jueves, 22 de agosto de 2013

El socialimperialismo soviético y el COMECOM: Explotación imperialista en Europa oriental


El concepto de “socialimperialismo” ha sido muy cuestionado por los revisionistas jruschovista-brezhnevistas y sus herederos, quienes difundieron la acusación de que los marxista-leninistas que lo emplearon para definir la nueva fase de la restauración capitalista en la URSS y el carácter de sus relaciones económicas internacionales y comerciales, fueron cómplices del imperialismo occidental en la tragedia que cayó sobre los pueblos del llamado “bloque soviético”. Inclusive hoy se puede ver, en algunos medios, esta misma idea, repetida a veces con honestidad, pero desde una nostalgia y simplicidad que no les permite saldar adecuadamente lo que implicó y causó el revisionismo en la segunda mitad del siglo XX.

La tesis marxista-leninista de la restauración del capitalismo en la URSS y en sus satélites en la década de 1960, y su posterior evolución hacia lo que denominamos “socialimperialismo”, no  es un proceso que haya sido expuesto y desarrollado de manera orgánica y profunda por quienes tuvieron el deber de hacerlo, el PCCh y el PTA. Sin embargo, las líneas generales para su desarrollo fueron correctamente establecidas, con amplitud, en múltiples artículos y ensayos que analizaban los orígenes, la naturaleza, la especificidad, etc. de la restauración del capitalismo en los países del bloque soviético y su captura de todos los aspectos de la vida social, económica, política y cultural en los antiguos países socialistas. Lo mismo se puede decir de la sustentación de la tesis del socialimperialismo soviético. Todavía hoy sigue pendiente la tarea de su estudio, análisis y fundamentación, profunda y amplia. Las bases para ello existen. Y la historia ha demostrado su validez. 

Cuando a inicios de la década se difundió la tesis del socialimperialismo soviético, ésta alertó y puso en guardia al movimiento comunista y a los pueblos del mundo sobre la actuación de un nuevo actor en la lucha por el reparto del mundo. Sin caer presa de la demagógica propaganda revisionista, comprendieron los duros tiempos que se avecinaban para el movimiento comunista internacional y la revolución proletaria mundial. De esta forma fueron preparadas para entender la verdadera naturaleza del “aliado natural”  de los pueblos y las nuevas condiciones de la lucha revolucionaria que ahora incluía entre sus blancos al socialimperialismo y a sus agentes en el movimiento obrero y popular. 

La tesis del socialimperialismo soviético tiene la virtud de ser la primera en definir una compleja situación, derivada de la traición restauradora en las propias filas del campo socialista y del movimiento comunista internacional. Su contenido, su explicación, sigue siendo esclarecedor y crucial para comprender, entre otras, algunas de las contradicciones que hicieron colapsar al régimen revisionista del bloque soviético; alimentadas también por las mismas relaciones entre la URSS revisionista y los países miembros del COMECON.  

Lejos de ser una causa de la debacle revisionista, como pretenden absurdamente algunos, el concepto de socialimperialismo es una herramienta para echar luz sobre los acontecimientos que determinaron el fin de la URSS revisionista y su campo “socialista”.  

A fin de contribuir al estudio de sus características, presentamos un breve artículo del sociólogo francés Pierre Colaunges, que –en sintonía con las análisis y denuncias realizadas por los comunistas chinos y albaneses a través de sus medios de expresión– nos brinda una panorámica de las relaciones económicas y comerciales entre la URSS y sus satélites, enmarcadas en su participación en el COMECON. Analizando documentos, estudios y datos de los propios economistas del revisionismo soviético y de los países de Europa Oriental, nos ilustra la forma y las causas del intercambio desigual en el comercio dentro del COMECON, y echa por tierra las teorías y conceptos inventados por los revisionistas, para justificar esta situación, en completa contradicción con las ideas del mismo Marx. Haciendo pasar por “socialistas” explicaciones originadas en la economía política clásica, buscaron justificar el saqueo mediante los desiguales términos de intercambio y la coacción político-militar.        

COMECON:
Explotación imperialista en Europa oriental
por Pierre Colaunges 
(1975)

El COMECON o CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) fue creado en 1949 como alternativa al Plan Marshall que gozaba de las simpatías de algunos políticos de los países aliados a la URSS (en especial Polonia y Checoslovaquia). Sin embargo, hasta fines de la década del cincuenta sólo desempeñó la función de marco de los intercambios; fue entonces cuando los revisionistas, con Jruschov a la cabeza, se propusieron convertirlo en un instrumento al servicio de su política neocolonialista, hecho que tuvo como consecuencia la separación de Albania y China. Esta última nación, en verdad, sólo había participado del COMECON a título de observadora y se había resistido siempre a integrarse plenamente a la organización. Asimismo Corea y Vietnam permanecieron fuera de la organización. A la inversa, Yugoeslavia, cuando se producía la separación, se reintegró en la práctica al COMECON, aunque bajo condiciones particulares. La Mongolia Exterior ingresó en 1962 y Cuba en 1972. 

Hoy participan en el COMECON: la URSS, los países de Europa del Este (Bulgaria, Hungría, Polonia, RDA, Rumania, Checoslovaquia y Yugoeslavia), Cuba y la Mongolia Exterior. 

El análisis de este organismo y el de las relaciones económicas que existen entre la URSS y los países por ella dominados, es útil desde varios puntos de vista. Por una parte porque, en su vano intento de disfrazar su naturaleza imperialista bajo un discurso socialista, los revisionistas falsifican las verdades más elementales o formulan tesis en absoluto contrarias a las enseñanzas fundamentales del marxismo-leninismo. Su cinismo e hipocresía son extremadamente reveladores de la degeneración socialimperialista del que fue el primer Estado de dictadura del proletariado. 

Por otra parte, el conocimiento de la realidad de las relaciones entre la URSS y los demás países del COMECON es capital para la comprensión del mundo contemporáneo, pues la exacerbación de las contradicciones que los oponen conducirá inevitablemente a conflictos decisivos en las relaciones internacionales. 

Teorías económicas sobre el COMECON 

El concepto esencial, inventado para justificar la naturaleza de las relaciones económicas entre la URSS y los países de Europa Oriental, es el de la “división internacional socialista del trabajo”. Mediante este concepto, creado sobre el de la división internacional del trabajo en el mundo occidental, los economistas se remiten implícita e incluso explícitamente a las teorías burguesas de la especialización del trabajo (la teoría del beneficio absoluto de Adam Smith, la teoría de los costos comparativos de Ricardo, y la teoría de los valores internacionales de Stuart Mill). 

Ya en 1955 el Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la URSS, en su segunda edición, justificaba así la especialización del trabajo: “Cada país puede concentrar sus esfuerzos y recursos en el desarrollo de ramas de la producción para las que posee condiciones económicas más favorables, junto con los cuadros técnicos y la experiencia indispensable”.[1] 

Se descubre de inmediato el economismo de esta formulación y los peligros que entraña. Contrariamente a lo que afirma el Manual de Economía Política, no basta postular que los Estados son iguales en derechos para que una división del trabajo se diferencie radicalmente de la que rige en el sistema mundial capitalista. Esta afirmación de igualdad jurídica que hoy pregonan los revisionistas no sirvió de consuelo seguramente al pueblo checoslovaco en 1968. 

La teoría de la división internacional socialista del trabajo constituye siempre el fundamento teórico de la cooperación económica en el seno del COMECON y reaparece en sus principales documentos, en particular en sus “Principios de base”, aprobados en la XVI sesión de la organización, el 6 de junio de 1962. Por entonces Jruschov reclamaba la integración total y la planificación única, llegando a afirmar que sólo debían subsistir las diferencias lingüísticas, postulado que se opone abiertamente al análisis de Lenin según el cual, “las diferencias nacionales y de Estado entre pueblos y países subsistirán por muy largo tiempo, incluso después del establecimiento de la dictadura del proletariado a escala mundial”. [2] 

Esta división internacional socialista del trabajo constituye al mismo tiempo la base teórica del “Programa complejo de profundización y perfeccionamiento de la cooperación y del desarrollo de la integración económica socialista de los países miembros del CAME” [3] adoptado en 1971. 

La aplicación de este pseudo concepto suscita problemas serios. En primer lugar, no todos los revisionistas acuerdan sobre la manera de entenderlo. El economista de Alemania oriental Gerhard Huber pretende fundar esta división del trabajo pura y simplemente sobre el estado actual de las diferencias de productividad. El economista húngaro Tibor Kiss invalida tal tesis que favorece a la RDA pero no a Hungría —se comprenden claramente sus razones— y afirma que la división del trabajo debe tener como base las “diferencias naturales”. [4] 

Ya en 1848 Marx polemizaba con los que sostenían tesis parecidas: “Se nos dice, por ejemplo, que el libre cambio engendraría una división del trabajo sobre el plano internacional, que asignaría a cada país una producción en consonancia con sus ventajas naturales. Tal vez piensen ustedes, señores, que la producción de café y de azúcar es el destino natural reservado a las Indias occidentales. Pero he aquí que dos siglos antes, la naturaleza, que no se preocupa para nada del comercio, no había hecho brotar allí ni un cafeto ni una caña de azúcar. Y tal vez no pase ni medio siglo antes de que el café y el azúcar desaparezcan de aquellas tierras, pues las Indias orientales, con su producción más barata, se han encargado ya de combatir victoriosamente este pretendido destino de las Indias occidentales”. [5 

En efecto, las consecuencias de esta división del trabajo pueden ser de dos órdenes. A corto plazo la especialización puede implicar la explotación de un país mediante el intercambio desigual, ya que nada prueba que un intercambio sea medido en función de los precios mundiales, lo que critica, por ejemplo, Tarnovski. [6] Pero sobre todo, y aquí reside el peligro principal de esta teoría, a más largo plazo, esta especialización conduce infaliblemente a un desarrollo unilateral de la economía de cada país, que cae en una completa dependencia respecto del socialimperialismo.

El intercambio desigual 

“Una bicicleta soviética se cambia por cuatro caballos mongoles, y una ovejita de juguete por una oveja viva”. [7] Por medio de esta fórmula impactante los camaradas chinos resumen a la vez el balance cuantitativo y la estructura cualitativa de los intercambios entre la URSS y la Mongolia Exterior. 

Llamar a esto intercambio desigual es insuficiente: la desigualdad no es sino la consecuencia del estado de las relaciones de producción en los países considerados. Y la desigualdad ilumina significativamente la naturaleza de estas relaciones de producción. 

El problema de los precios 

Los intercambios descansan sobre la ilusión del cálculo de precios “racionales” que sirven como referencia. En principio son los precios mundiales los que proporcionan esta referencia. Pero de hecho, los precios se apartan con frecuencia de ella, siempre ventajosamente para la URSS. La primera objeción de peso, es si son los precios mundiales los que deben determinar los términos de intercambio entre países que pretenden presentarse como socialistas. Como lo señalan algunos economistas húngaros, los precios del mercado mundial están determinados por las grandes firmas transnacionales en condiciones de monopolio, o por relaciones de fuerza político-militares, en cuyo caso la fijación de precios pierde la “base racional” a la que se remitían en tanto “precios de producción” internacionales. 

Pese a ello, el “Programa complejo” reafirma la posibilidad de “liberar los precios mundiales de la influencia perniciosa de los factores coyunturales del mercado capitalista”, como si sólo se pudiera tomar en cuenta las fluctuaciones coyunturales de los precios. Pretextando el aumento mundial, la URSS acaba de duplicar el precio del petróleo que vende a los países del Este. Podríamos preguntar a qué corresponde esta brusca degradación de los términos del intercambio y la inflación considerable que resulta de ello. 

No intentaremos aquí trazar un cuadro detallado de las relaciones de cada país con la URSS. Muchos economistas occidentales lo intentaron en vano, ya que los balances de intercambio no se publican en el seno del COMECON, pues todo lo que concierne al comercio exterior es considerado como secreto de Estado. La publicación alemana Neue Zürcher Zeitung, en 1968, estimaba que Checoslovaquia pagaba las mercancías que importaba de la URSS un 113% más y vendía sus productos un 35% menos que los precios de los mercados occidentales. [8]

Por su necesidad de conseguir divisas a fin de adquirir bienes de producción para la renovación de su aparato productivo obsoleto (en particular a causa de la militarización de su economía), la URSS vende algunos productos a precios mucho más bajos al mundo capitalista de lo que lo hace a los "países hermanos", hecho por lo menos paradójico. 

La estructura cualitativa de los intercambios

Los revisionistas soviéticos exponen desde hace tiempo el argumento de que la “división socialista internacional del trabajo” escapa radicalmente de los moldes capitalistas ya que la URSS proporciona esencialmente materias primas y recursos energéticos a sus aliados, e importa productos manufacturados. Algunos economistas soviéticos absolutamente desvergonzados llegaron incluso a afirmar la explotación de la URSS por los países de Europa Oriental. Tal presentación demagógica de los hechos es por lo menos falaz. Por un lado, a causa de los precios que rigen en los intercambios. En segundo lugar, porque ciertos países del COMECON proporcionan a la URSS la casi totalidad de sus recursos o materias primas, en detrimento a menudo de sus necesidades inmediatas, y en todos los casos, del desarrollo de su economía. Se produce así un racionamiento de la carne en Mongolia, región ganadera tradicionalmente rica, para exportar grandes cantidades de este producto a la URSS. Mongolia debió importar conservas. También Bulgaria, famosa desde la antigüedad por sus legumbres y verduras, se vio obligada a importarlas. [9] 

Por otro lado, algunos países como Rumania en el caso del petróleo, o Polonia, por el carbón, debieron resistirse a la función de proveedores de materias primas que se les había asignado en el marco de la “división internacional socialista del trabajo”. [10] Hungría, que posee el segundo yacimiento de bauxita de Europa, exporta a la URSS la casi totalidad de su producción de aluminita (en 1970, 415,000 sobre 441,000 toneladas) y por ello se ve impedida de desarrollar su propia industria del aluminio. [11] La fluorita de Mongolia es íntegramente exportada a la URSS (96,300 toneladas en 1970). Checoslovaquia debe entregar a la URSS el 90% de su producción de uranio, que es de singular importancia si se piensa que en 1967 alcanzaba las 10,000 toneladas de óxido de uranio, cifra comparable a la de Estados Unidos en 1964 (11,847 toneladas). [12] Polonia entrega a la URSS zinc, barita, plomo y hulla. 

Estos pocos ejemplos demuestran que la imagen que los soviéticos pretenden forjar de su intervención en el COMECON está muy alejada de la realidad. Es necesario señalar además que las materias energéticas exportadas por la URSS son productos de alta composición orgánica del capital (esto es, que necesitan procesamientos muy perfeccionados, sobre todo en el caso de los que provienen de Siberia). 

La composición orgánica de los intercambios 

Marx describió repetidas veces el mecanismo de enriquecimiento de una “nación que importa mucho más tiempo de trabajo que el que exporta”. “Dos naciones pueden realizar entre sí intercambios de acuerdo con la ley del beneficio de modo tal que las dos ganen, aunque una de ellas explote y robe constantemente a la otra”. [13]  Esto prueba, entre paréntesis, que los revisionistas de todo pelaje, deberían releer a Marx antes de pretender demostrar que los intercambios mutuamente beneficiosos prueban por sí mismos la naturaleza socialista de sus relaciones. 

“El país menos favorecido por el intercambio proporciona más trabajo material in natura que el que recibe, aunque obtenga una mercancía en mejores condiciones de las que podría producirla él mismo”. [14]

“Aun considerando la teoría de Ricardo... tres jornadas de trabajo pueden intercambiarse por una sola jornada… En este caso, el país rico explota al país pobre, incluso en el caso de que este último gane en el intercambio”. [15] 

Esta desigualdad de las cantidades de trabajo resulta de dos fenómenos diferentes: que el valor de la fuerza de trabajo de ambos países sea diferente o que la productividad del trabajo sea superior en el país cuya técnica está más desarrollada: “Si la producción capitalista está más desarrollada en un país, la intensidad media y la productividad del trabajo (nacional) superarán el nivel internacional. Las diferentes cantidades de mercancías de la misma especie que se producen en los diferentes países en el mismo tiempo de trabajo poseen entonces valores internacionales diferentes”. [16] 

Aunque es difícil medir las diferencias de salarios de un país a otro está claro que la composición orgánica de los intercambios favorece a la URSS. Tibor Kiss, que estudió largamente el problema de la estructura del comercio exterior húngaro, estima, junto con algunos economistas soviéticos, que la composición orgánica de los bienes exportados por la URSS a Hungría es tres veces más alta que los bienes importados por la URSS desde Hungría, si estos hubieran sido producidos en la URSS. [17] 


Y Tibor Kiss se ve obligado a justificar esta desigualdad por el peso que ejerce la industria para la defensa en la economía de las naciones “socialistas”, que en este aspecto deben estar en condiciones “competitivas” respecto de los países capitalistas más desarrollados. Es interesante que Tibor Kiss se vea constreñido a pasar al plano político para justificar la naturaleza de las relaciones económicas entre la URSS y Hungría. Pero este argumento político es difícilmente defendible cuando se analiza la naturaleza del Pacto de Varsovia, la competitividad del armamento soviético y la militarización de toda la economía soviética. [18] De hecho, el arsenal existente y la ininterrumpida carrera armamentista son mucho más agresivos que defensivos, contrariamente a lo que pretende afirmar Tibor Kiss. 

Tibor Kiss sostiene que esta especialización ha permitido a Hungría realizar economías que alcanzaron tres billones de florines en 1964 y siete billones en 1970. Pero estas “economías” a corto plazo conducen de hecho a hipotecar el futuro de la nación. Es evidente que esta composición desigual del intercambio con la URSS es similar en los otros países, en especial en Rumania y Mongolia Exterior. 

Notas 

[1] Esta frase del Manual fue profundamente criticada por Mao Tsetung, por lo que se conoce de los Textos inéditos, recientemente publicados por Du Seuil… Mao critica esta teoría aun en el caso en que se aplique a las diferentes regiones de un mismo país y le opone el principio de “contar sobre las propias fuerzas”.

[2] Lenin, citado por Stalin (Pékin Information 29/74).

[3] Véase: Problémes politiques et sociaux, N° 29 y 105.

[4] Tibor Kiss, International División of Labour in Open Economics, Budapest, Akademiai Kiado.

[5] Karl Marx, Discurso sobre el problema del librecambio, pronunciado en Bruselas el 7 de enero de 1848.

[6] Tarnovski, Voprossy Economiki, N° 1, 1972, Moscú; en Recherches internationales, N° 80.

[7] Pékin Information, N° 7, 1969: “EL COMECON, instrumento de la política neocolonialista del revisionismo moderno”.

[8] Véase Problémes Economiques, N° 1100, 30 de enero de 1969. La revista búlgara Relations Internationales (N° 4, 1974) protesta porque los precios de los contratos comerciales entre los países del COMECON en 1971 no se correspondían ni siquiera a los del mercado mundial (los precios de los productos agrícolas, que Rumania exporta a la URSS, son inferiores en un 19% a los precios mundiales).

[9] Casi la mitad de las verduras frescas, frutas y cigarrillos de Bulgaria, y el 78% de sus conservas de alimentos, son exportados a la URSS.

[10] Véase Marie Lavigne, Les économies socialistes soviétiques et européennes, París, Armand Colin, 1970.

[11] Véase Le Courrier des Pays de l'Est, N° 148, enero de 1972. Véase también: “Le développement du capitalisme en Hongrie”, Communisme, N° 4-5: “el 90% de la producción de los arsenales navales y de grúas, más de los 2/5 de la producción de medios de telecomunicación y la mitad de la producción de la industria de construcción de aparatos de precisión y de máquinas para la industria alimentaria son enviados a la URSS”.

[12] Revista checa Svoboda, del 21 de abril de 1968, citada en Problémes Economiques, N° 1100.

[13] Elementos fundamentales para la crítica de la economía política, tomo I.

[14] Teorías sobre la plusvalía.

[15] Ibíd.

[16] El Capital, tomo II, Libro I.

[17] Tibor Kiss, ob. cit.

[18] Véase Communisme, N° 15.


Fuente : Revista Los Libros, nº 42, julio-agosto de 1975, Argentina.

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