domingo, 23 de marzo de 2014

El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional


Lenin
(1915)
 
 
Es aleccionador comparar la actitud de las distintas clases y partidos ante la bancarrota de la Internacional manifestada por la guerra en 1914-1915. Por una parte, la burguesía ensalza y pone por las nubes a los socialistas que propugnan “la defensa de la patria”, es decir, que están a favor de la guerra y de ayudar a la burguesía. Por otra parte, los representantes más sinceros o menos diplomáticos de la burguesía se regocijan de la bancarrota de la Internacional, de la pérdida de las “ilusiones” en el socialismo. Entre los socialistas “defensores de la patria” se registran esos dos mismos matices: los “extremistas”, como los alemanes G. Kolb y W. Heine, reconocen la bancarrota de la Internacional, achacan las culpas a las “ilusiones revolucionarias” y procuran reconstituir una Internacional más oportunista aún. Pero, en la práctica, coinciden con los “moderados” y prudentes socialistas “defensores de la patria” del tipo de Kautsky, Renaudel y Vandervelde que se obstinan en negar la bancarrota de la Internacional, que la creen sólo en un suspenso temporal y abogan por la vitalidad y el derecho a la existencia precisamente de la II Internacional. Los socialdemócratas revolucionarios de los distintos países reconocen la bancarrota de la II Internacional y la necesidad de fundar la Tercera.
 
Para ver quién tiene razón, tomemos un documento histórico que se refiere justamente a la guerra actual y está firmado con carácter unánime y oficial por todos los partidos socialistas del mundo. Este documento es el Manifiesto de Basilea de 1912. Es de notar que, en teoría, ningún socialista se atreverá a negar la necesidad de emitir una evaluación histórica concreta de cada guerra por separado. Mas hoy no hay nadie, excepto los escasos socialdemócratas “izquierdistas”, que se atreva a retractarse directa, abierta y concretamente del Manifiesto de Basilea y declararlo erróneo, así como a analizarlo a fondo y comparar sus planteamientos con la conducta de los socialistas después de haber comenzado la guerra.
 
¿Por qué? Pues porque el Manifiesto de Basilea denuncia sin piedad toda la falacia de los razonamientos y de la conducta de la mayoría de los socialistas oficiales. ¡¡Este manifiesto no dice una sola palabreja de la “defensa de la patria” ni de diferencias entre guerra ofensiva y guerra defensiva!! Ni una palabra de lo que más hablan, gritan y claman los jefes oficiales de la socialdemocracia tanto de Alemania como de la Cuádruple Entente. El Manifiesto de Basilea enjuicia con exactitud, claridad y determinación completas justamente los conflictos concretos de intereses que llevaban a la guerra en 1912 y la desencadenaron en 1914. El manifiesto dice que estos conflictos brotan del terreno del “imperialismo capitalista”, que los conflictos entre Austria y Rusia son por la “preponderancia en los Balcanes”; que los conflictos entre Inglaterra, Francia y Alemania proceden de su (¡de todas ellas!) “política de conquistas en Asia Menor”; que los conflictos entre Austria e Italia se deben a la propensión a “incluir a Albania en la esfera de su influencia” y a someterla a su “dominación”; que los conflictos entre Inglaterra y Alemania son debidos a su “antagonismo” general y, luego, a “los atentados del zarismo a Armenia, Constantinopla, etc.”. Todo el mundo ve que eso se refiere por entero precisamente a la guerra actual. El franco carácter de conquista, imperialista, reaccionario y avasallador de esta guerra está reconocido con meridiana claridad en el manifiesto que ha hecho una deducción ineludible: La guerra no puede “justificarse con la mínima excusa de interés popular de ninguna índole”, la guerra se está preparando “en aras de las ganancias de los capitalistas y de ambiciones dinásticas”; por parte de los obreros “será un crimen disparar los unos contra los otros”.
 
Estos planteamientos contienen todo lo esencial que se precisa para que se comprenda la diferencia cardinal existente entre dos grandes épocas de la historia. Una, la de 1789-1871, cuando las guerras de Europa estaban relacionadas en la mayoría de los casos, indudablemente, con un importante “interés popular”, a saber: con los poderosísimos movimientos progresistas burgueses y de liberación nacional que atañían a millones, con la destrucción del feudalismo, del absolutismo y de la opresión extranjera. En este terreno, y sólo en él, surgió el concepto de “defensa de la patria”, defensa de la nación burguesa que se emancipaba contra el medievo. Sólo en este sentido aceptaban los socialistas la “defensa de la patria”. Y ahora, en este sentido, no se puede menos de admitir, por ejemplo, la defensa de Persia o China contra Rusia o Inglaterra, de Turquía contra Alemania o Rusia, de Albania contra Austria, Italia, etc.
 
La guerra de 1914-1915, como se dice con claridad en el Manifiesto de Basilea, pertenece a una época distinta por completo de la historia, presenta un carácter diferente por entero. Es una guerra entre bandidos por el reparto del botín, por el sojuzgamiento de otros países. La victoria de Rusia, Inglaterra y Francia será la asfixia de Armenia, Asia Menor, etc., lo cual está dicho en el Manifiesto de Basilea. La victoria de Alemania será la asfixia de Asia Menor, Serbia, Albania, etc. ¡Eso está dicho allí mismo y reconocido por todos los socialistas! ¡Son falsas, hipócritas y carecen de sentido todas las frases que se digan sobre la guerra defensiva o la defensa de la patria por parte de las grandes potencias (léase grandes bandoleros) que se baten por dominar en el mundo, por conquistar mercados y “esferas de influencia”, por sojuzgar a otros pueblos! No tiene nada de extraño que los “socialistas” que admiten la defensa de la patria teman recordar y citar con exactitud el Manifiesto de Basilea, ya que éste descubre su hipocresía. El Manifiesto de Basilea demuestra que los socialistas que pueden admitir la “defensa de la patria” en la guerra de 1914-1915 son socialistas solo de palabra, pero patrioteros de hecho. Son socialchovinistas.
 
De reconocer que la guerra está relacionada con los intereses de la liberación nacional, se desprende una táctica de los socialistas. De admitir que la guerra es imperialista, que es una guerra de conquista y rapiña, se desprende otra táctica. El Manifiesto de Basilea ha trazado claramente esta otra táctica. La guerra provocará una “crisis económica y política”, se dice en él. Esta crisis hay que “utilizarla” para “acelerar la caída de la dominación del capital”: en estas palabras se reconoce que la revolución social ha madurado que es posible hacerla, que estallará con motivo de la guerra. “Las clases dominantes” temen “la revolución proletaria” dice el manifiesto, aludiendo directamente al ejemplo de la Comuna y del año 1905, es decir, a los ejemplos de revoluciones, huelgas y guerra civil. Mienten quienes dicen que los socialistas “no han discutido” ni “decidido” su actitud ante la guerra. El Manifiesto de Basilea decidió esta táctica: la táctica de las acciones revolucionarias del proletariado y de la guerra civil.
 
Sería un error creer que el Manifiesto de Basilea es una perorata huera, una frase oficial, una amenaza gratuita. ¡Así pueden hablar quienes se ven descubiertos por dicho manifiesto! ¡Pero eso no es verdad! El Manifiesto de Basilea es un resumen de gigantescos datos de propaganda y agitación de todo el período de existencia de la II Internacional, desde 1889 hasta 1914. Este manifiesto resume, sin exagerar, millones y millones de proclamas, artículos periodísticos, libros y discursos de socialistas de todos los países. Declarar erróneo este manifiesto es declarar errónea toda la II Internacional, toda la labor de decenios y decenios de los partidos socialdemócratas. Desentenderse del Manifiesto de Basilea significa desentenderse de toda la historia del socialismo. El Manifiesto de Basilea no dice nada de particular, nada extraordinario. Da única y exclusivamente los argumentos con que los socialistas han llevado a las masas en pos de ellos: el reconocimiento de la “pacífica” labor preparatoria de la revolución proletaria. El Manifiesto de Basilea ha repetido lo que dijo Guesde en el congreso de 1899, burlándose de los socialistas ministerialistas en caso de guerra por mercados, brigandages capitalistes (En gardel, págs. 175-176), o Kautsky en 1909 en El camino al poder, indicando el fin de la “época pacífica”, el comienzo de la época de las guerras y de las revoluciones, de la lucha del proletariado por el poder.
 
El Manifiesto de Basilea demuestra de manera irrefutable la completa traición que hicieron al socialismo los socialistas que votaron los créditos de guerra, que entraron en el gabinete y reconocieron la defensa de la patria en 1914-1915. El hecho de la traición es indiscutible. Negarlo pueden únicamente los hipócritas. El problema estriba sólo en cómo explicarlo.
 
Sería absurdo, anticientífico y ridículo reducirlo todo a personalidades a Kautsky, Guesde, Plejánov (¡“incluso” a gentes como éstas!). Es un subterfugio lamentable. Una explicación seria requiere que se analice la importancia económica de la política dada; luego, sus ideas fundamentales y, por último, que se estudie la historia de las tendencias en el socialismo.
 
¿En qué consiste el fondo económico de la “defensa de la patria” en la guerra de 1914-1915? La respuesta se da ya en el Manifiesto de Basilea. La guerra la hacen todas las grandes potencias por la expoliación y el reparto del mundo, por los mercados, por el sojuzgamiento de los pueblos. A la burguesía eso le reporta aumento de los beneficios. A un pequeño sector de la burocracia y la aristocracia obreras, luego, a la pequeña burguesía (intelectuales, etc.) “adherida” al movimiento obrero promete migajas de esos beneficios. La base económica del “socialchovinismo” (este término es más exacto que el de socialpatriotismo, pues este último acicala el mal) y del oportunismo es la misma: la alianza entre un sector insignificante de las “alturas” del movimiento obrero y “su” burguesía nacional contra la masa del proletariado. La alianza de los lacayos de la burguesía con la burguesía contra la clase explotada por la burguesía. El socialchovinismo es el oportunismo consumado.
 
El contenido político del socialchovinismo y del oportunismo es el mismo: colaboración de las clases, renuncia a la dictadura del proletariado y a las acciones revolucionarias, postración ante la legalidad burguesa, desconfianza del proletariado y fe en la burguesía. Las ideas políticas son las mismas. El mismo es el contenido político de su táctica. El socialchovinismo es la continuación directa y la culminación del millerandismo, del bernsteinianismo y de la política obrera liberal inglesa, su suma, su resumen, su resultado.
 
En el socialismo vemos en toda la época de 1889 a 1914 dos tendencias fundamentales: la oportunista y la revolucionaria. Dos tendencias con relación al socialismo se registran hoy también. Dejemos a un lado la manera de los embaucadores burgueses y de los oportunistas que apelan a los individuos; tomemos las tendencias en toda una serie de países. Tomemos a diez países europeos: Alemania, Inglaterra Rusia, Italia, Holanda, Suecia, Bulgaria, Suiza, Bélgica y Francia. En los ocho primeros países la división en tendencia oportunista y revolucionaria corresponde a la división entre socialchovinistas e internacionalistas revolucionarios. Los núcleos fundamentales del socialchovinismo, en el sentido social y político, son Sozialistische Monatshefte y Cía. en Alemania, los fabianos y el partido obrero en Inglaterra (el Partido Laborista Independiente iba en bloque con ellos, y en este bloque es mucho mayor la influencia del socialchovinismo que en el Partido Socialista Británico, cuyas tres séptimas partes son internacionalistas: (66 y 84). Nasha Zariá y el Comité de Organización (y Nashe Dielo) en Rusia, el partido de Bissolati en Italia, el partido de Troelstra en Holanda, el de Branting y Cía. en Suecia, los “amplios” en Bulgaria, Greilich y los “suyos” en Suiza. Precisamente entre los socialdemócratas revolucionarios de todos estos países se ha levantado ya una protesta más o menos violenta contra el socialchovinismo. Hacen excepción dos países de los diez, mas incluso en ellos los internacionalistas son débiles; no es que no haya internacionalistas, antes bien se desconocen los hechos (Vaillant ha confesado que recibe cartas de internacionalistas, pero que no las ha publicado).
 
El socialchovinismo es el oportunismo consumado. Eso no tiene discusión. La alianza con la burguesía era ideológica, secreta. Ahora está al desnudo, es manifiesta. Al socialchovinismo le ha dado fuerza precisamente la alianza con la burguesía y los estados mayores. Mienten quienes afirman (Kautsky incluido) que las “masas” de proletarios han virado hacia el chovinismo, y estas masas no han sido interrogadas en ninguna parte (salvo, quizás, en Italia, ¡donde hubo nueve meses de discusiones antes de la declaración de la guerra!, y en Italia las masas estaban contra el partido de Bissolati) Las masas estaban aturdidas, embrutecidas, desunidas y abrumadas por el estado de guerra. Votaron libremente sólo los jefes, ¡y lo hicieron en pro de la burguesía contra el proletariado! ¡Es ridículo y absurdo creer que el oportunismo es un fenómeno interno del partido! Todos los marxistas, tanto de Alemania como de Francia, etc., han dicho y demostrado siempre que el oportunismo es una manifestación de la influencia de la burguesía en el proletariado, es una política obrera burguesa, es la alianza de una parte insignificante de los elementos aburguesados del proletariado con la burguesía. Y el oportunismo que venía madurando durante decenios en el capitalismo “pacífico” ha sazonado en 1914-1915 hasta el punto de ser aliado declarado de la burguesía. La unidad con el oportunismo es la unidad del proletariado con su burguesía nacional, es decir, su supeditación a ella, es la escisión de la clase obrera revolucionaria internacional. Esto no significa que se desee o, al menos, sea posible la escisión inmediata con los oportunistas en todos los países: significa que ha madurado en el plano histórico, que es inevitable y progresiva, que es necesaria para la lucha revolucionaria del proletariado, que la historia, tras de volver del capitalismo “pacífico” al imperialismo, ha virado hacia esa escisión. Volentem ducunt fata, nolentem trahunt.
 
La burguesía de todos los países, de los beligerantes en primer orden, se ha unido perfectamente desde el comienzo de la guerra para elogiar a los socialistas que aceptan la “defensa de la patria”, es decir, la defensa de los intereses ladronescos de la burguesía en la guerra imperialista contra el proletariado. Veamos cómo este interés fundamental y de lo más esencial de la burguesía internacional se abre camino y encuentra expresión en el seno de los partidos socialistas, en el seno del movimiento obrero. El ejemplo de Alemania es instructivo en especial, ya que en este país la época de la II Internacional ha creado el partido más fuerte; pero en otros países vemos total y enteramente lo mismo que en Alemania con las insignificantes diferencias de forma, aspecto y apariencia.

En abril de 1915, la revista conservadora alemana Preusische Jahrbücher insertó un artículo de un socialdemócrata miembro del Partido Socialdemócrata, que se ocultó tras el seudónimo de Monitor. Este oportunista dijo la verdad dijo abiertamente en qué consiste el fondo de la política de toda la burguesía mundial con relación al movimiento obrero del siglo XX. No se puede uno desentender de este movimiento ni aplastarlo con la fuerza bruta. Hay que corromperlo desde dentro, sobornando a su cúspide. Así es como viene obrando ya durante decenios la burguesía anglo-francesa, sobornando a los líderes tradeunionistas, a los Millerand, Briand y Cía. Así es como obra ahora también la burguesía alemana. El Partido Socialdemócrata Alemán –dice Monitor ante la faz de la burguesía (y en realidad, en nombre de la burguesía)– se comporta de manera “irreprochable” durante la guerra (es decir, sirve de manera irreprochable a la burguesía contra el proletariado). “El proceso regenerativo” del Partido Socialdemócrata en partido obrero nacional liberal sigue magníficamente su marcha adelante. Pero sería peligroso para la burguesía si este partido se desviara hacia la derecha: “El carácter de un partido obrero con ideales socialistas debe conservarse. Pues el día que renuncie a ello, surgirá otro partido nuevo que aceptará el programa que el viejo partido abandonó y le imprimirá una fórmula más radical” (Pr. J., 1915, núm. 4, págs. 50-51).
 
En estas palabras se ha expresado abiertamente lo que ha hecho siempre y en todas partes a escondidas la burguesía. Las masas necesitan palabras “radicales” para que puedan creer en ellas. Los oportunistas están dispuestos a repetirlas con hipocresía. Les trae cuenta y necesitan tener tales partidos como eran los partidos socialdemócratas de la II Internacional, ¡ya que ellos dieron origen a la defensa de la burguesía por los socialistas en la crisis de 1914-1915! La misma política que el alemán Monitor llevan los fabianos y los jefes liberales de las tradeuniones en Inglaterra, los oportunistas y los jauresistas en Francia. Monitor es un oportunista declarado o cínico. Fijémonos en otro matiz, en el oportunista solapado u “honrado” (Engels dijo con razón una vez que los oportunistas “honrados” son los peligrosos para el movimiento obrero). Un modelo de oportunista de este tipo es Kautsky.
 
En el número 9 de N. Z. del 26 de noviembre de 1915 escribe que la mayoría del partido oficial infringe su programa (¡el propio Kautsky defendió la política de esta mayoría durante todo un año después de haber comenzado la guerra y justificó la falsedad de la “defensa de la patria”!). La oposición contra la mayoría aumenta (pág. 272). “Después de haber comenzado la guerra”… (¿sólo después de haber comenzado la guerra?... “Las contradicciones de clase se enconaron tanto que en las masas prevalecerá el radicalismo” (pág. 272)… “Después de haber comenzado la guerra nos amenazan” (¿sólo después de haber comenzado la guerra?) “la huida de los elementos radicales del partido y su incorporación a la tendencia de las acciones de masas antiparlamentarias” (?? debiera haber dicho extraparlamentarias)… “Así pues, nuestro partido se divide en dos grandes campos que no tienen nada de común entre sí…”
 
Kautsky pretende personificar el “justo medio”, conciliar estos “dos extremos” “¡¡Que no tienen nada de común entre sí”!! Ahora reconoce (dieciséis meses después de haber empezado la guerra) que las masas son revolucionarias. Y condenando al punto las acciones revolucionarias, denominándolas “Aventuras callejeras” (pág. 272) quiere conciliar a las masas revolucionarias con los jefes oportunistas “que no tienen nada de común con ellas”; y conciliarlas ¿en qué terreno? ¡En el de las palabras! ¡¡En el de las palabras “izquierdistas” de la minoría “izquierdista” del Reichstag!! Que la minoría condene, como Kautsky, las acciones revolucionarias, que las denomine aventura, pero que alimente a las masas con palabras izquierdistas, ¡¡y entonces en el partido habrá unidad y paz... con los Südekum, los Legien, los David y los Monitor!!
 
¡¡Pero si ése es el mismo programa de Monitor, el programa de la burguesía, sólo que expresado en “tono bondadoso”, con “frases dulces”!! Este programa lo ha aplicado también Wurm cuando en la sesión de la minoría socialdemócrata del Reichstag del 18 de marzo de 1915, “advirtió a la minoría que no se sobrepasara; entre las masas obreras aumenta la oposición a la táctica de la minoría; hay que mantenerse en el centro marxista. (pág. 6-7 de ¡Lucha de clase contra la guerra! Datos contra el “caso Liebknecht”. Sin carácter oficial.)
 
¡Adviértase que aquí se reconoce en nombre de todo el “centro marxista” (incluido Kautsky) que las masas son revolucionarias! Y eso, ¡¡¡el 18 de marzo de 1915!!! ¡¡Ocho meses y medio después, el 26 de noviembre de 1915, Kautsky propone que se tranquilice a las masas revolucionarias con discursos izquierdistas!!
 
¡¡El oportunismo de Kautsky se distingue del oportunismo de Monitor sólo de palabra, sólo de matiz, sólo por los modos de alcanzar el mismo fin: mantener la influencia de los oportunistas (es decir, de la burguesía) sobre las masas, mantener la supeditación del proletariado a los oportunistas (es decir, a la burguesía)!! Pannekoek y Gorter han tildado con mucha exactitud la postura de Kautsky de “radicalismo pasivo” (¡¡verbiage, como dicen los franceses, que han estudiado a las mil maravillas esta variedad de revolucionarismo en sus modelos “patrios”!!) Pero yo preferiría denominarlo oportunismo solapado, tímido, hipócrita y dulzón.
 
En realidad, las dos tendencias de la socialdemocracia no se distinguen ahora absolutamente ni por las palabras ni por las frases. ¡En cuanto a la unión de la “defensa de la patria” (o sea, la defensa de las expoliaciones de la burguesía) con frases sobre el socialismo, el internacionalismo, la libertad de los pueblos, etc., Vandervelde, Renaudel, Sembat, Hyndman, Henderson y Lloyd George no son menos que Legien, Südekum, Kautsky y Haase! La verdadera diferencia comienza precisamente por la negación rotunda de la defensa de la patria en esta guerra, por el reconocimiento de las acciones revolucionarias en relación con ella, durante ella y después de ella. Y en esta cuestión, la única seria y práctica, Kautsky, Kolb y Heine coinciden por completo.
 
Comparemos a los fabianos de Inglaterra con los kautskianos de Alemania. Los primeros son casi liberales que nunca han aceptado el marxismo. Engels escribió de los fabianos el 18 de enero de 1893: “...Son una pandilla de arribistas lo suficiente sensatos para comprender que la revolución social es ineludible, pero que en modo alguno desean confiar esta ingente labor exclusivamente al proletariado poco maduro... Su principio fundamental es el miedo a la revolución...”; y el 11 de noviembre de 1893: “Los altivos burgueses que descienden condescendientes hacia el proletariado para emanciparlo desde arriba, si es que éste quiere comprender que su masa gris e ignorante no puede emanciparse por sí misma ni alcanzar nada sin la gracia de estos abogados inteligentes, de estos literatos y estas mujerucas sentimentales...” ¡Cuán lejos están de ellos los kautskianos con su “teoría”! ¡Pero en la práctica, en su actitud ante la guerra, los unos y los otros coinciden por completo! Evidente prueba ésta de cómo se ha esfumado todo el marxismo de los kautskianos y de cómo se ha convertido en letra muerta, en frase hipócrita.
 
Los evidentes sofismas con que los kautskianos refutaban, después de haber comenzado la guerra, la táctica de las acciones revolucionarias del proletariado, adoptada unánimemente por los socialistas en Basilea, pueden verse en los siguientes ejemplos. Kautsky expuso la teoría del “ultraimperialismo” que él entendía como sustitución de “la lucha entre los capitales financieros nacionales con la explotación general del mundo por el capital financiero unido a escala internacional” (N. Z., núm. 5 del 30 de abril de 1915, pág. 144). Con la particularidad de que el propio Kautsky agregaba: ¡¡“Aún no hay suficientes premisas para ver si se puede alcanzar esa nueva fase del capitalismo”!! Basándose en que la nueva fase “es concebible” (aunque el propio autor no se resuelve siquiera a declararla “realizable”), se niegan las tareas revolucionarias del proletariado ahora, ¡en la fase de crisis y guerra que se sabe comenzada a ciencia cierta! Niega las acciones revolucionarias el mismo líder prestigioso de la II Internacional que en 1909 escribió todo un libro titulado El camino al poder, traducido a casi todas las lenguas europeas principales, libro que demuestra el nexo existente entre la guerra que se avecinaba y la revolución, libro que demuestra ¡¡que la “revolución no puede ser prematura”!!
 
En 1909 Kautsky demostró que había pasado la época del capitalismo “pacifico”, que había llegado la época de las guerras y las revoluciones. En 1912, el Manifiesto de Basilea basa toda la táctica de los partidos socialistas del mundo en esa misma opinión. En 1914 estalla la guerra, comienza la “crisis económica y política” prevista en Stuttgart y Basilea. ¡Y Kautsky pone “objeciones” teóricas contra la táctica revolucionaria!
 
P. B. Axelrod expone las mismas ideas con una fraseología algo más “izquierdista”: escribe en la libre Suiza y desea influir en los obreros revolucionarios rusos (La crisis y las tareas de la socialdemocracia internacional, Zúrich, 1915). Aquí leemos un descubrimiento agradable para los oportunistas y los burgueses de todo el mundo, que “El problema de la internacionalización del movimiento obrero no es idéntico al de la radicalización de nuestras formas y métodos de lucha” (pág. 37) y que “el centro de gravedad del problema de la internacionalización del movimiento proletario emancipador está en el desarrollo ulterior y en la internacionalización de esa misma práctica diaria” (pág. 40)... “por ejemplo, la legislación de la protección del trabajo y del seguro… debe ser objeto de sus acciones y organizaciones internacionales” (de los obreros) (pág. 39).
 
Por supuesto, no sólo los Südekum, los Legien, los Hyndman y los Vandervelde, ¡sino también los Lloyd George, los Nauman y Briand aplauden por entero este “internacionalismo”! Axelrod defiende el internacionalismo de Kautsky sin aducir ni analizar un solo argumento suyo en defensa de la patria. Axelrod, lo mismo que los socialchovinistas francófilos, teme incluso recordar que el Manifiesto de Basilea versa precisamente de táctica revolucionaria. Para el futuro, indeterminado y desconocido, Axelrod está dispuesto a lanzar las frases más izquierdistas y revolucionarias acerca de cómo la futura Internacional actuará: Actuará (contra los gobiernos en caso de peligro de guerra) “y levantará una tempestad revolucionaria”… Un prólogo de revolución socialista” (pág. 14). ¡¡Bromas aparte!! Y cuando se trata de la aplicación, ahora precisamente, durante la crisis actual, de la táctica revolucionaria, Axelrod responde: La táctica de las “acciones revolucionarias masivas”… esta táctica “aún tendría alguna justificación si nos encontrásemos directamente en vísperas de la revolución social como ocurrió, por ejemplo, en Rusia, donde las manifestaciones estudiantiles de 1901 fueron precursoras de las batallas decisivas que se aproximaban contra el absolutismo”... (págs. 40-41) y sigue lanzando truenos contra utopías bakunistas, ¡¡totalmente en el espíritu de Kolb, Heine, Südekum y Legien!! Pero el ejemplo de Rusia desenmascara con singular evidencia a Axelrod. Desde 1901 hasta 1905 han transcurrido cuatro años y nadie pudo dar garantías en 1901 de que en Rusia la revolución (primera contra el absolutismo) comenzaría al cabo de cuatro años. La misma situación hay en Europa ante la revolución social. Nadie puede dar garantía de que una revolución de este tipo comience dentro de cuatro años. Pero la situación revolucionaria está presente, es un hecho predicho ya en 1912 y dado en 1914. Las manifestaciones de obreros y población hambrienta de las ciudades de Rusia y Alemania en 1914 son también sin duda precursoras de batallas decisivas (“anhündigen das Herannahe entscheidender Kämpfe”). El deber inmediato e insoslayable de los socialistas es mantener y desarrollar estas manifestaciones y acciones “revolucionarias masivas” de todo género (huelga económicas y políticas, movimiento en las tropas hasta la insurrección y la guerra civil), darles consignas claras, crear una organización y unas publicaciones ilegales sin las que no se puede llamar a las masas a la revolución, ayudarles a comprenderla y organizarlas para la revolución. Así es como obraron los socialdemócratas en Rusia en 1901 “am Vorabend(ante) la revolución burguesa (que comenzó en 1905, pero que aún no ha acabado en 1915). Así es como están obligado a obrar los socialdemócratas en Europa en 1914-1915 “en la víspera” de la revolución socialista. Las revoluciones jamás nacen preparadas, no salen de la cabeza de Júpiter, no estallan de golpe. Van siempre precedidas de un proceso de efervescencia, crisis, movimientos y conmociones, de comienzo de la revolución, con la particularidad de que este proceso no siempre se desarrolla hasta el fin (por ejemplo, si la clase revolucionaria es débil). Axelrod se inventa objeciones para desviar a los socialdemócratas de su deber de contribuir al desarrollo de los movimientos revolucionarios que comienzan ya en el terreno de la situación revolucionaria presente. Axelrod defiende la táctica de David y de los fabianos, pero encubriendo su oportunismo con frases izquierdistas.
 
Sería una locura querer convertir la guerra mundial en guerra civil” –escribe E. David, jefe de los oportunistas (La socialdemocracia en la guerra mundial. Berlín. 1915, pág. 172)–, objetando contra el manifiesto del CC de nuestro POSDR, publicado el 1 de noviembre de 1914, que había lanzado esta consigna y añadido: “Por grandes que parecieran las dificultades de esta transformación en tal o cual momento, los socialistas jamás renunciarán a la labor preparatoria sistemática, pertinaz e incesante en esta dirección, dado que la guerra es un hecho” (citado por el libro de David, pág. 171.) Hagamos notar que un mes antes de salir el libro de David (1 de mayo de 1915) nuestro partido publicó (en el núm. 40 de Sotsial-Demokrat del 29 de marzo) varias resoluciones sobre la guerra: Los constantes pasos encaminados a transformar la guerra imperialista en guerra civil se han determinado en ella de la manera siguiente: 1) negativa a votar los créditos de guerra, etc.; 2) ruptura de la Paz social; 3) creación de una organización clandestina; 4) apoyo a la confraternización de los soldados en las trincheras; 5) apoyo a toda clase de acciones revolucionarías de masas del proletariado en general.
 
¡Oh, valiente David! En 1912 no le parecía “demencial” apelar al ejemplo de la Comuna de París. En 1914 hace coro a la burguesía, clamando: ¡¡”Eso es una locura”!!
 
Plejánov, representante típico de los socialchovinistas de la “Cuádruple Entente”, ha emitido un juicio de la táctica revolucionaria totalmente acorde con el de David. Ha dicho que la idea de...* ...justamente la víspera de la revolución social, de la que pueden transcurrir cuatro y más años hasta las batallas decisivas. Eso son precisamente los comienzos, si bien débiles, mas no por eso dejan de ser los comienzos “de la revolución proletaria”, de la que se habló en Basilea y que jamás será fuerte de pronto, sino que pasará indefectiblemente por fases de comienzos relativamente débiles.
 
Apoyo, desarrollo, ampliación y enconamiento de las acciones revolucionarias de las masas y del movimiento revolucionario. Creación de una organización clandestina para hacer propaganda y agitación en este sentido, para ayudar a las masas a comprender el movimiento y sus tareas, sus medios y sus fines. A estos dos puntos se reduce indefectiblemente todo programa de actuación práctica de la socialdemocracia durante esta guerra. Todo lo demás no es sino fraseología oportunista y contrarrevolucionaria, aunque se embellezca con los subterfugios más izquierdistas, seudomarxistas y pacifistas.
 
Y si nos objetan, como suelen hacer los rutinarios de la II Internacional: ¡Oh! ¡¡Estos métodos “rusos”!!, responderemos con una simple invocación a los hechos. En Berlín, el 30 de octubre de 1915 salieron en manifestación ante el Partei-vorstand varios centenares de mujeres (einige Hundert) y declararon a éste por boca de su diputación: “Repartir octavillas y folletos clandestinos y celebrar reuniones prohibidas sería hoy, frente a la existencia de un gran mecanismo organizado, más fácil que durante los tiempos de la Ley de excepción contra los socialistas. No se nota escasez de medios ni vías, mas, evidentemente, falta voluntad”. (lo recalcado es mío) (Berner Tagwacht, núm. 271).
 
Por seguro que estas trabajadoras berlinesas están desorientadas por el manifiesto “bakuninista”, “aventurero” “sectario” (véase Kolb & Cía.) y “demencial” del CC del partido ruso del 1 de noviembre.
 
Escrito a fines de 1915. Publicado por primera vez en el núm. 5 de 1924 de la revista “Proletárskaya Revoliutsia”.

T. 29, págs. 99-114.

 
* Aquí se interrumpe el manuscrito. El texto que sigue se ha tomado de la página incompleta (falta el comienzo) que se conserva. (N. de la Edit.)
 
Descargar  El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional (1915) de Lenin.
 
Descargar  La bancarrota de la II Internacional  (1915) de Lenin