Lenin en el debate
sobre el tratado de Brest-Litovsk
Por S. Fiume
Ante el nacionalismo burgués y pequeñoburgués, los comunistas siempre respondieron
con lo dicho por Marx y Engels en el “Manifiesto del Partido Comunista”:
“Los obreros no tienen patria”. Esta es la base inicial sobre la que se levanta el
principio del internacionalismo proletario. La fundamentación de esta
afirmación es de sobra conocida, tiene que ver con el carácter internacional
del capital y en consecuencia con el carácter internacional de su sepulturero:
el proletariado.
En principio, la línea divisoria entre el marxismo y el oportunismo en este
punto estaba claramente delimitada por el “Manifiesto”. Sin embargo, la
revolución de Octubre, la conquista del poder político por el proletariado ruso, la instauración de
la dictadura del proletariado y la edificación del socialismo en Rusia,
obligaron a actualizar y desarrollar el principio del internacionalismo
proletario.
Después de Octubre, los obreros sí tienen patria
La conquista del poder por una de las secciones del proletariado mundial –el
ruso– inauguró la época de las
revoluciones proletarias y la creación de la URSS abrió el camino a la
formación de un campo socialista.
Las ideas predominantes entre los marxistas antes
de Octubre establecían la necesidad de que el proletariado triunfante inicie la
“guerra revolucionaria” para
contribuir a, que en los principales países de Europa (especialmente Alemania), estalle la revolución proletaria “mundial”, lo
que a su vez ayudaría al proletariado del primer país vencedor a sostenerse en
el poder.
Esta era una derivación de la teoría de la simultaneidad (o casi
simultaneidad) de la revolución. Se pueden encontrar los rasgos de esta teoría
en algunos escritos de Engels. Incluso en el “Manifiesto del Partido Comunista”
publicado en 1848 se encontrará la dirección en ese sentido.
Los oportunistas al criticar a Stalin y a los marxista-leninistas por supuestamente
olvidar el internacionalismo proletario y la revolución internacional, por su
defensa de la URSS, siempre citan como por impulso que “los obreros no tienen
patria”, pero pasan por alto el resto del párrafo donde esa expresión está
incluida:
“Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen.
Mas, por cuanto el proletariado debe
en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase
nacional, constituirse en nación, todavía
es nacional, aunque de ninguna
manera en el sentido burgués.”
La expresión “todavía es nacional”
enfatiza el carácter inicial de esa conquista del poder y la elevación de una
sección del proletariado internacional a la condición de clase nacional, dado
que la revolución debe triunfar inicialmente en un país concreto (que la Historia
determinó que fuera la Rusia de 1917). Pero el carácter nacional de esa
conquista del proletariado ya no es “de
ninguna manera en el sentido burgués” sino que está signada por las tareas
socialistas que debe emprender. Es interesante señalar que el “Manifiesto”
fue escrito cuando las revoluciones de 1848 estaban anunciando lo que se venía
(“Un fantasma recorre Europa…”), veintitantos años antes de que Marx encontrara
-en la experiencia revolucionaria de la Comuna de París- lo que sería su mayor contribución:
que toda la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del
proletariado. (Carta a Wedemeyer, 5 de marzo de 1852, en Marx-Engels, O.E. en
tres tomos, t. 1, Progreso, Moscú). Y sin embargo, existe una coherencia
notable en su teoría de la revolución.
Después de Octubre, Lenin desarrollaría el contenido de la expresión: “aunque de ninguna manera en el sentido
burgués”. Específicamente, fue en los meses inmediatos a Octubre, cuando se
discutía la paz de Brest-Litovsk. En ese debate podemos encontrar las bases del
desarrollo del principio del internacionalismo proletario y la revolución internacional,
luego de inaugurada la época de las revoluciones proletarias, con el
establecimiento del primer país socialista y el inicio de la edificación del
socialismo.
Cuando el avance alemán amenazaba con tomar Petrogrado, ante la negativa de
los “comunistas de izquierda” y aliados a la firma del tratado de paz con
Alemania, el Partido bolchevique llamó a la defensa de la patria socialista:
“Hasta que el proletariado alemán se alce en armas y venza, el deber
sagrado de los obreros y campesinos de Rusia es defender con abnegación la
República de los Soviets contra las hordas de la Alemania burguesa e
imperialista.
¡La patria socialista está en peligro! ¡Viva la patria socialista! ¡Viva la
revolución socialista internacional!”
(Lenin, “¡La patria socialista está en
peligro!”, 8(21) de febrero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 07, Progreso, Moscú,
1973).
Por primera vez de manera clara, a sólo unos meses de la revolución
de Octubre, Lenin no sólo acuñaba una expresión o lanzaba una simple consigna,
sino que incorporaba un nuevo concepto a la teoría marxista, el concepto de la
“patria socialista”. A algunos “perspicaces” se les ocurrirá señalar el
carácter temporal y relativo de ese llamamiento, dado que el mismo Lenin dice:
“hasta que el proletariado alemán se alce en armas y venza…”. Sin embargo, Lenin
se encarga de aclarar esto en la sustentación de su tesis:
“…Somos defensistas desde el 25 de octubre de 1917. Somos partidarios de
“la defensa de la patria”; pero la guerra patria hacia la que nos encaminamos
es una guerra por la patria socialista, por el socialismo como patria, una guerra por la República Soviética
como destacamento del ejército mundial del socialismo.
“¡Odia al alemán, muera el alemán!”: tal ha sido y sigue siendo la consigna
del patriotismo corriente, es decir, del patriotismo burgués. Pero nosotros
diremos: “¡Odia a los bandidos imperialistas, odia al capitalismo, muera el
capitalismo!” Y al mismo tiempo: “¡Aprende del alemán! ¡Sé fiel a la alianza
fraternal con los obreros alemanes! Se han retrasado en acudir en nuestra
ayuda. Pero nosotros ganaremos tiempo,
los esperaremos, y ellos vendrán en nuestra ayuda.”
(Lenin, “Las tareas principales de nuestros días”, 11 de marzo de 1918,
O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)
El socialismo como patria y el deber internacionalista de
la revolución socialista victoriosa
En esta coyuntura crítica para la amenazada revolución rusa, Lenin
introdujo dos cuestiones importantes que desarrollaron el principio del
internacionalismo proletario y la teoría de la revolución proletaria: 1) el
socialismo como patria y 2) las tareas de la revolución socialista triunfante
en relación con la revolución mundial. Para Lenin, ambas tienen como
denominador común –por supuesto– los intereses de la revolución proletaria
mundial.
Desde esa perspectiva, la sección del proletariado que ha triunfado y el
proletariado internacional en general deben defender la revolución socialista
victoriosa y contribuir a su fortalecimiento. La defensa de la patria
socialista no es exclusivamente el deber de la sección victoriosa del
proletariado sino el deber del proletariado internacional en su conjunto;
porque lo que se defiende no es un territorio, una nacionalidad, una cultura
especifica, lo que se defiende es el
socialismo como patria, definida como base de apoyo de la revolución
proletaria mundial y escenario de la materialización de los principios marxista-leninistas
de construcción del socialismo.
De esta forma, con el nacimiento de la Rusia soviética (y después con la
creación del campo socialista) se pudo decir: “Los obreros ya tienen patria, es la patria socialista, la patria de todos los
obreros del mundo. ¡Que no se os arrebate!”. Con el triunfo de la revolución
proletaria en uno o varios países, a partir de 1917, la consigna del “Manifiesto”
(“los obreros no tienen patria”) dejó de
ser actual, ya no correspondía en su integridad a la realidad (aunque la
restauración del capitalismo en los países socialistas, la derrota temporal del
proletariado, haya restablecido la vigencia de esa consigna).
Ahora bien, ¿cuál debe ser la
actitud de la revolución triunfante en relación con sus tareas hacia la revolución
proletaria mundial? Lenin esbozó esto en 1915, antes de Octubre:
"La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del
capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primero
en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país capitalista. El
proletariado triunfante de este país, después
de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro
de sus fronteras, se enfrentaría con
el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las
clases oprimidas de los demás países, levantando
en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra
las clases explotadoras y sus Estados."
(Lenin, “La consigna de los Estados Unidos de Europa”, 23 de agosto de
1915, O.E. en 12 tomos, t. 5, Progreso, Moscú, 1973)
En este artículo, Lenin habló por primera vez sobre la posibilidad del
socialismo en un solo país, no solamente del triunfo de la revolución en un solo país ni
de la dictadura del proletariado en un solo país, sino del socialismo en un
solo país. Aquí Lenin dice claramente que el proletariado triunfante debe
“expropiar a los capitalistas” y “organizar la producción socialista dentro de
sus fronteras”. La pregunta que cabe es: ¿qué significa desde el punto de vista
marxista “organizar la producción socialista”? La respuesta no puede ser mejor
ejemplificada que con la experiencia histórica de la construcción del
socialismo en la URSS bajo la dirección de Stalin.
Pero además de eso, Lenin en 1915 define teóricamente la tarea de la
revolución socialista triunfante, prefigurando la tesis de la guerra
revolucionaria (es decir, la guerra defensiva del proletariado triunfante
contra las fuerzas imperialistas agresoras). Mas la cuestión de la actitud de
la revolución triunfante en relación con la revolución mundial adquiere
contenido sólo después de Octubre, cuando se vive la experiencia de una revolución
triunfante en medio de condiciones desfavorables y convulsas, en las condiciones
de una guerra mundial en desarrollo y el triunfo del proletariado en un país
atrasado desde el punto de vista capitalista y por añadidura devastado por la
guerra.
Los bolcheviques habían triunfado en Octubre ganándose a la clase obrera,
al campesinado y al ejército, entre otras, con la consigna de la paz, en medio
de una guerra donde el ejército ruso había tenido más bajas que todos los
países beligerantes juntos. Inmediatamente después de la toma del poder, los
bolcheviques propusieron la paz a todos
los países beligerantes y desmovilizaron a su ejército. Alemania tenía interés
en firmar la paz con Rusia, lo más pronto posible, para abocarse de lleno a la
lucha en el frente occidental contra Inglaterra y Francia. En el Partido
bolchevique había renuencia para firmar una paz por separado con Alemania. Los
imperialistas alemanes, a su vez, se sentían apremiados por la debilidad de su frente occidental y a
medida que pasaba el tiempo exigían que el nuevo poder soviético se decida a
negociar y firmar la paz, amenazando con avanzar hacia la capital rusa. Por su
parte, los aliados ofrecían ayuda a los bolcheviques para que continúen en la
guerra contra Alemania. Presiones de ambos bloques de potencias imperialistas y discrepancias
en el seno del Partido bolchevique, eran parte del marco en el que se
desarrollaría el debate sobre la paz de Brest-Litovsk (para no mencionar la
profunda crisis económica, la paralización de la producción, la escasez de
alimentos, la actividad contrarrevolucionaria, etc.)
Los “comunistas de izquierda” se oponían al tratado de paz con Alemania y proponían
llamar a la guerra revolucionaria. El concepto de guerra revolucionaria fue
planteado por Engels, y sostenía la posibilidad de guerras defensivas del proletariado victorioso contra la burguesía
de otros países (Carta a Kautsky del 12 de setiembre de 1882 en Marx-Engels,
O.E. en tres tomos, t. 3, Progreso, Moscú). Bujarin y sus seguidores sostenían
que, ante la amenaza del imperialismo alemán, lo único acorde con los
principios comunistas era llevar adelante la guerra revolucionaria para
estimular la revolución en Alemania; que firmar la paz era una traición a la
revolución mundial; que esa paz en el hipotético caso de dar un respiro a
Rusia, permitiría a la reacción alemana aplastar el movimiento revolucionario
liderado por Liebknecht; que si era necesario había que sacrificar la
revolución rusa en aras del estallido de la revolución en Alemania; que el
triunfo de la revolución en el país más desarrollado de Europa, con el
proletariado más avanzado, permitiría después que el proletariado ruso
recuperara lo perdido, etc.
Estas tesis –excepto de la viabilidad de la guerra revolucionaria en ese
momento– eran compartidas por Trotsky, sólo que éste vacilaba. Sabía que no
existían condiciones materiales y subjetivas para llevar adelante la guerra
revolucionaria, condición básica de las tesis de Bujarin, pero se rehusaba a
firmar la paz. Una vez más, su política era que los acontecimientos se
desenvuelvan por sí solos para luego tomar una posición.
En medio del debate, que –es bueno reiterar– se realizaba en las
circunstancias de una guerra mundial, Lenin describió la terca realidad contra la que chocaban
las consignas aventureristas de los “comunistas de izquierda” y las vacilaciones
de los centristas de “ni guerra ni paz”:
“10. …el principio que debe servir
de base a nuestra táctica no es establecer a cuál de los dos imperialismos
nos conviene más ayudar en estos momentos, sino determinar cuál es el medio más eficaz y seguro de garantizar a la
revolución socialista la posibilidad de afianzarse o, por lo menos, de
sostenerse en un país hasta que otros países se adhieran a él.
12 ….Pero el problema de si es posible sostener una guerra revolucionaria ahora,
inmediatamente, debe resolverse tomando
en consideración de manera exclusiva las condiciones materiales de su realización y los intereses de la revolución socialista ya iniciada.
17. Por tanto, en lo que concierne a la
guerra revolucionaria en el momento actual, la situación es la siguiente:
Si la revolución alemana estallara y triunfase en los próximos tres o
cuatro meses, tal vez la táctica de
la guerra revolucionaria inmediata no originaría la ruina de nuestra revolución
socialista.
Pero si la revolución alemana no se produce en los meses próximos, el curso
de los acontecimientos, de continuar la guerra, será inevitablemente tal que gravísimas derrotas obligarán a Rusia a
concertar una paz separada aún más desfavorable; y, además, esta paz no la
firmaría un Gobierno socialista, sino otro cualquiera (por ejemplo, el bloque
de la Rada burguesa con la gente de Chernov o algo semejante). Porque el
ejército campesino, extremadamente agotado por la guerra, derrocaría al
Gobierno obrero socialista después de las primeras derrotas, probablemente no
al cabo de varios meses, sino a las pocas semanas.
18. En tales condiciones, sería una táctica inadmisible por completo
jugarse a una carta los destinos de la
revolución socialista, ya iniciada en Rusia, sólo para ver si estalla la revolución en Alemania en
un plazo cercano, brevísimo, calculado en semanas. Semejante táctica sería una
aventura. No tenemos derecho a correr
ese riesgo.
(Lenin, “Acerca de la historia de la paz desdichada”, con las tesis
presentadas el 8 (21) de en enero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso,
Moscú, 1973).
El socialismo es superior: la piedra de toque
Uno de los argumentos que utilizaban Bujarin y Trotsky era que la posición de
Lenin significaba abandonar a su suerte la lucha de algunas naciones por su
autodeterminación, al dejarlas a merced del imperialismo alemán. Lenin
respondió esas acusaciones desarrollando la teoría del socialismo en un solo país y definiendo la piedra de toque que deslinda el
nacionalismo del socialismo:
"20. Al concertar la paz separada nos libramos en el mayor grado posible, en
el momento actual, de ambos grupos imperialistas contendientes, aprovechándonos
de la hostilidad existente entre ellos y de la guerra –que les impide
confabularse contra nosotros–, y conseguimos tener las manos libres durante cierto tiempo para proseguir y
consolidar la revolución socialista. La reorganización de Rusia sobre la
base de la dictadura del proletariado, sobre la base de la nacionalización de
los bancos y de la gran industria, con un régimen de intercambio natural de
productos entre la ciudad y las cooperativas de consumo rurales, formadas
por los pequeños campesinos, es posible desde el punto de vista económico, a
condición de que tengamos asegurados unos meses de trabajo pacífico. Y esa
reorganización haría que el socialismo fuese invencible tanto en Rusia como en
el mundo entero, creando a la vez una
firme base económica para un poderoso Ejército Rojo Obrero y Campesino.
21. En el momento actual, una
guerra revolucionaria de verdad sería la guerra de la República Socialista
contra los países burgueses con el claro fin, plenamente aprobado por el
ejército socialista, de derrocar a la burguesía de otros países. Pero es indudable
que en este momento no
podemos todavía señalarnos esa meta. Objetivamente, lucharíamos ahora por
la liberación de Polonia, Lituania y Curlandia. Pero ningún marxista podría
negar, sin romper con los principios del marxismo y del socialismo en general,
que los intereses del socialismo están
por encima de los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación…"
(Lenin, “Acerca de la historia de la paz desdichada”, con las tesis
presentadas el 8 (21) de en enero de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 7, Progreso,
Moscú, 1973).
Los oportunistas, trotskistas y revisionistas de todo pelaje “olvidan” el
principio marxista que sostiene que “el
socialismo es superior”, cuando atacan la actitud de Stalin y la URSS en
relación con momentos específicos y concretos de las luchas de liberación
nacional y de revoluciones en progreso dirigidas por partidos comunistas de
algunos países. Olvidan que “los intereses del socialismo están por encima de
los intereses del derecho de las naciones a la autodeterminación…”, olvidan que los
intereses de la revolución victoriosa están por encima de los intereses de la
revolución por venir o en desarrollo, olvidan que los intereses del país del socialismo
están por encima de los intereses de las democracias populares, olvidan que la patria
que los obreros deben defender es el país de la dictadura del proletariado, olvidan que
el proletariado debe luchar por fortalecer y ampliar esa patria socialista. Este
es uno de los principios de la teoría marxista-leninista de la revolución
proletaria y el internacionalismo proletario. Lenin es muy claro y enfático en
cuanto a eso:
“…¿qué es superior, el derecho de
las naciones a la autodeterminación o el socialismo?
El socialismo es superior.
¿Es permisible que, para evitar la violación del derecho de las naciones a
la autodeterminación, se sacrifique a la República Socialista Soviética, se la
exponga a los golpes del imperialismo en un momento en que este último es a
todas luces más fuerte y la República Soviética es a ciencia cierta más débil?
No. No es permisible. Eso no es una política socialista, es una política burguesa.”
(Lenin, “Acerca de la frase revolucionaria”, 8(21) de enero de 1918, O.E.
en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).
Y esta no es una frase suelta, fuera de contexto, como suelen decir los
oportunistas y trotskistas cuando no pueden rebatir las tesis leninistas. Está
presente a lo largo de la obra de Lenin después de Octubre y sobre todo en su
práctica como líder de la revolución rusa. La creación de la URSS se hizo de
conformidad con este principio. Stalin aplicó ese mismo principio en vida de
Lenin –cuando le correspondió llevar a la práctica la política bolchevique
sobre las nacionalidades en la Rusia soviética– y después cuando fue el dirigente
máximo de la revolución proletaria mundial; con esa política se creó, amplió y fortaleció
el campo socialista y se impulsó el avance de la lucha del proletariado
revolucionario internacional y el movimiento de liberación nacional en los países
coloniales, semicoloniales y dependientes, bajo la dirección de Stalin.
¿Qué respondía Lenin ante las acusaciones de que su política significaba
renunciar al apoyo a la revolución mundial?
“Desde el punto de vista de la defensa de la patria, es un crimen aceptar la contienda militar con un enemigo infinitamente
más fuerte y preparado, sabiendo de antemano que no se tiene ejército.
Estamos obligados a firmar, desde el punto de vista de la defensa de la patria,
la paz más dura, opresora, salvaje y vergonzosa: no para “capitular” ante el
imperialismo, sino para aprender y prepararnos a combatir contra él de modo
serio y práctico.”
“…Un país campesino, llevado a una ruina inusitada por tres años de guerra
y que ha empezado la revolución socialista, debe rehuir la contienda militar –mientras sea posible, aun a costa
de durísimos sacrificios precisamente para
tener la posibilidad de hacer algo serio en el momento en que estalle “la
batalla final y decisiva”.
Esa batalla sólo estallará cuando se
desencadene la revolución socialista en los países imperialistas avanzados.
Es indudable que semejante revolución madura y se robustece de mes en mes, de
semana en semana. Hay que ayudar
a esa fuerza que madura.
Hay que saber ayudarla.
Y no se la ayudará, sino que se la perjudicará, dejando que sea derrotada la
vecina República Socialista Soviética en un momento en
que es evidente que carece de ejército.”
“…si determinamos nuestra táctica de hoy en la lucha contra el imperialismo
de hoy basándonos en la esperanza de
que Liebknecht debe vencer sin falta precisamente en las próximas semanas, sólo
nos mereceremos que se burlen de nosotros.”
(Lenin, “Una lección dura pero necesaria”, 12(25) de febrero de 1918, O.E.
en 12 tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973)
En “saber ayudar” a la revolución en otros países radica buena parte de la
efectividad de la ayuda del proletariado de la revolución victoriosa. Haciendo
oídos sordos a los cantos de sirena de los revolucionarios de la frase, que
abogaban por un enfrentamiento directo contra las fuerzas imperialistas en inferioridad
de condiciones, Lenin lo puso bastante claro, de tal manera que no cabe ninguna
duda sobre el contenido de su tesis sobre el deber de la revolución triunfante
en relación con la revolución internacional.
“…En realidad, los intereses de la
revolución internacional requieren que el Poder soviético, que ha derribado
a la burguesía en el país, ayude a esta revolución, pero que elija una forma de ayuda proporcionada a
sus fuerzas. Ayudar a la revolución socialista a escala internacional, aceptando
la posibilidad de la derrota de esta revolución en el país dado, es un
punto de vista que ni siquiera deriva de la teoría del estímulo.”
“…La revolución alemana madura, pero es evidente que no ha llegado aún a su
estallido en Alemania, que no ha llegado todavía a la guerra civil en Alemania.
Es evidente que nosotros no ayudaríamos,
sino que obstaculizaríamos el proceso de maduración de la revolución
alemana si “aceptásemos la posibilidad de la pérdida del Poder soviético”.
Con ello ayudaríamos a la reacción alemana, le haríamos el juego,
dificultaríamos el movimiento socialista en Alemania, apartaríamos del
movimiento socialista a grandes masas de proletarios y semiproletarios de
Alemania que no se han incorporado aún al socialismo y que se verían atemorizados
por la derrota de la Rusia Soviética, de la misma manera que la derrota de la
Comuna en 1871 atemorizó a los obreros ingleses.”
(Lenin, “Peregrino y monstruoso”, 15(28) de febrero de 1918, O.E. en doce
tomos, t. 7, Progreso, Moscú, 1973).
La inminencia de la revolución internacional y la
realidad concreta
La experiencia de la cruzada de la reacción europea contra las revoluciones
de 1848 y la Comuna de París en 1871, llevó a los socialistas y particularmente
a Marx y Engels a considerar la necesidad
de la revolución simultánea o casi simultánea, esto es, la revolución mundial,
como garantía del triunfo de la revolución proletaria. Esta teoría, a la que
también se puede denominar la teoría de la reacción en cadena, era la idea de consenso
en el seno de la socialdemocracia internacional hasta 1915, año en que Lenin
introduce la tesis de la posibilidad del socialismo en un solo país.
En artículos escritos en los primeros años de la Primera Guerra Mundial,
Lenin sostiene por primera vez, la posibilidad de que la revolución triunfe
primero en un solo país o grupo de países. Por su parte, la teoría de la reacción en cadena
establecía también que la revolución podía empezar en un país, pero añadía que la
revolución se extendería inmediatamente
al resto de países europeos, configurando la revolución mundial del
proletariado.
Lo nuevo que introducía Lenin en
1915 era la posibilidad de que luego de la primera revolución triunfante, la
revolución no se extendiera inmediatamente
al resto de países, que la revolución internacional demorara en estallar. Es
decir que hubiera un hiato, peligroso y significativo, con el riesgo de la
acción contrarrevolucionaria contra la primera revolución victoriosa. Las circunstancias de la guerra mundial –en la
que estaban involucrados precisamente los países cuyos proletariados deberían
ser los protagonistas de la revolución internacional– parecían confirmar la necesidad de la casi simultaneidad de la
revolución. Lenin mismo, pese a sostener la posibilidad del socialismo en un
solo país, parecía contradecirse al señalar que la victoria definitiva del
socialismo no era posible sin que la acompañara la revolución internacional.
Mas la contradicción es sólo aparente. En realidad, la teoría de Lenin sobre el
socialismo en un solo país era una reformulación de la teoría marxista de la
casi simultaneidad de la revolución internacional, un desarrollo de esa teoría de acuerdo a
las nuevas condiciones del imperialismo, que aceptaba la posibilidad no sólo de
que la revolución no se extendiera al resto de países imperialistas, sino de
que la revolución triunfante pudiera sostenerse en medio de un cerco
imperialista. En esas condiciones, ¿qué hacer?
Lo que en 1915 era el esbozo de una tesis, tuvo que definirse y
desarrollarse ante los problemas a los que el poder soviético se enfrentaba a
inicios de 1918. La realidad exigía respuestas concretas. A los bolcheviques,
que actuaban en las condiciones de la Guerra Mundial, la revolución
internacional les parecía inminente. Las masas proletarias de los países beligerantes
estaban cansadas de la sangrienta guerra, que había cobrado millones de vidas y
provocado una destrucción sin precedentes en la historia. Las esperanzas
estaban puestas en el estallido de la revolución en Alemania, lo que
significaría el inicio de la revolución internacional. Rusia había dado el
campanazo de la revolución socialista, pero todos esperaban la confirmación de
la revolución en Alemania, para poder aspirar a la inmediata instauración del
socialismo en el mundo. Las condiciones objetivas maduraban pero la revolución
no cuajaba. En el caso de la Rusia soviética de fines de 1917 y principios de
1918, la cuestión de la revolución en Alemania era no sólo de actualidad
política sino de una necesidad urgente. El ejército imperialista alemán se
cernía como una amenaza concreta y tangible sobre el naciente poder soviético.
La existencia de la nueva república soviética dependía de la solución de este
problema. En el seno del Partido bolchevique se dieron tres posiciones sobre
cómo solucionar esta crisis, pero las tres tenían como punto en común la inminencia de la revolución alemana (el nombre específico
de la revolución internacional, en ese momento).
Bujarin llamaba a la guerra revolucionaria para estimular el estallido de
la revolución en Alemania. Estaba dispuesto a sacrificar el joven poder
soviético de la Rusia atrasada a cambio del estallido de la revolución en la Alemania
desarrollada, la verdadera garantía de la revolución internacional, sin la cual
toda revolución en Rusia carecía de esperanza. Por esa razón, Bujarin y sus
seguidores consideraban la firma de la paz con los imperialistas alemanes como
una traición al proletariado alemán, consideraban que el proletariado ruso no
estaba cumpliendo su deber internacionalista con el proletariado alemán, la
vanguardia europea. Al hacer la guerra revolucionaria, los bolcheviques mantenían al ejército alemán ocupado mientras las fuerzas revolucionarias en Alemania atacaban al imperialismo alemán desde dentro, confluyendo esfuerzos.
Trotsky compartía este punto de vista pero estaba en desacuerdo con la
consigna de la guerra revolucionaria porque no tenía sustento práctico: el
poder soviético no tenía ejército, había sido desmovilizado, el pueblo ruso
estaba cansado de la guerra, la paz había sido una de las consignas
bolcheviques que le permitieron ganarse el favor de las masas, las
posibilidades de crear un nuevo ejército en el corto plazo para hacer frente a
Alemania eran remotas. Si bien no creía en la practicidad de la guerra revolucionaria,
también consideraba que la firma de la paz de Brest-Litovsk era una traición al
proletariado alemán y a las luchas de los pueblos que quedaban a merced del
imperialismo alemán (Ucrania, Polonia, etc.) como consecuencia del tratado. Su
consigna de “Ni guerra ni paz”, era el camino de dejar que las cosas se
desenvuelvan solas.
Lenin, sin embargo, no consideraba marxista renunciar o sacrificar la
conquista real y tangible del proletariado ruso en aras de una revolución que
aún no daba señas de estallar; consideraba que el proletariado ruso ayudaría
mejor a la revolución en Alemania, sosteniéndose en el poder y fortaleciendo su
economía para crear las condiciones objetivas y materiales para una ayuda más
consistente a la revolución mundial. Desde ese punto de vista, estaba
dispuesto a firmar un tratado de paz por más desfavorable que fuese, si éste le
permitía mantener y consolidar el poder soviético, aunque fuere en un territorio mermado. Lenin, al igual que todos
los bolcheviques, creía en la inminencia de la revolución internacional:
"Si el partido bolchevique se ha hecho
cargo de todo, lo ha hecho convencido
de que la revolución madura en todos los países, y que, a la larga –y no a la corta–, cualesquiera que
fuesen las dificultades que hubiéramos de atravesar, cualesquiera que fuesen las derrotas que
tuviésemos deparadas, la revolución
socialista internacional tiene que venir, pues ya viene, tiene que madurar,
pues ya madura y llegará a madurar del todo. Nuestra salvación de todas
estas dificultades –repito– está en la revolución europea. Partiendo de esta verdad, verdad completamente abstracta, y
orientándonos por ella, tenemos que cuidar de que esta verdad no se convierta
con el tiempo en una frase huera, ya que toda verdad abstracta, aplicada
sin sometimiento a ningún análisis, se convierte en una frase huera. Si decís
que tras cada huelga se oculta la hidra de la revolución y que quien no lo
comprende no es socialista, habréis dicho una verdad. En efecto, tras cada
huelga se oculta la revolución socialista. Pero si decís que cada huelga
constituye un paso directo hacia la revolución socialista, habréis dicho una
frase huera. Hemos oído esta eterna cantinela hasta la saciedad, hasta el punto
de que los obreros han desechado todas estas frases anarquistas, pues tan
indudable es que tras cada huelga se esconde la hidra de la revolución
socialista como absurda por completo la afirmación de que de cada huelga se
puede pasar a la revolución. Tan indiscutible en absoluto es que todas las
dificultades de nuestra revolución sólo podrán ser superadas cuando madure la
revolución socialista mundial, que está madurando ahora en todas partes, como
absurda por completo la afirmación de que no debe preocuparnos cada dificultad
determinada, concreta, del momento, de nuestra revolución, diciendo: “Baso mis
cálculos en el movimiento socialista internacional y, por tanto, puedo hacer
toda clase de tonterías”. “Liebknecht me sacará de apuros, pues él triunfará de
todas las maneras”. Organizará las cosas de tal modo y señalará todo de
antemano de tal modo que no tendremos más que tomar los modelos ya acabados, de
igual manera que tomamos de Europa Occidental la doctrina marxista ya acabada,
quizás gracias a lo cual haya triunfado esta doctrina en Rusia en unos cuantos
meses, mientras que para su triunfo en Europa Occidental han sido precisas
decenas de años. Así pues, este trasplante del viejo método de resolver el
problema de la lucha mediante una marcha triunfal al nuevo periodo histórico
constituye una aventura que no conduce a nada; este nuevo período histórico que
ya ha llegado, nos coloca ante un bandido internacional, el imperialismo de
Alemania, donde la revolución está madurando, pero donde, indudablemente, no ha
madurado todavía, y no ante esos baldragas de Kerenski y Kornílov…"
(Lenin, "Informe Político del CC, VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia",
marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)
A diferencia de Bujarin y Trotsky, Lenin era un político y un táctico de
primera línea como lo demostró en 1917, no se quedaba a la espera de los
acontecimientos. La revolución europea estallará, se ha retrasado, por lo tanto
hay que tomar medidas hasta que se materialice; en lo inmediato, hay que saber
adaptarse. Las cosas se han dado de un modo no previsto: “¿entonces qué?”. Esto
le dice Lenin a los bolcheviques:
“…Si bien es verdad que el comienzo de la revolución europea se ha
retrasado, no lo es menos que nos esperan las derrotas más duras, porque no
tenemos ejército, porque carecemos de organización, porque no podemos resolver
ahora estos dos problemas. Si no sabéis
adaptaros, si no estáis dispuestos a andar a rastras por el fango, no sois
revolucionarios, sino unos charlatanes. Y yo no propongo que marchemos así
porque me guste, sino porque no nos queda otro camino, porque la historia está
lejos de sernos favorable hasta el punto de hacer que la revolución madure simultáneamente en todas partes.”
“…Sí, nosotros veremos la revolución internacional mundial; pero, mientras tanto, esto constituye un
magnífico cuento, un hermoso cuento. Comprendo perfectamente que a los
niños les gusten mucho los cuentos hermosos. Pero yo pregunto: ¿es propio de un
revolucionario serio creer en cuentos? En todo cuento hay algo de realidad: si
ofrecieseis a los niños un cuento en el que el gallo y el gato no hablasen como
las personas, los niños perderían todo interés por dicho cuento. Exactamente
igual que si dijerais al pueblo que la guerra civil en Alemania tiene que
llegar, y al mismo tiempo garantizáis que, en lugar del choque con el
imperialismo, vendrá una revolución mundial en los frentes; el pueblo dirá que
lo engañáis. Sólo en vuestra imaginación y en vuestros deseos pasáis por las
dificultades que ofrece la historia. Está bien si el proletariado alemán se
halla en condiciones de alzarse. Pero, ¿lo habéis medido, habéis hallado un
instrumento capaz de precisar el día en que va a nacer la revolución alemana?
No. no lo sabéis, ni nosotros tampoco. Os lo jugáis todo a una carta. Si la revolución se desencadena, todo se ha
salvado. ¡Naturalmente! Pero ¿y si no lo hace como nosotros queremos y se le
ocurre no triunfar mañana? ¿Entonces, qué? Entonces las masas os dirán que
habéis actuado como unos aventureros, que os lo habéis jugado todo a una carta,
esperando un curso feliz de los acontecimientos que no advino, y, por tanto, no servís para la situación que se ha
creado en lugar de la revolución mundial, que tiene que llegar sin falta, pero
que todavía no ha madurado.”
(Lenin, “Informe Político del CC, VII Congreso Extraordinario del PC (b)
de Rusia", marzo de 1918, O.E. en 12 tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973)
Los tratados con el imperialismo: ¿traición?
Los seudoizquierdistas criticaron a Lenin por el tratado de Brest-Litovsk,
así como años después criticarían a Stalin por el Pacto Molotov-Ribbentrop, los
acuerdos de Yalta y otros. Los principios de las relaciones internacionales del
poder soviético con los países capitalistas fueron establecidos también por
Lenin en el debate sobre el tratado de Brest-Litovsk.
“…Es ridículo desconocer la historia militar, desconocer que un tratado es el medio de acumular fuerzas:
he aludido ya a la historia prusiana. Hay
quienes piensan, por cierto, como niños: firmar un tratado significa venderse a
Satanás, ir al infierno. Eso es sencillamente ridículo, pues la historia militar demuestra con claridad
meridiana que la firma de un tratado en caso de derrota es el medio de acumular
fuerzas. La historia conoce casos en que las guerras se han sucedido unas a
otras; hemos olvidado todo eso, y vemos que la vieja guerra se transforma en...
[en el acta faltan algunas palabras]. Si os place, ataos para siempre con
consideraciones formales y entregad los puestos de responsabilidad a los
eseristas de izquierda. Nosotros nos hacemos responsables de eso. En lo que
digo no hay ni sombra de escisión. Estoy convencido de que la vida os hará
aprender. El 12 de marzo no está tan lejos y os proporcionará datos abundantes.
El camarada Trotsky dice que eso
será una traición en todo el sentido de la palabra. Yo afirmo que ese punto de vista es absolutamente erróneo. Para
demostrarlo concretamente, expondré un
ejemplo. Dos hombres van por un camino, son atacados por otros diez
hombres; uno de los dos primeros se defiende, el otro huye: eso es una
traición. Pero supongamos que se trata de dos ejércitos de cien mil hombres
cada uno, y que tienen enfrente cinco ejércitos; un ejército es cercado por
doscientos mil hombres; el otro debe acudir en su ayuda, mas sabe que
trescientos mil hombres están dislocados en una emboscada: ¿puede prestar
ayuda? No, no puede. Eso no es una traición, no es cobardía; el simple aumento
del número ha modificado todos los conceptos y cada militar sabe que en ese
caso no se trata de un concepto personal: al proceder así, yo conservo mi ejército, aunque hagan prisionero al otro; renovaré mi
ejército, tengo aliados, esperaré, los aliados llegarán. Sólo así se puede
razonar; pero cuando las consideraciones militares se mezclan con otras, no
resultan más que frases. Así no se puede hacer política.
Hemos hecho todo lo que podía hacerse. Con la firma del tratado hemos
conservado a Petrogrado, aunque sólo sea por unos cuantos días. (Que no se les
ocurra a los secretarios y taquígrafos escribir esto.) En el tratado se nos
ordena sacar nuestras tropas de Finlandia, tropas evidentemente inservibles; pero no se nos prohíbe introducir armas en
Finlandia…”.
(Lenin, “Discurso de resumen de la discusión del informe político del CC,
VII Congreso Extraordinario del PC (b) de Rusia”, marzo de 1918, O.E. en 12
tomos, t. 8, Progreso, Moscú, 1973).
Nuevamente, un “perspicaz” advertirá que Lenin dice “en caso de derrota”, sin esforzarse en entender que en realidad se
refiere a condiciones de inferioridad.
Importancia del debate sobre la paz de Brest-Litovsk
El debate de Brest-Litovsk tiene una importancia que va más allá de lo
simplemente histórico, que va más allá de lo “anecdótico” (para referirnos a la
posición asumida por Trotsky). En ese debate, Lenin desarrolló aún más la teoría
de la revolución proletaria, la teoría del socialismo en un solo país y el
principio del internacionalismo proletario.
Tres enseñanzas fundamentales podemos extraer de la posición de Lenin en este
debate.
1) Con la victoria del socialismo en un solo país o en un grupo de países,
los obreros sí tienen patria, la patria socialista, aunque no vivan en ella; es
la idea del socialismo como patria,
definida como base de apoyo de la revolución proletaria mundial y escenario de
la materialización de los principios marxista-leninistas de construcción del
socialismo; patria socialista que el proletariado revolucionario internacional y
los partidos marxista-leninistas tienen el deber y el derecho de defendery ampliar.
2) El principio del internacionalismo proletario tiene como piedra de toque el principio que
establece que “el socialismo es superior”,
que en última instancia tiene que ver con la cuestión de la dictadura del
proletariado. Este principio establece que “los intereses del socialismo están
por encima de los intereses del derecho de las naciones a la
autodeterminación…”, que los intereses de la revolución victoriosa están por
encima de los intereses de la revolución por venir o en desarrollo, que los
intereses del país del socialismo están por encima de los intereses de las
democracias populares, que la patria que los obreros deben defender es el país
de la dictadura del proletariado, que el proletariado debe luchar por
fortalecer y ampliar esa patria socialista.
3) El deber internacionalista de los países de dictadura del
proletariado en relación con la revolución proletaria mundial es:
- lograr tener las manos libres durante cierto tiempo para proseguir y consolidar la revolución socialista triunfante;
- expropiar a los capitalistas y organizar la producción socialista dentro de sus fronteras;
- crear a la vez una firme base económica para un poderoso Ejército Rojo Obrero y Campesino
- rehuir la contienda militar –mientras sea posible, aún a costa de durísimos sacrificios, precisamente para tener la posibilidad de hacer algo serio en el momento en que estalle “la batalla final y decisiva”. (Esa batalla sólo estallará cuando se desencadene la revolución socialista en los países imperialistas avanzados).
- los intereses de la revolución internacional requieren que el Poder socialista, que ha derribado a la burguesía en el país, ayude a esta revolución, pero que elija una forma de ayuda proporcionada a sus fuerzas.
- no ayudaríamos, sino que obstaculizaríamos el proceso de maduración de la revolución
alemana si “aceptásemos la posibilidad de la pérdida del Poder soviético”.
La restauración del capitalismo en la URSS, China, Albania y demás países socialistas
han puesto una vez más en vigencia el principio marxista que dice que “los
obreros no tienen patria”.
La desaparición del campo socialista y la restauración del capitalismo en
los países socialistas constituyen una derrota del proletariado internacional.
La traición revisionista y la debilidad de los partidos marxista-leninistas permitieron que la patria socialista se perdiera.
Pero esta derrota es temporal: la profundización de la crisis del sistema
capitalista mundial, la creciente lucha del proletariado revolucionario y los
movimientos democrático-revolucionarios en el mundo, bajo la dirección de
verdaderos partidos marxista-leninistas, permitirán una nueva conquista que nos
devuelva una patria socialista que abra el camino para "cambiar al mundo de
base, hundiendo al imperio burgués".
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