Los marxista-leninistas auténticos siguen sosteniendo que la restauración del capitalismo en la Unión Soviética se completó, en todos sus aspectos, en la década de 1960. La contrarrevolución revisionista jruschovista formalmente iniciada en el XX Congreso del PCUS tomó la dirección del partido del proletariado convirtiéndolo en un partido burgués revisionista y tomó el poder del Estado proletario convirtiéndolo en un Estado burgués revisionista, para luego seguir con la transformación de la economía socialista en una economía capitalista, en una economía del capitalismo monopolista de Estado. Es decir, al proceso de cambio del carácter de clase del Partido y el Estado soviéticos, siguió el proceso de sustitución de las relaciones de producción socialistas por las relaciones de producción capitalistas. Algunas organizaciones, partidos y militantes procedentes de los antiguos partidos revisionistas seguidores del PCUS revisionista, sostienen que la restauración del capitalismo en la URSS se dio a partir de 1985, con Gorbachov en el poder, o desde 1991, con la desintegración de la URSS revisionista. Algunos incluso llegan a defender la tesis metafísica de que la Unión Soviética, desde el ascenso de la camarilla de Jruschov-Brezhnev, hasta 1991, fue un país socialista, con una economía socialista, sin explotación del hombre por el hombre... pero con un gobierno y Estado dirigido por un partido revisionista, que traicionó el legado marxista de Lenin y Stalin. Es decir, base económica o estructura socialista coexistiendo con una superestructura burguesa revisionista, durante más de tres décadas!!
La nueva editorial Cermenika publicará en breve un volumen titulado “La Restauración del capitalismo en la URSS” en la que se hace una exposición sumaria del proceso regresivo en la Unión Soviética dirigido por el jruschovismo-brezhnevismo. Los artículos que componen el volumen abordan diversos aspectos de la transformación de la base económica socialista en capitalista, del proceso de sustitución de las relaciones de producción socialistas en relaciones de producción capitalistas en la URSS. En esa misma línea, publicamos a continuación el artículo del albanés Omer Hashorva que presenta una visión panorámica del orden socioeconómico de la Unión Soviética revisionista, de la Unión Soviética del capitalismo restaurado.
EL ACTUAL ORDEN
SOCIO-ECONÓMICO
DE LA UNIÓN
SOVIÉTICA
– UN ORDEN
CAPITALISTA
Omer Hashorva
Candidato
de Ciencias
(1981)
Sobre la base de un profundo análisis multilateral, realizado desde el
inicio de la traición de los revisionistas jruschovistas, el PTA y el camarada
Enver Hoxha, entre otras cosas, predijeron que si no se impedía que el
revisionismo llegara a la cabeza del partido y del Estado soviéticos, habría
consecuencias fatales para el Partido bolchevique y para el destino de la
revolución y el socialismo en la Unión Soviética. El tiempo ha demostrado que
la traición jruschovista provocó que el orden socialista en la Unión Soviética
degenerara en un orden capitalista. En el VII Congreso del PTA, el camarada
Enver Hoxha señaló: «La sociedad soviética se ha convertido en burguesa hasta
en sus más mínimas células, y el capitalismo se ha vuelto a restaurar en todos
los campos» (Enver Hoxha, Informe ante
el VII Congreso del PTA, p. 215, ed. albanesa).
El proceso contrarrevolucionario de degeneración del socialismo y
restauración del capitalismo en la Unión Soviética comenzó con la usurpación de
la dirección del partido y del Estado de la Unión Soviética por los
revisionistas jruschovistas, quienes llevaron a cabo su degeneración gradual en
partido y Estado burgueses. La modificación del carácter del partido y del
Estado y la transformación contrarrevolucionaria en el campo de la
superestructura ideológica y política, no podían dejar de conducir también a la
transformación del carácter de la estructura, debido a que la nueva burguesía
soviética no podía existir ni dominar ideológica y políticamente sin crear su propia
base económica.
Conservando las formas externas de la antigua propiedad
socialista, los revisionistas jruschovistas cambiaron su esencia y la convirtieron
en propiedad capitalista, tanto en la ciudad como en el campo. Las reformas
económicas que aplicaron con arreglo a sus concepciones ideológicas capitalistas
antimarxistas, para «perfeccionar la gestión y la planificación de la economía»
y establecer «el rol principal de los estímulos materiales», así como otras
medidas posteriores, pusieron, de hecho, a las ganancias como el objetivo
principal de la producción; y esto, como señaló Carlos Marx, constituye la ley
absoluta de las relaciones capitalistas de producción.
Con la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, la propiedad socialista
estatal no se fragmentó, pero degeneró en propiedad monopolista de Estado. Hoy
en día, este tipo de propiedad es la forma de propiedad dominante en ese país. El
capitalismo monopolista de Estado se extiende a todas las ramas de la economía
y servicios, a la industria, la agricultura, la construcción, el transporte, el
comercio, las comunicaciones, el sistema financiero y crediticio, los bancos,
etc.
Ocultándose tras la terminología marxista, los revisionistas soviéticos
siguen hablando acerca de la gestión planificada y centralizada de la economía.
Sin embargo, en la economía de la actual Unión Soviética sólo hay un
centralismo burocrático que es posible gracias a las condiciones particulares
del orden capitalista soviético en el que la propiedad monopolista de Estado es
dominante. Esto le da al Estado burgués soviético la posibilidad de centralizar
la producción y la distribución de una parte de las mercancías y de fijar sus
precios, sobre todo de aquellos productos que tienen importancia para la
militarización de la economía. Manteniendo algunas formas de organización y
gestión de la antigua economía socialista, la burguesía soviética, cuyo
objetivo es asegurarse la máxima ganancia, ha implementado a la vez nuevas
formas de organización y gestión que son adecuadas al capitalismo monopolista
de Estado. Los «complejos industriales», los «complejos agrario-industriales», las
diversas «empresas multinacionales», etc., entran dentro de este rubro. La
burguesía soviética utiliza estas «nuevas» formas de incrementar la opresión y
la explotación de las masas trabajadoras soviéticas y de otros pueblos del
mundo, para superar las dificultades de la crisis que se ha apoderado de la
economía soviética, y también porque se adaptan mejor a la integración de la
economía soviética en la economía capitalista mundial y a la integración de las
economías de otros países revisionistas en la economía soviética.
Con el fin de asegurarse la máxima ganancia, la burguesía soviética, en el
marco del centralismo burocrático, ha otorgado –a los directivos de los conglomerados
y empresas económicas– amplias libertades y competencias que cubren el volumen
de producción, la gama de productos, los precios, la estructura de la
organización y gestión, el establecimiento de vínculos con el mercado y las
empresas comerciales, la contratación y el despido de los trabajadores, etc.
Estos directivos, haciendo un mal uso de las facultades que se les ha dado,
incluso alteran el objetivo de la producción, cambian la gama de productos, orientan
la producción hacia aquellos bienes que son más rentables y, bajo distintos
pretextos y formas disfrazadas, suben los precios de las mercancías, con el objetivo
principal de obtener las mayores ganancias posibles para ellos mismos y para
toda la burguesía soviética.
Al tener a la ganancia como su objetivo máximo, los directivos de estos conglomerados
y empresas económicas organizan la producción de tal manera que se incremente
el grado de intensificación del trabajo, para así lograr la reducción de la
fuerza de trabajo; como consecuencia de esto una parte considerable del «ahorro»
en el fondo de salarios obtenido mediante «reducciones» y despidos de
trabajadores, es apropiada por estos directivos bajo la forma de bonificaciones
complementarias. De este modo, los conglomerados y empresas económicas que
constituyen la principal forma del capitalismo monopolista de Estado en la
economía soviética, son la fuente de todas aquellas leyes que operan con todo
su impacto en la actual economía soviética, como la ley de la ganancia, del
valor, de la anarquía y la competencia, etc., que son leyes específicas sobre
las cuales se basa y desarrolla la economía de todos los países capitalistas.
La economía soviética de hoy en día se caracteriza por sufrir los problemas
de la economía capitalista, como el desarrollo inarmónico de sus ramas, la no
utilización de las capacidades productivas, la disminución en las tasas de
producción, el aumento de los precios y el alza del costo de vida, la creciente
inflación, la escasez de bienes de consumo masivo en el mercado, etc. Estos
fenómenos no son accidentales ni temporales, o, supuestamente, dificultades de
crecimiento del «socialismo», como los revisionistas soviéticos tratan de
presentarlos. Son fenómenos que tienen sus raíces en la propia naturaleza
capitalista del orden económico que prevalece en la Unión Soviética y que, como
el conjunto de la economía capitalista mundial, se revuelca en una crisis
integral profunda.
Con el fin de ocultar el carácter explotador de su orden socio-económico, en
los últimos años, los revisionistas soviéticos han estado haciendo una gran alharaca
demagógica sobre los derechos y las facultades de los llamados «colectivos de
trabajadores». Según ellos «los colectivos de trabajadores» tienen derechos
estatales y económicos para discutir y resolver los problemas de la producción
y la gestión de empresas e instituciones, los problemas de la distribución de
los cuadros, las recompensas materiales para los trabajadores, etc.
Sin embargo, el hecho de que cierto tipo de problemas vitales para los
trabajadores –el pago, la contratación y despido del trabajo, etc.– sea decidido
por los directivos de las empresas, demuestra que los derechos de los
«colectivos de trabajadores» son completamente formales y sirven como una
cubierta demagógica para ocultar ante los ojos de los trabajadores su opresión
por la burguesía revisionista. Los llamados derechos y competencias de los
«consejos obreros» han sido propagados simplemente para crear la ilusión entre
los trabajadores soviéticos de que son supuestamente amos de su propio destino,
en un momento en que la burguesía revisionista soviética decide todo de
conformidad con sus propios intereses y en contra de los intereses del pueblo
trabajador.
En el campo, como resultado de la degeneración de la antigua propiedad
socialista colectiva, se ha creado la propiedad capitalista de grupo, que
representa la segunda forma más difundida de la propiedad capitalista en la
Unión Soviética. La supresión de las estaciones de máquinas y tractores, la
venta de sus medios a las economías agrícolas individuales, y la creación en
lugar de ellos de los llamados centros regionales para la reparación de
maquinaria agrícola, trajeron como consecuencia que todos los medios de la
producción en la agricultura soviética se convirtieran en objeto de compra y
venta. El establecimiento de la ganancia y del estímulo material como la base
de toda la actividad de las granjas colectivas, la organización en ellas del
trabajo a destajo, la ampliación de la parcela privada del koljosiano y su
transformación en propiedad privada pura en el campo, así como otras medidas de
este tipo, han llevado a la completa degeneración, en todos sus aspectos, de la
propiedad socialista colectiva en propiedad capitalista de grupo y a la restauración
de las relaciones capitalistas en el conjunto de la agricultura soviética.
Sobre esta base, se han hecho endémicos fenómenos tales como la absorción y la
explotación por parte de las granjas colectivas más poderosas de la fuerza de
trabajo de las granjas colectivas débiles, la diferenciación económica entre
sus miembros, la migración en masa de los miembros de las granjas colectivas hacia
las ciudades, etc.
Es un hecho conocido que la agricultura soviética de la Unión Soviética
revisionista ha estado sumida durante años en una grave y profunda crisis. Se
ha convertido en la rama más atrasada de la economía capitalista
soviética. Esto ha obligado a la Unión Soviética a importar, entre otras cosas,
grandes cantidades de grano cada año, desde 1963 en adelante. Y esto se explica
por el hecho de que la burguesía revisionista soviética, guiada por la ley de la
máxima ganancia, está interesada en invertir la mayor parte de su capital en
aquellas ramas de la economía, dentro o fuera de la Unión Soviética, que reditúen
mayores ganancias, en lugar de hacerlo en la agricultura, para sacarla de su
atraso.
Como subrayó Lenin, en las condiciones del capitalismo, la propiedad
privada a pequeña escala existe como compañera de viaje de la propiedad a gran
escala. Esta propiedad existe y se ha extendido en la Unión Soviética, tanto en
la ciudad como en el campo. Constituye una de las formas de propiedad
capitalista en ese país que la burguesía soviética ha permitido y alentado su desarrollo.
Con este fin, el derecho a llevar a cabo la actividad privada en oficios
especializados, en la agricultura y los servicios, así como el derecho de los
ciudadanos soviéticos a tener tierras, ganado y aves de corral para su uso
personal, se han legalizado en la constitución revisionista soviética. Como
resultado de esto, se ha creado un sector especial de propiedad privada a
pequeña escala en la Unión Soviética.
Para exponer la naturaleza de clase del orden económico de la Unión
Soviética es importante analizar las relaciones de distribución, cuyo carácter
capitalista es más evidente y tangible, tanto que los revisionistas soviéticos
tienen grandes dificultades para disimularlo.
Se sabe que estas relaciones de distribución dependen de y están determinadas
por las relaciones de propiedad. Pero, como dice Engels: «Las relaciones
económicas de una sociedad determinada se presentan en primer lugar como intereses» (K. Marx - F. Engels, Obras Escogidas, vol. 1, 1958, p. 590,
ed. albanesa). Desde este punto de vista, el análisis de las relaciones de
propiedad –es decir, en interés de quién se utiliza y a quién sirve la propiedad
en la Unión Soviética– revela su esencia capitalista.
La burguesía soviética utiliza diversos medios para apropiarse de la
plusvalía. La mayor parte de esto lo consigue bajo la forma de cargas sobre los
fondos que el Estado soviético recibe de los diferentes conglomerados y empresas
económicas. Otra parte de ella la obtiene a partir de los impuestos que el
Estado capitalista soviético extrae de las masas trabajadoras de la ciudad y el
campo, que también están sancionados en la nueva constitución de los
revisionistas soviéticos. Hay varios tipos de fondos que se han creado en los conglomerados
y empresas económicas, como el «fondo de ganancia», el «fondo de estímulo
material», etc., la abrumadora mayoría de los cuales es apropiada por esa parte
de la burguesía que se encuentra a la cabeza de esos conglomerados y empresas
económicas. La burguesía soviética transforma parte de esta plusvalía en
capital en funciones a fin de garantizar una mayor plusvalía en el futuro; utiliza
además una parte de ella para mantener y financiar el gran aparato militar y
burocrático; y distribuye el resto entre sus miembros en forma de altos
salarios, diversos bonos y honorarios.
El ratio entre el pago a los trabajadores y el pago a los diversos miembros
de la burguesía soviética varía entre 1:10 y 1:30. Esto significa que, sin
importar el hecho de que «todo el pueblo» es formalmente el dueño de la
propiedad, su propietario real, de facto,
es sólo un puñado de personas, que al igual que los propietarios capitalistas
en los demás países burgueses, se apropian del trabajo no pagado a los
trabajadores, mediante altos salarios, bonos y otros privilegios materiales.
Con el fin de abrir el camino a la degeneración de las relaciones
socialistas de producción y de ocultar el carácter de clase burgués de las grandes
diferencias en la remuneración y en las recompensas, los revisionistas
soviéticos proclamaron la prioridad de los estímulos materiales en el
socialismo, presentando esto como una idea supuestamente leninista. Sin
embargo, todo el mundo sabe de la lucha que Lenin libró contra los altos
salarios y otros privilegios materiales en la sociedad socialista, que
conllevan el peligro de la corrupción de los cuadros y el nacimiento de nuevos
elementos burgueses. Hablando sobre las tareas del Estado proletario en 1918,
Lenin subrayó enérgicamente el problema de «crear condiciones en las que será
imposible que exista la burguesía, o que surja una nueva burguesía» (V.I.
Lenin. Obras completas, vol. 27, págs.
269-270, ed. albanesa). Lenin consideró que uno de los principales factores
para lograr esto era precisamente la lucha contra los altos salarios y la
eliminación de cualquier privilegio de material en la sociedad socialista.
Lenin llamó a los altos salarios «una forma burguesa» del tratamiento de
especialistas y funcionarios, «...un alejamiento de los principios de la Comuna de París
y de todo Estado proletario». (Ibídem, p. 274).
Sin embargo, en la Unión Soviética, como resultado de la restauración del
capitalismo, los altos salarios, los estímulos materiales, las bonificaciones, los
favores, los privilegios, etc. han sido elevados a toda una institución con el
fin de apropiarse de la plusvalía extraída del sudor de los trabajadores.
La actual economía soviética se ha integrado en el sistema capitalista
mundial. «Mientras
el capital norteamericano, alemán, japonés y otros capitales han penetrado
profundamente en la Unión Soviética, el capital soviético se está exportando a
otros países y, en diversas formas, se está fusionando con el capital local»
(Enver Hoxha, El imperialismo y la
revolución, p. 107, ed. albanesa). Esta integración ha adquirido
proporciones amplias y está siendo llevada a cabo en las más diversas formas.
La Unión Soviética se ha convertido en uno de los países a los que se está
exportando más y más capitales de países occidentales. Sus deudas con estos
países se calculan en 19 mil millones de dólares. Cerca de 500 de los mayores trusts de los países occidentales han
invertido su capital en forma de créditos para la construcción de proyectos
industriales en la Unión Soviética o para la financiación del comercio que
tiene con esos países. Más de 75 compañías multinacionales estadounidenses, alemanas
occidentales, británicas, japonesas, etc. tienen oficinas en la Unión
Soviética. (Es precisamente este capital monopolista procedente de otros países
capitalistas el que ha creado una sociedad con la burguesía soviética para la
explotación de los trabajadores soviéticos).
La evidencia de la naturaleza capitalista de la economía en todo el orden social
soviético se puede ver también en la práctica de las relaciones económicas que
la Unión Soviética tiene con otros países del mundo, con los países de la
«comunidad socialista» y con los países de África, Asia y América Latina. En
esta práctica se observa que la Unión Soviética hace un amplio uso de los
créditos esclavizadores, de los intercambios desiguales, de la creación de «empresas
multinacionales» y bancos en otros países del mundo, para la explotación de los
pueblos. Esta es una práctica neocolonialista típica que se deriva de y tiene
su base en la naturaleza capitalista del orden económico de la Unión Soviética.
El marxismo -leninismo nos enseña que la política es la expresión
concentrada de la economía. La política de cada país, es una consecuencia
inevitable y el resultado directo de su orden económico; el carácter de esta
política no puede dejar de expresar la naturaleza de clase de este orden, su
fisonomía. Visto desde una óptica marxista- leninista, la política agresiva, belicista,
hegemónica y expansionista que sigue la Unión Soviética, por un nuevo reparto
del mundo, por la ampliación de sus esferas de influencia, por ganar la
posesión de fuentes de materias primas, y por la opresión y la esclavización de
los pueblos, demuestra que el orden económico en que se basa esta política
imperialista no puede ser otro que el orden capitalista, ya que, como sostiene
Lenin, una política exterior agresiva y belicista es un producto inevitable
sólo del orden capitalista.
Las transformaciones radicales en la estructura económica de la Unión
Soviética necesariamente iban a llevar, como efectivamente lo hicieron, a
cambios radicales en la estructura de clases de la sociedad soviética actual.
Sobre esta cuestión, también, con el fin de ocultar la existencia de una
nueva clase burguesa en la Unión Soviética, los revisionistas soviéticos, en
general, aún conservan la apariencia externa de la antigua estructura de clases
de la sociedad socialista. Para sacar a la luz la verdadera naturaleza de esta
estructura se debe partir de las enseñanzas leninistas, según la cual la
naturaleza de las clases y, en consecuencia, de la estructura de clases de toda
sociedad, se pueden determinar correctamente sólo mediante el análisis de las
relaciones reales de las clases con los medios de producción, de su lugar y
papel en la gestión y la organización de la producción y la economía, así como del
tamaño de la participación que reciben de la riqueza social.
El hecho de que la antigua propiedad socialista estatal y cooperativa se haya
convertido en propiedad capitalista, el hecho de que las masas trabajadoras de
la ciudad y el campo hayan sido despojadas del derecho a tomar parte real en la
organización y gestión de la producción, el hecho de que un pequeño sector de
la población, como los burócratas, tecnócratas, el nivel superior de la casta
militar y la parte superior de la intelectualidad creativa, se apropie de
diversas formas de la mayor parte de los ingresos de la sociedad, llevándolos a
una vida parasitaria, todas estas cosas en conjunto muestran que en la sociedad
soviética actual hay clases con intereses económicos fundamentales opuestos,
proletarios y burgueses. La capa de burócratas y apparatchiki que usurpó la dirección del partido y del Estado, que
llevó a cabo la contrarrevolución «pacífica» y que tomó la posesión real de los
medios de producción, ahora se ha convertido en una nueva clase burguesa. Por su
parte, la clase obrera, que perdió su partido y el poder político y que fue
despojada de los medios de producción, se ha transformado en una simple clase
productora, una clase oprimida y explotada, que vive de la venta de la
mercancía fuerza de trabajo.
Con el fin de ocultar la realidad capitalista de la estructura de clases de
la sociedad soviética actual, los revisionistas soviéticos propagan todo tipo
de supuestas nuevas «teorías». Este es el objetivo de su teorización sobre la
transición de la «sociedad socialista desarrollada» hacia la «homogeneidad
social», con ayuda de la cual afirman que, en la Unión Soviética, las diferencias
entre la clase obrera, el campesinado cooperativista y los intelectuales están
presuntamente desapareciendo y que estas clases están siendo reemplazadas
solamente por trabajadores con características comunes, creando así una sociedad
sin clases.
Como sostienen los clásicos del marxismo-leninismo, durante la
transformación revolucionaria del socialismo al comunismo, sin duda ocurrirá el
proceso de extinción gradual de las diferencias de clase y de las clases, y, como
consecuencia, se creará la sociedad comunista en la que, como Marx dice, todos
serán trabajadores. Pero esto sólo se puede lograr por medio de la dictadura
del proletariado, bajo la dirección del partido proletario, mediante una consecuente
lucha de clases y la aplicación de las enseñanzas del marxismo-leninismo, a
través del desarrollo de las fuerzas productivas en forma centralizada y
planificada y la transformación de la propiedad socialista en propiedad
comunista. Sin embargo, después de la restauración del capitalismo en la Unión
Soviética no se puede hablar más de estos procesos revolucionarios.
Los jruschovistas afirman que el denominado campesinado koljosiano «se está
integrando en la clase obrera», se está «haciendo idéntico» a esta clase. Este
proceso no tiene nada en común con el socialismo y el comunismo, ya que es resultado
de la acción de las leyes capitalistas en la sociedad soviética. El propósito
de estas afirmaciones es justificar la desintegración de clase del campesinado
soviético, que como resultado de las leyes capitalistas, está llenando las
filas del proletariado en la ciudad y el campo. Esto es precisamente el proceso
de polarización de la sociedad capitalista soviética actual que los
revisionistas soviéticos tratan de presentar como la supuesta transición de
esta sociedad a la «homogeneidad social».
Del mismo modo, las afirmaciones sobre «la integración de los distintos
destacamentos de la intelectualidad en las filas de la clase obrera», sobre la
creación de grupos sociales de «intelectuales obreros», «koljosianos-obreros»,
«intelectuales koljosianos-obreros», tienen la intención de negar el papel
hegemónico de la clase obrera y justificar la creación de capas burguesas
privilegiadas en las filas de la clase obrera, el campesinado koljosiano y la
intelectualidad.
El análisis de la estructura de clases de la sociedad soviética actual pone
de manifiesto que, en lo fundamental, es idéntica a la estructura de clases de
la sociedad capitalista burguesa. Existen dos clases principales en ella: la
nueva burguesía, que es la clase dominante, y la clase obrera, que es una clase
oprimida y explotada. Además de ellos, existe el campesinado, también una clase
oprimida que está sujeta al proceso de desintegración; una nueva capa de
intelectuales, así como un nueva capa pequeñoburguesa compuesto por
propietarios privados, tales como trabajadores especializados, operadores del
mercado negro y otros negociantes.
Con la degeneración del partido proletario, fueron liquidados la dictadura
del proletariado y el orden económico socialista en la Unión Soviética, es decir,
los factores que por primera vez en la historia hicieron posible lograr una
solución radical de la cuestión nacional sobre una nueva base. Ahora esta
cuestión se ha convertido nuevamente en uno de los problemas más agudos de la
sociedad soviética, ya que en la Unión Soviética el «chovinismo gran ruso se ha
establecido como la ideología dominante, la opresión nacional se ha convertido
en parte integrante de la política de clase burguesa seguida por la camarilla gobernante»
(Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso
del PTA, p. 215, ed. albanesa).
Para ocultar esta política a los ojos del pueblo trabajador en el país y de
la opinión pública en el extranjero, los revisionistas soviéticos también han elaborado
su «teoría» y práctica sobre «la nueva comunidad histórica de hombres» y «el
pueblo soviético unificado». Mientras despliegan el estandarte de tal «teoría»,
afirman que el problema nacional ha sido completamente resuelto, supuestamente,
en la Unión Soviética y que tal problema ya no existe más. En esencia, esta
«teoría» que los revisionistas soviéticos presentan como una idea leninista es
un punto de vista nacionalista y chovinista que intenta justificar la
rusificación de los pueblos y nacionalidades no rusos, y negarles su soberanía
e identidad nacionales. Si estos fenómenos negativos y los procesos que de
hecho se están produciendo en las relaciones entre las naciones y las nacionalidades
de la Unión Soviética actual, se analizan desde las posiciones del
marxismo-leninismo, estos objetivos chovinistas emergen claramente.
Para la desnacionalización de las diversas naciones, la burguesía imperialista
siempre se ha esforzado por eliminar su lengua materna y su cultura. Esto es lo
que los socialimperialistas soviéticos están haciendo con las naciones y las
nacionalidades no rusas. Mediante las consignas sobre la creación de «una
cultura soviética unificada» y de «la cultura internacional», los revisionistas
soviéticos están haciendo esfuerzos similares también para la rusificación de
la cultura de otras naciones y nacionalidades de la Unión Soviética.
La alteración de las estructuras nacionales de las naciones y
nacionalidades es otra de las principales direcciones de la política chovinista
gran rusa que los revisionistas soviéticos siguen y están aplicando bajo la
consigna de la internacionalización de toda su vida. En la República de Kazajistán,
por ejemplo, hay 5,5 millones de rusos, mientras que los 4,5 millones de
kazajos quedan como una minoría y representan sólo el 34 por ciento de la
población de Kazajistán. Este es un claro ejemplo de la política chovinista
gran rusa llevada a cabo por los revisionistas soviéticos.
El proceso de la rusificación de la población de las otras repúblicas
soviéticas se lleva a cabo cada vez más ampliamente. Otros factores como la
«emigración interior» también ayudan a este proceso. Por medio del movimiento
mecánico, los revisionistas soviéticos desplazan en masa a las poblaciones de
otras naciones de sus lugares de nacimiento, convirtiendo las poblaciones de
varias naciones en lo que llaman un «colectivo multinacional».
El análisis de estos fenómenos desde el punto de vista marxista-leninista
también revela el carácter demagógico de las pretensiones de los revisionistas
soviéticos acerca de su llamado enriquecimiento de la idea de Lenin acerca de
la creación de una «nueva comunidad histórica de gente a un nivel superior al
de la nación». A pesar de que gozan formalmente del derecho a la
soberanía estatal y a la igualdad, las repúblicas soviéticas federales se están
transformando simplemente en regiones administrativas sin derechos sobre su territorio,
con una soberanía completamente formal. En esta federación burguesa, la
república rusa ocupa una posición hegemónica. Independientemente de las
consignas demagógicas sobre la «igualdad» de las naciones, entre ésta y las
demás repúblicas hay un marcado desnivel en todo el desarrollo económico y
social que se está haciendo más amplio. En las condiciones de la restauración
del capitalismo en la Unión Soviética, los revisionistas jruschovistas utilizan
el gran potencial humano y material de Rusia con el fin de aplicar su política
chovinista gran rusa.
En las condiciones del imperialismo, la existencia y el extraordinario
fortalecimiento de un aparato burocrático-militar y otros órganos de opresión y
agresión es característico de los Estados en los que existe un régimen
dictatorial y salvaje que sigue una política exterior hegemónica. Tal aparato
existe en la Unión Soviética revisionista. El aparato burocrático del Estado
soviético actual se compone de todo un ejército
de funcionarios y burócratas de muchos millones de hombres, de fuerzas armadas
que ascienden a más de 3,5 millones de hombres y de otros órganos de opresión excesivamente
poblados, como la KGB, los tribunales, las prisiones, los campos de
concentración, los hospitales psiquiátricos, etc. La militarización del Estado
soviético ha alcanzado proporciones sin precedentes. El presupuesto militar
anual de la Unión Soviética asciende a unos 160 mil millones de dólares. Esta
realidad muestra que el Estado soviético no es en absoluto un Estado «socialista»,
«humanitario» de «todo el pueblo», como los revisionistas soviéticos lo
presentan, sino que es como el camarada Enver Hoxha lo describió en el VII
Congreso del PTA: «...una dictadura fascista capitalista» (Enver Hoxha, Informe ante el VII Congreso del PTA, p.
231, ed. albanesa).
Los revisionistas soviéticos tratan de ocultar la verdadera naturaleza y
las funciones de su Estado burgués fascista. Después de que, a principios de la
década de 1960, proclamaron la sustitución de la dictadura del proletariado con
«el Estado de todo el pueblo», ahora, para justificar la política de terror
fascista y la violencia que se ejerce sobre las masas trabajadoras, afirman que
«el Estado de todo el pueblo», en esencia, es supuestamente una continuación
directa de la dictadura del proletariado. Con esos mismos fines demagógicos,
los revisionistas soviéticos propagan ilusiones de que el Estado soviético «de
todo el pueblo» «no es una máquina para la opresión de una clase por otra», «no
es un órgano de dominación de una clase sobre otra», dado que, supuestamente,
la violencia que se emplea está dirigida sólo contra personas individuales,
contra vagabundos, asesinos, ladrones y todos aquellos que violen las normas de
la sociedad. El Estado soviético puede tomar y toma medidas contra las personas
de esta categoría, por supuesto, pero no para defender a las masas
trabajadoras, sino para proteger los intereses de clase de la burguesía
revisionista. Sin embargo, la existencia de un aparato burocrático-militar muy
grande en la Unión Soviética demuestra que no fue creado –y no había necesidad para
crearlo– para reprimir a personas individuales, sino que se mantiene
precisamente para oprimir y explotar a la clase obrera y las masas
trabajadoras, así como para llevar a cabo agresiones contra los pueblos de
otros países.
Aunque con fines demagógicos, los revisionistas jruschovistas no han
cambiado el nombre del partido de la Unión Soviética, lo han convertido en un
partido burgués fascista, portador de la ideología y la política de opresión y
explotación. Han elaborado la teoría y la práctica más completa de la
contrarrevolución revisionista, para la degeneración del socialismo y la
restauración del capitalismo; y tratan de encontrar una justificación teórica
para la política de opresión nacional y social en el país y la política
hegemónica, chovinista, agresiva y expansionista que la burguesía soviética sigue
hacia otros países y pueblos del mundo. Con consignas demagógicas sobre el
supuesto fortalecimiento del orgullo nacional y de la ayuda internacionalista,
el partido de la burguesía soviética está tratando de implantar en los
corazones y en las mentes del pueblo soviético y de las naciones soviéticas, un
nacionalismo agresivo, el espíritu chovinista de megalomanía y omnipotencia con
el fin de hacer realidad los objetivos hegemónicos del socialimperialismo
soviético.
De conformidad con sus objetivos y su política de opresión, los
revisionistas soviéticos cambiaron radicalmente la esencia política de su
partido, convirtiéndolo también en una organización de opresión, al igual que
el ejército, la KGB, la milicia y los demás órganos de opresión del actual Estado
burgués fascista soviético. Al ampliar e inflar las organizaciones de base del
partido, llenando sus filas con burócratas y tecnócratas, las han convertido en
organizaciones inactivas y completamente formales. Al mismo tiempo, los
revisionistas soviéticos utilizan los órganos dirigentes del partido, –que, no
sólo en el centro sino también en la base, se componen en su mayoría de burócratas
y tecnócratas–, como órganos de represión contra todos aquellos que se oponen y
no obedecen a los jefes revisionistas, organizando contra aquéllos grandes
campañas de purgas y condena, como las de los años 1973-1974. A nivel
internacional, esta organización, que lleva el nombre de partido comunista,
corrompe a los líderes de otros partidos revisionistas, así como a los líderes de
la burguesía de distintos países, empleándolos al servicio de la burguesía
soviética, usándolos para interferir en esos países. Esto es lo que hizo en
Checoslovaquia y otros antiguos países de democracia popular; esto es lo que también
hizo en Angola y recientemente en Afganistán. El análisis de la actividad del
PCUS lleva a la conclusión inevitable de que este partido se ha convertido en
un portador de la ideología y la política de opresión y explotación, y se ha
convertido en una organización regresiva.
Fuente: Instituto de Estudios
Marxista-Leninistas, adjunto al CC del PTA, “Soviet
Revisionism and the Struggle of the PLA to Unmask It”, The «8 Nëntori» Publishing
House, Tirana, págs. 53-68.
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
Ykv.Pk
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