miércoles, 18 de diciembre de 2013

Socialimperialismo: Rapaz explotador internacional


El proceso de degeneración de la Unión Soviética desde el capitalismo restaurado al socialimperialismo es un proceso que los marxista-leninistas albaneses y chinos no expusieron con suficiente amplitud y profundidad, en su aspecto económico. Los artículos que difundían en sus publicaciones para el extranjero se encuadraban principalmente en señalar las orientaciones generales de ese proceso y algunas características particulares de las transformaciones sufridas por la economía soviética y la de los países revisionistas europeo-orientales. Se prestó principal atención a la política internacional y exterior del Estado burgués revisionista soviético dirigido por la camarilla Jruschov-Brezhnev, con el fin de advertir a los pueblos y naciones oprimidas del mundo contra la nueva amenaza imperialista y unirlos en la lucha contra las superpotencias imperialistas, norteamericana y soviética; en una situación internacional en que la lucha revolucionaria de los pueblos, el movimiento de liberación nacional y el movimiento anticolonialista en el mundo alcanzaban niveles sin precedentes.  
 
Sin embargo, hubo estudios, ensayos y artículos, e incluso algunos libros, que nunca fueron traducidos a idiomas extranjeros del que tenemos algunas referencias, que están a la espera de ser rescatados algún día por aquellos que conocen el albanés y el chino, y tengan la posibilidad de acceder a ellos. Por el momento, habrá que recopilar todos los artículos dispersos que sí fueron publicados en otros idiomas y que nos presentan una visión general de la cuestión del socialimperialismo soviético.
 
Algunos erróneamente consideran que esta fue una tipificación exagerada de la formación social soviética, otros creen que se refería únicamente a la política exterior soviética. La caracterización de la Unión Soviética de Brezhnev como socialimperialista, sin embargo, tenía y tiene como fundamento la teoría leninista del imperialismo, tal como se esbozara en el “Imperialismo, fase superior del capitalismo”. Esta es la base de la tesis marxista-leninista del socialimperialismo. A continuación presentamos un artículo que fue publicado en el semanario “Pekín Informa”, en 1974. Si dejamos de lado las referencias que se conectan con la teoría oportunista de “los tres mundos”, encontraremos en este artículo una interesante aproximación a la tesis del socialimperialismo. Como apéndice del artículo mencionado, publicamos también otro artículo que ilustra la forma concreta que asumía la denuncia del capitalismo restaurado y el socialimperialismo soviético en la prensa china y albanesa antirrevisionista.
 
Socialimperialismo:
Rapaz explotador internacional
Para despojar a los revisionistas soviéticos de la careta de “aliado natural”
Nang Ching
(1974) 
 
Hace un tiempo, uno de los cabecillas del socialimperialismo soviético fue personalmente a las Naciones Unidas para asegurar, falsificando los hechos, que la Unión Soviética bajo su dominio es un “aliado natural” del Tercer Mundo. Siguió a este increíble cuento la desvergonzada afirmación de que ellos siguen “indefectiblemente” una política de conceder “ayuda y apoyo” a los países en vías de desarrollo. Pero sus acciones no se ajustan a sus palabras. Ninguna cantidad de fina retórica puede encubrir su saqueo y explotación rapaces a los países del Tercer Mundo. Mientras más se remilgan y pintarrajean, más desarreglan su aspecto y revelan sus malvadas facciones.
 
Naturaleza del socialimperialismo
 
En “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, Lenin reveló en profundidad, hace más de 50 años, la esencia económica del imperialismo y sus características básicas. Señaló que el capital monopolista se expande forzosamente en el exterior. En la Unión Soviética actual bajo el dominio reaccionario de la renegada camarilla revisionista soviética el capitalismo se ha restaurado en todos los aspectos. Es inevitable que en el plano internacional los revisionistas soviéticos arrebaten fuentes de materias primas, se posesionen de desaguaderos para inversiones, luchen por mercados y se disputen la hegemonía mundial. Esto está determinado por la naturaleza del socialimperialismo, la cual les impide colocarse al lado del Tercer Mundo y les imposibilita dar genuino apoyo a la lucha de liberación de las naciones y pueblo oprimidos. Ellos dicen una cosa y hacen otra. Tienen a flor de labios declaraciones de “ayuda” pero urden a hurtadillas actividades de sabotaje. Su autodesenmascaramiento ha hecho que la gente vea más claramente que no son “aliados naturales” del Tercer Mundo a pesar de que así se autodescriben. Son, como la opinión pública del Tercer Mundo lo ha señalado, “en realidad un país imperialista” que “actúa de acuerdo con las ambiciones e intrigas de una superpotencia”.
 
Los revisionistas del Kremlin no pierden oportunidad de pregonar su llamada “ayuda” y alardear de ella a fin de sostener su clamoreo de ser un “aliado natural” del Tercer Mundo. Con esto, buscan esconder su conducta del fuerte que atropella al débil, del grande que oprime al pequeño, de obtener ganancias a costa de otros y de actuar agresivamente en todas partes y esperan convencer a la gente de que son el “aliado natural” del Tercer Mundo. Pero juzgada tanto por sus motivos, tácticas como por sus resultados, esta llamada “ayuda” muestra que los revisionistas soviéticos no son nada más que un insaciable explotador internacional que tiene miel en sus labios y ponzoña en el corazón.
 
Al denunciar el saqueo y la explotación internacionales del imperialismo, Lenin señaló: “Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capitales”. Este típico fenómeno de la exportación de capital está estrechamente conectado con los esfuerzos de las potencias imperialistas para dividir el mundo en esferas de influencia económica, política y territorial. La tesis de Lenin no sólo expuso penetrantemente el hecho de que la naturaleza explotadora de los países imperialistas, que cazan superganancias monopolistas, conduce inevitablemente a su expansión exterior, sino que también señaló que el imperialismo, al exportar capital, se afana por dividir al mundo en esferas de influencia y disputar por la hegemonía mundial. La “ayuda” revisionista soviética es en esencia una exportación de capital imperialista. La única diferencia está en que lleva una etiqueta de “país socialista”. 
 
La exportación de capital de los revisionistas soviéticos
 
Al conceder “ayuda” a los países del Tercer Mundo incluida la “ayuda económica” y la “ayuda militar”, el socialimperialismo soviético está motivado por su estrategia global contrarrevolucionaria. Explota el fuerte deseo de los países del Tercer Mundo de romper las cadenas imperialistas y colonialistas y desarrollar sus economías nacionales, y utiliza su “ayuda económica” en forma de préstamos o inversiones para poner en práctica la penetración económica en los países que reciben esa “ayuda”: controlar sus departamentos económicos vitales, saquear sus recursos naturales, obstaculizar el desarrollo de sus economías nacionales y reducirlos en mayor o menor medida a ser apéndices políticos y económicos, para así reforzar su posición y fuerza en la lucha por la hegemonía mundial.
 
Desenmascarando los crímenes de la exportación de capital imperialista, Lenin señalaba que el capital financiero se preocupaba de “sacar al buey dos cueros: primero, el beneficio del empréstito, y segundo, un beneficio de ese mismo empréstito, cuando éste es invertido en la compra de artículos de Krupp o de material ferroviario del sindicato del acero, etc.”. En su exportación de capital, los revisionistas soviéticos hacen una explotación cuádruple con un solo préstamo. Primero, obtienen intereses sobre el préstamo. Por ejemplo, los intereses sobre préstamos pendientes y el interés compuesto que los revisionistas soviéticos reciben de la India cada año, forman una cantidad total que es 25% mayor que un nuevo préstamo contratado en el mismo año. Segundo, como el país recipiente está obligado a comprar a precios altos con el monto del préstamo equipos y productos soviéticos de baja calidad almacenados porque ya no tienen venta, los revisionistas soviéticos sacan fabulosas utilidades de sus exportaciones de mercancías inmediatamente posteriores a la exportación de capitales. Tercero, se especifica que cuando “la obra de ayuda” se haya completado, el país recipiente debe reembolsar el préstamo con productos fabricados por la obra o con materias primas baratas. Así los revisionistas soviéticos extorsionan utilidades de precios diferenciales presionando para disminuir el precio de compra de estos productos. Cuarto, envían gran número de “especialistas” y “asesores” al país recipiente y exigen altos salarios, bonificaciones y privilegios impropios. Pero esto no es todo. Llegan a infiltrarse en los departamentos económicos vitales del país recipiente, juegan un papel de “gabinete en las sombras”, interfieren en sus asuntos internos, manipulan entre bambalinas y desplazan o atacan a aquellos que muestran cualquier signo de descontento con los revisionistas soviéticos. Semejante “ayuda” soviética en verdad busca desollar cuatro veces al buey. Lo que es más, en nombre de la “división internacional del trabajo”, los revisionistas soviéticos se esfuerzan lo mejor que pueden para poner bajo la “planificación” económica soviética a los departamentos económicos importantes de otros países de modo que así sus economías sufran un desarrollo deforme y dependan más y más del revisionismo soviético hasta que se conviertan en bases abastecedoras de materias primas y plantas elaboradoras para los revisionistas soviéticos.
 
Mercader de la muerte Nº 1 del mundo
 
La “ayuda militar” revisionista soviética es una herramienta para la descarada intervención en la soberanía de otros países y la intervención en sus asuntos internos. La renegada camarilla revisionista soviética se jacta a menudo de que su “ayuda militar” es un “sobresaliente ejemplo de una política internacionalista de principios”. Pero el hecho es que tal “ayuda militar” se concede solamente cuando se puede sacar alguna ventaja del país receptor que se encuentra en dificultades. Saca ganancias exorbitantes de la venta de armas anticuadas y utiliza la “ayuda militar” como chantaje para un fuerte control sobre el país receptor. Quienquiera desee la “ayuda militar” de los revisionistas soviéticos debe estar preparado para lo siguiente: primero, debe comprar armas soviéticas a sobreprecio, pagar al contado o en divisas. Estas duras condiciones enderezan a los países recipientes a los mercados de monedas de Europa para obtener dólares estadounidenses tan necesitado por los soviéticos. Segundo, el socialimperialismo soviético hace la mayoría de las ventas de armas recibiendo como pago materias primas importantes del país receptor y revendiéndolas después en el mercado mundial cosechando fabulosas ganancias. Por ejemplo, los revisionistas soviéticos vendieron armas en el Medio Oriente a cambio de petróleo, el cual a su vez fue puesto en mercado europeo sacando superganancias. Tercero, los “asesores” militares revisionistas soviéticos buscan controlar el mando, la logística y el adiestramiento militares del país receptor, el cual debe garantizarles el derecho a usar sus puertos y bases, etc. ¿Hay siquiera una partícula de internacionalismo proletario en semejante “ayuda militar”? Si todo esto es un “sobresaliente ejemplo” de algo, lo es del recalcitrante chovinismo de gran potencia y egoísmo nacional de los revisionistas soviéticos. A comienzos de la década de los 70, la Unión Soviética ha sobrepasado a los Estados Unidos en el volumen de venta de armas, tomando su lugar de mercader de la muerte Nº 1 en el mundo.
 
            Aparte de la “ayuda” económica y militar, los revisionistas soviéticos han seguido activamente en los últimos tiempos el ejemplo de las corporaciones transnacionales del imperialismo capitalista invirtiendo grandes cantidades directamente en el exterior. Con el disfraz de “cooperación económica”, han establecido muchas “sociedades anónimas” en el comercio, navegación, banca, seguros, mantenimiento y ensamblaje en algunos países del Tercer Mundo, y han mostrado abiertamente su gran disposición a unirse con los capitalistas monopolistas de la otra superpotencia para asociarse en empresas de este tipo en un tercer país. Un artículo publicado el año pasado en Comunista, órgano del comité central del partido revisionista soviético, urgió descaradamente a los países en vías de desarrollo a “tomar parte gradualmente y por etapas en la división socialista internacional del trabajo” y pregonó la operación en esos países de “sociedades anónimas” por parte de los revisionistas soviéticos. Describió esto como “una nueva forma de cooperación” a la cual “se le ha dado con creciente firmeza la prioridad máxima”. Esta muy publicitada “nueva forma” creada por los revisionistas soviéticos es, para decirlo de una vez, sólo una versión retocada de la corporación transnacional. Refleja una nueva tendencia de los revisionistas soviéticos a intensificar su exportación de capital.
 
Otra vil práctica por medio de la cual los revisionistas soviéticos explotan y saquean al Tercer Mundo es el llamado comercio “de igualdad y beneficio mutuo” que tiene un lugar tan importante como el de la “ayuda”. Semejante comercio es sinónimo de intercambio de valores desiguales. Los revisionistas soviéticos se las arreglan mejor que los imperialistas capitalistas para comprar barato y vender caro. Es sabido de todos que la actual relación de precios en el mercado internacional entre los productos primarios y los terminados nació cuando el imperialismo ocupó una posición monopólica. Esta relación en sí representa un intercambio de valores desiguales. Los precios de los productos soviéticos exportados a los países del Tercer Mundo son generalmente 15-25% más altos que en el mercado mundial mientras que los precios de los productos importados de esos países por la Unión Soviética son 10-15% más bajos. Esto significa un intercambio de valores desiguales adicional al intercambio de valores desiguales imperialista, un caso de doble explotación por medio del intercambio de valores desiguales. Toda el agua del Volga no puede lavar las sucias facciones de la renegada camarilla revisionista soviética que la muestran como un inescrupuloso estafador internacional.
 
Una variante de la anexión económica imperialista
 
El imperialismo, como lo señaló Lenin cuando desenmascaró sus tácticas expansionistas en ultramar, está interesado tanto en la “anexión” económica como en la “anexión” política. Anexión económica significa que los países imperialistas, al controlar los ferrocarriles, minas, tierras, etc., de otros países, los sumen en deudas y los hacen dependientes económicamente, por lo que sólo pueden terminar como apéndices económicos del imperialismo. Este tipo de anexión económica no rompe la independencia política nominal de los países “anexados”. Lenin señaló: “Las potencias imperialistas,… bajo el disfraz de la creación de Estados políticamente independientes, crean Estados que son totalmente dependientes de ellas en el sentido económico, financiero y militar”. Esto fue precisamente lo que algunos países imperialistas de viejo cuño hicieron en el pasado. 
 
Después de la Segunda Guerra Mundial, los movimientos de liberación nacional se desarrollaron impetuosamente en Asia, África y América Latina, y la política colonialista del imperialismo, por ser blanco de la ira de todos los pueblos y estar completamente desacreditada, se transformó en algo así como una rata que corre en medio de la calle, perseguida por todo el mundo. Por eso los países imperialistas tuvieron que adoptar nuevas formas más encubiertas y astutas conocidas como el neocolonialismo. Fabricaron títeres, alquilaron matones, apandillaron camarillas militares y políticas y, utilizaron como cebo la “ayuda” para ejercer el control. La infiltración y el control económicos sobre el Tercer Mundo realizados por los revisionistas soviéticos con el disfraz de “ayuda” son una nueva variante de la política imperialista de “anexión” económica.
 
La expansión y el saqueo revisionistas soviéticos:
sus orígenes económico y de clase
 
La expansión y el saqueo afiebrados en el exterior hechos por el revisionismo soviético tienen profundos orígenes económico y de clase. Lenin señaló que la fase imperialista se caracteriza por los “monopolios, la oligarquía, la tendencia a la dominación en vez de la tendencia a la libertad, la explotación de un número cada vez mayor de naciones pequeñas o débiles por un puñado de naciones riquísimas o muy fuertes”. La explotación y la opresión de una gran mayoría de los países por parte de unas pocas potencias imperialistas son el resultado del monopolio, el cual es la base económica más profunda del imperialismo. La renegada camarilla revisionista soviética actualmente en el poder en la Unión Soviética es un puñado de agentes de la burguesía que son capitalistas monopolistas burocráticos. Ellos han puesto en práctica una línea revisionista contrarrevolucionaria en todos los aspectos al usurpar el aparato estatal. Esto ha reducido la economía de Estado socialista a una economía capitalista monopolista de Estado, ha aferrado el capital monopolista al Poder estatal y puesto en sus manos las arterias económicas de la Unión Soviética. El capital monopolista estatal soviético, de este modo, tiene una mayor concentración y un carácter monopólico más acentuado que el capital monopolista privado o estatal del imperialismo capitalista.
 
El capital monopolista se caracteriza por su exclusivismo y rapacidad. El dominio interno del capital monopolista lleva inevitablemente a la expansión y la agresión en el exterior. Con el propósito de obtener las máximas ganancias monopolistas, de traspasar a otros la carga de las crisis internas y mantener su dominio reaccionario, los revisionistas soviéticos han extendido sus tentáculos y provocado problemas en todas partes. Debido a que los socialimperialistas revisionistas soviéticos han sido los últimos en llegar al reparto del botín, cuando había que dividir esferas de influencia en el mundo, se encontraron con que muchos de los codiciados mercados y fuentes de materias primas estaban ya en posesión de otros imperialistas, particularmente de los imperialistas estadounidenses. Por eso se trabaron en una fiera riña con los imperialistas estadounidenses. No satisfecho con la explotación, el saqueo y el control de los países del Tercer Mundo, el socialimperialismo revisionista soviético también ha tratado de controlar a aquellos del Segundo Mundo que son más débiles que él. En cuanto a su actitud para con los llamados países componentes de la “gran familia socialista”, este socialimperialismo ha tirado por la borda todos los escrúpulos para succionar a puertas cerradas la savia de sus “parientes”. 
 
Revisionismo soviético: tigre de papel
 
La conducta de los revisionistas soviéticos deja en claro que las clases capitalista-terratenientes derrocadas por la gran Revolución de Octubre están de nuevo en el Poder. Brezhnev es la reencarnación del viejo zar, y su camarilla está tratando de revivir el acariciado sueño del “imperio paneslavo” y establecer un vasto imperio revisionista soviético que abarque Europa, Asia, África y América Latina. Sin embargo, como dice un refrán chino, “la suerte se vuelve contra aquellos que viven al final de una dinastía”. Como el sol que se pone tras las montañas, el sistema imperialista se está hundiendo con rapidez. Las ambiciones del socialimperialismo revisionista soviético no están en concordancia con su fuerza. Las contradicciones surgidas de su debilidad interna y de su política de agresión determinan que las ambiciones revisionistas soviéticas no se puedan realizar. El aprieto del socialimperialismo soviético es del tipo que refleja otro refrán chino que dice: “Caen las flores, ¡qué le vamos a hacer!”. Nada puede cambiar esta situación, por mucho que se esfuerce la camarilla renegada de Brezhnev.
 
El Presidente Mao ha dicho: “La Unión Soviética revisionista también es un tigre de papel”. Grande pero hueca, feroz pero débil, así es la verdadera naturaleza del socialimperialismo soviético, ese ávido explotador y opresor internacional. Como un coloso con los pies de barro que fanfarronea y dice bravuconadas, el socialimperialismo soviético es fiero de aspecto pero cobarde en su interior, externamente fuerte pero frágil en realidad. En la Unión Soviética de hoy donde ejerce su dominio el capital monopolista de Estado, el pueblo se empobrece incesantemente y las masas trabajadoras están reducidas a la esclavitud asalariada, privadas de los medios de producción y siempre amenazadas por la pesadilla de los despidos y el desempleo. La política de militarización de la economía nacional promovida enérgicamente por el revisionismo soviético, una política que da prioridad a los cañones en vez de la mantequilla, ha devastado su producción industrial y agrícola provocando serios déficit de artículos de consumo y escasez de alimentos. Para encubrir todo esto ha endurecido su dominio fascista y su política de alta presión hacia las minorías nacionales, lo que ha acentuado sus contradicciones de clase y nacionales. Para desviar la atención del pueblo y mitigar los antagonismos de clase y conflictos entre las nacionalidades, el socialimperialismo soviético impulsa con creciente vigor su expansionismo en ultramar. Los resultados son una intensificada carrera armamentista, mayores gastos militares, deterioro financiero, dislocación económica y empeoramiento del nivel de vida del pueblo.
 
A medida que el socialimperialismo soviético aumenta su agresión y expansión en el exterior, más pesado es el fardo que debe soportar y más son los dogales que se echa alrededor de su propio cuello. Mientras más amplio es el ámbito de sus maniobras, más se revela su debilidad. A través de su propia experiencia, los países del Tercer Mundo han visto claramente el verdadero color del socialimperialismo soviético. Su lucha por la soberanía y contra el control y el saqueo extranjeros adquiere mayor dimensión. La bancarrota de la política del socialimperialismo revisionista soviético quedó demostrada por los fuertes golpes que recibió en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, propinados por los países del Tercer Mundo resueltos a defender sus derechos soberanos sobre los recursos marinos y combatir el complot de este socialimperialismo de mantener su hegemonía marítima por medio del truco de simular “reconocimiento” a la zona económica de las 200 millas. También hace progresos la lucha de ciertos países y pueblos del Segundo Mundo que están sujetos al control y saqueo de los revisionistas soviéticos. La creciente expansión externa del socialimperialismo soviético y su disputa con la otra superpotencia por el dominio del mundo han agudizado las contradicciones entre ellos. La colaboración entre las dos superpotencias, Estados Unidos y Unión Soviética, es relativa y transitoria mientras que su rivalidad es absoluta y prolongada. Si se coluden es para rivalizar en escala aún mayor.
 
Puesto que la Unión Soviética está siguiendo el camino trillado del imperialismo, está destinada a ser avasallada por las contradicciones y conflictos inherentes al sistema imperialista. Atropellando a diestra y siniestra y metiendo sus narices en todas partes no puede encontrar ningún remedio para salvar al imperialismo de su inevitable ruina, por mucho que se estruje los sesos para hacerlo. Puede gritar hasta enronquecer que es el “aliado natural” del Tercer Mundo, pero tal alboroto sólo señala el aislamiento y el difícil aprieto en que se encuentra. El Presidente Mao ha dicho: “Hay amigos verdaderos y falsos. Pero a través de la práctica uno puede distinguir al verdadero del falso”. Con su propia experiencia, más y más países y pueblos del Tercer Mundo se han dado cuenta de las verdaderas facciones neocolonialistas de los revisionistas soviéticos. Han logrado saber más claramente quiénes son sus verdaderos aliados y quiénes son sus enemigos. La incontenible corriente de la lucha unida del Tercer Mundo contra la hegemonía romperá la presa construida por el imperialismo y el socialimperialismo y avanzará impetuosamente. 
 
(Hongqi, nº 9, 1974)
¿Qué ha pasado con las verduras
y los cueros de res?
Si Sin
(1974)
 
Cosas extrañas vienen pasando en Bulgaria, país conocido como productor de verduras o a veces llamado “país hortícola”. El Gobierno búlgaro no ha tenido más remedio que echar mano a sus divisas para importar cebollas, papas y repollos, “productos tradicionales” del país.
 
“¡Bulgaria, país huerto desde la antigüedad, tiene que importar verduras!”, dice el comentario “Problemas, problemas…”, aparecido en un diario de Sofía. “¿Cómo –preguntó– sucedió fenómeno tan anormal?”
 
Este no es un caso aislado. Casos extraños como éste vienen ocurriendo también en Mongolia donde la ganadería es el medio de vida principal del pueblo. Un zapatero tuvo que decirle a una larga cola de gente esperando el remiendo de sus zapatos: “Perdonen, no hay cuero”. 
 
El pueblo mongol no puede más que preguntarse: “¿Cmo es posible que en un país como éste con tanto ganado haya escasez de cuero hasta para remendar zapatos?”. ¿Qué está pasando con las pieles?
 
El que esto ocurra en estos dos países es en verdad extraño. Pero la respuesta se encuentra con facilidad cuando se sabe que ambos son miembros del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME). Las verduras de Bulgaria y los cueros de Mongolia, son despachados al avaro explotador internacional, el socialimperialismo revisionista. Este es un inevitable mal resultado de la expoliación de los revisionistas soviéticos a los miembros del CAME.
 
Jruschov y Brezhnev han usado este organismo como un instrumento para explotar y saquear a sus “aliados”. En nombre de la “división internacional del trabajo” y de la “especialización de la producción”, han convertido a Bulgaria en su huerto privado y a Mongolia en su hacienda ganadera. Tienen firmemente agarradas las arterias económicas de estos países y los obligan a suministrar a la Unión Soviética grandes cantidades de productos.
 
Cifras oficiales del CAME muestran que la Unión Soviética importa actualmente de Bulgaria 20 veces más frutas y verduras por año que en la década de 1950. De las exportaciones de verduras de este último, el 58% van a la Unión Soviética. El saqueo de Mongolia por parte de los revisionistas soviéticos es aún más aterrador, como lo evidencia el hecho de que el número de animales en pie embarcados a la URSS equivale a las tres cuartas partes de las compras totales en el país. La carne y las reses (en términos de carne que producen) suministradas a la Unión Soviética en 1972 llegó a 40,000 tons. Es decir, tienen que enviar a los revisionistas soviéticos un promedio de 30 kilos per capita. 
 
Lenin condenó severamente a los viajes zares por utilizar prerrogativas características de la servidumbre para tratar a sus vecinos. Hoy en día, estas prerrogativas son usadas por los nuevos zares no sólo para con sus vecinos sino también para con sus “aliados fraternos”.
 
Las tragedias de Bulgaria, “país hortícola”, y Mongolia, “país ganadero”, prueban una vez más que el CAME, lejos de ser un “modelo” de “cooperación económica” como lo propagan los revisionistas soviéticos, es un instrumento socialimperialista soviético para realizar su dominación neocolonial. No trae “prosperidad” a las economías o mejoras a la vida del pueblo de los países europeo-orientales y mongol. Lo que sí les trae son más calamidades. 
 
 
Artículos tomados de “Pekín Informa”, nº 48, diciembre de 1974.

 

 
 
 

domingo, 15 de diciembre de 2013

El colapso del «socialismo» en la Unión Soviética

Lo que se derrumbó en 1991 en la antigua URSS no fue el socialismo, fue el capitalismo restaurado por los revisionistas encabezados por Jruschov-Brezhnev, capitalismo que adoptó la forma de capitalismo monopolista de Estado en su forma más concentrada, con una burguesía burocrática de nuevo tipo representada por el Estado burgués revisionista y por el seudo partido comunista contrarrevolucionario (PCUS). El artículo del comunista indio Moni Guha tiene el propósito de elucidar precisamente que el llamado «colapso del socialismo» en la URSS y en Europa del Este no fue el colapso del socialismo marxista sino el colapso del «socialismo de mercado». Aunque compartimos las tesis enunciadas en este artículo, no estamos de acuerdo en denominar «socialismo de mercado» al capitalismo restaurado, así como no estamos de acuerdo con llamar «socialistas de mercado» a los revisionistas, aunque el «socialismo de mercado» sea una de sus banderas contrarrevolucionarias. Conociendo la obra del autor, sabemos que estas denominaciones corresponden más a un énfasis sobre una característica común al oportunismo y revisionismo en cuanto a la teoría de la revolución y el socialismo. Por otro lado, es importante resaltar la mención que hace sobre «el estudiado silencio» de algunos seudomarxistas que ayer respondían a las consignas del brezhnevismo y que hoy «critican» a Jruschov y Gorbachov, «defienden» a Stalin, pero se callan en todos los idiomas el hecho que su camarada Brezhnev continuara y profundizara el legado revisionista y la restauración del capitalismo en la URSS.

El colapso del socialismo
Moni Guha
1993

Introducción

El objeto de nuestro estudio es el «colapso del socialismo». Sin embargo, el socialismo nunca se derrumbó, fue usurpado. Este es un hecho histórico que está siendo negado. Lo que se derrumbó en Europa del Este, en 1990, y en la Unión Soviética, en 1991, fue el socialismo de mercado de los regímenes revisionistas, y no el socialismo marxista de la dictadura del proletariado. Y todo el mundo sabe que el socialismo de mercado y el revisionismo son ideología y práctica burguesas disfrazadas de marxismo. Es verdad que, aquí y en otros lugares, algunos autodenominados marxistas continuaron considerando a la URSS como un Estado socialista, no obstante su dirección revisionista. Se declararon con aplomo contra el revisionismo jruschovista, pero han mantenido un estudiado silencio sobre la cuestión de la relación entre la dictadura del proletariado y la dirección revisionista. Identificar el Estado soviético dominado por los revisionistas y el socialismo de mercado con el socialismo marxista, no es más que embellecer el socialismo de mercado y el revisionismo, o peor aún, es hacerle el juego a la burguesía. Cuando alguien habla de los problemas de la Unión Soviética dirigida por los revisionistas y su socialismo de mercado como si fueran problemas del socialismo marxista, trata de cubrir al socialismo marxista con el mismo manto negro con el que Jruschov lo cubrió. La captura del Partido y del Estado por el revisionismo no significa otra cosa que la destrucción de la dictadura del proletariado. Por consiguiente, la víctima lógica es el socialismo marxista. La toma del poder por el revisionismo sólo puede significar que la ideología y la práctica burguesas han ganado la delantera y que la dirección proletaria ha sido derrocada. Significa la reestructuración de las relaciones de propiedad en favor de la propiedad privada y de la explotación del hombre por el hombre. 

De esta forma, el objeto de nuestro estudio debería llamarse «El colapso del socialismo de mercado». Sería científico y estaría de acuerdo con los hechos históricos. 

Sin embargo, discutiré aquí la política económica de la Unión Soviética durante dos periodos, a saber: el período del socialismo marxista y el período del socialismo de mercado, centrándome en las relaciones de la Unión Soviética con el mercado mundial y el imperialismo. 

Espero que la cuestión del colapso quede aclarada a lo largo de nuestro estudio.

1. El socialismo en un solo país y el mercado mundial 

La Revolución Socialista de Octubre puso fin a la dominación indivisa del sistema mundial de la economía capitalista. Nació un nuevo sistema económico, el sistema económico socialista. Cuando la construcción de la economía socialista en el joven Estado soviético estaba en sus primeras etapas, Lenin dijo: 

«Ahora, como más influimos en la revolución mundial es con nuestra política económica. ...Si cumplimos esta tarea ganaremos a escala internacional de seguro y definitivamente». (V.I. Lenin, «X Conferencia de toda Rusia del PC (b), Discurso de clausura de la Conferencia», 28 de mayo)

¿Se hicieron realidad estas proféticas palabras de Lenin? ¿La política económica de la Unión Soviética «ganó a escala internacional de seguro y definitivamente? 

Efectivamente, ganó.

¿Cuál fue la política económica de Lenin?

Con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1922, Lenin formuló tres directrices básicas, a saber: (I) un plan económico nacional integral, (II) propiedad socialista de los medios de producción, y (III) un crecimiento económico independiente dando prioridad a la industria pesada. Después de la muerte de Lenin, Stalin siguió meticulosamente estas directrices, las concretizó y las aplicó. Siguió la política de planificación central de la economía, que hizo grandes progresos, basándose casi exclusivamente en los recursos nacionales y en el mercado interior. Debe tenerse en cuenta con especial atención que el sector del comercio exterior, o el mercado extranjero, desempeñó un papel secundario, y por lo tanto un papel de menor importancia en el proceso de desarrollo, ya que ese comercio se limitó básicamente a la importación de cierta tecnología del mercado imperialista mundial. La exportación era considerada un pecado, por razones obvias, mientras que en general se favorecieron las importaciones, en la medida que condujeran a mejorar el equilibrio material y la base tecnológica de la economía soviética. Debe señalarse además que el Estado socialista tenía el monopolio del comercio exterior. En general, hasta la muerte de Stalin, el comercio exterior nunca fue un sector dinámico de la economía soviética, incluso en el período del socialismo en varios países. 
 
¿Por qué el sector del comercio exterior y el mercado externo no fueron dinámicos? 

Es bastante conocido que el capitalismo desarrolla relaciones económicas internacionales de carácter capitalista, es decir, de carácter explorador y coactivo. Una vez que emergen, estas relaciones internacionales de producción adquieren una cierta independencia y ejercen una gran influencia, como una ley objetiva, independiente de la voluntad del hombre, en el desarrollo interno de los países que entran en su órbita. En el mundo capitalista esto intensifica el desarrollo desigual de los diferentes Estados: algunos países superan a otros, dando lugar a países dominantes y a países subordinados, y estos últimos se convierten, de una manera u otra, en dependientes de los primeros. Este proceso esencialmente explotador y coactivo produjo la división internacional del trabajo, bajo la cual el mundo se ha dividido en países industrialmente avanzados y países industrialmente atrasados ​​y débiles, perpetuando el atraso de estos últimos. Un Estado socialista no puede ser socio en este proceso coactivo y explotador de las relaciones del comercio internacional. 

Consciente de este proceso, la Unión Soviética participó de una forma muy limitada, pero sin integrarse en el mercado mundial dominado por el imperialismo, en la esfera de la competencia a través de las importaciones y exportaciones de bienes y capitales. Por eso, la política económica de la Unión Soviética fue independiente, pero no autárquica. Un Estado que participe en el proceso explotador y coactivo del capitalismo y de la economía mundial y que tenga como consigna obtener ganancias de la competencia en el mercado capitalista, no puede ser un Estado socialista. 

Permítanme citar una declaración de política de la Unión Soviética, publicada en 1938, sobre los objetivos de las exportaciones e importaciones. Decía:
 
«...Las importaciones de la URSS son planificadas de modo que contribuyan a la rápida liberación del país de las importaciones».

«...En la ejecución del plan de industrialización socialista es necesario importar en su mayoría equipamiento terminado y  las más modernas máquinas para la construcción de “gigantes” para la organización de nuestra propia producción de esas mismas máquinas, para garantizar nuestra independencia económica y técnica de las naciones capitalistas». 
 
«El objetivo principal de las exportaciones soviéticas es obtener reservas de divisas para el país. La URSS sólo exporta sus productos para pagar los productos importados en cantidades relativamente pequeñas, necesarios para acelerar la ejecución del plan de la economía nacional; por lo tanto, la dinámica del volumen de las exportaciones está definida por el plan que es elaborado teniendo en cuenta el volumen previsto de importaciones». (D.D. Mishustin, ed., Vneshniaia Torgovlia Sovietskogo SSSR, Moscú, 1938, p. 9). 
 
De la política antes mencionada se deriva lógicamente que la URSS, durante todo el período del socialismo marxista y hasta la muerte de Stalin, pugnó por el equilibrio comercial, con exportaciones e importaciones en volúmenes bastante limitados. Este comercio tuvo muy poco carácter comercial, ya que la URSS no explotó el comercio exterior con el fin de obtener “ganancias”. En consecuencia, la cuestión de la importación o exportación de capitales no se planteó en la economía soviética.
 
Esta fue la política económica soviética en relación con la economía mundial durante el período del socialismo en un solo país. De aquí se puede fácilmente determinar que la superioridad de la economía socialista no fue una superioridad en la competencia comercial en el mercado mundial. Fue una superioridad moral, económica y política del sistema económico socialista sobre el sistema económico capitalista en la cuestión de la explotación del hombre por el hombre. 

2. El socialismo en varios países 

La instauración de la democracia popular en varios países requirió la cooperación mutua en el plano económico para que el campo socialista se fortaleciera en su conjunto. Por supuesto, esto no significó ningún cambio en la política económica independiente de la Unión Soviética – la política de no integración en el proceso explotador y coactivo de la economía mundial dominada por el imperialismo. 

En enero de 1949 se celebró una conferencia para definir la política económica soviética hacia los países de democracia popular de Europa del Este, en la participaron delegados de estos países y la Unión Soviética, que decidieron constituir el Consejo de Asistencia Mutua Económica (CAME). 

En esta conferencia se constató que los países miembros del CAME tenían grandes diferencias en cuanto a su nivel de industrialización. En cierto sentido, pero sólo en un sentido, las relaciones económicas entre las repúblicas nacionales de la URSS servían como modelo. Los territorios periféricos y las colonias de la Rusia zarista, que antes de la revolución eran atrasadas en comparación con las regiones centrales, se convirtieron bajo el socialismo en poderosas repúblicas industriales-agrícolas. Fue la política socialista en contenido y nacional en su forma la que constituyó la garantía para superar los atrasos, aumentar las tasas de crecimiento económico y alcanzar los más altos niveles de desarrollo, con un enorme crecimiento de las fuerzas productivas. Sólo tal política podía inspirar confianza y seguridad para una cooperación consciente y voluntaria, basada en la igualdad.
 
Por lo tanto, las principales tareas de los países del CAME estaban orientadas a la eliminación de las clamorosas desigualdades entre los países del campo socialista. 
 
Los principales resultados del CAME durante el período 1949-1953 fueron los siguientes:

1) La suscripción de acuerdos comerciales bilaterales a largo plazo, aprobados en la segunda reunión del CAME, en agosto de 1949.

2) El suministro sin costo de documentos de carácter técnico y el intercambio de personal científico-técnico entre los países miembros, que permitió el intercambio de experiencias en beneficio mutuo y la asistencia a los más atrasados en su industrialización y desarrollo económico.

3) El comercio y los intercambios económicos entre los países miembros se realizaron no sobre la base de los precios mundiales sino sobre la base de un costo estimado, calculado después de profundos análisis.
 
4) Los países miembros del CAME se negaron a participar en el «Plan Marshall» y decidieron no integrarse en el proceso explotador y coactivo del mercado mundial dominado por el imperialismo.
 
Como resultado de esta política, el volumen de la producción industrial en 1954, comparado con 1938 (antes de la guerra), aumentó en las proporciones siguientes: Polonia, 4,6 veces; Checoslovaquia, 2,3 veces; Rumania, 4,7 veces; RDA, alrededor de dos veces (en comparación con 1939); Bulgaria, 4,9 veces; y Hungría, 3,5 veces (en comparación con 1939).
 
Debido al bloqueo y a la ausencia de cooperación de la economía mundial, el surgimiento de un mercado socialista mundial paralelo se convirtió, en consecuencia, en un hecho. No estamos seguros de lo que hubiera pasado de haber continuado Stalin vivo. Stalin murió en marzo de 1953.
 
Como hemos visto, la superioridad de la economía socialista no fue superioridad en términos de competencia comercial en el mercado mundial, fue una superioridad moral, económica y política del sistema económico socialista sobre el sistema económico capitalista. Incluso en la década de 1930, cuando el mundo capitalista se hundía en una profunda crisis, la Unión Soviética siguió adelante con su plan quinquenal, sin sufrir ninguna crisis y habiendo resuelto para entonces el problema del ejército de reserva de desempleados. Que la política económica soviética demostró su superioridad sobre la economía capitalista, en la década de 1930, fue confirmado por varios ejemplos:
 
Se sabe por qué y cómo Keynes se apresuró en enmendar y corregir la teoría económica burguesa del equilibrio automático entre la oferta y la demanda, que Marx había criticado en «El capital» hace mucho tiempo. Keynes tuvo que admitir que era necesaria la intervención del Estado en la gestión de la economía. Se sabe cómo y por qué la teoría de la «economía mixta» de la burguesía se puso en el orden del día. Se sabe que la enorme influencia del éxito de los planes quinquenales de la Unión Soviética hizo que el sólido campo de los economistas burgueses se desintegrara y se dividiera en varias escuelas, a saber, la keynesiana, la robinsoniana y la de Sweezy-Baran, etc., que surgieron con algunos matices de la economía marxista.
 
Lenin dijo:
 
«La productividad del trabajo es, en última instancia, lo más importante, lo decisivo para el triunfo del nuevo sistema social. ...El comunismo representa una productividad del trabajo más alta que la del capitalismo, una productividad obtenida voluntariamente por obreros conscientes y unidos que tienen a su servicio una técnica moderna.» (V.I. Lenin, «Una gran iniciativa (El heroísmo de los obreros en la retaguardia. Los “sábados comunistas”)», julio de 1919).
 
Incluso los economistas burgueses no pueden negar la relativamente alta tasa de crecimiento de la productividad del trabajo en la Unión Soviética durante el período de Stalin y el socialismo marxista. Entre 1930 y 1940, la tasa de crecimiento promedio del producto industrial bruto de la Unión Soviética  fue de 16%; mientras que durante el período de industrialización de los Estados Unidos, entre 1870 y 1890, la tasa media anual de crecimiento del sector manufacturero sólo fue de 7%.
 
La tasa de crecimiento de la productividad del trabajo también fue superior en la URSS. En EE.UU., la productividad del trabajo fue, en 1949, 113% más alta que la registrada en 1939; mientras que en la URSS, en 1950, fue 137% más alta que la registrada en 1940, y, en 1953, fue 144% más alta en comparación con 1950.
 
¿Entonces, qué? El socialismo marxista y Stalin no pueden ser culpados por el colapso. El socialismo marxista y Stalin dejaron a la Unión Soviética, junto con las democracias populares, como una gran potencia mundial que salió victoriosa de la lucha contra el fascismo. En la época de Stalin se realizaron la industrialización del país y la colectivización de la agricultura, y se estableció una verdadera familia multinacional de los pueblos soviéticos. El socialismo marxista y Stalin despertaron a la Unión Soviética, la sacaron del hambre y la pobreza, y la convirtieron en un país avanzado en todas los sentidos, y, de este modo, despertaron al mundo. Los pueblos del mundo, junto con los pueblos soviéticos, tienen un recuerdo vivo e indeleble de aquella época, cuando no había desempleo ni inflación, ni crisis ni desigualdad social.
 
Por eso, la patraña del colapso del socialismo es una mentira goebbelsiana proveniente de sectores interesados ​​que se esfuerzan por reescribir la historia, borrando completamente de sus páginas el período del socialismo de mercado en la Unión Soviética y en Europa del Este.
 
Pasemos a la política económica del socialismo de mercado y su colapso. 

3. La política económica del socialismo de mercado 

¿Qué es el socialismo de mercado y cuáles son sus diferencias y similitudes con el socialismo marxista? Desde el punto de vista ideo-político y económico, la teoría del socialismo de mercado con sus diversas variantes, desde la época de Proudhon y Dühring, es una abierta negación de la dictadura del proletariado y de su papel en la gestión de la economía, es una negación de la propiedad socialista sobre los medios de producción y de la planificación de la economía socialista.
 
En el «socialismo» de ellos, los elementos de la propiedad privada, del libre mercado y de la competencia en el intercambio y el comercio, por un lado, coexisten con elementos de la propiedad social y la planificación, por el otro. El «socialismo» de ellos es una sociedad y economía híbridas, que están reguladas y operan a través de la participación –condicionándose y complementándose mutuamente– tanto de elementos de distribución espontánea de los recursos de mano de obra y materiales como de elementos de regulación estatal del proceso reproductivo, tanto del funcionamiento espontáneo de los mecanismos de mercado como de la planificación estatal directa.
 
Estas son las similitudes y diferencias. Es una mezcla de elementos del capitalismo con elementos del socialismo.
 
El concepto de socialismo de mercado, en su forma más acabada, fue elaborado y aplicado con las llamadas reformas realizadas en los países donde los revisionistas modernos llegaron al poder. Este concepto está en la base de todo el proceso regresivo de restauración completa del capitalismo y de la integración económica en el sistema de economía capitalista mundial que tuvo lugar en la Unión Soviética inmediatamente después de la muerte de Stalin.
 
La usurpación de la dictadura del proletariado por los socialistas de mercado puede parecer «repentina» para algunos, sin embargo, fue una lucha larga y dura en el interior del PCUS. En los 30 años que separan la muerte de Lenin de la muerte de Stalin, el revisionismo en el PCUS pasó por tres fases definidas de desarrollo: el trotskismo, a mediados de los años 20 [del siglo XX]; el bujarinismo, a finales de los años 20; y el desarrollo que finalmente tomó la forma de jruschovismo. En vida de Stalin, el representante eminente de esta última tendencia fue N. Voznesensky.
 
En la lucha contra el trotskismo, la cuestión del socialismo de mercado no fue central. Trotsky, sin embargo, perteneció a las filas de los socialistas de mercado. Se unió a ellos con su folleto «La economía soviética en peligro» (1933), donde afirma categóricamente que «la contabilidad económica es impensable sin relaciones de mercado».
 
El socialismo de mercado fue una de las cuestiones en la lucha contra Bujarin. Bujarin y su grupo estaban por el libre desarrollo de los elementos capitalistas, tanto en la ciudad como en el campo, por el libre mercado como regulador de la economía y en contra de la industrialización socialista y la colectivización.
 
En 1948, N. Voznesensky, Presidente de la Comisión de Planificación del Estado [Gosplan] y miembro del Buró Político del Comité Central del PCUS publicó «La economía de guerra de la URSS», donde afirmó: 

«La mercancía en la sociedad socialista está libre del conflicto entre el valor y el valor de uso, tan característico de la sociedad mercantil capitalista, donde es generado por la propiedad privada de los medios de producción». (N. Voznesensky, «La economía de guerra de la URSS durante la Gran Guerra Patria»)

«En la economía soviética, la ley del valor ha sido transformada» (ibíd.), etc. Él estaba a favor de aumentar el papel de la ley del valor en la economía soviética, cuando la cuestión que estaba a la orden del día era la restricción progresiva de la esfera de influencia y del papel de la ley del valor.
 
 Voznesensky puso en marcha una «reforma económica» en la región de Leningrado, encaminada a integrar crecientemente la producción industrial en el mercado.
 
En julio de 1950, los socialistas de mercado sufrieron un revés cuando Voznesensky fue arrestado y ejecutado. Pero en 1953, tras la muerte de Stalin, los socialistas de mercado volvieron a levantar sus cabezas y lograron consolidar sus posiciones.
 
Esta es una historia de la usurpación del socialismo marxista y de la dictadura del proletariado. Marx señaló en su «El capital» que la mercancía es la célula económica básica de la sociedad burguesa. Y cuando los revisionistas jruschovistas tomaron el camino hacia esa sociedad y a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, tuvieron que elaborar una «teoría» de la categoría mercancía que les permitiera librarse de todas las restricciones que podían impedir el funcionamiento libre y amplio del mercado en la economía soviética. En primer lugar, tuvieron que rechazar la tesis marxista-leninista sobre el carácter restringido de la producción mercantil en el socialismo y extender la producción mercantil a todos los productos del trabajo. De esta forma, incorporaron los medios de producción y toda la circulación económica del país en la categoría de mercancía. E hicieron esto para lograr su objetivo, porque, como Marx escribió: «La forma de mercancía que adopta el producto del trabajo o la forma de valor que reviste la mercancía es la célula económica de la sociedad burguesa.» (C. Marx, «El Capital», Prólogo a la primera edición, tomo 1)
 
La aceptación de esta «conclusión» -que la producción mercantil en el socialismo se extiende tanto a la esfera de la producción de bienes de consumo como a la esfera de la producción de medios de producción– conduciría finalmente, como en efecto lo hizo, a la aceptación de otra conclusión: que la ley del valor opera directamente también en la esfera de la producción. La ley del valor está destinada a actuar sin limitaciones cuando existe una producción mercantil sin restricciones.
 
La aceptación de la tesis del funcionamiento irrestricto, al margen de todo control, de la ley del valor conduce inevitablemente, como en efecto lo hizo, a la aceptación de la otra tesis sobre el papel de la ley del valor como regulador de la producción socialista. El funcionamiento irrestricto de la ley del valor en el socialismo conduce, de esta manera, como en efecto lo hizo, a la restricción de la esfera de acción de la ley de la economía planificada y armónicamente desarrollada.
 
Como resultado de lo anterior, en lugar de producción destinada a satisfacer las crecientes necesidades del pueblo trabajador, la producción en los países de socialismo de mercado tenía que como único objetivo la obtención de ganancias, al igual que los países capitalistas.
 
¿Cuál es la diferencia fundamental entre la economía planificada del socialismo marxista y el socialismo de mercado?
 
La producción industrial se lleva a cabo en un complejo de fábricas. Si la producción de varias fábricas se determinada por un plan nacional de producción, y, si la producción de todo el complejo de fábricas es directamente asignada a los diferentes demandantes, entonces el proceso de producción, aunque físicamente dividido en varias fábricas, no es, desde el punto de vista social, privado. Sin embargo, si las diferentes fábricas deciden ellas mismas qué producir, y si el producto total de todas las fábricas se distribuye entre los diversos demandantes (entre las distintas fábricas y consumidores individuales) a través del mercado, entonces, desde el punto de vista social, el proceso de producción está fragmentado en productores privados. El carácter privado de la producción no depende, en última instancia, de una escritura que confiere formalmente la propiedad de cada fábrica a algún individuo.
 
Si consideramos el punto de vista expuesto, ¿Qué tipo relación existía entre fábrica y fábrica después de la Nueva Reforma Económica realizada en la Unión Soviética por los socialistas de mercado?  ¿Era privada o socializada? Veamos a continuación.
 
«Todo lo que ellos producen lo venden a otras empresas o a la población. El dinero así recibido no sólo cubre los costos de producción sino también les garantiza un cierto margen de ganancia. La ganancia está destinada a financiar las necesidades de la empresa y una parte va al presupuesto del Estado». (V. Dayachenko: «Econometry, the Market and Planning», Novosti Press Agency Publishing House, Moscú, 1971)
 
Esta cita, además de exponer el carácter privado de la fábrica, revela también que la ganancia es obtenida por la propia empresa y se destina a las necesidades de la empresa particular. De esta forma, la ganancia de la empresa no representa ni puede representar la asignación de una parte del ingreso social total de todo el trabajo socialmente necesario. Por lo tanto, no es el ingreso social de una sociedad socialista, sino el de una empresa determinada, de forma similar a la ganancia capitalista.
 
«Con el nuevo sistema de gestión y planificación económicas, cada empresa negocia con sus socios comerciales, las cantidades y las condiciones de entrega de los productos, su fabricación y su consumo.» (Ibíd., p. 87)
 
Esto significa que el proceso de producción es privado.
 
Aquí radica la diferencia entre el socialismo marxista y el socialismo de mercado. Y no debemos presentar los problemas del socialismo de mercado como problemas del socialismo marxista.
 
Esto en cuanto a la economía interna del socialismo de mercado de la Unión Soviética se refiere. Pasemos ahora a sus relaciones internacionales.
 
Stalin murió en 1953. En 1954, la Unión Soviética puso énfasis en el sector del comercio exterior. El Manual de Economía Política oficial, publicado en 1954, declaró:
 
«El comercio exterior en el socialismo se utiliza para una mayor satisfacción de las crecientes necesidades de la sociedad. Sirve como un fuente adicional de recursos para el desarrollo de la producción y la mejora del abastecimiento de la población con bienes de consumo.»
 
Este es un claro rechazo de la política del socialismo marxista seguido por Stalin, y lleva a la integración de la economía soviética en el proceso explotador y coactivo de la economía mundial.
 
N.N. Inozemtsev, director del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de la URSS, en su artículo titulado «El socialismo y la cooperación internacional», concluyó que la URSS ganaría «con el desarrollo de las relaciones económicas exteriores, en general, y con los países capitalistas, en particular» (Pravda, Moscú, 16 de mayo 1973)
 
La Unión Soviética concluyó tratados de comercio y cooperación económica con los EE.UU. en octubre de 1972, y con la República Federal de Alemania en mayo de 1973. Todo esto significa el libre ingreso del capital imperialista en la Unión Soviética, aquello contra lo que los bravos y valientes trabajadores de la Unión Soviética lucharon con uñas y dientes.
 
Se ha preguntado, alguna vez, por qué tanta insistencia en las relaciones económicas externas de un país socialista que tuvo un desarrollo glorioso e histórico sobre la base de recursos nacionales, innovación interna, mercado interior, y que se negó a utilizar la ayuda del Plan Marshall, incluso después de la enorme devastación sufrida durante la Segunda Guerra Mundial?
 
Esto sucedió porque la Unión Soviética ya no era un país socialista, porque se había convertido en un país de socialismo de mercado.
 
Pasamos ahora a las relaciones económicas de la URSS con los países del CAME y de los países en desarrollo.
 
«La división socialista internacional del trabajo no implica de ninguna manera la autarquía de parte el campo socialista… Cuanto más desarrollada sea la división socialista del trabajo, mayores serán las oportunidades para el intercambio entre los dos sistemas.»
 
«El hecho de que los precios mundiales se utilicen como la primera base para la formación de los precios en el mercado socialista indica que los mercados socialista y capitalista son parte de un mercado mundial único.» (World Marxist Review, “The International Division of Labour”, diciembre de 1958).
 
Los marxistas siempre han sostenido que el socialismo aboliría esa maldita división del trabajo. Marx dijo:
 
«Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones… se da, al mismo tiempo, la división y, concretamente, la distribución desigual, tanto cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la propiedad... la división del trabajo implica la posibilidad, más aún, la realidad, de que la actividad intelectual y la material –disfrute y trabajo, producción y consumo– recaiga en diferentes individuos, y que la única posibilidad de no entren en contradicción radica en la negación a su vez de la división del trabajo.» (C. Marx – F. Engels, «La ideología alemana». Cap. 1 Feuerbach. Contraposición entre la concepción materialista y la idealista)
 
Marx dijo que para poner fin a las contradicciones inherentes a la división del trabajo era necesario negar la división del trabajo, los socialistas de mercado dicen: «cuanto más se desarrolla la división socialista del trabajo, mayores serán las oportunidades para el intercambio entre los dos sistemas». Y no sólo eso. Esa «teoría» del socialismo de mercado también dice que la «división socialista internacional del trabajo» «libera a la división del trabajo de su forma antagónica». (World Marxist Review, Ibíd.)
 
Esta es la diferencia entre el socialismo marxista y el socialismo de mercado.
 
¿Y cuáles son los precios mundiales «utilizados como la primera base para la formación de los precios» en el mercado socialista?
 
De acuerdo con la economía marxista, el patrón de los precios mundiales pone sólo a los países desarrollados en condiciones de explotar a los países menos desarrollados. El conjunto de los relaciones de intercambio entre un país desarrollado, que comercia bienes manufacturados, y un país atrasado, que comercia productos primarios, ha sido organizado por los imperialistas de tal manera que trabaja sistemáticamente en perjuicio del país atrasado y en provecho del país desarrollado. La diferencia en los niveles de productividad entre los dos tipos de países –el menos productivo y menos calificado del lado del país atrasado, y el más productivo y más calificado del lado del país desarrollado– es un hecho. Como resultado de eso, se intercambia más trabajo del país atrasado por menos trabajo del país desarrollado. Esto es lo que se llama «intercambio desigual». Se trata de un intercambio desigual entre países desarrollados y países atrasados en el que la clase capitalista (y los socialistas de mercado) de los países desarrollados obtiene ganancias a costa del pueblo de los países atrasados, incluso cuando un país desarrollado vende más barato que otro país desarrollado. Esto es explotación capitalista pura y simple.
 
Marx llamó la atención sobre este intercambio desigual:
 
«Los capitales invertidos en el comercio exterior pueden arrojar una cuota más alta de ganancia, en primer lugar, porque aquí se compite con mercancías que otros países producen con menos facilidades, lo que permite al país más adelantado vender sus mercancías por encima de su valor, aunque más baratas que los países competidores.» (C. Marx, «El capital», tomo 3. Sección Tercera: Ley de tendencia decreciente de la cuota de ganancia. Cap. XIV Causas que contrarrestan la ley. 5. El comercio exterior)
 
Los socialistas de mercado de la Unión Soviética rechazan y repudian la política económica socialista marxista de  no integración en el proceso explorador y coactivo del mercado mundial, y siguiendo la división capitalista internacional del trabajo basada en los precios del mercado mundial imperialista como primera base para la formación de precios, obtienen ganancias a expensas de los países del CAME y de los países atrasados de Asia, África y América Latina, compitiendo de forma capitalista con competidores imperialistas.
 
Por lo tanto, la Unión Soviética ha perdido su carácter socialista.
 
Entonces, ¿quién es el culpable del colapso?
 
La culpa recae directamente en todos los dirigentes revisionistas que dirigieron la Unión Soviética durante los 40 años posteriores a la muerte de Stalin, la culpa es de la renuncia al socialismo y al marxismo-leninismo y de la restauración del capitalismo iniciado por Jruschov en el nefasto XX Congreso del PCUS.
 
No, no fue el socialismo lo que se derrumbó, lo que se derrumbó fue el socialismo de mercado.
 
 
Tomado de revolutionarydemocracy.org
 
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges.
 
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