martes, 4 de septiembre de 2012

Patria socialista, internacionalismo proletario y revolución mundial

Lenin en el debate sobre el tratado de Brest-Litovsk
Por S. Fiume
La línea punteada, en la izquierda, indica la posición del ejército alemán en diciembre de 1917, cuando se acordó el armisticio. El área de color rosa muestra el territorio ganado por los alemanes con el Tratado de Brest-Litovsk, que en su mayor parte ya había sido ocupado antes del tratado. La línea continua de la derecha indica el nuevo límite occidental de la república rusa soviética.
Ante el nacionalismo burgués y pequeñoburgués, los comunistas siempre respondieron con lo dicho por Marx y Engels en el “Manifiesto del Partido Comunista”: “Los obreros no tienen patria”. Esta es la base inicial sobre la que se levanta el principio del internacionalismo proletario. La fundamentación de esta afirmación es de sobra conocida, tiene que ver con el carácter internacional del capital y en consecuencia con el carácter internacional de su sepulturero: el proletariado.

En principio, la línea divisoria entre el marxismo y el oportunismo en este punto estaba claramente delimitada por el “Manifiesto”. Sin embargo, la revolución de Octubre, la conquista del poder político  por el proletariado ruso, la instauración de la dictadura del proletariado y la edificación del socialismo en Rusia, obligaron a actualizar y desarrollar el principio del internacionalismo proletario.

Después de Octubre, los obreros sí tienen patria

La conquista del poder por una de las secciones del proletariado mundial –el ruso–  inauguró la época de las revoluciones proletarias y la creación de la URSS abrió el camino a la formación de un campo socialista.

Las ideas predominantes entre los marxistas antes de Octubre establecían la necesidad de que el proletariado triunfante inicie la “guerra revolucionaria” para contribuir a, que en los principales países de Europa (especialmente Alemania),  estalle la revolución proletaria “mundial”, lo que a su vez ayudaría al proletariado del primer país vencedor a sostenerse en el poder.

Esta era una derivación de la teoría de la simultaneidad (o casi simultaneidad) de la revolución. Se pueden encontrar los rasgos de esta teoría en algunos escritos de Engels. Incluso en el “Manifiesto del Partido Comunista” publicado en 1848 se encontrará la dirección en ese sentido.
 
Los oportunistas al criticar a Stalin y a los marxista-leninistas por supuestamente olvidar el internacionalismo proletario y la revolución internacional, por su defensa de la URSS, siempre citan como por impulso que “los obreros no tienen patria”, pero pasan por alto el resto del párrafo donde esa expresión está incluida:

“Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Mas, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués.”

La expresión “todavía es nacional” enfatiza el carácter inicial de esa conquista del poder y la elevación de una sección del proletariado internacional a la condición de clase nacional, dado que la revolución debe triunfar inicialmente en un país concreto (que la Historia determinó que fuera la Rusia de 1917). Pero el carácter nacional de esa conquista del proletariado ya no es “de ninguna manera en el sentido burgués” sino que está signada por las tareas socialistas que debe emprender. Es interesante señalar que el “Manifiesto” fue escrito cuando las revoluciones de 1848 estaban anunciando lo que se venía (“Un fantasma recorre Europa…”), veintitantos años antes de que Marx encontrara -en la experiencia revolucionaria de la Comuna de París- lo que sería su mayor contribución: que toda la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado. (Carta a Wedemeyer, 5 de marzo de 1852, en Marx-Engels, O.E. en tres tomos, t. 1, Progreso, Moscú). Y sin embargo, existe una coherencia notable en su teoría de la revolución.

Después de Octubre, Lenin desarrollaría el contenido de la expresión: “aunque de ninguna manera en el sentido burgués”. Específicamente, fue en los meses inmediatos a Octubre, cuando se discutía la paz de Brest-Litovsk. En ese debate podemos encontrar las bases del desarrollo del principio del internacionalismo proletario y la revolución internacional, luego de inaugurada la época de las revoluciones proletarias, con el establecimiento del primer país socialista y el inicio de la edificación del socialismo.

Cuando el avance alemán amenazaba con tomar Petrogrado, ante la negativa de los “comunistas de izquierda” y aliados a la firma del tratado de paz con Alemania, el Partido bolchevique llamó a la defensa de la patria socialista:

“Hasta que el proletariado alemán se alce en armas y venza, el deber sagrado de los obreros y campesinos de Rusia es defender con abnegación la República de los Soviets contra las hordas de la Alemania burguesa e imperialista.
¡La patria socialista está en peligro! ¡Viva la patria socialista! ¡Viva la revolución socialista internacional!”
(Lenin, “¡La patria socialista está en peligro!”, 8(21) de febrero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 07, Progreso, Moscú, 1973).

Por primera vez de manera clara, a sólo unos meses de la revolución de Octubre, Lenin no sólo acuñaba una expresión o lanzaba una simple consigna, sino que incorporaba un nuevo concepto a la teoría marxista, el concepto de la “patria socialista”. A algunos “perspicaces” se les ocurrirá señalar el carácter temporal y relativo de ese llamamiento, dado que el mismo Lenin dice: “hasta que el proletariado alemán se alce en armas y venza…”. Sin embargo, Lenin se encarga de aclarar esto en la sustentación de su tesis:

“…Somos defensistas desde el 25 de octubre de 1917. Somos partidarios de “la defensa de la patria”; pero la guerra patria hacia la que nos encaminamos es una guerra por la patria socialista, por el socialismo como patria, una guerra por la República Soviética como destacamento del ejército mundial del socialismo.
“¡Odia al alemán, muera el alemán!”: tal ha sido y sigue siendo la consigna del patriotismo corriente, es decir, del patriotismo burgués. Pero nosotros diremos: “¡Odia a los bandidos imperialistas, odia al capitalismo, muera el capitalismo!” Y al mismo tiempo: “¡Aprende del alemán! ¡Sé fiel a la alianza fraternal con los obreros alemanes! Se han retrasado en acudir en nuestra ayuda. Pero nosotros ganaremos tiempo, los esperaremos, y ellos vendrán en nuestra ayuda.
(Lenin, “Las tareas principales de nuestros días”, 11 de marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)

El socialismo como patria y el deber internacionalista de la revolución socialista victoriosa

En esta coyuntura crítica para la amenazada revolución rusa, Lenin introdujo dos cuestiones importantes que desarrollaron el principio del internacionalismo proletario y la teoría de la revolución proletaria: 1) el socialismo como patria y 2) las tareas de la revolución socialista triunfante en relación con la revolución mundial. Para Lenin, ambas tienen como denominador común –por supuesto– los intereses de la revolución proletaria mundial.

Desde esa perspectiva, la sección del proletariado que ha triunfado y el proletariado internacional en general deben defender la revolución socialista victoriosa y contribuir a su fortalecimiento. La defensa de la patria socialista no es exclusivamente el deber de la sección victoriosa del proletariado sino el deber del proletariado internacional en su conjunto; porque lo que se defiende no es un territorio, una nacionalidad, una cultura especifica, lo que se defiende es el socialismo como patria, definida como base de apoyo de la revolución proletaria mundial y escenario de la materialización de los principios marxista-leninistas de construcción del socialismo.

De esta forma, con el nacimiento de la Rusia soviética (y después con la creación del campo socialista) se pudo decir: “Los obreros ya tienen patria, es la patria socialista, la patria de todos los obreros del mundo. ¡Que no se os arrebate!”. Con el triunfo de la revolución proletaria en uno o varios países, a partir de 1917, la consigna del “Manifiesto” (“los obreros no tienen patria”) dejó de ser actual, ya no correspondía en su integridad a la realidad (aunque la restauración del capitalismo en los países socialistas, la derrota temporal del proletariado, haya restablecido la vigencia de esa consigna).

Ahora bien, ¿cuál debe ser la actitud de la revolución triunfante en relación con sus tareas hacia la revolución proletaria mundial? Lenin esbozó esto en 1915, antes de Octubre:

"La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primero en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país capitalista. El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados."
(Lenin, “La consigna de los Estados Unidos de Europa”, 23 de agosto de 1915, O.E. en 12 tomos, t. 5, Progreso, Moscú, 1973)

En este artículo, Lenin habló por primera vez sobre la posibilidad del socialismo en un solo país, no solamente del triunfo de la revolución en un solo país ni de la dictadura del proletariado en un solo país, sino del socialismo en un solo país. Aquí Lenin dice claramente que el proletariado triunfante debe “expropiar a los capitalistas” y “organizar la producción socialista dentro de sus fronteras”. La pregunta que cabe es: ¿qué significa desde el punto de vista marxista “organizar la producción socialista”? La respuesta no puede ser mejor ejemplificada que con la experiencia histórica de la construcción del socialismo en la URSS bajo la dirección de Stalin.

Pero además de eso, Lenin en 1915 define teóricamente la tarea de la revolución socialista triunfante, prefigurando la tesis de la guerra revolucionaria (es decir, la guerra defensiva del proletariado triunfante contra las fuerzas imperialistas agresoras). Mas la cuestión de la actitud de la revolución triunfante en relación con la revolución mundial adquiere contenido sólo después de Octubre, cuando se vive la experiencia de una revolución triunfante en medio de condiciones desfavorables y convulsas, en las condiciones de una guerra mundial en desarrollo y el triunfo del proletariado en un país atrasado desde el punto de vista capitalista y por añadidura devastado por la guerra.

Los bolcheviques habían triunfado en Octubre ganándose a la clase obrera, al campesinado y al ejército, entre otras, con la consigna de la paz, en medio de una guerra donde el ejército ruso había tenido más bajas que todos los países beligerantes juntos. Inmediatamente después de la toma del poder, los bolcheviques propusieron la paz a todos los países beligerantes y desmovilizaron a su ejército. Alemania tenía interés en firmar la paz con Rusia, lo más pronto posible, para abocarse de lleno a la lucha en el frente occidental contra Inglaterra y Francia. En el Partido bolchevique había renuencia para firmar una paz por separado con Alemania. Los imperialistas alemanes, a su vez, se sentían apremiados por la debilidad de su frente occidental y a medida que pasaba el tiempo exigían que el nuevo poder soviético se decida a negociar y firmar la paz, amenazando con avanzar hacia la capital rusa. Por su parte, los aliados ofrecían ayuda a los bolcheviques para que continúen en la guerra contra Alemania. Presiones de ambos bloques de potencias imperialistas y discrepancias en el seno del Partido bolchevique, eran parte del marco en el que se desarrollaría el debate sobre la paz de Brest-Litovsk (para no mencionar la profunda crisis económica, la paralización de la producción, la escasez de alimentos, la actividad contrarrevolucionaria, etc.)

Los “comunistas de izquierda” se oponían al tratado de paz con Alemania y proponían llamar a la guerra revolucionaria. El concepto de guerra revolucionaria fue planteado por Engels, y sostenía la posibilidad de guerras defensivas del proletariado victorioso contra la burguesía de otros países (Carta a Kautsky del 12 de setiembre de 1882 en Marx-Engels, O.E. en tres tomos, t. 3, Progreso, Moscú). Bujarin y sus seguidores sostenían que, ante la amenaza del imperialismo alemán, lo único acorde con los principios comunistas era llevar adelante la guerra revolucionaria para estimular la revolución en Alemania; que firmar la paz era una traición a la revolución mundial; que esa paz en el hipotético caso de dar un respiro a Rusia, permitiría a la reacción alemana aplastar el movimiento revolucionario liderado por Liebknecht; que si era necesario había que sacrificar la revolución rusa en aras del estallido de la revolución en Alemania; que el triunfo de la revolución en el país más desarrollado de Europa, con el proletariado más avanzado, permitiría después que el proletariado ruso recuperara lo perdido, etc.

Estas tesis –excepto de la viabilidad de la guerra revolucionaria en ese momento– eran compartidas por Trotsky, sólo que éste vacilaba. Sabía que no existían condiciones materiales y subjetivas para llevar adelante la guerra revolucionaria, condición básica de las tesis de Bujarin, pero se rehusaba a firmar la paz. Una vez más, su política era que los acontecimientos se desenvuelvan por sí solos para luego tomar una posición.

En medio del debate, que –es bueno reiterar– se realizaba en las circunstancias de una guerra mundial, Lenin describió la terca realidad contra la que chocaban las consignas aventureristas de los “comunistas de izquierda” y las vacilaciones de los centristas de “ni guerra ni paz”:

“10. …el principio que debe servir de base a nuestra táctica no es establecer a cuál de los dos imperialismos nos conviene más ayudar en estos momentos, sino determinar cuál es el medio más eficaz y seguro de garantizar a la revolución socialista la posibilidad de afianzarse o, por lo menos, de sostenerse en un país hasta que otros países se adhieran a él.

12 ….Pero el problema de si es posible sostener una guerra revolucionaria ahora, inmediatamente, debe resolverse tomando en consideración de manera exclusiva las condiciones materiales de su realización y los intereses de la revolución socialista ya iniciada.

17. Por tanto, en lo que concierne a la guerra revolucionaria en el momento actual, la situación es la siguiente:
 
Si la revolución alemana estallara y triunfase en los próximos tres o cuatro meses, tal vez la táctica de la guerra revolucionaria inmediata no originaría la ruina de nuestra revolución socialista.

Pero si la revolución alemana no se produce en los meses próximos, el curso de los acontecimientos, de continuar la guerra, será inevitablemente tal que gravísimas derrotas obligarán a Rusia a concertar una paz separada aún más desfavorable; y, además, esta paz no la firmaría un Gobierno socialista, sino otro cualquiera (por ejemplo, el bloque de la Rada burguesa con la gente de Chernov o algo semejante). Porque el ejército campesino, extremadamente agotado por la guerra, derrocaría al Gobierno obrero socialista después de las primeras derrotas, probablemente no al cabo de varios meses, sino a las pocas semanas.

18. En tales condiciones, sería una táctica inadmisible por completo jugarse a una carta los destinos de la revolución socialista, ya iniciada en Rusia, sólo para ver si estalla la revolución en Alemania en un plazo cercano, brevísimo, calculado en semanas. Semejante táctica sería una aventura. No tenemos derecho a correr ese riesgo.

(Lenin, “Acerca de la historia de la paz desdichada”, con las tesis presentadas el 8 (21) de en enero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).

El socialismo es superior: la piedra de toque

Uno de los argumentos que utilizaban Bujarin y Trotsky era que la posición de Lenin significaba abandonar a su suerte la lucha de algunas naciones por su autodeterminación, al dejarlas a merced del imperialismo alemán. Lenin respondió esas acusaciones desarrollando la teoría del socialismo en un solo país y definiendo la piedra de toque que deslinda el nacionalismo del socialismo:

"20. Al concertar la paz separada nos libramos en el mayor grado posible, en el momento actual, de ambos grupos imperialistas contendientes, aprovechándonos de la hostilidad existente entre ellos y de la guerra –que les impide confabularse contra nosotros–, y conseguimos tener las manos libres durante cierto tiempo para proseguir y consolidar la revolución socialista. La reorganización de Rusia sobre la base de la dictadura del proletariado, sobre la base de la nacionalización de los bancos y de la gran industria, con un régimen de intercambio natural de productos entre la ciudad y las cooperativas de consumo rurales, formadas por los pequeños campesinos, es posible desde el punto de vista económico, a condición de que tengamos asegurados unos meses de trabajo pacífico. Y esa reorganización haría que el socialismo fuese invencible tanto en Rusia como en el mundo entero, creando a la vez una firme base económica para un poderoso Ejército Rojo Obrero y Campesino.
21. En el momento actual, una guerra revolucionaria de verdad sería la guerra de la República Socialista contra los países burgueses con el claro fin, plenamente aprobado por el ejército socialista, de derrocar a la burguesía de otros países. Pero es indudable que en este momento no podemos todavía señalarnos esa meta. Objetivamente, lucharíamos ahora por la liberación de Polonia, Lituania y Curlandia. Pero ningún marxista podría negar, sin romper con los principios del marxismo y del socialismo en general, que los intereses del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación…"
(Lenin, “Acerca de la historia de la paz desdichada”, con las tesis presentadas el 8 (21) de en enero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).

Los oportunistas, trotskistas y revisionistas de todo pelaje “olvidan” el principio marxista que sostiene que “el socialismo es superior”, cuando atacan la actitud de Stalin y la URSS en relación con momentos específicos y concretos de las luchas de liberación nacional y de revoluciones en progreso dirigidas por partidos comunistas de algunos países. Olvidan que “los intereses del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación…”, olvidan que los intereses de la revolución victoriosa están por encima de los intereses de la revolución por venir o en desarrollo, olvidan que los intereses del país del socialismo están por encima de los intereses de las democracias populares, olvidan que la patria que los obreros deben defender es el país de la dictadura del proletariado, olvidan que el proletariado debe luchar por fortalecer y ampliar esa patria socialista. Este es uno de los principios de la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria y el internacionalismo proletario. Lenin es muy claro y enfático en cuanto a eso:

“…¿qué es superior, el derecho de las naciones a la autodeterminación o el socialismo?

El socialismo es superior.

¿Es permisible que, para evitar la violación del derecho de las naciones a la autodeterminación, se sacrifique a la República Socialista Soviética, se la exponga a los golpes del imperialismo en un momento en que este último es a todas luces más fuerte y la República Soviética es a ciencia cierta más débil?

No. No es permisible. Eso no es una política socialista, es una política burguesa.”

(Lenin, “Acerca de la frase revolucionaria”, 8(21) de enero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).

Y esta no es una frase suelta, fuera de contexto, como suelen decir los oportunistas y trotskistas cuando no pueden rebatir las tesis leninistas. Está presente a lo largo de la obra de Lenin después de Octubre y sobre todo en su práctica como líder de la revolución rusa. La creación de la URSS se hizo de conformidad con este principio. Stalin aplicó ese mismo principio en vida de Lenin –cuando le correspondió llevar a la práctica la política bolchevique sobre las nacionalidades en la Rusia soviética– y después cuando fue el dirigente máximo de la revolución proletaria mundial; con esa política se creó, amplió y fortaleció el campo socialista y se impulsó el avance de la lucha del proletariado revolucionario internacional y el movimiento de liberación nacional en los países coloniales, semicoloniales y dependientes, bajo la dirección de Stalin.

¿Qué respondía Lenin ante las acusaciones de que su política significaba renunciar al apoyo a la revolución mundial?

“Desde el punto de vista de la defensa de la patria, es un crimen aceptar la contienda militar con un enemigo infinitamente más fuerte y preparado, sabiendo de antemano que no se tiene ejército. Estamos obligados a firmar, desde el punto de vista de la defensa de la patria, la paz más dura, opresora, salvaje y vergonzosa: no para “capitular” ante el imperialismo, sino para aprender y prepararnos a combatir contra él de modo serio y práctico.”

“…Un país campesino, llevado a una ruina inusitada por tres años de guerra y que ha empezado la revolución socialista, debe rehuir la contienda militar –mientras sea posible, aun a costa de durísimos sacrificios precisamente para tener la posibilidad de hacer algo serio en el momento en que estalle “la batalla final y decisiva.

Esa batalla sólo estallará cuando se desencadene la revolución socialista en los países imperialistas avanzados. Es indudable que semejante revolución madura y se robustece de mes en mes, de semana en semana. Hay que ayudar a esa fuerza que madura.

Hay que saber ayudarla. Y no se la ayudará, sino que se la perjudicará, dejando que sea derrotada la vecina República Socialista Soviética en un momento en que es evidente que carece de ejército.”

“…si determinamos nuestra táctica de hoy en la lucha contra el imperialismo de hoy basándonos en la esperanza de que Liebknecht debe vencer sin falta precisamente en las próximas semanas, sólo nos mereceremos que se burlen de nosotros.”

(Lenin, “Una lección dura pero necesaria”, 12(25) de febrero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973)

En “saber ayudar” a la revolución en otros países radica buena parte de la efectividad de la ayuda del proletariado de la revolución victoriosa. Haciendo oídos sordos a los cantos de sirena de los revolucionarios de la frase, que abogaban por un enfrentamiento directo contra las fuerzas imperialistas en inferioridad de condiciones, Lenin lo puso bastante claro, de tal manera que no cabe ninguna duda sobre el contenido de su tesis sobre el deber de la revolución triunfante en relación con la revolución internacional.

“…En realidad, los intereses de la revolución internacional requieren que el Poder soviético, que ha derribado a la burguesía en el país, ayude a esta revolución, pero que elija una forma de ayuda proporcionada a sus fuerzas. Ayudar a la revolución socialista a escala internacional, aceptando la posibilidad de la derrota de esta revolución en el país dado, es un punto de vista que ni siquiera deriva de la teoría del estímulo.”
“…La revolución alemana madura, pero es evidente que no ha llegado aún a su estallido en Alemania, que no ha llegado todavía a la guerra civil en Alemania. Es evidente que nosotros no ayudaríamos, sino que obstaculizaríamos el proceso de maduración de la revolución alemana si “aceptásemos la posibilidad de la pérdida del Poder soviético”. Con ello ayudaríamos a la reacción alemana, le haríamos el juego, dificultaríamos el movimiento socialista en Alemania, apartaríamos del movimiento socialista a grandes masas de proletarios y semiproletarios de Alemania que no se han incorporado aún al socialismo y que se verían atemorizados por la derrota de la Rusia Soviética, de la misma manera que la derrota de la Comuna en 1871 atemorizó a los obreros ingleses.”
(Lenin, “Peregrino y monstruoso”, 15(28) de febrero de 1918, O.E. en doce tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).

La inminencia de la revolución internacional y la realidad concreta

La experiencia de la cruzada de la reacción europea contra las revoluciones de 1848 y la Comuna de París en 1871, llevó a los socialistas y particularmente a Marx y Engels a considerar la necesidad de la revolución simultánea o casi simultánea, esto es, la revolución mundial, como garantía del triunfo de la revolución proletaria. Esta teoría, a la que también se puede denominar la teoría de la reacción en cadena, era la idea de consenso en el seno de la socialdemocracia internacional hasta 1915, año en que Lenin introduce la tesis de la posibilidad del socialismo en un solo país.

En artículos escritos en los primeros años de la Primera Guerra Mundial, Lenin sostiene por primera vez, la posibilidad de que la revolución triunfe primero en un solo país o grupo de países. Por su parte, la teoría de la reacción en cadena establecía también que la revolución podía empezar en un país, pero añadía que la revolución se extendería inmediatamente al resto de países europeos, configurando la revolución mundial del proletariado.

Lo nuevo que introducía Lenin en 1915 era la posibilidad de que luego de la primera revolución triunfante, la revolución no se extendiera inmediatamente al resto de países, que la revolución internacional demorara en estallar. Es decir que hubiera un hiato, peligroso y significativo, con el riesgo de la acción contrarrevolucionaria contra la primera revolución victoriosa. Las circunstancias de la guerra mundial –en la que estaban involucrados precisamente los países cuyos proletariados deberían ser los protagonistas de la revolución internacional– parecían confirmar la necesidad de la casi simultaneidad de la revolución. Lenin mismo, pese a sostener la posibilidad del socialismo en un solo país, parecía contradecirse al señalar que la victoria definitiva del socialismo no era posible sin que la acompañara la revolución internacional. Mas la contradicción es sólo aparente. En realidad, la teoría de Lenin sobre el socialismo en un solo país era una reformulación de la teoría marxista de la casi simultaneidad de la revolución internacional, un desarrollo de esa teoría  de acuerdo a las nuevas condiciones del imperialismo, que aceptaba la posibilidad no sólo de que la revolución no se extendiera al resto de países imperialistas, sino de que la revolución triunfante pudiera sostenerse en medio de un cerco imperialista. En esas condiciones, ¿qué hacer?

Lo que en 1915 era el esbozo de una tesis, tuvo que definirse y desarrollarse ante los problemas a los que el poder soviético se enfrentaba a inicios de 1918. La realidad exigía respuestas concretas. A los bolcheviques, que actuaban en las condiciones de la Guerra Mundial, la revolución internacional les parecía inminente. Las masas proletarias de los países beligerantes estaban cansadas de la sangrienta guerra, que había cobrado millones de vidas y provocado una destrucción sin precedentes en la historia. Las esperanzas estaban puestas en el estallido de la revolución en Alemania, lo que significaría el inicio de la revolución internacional. Rusia había dado el campanazo de la revolución socialista, pero todos esperaban la confirmación de la revolución en Alemania, para poder aspirar a la inmediata instauración del socialismo en el mundo. Las condiciones objetivas maduraban pero la revolución no cuajaba. En el caso de la Rusia soviética de fines de 1917 y principios de 1918, la cuestión de la revolución en Alemania era no sólo de actualidad política sino de una necesidad urgente. El ejército imperialista alemán se cernía como una amenaza concreta y tangible sobre el naciente poder soviético. La existencia de la nueva república soviética dependía de la solución de este problema. En el seno del Partido bolchevique se dieron tres posiciones sobre cómo solucionar esta crisis, pero las tres tenían como punto en común la inminencia de la revolución alemana (el nombre específico de la revolución internacional, en ese momento).

Bujarin llamaba a la guerra revolucionaria para estimular el estallido de la revolución en Alemania. Estaba dispuesto a sacrificar el joven poder soviético de la Rusia atrasada a cambio del estallido de la revolución en la Alemania desarrollada, la verdadera garantía de la revolución internacional, sin la cual toda revolución en Rusia carecía de esperanza. Por esa razón, Bujarin y sus seguidores consideraban la firma de la paz con los imperialistas alemanes como una traición al proletariado alemán, consideraban que el proletariado ruso no estaba cumpliendo su deber internacionalista con el proletariado alemán, la vanguardia europea. Al hacer la guerra revolucionaria, los bolcheviques mantenían al ejército alemán ocupado mientras las fuerzas revolucionarias en Alemania atacaban al imperialismo alemán desde dentro, confluyendo esfuerzos.

Trotsky compartía este punto de vista pero estaba en desacuerdo con la consigna de la guerra revolucionaria porque no tenía sustento práctico: el poder soviético no tenía ejército, había sido desmovilizado, el pueblo ruso estaba cansado de la guerra, la paz había sido una de las consignas bolcheviques que le permitieron ganarse el favor de las masas, las posibilidades de crear un nuevo ejército en el corto plazo para hacer frente a Alemania eran remotas. Si bien no creía en la practicidad de la guerra revolucionaria, también consideraba que la firma de la paz de Brest-Litovsk era una traición al proletariado alemán y a las luchas de los pueblos que quedaban a merced del imperialismo alemán (Ucrania, Polonia, etc.) como consecuencia del tratado. Su consigna de “Ni guerra ni paz”, era el camino de dejar que las cosas se desenvuelvan solas.

Lenin, sin embargo, no consideraba marxista renunciar o sacrificar la conquista real y tangible del proletariado ruso en aras de una revolución que aún no daba señas de estallar; consideraba que el proletariado ruso ayudaría mejor a la revolución en Alemania, sosteniéndose en el poder y fortaleciendo su economía para crear las condiciones objetivas y materiales para una ayuda más consistente a la revolución mundial. Desde ese punto de vista, estaba dispuesto a firmar un tratado de paz por más desfavorable que fuese, si éste le permitía mantener y consolidar el poder soviético, aunque fuere en un territorio mermado. Lenin, al igual que todos los bolcheviques, creía en la inminencia de la revolución internacional:

"Si el partido bolchevique se ha hecho  cargo de todo, lo ha hecho convencido de que la revolución madura en todos los países, y que, a la  larga –y no a la corta–, cualesquiera que fuesen las dificultades que hubiéramos de atravesar,  cualesquiera que fuesen las derrotas que tuviésemos deparadas, la revolución socialista internacional tiene que venir, pues ya viene, tiene que madurar, pues ya madura y llegará a madurar del todo. Nuestra salvación de todas estas dificultades –repito– está en la revolución europea. Partiendo de esta verdad, verdad completamente abstracta, y orientándonos por ella, tenemos que cuidar de que esta verdad no se convierta con el tiempo en una frase huera, ya que toda verdad abstracta, aplicada sin sometimiento a ningún análisis, se convierte en una frase huera. Si decís que tras cada huelga se oculta la hidra de la revolución y que quien no lo comprende no es socialista, habréis dicho una verdad. En efecto, tras cada huelga se oculta la revolución socialista. Pero si decís que cada huelga constituye un paso directo hacia la revolución socialista, habréis dicho una frase huera. Hemos oído esta eterna cantinela hasta la saciedad, hasta el punto de que los obreros han desechado todas estas frases anarquistas, pues tan indudable es que tras cada huelga se esconde la hidra de la revolución socialista como absurda por completo la afirmación de que de cada huelga se puede pasar a la revolución. Tan indiscutible en absoluto es que todas las dificultades de nuestra revolución sólo podrán ser superadas cuando madure la revolución socialista mundial, que está madurando ahora en todas partes, como absurda por completo la afirmación de que no debe preocuparnos cada dificultad determinada, concreta, del momento, de nuestra revolución, diciendo: “Baso mis cálculos en el movimiento socialista internacional y, por tanto, puedo hacer toda clase de tonterías”. “Liebknecht me sacará de apuros, pues él triunfará de todas las maneras”. Organizará las cosas de tal modo y señalará todo de antemano de tal modo que no tendremos más que tomar los modelos ya acabados, de igual manera que tomamos de Europa Occidental la doctrina marxista ya acabada, quizás gracias a lo cual haya triunfado esta doctrina en Rusia en unos cuantos meses, mientras que para su triunfo en Europa Occidental han sido precisas decenas de años. Así pues, este trasplante del viejo método de resolver el problema de la lucha mediante una marcha triunfal al nuevo periodo histórico constituye una aventura que no conduce a nada; este nuevo período histórico que ya ha llegado, nos coloca ante un bandido internacional, el imperialismo de Alemania, donde la revolución está madurando, pero donde, indudablemente, no ha madurado todavía, y no ante esos baldragas de Kerenski y Kornílov…"
(Lenin, "Informe Político del CC, VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia", marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)

A diferencia de Bujarin y Trotsky, Lenin era un político y un táctico de primera línea como lo demostró en 1917, no se quedaba a la espera de los acontecimientos. La revolución europea estallará, se ha retrasado, por lo tanto hay que tomar medidas hasta que se materialice; en lo inmediato, hay que saber adaptarse. Las cosas se han dado de un modo no previsto: “¿entonces qué?”. Esto le dice Lenin a los bolcheviques:

“…Si bien es verdad que el comienzo de la revolución europea se ha retrasado, no lo es menos que nos esperan las derrotas más duras, porque no tenemos ejército, porque carecemos de organización, porque no podemos resolver ahora estos dos problemas. Si no sabéis adaptaros, si no estáis dispuestos a andar a rastras por el fango, no sois revolucionarios, sino unos charlatanes. Y yo no propongo que marchemos así porque me guste, sino porque no nos queda otro camino, porque la historia está lejos de sernos favorable hasta el punto de hacer que la revolución madure simultáneamente en todas partes.”

“…Sí, nosotros veremos la revolución internacional mundial; pero, mientras tanto, esto constituye un magnífico cuento, un hermoso cuento. Comprendo perfectamente que a los niños les gusten mucho los cuentos hermosos. Pero yo pregunto: ¿es propio de un revolucionario serio creer en cuentos? En todo cuento hay algo de realidad: si ofrecieseis a los niños un cuento en el que el gallo y el gato no hablasen como las personas, los niños perderían todo interés por dicho cuento. Exactamente igual que si dijerais al pueblo que la guerra civil en Alemania tiene que llegar, y al mismo tiempo garantizáis que, en lugar del choque con el imperialismo, vendrá una revolución mundial en los frentes; el pueblo dirá que lo engañáis. Sólo en vuestra imaginación y en vuestros deseos pasáis por las dificultades que ofrece la historia. Está bien si el proletariado alemán se halla en condiciones de alzarse. Pero, ¿lo habéis medido, habéis hallado un instrumento capaz de precisar el día en que va a nacer la revolución alemana? No. no lo sabéis, ni nosotros tampoco. Os lo jugáis todo a una carta. Si la revolución se desencadena, todo se ha salvado. ¡Naturalmente! Pero ¿y si no lo hace como nosotros queremos y se le ocurre no triunfar mañana? ¿Entonces, qué? Entonces las masas os dirán que habéis actuado como unos aventureros, que os lo habéis jugado todo a una carta, esperando un curso feliz de los acontecimientos que no advino, y, por tanto, no servís para la situación que se ha creado en lugar de la revolución mundial, que tiene que llegar sin falta, pero que todavía no ha madurado.”

(Lenin, “Informe Político del CC, VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia", marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)

Los tratados con el imperialismo: ¿traición?

Los seudoizquierdistas criticaron a Lenin por el tratado de Brest-Litovsk, así como años después criticarían a Stalin por el Pacto Molotov-Ribbentrop, los acuerdos de Yalta y otros. Los principios de las relaciones internacionales del poder soviético con los países capitalistas fueron establecidos también por Lenin en el debate sobre el tratado de Brest-Litovsk.

“…Es ridículo desconocer la historia militar, desconocer que un tratado es el medio de acumular fuerzas: he aludido ya a la historia prusiana. Hay quienes piensan, por cierto, como niños: firmar un tratado significa venderse a Satanás, ir al infierno. Eso es sencillamente ridículo, pues la historia militar demuestra con claridad meridiana que la firma de un tratado en caso de derrota es el medio de acumular fuerzas. La historia conoce casos en que las guerras se han sucedido unas a otras; hemos olvidado todo eso, y vemos que la vieja guerra se transforma en... [en el acta faltan algunas palabras]. Si os place, ataos para siempre con consideraciones formales y entregad los puestos de responsabilidad a los eseristas de izquierda. Nosotros nos hacemos responsables de eso. En lo que digo no hay ni sombra de escisión. Estoy convencido de que la vida os hará aprender. El 12 de marzo no está tan lejos y os proporcionará datos abundantes.

El camarada Trotsky dice que eso será una traición en todo el sentido de la palabra. Yo afirmo que ese punto de vista es absolutamente erróneo. Para demostrarlo concretamente, expondré un ejemplo. Dos hombres van por un camino, son atacados por otros diez hombres; uno de los dos primeros se defiende, el otro huye: eso es una traición. Pero supongamos que se trata de dos ejércitos de cien mil hombres cada uno, y que tienen enfrente cinco ejércitos; un ejército es cercado por doscientos mil hombres; el otro debe acudir en su ayuda, mas sabe que trescientos mil hombres están dislocados en una emboscada: ¿puede prestar ayuda? No, no puede. Eso no es una traición, no es cobardía; el simple aumento del número ha modificado todos los conceptos y cada militar sabe que en ese caso no se trata de un concepto personal: al proceder así, yo conservo mi ejército, aunque hagan prisionero al otro; renovaré mi ejército, tengo aliados, esperaré, los aliados llegarán. Sólo así se puede razonar; pero cuando las consideraciones militares se mezclan con otras, no resultan más que frases. Así no se puede hacer política.

Hemos hecho todo lo que podía hacerse. Con la firma del tratado hemos conservado a Petrogrado, aunque sólo sea por unos cuantos días. (Que no se les ocurra a los secretarios y taquígrafos escribir esto.) En el tratado se nos ordena sacar nuestras tropas de Finlandia, tropas evidentemente inservibles; pero no se nos prohíbe introducir armas en Finlandia…”.

(Lenin, “Discurso de resumen de la discusión del informe político del CC, VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia”, marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973).

Nuevamente, un “perspicaz” advertirá que Lenin dice “en caso de derrota”, sin esforzarse en entender que en realidad se refiere a condiciones de inferioridad.

Importancia del debate sobre la paz de Brest-Litovsk

El debate de Brest-Litovsk tiene una importancia que va más allá de lo simplemente histórico, que va más allá de lo “anecdótico” (para referirnos a la posición asumida por Trotsky). En ese debate, Lenin desarrolló aún más la teoría de la revolución proletaria, la teoría del socialismo en un solo país y el principio del internacionalismo proletario.

Tres enseñanzas fundamentales podemos extraer de la posición de Lenin en este debate.

1) Con la victoria del socialismo en un solo país o en un grupo de países, los obreros sí tienen patria, la patria socialista, aunque no vivan en ella; es la idea del socialismo como patria, definida como base de apoyo de la revolución proletaria mundial y escenario de la materialización de los principios marxista-leninistas de construcción del socialismo; patria socialista que el proletariado revolucionario internacional y los partidos marxista-leninistas tienen el deber y el derecho de defendery ampliar.

2) El principio del internacionalismo proletario tiene como piedra de toque el principio que establece que “el socialismo es superior”, que en última instancia tiene que ver con la cuestión de la dictadura del proletariado. Este principio establece que “los intereses del socialismo están por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación…”, que los intereses de la revolución victoriosa están por encima de los intereses de la revolución por venir o en desarrollo, que los intereses del país del socialismo están por encima de los intereses de las democracias populares, que la patria que los obreros deben defender es el país de la dictadura del proletariado, que el proletariado debe luchar por fortalecer y ampliar esa patria socialista.

3) El deber internacionalista de los países de dictadura del proletariado en relación con la revolución proletaria mundial es:
  • lograr tener las manos libres durante cierto tiempo para proseguir y consolidar la revolución socialista triunfante;
  • expropiar a los capitalistas y organizar la producción socialista dentro de sus fronteras;
  • crear a la vez una firme base económica para un poderoso Ejército Rojo Obrero y Campesino
  • rehuir la contienda militar –mientras sea posible, aún a costa de durísimos sacrificios, precisamente para tener la posibilidad de hacer algo serio en el momento en que estalle “la batalla final y decisiva”. (Esa batalla sólo estallará cuando se desencadene la revolución socialista en los países imperialistas avanzados).
  • los intereses de la revolución internacional requieren que el Poder socialista, que ha derribado a la burguesía en el país, ayude a esta revolución, pero que elija una forma de ayuda proporcionada a sus fuerzas.
  • no ayudaríamos, sino que obstaculizaríamos el proceso de maduración de la revolución alemana si “aceptásemos la posibilidad de la pérdida del Poder soviético”.
Nuevamente: “los obreros no tienen patria”

La restauración del capitalismo en la URSS, China, Albania y demás países socialistas han puesto una vez más en vigencia el principio marxista que dice que “los obreros no tienen patria”.

La desaparición del campo socialista y la restauración del capitalismo en los países socialistas constituyen una derrota del proletariado internacional. La traición revisionista y la debilidad de los partidos marxista-leninistas permitieron que la patria socialista se perdiera.

Pero esta derrota es temporal: la profundización de la crisis del sistema capitalista mundial, la creciente lucha del proletariado revolucionario y los movimientos democrático-revolucionarios en el mundo, bajo la dirección de verdaderos partidos marxista-leninistas, permitirán una nueva conquista que nos devuelva una patria socialista que abra el camino para "cambiar al mundo de base, hundiendo al imperio burgués".

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