miércoles, 18 de diciembre de 2013

Socialimperialismo: Rapaz explotador internacional


El proceso de degeneración de la Unión Soviética desde el capitalismo restaurado al socialimperialismo es un proceso que los marxista-leninistas albaneses y chinos no expusieron con suficiente amplitud y profundidad, en su aspecto económico. Los artículos que difundían en sus publicaciones para el extranjero se encuadraban principalmente en señalar las orientaciones generales de ese proceso y algunas características particulares de las transformaciones sufridas por la economía soviética y la de los países revisionistas europeo-orientales. Se prestó principal atención a la política internacional y exterior del Estado burgués revisionista soviético dirigido por la camarilla Jruschov-Brezhnev, con el fin de advertir a los pueblos y naciones oprimidas del mundo contra la nueva amenaza imperialista y unirlos en la lucha contra las superpotencias imperialistas, norteamericana y soviética; en una situación internacional en que la lucha revolucionaria de los pueblos, el movimiento de liberación nacional y el movimiento anticolonialista en el mundo alcanzaban niveles sin precedentes.  
 
Sin embargo, hubo estudios, ensayos y artículos, e incluso algunos libros, que nunca fueron traducidos a idiomas extranjeros del que tenemos algunas referencias, que están a la espera de ser rescatados algún día por aquellos que conocen el albanés y el chino, y tengan la posibilidad de acceder a ellos. Por el momento, habrá que recopilar todos los artículos dispersos que sí fueron publicados en otros idiomas y que nos presentan una visión general de la cuestión del socialimperialismo soviético.
 
Algunos erróneamente consideran que esta fue una tipificación exagerada de la formación social soviética, otros creen que se refería únicamente a la política exterior soviética. La caracterización de la Unión Soviética de Brezhnev como socialimperialista, sin embargo, tenía y tiene como fundamento la teoría leninista del imperialismo, tal como se esbozara en el “Imperialismo, fase superior del capitalismo”. Esta es la base de la tesis marxista-leninista del socialimperialismo. A continuación presentamos un artículo que fue publicado en el semanario “Pekín Informa”, en 1974. Si dejamos de lado las referencias que se conectan con la teoría oportunista de “los tres mundos”, encontraremos en este artículo una interesante aproximación a la tesis del socialimperialismo. Como apéndice del artículo mencionado, publicamos también otro artículo que ilustra la forma concreta que asumía la denuncia del capitalismo restaurado y el socialimperialismo soviético en la prensa china y albanesa antirrevisionista.
 
Socialimperialismo:
Rapaz explotador internacional
Para despojar a los revisionistas soviéticos de la careta de “aliado natural”
Nang Ching
(1974) 
 
Hace un tiempo, uno de los cabecillas del socialimperialismo soviético fue personalmente a las Naciones Unidas para asegurar, falsificando los hechos, que la Unión Soviética bajo su dominio es un “aliado natural” del Tercer Mundo. Siguió a este increíble cuento la desvergonzada afirmación de que ellos siguen “indefectiblemente” una política de conceder “ayuda y apoyo” a los países en vías de desarrollo. Pero sus acciones no se ajustan a sus palabras. Ninguna cantidad de fina retórica puede encubrir su saqueo y explotación rapaces a los países del Tercer Mundo. Mientras más se remilgan y pintarrajean, más desarreglan su aspecto y revelan sus malvadas facciones.
 
Naturaleza del socialimperialismo
 
En “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, Lenin reveló en profundidad, hace más de 50 años, la esencia económica del imperialismo y sus características básicas. Señaló que el capital monopolista se expande forzosamente en el exterior. En la Unión Soviética actual bajo el dominio reaccionario de la renegada camarilla revisionista soviética el capitalismo se ha restaurado en todos los aspectos. Es inevitable que en el plano internacional los revisionistas soviéticos arrebaten fuentes de materias primas, se posesionen de desaguaderos para inversiones, luchen por mercados y se disputen la hegemonía mundial. Esto está determinado por la naturaleza del socialimperialismo, la cual les impide colocarse al lado del Tercer Mundo y les imposibilita dar genuino apoyo a la lucha de liberación de las naciones y pueblo oprimidos. Ellos dicen una cosa y hacen otra. Tienen a flor de labios declaraciones de “ayuda” pero urden a hurtadillas actividades de sabotaje. Su autodesenmascaramiento ha hecho que la gente vea más claramente que no son “aliados naturales” del Tercer Mundo a pesar de que así se autodescriben. Son, como la opinión pública del Tercer Mundo lo ha señalado, “en realidad un país imperialista” que “actúa de acuerdo con las ambiciones e intrigas de una superpotencia”.
 
Los revisionistas del Kremlin no pierden oportunidad de pregonar su llamada “ayuda” y alardear de ella a fin de sostener su clamoreo de ser un “aliado natural” del Tercer Mundo. Con esto, buscan esconder su conducta del fuerte que atropella al débil, del grande que oprime al pequeño, de obtener ganancias a costa de otros y de actuar agresivamente en todas partes y esperan convencer a la gente de que son el “aliado natural” del Tercer Mundo. Pero juzgada tanto por sus motivos, tácticas como por sus resultados, esta llamada “ayuda” muestra que los revisionistas soviéticos no son nada más que un insaciable explotador internacional que tiene miel en sus labios y ponzoña en el corazón.
 
Al denunciar el saqueo y la explotación internacionales del imperialismo, Lenin señaló: “Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capitales”. Este típico fenómeno de la exportación de capital está estrechamente conectado con los esfuerzos de las potencias imperialistas para dividir el mundo en esferas de influencia económica, política y territorial. La tesis de Lenin no sólo expuso penetrantemente el hecho de que la naturaleza explotadora de los países imperialistas, que cazan superganancias monopolistas, conduce inevitablemente a su expansión exterior, sino que también señaló que el imperialismo, al exportar capital, se afana por dividir al mundo en esferas de influencia y disputar por la hegemonía mundial. La “ayuda” revisionista soviética es en esencia una exportación de capital imperialista. La única diferencia está en que lleva una etiqueta de “país socialista”. 
 
La exportación de capital de los revisionistas soviéticos
 
Al conceder “ayuda” a los países del Tercer Mundo incluida la “ayuda económica” y la “ayuda militar”, el socialimperialismo soviético está motivado por su estrategia global contrarrevolucionaria. Explota el fuerte deseo de los países del Tercer Mundo de romper las cadenas imperialistas y colonialistas y desarrollar sus economías nacionales, y utiliza su “ayuda económica” en forma de préstamos o inversiones para poner en práctica la penetración económica en los países que reciben esa “ayuda”: controlar sus departamentos económicos vitales, saquear sus recursos naturales, obstaculizar el desarrollo de sus economías nacionales y reducirlos en mayor o menor medida a ser apéndices políticos y económicos, para así reforzar su posición y fuerza en la lucha por la hegemonía mundial.
 
Desenmascarando los crímenes de la exportación de capital imperialista, Lenin señalaba que el capital financiero se preocupaba de “sacar al buey dos cueros: primero, el beneficio del empréstito, y segundo, un beneficio de ese mismo empréstito, cuando éste es invertido en la compra de artículos de Krupp o de material ferroviario del sindicato del acero, etc.”. En su exportación de capital, los revisionistas soviéticos hacen una explotación cuádruple con un solo préstamo. Primero, obtienen intereses sobre el préstamo. Por ejemplo, los intereses sobre préstamos pendientes y el interés compuesto que los revisionistas soviéticos reciben de la India cada año, forman una cantidad total que es 25% mayor que un nuevo préstamo contratado en el mismo año. Segundo, como el país recipiente está obligado a comprar a precios altos con el monto del préstamo equipos y productos soviéticos de baja calidad almacenados porque ya no tienen venta, los revisionistas soviéticos sacan fabulosas utilidades de sus exportaciones de mercancías inmediatamente posteriores a la exportación de capitales. Tercero, se especifica que cuando “la obra de ayuda” se haya completado, el país recipiente debe reembolsar el préstamo con productos fabricados por la obra o con materias primas baratas. Así los revisionistas soviéticos extorsionan utilidades de precios diferenciales presionando para disminuir el precio de compra de estos productos. Cuarto, envían gran número de “especialistas” y “asesores” al país recipiente y exigen altos salarios, bonificaciones y privilegios impropios. Pero esto no es todo. Llegan a infiltrarse en los departamentos económicos vitales del país recipiente, juegan un papel de “gabinete en las sombras”, interfieren en sus asuntos internos, manipulan entre bambalinas y desplazan o atacan a aquellos que muestran cualquier signo de descontento con los revisionistas soviéticos. Semejante “ayuda” soviética en verdad busca desollar cuatro veces al buey. Lo que es más, en nombre de la “división internacional del trabajo”, los revisionistas soviéticos se esfuerzan lo mejor que pueden para poner bajo la “planificación” económica soviética a los departamentos económicos importantes de otros países de modo que así sus economías sufran un desarrollo deforme y dependan más y más del revisionismo soviético hasta que se conviertan en bases abastecedoras de materias primas y plantas elaboradoras para los revisionistas soviéticos.
 
Mercader de la muerte Nº 1 del mundo
 
La “ayuda militar” revisionista soviética es una herramienta para la descarada intervención en la soberanía de otros países y la intervención en sus asuntos internos. La renegada camarilla revisionista soviética se jacta a menudo de que su “ayuda militar” es un “sobresaliente ejemplo de una política internacionalista de principios”. Pero el hecho es que tal “ayuda militar” se concede solamente cuando se puede sacar alguna ventaja del país receptor que se encuentra en dificultades. Saca ganancias exorbitantes de la venta de armas anticuadas y utiliza la “ayuda militar” como chantaje para un fuerte control sobre el país receptor. Quienquiera desee la “ayuda militar” de los revisionistas soviéticos debe estar preparado para lo siguiente: primero, debe comprar armas soviéticas a sobreprecio, pagar al contado o en divisas. Estas duras condiciones enderezan a los países recipientes a los mercados de monedas de Europa para obtener dólares estadounidenses tan necesitado por los soviéticos. Segundo, el socialimperialismo soviético hace la mayoría de las ventas de armas recibiendo como pago materias primas importantes del país receptor y revendiéndolas después en el mercado mundial cosechando fabulosas ganancias. Por ejemplo, los revisionistas soviéticos vendieron armas en el Medio Oriente a cambio de petróleo, el cual a su vez fue puesto en mercado europeo sacando superganancias. Tercero, los “asesores” militares revisionistas soviéticos buscan controlar el mando, la logística y el adiestramiento militares del país receptor, el cual debe garantizarles el derecho a usar sus puertos y bases, etc. ¿Hay siquiera una partícula de internacionalismo proletario en semejante “ayuda militar”? Si todo esto es un “sobresaliente ejemplo” de algo, lo es del recalcitrante chovinismo de gran potencia y egoísmo nacional de los revisionistas soviéticos. A comienzos de la década de los 70, la Unión Soviética ha sobrepasado a los Estados Unidos en el volumen de venta de armas, tomando su lugar de mercader de la muerte Nº 1 en el mundo.
 
            Aparte de la “ayuda” económica y militar, los revisionistas soviéticos han seguido activamente en los últimos tiempos el ejemplo de las corporaciones transnacionales del imperialismo capitalista invirtiendo grandes cantidades directamente en el exterior. Con el disfraz de “cooperación económica”, han establecido muchas “sociedades anónimas” en el comercio, navegación, banca, seguros, mantenimiento y ensamblaje en algunos países del Tercer Mundo, y han mostrado abiertamente su gran disposición a unirse con los capitalistas monopolistas de la otra superpotencia para asociarse en empresas de este tipo en un tercer país. Un artículo publicado el año pasado en Comunista, órgano del comité central del partido revisionista soviético, urgió descaradamente a los países en vías de desarrollo a “tomar parte gradualmente y por etapas en la división socialista internacional del trabajo” y pregonó la operación en esos países de “sociedades anónimas” por parte de los revisionistas soviéticos. Describió esto como “una nueva forma de cooperación” a la cual “se le ha dado con creciente firmeza la prioridad máxima”. Esta muy publicitada “nueva forma” creada por los revisionistas soviéticos es, para decirlo de una vez, sólo una versión retocada de la corporación transnacional. Refleja una nueva tendencia de los revisionistas soviéticos a intensificar su exportación de capital.
 
Otra vil práctica por medio de la cual los revisionistas soviéticos explotan y saquean al Tercer Mundo es el llamado comercio “de igualdad y beneficio mutuo” que tiene un lugar tan importante como el de la “ayuda”. Semejante comercio es sinónimo de intercambio de valores desiguales. Los revisionistas soviéticos se las arreglan mejor que los imperialistas capitalistas para comprar barato y vender caro. Es sabido de todos que la actual relación de precios en el mercado internacional entre los productos primarios y los terminados nació cuando el imperialismo ocupó una posición monopólica. Esta relación en sí representa un intercambio de valores desiguales. Los precios de los productos soviéticos exportados a los países del Tercer Mundo son generalmente 15-25% más altos que en el mercado mundial mientras que los precios de los productos importados de esos países por la Unión Soviética son 10-15% más bajos. Esto significa un intercambio de valores desiguales adicional al intercambio de valores desiguales imperialista, un caso de doble explotación por medio del intercambio de valores desiguales. Toda el agua del Volga no puede lavar las sucias facciones de la renegada camarilla revisionista soviética que la muestran como un inescrupuloso estafador internacional.
 
Una variante de la anexión económica imperialista
 
El imperialismo, como lo señaló Lenin cuando desenmascaró sus tácticas expansionistas en ultramar, está interesado tanto en la “anexión” económica como en la “anexión” política. Anexión económica significa que los países imperialistas, al controlar los ferrocarriles, minas, tierras, etc., de otros países, los sumen en deudas y los hacen dependientes económicamente, por lo que sólo pueden terminar como apéndices económicos del imperialismo. Este tipo de anexión económica no rompe la independencia política nominal de los países “anexados”. Lenin señaló: “Las potencias imperialistas,… bajo el disfraz de la creación de Estados políticamente independientes, crean Estados que son totalmente dependientes de ellas en el sentido económico, financiero y militar”. Esto fue precisamente lo que algunos países imperialistas de viejo cuño hicieron en el pasado. 
 
Después de la Segunda Guerra Mundial, los movimientos de liberación nacional se desarrollaron impetuosamente en Asia, África y América Latina, y la política colonialista del imperialismo, por ser blanco de la ira de todos los pueblos y estar completamente desacreditada, se transformó en algo así como una rata que corre en medio de la calle, perseguida por todo el mundo. Por eso los países imperialistas tuvieron que adoptar nuevas formas más encubiertas y astutas conocidas como el neocolonialismo. Fabricaron títeres, alquilaron matones, apandillaron camarillas militares y políticas y, utilizaron como cebo la “ayuda” para ejercer el control. La infiltración y el control económicos sobre el Tercer Mundo realizados por los revisionistas soviéticos con el disfraz de “ayuda” son una nueva variante de la política imperialista de “anexión” económica.
 
La expansión y el saqueo revisionistas soviéticos:
sus orígenes económico y de clase
 
La expansión y el saqueo afiebrados en el exterior hechos por el revisionismo soviético tienen profundos orígenes económico y de clase. Lenin señaló que la fase imperialista se caracteriza por los “monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes”. La explotación y la opresión de una gran mayoría de los países por parte de unas pocas potencias imperialistas son el resultado del monopolio, el cual es la base económica más profunda del imperialismo. La renegada camarilla revisionista soviética actualmente en el poder en la Unión Soviética es un puñado de agentes de la burguesía que son capitalistas monopolistas burocráticos. Ellos han puesto en práctica una línea revisionista contrarrevolucionaria en todos los aspectos al usurpar el aparato estatal. Esto ha reducido la economía de Estado socialista a una economía capitalista monopolista de Estado, ha aferrado el capital monopolista al Poder estatal y puesto en sus manos las arterias económicas de la Unión Soviética. El capital monopolista estatal soviético, de este modo, tiene una mayor concentración y un carácter monopólico más acentuado que el capital monopolista privado o estatal del imperialismo capitalista.
 
El capital monopolista se caracteriza por su exclusivismo y rapacidad. El dominio interno del capital monopolista lleva inevitablemente a la expansión y la agresión en el exterior. Con el propósito de obtener las máximas ganancias monopolistas, de traspasar a otros la carga de las crisis internas y mantener su dominio reaccionario, los revisionistas soviéticos han extendido sus tentáculos y provocado problemas en todas partes. Debido a que los socialimperialistas revisionistas soviéticos han sido los últimos en llegar al reparto del botín, cuando había que dividir esferas de influencia en el mundo, se encontraron con que muchos de los codiciados mercados y fuentes de materias primas estaban ya en posesión de otros imperialistas, particularmente de los imperialistas estadounidenses. Por eso se trabaron en una fiera riña con los imperialistas estadounidenses. No satisfecho con la explotación, el saqueo y el control de los países del Tercer Mundo, el socialimperialismo revisionista soviético también ha tratado de controlar a aquellos del Segundo Mundo que son más débiles que él. En cuanto a su actitud para con los llamados países componentes de la “gran familia socialista”, este socialimperialismo ha tirado por la borda todos los escrúpulos para succionar a puertas cerradas la savia de sus “parientes”. 
 
Revisionismo soviético: tigre de papel
 
La conducta de los revisionistas soviéticos deja en claro que las clases capitalista-terratenientes derrocadas por la gran Revolución de Octubre están de nuevo en el Poder. Brezhnev es la reencarnación del viejo zar, y su camarilla está tratando de revivir el acariciado sueño del “imperio paneslavo” y establecer un vasto imperio revisionista soviético que abarque Europa, Asia, África y América Latina. Sin embargo, como dice un refrán chino, “la suerte se vuelve contra aquellos que viven al final de una dinastía”. Como el sol que se pone tras las montañas, el sistema imperialista se está hundiendo con rapidez. Las ambiciones del socialimperialismo revisionista soviético no están en concordancia con su fuerza. Las contradicciones surgidas de su debilidad interna y de su política de agresión determinan que las ambiciones revisionistas soviéticas no se puedan realizar. El aprieto del socialimperialismo soviético es del tipo que refleja otro refrán chino que dice: “Caen las flores, ¡qué le vamos a hacer!”. Nada puede cambiar esta situación, por mucho que se esfuerce la camarilla renegada de Brezhnev.
 
El Presidente Mao ha dicho: “La Unión Soviética revisionista también es un tigre de papel”. Grande pero hueca, feroz pero débil, así es la verdadera naturaleza del socialimperialismo soviético, ese ávido explotador y opresor internacional. Como un coloso con los pies de barro que fanfarronea y dice bravuconadas, el socialimperialismo soviético es fiero de aspecto pero cobarde en su interior, externamente fuerte pero frágil en realidad. En la Unión Soviética de hoy donde ejerce su dominio el capital monopolista de Estado, el pueblo se empobrece incesantemente y las masas trabajadoras están reducidas a la esclavitud asalariada, privadas de los medios de producción y siempre amenazadas por la pesadilla de los despidos y el desempleo. La política de militarización de la economía nacional promovida enérgicamente por el revisionismo soviético, una política que da prioridad a los cañones en vez de la mantequilla, ha devastado su producción industrial y agrícola provocando serios déficit de artículos de consumo y escasez de alimentos. Para encubrir todo esto ha endurecido su dominio fascista y su política de alta presión hacia las minorías nacionales, lo que ha acentuado sus contradicciones de clase y nacionales. Para desviar la atención del pueblo y mitigar los antagonismos de clase y conflictos entre las nacionalidades, el socialimperialismo soviético impulsa con creciente vigor su expansionismo en ultramar. Los resultados son una intensificada carrera armamentista, mayores gastos militares, deterioro financiero, dislocación económica y empeoramiento del nivel de vida del pueblo.
 
A medida que el socialimperialismo soviético aumenta su agresión y expansión en el exterior, más pesado es el fardo que debe soportar y más son los dogales que se echa alrededor de su propio cuello. Mientras más amplio es el ámbito de sus maniobras, más se revela su debilidad. A través de su propia experiencia, los países del Tercer Mundo han visto claramente el verdadero color del socialimperialismo soviético. Su lucha por la soberanía y contra el control y el saqueo extranjeros adquiere mayor dimensión. La bancarrota de la política del socialimperialismo revisionista soviético quedó demostrada por los fuertes golpes que recibió en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, propinados por los países del Tercer Mundo resueltos a defender sus derechos soberanos sobre los recursos marinos y combatir el complot de este socialimperialismo de mantener su hegemonía marítima por medio del truco de simular “reconocimiento” a la zona económica de las 200 millas. También hace progresos la lucha de ciertos países y pueblos del Segundo Mundo que están sujetos al control y saqueo de los revisionistas soviéticos. La creciente expansión externa del socialimperialismo soviético y su disputa con la otra superpotencia por el dominio del mundo han agudizado las contradicciones entre ellos. La colaboración entre las dos superpotencias, Estados Unidos y Unión Soviética, es relativa y transitoria mientras que su rivalidad es absoluta y prolongada. Si se coluden es para rivalizar en escala aún mayor.
 
Puesto que la Unión Soviética está siguiendo el camino trillado del imperialismo, está destinada a ser avasallada por las contradicciones y conflictos inherentes al sistema imperialista. Atropellando a diestra y siniestra y metiendo sus narices en todas partes no puede encontrar ningún remedio para salvar al imperialismo de su inevitable ruina, por mucho que se estruje los sesos para hacerlo. Puede gritar hasta enronquecer que es el “aliado natural” del Tercer Mundo, pero tal alboroto sólo señala el aislamiento y el difícil aprieto en que se encuentra. El Presidente Mao ha dicho: “Hay amigos verdaderos y falsos. Pero a través de la práctica uno puede distinguir al verdadero del falso”. Con su propia experiencia, más y más países y pueblos del Tercer Mundo se han dado cuenta de las verdaderas facciones neocolonialistas de los revisionistas soviéticos. Han logrado saber más claramente quiénes son sus verdaderos aliados y quiénes son sus enemigos. La incontenible corriente de la lucha unida del Tercer Mundo contra la hegemonía romperá la presa construida por el imperialismo y el socialimperialismo y avanzará impetuosamente. 
 
(Hongqi, nº 9, 1974)
¿Qué ha pasado con las verduras
y los cueros de res?
Si Sin
(1974)
 
Cosas extrañas vienen pasando en Bulgaria, país conocido como productor de verduras o a veces llamado “país hortícola”. El Gobierno búlgaro no ha tenido más remedio que echar mano a sus divisas para importar cebollas, papas y repollos, “productos tradicionales” del país.
 
“¡Bulgaria, país huerto desde la antigüedad, tiene que importar verduras!”, dice el comentario “Problemas, problemas…”, aparecido en un diario de Sofía. “¿Cómo –preguntó– sucedió fenómeno tan anormal?”
 
Este no es un caso aislado. Casos extraños como éste vienen ocurriendo también en Mongolia donde la ganadería es el medio de vida principal del pueblo. Un zapatero tuvo que decirle a una larga cola de gente esperando el remiendo de sus zapatos: “Perdonen, no hay cuero”. 
 
El pueblo mongol no puede más que preguntarse: “¿Cmo es posible que en un país como éste con tanto ganado haya escasez de cuero hasta para remendar zapatos?”. ¿Qué está pasando con las pieles?
 
El que esto ocurra en estos dos países es en verdad extraño. Pero la respuesta se encuentra con facilidad cuando se sabe que ambos son miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Las verduras de Bulgaria y los cueros de Mongolia, son despachados al avaro explotador internacional, el socialimperialismo revisionista. Este es un inevitable mal resultado de la expoliación de los revisionistas soviéticos a los miembros del CAME.
 
Jruschov y Brezhnev han usado este organismo como un instrumento para explotar y saquear a sus “aliados”. En nombre de la “división internacional del trabajo” y de la “especialización de la producción”, han convertido a Bulgaria en su huerto privado y a Mongolia en su hacienda ganadera. Tienen firmemente agarradas las arterias económicas de estos países y los obligan a suministrar a la Unión Soviética grandes cantidades de productos.
 
Cifras oficiales del CAME muestran que la Unión Soviética importa actualmente de Bulgaria 20 veces más frutas y verduras por año que en la década de 1950. De las exportaciones de verduras de este último, el 58% van a la Unión Soviética. El saqueo de Mongolia por parte de los revisionistas soviéticos es aún más aterrador, como lo evidencia el hecho de que el número de animales en pie embarcados a la URSS equivale a las tres cuartas partes de las compras totales en el país. La carne y las reses (en términos de carne que producen) suministradas a la Unión Soviética en 1972 llegó a 40,000 tons. Es decir, tienen que enviar a los revisionistas soviéticos un promedio de 30 kilos per capita. 
 
Lenin condenó severamente a los viajes zares por utilizar prerrogativas características de la servidumbre para tratar a sus vecinos. Hoy en día, estas prerrogativas son usadas por los nuevos zares no sólo para con sus vecinos sino también para con sus “aliados fraternos”.
 
Las tragedias de Bulgaria, “país hortícola”, y Mongolia, “país ganadero”, prueban una vez más que el CAME, lejos de ser un “modelo” de “cooperación económica” como lo propagan los revisionistas soviéticos, es un instrumento socialimperialista soviético para realizar su dominación neocolonial. No trae “prosperidad” a las economías o mejoras a la vida del pueblo de los países europeo-orientales y mongol. Lo que sí les trae son más calamidades. 
 
 
Artículos tomados de “Pekín Informa”, nº 48, diciembre de 1974.