Fragmento de: Enver Hoxha, "Nuestro Partido desarrollará como siempre con consecuencia, audacia y madurez la lucha de clases" (De
una conversación con Chou En-lai [1], 24 de junio de 1966)
El agua
duerme, el enemigo no, sentencia nuestro pueblo. Pobres de los que se duermen.
Esto no sucederá con los partidos marxista-leninistas y con ninguno de los
revolucionarios, si mantienen afilada la espada de la dictadura del
proletariado, la lucha de clases, la vigilancia revolucionaria, si continúan
sin cesar la lucha contra el imperialismo, contra el revisionismo moderno,
contra los reaccionarios internos y externos.
El enemigo de clase es astuto, brutal, por eso debemos
ser severos en extremo, implacables y luchar a vida o muerte con él. El enemigo
no perdona, por ello nosotros no sólo no debemos darle cuartel, sino liquidarlo
desde sus propias raíces. No debemos alimentar ilusiones respecto al enemigo ni
hacerle concesiones. Este ha sido y es el principio que ha guiado y guía a
nuestro Partido.
La catástrofe que sobrevino en la Unión Soviética ,
en los países europeos de democracia popular y en numerosos partidos comunistas
y obreros del mundo, no se debe consentir en nuestros países y partidos. Y no
sólo no se debe consentir jamás,
sino que para nosotros es una tarea vital, una gran tarea internacionalista,
junto con los demás partidos marxista-leninistas del mundo, con los grupos
revolucionarios marxista-leninistas y todos los marxista-leninistas[2], en unidad de
pensamiento marxista-leninista, en unidad de acción revolucionaria, a la cabeza
de los pueblos, ascender la corriente luchando, invertir la situación en el
movimiento comunista internacional, desenmascarar, para después vencer y
desbaratar a los revisionistas y a sus patrones imperialistas.
Desde luego, lo sucedido en la Unión Soviética ,
independientemente de los métodos putschistas y fascistas utilizados por los
revisionistas jruschovistas para usurpar el poder, no fue un fenómeno
espontáneo, sino preparado por ellos con tiempo. Esto lo demuestra el hecho de
que Jruschov y sus principales colaboradores en el putsch, han figurado antes
de la muerte de Stalin entre los principales dirigentes que actuaban bajo
cuerda, preparaban y esperaban el momento apropiado para una acción a escala
amplia y abierta. Es un hecho que estos traidores eran conspiradores curtidos con la experiencia de los diversos
contrarrevolucionarios rusos, con la experiencia de los anarquistas, los
trotskistas, los bujarinistas y conocían además la experiencia de la revolución
y del Partido Bolchevique. No hacían nada por la revolución, contrariamente
hacían todo lo posible por minar la revolución y el socialismo, escapando a los
golpes de la revolución y de la dictadura del proletariado. En una palabra,
eran contrarrevolucionarios y actuaban como gente con dos caras. Por un lado
cantaban loas al socialismo, a la revolución, al Partido Comunista Bolchevique,
a Lenin y a Stalin y, por otro, preparaban la contrarrevolución.
Ante todos nosotros se plantea la pregunta: ¿Por qué no
fueron descubiertos y golpeados a tiempo? Descubrir y golpear en el momento
preciso es de decisiva importancia para no permitir que el microbio se
multiplique y se fortalezca en un cuerpo afectado por la enfermedad. Es
imprescindible hacer un diagnóstico exacto para combatir y eliminar la enfermedad
y para impedir que reaparezca y constituya nuevamente un peligro.
Nuestro Partido desarrolla desde hace más de 20 años una
lucha dura, incesante e indoblegable, contra el revisionismo moderno titista y
tiene absolutamente claros el origen, la línea, la estrategia, la táctica y los
métodos de lucha de esta agencia de la burguesía y del imperialismo. Nuestro
Partido está luchando de manera activa y con todas sus fuerzas contra el
revisionismo jruschovista desde que asomó las orejas. En esta lucha ha obtenido
una gran experiencia que ha venido a sumarse a la lograda en la lucha contra
los titistas.
La línea seguida por Stalin, durante toda su vida y hasta
el momento de su muerte, en opinión de nuestro Partido, ha sido una línea
correcta marxista-leninista, revolucionaria.
Veamos la cuestión de la lucha de clases. No se puede criticar a Stalin ni en lo más mínimo
por una actitud oportunista hacia las potencias capitalistas e imperialistas.
Al contrario, desarrolló contra ellas una lucha dura, implacable y diente por
diente. Sus obras teóricas y políticas así como la actuación de la Unión Soviética en
la arena internacional lo prueban. En caso de que puedan encontrarse en la
política de la Unión
Soviética durante todo el período de Stalin puntos débiles en
la táctica, impuestos por las diversas circunstancias, por los retrocesos
tácticos, o por no haber sopesado bien, por falta de datos o de análisis
completos, las diversas circunstancias, éstos no constituyen lo principal. Lo
principal ha sido correcto. Esta fue una victoria colosal para la Unión Soviética ,
para el movimiento comunista internacional y para los pueblos que lucharon y
luchan contra las potencias imperialistas y el fascismo. A la luz de los
acontecimientos actuales aparece aún más claramente que la justeza de esta
posición de clase ha sido mérito de Stalin, ya que, después de su muerte, sus
colaboradores más cercanos, con los jruschovistas entre ellos, arrastraron por
el fango esta bandera.
Veamos en líneas generales la lucha de clases en el interior
de la Unión Soviética ,
después de la Revolución
y durante toda la vida de Stalin. En opinión de nuestro Partido, no se observan
errores de principio en la línea del Partido Bolchevique en el tiempo de
Stalin, aunque en las tácticas, en las formas y en los métodos podemos
encontrar errores, que a su vez deben ser juzgados por nosotros en las
circunstancias y coyunturas del momento y no con la visión de hoy y la gran
experiencia acumulada por nuestros partidos.
Durante toda la vida de Stalin no se puede decir que se
melló o ablandó la dictadura del proletariado. Muy al contrario, ésta golpeó
política, económica y militarmente de modo implacable al enemigo de clase y lo
liquidó sin piedad. Tras el triunfo de la Revolución , tras la
toma del poder, después de la intervención y la NEP, las clases explotadoras
capitalistas de la ciudad y del campo en la Unión Soviética
sufrieron, por decirlo de algún modo, un golpe colosal y radical.
Económicamente quedaron, como dice la expresión, en cueros.
Pero no podemos decir que, mientras Stalin vivió, la
dictadura del proletariado en la Unión Soviética actuara de manera unilateral
únicamente en la liquidación de la fuerza económica de las clases explotadoras
y descuidara o relajara la lucha política e ideológica contra ellas. Por el
contrario, también la lucha política e ideológica era colosal. Esto lo prueba
cabalmente la lucha concreta y diaria de Stalin, del Partido Bolchevique, de
todo el pueblo soviético, lo confirman los escritos políticos e ideológicos de Stalin,
los documentos y las decisiones del Partido Comunista de la Unión Soviética ,
lo confirman la prensa y la propaganda masiva de aquel tiempo contra los
trotskistas, los bujarinistas, los zinovievistas, los tukachevski y miles de
traidores más. A esto no se le puede dar otro nombre que dura lucha de clases
política e ideológica, en defensa del socialismo, de la dictadura del
proletariado, del partido y de los principios del marxismo-leninismo.
En esto Stalin posee grandes méritos, se comportó como un
gran marxista-leninista de principios claros, de gran audacia y serenidad, de
madurez y clarividencia propias del revolucionario marxista. Sólo si pensamos
en la fuerza que tenía en aquel momento el enemigo exterior e interior de la Unión Soviética ,
el único país socialista en el mundo, las astucias, la desenfrenada propaganda,
las diabólicas tácticas del enemigo, podemos valorar debidamente la correcta
actuación de Stalin a la cabeza del Partido Comunista de la Unión Soviética.
¿Ha habido errores, excesos, definiciones a veces no rigurosamente exactas? Seguramente que
sí. Ahora podemos analizarlos y valorarlos más correctamente en su contexto, en
las circunstancias creadas y las consecuencias que hubiese tenido en aquel
momento actuar de forma diferente. Pero lo principal permanece y es correcto.
Es difícil criticar a Stalin por violar o no defender los principios
leninistas, es difícil o imposible acusarle de manifestaciones oportunistas en
la línea, de miopía en la política y la ideología proletarias. La vigilancia
revolucionaria de Stalin se aprecia también en los últimos años de su vida.
Descubrió y desenmascaró la actividad traidora y revisionista de Tito y del
titismo [3]. Esto representa
un gran mérito de Stalin.
Antes de morir –y esto ha sido confirmado por el mismo
Jruschov– Stalin dijo a los dirigentes soviéticos que tenía miedo de que fueran
a arrodillarse ante el imperialismo. Y así sucedió. ¿Fue esto falta de
vigilancia por parte de Stalin? ¿Se trata de una expresión casual o de una
conclusión, una reflexión profunda de un gran revolucionario que veía lejos y
ponía al corriente al partido y al pueblo para que tuviesen los ojos abiertos,
para que fuesen vigilantes e hicieran frente a los peligros que podían
amenazarles en el futuro? Esta última conclusión es la verdad para nuestro
Partido.
Entonces si las
cosas son así, se plantea la pregunta, ¿por qué el Partido Comunista
Bolchevique y el pueblo soviético permitieron a los revisionistas tomar el
poder?
La toma del
poder desde dentro por parte de los revisionistas modernos soviéticos, sin
armas ni violencia, por así decirlo, es un fenómeno nuevo. De hecho Stalin, pensamos
nosotros, no había previsto esto, particularmente para la Unión Soviética.
El jamás menospreció la agresividad de los elementos de las clases explotadoras
que cuanto más se aproximan a su tumba, más brutalmente combaten al socialismo
y a la dictadura del proletariado, pero, en la situación en la que se
encontraban estos restos, opinamos que Stalin, juzgando sólida la situación
interna, valoraba, y no sin razón, que era el imperialismo exterior el aliado
que podía resucitarlos.
Stalin puso el acento en el peligro exterior, y podemos
decir que no previó en toda su amplitud la peligrosidad de los elementos
revisionistas, que, por diversas circunstancias subjetivas y objetivas, podían
surgir en el interior del partido y del Estado socialista, y de manera gradual,
intencionadamente o no, de manera consciente o no, con un plan organizado o sin
él, se transformaran en una corriente antimarxista particularmente en el seno
del Partido Comunista de la
Unión Soviética y en la misma Unión Soviética. Tenía la
convicción de que si surgía una actividad hostil al partido, en el interior de
éste, podía desarrollarse, organizarse en sus formas ordinarias, pero tenía
asimismo gran confianza en que sería golpeada y liquidada en las formas
normales y con los métodos con que fueron desenmascaradas y liquidadas todas
las demás. El hecho es que esta vez, con los revisionistas modernos, no sucedió
como habitualmente con la actividad antipartido.
Sin embargo la actuación del Partido Comunista Yugoslavo
y del grupo titista, Stalin la vio con más perspicacia y llegó a conclusiones
correctas. Esto lo testimonian las cartas dirigidas a Tito y los documentos del
Kominform, documentos que revisten una gran importancia y que cuando los
leemos, particularmente hoy, podemos juzgar aún mejor cuán justos han sido los
puntos de vista de clase de Stalin.
Los cabecillas
revisionistas jruschovistas escondían muy bien los pies, actuando encubiertos
con la bandera roja de Stalin.
Nosotros pensamos que han existido contradicciones, han
existido fricciones en la dirección de la Unión Soviética y
no podemos aceptar la absurda tesis de los jruschovistas de que ningún
dirigente podía abrir la boca para manifestar su opinión porque temía a Stalin.
Por lo que hemos llegado a saber, Stalin incluso calificó a Jruschov de
populista, criticó a Voroshilov, e hizo lo mismo con Molotov y otros. Así pues,
por un lado debemos concluir que Stalin no era un miope político, y por otro,
que no siempre utilizaba la bala y el terror, como pretenden los enemigos, sino
por el contrario la persuasión y la confrontación de opiniones.
Independientemente de que no conocemos los documentos
internos que determinan muchas cosas, es un hecho que Stalin no detectó la
peligrosidad de los traidores Jruschov, Mikoyán y otros, y la Gran Guerra Patria
desempeñó un gran papel en esta cuestión. Si podemos culpar a Stalin de algo es
de que en los años de la postguerra, y particularmente en los últimos de su
vida, no percibió que el pulso de su partido no latía como antes, que el
partido había perdido y perdía su ímpetu revolucionario, se había esclerotizado
y, a pesar de los heroísmos de la Gran Guerra Patria, no se restableció debidamente,
de lo que se aprovecharon los traidores jruschovistas. Aquí, pienso yo, y creo
no equivocarme, debemos buscar el origen del drama ocurrido en la Unión Soviética.
La edificación del socialismo en
Toda esta lucha compleja y multilateral elevó la justa
autoridad de Stalin y del Comité Central del Partido Comunista Bolchevique de la Unión Soviética.
Esto fue positivo, pero con los métodos y las formas de trabajo que se
utilizaron en la orientación del partido, se llegó a un resultado contrario.
Si se hace un análisis detallado de las directrices
políticas, ideológicas y organizativas de Stalin para la dirección y la organización
del partido, para la lucha y el trabajo, en general no se encontrarán errores
de principio, pero veremos que el partido se burocratizó paulatinamente, quedó
envuelto en el trabajo rutinario y el peligroso formalismo que constriñen al
partido, que sofocan su espíritu e ímpetu revolucionarios. El partido se cubría
de una pesada herrumbre, de una apatía política, pensando erróneamente que sólo
la cabeza, sólo la dirección actúa y lo soluciona todo. Fue una concepción
semejante en el trabajo la que condujo a la situación en que por todos los
lados y para todo se dijera: «esto lo sabe la dirección», «el Comité Central lo
sabe todo», «el Comité Central no se equivoca», «esto lo ha dicho Stalin y se
acabó». Muchas cosas podía no haberlas dicho Stalin, pero se decían en su
nombre. Los aparatos y los funcionarios se convirtieron en «omnipotentes», en
«infalibles» y actuaban de modo burocrático bajo las fórmulas del centralismo
democrático, de la crítica y la autocrítica bolcheviques, que ya no eran
bolcheviques. No hay duda de que fue así como el Partido Bolchevique perdió su
vitalidad anterior, vivía con fórmulas correctas, pero que no eran más que
fórmulas; obedecía pero no actuaba por sí mismo.
En estas condiciones las medidas administrativas
burocráticas comenzaron a prevalecer sobre las revolucionarias. Las correctas
medidas revolucionarias adoptadas contra los enemigos de clase, con estos
métodos y formas burocráticas de trabajo, en lugar de tener el efecto debido
producían el contrario y fueron utilizadas por los burócratas para crear el
miedo en el partido y entre el pueblo. La vigilancia revolucionaria ya no era
operante, porque había dejado de ser revolucionaria, independientemente de que
fuera pregonada como tal. De ser una vigilancia de partido y de las masas se
estaba transformando en una vigilancia del aparato burocrático y se
transformaba de hecho, si no en su totalidad, sí desde el punto de vista de las
formas, en una vigilancia de las fuerzas de seguridad y de los tribunales.
Es comprensible que en estas condiciones, en el Partido
Comunista de la Unión
Soviética echaran raíces y se ampliaran entre los comunistas
y en la conciencia de muchos de ellos sentimientos y puntos de vista no
proletarios, no de clase. Se desarrollaban el arribismo, el servilismo, la
charlatanería, el favoritismo, la moral antiproletaria, etc., que corroían al
partido desde dentro, sofocaban el espíritu de la lucha de clase y de los
sacrificios y estimulaban la búsqueda de una vida «buena», cómoda, con
privilegios, con beneficios personales, con el menor trabajo y esfuerzos
posible. «Trabajamos, luchamos y vencimos para este Estado socialista, ahora
disfrutemos y aprovechémonos, somos intocables, el pasado nos lo justifica
todo», esta mentalidad burguesa y pequeñoburguesa se estaba creando y representaba
un gran peligro el hecho de que estaba afectando también a los viejos cuadros
del partido con un pasado bueno y de origen proletario, quienes debían ser
ejemplo de pureza para los demás. Muchos de los que sabían utilizar bien las
palabras, las frases revolucionarias, las fórmulas teóricas de Lenin y de
Stalin, que cosechaban los laureles del
trabajo de los demás y daban y estimulaban el mal ejemplo, estaban situados en
la dirección, en los aparatos. Se estaba creando en el Partido Comunista de la URSS una aristocracia obrera
de cuadros burócratas.
Este proceso de degeneración se desarrollaba desgraciadamente
bajo las consignas «alegres» y «prometedoras» de que «todo va bien,
normalmente, dentro de las normas y las leyes del partido», que de hecho
estaban siendo violadas, bajo las consignas de que la «lucha de clases continúa
y es llevada a cabo», «se mantiene el centralismo democrático», «la crítica y
la auto crítica continúan como antes», «existe una unidad férrea en el
partido», «ya no hay elementos fraccionalistas y antipartido», «ya pasó el
tiempo de los grupos trotskistas, bujarinistas», etc., etc. Este deformado
concepto de la situación, y aquí reside la esencia del drama y el error fatal,
era considerado incluso por los elementos revolucionarios como una realidad
normal en general, por tanto se pensaba que no había razón para alarmarse,
porque los enemigos, los ladrones, los que infringían la moral eran condenados
por los tribunales, los militantes indignos eran expulsados del partido como
siempre, y como siempre ingresaban otros nuevos, los planes se cumplían, aunque
había también de los que no se cumplían, la gente era criticada, condenada,
elogiada, etc. La vida, según ellos, seguía su curso normal y a Stalin se le
informaba que «todo marcha normalmente». Estamos convencidos de que Stalin,
como gran revolucionario que era, si hubiese conocido realmente esta situación
en el partido, hubiese dado un golpe demoledor a este espíritu enfermizo, y el
partido y el pueblo soviético se habrían puesto todos en pie, porque con razón
tenían gran confianza en Stalin.
Pero si no dio Stalin este golpe ¿será porque conciliaba
con esta situación enferma, porque se equivocaba política e ideológicamente en
los principios? ¡De ninguna manera!
Nosotros pensamos que en esto debe defenderse a Stalin hasta el fin. Stalin
puede ser criticado porque en los últimos años de su vida debilitó los vínculos
con las masas del partido y del pueblo, pero esto sucedió sólo físicamente y
nunca ideológica y políticamente. Tenía confianza en los cuadros, pero no se
puede decir que sólo tuviera confianza en ellos y que no la tuviera o la
hubiera perdido en la gente sencilla, en las masas del partido y del pueblo.
Los aparatos no sólo no informaban correctamente a
Stalin, y deformaban de forma burocrática sus justas directrices, sino que
habían creado también una situación entre el pueblo y en el partido, que
incluso cuando Stalin, en la medida en que se lo permitía su edad y su salud,
iba junto a las masas del partido y del pueblo, éstas no le informaban de las
deficiencias y los errores que se daban, porque los aparatos habían inculcado
en la gente la concepción de que «no debemos molestar a Stalin».
En cuanto al llamado culto a la personalidad de Stalin,
los traidores jruschovistas lo extendieron de forma intencionada para
utilizarlo ampliamente contra el marxismo-leninismo, tal como sucedió. Nosotros
pensamos que Stalin, por su obra y su lucha, fue un gran marxista. Era un
hombre sencillo y no tenía necesidad de que la prensa y la propaganda
soviéticas le exaltasen de aquel modo mientras vivía. En cuanto a esta cuestión
pensamos que Stalin, personalmente, no adoptó medidas severas que equilibraran
de manera marxista-leninista y liquidaran los numerosos aspectos negativos y
peligrosos de esta propaganda, que puede encerrar y como los hechos
demostraron, encerraba graves peligros, porque tras la desequilibrada
propaganda a Stalin se escondían también los enemigos y traidores como Jruschov
y Cía., que gritaban más que nadie y ocultaban su complot tras esta máscara.
Después de la muerte de Stalin se vio claramente cómo estos traidores
utilizaron esta desenfrenada propaganda, no sólo contra Stalin, no sólo contra la Unión Soviética ,
sino también contra el marxismo-leninismo a escala internacional.
No debemos hacer responsable a Stalin de las culpas y
errores de los que no es autor, que no ha querido que se hicieran y que si los
hubiese detectado, los habría golpeado implacablemente como revolucionario que
era. Por tanto, las graves culpas recaen sobre muchos otros, grandes y
pequeños, y también sobre el Partido Comunista de la Unión Soviética en
su conjunto, porque no supo luchar y reaccionar enérgicamente y de forma
revolucionaria, sobre la base de la teoría marxista-leninista militante, contra
las deformaciones burocráticas, lo que condujo a deformaciones ideológicas y
políticas, a la creación de la corriente de los revisionistas modernos, quienes
tomaron el poder desde dentro, esperando el momento oportuno, la muerte de
Stalin.
Mikoyán nos ha afirmado que en una ocasión habían
decidido atentar contra la vida de Stalin, asesinarle, pero luego desistieron.
Esto no prueba únicamente los objetivos criminales de estos bandidos, sino
también que, cuando resolvieron asesinar a Stalin, debían estar en peligro de
ser descubiertos. Si hubiesen nevado a cabo este atentado, con seguridad
habrían fracasado, se habrían destruido a sí mismos, porque todo el partido y
el pueblo les habrían despedazado. Según parece, aguantaron un poco más. Así
pues, este grupo de conspiradores putschistas y traidores conocían la situación
en el partido, conocían a los cuadros, sus deficiencias y debilidades,
calladamente habían colocado en posiciones clave a los suyos y habían preparado
con tiempo su táctica y su estrategia. Y tiene gran importancia analizar esto.
Molotov y sus compañeros eran viejos revolucionarios,
comunistas honestos, pero eran representantes típicos de la rutina burocrática,
de la «legalidad» burocrática y, cuando intentaron tibiamente utilizarla contra
el evidente complot de los jruschovistas[4], el asunto había
terminado ya. La burocracia y la «legalidad» burocrática fueron utilizadas por
los traidores, quienes cubrieron el complot palaciego con esta «legalidad» y
maniobraron a través de su red y de toda la capa de burócratas de origen
proletario, y no de origen kulak o capitalista, feudal, para tomar en sus manos
las riendas del partido y de los órganos del poder.
Tras la muerte de Stalin los complotadores jruschovistas
maniobraron muy bien con esta «legalidad», con las «reglas del partido», con el
«centralismo democrático», con sus lágrimas de cocodrilo por la pérdida de
Stalin, preparando paso a paso el torpedeo de su obra, de su persona, del
marxismo-leninismo, hasta coronar todo esto en el XX Congreso y en las llamas
del fuego que quemó el cuerpo de Stalin. Este es un período lleno de enseñanzas
para nosotros los marxista-leninistas porque señala la bancarrota de la
«legalidad» burocrática, que constituye un gran peligro para un partido
marxista-leninista, porque pone al descubierto los métodos que utilizan los
revisionistas para beneficiarse ellos mismos de esa «legalidad» burocrática,
porque pone de relieve cómo dirigentes honestos y experimentados, pero que han
perdido el espíritu revolucionario de la clase, caen en las trampas de los
intrigantes y ceden, retroceden ante los chantajes, la demagogia de los
revisionistas traidores enmascarados tres la fraseología revolucionaria.
En este período transitorio de consolidación de su poder,
vimos cómo los jruschovistas, alardeando con gran escándalo de que actuaban con
«gran espíritu de partido», «liberados de la angustia por el miedo a Stalin», «con
formas verdaderamente democráticas y leninistas», trabajaron activamente para
organizar las calumnias más monstruosas que únicamente la burguesía había
podido lanzar contra la
Unión Soviética y Stalin. Toda esta campaña de calumnias
apoyaba y pretendía confirmar con documentos supuestamente legales las
calumnias de muchos años de los capitalistas contra el marxismo-leninismo. Los jruschovistas
utilizaron todo, rebuscaron en los archivos, en los documentes, en las actas de
una actividad de décadas, de donde extrajeron opiniones y frases aisladas, que
citaron para interpretar a su antojo las tácticas utilizadas, etc. Fueron
utilizadas incluso anécdotas, sucesos de la vida personal de la gente, en una
palabra, métodos típicos de una actividad trotskista. Y toda esa labor se desarrolló
para atacar la correcta estrategia revolucionaria de Stalin, para atacar y
minar las normas leninistas, para atacar la ideología marxista-leninista con
métodos seudolegales, para desacreditar a Stalin y al socialismo en la Unión Soviética y
en el mundo.
La continuación y desarrollo de la actividad traidora de
los revisionistas jruschovistas son conocidos. Se han adueñado del Partido
Comunista de la Unión
Soviética y disponen del apoyo de una amplia capa de miembros
del partido que se han burocratizado, que se han transformado y se transforman
sistemáticamente en nuevos burgueses. Los restos de las clases explotadoras
capitalistas de la
Unión Soviética no lograron golpear a la dictadura del
proletariado, por ser impotentes y estar desbaratados, pero la ausencia de
vigilancia revolucionaria, el marchitamiento de la lucha de clases dentro y
fuera del partido, el relajamiento del espíritu revolucionario para todo, la falta
de un trabajo político e ideológico profundo, masivo, revolucionario, la
burocratización del partido, hicieron que una capa entera de éste perdiese por
completo los rasgos del proletariado, del revolucionario, que se aburguesara,
crease sus cuadros en el partido y en el estado y tomase el poder en sus manos.
Lo que no pudieron hacer los restos de las clases explotadoras, lo hicieron
ellos y, ahora, en esta legalidad revisionista vigente, se lleva a cabo su
fusión de clase contra la revolución, contra el marxismo-leninismo, contra el
socialismo.
A pesar de que en los demás países dominados por los
revisionistas modernos se utilizaron los mismos métodos y se persiguieron los
mismos objetivos y de que los jruschovistas les ayudaron con todos los medios
para que tomasen el poder, para nosotros los marxista-leninistas reviste
interés estudiar la estrategia y las tácticas que utilizaron los traidores al
marxismo-leninismo y el papel específico que desempeñaron las clases burguesas
capitalistas en cada uno de esos países. ¿Por qué? Porque existen acentuadas
diferencias en este sentido, existen diferencias en el desarrollo de la lucha
de clases, en la intensidad de la lucha de liberación nacional, en el papel de
los partidos en esta lucha, en su línea en la lucha por lograr la victoria, por
la liberación del país, por la toma del poder, por la organización de éste y la
consolidación de la democracia popular. Todo este proceso no se desarrolló de
idéntica forma en todas partes. Ha tenido un desarrollo diferente en diferentes
países.
[...]
¿Qué deben hacer nuestros dos partidos y Estados, en
primer lugar, y todos los partidos marxista-leninistas del mundo? Pensamos que
debemos estar plenamente armados política, ideológica, económica y moralmente y
continuar la lucha hasta la victoria contra los imperialistas y los
revisionistas modernos, la lucha ideológica, política, económica y, cuando lo
exija la necesidad de la defensa de nuestros países y de las victorias de la
revolución, hacer también la lucha armada.
Esta lucha a vida o muerte se prepara eficazmente entre
otras ayudando a los revolucionarios del mundo y particularmente a la
revolución en los países revisionistas. Con esto no disminuimos en absoluto, la
colosal ayuda, inestimable y completa, que debemos prestar a los pueblos en
lucha y a los partidos y grupos marxista-leninistas de los países de Asia, África,
Australia y América Latina. Esto es de lo más importante, pero también es
fundamental la revolución que debe prepararse y estallar en la Unión Soviética y
en los demás países revisionistas...
Nuestro Partido ha expresado algunas de sus ideas, ya sea
directamente a su partido, ya sea públicamente a través de la prensa, de cómo
se debe organizar esta ayuda y esta lucha de una forma más concentrada a nivel
mundial contra el revisionismo moderno. Naturalmente, pueden no ser completas y
siempre exactas, pero insistimos de nuevo y somos de la opinión de que nuestros
dos partidos deben profundizar en este problema grande y urgente, estudiar y
decidir sobre la base de los nuevos acontecimientos y situaciones que se han
producido.
Los revisionistas modernos trabajan intensamente,
inventan numerosas «teorías» y hacen todo lo posible por combatir la unidad
marxista-leninista proletaria internacional, que les resulta mortal. Los
jruschovistas, incluyendo a los rumanos, desacreditaron la gran idea de la unidad
marxista-leninista internacional, para sustituirla por su hegemonía
revisionista. Por eso, nosotros debemos
levantar en alto la gran bandera de Marx, Engels, Lenin y Stalin, la bandera de
la férrea unidad proletaria internacional, y desbaratar toda hegemonía
revisionista.
Enver Hoxha Obras Escogidas tomo IV páginas 36-78, Tirana, 1983
[1] Visitó Albania del 24 al 28 de junio de 1966.
[2] Los partidos y los grupos marxista-leninistas cifraron grandes
esperanzas en el respaldo del Partido y de la RP Chinos en tanto que
«gran partido marxista-leninista» y «gran país socialista». Pero quedaron
defraudados. Respecto a esto el camarada Enver Hoxha, dirigiéndose a una
delegación china, recalcaba: «Nos incumbe... en primer lugar a su gran partido
y a nuestro Partido dar los primeros pasos para concretar lazos más fuertes,
más eficaces con todo el movimiento marxista-leninista mundial, a fin de
templar aún más nuestra unidad marxista-leninista y reforzar nuestras acciones
comunes contra nuestros enemigos comunes». («Reflexiones sobre China», t. 1,
pág. 319, Tirana, 1979, ed. en español).
Keng Piao,
entonces director del departamento de relaciones con el exterior del CC del PC
de China, en 1973, en una conversación con camaradas de nuestro Partido señaló:
«China no aprueba la creación de partidos marxista-leninistas ni desea que los
representantes de estos partidos vengan a China» (Véase: Enver Hoxha. «El
Imperialismo y la Revolución», pág. 460, Tirana, 1979, ed. en español).
[3] Alusión a los puntos de
vista erróneos de los chinos hacia el titismo y Stalin, expresados al camarada
Enver Hoxha por el propio Mao Tse-tung en Pekín en 1956 durante los trabajos
del VIII Congreso del PC de China (Véase: Enver Hoxha. «Los Jruschovistas» (Memorias), págs.
255-258, Tirana, 1980, ed. en español).
[4] Véase: Enver Hoxha. «Los jruschovistas»
(Memorias). págs. 31, 198; Tirana, 1980, ed. en español.
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