miércoles, 31 de julio de 2013

La dictadura del proletariado y la lucha de clases durante el periodo de transición


 
DEFENDER LA DICTADURA DEL PROLETARIADO Y LA LUCHA DE CLASES DURANTE EL PERIODO DE TRANSICIÓN
Cheng Yen-shih
(1965)
 

El criterio principal para
distinguir a los marxistas de los oportunistas 

La gran Revolución de Octubre logró establecer el primer Estado de la dictadura del proletariado en el mundo, y provocó una ola revolucionaria en diversos países. En muchos de ellos la revolución proletaria se puso a la orden del día. Lenin declaró que la dictadura del proletariado, la esencia de la revolución proletaria, se había convertido en el problema fundamental de toda la lucha de clases librada por el proletariado. La actitud hacia la dictadura del proletariado se había convertido en el criterio principal para distinguir a los marxistas de los oportunistas. 

Los oportunistas de la II Internacional compitieron entre ellos en su ataque a los bolcheviques y al Estado soviético. El “instruido” Kautsky, versado en el arte de la sofistería, escribió un folleto titulado La dictadura del proletariado en el que hizo todo lo que pudo para distorsionar las enseñanzas de Marx sobre el Estado y la dictadura del proletariado, convirtiéndolas en teorías vulgares y liberales aceptables para la burguesía. Al definir la “dictadura del proletariado”, hizo todo lo posible por ocultar su función básica, es decir, la violencia revolucionaria. Vociferó sobre la posibilidad de alcanzar la dictadura del proletariado en una “democracia en general” o en una “democracia pura” a través de elecciones “democráticas” y “pacíficas”. Culpó a los bolcheviques por usar la violencia y acusó a la dictadura del proletariado en Rusia de “no tener ni la más mínima razón” para “usurpar la democracia”, para “suprimir la democracia”. En el fondo, todos estos disparates de Kautsky significaban el uso de la democracia burguesa, es decir, la dictadura burguesa, contra la dictadura del proletariado. En varias obras Lenin refutó íntegra y categóricamente los puntos de vista erróneos de Kautsky y otros oportunistas de la II Internacional, en relación con el problema del Estado y de la dictadura del proletariado, y expuso claramente sus características peligrosas y repulsivas. Estas obras son las siguientes: La revolución proletaria y el renegado Kautsky, “Democracia” y dictadura, Tesis e informe sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado, presentado en el Primer Congreso de la Internacional Comunista, Acerca del Estado, Sobre la dictadura del proletariado, Economía y política en la época de la dictadura del proletariado, Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado, y Contribución a la historia del problema de la dictadura. Al igual que su anterior trabajo El Estado y la revolución, estas obras representan un importante desarrollo de las enseñanzas de Marx sobre el Estado y la dictadura del proletariado, constituyen una valiosa contribución al tesoro teórico del proletariado mundial.

Kautsky distorsiona el concepto de dictadura del proletariado,
al desechar el uso de la violencia revolucionaria 

Kautsky declaró de forma absurda que la “dictadura del proletariado” no era más que una “palabreja” que Marx utilizó una vez en una de sus cartas. Lenin denunció enérgicamente a Kautsky por su ridícula distorsión de la verdad. Citó el siguiente pasaje de la Crítica del Programa de Gotha de Marx:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.” (Marx, Crítica del Programa de Gotha, Marx y Engels, Obras escogidas, Moscú, vol. II, pp. 32-33.) 

Lenin señaló que esta famosa declaración de Marx resume toda su teoría revolucionaria. La teoría de la dictadura del proletariado es la quintaesencia del marxismo. 

Lenin dijo que la dictadura revolucionaria del proletariado es un poder político conquistado y mantenido mediante el uso de la violencia por parte del proletariado contra la burguesía. La dictadura del proletariado significa la destrucción de la democracia burguesa y el establecimiento de la democracia proletaria. La revolución proletaria es imposible sin la destrucción violenta de la máquina del Estado burgués y su sustitución por una nueva. Esta nueva máquina es, por tanto, el Estado bajo la dictadura del proletariado. 

Kautsky ocultó o ignoró el contenido de clase de la democracia burguesa. Descaradamente insistió en la “democracia pura” y la “democracia en general”. Aplicó a la época del imperialismo del siglo XX la hipótesis que Marx enunció en la década de 1870, que Inglaterra y Estados Unidos podrían transformarse en socialistas a través de una transición pacífica. Habló gratuitamente de una transición pacífica, es decir, “por medios democráticos”. Declaró falsamente que la Comuna de París fue establecida a través del voto de todo el pueblo, es decir, “democráticamente”. Kautsky y otros revisionistas “enseñaban” al pueblo que el proletariado debía, primero, conquistar la mayoría mediante el sufragio universal; luego, obtener el poder del Estado por votación mayoritaria; y, finalmente, organizar el socialismo sobre la base de una democracia “consistente” y “pura”. 

Lenin dio en el clavo al exponer la verdadera naturaleza de la democracia burguesa. Dijo que nunca habría democracia “pura” y que, en tanto existiesen las clases, sólo podría haber democracia de clase. Él declaró: 

“La democracia burguesa… sigue siendo siempre –y no puede menos de serlo bajo el capitalismo– estrecha, amputada, falsa, hipócrita, paraíso para los ricos y trampa y engaño para los explotados, para los pobres.” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Obras Escogidas, Londres, vol. 7, p. 130) 

A pesar de todas las expresiones bonitas que utiliza, tales como “libertad” e “igualdad”, la constitución burguesa es, en última instancia, una protección del sistema burgués de propiedad privada. Lenin dijo: 

“Y todo el que, entre vosotros, haya leído a Marx –creo que incluso el que haya leído, al menos, una sola exposición popular de la doctrina de Marx– sabrá  que Marx dedicó la mayor parte de su vida, la mayor parte de sus obras literarias y la mayor parte de sus investigaciones científicas precisamente a burlarse de la libertad, de la igualdad, del acato de la voluntad de la mayoría y de todos los Bentham que escribían palabras tan lindas sobre eso y a demostrar que, en el trasfondo de esas frases, no se ve nada más que los intereses de la libertad de los poseedores de mercancías, los intereses de la libertad del capital, que éste utiliza para oprimir a las masas trabajadoras.” (Discurso acerca de cómo se engaña al pueblo con las consignas de libertad e igualdad, en el I Congreso Nacional de Instrucción Extraescolar, Obras Completas, 4ª ed. rusa, Moscú, vol. 29, p. 323.)

También señaló:

“No hay ningún Estado, ni siquiera el más democrático, cuya Constitución no presente algún resquicio o salvedad que permita a la burguesía lanzar las tropas contra los obreros, declarar el estado de guerra, etc., ‘en caso de alteración del orden’ y, en realidad, en caso de que la clase explotada ‘altere’ su situación de esclava e intente hacer algo que no sea propio de esclavos…” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, op. cit., p. 131)

Dijo además:
 

“El parlamento burgués, aún el más democrático de la más democrática república, en la que se mantiene la propiedad de los capitalistas y el poder de éstos, es una máquina para el aplastamiento de millones de trabajadores por un puñado de explotadores.” (Carta a los obreros de Europa y América, Obras Completas, New York, vol. XXIII, p. 521.) 

El método de Kautsky para falsificar la historia de la Comuna de París fue torpe y ridículo. Lenin señaló que la flor de la burguesía, su Estado Mayor y sus capas superiores habían huido de París a Versalles y reunido todas sus fuerzas para oponerse a la Comuna de París. La lucha entre la Comuna y Versalles no era más que la lucha del gobierno de los trabajadores franceses contra el gobierno de la burguesía. ¿Podía llamarse a esto “sufragio universal” y “democracia pura”? Fue inútil que Kautsky tratara de defenderse recurriendo a la hipótesis de Marx de que Inglaterra y Estados Unidos podían llegar a ser socialistas a través de una transición pacífica. Lenin dijo que en la década de 1870 en Inglaterra y Estados Unidos no existían una camarilla militar ni burocracia y que cuando Marx elaboró esa hipótesis estaba tomando estos países como excepciones a la ley de la historia revolucionaria. Escribió:

“…el capitalismo premonopolista –cuyo apogeo corresponde precisamente al octavo decenio del siglo XIX–, en virtud de sus rasgos económicos esenciales, que en Inglaterra y en Norteamérica se manifestaban de un modo típico en particular, se distinguía por un apego relativamente mayor a la paz y a la libertad. En cambio, el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que no alcanzó plena madurez hasta el siglo XX, atendiendo sus rasgos económicos esenciales, se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo en todas partes. ‘No ver’ esto, hablando de lo típico y de lo probable que es una revolución pacífica o violenta, es caer tan bajo como el más adocenado lacayo de la burguesía.” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, op. cit, pp. 125-26) 

Para obtener la victoria en la revolución socialista el proletariado debe ganar a su lado a la gran mayoría del pueblo. Pero si el trabajo de tratar de ganarse al pueblo se limita o se determina por los esfuerzos por ganar el mayor número de votos bajo el dominio de la burguesía, como creían los Kautsky, esto sería el colmo de la locura y un engaño a los trabajadores. Lenin dijo: 

“Los socialistas, que luchan por liberar a los trabajadores de la explotación, hubimos de utilizar los parlamentos burgueses como una tribuna, como una base para hacer propaganda y agitación, como una base para organizar, mientras nuestra lucha se circunscribía al marco del régimen burgués. Ahora, cuando la historia universal ha puesto a la orden del día la cuestión de destruir todo ese régimen, de derrocar y aplastar a los explotadores, de pasar del capitalismo al socialismo, circunscribirse al parlamentarismo burgués, circunscribirse a la democracia burguesa, pintar esta democracia de color de rosa, como ‘democracia’ en general, velar su carácter burgués, olvidar que el sufragio universal será una de las armas del Estado burgués mientras exista la propiedad de los capitalistas, significa traicionar ignominiosamente al proletariado, pasarse al lado de su enemigo de clase, de la burguesía, ser un traidor y un renegado.” (Carta a los obreros de Europa y América, op. cit., pp. 521-22)

Declaró además:

“Para atraer a su lado a la mayoría de la población, el proletariado tiene, en primer lugar, que derribar a la burguesía y adueñarse del poder del Estado; tiene, en segundo lugar, que implantar el Poder soviético, haciendo añicos el viejo aparato estatal, con lo cual quebranta inmediatamente la dominación, el prestigio y la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre las masas trabajadoras no proletarias. Tiene, en tercer lugar, que acabar con la influencia de la burguesía y de los conciliadores pequeñoburgueses entre la mayoría de las masas trabajadoras no proletarias, dando satisfacción revolucionaria a las necesidades económicas de estas masas a expensas de los explotadores”. (Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado, FLPH, Moscú, pp. 25-26).
 

En contraste con la democracia burguesa, la democracia proletaria significa la democracia real sólo para los trabajadores, sin concesión de ninguna democracia a los explotadores. La Rusia soviética dio al proletariado y a los trabajadores, a la inmensa mayoría de la población, una libertad y una democracia que ninguna república democrática burguesa tuvo nunca ni podía aspirar a tener. Al mismo tiempo, ejerció la dictadura sobre los explotadores, aplastando implacablemente su resistencia. Kautsky no aprobó esto. Haciéndose pasar por textualista o inocente niño, Kautsky preguntó por qué la dominación del proletariado tenía que asumir, y ​​necesariamente asume, una forma que es incompatible con la democracia, dado que los explotadores representaban sólo una pequeña minoría de la población mientras que las masas trabajadoras eran una abrumadora mayoría. 

Lenin respondió que los explotadores siempre han sido sólo una pequeña minoría de la población. Ésta es una verdad indiscutible. Tomando esto como punto de partida, para razonar como marxista se debe tomar como base la relación entre los explotados y los explotadores. No se puede hablar en abstracto sobre mayoría y minoría, ignorando el carácter de clase del Estado y de la democracia. La razón por la que el proletariado quiere tener una dictadura es “para aplastar la resistencia de la burguesía, ...para inspirar temor a los reaccionarios, ...para mantener la autoridad del pueblo armado contra la burguesía, …para que el proletariado pueda someter por la violencia a sus adversarios” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, op.cit., p. 139.) La característica indispensable, la condición necesaria, de la dictadura del proletariado es el aplastamiento violento de los explotadores como clase. Lenin dijo:

“…suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del problema depende sencillamente de la actitud de la mayoría ante la minoría, es una estupidez inmensa, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es engañar a las masas, ocultarles a sabiendas la verdad histórica bien. Esta verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, la regla es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada. Nunca –a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de Kautsky– se someten los explotadores a la voluntad de la mayoría de los explotados sin haber puesto antes a prueba su superioridad en una desesperada batalla final, en una serie de batallas.” (Ibíd., p. 140.)
 

Lenin señaló que el propósito de Kautsky al distorsionar la teoría de Marx y entregarse a la sofistería era desechar el uso de la violencia revolucionaria. Lenin dijo:

“…Kautsky ha desvirtuado del modo más inaudito el concepto de dictadura del proletariado, haciendo de Marx un liberal adocenado, es decir, se ha deslizado él mismo al nivel de un liberal que dice trivialidades acerca de la ‘democracia pura’, embelleciendo y velando el contenido de clase de la democracia burguesa y rehuyendo más que nada la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida. Cuando Kautsky ‘interpreta’ el concepto de ‘dictadura revolucionaria del proletariado’ de tal modo que desaparece la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida, contra los opresores, bate el record mundial de desvirtuación liberal de Marx…” (Ibíd., p. 128.)

No llevar la lucha de clases hasta el fin
ofrece el peligro de la restauración de la dominación burguesa 

La destrucción de la máquina del Estado mediante la violencia revolucionaria y el establecimiento del poder soviético bajo la dictadura del proletariado, realizados por el proletariado ruso, fue una gran victoria de significado histórico universal. Era necesario que el proletariado, después de haber establecido su poder estatal, llevara la lucha de clases hacia adelante, hasta el fin. Lenin dijo:

“…el proletariado, al conquistar el poder estatal, no interrumpe su lucha de clase, sino que la continúa en otra forma y con otros procedimientos. La dictadura del proletariado es la lucha de clase del proletariado a la cual sirve de instrumento el poder estatal…”. (Las elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado, op. cit., p. 32.)
 

En los primeros años del poder soviético, la lucha contra las clases explotadoras se realizó mediante una intensa guerra civil. Con la ayuda de los intervencionistas extranjeros armados, la burguesía y los terratenientes derrocados emprendieron la rebelión armada. Los kulaks acapararon su grano, con la esperanza de acabar con el poder soviético a través del hambre. La especulación era desenfrenada en las ciudades y en el campo. Los intelectuales burgueses, que trabajaban en los órganos del poder soviético, intentaron por varios medios sabotearlo desde dentro. Al mismo tiempo, el Estado soviético se enfrentaba con la difícil tarea de reeducar gradualmente a los pequeños campesinos y fortalecer la disciplina en las filas del proletariado. 

Era inevitable que durante un largo periodo después de la revolución, los explotadores tuvieran de hecho una gran influencia. Ellos tenían dinero, propiedad mueble, capacidad organizativa y administrativa, conocimiento militar y un nivel de educación relativamente alto. Estaban estrechamente conectados con técnicos importantes que llevaban una vida burguesa y estaban imbuidos de la ideología burguesa. Sectores de pequeños productores los seguirían. Además, tenían muy amplias relaciones internacionales. Lenin dijo:

“El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración. Después de la primera derrota seria, los explotadores derrocados, que no esperaban su derrocamiento ni creían en él, que no aceptaban ni siquiera la idea de que pudiera producirse, se lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa y odio centuplicado a la lucha por la restitución del ‘paraíso’ que les ha sido arrebatado, en defensa de sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan dulce y a quienes la ‘chusma vil’ condena a la ruina y a la miseria (o al trabajo ‘simple’…)” (La revolución proletaria y el renegado Kautsky, op. cit., pp. 140-41.)
 

Es precisamente por esta razón que la dictadura del proletariado “supone el empleo de la violencia, implacablemente severa, rápida y decidida, para aplastar la resistencia de los explotadores, de los capitalistas, de los terratenientes y de sus secuaces. Quien no lo haya comprendido no es un revolucionario y hay que apartarlo de la dirección o del puesto de consejero del proletariado.” (Saludo a los obreros húngaros, Obras Escogidas, Moscú, vol. II, parte 2, pág. 209.) 

Lenin advirtió que el peligro de la restauración capitalista no residía sólo en la intervención armada de los imperialistas extranjeros y en la rebelión armada de los contrarrevolucionarios en el país, sino también en el hecho de que estos intentaban que el poder soviético padeciera una “desintegración pacífica”. En el IX Congreso del Partido Comunista de Rusia (bolchevique), Lenin dijo: “Quieren convertir el desarrollo económico pacífico en la desintegración pacífica del poder soviético.” (Noveno Congreso del Partido Comunista de Rusia (bolchevique), Obras Escogidas, Moscú, vol. II, parte 2, p. 336.) En el XI Congreso del Partido Comunista de Rusia (bolchevique), Lenin señaló nuevamente que el enemigo calumniaba la Nueva Política Económica del gobierno soviético al llamarla una “degeneración interna”. Lenin decía: “Es efectivamente la verdad de clase, expresada de un modo burdo y franco por el enemigo de clase.” (Informe Político del Comité Central del PC(b) de Rusia, presentado al XI Congreso del Partido, Obras Escogidas, Londres, vol. 9, p. 347). Lenin aconsejó a todos los interesados que estuvieran alertas, porque las cosas que el enemigo decía eran posibles. En repetidas ocasiones señaló que después de la expropiación económica de las clases explotadoras, existía la posibilidad de que surgieran nuevos explotadores. Él dijo:

“Sí, al derrocar a los terratenientes y a la burguesía, hemos despejado el camino, pero no hemos construido el edificio del socialismo. Y sobre el terreno limpio de una generación aparecen constantemente en la historia nuevas generaciones – sólo si la tierra las produce–, y se produce cualquier cantidad de burgueses. Y en cuanto a los que consideran la victoria sobre los capitalistas como lo hacen los pequeños propietarios –“se han apoderado de algo; vamos, denme un poco, también, y haré uso de eso”– ¿no es cada uno de ellos una fuente de una nueva generación de burgueses?” (Informe sobre las tareas actuales del poder soviético, en la sesión del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, Obras Completas, 4ª ed. rusa, Moscú, vol. 27, pp. 267-68.)
 

Después de que el proletariado toma el poder del Estado, las tareas urgentes que tiene planteadas son: crear una “organización simétrica” y fuerte ​​para gestionar la producción y la distribución de bienes, y librar la lucha sin cuartel contra el desorden, el alboroto y el sabotaje. El cumplimiento de estas tareas depende de la dictadura. La dictadura es necesaria “por dos razones esenciales o en dos aspectos fundamentales”: el aplastamiento de la resistencia de los explotadores y la supresión de todos los elementos de descomposición. Lenin decía que los elementos de descomposición de la vieja sociedad eran muy numerosos y no podían menos que “manifestarse” en periodos de conmoción profunda “en un aumento de la delincuencia, de la golfería, del soborno, de la especulación y de toda clase de escándalos. Para acabar con todo eso se requiere tiempo y hace falta mano de hierro.” (Las tareas inmediatas del poder soviético, Obras Escogidas, Londres, vol. 7, p. 338) 

Lenin dijo que la desgracia de las revoluciones anteriores consistió en que el entusiasmo revolucionario de las masas para la supresión de los elementos de desintegración no duró mucho. La causa social de esto fue la debilidad del proletariado, que le impidió ganar a su lado a la mayoría de los trabajadores y explotados y retener el poder el tiempo suficiente para aplastar por completo a todos los explotadores y a todos los elementos de descomposición. Lenin agregó:

“Esta experiencia histórica de todas las revoluciones, esta enseñanza –económica y política– de alcance histórico universal fue resumida por Marx en su formula breve, tajante, precisa y brillante: dictadura del proletariado.”  (Ibíd.) 
 

Lenin hizo hincapié en que la dictadura debe ser como el hierro y no como la gelatina. Dijo: “La dictadura es un poder férreo, de audacia y rapidez revolucionarias, implacable en la represión tanto de los explotadores como de los malhechores.” (Ibíd., p. 339) 

La reeducación de los pequeños productores de mercancías es otra importante tarea del proletariado que tiene el poder en sus manos. Lenin decía que las amplias masas de pequeños productores de mercancías son, por un lado, trabajadores y, por el otro, pequeños propietarios. La pequeña producción engendra capitalismo y burguesía, constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Los pequeños productores “cercan de elemento pequeñoburgués al proletariado, lo impregnan de ese elemento, lo corrompen con él, provocan sin cesar en el seno del proletariado recaídas de pusilanimidad pequeñoburguesa, de atomización, de individualismo, de vaivenes entre la exaltación y el abatimiento.” (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Obras Escogidas, Moscú, vol. II, parte 2, p. 367.) Por su cotidiana y prosaica labor corruptora, invisible e inaprehensible, llevan a los mismos resultados que necesita la  burguesía y que restauran a ésta”. (Ibíd.) También dijo:

“Suprimir las clases no significa sólo expulsar a los latifundistas y a los capitalistas… significa también suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos no se les puede expulsar, no se les puede reprimir; hay que convivir con ellos, y sólo se puede (y se debe) transformarlos y reeducarlos, mediante una labor de organización muy larga, lenta y prudente.” (Ibíd.)
 

Si se hace esto, será posible para los campesinos y pequeños productores seguir adelante en el camino del socialismo. 

Los elementos de pequeñoburgueses atacan al proletariado desde dentro del Estado soviético, toman ventaja de cualquier factor de desintegración, de toda debilidad, con el fin de sobornar y aumentar la indisciplina, la laxitud y el caos. Hubo muchos elementos débiles y vacilantes, que, incapaces de resistir la tentación de la especulación, el soborno y la ventaja personal, buscaron sin escrúpulos beneficios personales a expensas de los intereses colectivos. Esto obstruyó al Estado soviético en sus esfuerzos por superar las dificultades económicas. Lenin consideró que aquellos que rompían la disciplina proletaria debían ser severamente castigados. Denunció enérgicamente la opinión absurda de que la aplicación de la disciplina en el trabajo era un paso atrás, y llamó a los trabajadores a fortalecer su sentido de organización y a respetar la disciplina laboral. Dijo que la dictadura del proletariado, ciertamente, no significa simplemente el derrocamiento de la burguesía y los terratenientes sino que también “es la garantía del orden, la disciplina, la productividad del trabajo, la contabilidad y el control por parte del poder soviético proletario que es más fuerte y más firme que el anterior poder.” (Informe sobre las tareas actuales del poder soviético, Sesión del Comité Ejecutivo Central de Toda Rusia, op. cit., p. 267.) Es necesario capacitar y educar a las masas trabajadoras en el espíritu comunista, ayudarlas a desechar los viejos hábitos y costumbres transmitidos por el viejo sistema, así como los hábitos y costumbres de la propiedad privada, que están profundamente arraigados en las masas. En esta labor se encontrarán grandes dificultades –a veces se puede incluso sufrir contratiempos–, pero finalmente se tendrá éxito. 

El objetivo de la dictadura del proletariado no es sólo reprimir a los explotadores y a los elementos disolventes, sino también remodelar y educar a los pequeños productores de mercancías y fortalecer la disciplina laboral en las filas del proletariado. No sólo para vencer la resistencia ofrecida por los capitalistas en los ámbitos militar y político, sino también para vencer la fuerte y más duradera resistencia de los capitalistas en el campo de la ideología. Las formas de lucha serán muchas. Lenin dijo:

“La dictadura del proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad.” (La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, op. cit., p. 367.)
 

Señaló que la lucha de clases en el período de transición es una lucha entre los dos caminos, entre el capitalismo y el comunismo. Él dijo:

“Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto periodo de transición. Este periodo no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede menos de ser un periodo de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún.” (Economía y política en la época de la dictadura del proletariado, FLPH, Moscú, pp. 5-6.)
 

Poco después de la publicación de La revolución proletaria y el renegado Kautsky, Lenin dijo, en una sección añadida a El Estado y la Revolución:

“El oportunismo no extiende el reconocimiento de la lucha de clases precisamente a lo más principal: al periodo de transición del capitalismo al comunismo, al periodo de derrocamiento de la burguesía y de completa destrucción de ésta.” (Obras Escogidas, t. II, parte 1, p. 234.)

Declaró además:

“La esencia de la teoría de Marx acerca del Estado sólo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria no sólo en general, para toda sociedad dividida en clases, no sólo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el periodo histórico que separa al capitalismo de la ‘sociedad sin clases’, del comunismo.” (Ibíd.)
 

Fuente: “Lenin’s Fight Against Revisionism and Opportunism”, compilado por Cheng Yen-shih, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1965, Capítulo 15. 

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Jiang Yucmoi

domingo, 28 de julio de 2013

Ejército Popular - Ejército de la Revolución

El 10 de julio se hubiera celebrado el 70º aniversario de la creación del Ejército de Liberación Nacional de Albania. Para conmemorar ese momento importante en la historia del pueblo albanés y en la historia de la revolución proletaria mundial, ofrecemos dos escritos al respecto: el primero, de las páginas de la revista Albania Hoy de 1973, que celebraba el 30º aniversario de la fundación del EPL, y el segundo, extraído del primer tomo de la Historia del Partido del Trabajo de Albania.

Ejército Popular – Ejército de la Revolución
Arif Hasko 

Nuestro ejército ha cumplido treinta años. Treinta años de batallas y combates en la marcha victoriosa por la liberación y la defensa del país. Décadas de temple y victorias escritas con letras de oro, con la sangre y el sudor de todo el pueblo.

Un nuevo ejército, como el Partido que lo creó; intrépido, como el Partido que lo dirige; invencible, como el Partido que constituye su núcleo. 
 

*** 
Nuestro ejército popular fue creado por el Partido Comunista de Albania (hoy el Partido del Trabajo de Albania) y el camarada Enver Hoxha, en la lucha crucial contra los invasores y traidores fascistas, en la lucha por la liberación del país. El cumplimiento del plan estratégico para la expulsión de los invasores y por la liberación del país, por la destrucción del viejo poder del Estado y la creación del nuevo Poder de los consejos de liberación nacional, fue posible sólo con la organización, educación y dirección de un ejército revolucionario salido del seno del pueblo y vinculado estrechamente con él. Esta no fue una tarea fácil, pero era una tarea de vida o muerte. Precisamente ahí reside el gran mérito histórico del Partido y el camarada Enver Hoxha que supieron cómo resolver este problema de una forma creadora bajo las condiciones específicas de nuestro país. 

La experiencia histórica de varios países había demostrado que no podía haber revolución triunfante sin su brazo armado, sin un ejército revolucionario. 

La organización de la lucha armada de liberación y de la insurrección general armada del pueblo no podía realizarse sin la creación de un ejército regular de liberación nacional. 

Nuestro pueblo es un pueblo aguerrido que durante siglos nunca depuso las armas. Los enemigos nunca lo vieron arrodillarse, nunca vieron su espalda sino su pecho, nunca lo vieron temeroso ante la fuerza de la superioridad de medios del enemigo. El Partido se apoyó firmemente en esas tradiciones, en el amor a la patria, el valor y el coraje, y se vinculó con el pueblo, echando profundas raíces en él. Pero nuestro pueblo carecía de la tradición de un ejército organizado. Combatió en grupos y en forma de guerrillas, pero éstos no se convirtieron en la base de un ejército organizado. El ejército que fundó el régimen de Zog era un ejército de tipo medieval, un ejército parásito antipopular, para desfiles, sumido en la corrupción, la ignorancia, el espionaje y la traición. Por ese motivo, el Partido tuvo que buscar y encontrar las formas y organizar un nuevo ejército. Y así lo hizo. El Partido construyó ese nuevo ejército paso a paso, gradualmente, en la oleada de la lucha revolucionaria, simultáneamente al crecimiento de la conciencia de las masas populares, a la vez que hacía de la línea del Partido una parte de su vida, al mismo tiempo que se intensificaba la lucha. El movimiento partisano sirvió de base para la preparación de la insurrección general armada del pueblo y para la creación de un ejército regular de liberación. 

Nuestro ejército empezó su camino con varias decenas de hombres y se convirtió en un ejército grande. Hablando acerca de esto, el camarada Enver Hoxha ha dicho: “Como una pequeña bola de nieve que rodando la pendiente de la montaña crece lentamente y se hace una poderosa avalancha, que barre enérgicamente todo lo que se le cruza y remece las montañas y planicies como un terremoto, así los primeros grupos partisanos y guerrillas, que al principio eran pequeños en número, aumentaron día a día con los mejores hijos e hijas del pueblo, creándose el poderoso ejército partisano de liberación nacional, que en 1944 contaba con más de 70,000 combatientes organizados en brigadas, divisiones y cuerpos del ejército”.

Así fue creado el ejército de un país pequeño que enfrentaría a un ejército fuerte, mucho más grande en número, medios y armamento. La primera escuela de este ejército fueron las unidades guerrilleras, al principio en la ciudades y luego también en el campo; sus cuarteles eran todas las casas del pueblo y las montañas de Albania; sus “órdenes del día” eran los pronunciamientos y volantes del Partido que despertaban la conciencia nacional. No había reclutamiento forzoso sino incorporación voluntaria. Las acciones, enfrentamientos y batallas fueron escuelas y academias. Aprendían mientras combatían; sus mejores “intendentes” para el suministro de armas y técnica militar fueron los destacamentos y arsenales de los invasores y traidores, a los que se despojaba de ellos a través del combate; mientras que el pueblo proveía el alimento y la vestimenta. 

El ejército de liberación nacional, aunque era la principal fuerza armada, no era la única; además, y cooperando con él, actuaban cientos de destacamentos territoriales y batallones de aldeas, cientos de unidades guerrilleras de las ciudades, todos voluntarios, aplicando el principio revolucionario de armar a todas las fuerzas populares insurgentes. 

Precisamente, el 10 de julio de 1943, cuando el Consejo General de Liberación Nacional decidió la creación del Estado Mayor con el camarada Enver Hoxha como comisario político, como centro político y orgánico que asumiría la dirección estratégica y operativa de la lucha armada contra los invasores y traidores fascistas, las unidades partisanas regulares contaban con cerca de 10,000 combatientes organizados en 22 batallones y en una gran cantidad de grupos, así como no menos de 20,000 hombres armados que conformaban destacamentos voluntarios territoriales y unidades guerrilleras. Las aéreas liberadas incluían más de la mitad del territorio del país. Después de esto, el 15 de agosto de 1943, fue creada la primera unidad del ejército, la primera brigada de choque, a la que se sumaron otras brigadas. De esta forma, el 10 de julio marcó la creación del ejército regular de liberación nacional, en cuyo núcleo se encontraba y permanece el Partido. 
 

Nuestro ejército pasó a través de cientos de batallas contra los invasores fascistas italianos y alemanes, creció, se templó y alcanzó victorias. Como el Partido lo quería, el ejército se convirtió en un ejército popular con raíces en el pueblo, un ejército verdaderamente disciplinado, con alta consciencia, móvil y maniobrable, que evitó los golpes del enemigo, preservaba sus propias fuerzas atacando al enemigo donde y cuando éste no lo esperaba; libró una guerra partisana, no frontal, una guerra librada por todas las fuerzas armadas, convirtiendo el país en un mar de fuego de la lucha popular. Sabía cómo contraponer acciones verdaderamente activas de un ejército revolucionario a las clásicas acciones de los ejércitos fascista y nazi; contraponiendo la habilidad y la sabiduría del pueblo, el arrojo, la iniciativa y creatividad de los cuadros revolucionarios a la rutina y clasicismo de los cuadros de las escuelas y academias de la burguesía prusiana y fascista. Así el rifle se enfrentó al cañón y triunfó, el pequeño venció al grande, el espíritu proletario derrotó al espíritu de la agresión. 

Describiendo este golpe político, militar, moral y psicológico asestado por nuestro ejército al ejército nazi, uno de los comandantes de este último escribió en octubre de 1944: “Los alemanes están metiéndose cada vez más en un callejón sin salida, tanto que finalmente se ven obligados a entregar Albania… Nadie espera salir vivo de Albania”. 

En esta lucha de vida o muerte, nos apoyamos firmemente en nuestro territorio, en el territorio albanés, en nuestras tradiciones, en nuestras propias fuerzas y brazos, ligando nuestra lucha con la lucha antifascista de los demás pueblos, en primer lugar con la lucha del pueblo soviético dirigido por J.V. Stalin. Con su propia lucha, con sus propias fuerzas, nuestro pueblo liberó la patria y se puso en el pedestal de amo absoluto de su país el 29 de noviembre de 1944. 

Pero nuestro pueblo, educado en el internacionalismo proletario, no detuvo su lucha contra los invasores, los persiguió estrechamente, fue en ayuda de sus hermanos kosovares, envió dos divisiones del Ejército de Liberación Nacional para ayudar a los pueblos de Yugoslavia. Combatieron heroicamente por la liberación de Montenegro y Sandjak, de Bosnia y otros lugares hasta Vishegrad.  

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La nueva Albania que nació después de la liberación inició su marcha por el camino socialista. Este camino no fue fácil. Los enemigos imperialistas anglo-americanos lo consideraron como una espina en su espalda. Tenían sus cartas quemadas en sus manos. Sus liados –los ballistas y zogistas– fueron estigmatizados por el pueblo como traidores, como sirvientes de varios amos. Éstos sirvieron a los fascistas italianos y alemanes, a los británicos y americanos, pero fracasaron. Fracasaron pero no dejaron de conspirar, dentro y fuera del país. Por esa razón, el Partido y el camarada Enver Hoxha, en los días en que la bandera de la libertad flameaba en todo el país, iniciaron la reorganización, modernización y fortalecimiento del ejército para asegurar que la bandera de la libertad continuara flameando. Sin un ejército popular fuerte no se podía garantizar la defensa de la patria, no podía existir el poder popular. Se guiaron por la enseñanza de V.I. Lenin: no basta con tomar el poder del Estado, debemos conservarlo. 


Y cuando las heridas de la guerra todavía estaban abiertas, cuando las cenizas de las ruinas se veían por doquier, cuando aún se sentía el olor de la pólvora, cuando la llama del patriotismo se había elevado al máximo, los enemigos no depusieron las armas. El blanco principal de los remanentes de la reacción y de los imperialistas y revisionistas, para hacer realidad sus sueños –el derrocamiento del poder popular–, era el ejército, el ejército que los aplastó, el ejército que los aplastará. Precisamente por esa razón empezaron a lanzar consignas como “Para qué se necesita el ejército ahora que Albania ha sido liberada”, “Dejemos las armas y tomemos los picos y las palas”. Pero el Partido y el pueblo estuvieron alertas. Y mantuvieron su aguda vigilancia para golpear a los que querían desarmar a la revolución. El Partido lanzó la consigna militante y revolucionaria: “Construir el socialismo con el pico en una mano y el rifle en la otra”. Desenmascarando a los enemigos que llamaban a “deponer las armas”, el camarada Enver Hoxha escribió: “Nuestro ejército no dejará las armas hasta que desaparezca el más mínimo peligro para el pueblo. Nuestro ejército se fortalecerá, se hará fuerte como el acero, será el defensor de las conquistas del pueblo, el defensor de la nueva construcción del país”. 

Hoy, cuando hacemos el balance de 30 años de victorias, nos enorgullecemos de que nuestro ejército haya preservado y desarrollado sus tradiciones año tras año, que haya mantenido un elevado espíritu revolucionario, que haya servido con devoción al pueblo y a la patria en todo lugar. La experiencia, el gran tesoro de la lucha de liberación nacional, fue cuidadosamente acumulada, fue estudiada y generalizada. El arte militar de la guerra popular está basado en esta riqueza colosal, en este gran tesoro que es la experiencia de nuestro ejército en la lucha por la liberación de la patria. 

Nuestro ejército popular, bajo la dirección del Partido y del camarada Enver Hoxha, marchó adelante con determinación en el camino de la modernización. Simultáneamente con las transformaciones del país en camino al socialismo, con el desarrollo de la industria y la agricultura colectiva, de la educación y la cultura, el ejército también fue desarrollado y fortalecido, fue equipado con el arte militar moderno, con nuevas armas y tecnología, se perfeccionó aún más su estructura organizativa de conformidad con la nueva etapa, con las nuevas tareas que está cumpliendo como ejército de la dictadura del proletariado. Esto no se alcanzó sin dificultades y obstáculos, sino mediante una feroz lucha de clase en el interior y en la arena internacional, mediante las luchas por la defensa del poder popular, así como también contra los remanentes de la reacción y contra los imperialistas, que no dejaron piedra sobre piedra, organizando provocaciones y agresiones, ejerciendo el chantaje y la presión. Las armas de nuestro ejército derrotaron a las armas de los enemigos durante las provocaciones de agosto de 1949, al igual que, antes y después, hicieron fracasar los planes de los enemigos internos del Partido y del pueblo. El ejército permaneció siempre unido en torno al Partido, infinitamente leal al pueblo.

La profundización de la revolución socialista, la disposición de todo el país en la etapa de la construcción completa de la sociedad socialista, la revolucionarización de toda la vida nacional, particularmente en estos últimos años, se reflejaron positivamente en toda la vida y actividad de nuestras fuerzas armadas. Estos años marcaron otro periodo en el fortalecimiento y revolucionarizacion del ejército, en su transformación en un gran ejército popular, en su equipamiento con el arte y la ciencia militar de la guerra popular. 

Echando una mirada a la trayectoria combativa de nuestro ejército popular en estas tres décadas de su existencia, una vez más destacamos las grandes lecciones que se extraen para un ejército de nuevo tipo, un ejército popular, un ejército de la revolución, como es nuestro ejército.

Primero, no puede haber ejército revolucionario sin un partido revolucionario que lo dirija. Nuestro ejército nació y se convirtió en un ejército fuerte porque fue creado, organizado y dirigido por el Partido de la revolución. El Partido lo hizo un ejército político; siempre ha sido y sigue siendo su alma y corazón, y siempre ha estado al mando del ejército; el Partido lo hace invencible. El trabajo político del Partido, la prioridad del trabajo ideológico y político sobre el trabajo militar hace que nuestro ejército sea siempre un brazo leal del pueblo, de la dictadura del proletariado. 

El Partido ha educado al ejército en su línea y en el marxismo-leninismo. Este ha sido y sigue siendo el arma número 1, la más poderosa, la que ha hecho de nuestro ejército un ejército político y revolucionario. La dirección del Partido siempre ha garantizado el carácter proletario popular del ejército. 

Segundo, la defensa de la patria es cuestión de todo el pueblo. El camarada Enver Hoxha ha dicho: “La patria es de todo el pueblo y por eso es defendida no sólo por el ejército regular, el ejército uniformado, sino también por todo el pueblo en armas, militarmente organizado y preparado”. El nuestro no es un ejército de cuarteles, una casta cerrada que permanece separada del pueblo, sino fusionada con el pueblo, que unido a él defiende la patria. En esa dirección nuestro Partido ha combatido los puntos de vista burgués y revisionista sobre el ejército, que lo sitúan sobre el pueblo, separado del pueblo y contra el pueblo. 

En este problema, nuestro Partido se guía por la instrucción de V.I. Lenin: con nosotros “cada ciudadano debe ser un soldado y cada soldado un ciudadano”. Así, todo el país es hoy un lugar en construcción, una escuela de educación y una fortaleza militar inexpugnable. La consigna revolucionaria del Partido, “Con el pico en una mano y el rifle en la otra”, encuentra su expresión en esto. Nuestro ejército se ha convertido hoy en una escuela que educa militarmente a todo el pueblo. Este es un gran principio de nuestro Partido, una ley general de la construcción y la defensa del socialismo. En esto también encuentra su expresión la profundización de nuestra democracia socialista, donde las amplias masas deben tomar parte activamente en la administración de nuestro Estado de dictadura del proletariado, en el desarrollo y en la dirección de nuestras fuerzas armadas.  

Este es un principio marxista-leninista, pero en nuestro país es de especial importancia si consideramos que somos un país pequeño cercado por los imperialistas y revisionistas que ejercen una presión permanente y total sobre nuestro país. Por eso es que en sus recientes discursos el camarada Enver Hoxha nos instruye que ampliemos y profundicemos la compresión de la cuestión de la defensa de nuestro país, que nuestro hombre nuevo comprenda la cuestión de la defensa, entendiendo en primer lugar las condiciones en que trabajamos y construimos el socialismo. Dice: “…En la situación política que el mundo y nuestro país están viviendo, todo lo que se hace, toda acción, todo trabajo, toda palabra, debe estar vinculada con la defensa de nuestra patria socialista contra los enemigos, que esta cuestión de la defensa debe predominar en la mente, corazón y conciencia de todo hombre”.

Tercero, incluso un pueblo pequeño en número puede defender con éxito su patria contra un enemigo más grande en número y medios. Esto ha sido confirmado por muchos siglos de nuestra vieja historia, desde Scanderbeg hasta la batalla de Vlora, desde la gloriosa lucha de liberación nacional hasta la heroica lucha por la defensa de la patria durante estos 29 años de liberación. 

La aplicación del principio revolucionario de basarse en las propias fuerzas es una de las condiciones para llevar adelante la defensa del país. Y nosotros siempre nos hemos basado en nuestras propias fuerzas en la defensa de nuestra patria, en el nervio de acero revolucionario de nuestro pueblo y Partido. La aplicación de este principio es de actual importancia porque los imperialistas y revisionistas están pregonando hoy que un pueblo pequeño sólo puede defender y asegurar su independencia y libertad bajo el “paraguas” de las dos superpotencias, con el objetivo de mantener a los pueblos en la esclavitud, intimidándolos y haciéndoles perder la confianza en sus propias fuerzas. Nosotros nos basamos primero y ante todo en el factor interno como el factor decisivo. 

Otra exigencia es el establecimiento de la firme creencia en la victoria. Esta ha sido y sigue siendo una característica de nuestro pueblo y nuestro ejército. Esta confianza ha sido creada en nosotros por el Partido, desde cuando se formaron las unidades guerrilleras, cuando todavía teníamos un pequeño ejército, y tanto más ahora que tenemos el poder del Estado en nuestras manos, con nuestro Partido a la cabeza, con una fuerte economía socialista, con nuestro hombre nuevo educado por el Partido, cuando tenemos un ejército y a todo el pueblo organizado y en armas, militarmente entrenado. Nuestra firme confianza se alimenta de la ideología marxista-leninista –la línea de nuestro Partido. 

Cuarto, la fuerza de nuestro ejército reside en vínculos con el pueblo. Nació en el seno del pueblo, que lo mantuvo, preservó y luchó con él por la liberación de la patria. El pueblo lo nutrió con las mejores tradiciones, con patriotismo y valentía; no escatimó en nada para proveerle con armas y tecnología modernas; y siempre, en toda momento, vivió y luchó por la defensa de la patria, hombro con hombro con el ejército. Por eso la estrecha ligazón con el pueblo, viviendo sus alegrías, victorias y preocupaciones, ha profundizado aún más el carácter popular revolucionario de nuestro ejército. Son vínculos ideo-políticos, económicos, militares y espirituales; son vínculos de clase revolucionarios. 

Toda la trayectoria combativa de nuestro ejército está permeada por la línea de masas como hilo conductor. Los cuadros confían en la opinión y en la fuerza de las masas; escuchan su voz, discuten y resuelven con ellas los problemas de educación y entrenamiento. Las masas educan y enseñan a los soldados, pero también aprenden de los soldados. En este proceso, las relaciones cuadros-masas, que son un principio importante de un ejército revolucionario, se fortalecen y perfeccionan permanentemente. 

Quinto, el ejército ha respondido al cuidado del pueblo con lealtad, con su intensa formación para la defensa y con su ayuda sin reservas en la construcción socialista. 

Nuestro ejército, al lado de todo el pueblo, junto al pueblo, participó en la reconstrucción de nuestro país y en la construcción socialista. No hay obra económica e industrial en que el soldado no haya derramado sudor, no hay proyecto o calamidad natural en que el ejército no haya dado su valiosa ayuda. Esto es de doble importancia y sirve sobre todo para educar al ejército en el amor al trabajo y a los trabajadores. 

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Nuestro ejército llega al 30º aniversario de su fundación, el 10 de julio de 1973, con un balance rico en logros, con mayores resultados en su formación política y de combate, y con una mejor preparación. La dirección del Partido y del comandante general camarada Enver Hoxha en el ejército es una garantía confiable para la defensa de las conquistas de nuestro pueblo.

Siempre evaluando con gran claridad ideológica y gran madurez política las situaciones –el doble cerco imperialista-revisionista a nuestro país, los preparativos de guerra realizados por los imperialistas norteamericanos y socialimperialistas soviéticos, su febril carrera armamentista–, todo militar y todo nuestro pueblo-soldado sacan la gran lección de que debemos estar militarmente preparados para que cualquier agresor que se atreva a poner sus manos en nuestro país se queme en las llamas de nuestra guerra popular. Nuestro ejército y nuestro pueblo agudizan su vigilancia revolucionaria y mantienen la pólvora seca para que los enemigos no nos sorprendan desprevenidos. La historia nos ha enseñado esto. Y estamos confiados de que venceremos a cualquier agresor o coalición de agresores que se atreva a violar las sagradas fronteras de nuestra patria. La gloriosa trayectoria de 30 años de nuestro ejército es un testimonio de su fuerza y poderío, como ejército de nuevo tipo, como ejército popular, como ejército de la revolución. 

Fuente: Albania Today nº 3, mayo-junio de 1973 

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Ykv.Pk 

El Ejército de Liberación Nacional Albanés - ejército popular revolucionario
(Extraído de “Historia del Partido del Trabajo de Albania”, tomo 1) 

A través del Estado Mayor General, el Partido Comunista aplicó a un grado más perfecto, en las condiciones de Albania, las enseñanzas del marxismo-leninismo sobre la insurrección popular armada y solucionó los problemas militares, políticos y organizativos fundamentales del Ejército de Liberación Nacional. 

Aun después de la creación del Estado Mayor General, el Ejército de Liberación Nacional se veía obligado a practicar la guerra de guerrillas como la principal forma de combate contra el enemigo tomando en cuenta la superioridad numérica de las fuerzas de ocupación sobre todo en técnica militar, municiones, medios de transporte y de comunicación, intendencia y equipos. En estas condiciones, la lucha  frontal hubiera significado el suicidio para la insurrección armada de liberación nacional. 

Las operaciones de las unidades y de los destacamentos guerrilleros tenían un carácter ofensivo, ininterrumpido; se destacaban por la habilidad para rápidas maniobras y ataques por sorpresa, por la gran iniciativa de los mandos de las brigadas, grupos y batallones, por una utilización hábil del terreno. 

El Ejército de Liberación Nacional, a la vez que llevaba a cabo la guerra de guerrillas desempeñaba también tareas estratégicas independientes. El Partido le había fijado como misión liberar todo el país con sus propias fuerzas, mas también asegurar al mismo tiempo la instauración del Poder popular y servir de respaldo armada a este Poder. 

Sólo un ejército regular está en condiciones de realizar semejantes tareas. He aquí la razón por la cual el Partido Comunista de Albania hizo tantos esfuerzos por crear el Ejército de Liberación Nacional y por convertirlo en ejército regular del pueblo albanés.

Al principio, la más importante unidad del ejército regular popular fue la brigada. El Estado Mayor General preparó un plan que preveía la creación progresiva de una serie de brigadas, las cuales agruparían gradualmente la mayor parte de los destacamentos, batallones y grupos en las regiones.  

La organización del Ejército de Liberación Nacional y su desarrollo incesante iban acompañados de la necesidad en aumento, de cuadros militares y políticos. El Partido no contaba con tales cuadros. En las condiciones de la lucha, el Estado Mayor y el Consejo General no estaban en condiciones de abrir escuelas para preparar oficiales. Comandantes y comisarios se habían formado en la fragua de los combates encarnizados contra el enemigo, y sacado de las filas de los obreros, campesinos e intelectuales patriotas, de los guerrilleros más honestos, más valientes y más abnegados por el pueblo y la patria. 

La principal fuente para el aprovisionamiento de los guerrilleros en armas y municiones, aun después de la creación del Estado Mayor General y hasta el final de la lucha, fue el enemigo, el ejército y los depósitos de los ocupantes, a los que se les arrebataba en combates, las armas y municiones.  

En cuanto al abastecimiento de los destacamentos y de las unidades del Ejército de Liberación Nacional en equipos y en víveres, principalmente estaba asegurado por la población urbana y sobre todo la rural y por el botín arrebatado al enemigo. Los guerrilleros se albergaban en las casas de los campesinos y de los habitantes de los centros poblados de las zonas liberadas. 

El Partido dio primordial importancia al mantenimiento de una moral elevada en el ejército. Todo guerrillero estaba presto a sacrificar su vida por la libertad, por la patria y por el Partido Comunista. Esta fuerza moral tenía sus raíces en la elevada conciencia de los combatientes. Estos sabían por qué luchaban, comprendían a fondo la justeza de la línea política del Partido, eran plenamente conscientes de las dificultades, de las privaciones y de los sacrificios que exigía la lucha y les animaba una firme confianza en la victoria de la causa que defendían. 

La figura moral del guerrillero se realzaba aún más por su disciplina consciente, por su amor al pueblo y a los camaradas, por su profunda honradez y su comportamiento ejemplar hacia la población, por su gran cuidado en preservar las buenas costumbres y las tradiciones del país.

Si estas altas virtudes morales, políticas y militares de los guerrilleros eran sólidas, se debía a que ellas estaban edificadas sobre la convicción política y sobre la democracia. A diferencia de lo que pasaba en el viejo ejército, que defendía los intereses de las clases reaccionarias, en el Ejército de Liberación Nacional, los simples combatientes gozaban, lo mismo que los comandantes y los comisarios, de igualdad de derechos y de una entera libertad para participar en la vida política del país y en la solución de los problemas militares, políticos y organizativos del ejército. Todas las operaciones militares de las unidades, el trabajo político, la actividad de los mandos, el comportamiento de los guerrilleros y de los cuadros, estaban sometidos al juicio y a la crítica del colectivo. Las órdenes de los mandos traducían las exigencias de los combatientes y del pueblo. A fin de que esas órdenes, así como las decisiones y las directivas del Partido, fueran aplicadas lo mejor posible, se organizaban vastos debates e intercambios de ideas. 

La democracia en el Ejército de Liberación Nacional Albanés era la expresión de su carácter popular y emanaba del principio según el cual son las masas las que juegan el papel decisivo como artífices de la historia. 

Esa democracia lejos de debilitar la disciplina militar, la fortalecía y la hacía más consciente, no afectaba la dirección centralizada, por el contrario facilitaba su realización.  

La aplicación magistral de los principios tácticos de la guerra de guerrillas y la elevada moral del Ejército de Liberación Nacional permitían neutralizar la superioridad numérica y técnica del enemigo. 

El temple de las grandes cualidades morales, políticas y militares de los combatientes del Ejército de Liberación Nacional Albanés era obra del Partido Comunista.

El trabajo político lo dirigían los comisarios de brigada, de grupo, de batallón y de compañía (destacamento). El comisario pertenecía al mando de la unidad guerrillera. Los vicecomisarios realizaban la labor de secretarios del Partido. Para desarrollar el trabajo político en el Ejército, un buen número de los mejores cuadros del Partido eran enviados a él.

Al mismo tiempo de establecer las organizaciones del Partido, fueron creadas en el Ejército organizaciones de la Juventud Comunista como auxiliares de los órganos y de las células del Partido.

Los comisarios y los vicecomisarios, las organizaciones del Partido y de la Juventud llevaban a cabo en las unidades guerrilleras, un gran trabajo de educación política, asegurando el papel de vanguardia de los comunistas y de los jóvenes comunistas en el cumplimiento de las tareas militares. Educaban a los combatientes en el espíritu de patriotismo y de fidelidad a la patria, al pueblo y al Partido Comunista, según las tradiciones combativas revolucionarias del pueblo albanés, según las ideas del marxismo-leninismo y los principios del internacionalismo proletario, en un espíritu de solidaridad con todos los pueblos que luchaban contra el fascismo. Inculcaban en los guerrilleros y en el pueblo la certidumbre de la victoria y aseguraban la ejecución de las órdenes del Estado Mayor General y de los mandos guerrilleros. 

El Partido Comunista gozaba de la entera confianza y de la más alta autoridad entre los combatientes y los cuadros del Ejército de Liberación Nacional Albanés. Esta confianza y esta autoridad del Partido se debían al ejemplo que daban los comunistas en la lucha, y a su comportamiento.  

Todas las cuestiones concernientes a la construcción, a la estrategia, a la táctica y las operaciones militares del Ejército se resolvían con arreglo a las directivas y a las instrucciones del Comité Central. Enver Hoxha, Secretario General del Partido, era el principal organizador, dirigente y educador del Ejército de Liberación Nacional.  

La creación del Ejército de Liberación Nacional representaba una gran victoria política y militar del Partido. El Partido Comunista de Albania había logrado realizar una de las tareas más decisivas y arduas.