en el hombro, permaneció en su puesto. Varias veces tomó parte en salidas de reconocimiento. Durante una de esas incursiones,  los junkers abatieron a este heroico obrero. Lyusinova, una comunista, también murió en este distrito. Una plaza y una calle de Moscú llevan ahora el nombre de estos combatientes caídos.
 

            Fue la artillería la que decidió la cuestión de las batallas de Octubre en Moscú. Para aplastar la resistencia de los junkers, se decidió bombardear el Kremlin con cañones pesados. P.K. Sternberg, profesor de Astronomía y viejo bolchevique, que era Jefe del Staff del Comité Militar Revolucionario del distrito de Zamoskvorechye en ese momento, abogó esa medida con energía. 

            El 1 de noviembre, el Comité Militar Revolucionario de Zamoskvorechye escribió al Comité Militar Revolucionario Central: 

“…Mayor demora e indecisión pueden ser desastrosas para el triunfo de la revolución. Por esta razón, el Comité Militar Revolucionario de Zamoskvorechye propone que se pongan en acción cañones de 6” y pide vuestra opinión sobre este asunto.” 

El documento estaba firmado por Sternberg. El Comité Militar Revolucionario respondió que estaba en completo acuerdo con esa propuesta: 

“…Temprano, en la mañana, se ha emitido una orden urgente para abrir fuego sobre el Kremlin… Esto deberá ser realizado antes de las 10 a.m., de hecho mucho más temprano…” 

            La artillería pesada abrió fuego el 1 de noviembre. Ese día marcó un punto de viraje en Moscú, como lo hizo en los suburbios de Petrogrado. Primero que todo, la central telefónica en Milyutinsky Pereulok, que se había convertido en una fortaleza prácticamente inexpugnable del enemigo, fue tomada, después de que a los Guardias Rojos tuvieran la feliz idea de instalar un lanza-bombas en el campanario de una iglesia adyacente. Más aún, los Guardias Rojos y los soldados estaban prácticamente en las murallas del Kremlin. Una batería estacionada en el Teatro Bolshoi mantuvo un bombardeo constante sobre el Hotel Metropole, que el enemigo había hecho uno de sus baluartes. Los junkers herían a un artillero tras otro, pero otros tomaban sus lugares, y el bombardeo continuaba sin parar. En la madrugada del 2 de noviembre, después de tres horas de bombardeo, las unidades Rojas, dirigidas por el camarada Frunze, tomaron el Metropole por asalto. La Duma municipal ya había sido abandonada por los Blancos, durante la noche. El “Comité de Seguridad Pública” se había dirigido al Kremlin. 

            Los cañones de 6”, que lanzó andanadas en un lado del Kremlin, desde la ladera de Vorobyovy, se convirtieron en el ardid. El 1 de noviembre, la artillería pesada había abierto fuego, y después esa noche Ryabtsev anuncio sus términos de rendición. Los cañones soviéticos seguían bombardeando el Kremlin en la mañana del 2 de noviembre, y bajo el fuego de la artillería creció la docilidad se Ryabtsev. 

            Los socialista-revolucionarios y los mencheviques hicieron un intento más por ayudar a los Blancos. Esta vez plantearon la cuestión de una tregua inmediata y se esforzaron en suavizar los términos de la rendición. Pero a las 6 de la mañana del 2 de noviembre, Ryabtsev, incapaz de esperar un minuto más el regreso de sus mediadores, envió una carta de capitulación al Comité Militar Revolucionario. 

Los Guardias Blancos entregan Moscú 

            Los representantes del Comité Militar Revolucionario y los representantes de Ryabtsev se reunieron en la sede del consejo de la Gubernia. El cañoneo de la ciudad había alcanzado su zenit en ese momento. Cuando el viento abría una ventana, el fuego de artillería se podía escuchar con facilidad. Las delegaciones llegaron a un acuerdo sobre los términos de la rendición de las unidades Blancas. Este acuerdo fue firmado el 2 de noviembre, a las 5 de la tarde. El “Comité de Seguridad Pública” fue disuelto. Los prisioneros de ambos lados fueron liberados inmediatamente. Hasta el último momento, los traidores en el Comité Militar Revolucionario aun se las arreglaron para influir sobre los vacilantes. Otra vez se cometió un error que bordeaba con la traición. Se garantizó a los junkers su libertad y la inviolabilidad de su persona. 

            Las unidades revolucionarias rodearon el Kremlin. Muchos de los hombres habían preparado escaleras de soga y trataron de subir las murallas del Kremlin para acabar con los Blancos más rápido. Los junkers en el Kremlin, que veían que todo había terminado para ellos, enviaron delegados para negociar su rendición. En la madrugada del 3 de noviembre, el Kremlin fue tomado. Cansados, pero orgullosos de su victoria, los destacamentos revolucionarios de Moscú marcharon a través de las antiguas y bombardeadas puertas del Kremlin. 

            Una serie de escaramuzas aisladas todavía tuvieron lugar en una y otra parte, el 3 de noviembre. Las masas estaban indignadas porque los Guardias Blancos prisioneros habían sido liberados y porque sus delitos quedaban impunes. Fue necesario confinar a los junkers en prisión después de haberlos desarmado, para evitar los intentos de impartirles justicia sumaria. Pero no sólo los soldados y los obreros estaban indignados. El 3 de noviembre, representantes de varios comités distritales se reunieron en la sede del Comité Militar Revolucionario. Exigieron que se declare nulo el acuerdo, que los junkers sean arrestados u que los líderes contrarrevolucionarios sean ejecutados. 

            Su instinto de clase no les engañaba. Después de la capitulación, los líderes del “Comité de Seguridad Pública” se pusieron a trabajar instigando el sabotaje en todas las empresas de Moscú. La Duma municipal asignó una gran suma con fines de sabotaje. La mayoría de los oficiales y junkers liberados se dirigió al Don y a Ucrania, a unirse a las filas de los ejércitos Blancos que se estaban reuniendo allí. 

            La insurrección de Octubre en Moscú duró ocho días, considerando al 25 de octubre como el día que marca el inicio de las hostilidades activas. Una serie de errores cometidos durante los días de Octubre tienen la culpa de esto. 

            En Petrogrado, el esfuerzo contrarrevolucionario de los junkers había sido aplastado literalmente en pocas horas.

            En Moscú, sin embargo, la dirección de la insurrección demostró lentitud e indecisión, mientras que algunos miembros de los órganos dirigentes fueron incluso culpables de vacilación traidora, que condujo a la prolongación de la lucha. 

            No se hicieron preparativos para la insurrección. Los centros que iban a dirigir las operaciones de combate se formaron tarde. 

            El 10 de octubre, Lenin había hecho su informe sobre la insurrección armada. En este informe, remarcó dos veces que políticamente las condiciones estaban dadas para la insurrección y que ahora era necesario considerar su aspecto técnico, esto es, la preparación de las fuerzas de combate y las armas, y el plan de la insurrección. 

            Hubo una reunión del Comité Regional del Partido en Moscú, el 14 de octubre, en el que se discutió en detalle la resolución del Comité Central del 10 de octubre. Pero no se tomó ninguna medida seria para la preparación técnica de la insurrección después de esta reunión. Los órganos que iban a dirigir el combate se crearon tarde. Mientras el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado había sido organizado diez o doce días antes y el Centro del Partido aproximadamente ocho días antes de la insurrección, en Moscú, el Comité Militar Revolucionario fue organizado recién el 25 de octubre, cuando el manifiesto firmado por Lenin acerca de la deposición del Gobierno Provisional ya había sido distribuido en todas las calles de Petrogrado.  

            En Moscú, el vínculo entre el Partido Bolchevique y los soldados no era tan fuerte al inicio de la insurrección, porque los Soviets de Diputados de Obreros y el Soviet de Diputados de Soldados estaban separados hasta el último momento. Esto trabajó a favor de los socialista-revolucionarios y los mencheviques durante un largo tiempo, porque les permitió tener una mayoría en el Comité Ejecutivo del Soviet de Diputados de Soldados. Sólo en el curso de la insurrección armada, cuando la presión de las masas desde abajo, se estableció un órgano especial para dirigir el Soviet de Diputados de Soldados. 

            Bajo instrucciones del Comité del Partido de Moscú, el Comité Militar Revolucionario en Moscú incluyó a mencheviques y a los que estaban a favor de la unidad con éstos. En Petrogrado, las medidas defensivas, incluyendo  invitar a otros partidos a unirse al Comité Militar Revolucionario, fueron simplemente pantallas para la ofensiva, mientras que en Moscú se tomó con seriedad que los otros partidos se unieran. Los socialista-revolucionarios y los mencheviques perseguían un propósito definido –evitar que los bolcheviques prepararan y desarrollaran una acción resuelta. 

            En el Comité Militar Revolucionario de Moscú –tanto en el centro como en los distritos de verdaderas operaciones– no hubo expertos en asuntos militares. Esta circunstancia técnica explica en parte el elemento de caos que existió durante las primeras horas de la insurrección. 

El papel de Lenin y Stalin en la insurrección armada de Moscú

            En Petrogrado, la insurrección fue extraordinariamente bien organizada. En Moscú, al principio se desarrolló de forma más o menos espontánea. 

“Una vez que la insurrección ha empezado, se debe actuar con la mayor determinación, y tomar la ofensiva, sin dudar. ‘La defensiva es la muerte de toda insurrección armada’.” Así enseña Lenin. 

            Moscú tuvo toda la oportunidad de poner en práctica este principio marxista, esta ley de la insurrección armada, de enviar las unidades más confiables a los puntos más importantes, de rodear al enemigo y obligarlo a rendirse, posiblemente incluso sin presentar batalla. Hubo suficientes fuerzas disponibles para lograr esto: ya al principio de la insurrección la abrumadora mayoría de los obreros estaba con los bolcheviques, un considerable porcentaje de la Guarnición apoyaba activamente a los bolcheviques y de lejos una mayor parte simpatizaba con ellos. 

            Pero entre los miembros del Comité Militar Revolucionario, así como en el Centro del Partido, hubo gente que no tenía fe en la fortaleza de la revolución proletaria, que negaba la posibilidad de la victoria de la revolución proletaria y de la victoria del socialismo en Rusia. Ellos estaban contra la insurrección armada y pensaban impedirla. Antes de la insurrección y en el curso de la insurrección entraron en negociaciones traidoras con el enemigo de clase. Y el enemigo tomó ventaja de esas negociaciones. Ganó tiempo, que utilizó para organizarse. Se apoderó del Kremlin mediante un engaño, rodeó la sede del Soviet y presentó un ultimátum al Comité Militar Revolucionario. Más todavía, incluso después de que se iniciaran las operaciones, en ciertos momentos, el Comité Militar Revolucionario retrocedió a tácticas defensivas. 

            El 29 de octubre, gracias a la acción resuelta de los distritos y las unidades revolucionarias de la Guarnición, la situación mejoró considerablemente. El éxito alcanzado había abierto la posibilidad de terminar con los junkers el 31 de octubre. Pero el Comité Militar Revolucionario suscribió una tregua; es cierto que sólo por 24 horas, sin embargo, este fue un factor importante en la prolongación del combate, pese a que los distritos no observaron la tregua. Hubiera sido posible hacer lo que se hizo finalmente el 2 de noviembre, cuando las negociaciones sirvieron como cobertura para acciones militares. Eso es lo que se hizo en Petrogrado todo el tiempo: las negociaciones fueron realizadas cuando era necesario realizarlas, pero bajo la cobertura de esas negociaciones se completó la derrota de la contrarrevolución. 

            La insurrección de Octubre en Moscú fue una genuina insurrección popular. Las amplias masas de obreros y soldados participaron en la lucha. Las fábricas y plantas de Moscú fueron los baluartes de esta insurrección. Los obreros ubicaron en la vanguardia a sus mejores combatientes, ellos proporcionaron los brazos y todo los que era necesario para la victoria. Su entusiasmo revolucionario, su disposición a sacrificar sus vidas por la causa de la revolución, ejercieron una enorme influencia sobre las masas de soldados. Los Guardias Rojos estuvieron en las frentes de combate de casi todas las operaciones militares, arrastrando tras de sí a los soldados. Las masas de obreros y un sector de la Guarnición exigieron que los centros revolucionarios distritales sean intransigentes y firmes y que ejecuten un ataque decidido. Gracias al audaz emprendimiento y a la heroica determinación de los obreros progresistas y los centros distritales se corrigieron una serie de errores cometidos por el Comité Militar Revolucionario. 

            Ataque y no defensa, como Lenin predijo en sus conclusiones de los resultados de la insurrección de diciembre de 1905 en Moscú, fue la consigna de las masas. Aprendida la lección de diciembre de 1905, los obreros de Moscú sabían que sólo una desesperada y sangrienta lucha, como Lenin escribió, sólo una vigorosa ofensiva, podía asegurar la victoria. Los centros distritales a su vez insistieron que los órganos centrales y dirigentes de la insurrección asumieran tácticas ofensivas. El triunfo en Moscú se obtuvo gracias a la abnegación de las masas. 

            En Moscú, como en Petrogrado, la organización de la insurrección y su dirección estuvo completamente en las manos de un partido – el Partido Bolchevique. 

            En Moscú, como en Petrogrado, los verdaderos inspiradores de la insurrección fueron Lenin y Stalin, a quienes la organización bolchevique de Moscú como un todo siguió sin reservas. 

            Desde el inicio de las batallas de Octubre en Moscú, Lenin, el gran genio de la Revolución Socialista, siguió el desarrollo de esta lucha con la máxima atención. El 30 de octubre, envió 500 marineros de Kronstadt para ayudar a los obreros moscovitas. El 31 de octubre, el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, encabezado por el camarada Stalin, envió un grupo de expertos militares a Moscú a operar la estación de radio y también un destacamento de Guardias Rojos de Petrogrado para reforzar los contingentes revolucionarios del proletariado de Moscú. Este destacamento, puesto a disposición del centro de la Guardia Roja y del Comité Militar Revolucionario del distrito de Gorodskoy de Moscú, tomó posiciones en las inmediaciones de Sujarevskaya Ploshchad, inmediatamente después de su arribo a Moscú. Otros 2,000 Guardias Rojos, marineros de Kronstadt y soldados llegaron a los cuarteles generales de las tropas revolucionarias en la mañana del 1 de noviembre, y lucharon heroicamente en las calles de Moscú. 

            Las fuerzas enviadas a Moscú por Lenin y Stalin trajeron consigo la experiencia de la insurrección de Petrogrado y junto con los obreros y soldados moscovitas derrotaron completamente a las fuerzas de la Guardia Blanca. Destacamentos de otras ciudades –de Ivanovo-Voznesensk, de Shuya y Kovrov bajo la dirección de M.V. Frunze, y de Orejovo-Zuyevo– también llegaron en ayuda de los obreros y soldados de Moscú. El arribo de estos refuerzos revolucionarios, particularmente desde Petrogrado, ayudó a los bolcheviques moscovitas a aplastar a la contrarrevolución.

            Como en Petrogrado, el pueblo conquistó la victoria en Moscú, bajo la dirección del Partido Bolchevique, bajo la dirección de esos dos grandes genios, Lenin y Stalin.
 

Fuente: The October Days in Moscow. The Struggle for the Power in 1917, de I. Mintz, Workers Library Publishers, New York, 1941.

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Thiago R