Apuntes sobre Lenin
y la autodeterminación
de las naciones
A propósito del centenario
de la publicación de
“El derecho de las naciones a la autodeterminación” de Lenin
Por José Gabriel Roldán
(Septiembre
de 2014)
“Uno de
vuestros errores consiste en que no examináis la cuestión nacional como una parte de la cuestión general del
desarrollo social y político de la sociedad, como una parte subordinada a esta cuestión general,
sino como algo independiente y constante, que, en lo fundamental, no varía de
dirección ni de carácter en el transcurso de la historia. Por eso no veis lo que ve todo marxista, a saber: que
la cuestión nacional no tiene siempre el mismo carácter, que el carácter y las
tareas del movimiento nacional cambian según los diferentes períodos del
desarrollo de la revolución.” (Stalin, La cuestión nacional y el leninismo)
El
referéndum en Escocia, en septiembre de este año, ha puesto en evidencia la
superficialidad, la fragilidad teórica y el poco apego al marxismo de no pocos
“marxistas” a la hora de abordar la cuestión nacional en la época del
imperialismo. En otros casos –debido a la existencia de pujantes y a
veces masivos movimientos nacionalistas o de liberación nacional– se
permitieron no abordar la cuestión a fondo, amparados en las escaramuzas, los
enfrentamientos armados y en que siempre está la presencia de por lo menos un
imperialismo en acto de agresión; mas en el caso de Escocia, los seudomarxistas
quedaron al desnudo.
Los
conceptos “antiimperialismo”, “independencia nacional”, “autodeterminación de
las naciones”, “movimientos de liberación nacional” y otros similares, surgen
en las cabezas de estos seudomarxistas cada vez que hay una gran potencia
involucrada en algún evento trascendente en alguna parte del mundo, sin
importarles las características y las condiciones que se presentan. Ahora se
encuentran con que esa “parte del mundo” es precisamente una de las grandes
potencias, con larga historia de agresión y sojuzgamiento de pueblos, y baten
palmas de emoción porque casi sin darse cuenta ha tomado cuerpo un “movimiento
de liberación nacional” en Escocia, que no puede menos que debilitar a su
vecina Inglaterra, el socio principal del imperialismo más agresivo y rapaz del
mundo, Estados Unidos. El escenario está pintado para darle un carácter
progresivo a la “lucha” de Escocia contra el imperialismo inglés, que
supuestamente la tiene sometida y oprimida. Y si a esto se le añade el aura de
la lucha de William Wallace, mucho mejor, sobre todo si tenemos en mente las
épicas escenas de “Braveheart”.
Mas
la historia es otra. Escocia no es Irlanda que ha sufrido hasta tiempos
actuales la opresión del imperialismo inglés. El capitalismo se estableció en
Escocia antes de que entrara a formar parte de la Unión –de la que quieren
“independizarla”– y entró en calidad de socio para beneficiarse de la expansión
colonial e imperialista de Inglaterra, donde las huestes bajo la bandera de San
Andrés, jugaron un papel fundamental, de la mano de las huestes de San Jorge.
La economía escocesa y su burguesía monopolista se encuentran completamente
integradas con la economía y la burguesía monopolista inglesas, están
entrelazadas por miles de vínculos históricos, sociales, económicos y
políticos, desde hace siglos Por otro lado, en Escocia se encuentra una sección
combativa del proletariado británico, el sector más golpeado por la explotación
capitalista y por la actual crisis que el capital monopólico está haciendo
pagar a los obreros.
La autodeterminación de las
naciones:
una reivindicación de
contenido burgués
Es
bueno recordar que el principio de la autodeterminación de las naciones es una reivindicación burguesa, que consiste
en el derecho de una nación –que es parte de un Estado plurinacional o depende de una potencia colonial o
imperialista– a separarse de él y formar un Estado nacional independiente. La
formación de Estados nacionales está asociada al desarrollo del capitalismo en
un territorio determinado, a la lucha contra los rezagos feudales, a la
liberación burguesa de las fuerzas productivas, a la expansión de la producción
mercantil capitalista y al establecimiento de la democracia burguesa. Así lo
fue en la época del capitalismo ascensional, cuando la burguesía tenía un carácter
progresivo y revolucionario; así lo es hoy en aquellos países donde están
pendientes las tareas democrático-burguesas de la revolución, países donde el
principal obstáculo para la realización de esas tareas democrático-burguesas es
la dominación imperialista en alianza con la gran burguesía y los
terratenientes locales.
De
manera general, los marxistas establecen una diferencia cuando hablan de la
cuestión nacional según si corresponde a la época del capitalismo ascensional,
cuando la burguesía todavía cumplía un papel revolucionario, o si corresponde a
la época del imperialismo, cuando la burguesía es reaccionaria. En la época del
capitalismo ascensional, los clásicos enseñaron a establecer una diferencia
entre “naciones reaccionarias” y “naciones progresistas”; en la época del
imperialismo, entre naciones opresoras y oprimidas. El objetivo al resolver la
cuestión nacional es la “paz nacional”, según el término empleado por Lenin y
Stalin, es decir, la convivencia basada en la igualdad de las naciones en el
marco de un Estado único (y en caso de no ser posible esto, la separación de
las naciones en Estados independientes). Esta “paz nacional” fue alcanzada
durante el capitalismo ascensional por los principales países capitalistas
desarrollados, que formaron su Estado nacional independiente.
Contra
lo que muchos creen, ese Estado “nacional” no fue ni es exclusivo de una
nación (o una etnia), sino que incluyó y comprende a varias naciones que han
alcanzado la “paz nacional” en un Estado único. Los clásicos del marxismo jamás
hablaron ni entendieron la formación de un Estado nacional como el
perteneciente a una sola nación o etnia. Casi todos los Estados europeos son, por su origen, plurinacionales; es
decir, el Estado-nación que el capitalismo creó en Francia, Inglaterra,
Alemania, Holanda, Bélgica, Suiza, etc. no
fue el Estado de una sola nación. En estos países, el desarrollo del
capitalismo en su máxima expresión borró las diferencias entre las naciones que
constituyeron esos Estados. Por esa razón, aun considerando que existía diversidad
nacional o étnica en esos países, Lenin, en su polémica con Rosa Luxemburgo,
afirmó que el problema nacional en esos países de Europa Occidental ya se
había resuelto.
El
imperialismo, según enseña el marxismo, ha divido al mundo entre un puñado de
países imperialistas, por un lado, y un gran número de países, naciones y
pueblos oprimidos, sometidos y sojuzgados por ellos, por el otro. Esto ha
traído como consecuencia que la lucha de los pueblos oprimidos por la
liberación de las garras del imperialismo converja y se una a la lucha de clase
del proletariado por el socialismo, formando parte de la revolución proletaria
mundial. De esta premisa, los seudomarxistas sacan como conclusión que se debe
apoyar todo movimiento nacional, en cualquier parte del mundo. Eso es
falso: la cuestión nacional es parte de la cuestión de la revolución proletaria
y se subordina a ella, y debe ser analizada considerando las condiciones
histórico-concretas.
La pregunta fundamental
Al
abordar la cuestión nacional en concreto, para determinar el carácter
progresista o revolucionario de un movimiento nacional, los marxistas siempre
hacen esta primera pregunta: ¿se ha llevado a término ya la revolución
democrático-burguesa? Así procedió Lenin
al analizar, por ejemplo, el caso concreto de Austria que Rosa Luxemburgo puso al
debate como prueba de la inaplicabilidad de las tesis bolcheviques:
“Primero, hacemos la pregunta fundamental de si se ha llevado a término la revolución
democrática burguesa.” (Lenin, El derecho de las naciones a
la autodeterminación, 1914)
Esta
pregunta está justificada por el hecho histórico de que la formación de Estados
nacionales independientes “es una tendencia de todas las revoluciones democráticas
burguesas”. (Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914). Y esto
precisamente determina el carácter progresista o revolucionario de un
movimiento nacional. Cuando Lenin escribió, casi toda Europa Occidental ya
había completado su revolución democrático burguesa; pero este movimiento se
hallaba en desarrollo en Europa Oriental y se había despertado en Asia. Este es
un hilo conductor en toda la obra de Lenin en relación a la cuestión nacional. En
consecuencia, como dijimos antes, el carácter revolucionario de la formación de
Estados nacionales independientes está vinculado principalmente al cumplimiento
de las tareas democrático burguesas en países atrasados y con rasgos
semifeudales y feudales. Si estas tareas ya han sido realizadas, poco cabe
hablar de autodeterminación de las naciones como movimiento revolucionario o progresista,
a menos que se dé bajo condiciones de ocupación militar, sojuzgamiento
nacional y opresión dictatorial por parte de una potencia imperialista, como
fue el caso de la Alemania nazi, para poner el ejemplo más claro.
Cuando
Rosa Luxemburgo, para argumentar el supuesto error de los bolcheviques en su
programa nacional, puso como evidencia el hecho de que ninguno de los partidos marxistas
de los principales países de Europa Occidental tenía en su programa el derecho
de las naciones a la autodeterminación, Lenin le respondió que eso se debía a que
en esos países el problema nacional ya se había resuelto, por lo que la
lucha del proletariado era directamente por el socialismo, mientras que la
situación era diferente en Rusia, Polonia, Ucrania, etc., donde las tareas
democráticas de la revolución todavía estaban pendientes, y el problema
nacional en países como Rusia era de vital importancia para limpiar de rezagos
feudales y de despotismo el camino a la lucha de clases abierta y clara entre
el proletariado y la burguesía.
“Ante todo, que
es necesario distinguir estrictamente dos épocas del capitalismo diferentes por
completo desde el punto de vista de los
movimientos nacionales. Por una parte, es la época de la bancarrota del
feudalismo y del absolutismo, la época
en que se constituyen la sociedad democrática burguesa y su Estado, la
época en que los movimientos nacionales adquieren por vez primera el carácter
de movimientos de masas, incorporando de uno u otro modo a todas las
clases de la población a la política por medio de la prensa, de su
participación en instituciones representativas, etc. Por otra parte,
presenciamos una época en que los
Estados capitalistas tienen ya su estructura acabada, un régimen
constitucional hace mucho tiempo establecido y un antagonismo muy desarrollado
entre el proletariado y la burguesía; presenciamos una época que puede llamarse
víspera del hundimiento del capitalismo.
Lo típico de la primera época es el
despertar de los movimientos nacionales y la incorporación a ellos de los
campesinos, que son el sector de la población más numeroso y más “difícil de
mover” para la lucha por la libertad
política en general y por los derechos de la nación en particular. Lo típico de la segunda es la ausencia
de movimientos democráticos burgueses de masas, cuando el capitalismo
desarrollado, al aproximar y amalgamar cada día más las naciones, ya plenamente
incorporadas al intercambio comercial, pone en primer plano el antagonismo entre el capital fundido a escala
internacional y el movimiento obrero internacional.” (Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)
Para
Lenin está claro que la cuestión nacional no tiene relevancia en el programa de
los partidos marxistas de los países capitalistas desarrollados, donde está a
la orden del día la lucha contra la burguesía del Estado único, por el
socialismo, mediante la unidad del proletariado sin distinción alguna. Muy
diferente es el caso en países donde aún no han concluido las transformaciones
democráticas burguesas, donde cumplir las tareas democráticas de la revolución
es el paso fundamental e inevitable para seguir el camino de la revolución
socialista. “Todo el quid está en esa diferencia” (Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914).
Criticando
acremente a Rosa Luxemburgo –que enrostraba a los bolcheviques que su
reivindicación de la autodeterminación de las naciones “se puede aplicar por igual no sólo a los pueblos que habitan
en Rusia, sino también a las naciones que viven en Alemania y en Austria en
Suiza y en Suecia, en América y en Australia”–, Lenin sostenía que era absurdo suponer
que los bolcheviques abogaban por ese principio en los países de Europa Occidental
y Estados Unidos:
“Si el programa marxista no se interpreta
de manera pueril, sino marxista, no cuesta ningún trabajo percatarse de que se refiere a los movimientos nacionales
democráticos burgueses… ese programa concierne “en general”, como “lugar
común”, etc., a todos los casos de movimientos nacionales democráticos
burgueses. No menos evidente sería también para Rosa Luxemburgo, de haberlo
pensado lo más mínimo, la conclusión de que nuestro programa se refiere tan sólo a los casos en que existe
tal movimiento…
…Es ridículo
buscar en los programas de Occidente solución a problemas que no existen” (Lenin, El derecho
de las naciones a la autodeterminación, 1914)
Dos
años después lo puso con más claridad:
“En este
terreno [de la cuestión nacional] hay que distinguir tres tipos
principales de países:
Primero, los países capitalistas avanzados de Europa
Occidental y los Estados Unidos. En ellos han terminado hace mucho los movimientos nacionales burgueses de tendencia progresista…” (Lenin, La revolución socialista y el
derecho de las naciones a la autodeterminación, 1916)
Y ¿a
qué se refería cuando hablaba de la “tendencia progresista” de los movimientos
nacionales? Tres años antes, Lenin lo había planteado, vinculando el carácter
progresivo del movimiento nacional con las tareas democrático-burguesas, pendientes,
de la revolución, porque esta es la característica histórica principal que
da contenido a la cuestión nacional:
“Es progresivo el despertar de las masas
después del letargo feudal; es
progresiva su lucha contra toda opresión nacional, su lucha por la
soberanía del pueblo, por la soberanía nacional. De ahí, la obligación indiscutible
para todo marxista de defender la democracia más resuelta y más consecuente
en todos los aspectos del problema nacional. Esta es una tarea negativa en lo
fundamental. El proletariado no puede
apoyar el nacionalismo más allá de ese límite, pues más allá empieza la
actividad “positiva” de la burguesía en su empeño por consolidar el
nacionalismo.
Una obligación
indiscutible del proletariado como fuerza democrática es poner fin a toda opresión feudal, a toda opresión de las naciones y
a todo privilegio para una de las naciones o para uno de los idiomas; en ello están los intereses indiscutibles
de la lucha de clase del proletariado, lucha ensombrecida y entorpecida por
las discordias nacionales. Pero apoyar el nacionalismo burgués más allá de
estas fronteras, firmemente delimitadas
y encuadradas en un determinado marco histórico, significa traicionar al
proletariado y pasarse al lado de la burguesía. Aquí hay un límite, a menudo muy sutil, del que se olvidan por completo los
socialnacionalistas ucranianos y los bundistas.” (Lenin,
Notas críticas sobre el problema nacional,
1913)
¿Puede existir lucha de
liberación nacional
en países los
imperialistas?
A
la división básica del mundo entre países imperialistas y naciones y pueblos oprimidos
que el imperialismo ha impuesto, y que, desde el punto de vista marxista, determina
la cuestión nacional en la época del imperialismo, la II Guerra Mundial destacó
una variante de la opresión nacional: la ocupación militar y sojuzgamiento de
países capitalistas desarrollados, imperialistas, por acción de otra potencia
imperialista, más allá de las “normales” ganancias territoriales producto del
avance de los ejércitos en una guerra regular. Si bien las anexiones de
territorios en la propia Europa habían sido moneda corriente en los conflictos bélicos
de las potencias europeas, la II Guerra Mundial amplió la escala a niveles
inimaginables.
La
Alemania nazi ocupó y sometió por medios militares a Checoslovaquia, Francia,
Bélgica, etc., incorporándolas a su esfera de influencia. En esas condiciones,
los comunistas plantearon correctamente la lucha del proletariado en los países
ocupados, como una lucha o guerra de liberación nacional, en la que
cabía unir todas las fuerzas patriotas, consecuentes e inconsecuentes, por la
expulsión del imperialismo invasor, postergando la lucha por el socialismo. Solo
esa liberación nacional podía permitir un escenario despejado para la lucha de
clase del proletariado contra la burguesía, por la revolución y el socialismo.
La
lección que los marxistas sacaron de esta experiencia es que en un país
capitalista e imperialista es posible la lucha de liberación nacional,
bajo condiciones de ocupación militar, sojuzgamiento nacional y régimen
dictatorial por parte de otra potencia imperialista, que la convierte en una nación
oprimida. Lenin había previsto esto:
“…ni siquiera en Europa se puede considerar
imposibles las guerras de liberación nacional en la época del imperialismo.
“La época del imperialismo” ha hecho imperialista la presente guerra,
engendrará ineludiblemente (mientras no se llegue al socialismo) nuevas guerras
imperialistas y ha hecho imperialista hasta la médula la política de las
grandes potencias actuales; pero esta
“época” no excluye en lo más mínimo las guerras nacionales, por ejemplo, por
parte de los pequeños Estados (supongamos que anexionados u oprimidos
nacionalmente) contra las potencias imperialistas, de la misma
manera que no excluye los movimientos nacionales en gran escala en el Este de
Europa.” (Lenin, Sobre el
folleto de Junius, 1916).
La
historia demostró que no sólo pequeños Estados, sino grandes (Francia), fueron “anexionados
u oprimidos nacionalmente” en Europa Occidental por una potencia imperialista
durante la II Guerra Mundial. En esas condiciones de anexión u opresión
nacional por parte de otra potencia imperialista, el proletariado de los países
imperialistas sometidos tiene como tarea principal la lucha de liberación
nacional como el único camino a la lucha de clase por el socialismo. Esa lucha
de liberación nacional es una lucha por la soberanía e independencia, por la autodeterminación
nacional, por el derecho al Estado independiente, por el derecho a decidir su
propio destino sin imposiciones de una nación opresora.
La actitud de los marxistas
ante la cuestión nacional
El
principio de la autodeterminación de las naciones no es el punto principal del
programa nacional. Lenin ponía en primer lugar la igualdad de derechos de
las naciones y la unión del proletariado de todas las naciones en el
Estado territorial, y como consecuencia de la igualdad de las naciones, el
derecho explícito a la autodeterminación de las naciones.
“La única política de principios en la
cuestión nacional: unión del proletariado de todas las naciones, igualdad de
todas las naciones, ningún privilegio a ninguna de las naciones, derecho a la
autodeterminación…”
La
clase obrera de un Estado plurinacional no puede poner como primer punto de su
programa la autodeterminación de las naciones, es decir, la separación de la
nación para formar un Estado independiente. Eso es nacionalismo. Los
marxistas están por la igualdad de las naciones, incluyendo explícitamente el derecho a la
autodeterminación de las naciones, sin embargo, esto no significa que están incondicionalmente
por la separación de una nación para formar su Estado independiente. Bien decía
Lenin que la historia ha demostrado que ahí donde se reconoce la igualdad de
las naciones y su derecho a formar su propio Estado, sin exclusivismos ni
privilegios para ninguna nación, se reduce el peligro de la “disgregación del
Estado”, es decir, se reduce el ejercicio de ese derecho a la separación.
De
manera incondicional, el proletariado está a favor del derecho a
la autodeterminación de las naciones pero no está incondicionalmente por la
formación de Estados nacionales independientes. Si alguna nación quiere
separarse para formar un Estado independiente, los marxistas deben evaluar si
esto favorece a la lucha de clase del proletariado en su conjunto, considerando
su efecto en la lucha dentro del Estado único, en la lucha en el nuevo Estado
nacional y en la lucha del proletariado internacional. Los intereses del
proletariado son intereses de clase, no los intereses de la nación.
“… al reconocer
la igualdad de derechos y el derecho igual a formar un Estado nacional, aprecia
y coloca por encima de todo la unión
de los proletarios de todas las naciones, evalúa toda reivindicación nacional y
toda separación nacional con la mira puesta en la lucha de clase de los
obreros.” (Lenin, El derecho
de las naciones a la autodeterminación, 1914).
Y
esta posición que pone por encima de todo la unión de los proletarios
de todas las naciones (de un Estado determinado), esta posición que reconoce el
derecho de las naciones a la autodeterminación, no descarta que pueda estar
en contra del acto mismo de la separación de una nación para formar su
Estado independiente:
“…el hecho de
que los marxistas de toda Rusia y, en primer término, los rusos, reconozcan el derecho de las
naciones a la separación no descarta
en lo más mínimo la agitación contra
la separación por parte de los marxistas de esta o la otra nación oprimida,
del mismo modo que el reconocer el derecho al divorcio no descarta la agitación
contra el divorcio en este o el otro caso.” (Lenin,
El derecho de las naciones a la
autodeterminación, 1914)
Rosa
Luxemburgo criticaba el programa nacional de los bolcheviques porque era
demasiado general, no tenía aplicación práctica y era contradictorio. Por su
parte, algunos historiadores burgueses concluyen que Lenin no se comprometía en
la cuestión nacional, que sus tesis eran ambiguas y contradictorias (porque
reconoce el derecho a la autodeterminación pero declara que puede estar
en contra de la separación). La respuesta de Lenin era siempre que la cuestión
nacional se debía evaluar según las condiciones histórico-concretas, haciendo
uso del método marxista y anteponiendo los intereses de la clase obrera y su
lucha contra el capitalismo. Y a quienes como hoy, preguntaban: “autodeterminación:
¿sí o no?”, Lenin les decía:
“¿Contestar “sí o no” en lo que se refiere a
la separación de cada nación? Parece una reivindicación sumamente
“práctica”. Pero, en realidad, es
absurda, metafísica en teoría y conducente a subordinar el proletariado a la
política de la burguesía en la práctica. La burguesía plantea siempre en
primer plano sus reivindicaciones nacionales. Y las plantea de un modo
incondicional. El proletariado las
subordina a los intereses de la lucha de clases. Teóricamente no puede
garantizarse de antemano que la separación de una nación determinada o su
igualdad de derechos con otra nación ponga término a la revolución democrática
burguesa. Al proletariado le importa, en
ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le
importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo
a las tareas de “su” nación. Por eso el proletariado se limita a la
reivindicación negativa, por así decir, de reconocer el derecho a la
autodeterminación, sin garantizar nada
a ninguna nación ni comprometerse a dar nada a expensas de otra nación.”
(Lenin, El derecho de las naciones a la
autodeterminación, 1914)
Los
marxistas no están a favor de la autodeterminación de las naciones, a su
separación y formación de un Estado nacional independiente, de manera incondicional.
La cuestión nacional debe ser abordada considerando no sólo las características
particulares de las naciones bajo estudio sino también atendiendo a que las
condiciones y las relaciones entre esas naciones cambian con el tiempo, al
igual que cambia también el contexto internacional en el que se desenvuelven.
Cuando el marxismo dice que la cuestión nacional debe ser analizada tomando en
cuenta las condiciones histórico-concretas está diciendo que la cuestión
nacional no es inmutable, porque las relaciones entre las naciones cambian,
la correlación de fuerzas cambia, las condiciones socioeconómicas sobre las que
se desenvuelven cambian, y, en consecuencia, la actitud y las tareas del
proletariado al respecto deben cambiar.
Los
marxistas apoyarán todo movimiento nacional que favorezca la lucha del
proletariado por el socialismo en un país dado, siempre que contribuya a la
revolución proletaria mundial. La base de la posición del proletariado en la
cuestión nacional es una posición de clase, que no puede ser otro que el camino
de la revolución socialista y la hegemonía del proletariado.
Pero
incluso en aquellos países donde las tareas democráticas de la revolución no se
han cumplido, Lenin, teniendo en cuenta el punto de vista de los intereses de
la lucha de la clase obrera, insistía en analizar si un movimiento de
liberación nacional o de autodeterminación de las naciones era conveniente o no,
en un momento dado. Así, por ejemplo, refutando a Rosa Luxemburgo que negaba a
Polonia el derecho a una lucha nacional contra el zarismo, por considerar que
las luchas nacionales eran imposibles en la época del imperialismo, Lenin reconoció
en su análisis que Polonia era una región más desarrollada que la Rusia
zarista, que el despotismo y la feudalidad rusa impedían el avance de Polonia,
eran un obstáculo para el enfrentamiento directo entre la burguesía y el
proletariado polacos. Por consiguiente, no solo por su condición de minoría
nacional oprimida sino por su nivel de desarrollo capitalista, Polonia no solo
tenía derecho a independizarse de Rusia sino que el propio desarrollo social se
lo iba a plantear:
“si en un país, cuyo régimen estatal se
distingue por presentar un carácter acusadamente precapitalista, existe
una región nacional delimitada que lleva un rápido desarrollo del
capitalismo, resulta que cuanto más rápido sea ese desarrollo capitalista tanto
más fuerte será la contradicción entre este desarrollo y el régimen estatal precapitalista,
tanto más probable será que la región avanzada se separe del resto del país, al
que no la ligan los lazos del “capitalismo moderno”, sino los de un “despotismo
asiático”.” (Lenin, El derecho
de las naciones a la autodeterminación, 1914)
Sin
embargo, considerando la situación en su conjunto, como consecuencia de la
primera guerra mundial imperialista, Lenin sostuvo que en ese momento lanzar
la consigna de la independencia de Polonia no era oportuna y era inconveniente
porque ponía en peligro a las revoluciones rusa y alemana (véase Balance de la discusión sobre la
autodeterminación, 1916). La lección que sacan los marxistas de este caso
es que aun cuando la lucha sea legítima, su conveniencia o no depende de si
permite o contribuye al avance de la lucha revolucionaria
de la clase obrera tomada en su conjunto, en el marco de la situación
internacional, del desarrollo de las contradicciones en el mundo.
“Las
distintas reivindicaciones de la
democracia, incluyendo la de la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento
democrático (hoy socialista) mundial. Puede suceder que, en un caso
dado, una partícula se halle en contradicción con el todo; entonces hay que
desecharla. Es posible que en un país,
el movimiento republicano no sea más que un instrumento de las intrigas
clericales o financiero-monárquicas de otros países; entonces, nosotros no deberemos
apoyar ese movimiento concreto. Pero sería ridículo excluir por ese motivo
del programa de la socialdemocracia internacional la consigna de la república.” (Lenin, Balance sobre la discusión de la autodeterminación, 1916)
Oportunas
y actuales estas palabras de Lenin, en momentos en que en algunas partes del
mundo brotan dudosos movimientos que luchan por la “democracia” y “repúblicas
populares” en países capitalistas desarrollados. Es evidente que para
hacerlas digeribles para la clase obrera, estas luchas nacionalistas
separatistas, en esos países, se han disfrazado de luchas “antifascistas”
o “democráticas” con el objetivo formar “repúblicas populares”, desviando objetivamente a la clase
obrera de su lucha por el socialismo.
En
los Estados de composición nacional heterogénea, la tarea del proletariado en
relación con la cuestión nacional es doble: 1) luchar por la igualdad de las
naciones, sin exclusivismos ni privilegios para ninguna nación, reconociendo el
derecho de todas las naciones a la autodeterminación, y 2) establecer la unión
más estrecha de la clase obrera de todas las naciones de ese Estado en
partidos, organizaciones y sindicatos únicos sin distinción nacional, y librar
una lucha conjunta por la revolución, por el derrocamiento y la expropiación de
la burguesía.
El caso de la separación de Noruega de Suecia en 1905:
clavo ardiente del que se
agarran los socialchovinistas
La
falta de argumentos y la incapacidad de analizar y explicar de manera concreta
la cuestión de Escocia, ha llevado a algunos a recurrir a la tergiversación de
la actitud de Lenin en el caso de la separación de Noruega de Suecia.
Así,
por ejemplo, dos organizaciones pequeñoburguesas de Noruega y Gales, emitieron
una declaración conjunta pidiendo “a los [escoceses] indecisos” que sigan el
“consejo” que Lenin dio a los obreros en torno a la cuestión de la
independencia de Noruega. Para “ilustrar” la forma en que debían actuar los
obreros en el referéndum de Escocia, citan de esta forma a Lenin en su artículo
sobre El derecho de las naciones a la
autodeterminación, de 1914:
“¿Cuál fue y
debió ser la posición del proletariado noruego y sueco en el conflicto motivado
por la separación? Los obreros conscientes de Noruega, desde luego, hubieran
votado, después de la separación, por la República, y si hubo
socialistas que votaron de otro modo, eso no demuestra sino que hay a veces
mucho oportunismo obtuso, pequeñoburgués, en el socialismo europeo. Sobre esto
no puede haber dos criterios, y sólo nos referimos a este punto porque Rosa
Luxemburgo intenta velar el fondo de la cuestión con disquisiciones que no
vienen al caso…
No cabe la
menor duda de que la socialdemocracia sueca habría hecho traición a la causa
del socialismo y a la causa de la democracia si no hubiera luchado con todas
sus fuerzas contra la ideología y contra la política tanto de los
terratenientes como de los Kokoshkin, si no hubiera propugnado, además de
la igualdad de las naciones en general (igualdad que también reconocen los
Kokoshkin), el derecho de las naciones a la autodeterminación, la libertad de
separación de Noruega.
La estrecha
unión de los obreros noruegos y suecos y su plena solidaridad de camaradas de
clase ganaban, al reconocer de este modo los obreros suecos el derecho
de los noruegos a la separación. Porque los obreros noruegos se convencían de
que los obreros suecos no estaban contagiados de nacionalismo sueco, de que la
fraternidad con los proletarios noruegos estaba, para ellos, por encima de los
privilegios de la burguesía y de la aristocracia suecas. [La
ruptura de los lazos impuestos a Noruega
por los monarcas europeos y los aristócratas suecos fortaleció los lazos
entre los obreros noruegos y suecos.] Los obreros suecos han demostrado que… sabrán
mantener y defender la completa igualdad de derechos y la solidaridad de clase
de los obreros de ambas naciones en la lucha tanto contra la burguesía sueca
como contra la noruega.”
(Tomado del Statement
from Communist League of Norway and Yr Aflonyddwch Mawr in Wales, del 15 de
septiembre de 2014, publicado por el blog Gran Marcha Hacia el Comunismo. La
parte en negrita son palabras de Lenin omitidas en la cita de la
declaración.)
En
primer lugar, lo del “consejo” de Lenin a los obreros suecos, es falso. Lenin
escribió esto en 1914, mientras que la secesión de Noruega ocurrió en 1905. El
grupo noruego que firma esta declaración, desconociendo su propia historia u
ocultándola para apoyar una posición nacionalista, quiere hacer creer a sus
lectores que la actual situación entre Escocia e Inglaterra en 2014 es similar
a la situación que hubo entre Noruega y Suecia en 1905, y que en consecuencia
los obreros ingleses y escoceses deben actuar como lo hicieron los noruegos y
suecos en relación a la secesión. Para ello no solo omiten el análisis previo de Lenin, sino que deliberadamente
cercenan, mutilan, la cita de Lenin, eliminando una parte que precisamente
establece la diferencia entre uno y otro caso. Para demostrar cómo cambia
el sentido del escrito de Lenin, nosotros la hemos incluido entre corchetes y
resaltado arriba: “lazos impuestos a
Noruega por los monarcas de europeos y los aristócratas suecos…”.
Lenin
sostenía que en la votación para la separación de Noruega los obreros actuaron correctamente
al votar por la independencia, aunque después debieron votar por la república y
que la actitud de los obreros suecos al solidarizarse con los obreros noruegos,
impidió la reacción de la aristocracia y la burguesía suecas contra la decisión
soberana de Noruega. Sin embargo, los firmantes de la declaración mencionada
ocultan un hecho fundamental que invalida la equiparación de estos dos casos:
“Para analizar
este ejemplo a lo marxista, no
debemos pararnos en las malas cualidades de los muy temibles “fraquistas” [nacionalistas polacos, adversarios de los marxistas polacos], sino,
primero, en las particularidades
históricas concretas de la separación de Noruega de Suecia, y, segundo, ver
cuáles fueron las tareas del proletariado de ambos países durante esta
separación.
Noruega está
ligada a Suecia por lazos geográficos, económicos y lingüísticos no menos
estrechos que los lazos que unen a muchas naciones eslavas no rusas a los
rusos. Pero la unión de Noruega a Suecia
no era voluntaria, de modo que Rosa Luxemburgo habla de “federación”
completamente en vano, sencillamente porque no sabe qué decir. Noruega fue entregada a Suecia por los
monarcas durante las guerras napoleónicas, contra
la voluntad de los noruegos, y los
suecos hubieron de llevar a Noruega tropas para someterla.” (Lenin, El derecho de las naciones a
la autodeterminación, 1914)
Lenin
aconsejaba sabiamente que había que tener mucho cuidado con las analogías
históricas, peor aún cuando no se tiene el más mínimo apego a la investigación
científica. El hecho fundamental que las organizaciones arriba citadas pasan
por alto es éste: 1) la unión de Noruega y Suecia no fue voluntaria, 2) Noruega
fue entregada a Suecia por las potencias europeas como producto de las
guerras napoleónicas, y 3) Suecia tuvo que imponer su dominio, llevando
tropas a Noruega para someterla, violando su soberanía. A diferencia de
eso, la unión de Escocia con Inglaterra en el Reino Unido fue voluntaria, en igualdad de condiciones,
uniendo sus tropas a las inglesas en aventuras coloniales e imperialistas,
sometiendo naciones y pueblos, beneficiándose ambas de la explotación y saqueo
imperialistas. Las condiciones concretas de ambas uniones son distintas, no
son comparables, por lo que no se pueden derivar las mismas conclusiones, como debe
saber todo marxista.
La conclusión
a la que llegó Lenin, a partir del caso de la separación de Noruega de Suecia,
fue que la autodeterminación de las naciones es realizable bajo el
imperialismo, a título de excepción, por la vía pacífica, “sin guerra y sin
revolución”. El actual caso de Escocia confirma esta conclusión de
Lenin, y queda claro cuál es el factor que permite ese caso de excepción: el
ejercicio de la más amplia democracia burguesa en el Estado en cuestión, que no
puede corresponder sino a un país altamente desarrollado desde el punto de
vista capitalista (democracia inimaginable en la Rusia zarista, esa “cárcel de
pueblos”, donde la lucha por la república era una de las banderas principales
de los bolcheviques). Independientemente del juicio que se pueda tener del
resultado, los escoceses ejercieron su derecho a decidir sobre la
autodeterminación, decidiendo permanecer en el Reino Unido. Sería absurdo
afirmar que por no haber formado un Estado independiente “les fue negado” el
derecho a la autodeterminación.
La actual ola de
nacionalismo en Europa
y los auténticos movimiento
de liberación nacional
En
los últimos años ha emergido en Europa una ola de nacionalismos, como
consecuencia del reacomodo imperialista a través de la Unión Europea que
favorece a unas cuantas potencias, agudizado por el descontento ante la
redistribución del costo de la última crisis económica cuyo peso se ha puesto
sobre la espalda de los pueblos y sobre todo de los que habitan los países más
débiles de esa unión imperialista. Estos movimientos nacionalistas que levantan
banderas separatistas, en su mayoría, sin antecedentes reales de
resistencia nacional al Estado que conforman, no tienen nada que ver con
movimientos de liberación nacional progresistas. Responden claramente a los
intereses de fracciones de sus burguesías nacionales –monopólicas, cabe
resaltar– por replantear sus términos de
vinculación con la Unión Europea, que se aprovechan del descontento popular
canalizándolo tras sus intereses capitalistas y dividen a la clase obrera del Estado único.
Es
tan cuestionable el carácter “nacional” de esos movimientos que, como en el
caso de Escocia, los separatistas ponen énfasis en el carácter democrático
del movimiento, acusando de esta forma al Estado central de burocrático, mas no
de opresor. Algo que sólo se les ha ocurrido a seudomarxistas que no tienen
ninguna idea de la cuestión nacional desde el punto de vista del marxismo.
Según estos oportunistas en los países capitalistas desarrollados, donde hace
mucho tiempo se alcanzó la “paz nacional”, el proletariado debe luchar por la democracia
(burguesa, se entiende) y no por el socialismo. Un ejemplo claro de lo que
decimos es este slogan de un grupo británico
seudo-radical, con motivo de la votación por la independencia de Escocia: “Vote Yes for Democracy but don’t forget the
class struggle for Socialism Tomorrow”(http://democracyandclasstruggle.blogspot.com/2014/09/scotland-yes-vote-is-vote-for-democracy.html).
Si
bien el derecho a la autodeterminación de las naciones es un principio básico
de la democracia, los “izquierdistas” nacionalistas, no se refieren a ese
aspecto de la democracia, porque no pueden invocar la condición de “nación
oprimida”, y se centran en otras reivindicaciones de la democracia. Objetivamente,
esto reduce la lucha de la clase obrera en un país capitalista desarrollado,
–donde hace mucho tiempo se cumplieron las tareas de la revolución
democrático-burguesa– a una lucha por reivindicaciones burguesas, a una
lucha dentro del marco del capitalismo, postergando para “mañana” la
lucha por el socialismo. (Cierto es que Rusia también era un país imperialista
y los bolcheviques luchaban por la república, por la democracia completa, pero
era un “imperialismo militar-feudal” y las dos etapas de la revolución eran
necesarias). No cabe duda que los marxistas de los países imperialistas deben
luchar por defender y ampliar las reivindicaciones democráticas burguesas, luchar
por la democracia consecuente, así como se lucha por las reformas bajo el
capitalismo, pero esta lucha se inscribe, confluye y realiza en la lucha
directa por el socialismo, por el derrocamiento y la expropiación de la
burguesía del propio país, como objetivo de la revolución proletaria. Reconocer
esto no descarta que, en estos países, una exigencia democrática pueda ser el eslabón
clave o el factor desencadenante de la lucha revolucionaria por el socialismo.
Pero
si seguimos a los seudomarxistas habría que promover y saludar los “movimientos
de liberación nacional” de Gales, de Quebec, de Okinawa, de los Estados del Sur
de Estados Unidos, de Britania francesa, de Baviera, de Sicilia y Cerdeña, de
algún Cantón suizo, etc., etc., habría que degradar la lucha de la clase
obrera por la revolución y el socialismo a lucha por la “democracia” y
repúblicas populares, en países capitalistas desarrollados, en países
imperialistas. Porque si escarbamos en los Estados nacionales clásicos que el
capitalismo en Europa ha proporcionado como lo mejor de sus históricas revoluciones
burguesas, encontraremos una variedad de “naciones” en cada uno de
ellos. Hasta ahora habían pasado desapercibidas porque el desarrollo avanzado
del capitalismo condujo a la desaparición de las barreras nacionales en esos
Estados, porque es bien sabido que el capitalismo en su desarrollo actúa como
un molino triturando, pulverizando, esas diferencias nacionales. Y he aquí que
los seudomarxistas que aplauden sin condiciones todo “movimiento” (si es
antiyanqui, lo hacen sin preguntar qué intereses representa y objetivamente a
dónde conducen) han sido atrapados por el nacionalismo pequeño burgués, y no
están lejos de desear algo antihistórico y anacrónico en Europa, algo nunca
visto ni soñado por las mentes más delirantes: “una nación, un Estado”; una
idea reaccionaria incluso desde el punto de vista burgués, que ya es bastante;
una idea que conduciría a una situación de disgregación peor que en la época
del feudalismo, con una serie de Estados diminutos creados por particularismos
nacionales, tratando de ir contra la corriente de la historia, del desarrollo
capitalista y de la revolución proletaria, dividiendo a la clase obrera en innumerables
destacamentos desvinculados. Ya la sola desmembración de dos países, la URSS y
Yugoslavia, fue un gran golpe para la clase obrera internacional, no porque
estos países fueran socialistas en ese momento (que ya no lo eran), sino porque
escindió a dos grandes e importantes secciones del proletariado internacional
en veintidós secciones más pequeñas correspondientes a veintidós nuevos países,
las dividió no solo físicamente sino espiritualmente, separándolas en la lucha contra
el enemigo común y no pocas veces enfrentándolas en luchas “nacionales”, como
hemos visto y vemos en la actualidad. Pero lo más grave es cuando a la ofensiva
reaccionaria se le unen los seudomarxistas, los socialimperialistas, los
socialchovinistas y los tontos útiles que incondicionalmente abrazan cualquier
“lucha” de dudoso revolucionarismo o progresismo, en la que “providencialmente”
siempre destaca una burguesía a la que hay que sacarle provecho en su
contradicción con un imperialismo o con otra fracción de la burguesía. Es decir
el eterno sino de los reformistas y revisionistas.
Los
movimientos de liberación nacional, los movimientos democrático-burgueses de
tendencia progresista, los que ponen en cuestión la existencia misma del
imperialismo como sistema, son los de los países atrasados, semicoloniales y
dependientes, sojuzgados, explotados y expoliados por el imperialismo. De suyo
se desprende que la independencia nacional y económica de estos países es
irrealizable sin una lucha a muerte contra el imperialismo y la reacción, los
cuales ni en sus momentos de mayor debilidad les permitirán que rompan los
lazos de dependencia, que se desgajen del sistema imperialista, que sigan un
camino revolucionario independiente. Esta lucha no puede ser pacífica, porque
el imperialismo firmaría su sentencia de muerte si permitiera que estos países
se liberen de su yugo. Es en Asia, África y América Latina donde los
movimientos de liberación nacional todavía tienen una tendencia progresista y
revolucionaria, donde ya existe clases obreras capaces de ponerse a la cabeza
de la lucha, donde existen organizaciones comunistas que trabajan por
enraizarse en las masas, donde incluso en algunos lugares ya se desarrollan
luchas armadas de liberación. Estas luchas son las que en primer lugar merecen
nuestra solidaridad de clase y exigen que el proletariado de todos los países
cumpla su deber internacionalista de luchar contra la burguesía del propio país
y contra todo imperialismo, grande o pequeño, fuerte o débil, sin tomar partido
por alguno de ellos, sin apoyarse en uno para combatir al otro, so pena de ir a
remolque de la burguesía monopolista de un bloque imperialista y perder su
independencia de clase.
Los
marxistas no deben olvidar que
“En el problema
de la autodeterminación de las naciones, lo mismo que en cualquier otro, nos interesa, ante todo y sobre todo, la
autodeterminación del proletariado en el seno de las naciones.” (Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)
Anexo
Dos puntos importantes en
torno a la independencia de Escocia
Hay
dos cuestiones claves e inevitables a la hora de evaluar el caso de la
independencia de Escocia: 1) ¿Es Escocia una nación oprimida? y 2) ¿Cuáles serían
las ventajas para la clase obrera en una Escocia independiente?
Ninguna
clase social ni partido político de Escocia ha utilizado, como argumento a
favor de la independencia de esa región, la tesis de que Escocia es una nación
oprimida. Incluso los partidos a favor de la independencia reconocen que
Escocia no es una nación oprimida. En los tres siglos de la unión entre Escocia
e Inglaterra, la relación entre ambas ha pasado por varias fases, pero todas
ellas se han desarrollado sobre la base de la comunión de intereses.
Un
órgano, oficioso, de expresión del Partido Socialista de Escocia, a favor de la
independencia de Escocia, sostiene en un artículo de hace más de un año:
“Sobre la cuestión de la separación de Escocia del resto del Reino Unido, los marxistas no pueden sustentar la
independencia con el argumento de que Escocia es una nación oprimida dentro del
Reino Unido, ya que al menos en los tiempos modernos no ha habido ningún intento sistemático por parte de la clase
dirigente británica de negar a los escoceses sus derechos democráticos, incluido el derecho a la secesión del
Reino Unido. Sin embargo, hay otra
razones para apoyar la independencia de Escocia desde una perspectiva
marxista…”. (Eddie
Cornock, A Marxist Case For An
Independent Scotland, Frontline – Marxist Journal from Scotland, 15 de mayo
de 2013. http://redflag.org.uk/wp/?p=404)
Otra
organización de “izquierda”, a favor de la independencia, a su vez, no
puede dejar de reconocer lo que está registrado por la historia:
“El Acta de la Unión de 1707 representó
la formal alianza constitucional de
Inglaterra y Escocia, como socios –primario y secundario– en el colonialismo e imperialismo británico. De esta
unión histórica, el imperialismo británico
saca su formidable organización, fuerza y carácter. Las clases dominantes, feudal, aristócrata y capitalista,
de Escocia e Inglaterra se integraron en un grado muy
profundo durante todo un período
histórico. Adam Smith,
que escribió la biblia del capitalismo, “La Riqueza
de las Naciones”, fue un economista escocés. Los Bancos de
Inglaterra y Escocia fueron creados por el escocés William Patterson
en 1694 y 1695
respectivamente. Estas instituciones
garantizaron que el saqueo colonial estuviera asegurado y organizado mediante el efectivo y el crédito
para la primera economía capitalista
en la historia. La mayoría de las cláusulas
de la Ley de 1707 eran sobre asuntos
económicos. El dinero era el imperativo.”
(Michael MacGregor, “Scotland: Yes to
independence – No to British imperialism”, 14 de febrero de 2014, publicado
en http://www.revolutionarycommunist.org/index.php/scotland/3306-yt140214)
Por su parte, el PC de Gran Bretaña
(M-L), opuesto a la independencia de Escocia sostiene que:
“…Escocia no fue una nación oprimida
ni estuvo sometida al colonialismo inglés. Tampoco fue un socio menor de
Inglaterra. Lejos de eso, los escoceses jugaron un rol en pie de igualdad, y en
muchas ocasiones dirigente, en la economía, la cultura y la vida social de Gran
Bretaña, así como en la formación del imperio británico, que en algún momento
dominó a un tercio de la humanidad.
…en ningún momento el movimiento
de la clase obrera en Escocia estuvo guiado
por sentimientos nacionalistas y separatistas. Si, a veces, el movimiento
militante de la clase obrera escocesa se remitió a la historia escocesa y
utilizó los nombres de figuras del pasado como William Wallace y Robert the Bruce,
no fue por otra razón que invocar figuras del pasado que lucharon contra la
autoridad establecida…”
(Communist Party of
Great Britain-Marxist-Leninist, Scotland.
A part of the British Nation, Proletarian nº 51, diciembre de 2012, http://www.cpgb-ml.org/index.php?secName=proletarian&subName=display&art=887)
El
principal representante del reciente movimiento independentista en Escocia, el
Partido Nacional Escocés, partido gobernante por añadidura, no se atrevió a
utilizar el argumento de la “nación oprimida” para defender la separación de la
Unión. A lo más que llegó en el fragor de la campaña por el “Sí” fue acusar a
Westminster de “bluff, bluster and
bullying”, según las palabras de su líder Alex Salmond, a la sazón actual
Primer Ministro de Escocia. Es decir, nada distinto de lo que sucede en
cualquier parte del mundo, cuando la clase dominante en el poder utiliza el
engaño, la bravuconería y la intimidación para neutralizar a otra fracción de
su clase y para mantener a los obreros y al pueblo bajo control. Los motivos
para la independencia de Escocia los explica así:
“Independencia es hacer de Escocia más
exitosa. Dicho de una forma más elemental, es la capacidad de tomar nuestras
propias decisiones, de la misma manera en que lo hacen otros países. Escocia es
una sociedad y una nación. Nadie se preocupa más por el éxito de Escocia que el
pueblo que aquí vive, y, en última instancia, por eso la independencia es la mejor opción para nuestro futuro.” (Scotland National
Party, The new Scotland, http://www.snp.org/referendum/the-new-scotland)
Pero
¿qué ventajas traería esa independencia para la clase obrera?
El
argumento mejor elaborado desde la “izquierda” establece que la separación de
Escocia de la unión británica debilitaría especialmente al imperialismo inglés,
limitaría su capacidad para seguir sus aventuras imperialistas en el mundo en
sociedad con el imperialismo norteamericano. En última instancia, la debilidad
de su socio debilitaría la posición internacional de Estados Unidos.
Además,
argumentan algunos en la “izquierda” y fuera de ella, el voto por el “Sí”
obligaría a replantear los términos de la Unión, en condiciones más
democráticas. Así lo explica el Partido Comunista Revolucionario Británico
(Marxista-Leninista):
“El voto por la independencia escocesa no es sólo una postura por la
autodeterminación y la soberanía, no sólo es un golpe al imperialismo
británico, también abre un amplio espectro para la discusión sobre cómo está
constituida Gran Bretaña, sobre dónde reside la soberanía y sobre los derechos
del pueblo que la constitución debe encarnar. Esta es precisamente la discusión
que la elite dominante británica teme mucho… Defendemos una unión voluntaria en
pie de igualdad, para establecer la unidad sobre una nueva base, un nuevo tipo
de unión de Estados modernos soberanos. Desde este punto de vista, llamamos a
votar “Sí”.” (Workers
Weekly, Referendum on Scotland’s
Independence: Keep the Initiative! All Out for a “Yes” Vote!, 13 de
septiembre de 2014, http://www.rcpbml.org.uk/wwie-14/ww14-25.htm#lead)
Sin
embargo, como no es suficiente con votar “Sí”, sin preguntar qué viene después,
los socialistas escoceses, avizoran el escenario y establecen la disyuntiva:
“En el caso de que en 2014 el “Sí” tenga mayoría, entonces es probable que
sobrevenga un periodo de dos años de intensa actividad y realineamiento
políticos, que culminará en una elección histórica en la que los escoceses den
su veredicto sobre las propuestas en competencia acerca de la Escocia
independiente que prefieren. No hay mucha certeza que en 2016 el SNP [Partido
Nacional Escocés} conserve su actual configuración e identidad política y es
aun menos cierto que salga victorioso y satisfecho en la primera elección a
realizarse en una Escocia independiente después de más de trescientos años.
“Vote “No” y sigamos como antes, en el Estado británico reaccionario y
neo-imperialista que impone restricciones legales a los sindicatos, agrede el
nivel de vida de los trabajadores y provee respaldo militar y diplomático a
EEUU para ayudar a mantener un orden mundial neoliberal. O vote “Sí” y que
comience la disolución del Reino Unido en nombre del progreso político y el
avance social y, al hacerlo, tomemos conciencia del potencial de la izquierda,
durante mucho tiempo desaprovechado, no sólo en Escocia sino en toda Gran
Bretaña.” (Eddie Cornock, A Marxist Case For An Independent Scotland, Frontline – Marxist
Journal from Scotland, 15 de mayo de 2013. http://redflag.org.uk/wp/?p=404)
Los
buenos deseos quedarían sólo en eso si no se tuviera una comprensión cabal de
los objetivos de quien lidera actualmente el movimiento por la independencia de
Escocia. El Partido Nacional Escocés ha enunciado con meridiana claridad los
motivos y los objetivos de su propuesta y su campaña, de contenido nacionalista
burgués, reafirmando una postura imperialista:
“Y la independencia significará una
nueva y fuerte relación entre Escocia y el resto del Reino Unido. Creará una
asociación de iguales – una unión social reemplazará a la actual unión
política. La independencia significa que Escocia tendrá siempre el gobierno que
elijamos, la reina será la cabeza de nuestro Estado, la libra será nuestra
moneda y seguiremos viendo nuestros programas favoritos en la TV. Como miembros de la Unión Europea habrá
fronteras abiertas, derechos compartidos, libre comercio y amplia cooperación.
La gran diferencia será que el futuro de Escocia estará en
nuestras manos. En lugar de decidir sólo algunas cuestiones aquí en
Escocia, la independencia nos permitirá tomar decisiones sobre todas las
cuestiones más importantes. Esa es la realidad de la independencia en este
mundo interdependiente.
Escocia representa el 9.3% del gasto del Reino Unido, mientras que genera
el 9.9% de los impuestos de la unión. Las finanzas escocesas son más fuertes
que las del Reino Unido en su conjunto alcanzando la suma de £4.4 miles de
millones – esto es, £824 por cada hombre, mujer y niño de Escocia.
Las cifras publicadas en enero de 2012 por la firma M&G Investments
demostró que la deuda de Escocia como porcentaje de la riqueza nacional era
menor que la del Reino Unido: 56% Escocia y 63% Reino Unido; como dice el
informe, el punto de partida de Escocia luce mejor que el de Reino Unido tomado
en su conjunto.
Y gracias al petróleo y gas del Mar del Norte, valorizado en £1.5 billones,
tenemos uno de los mejores activos para el futuro – en los próximos 40 años se
producirá más riqueza que la que se generó en los últimos 40 años. Con el poder
de la independencia, podemos crear un fondo que durará por décadas, más allá de
eso. Se prevé que los ingresos por impuestos en los próximos seis años serán de
£48 mil millones.
Mas el petróleo y el gas no son nuestras únicas garantías para el futuro.
Europa tiene el 25% del potencial de energía eólica y marina de la Unión
Europea, que según algunos estimados puede tener un valor de £14 mil millones
al año. Para nuestro tamaño, tenemos el centro de investigación universitaria
más fuerte del mundo. Tenemos industrias claves en crecimiento, como turismo,
alimentos y bebidas (incluyendo el whisky), el sector financiero, ingeniería y
ciencias de la vida.” (Scotland
National Party, The new Scotland, http://www.snp.org/referendum/the-new-scotland)
Las
huellas de una “cuestión nacional” se desvanecen, si alguna vez alguien
pretendió sostenerla en serio. De hecho, todo esto nos recuerda las disputas en
cualquier país del mundo entre el gobierno central y las regiones que dependen
de él, debido a la desigual distribución territorial de la riqueza y los costos
de mantener el Estado. Las regiones ricas en recursos reclaman que no se les
deja un buen porcentaje de los ingresos que generan, mientras que regiones
pobres o de menos desarrollo se quejan de que los impuestos que pagan exceden
su capacidad de generar riqueza. Estas disputas, especialmente en países
atrasados, no pocas veces adquieren carácter masivo popular, con justas
reivindicaciones, que se inscriben en la lucha contra la explotación
capitalista e imperialista.
Los
marxistas no se remiten solo a apoyar o negar simplemente un movimiento de
independencia nacional; plantean la cuestión con base en los intereses de la
clase obrera. Si están por el “Sí”, se preguntan qué sigue, cuáles son los
escenarios probables para la clase obrera. A diferencia de muchos
“izquierdistas” por el “Sí” en Escocia, en el tema de la independencia de
Noruega, por ejemplo, Lenin no evaluó las cosas de manera simple y limitada, no
redujo la solución del problema nacional a responder sí o no a la
independencia, como vimos antes, especialmente se interesó por el futuro de la
lucha de la clase obrera, qué pasaría después de la separación. De esta forma
distinguió los caminos que se le abrían al proletariado, no a la nación:
“Si la mayoría
de la nación noruega estaba por la monarquía, y el proletariado por la
república, al proletariado noruego,
hablando en general, se le abrían dos caminos: o la revolución, si estaban maduras las condiciones para ella, o la sumisión a la mayoría y una larga labor de propaganda y agitación.” (Lenin, El derecho de las naciones a
la autodeterminación, 1914)
Casi
toda la campaña a favor del “Sí” fue planteada sólo en los términos de
responder a la pregunta de si Escocia debía constituir un Estado independiente,
no existió propaganda ni agitación marxista sobre el tipo de Estado de la nueva
Escocia. Algunos inclusive se enfocaron en que Escocia, a diferencia del resto
de Reino Unido, todavía mantiene algunas de las conquistas que el Estado del
bienestar tuvo que incorporar, y especularon sobre un posible Estado escocés
independiente pro-social, pro-trabajador.
Es
cierto que la “izquierda” que está a favor de la “independencia” de Escocia
considera que esta separación debilitaría al imperialismo inglés y su capacidad
para participar en aventuras imperialistas en el mundo, y por eso la apoya. Pero
olvidan que Escocia quiere constituirse en un nuevo país imperialista,
incorporándose individualmente a la Unión Europea, con los compromisos
imperialistas que esto conlleva. El resultado final sería un falso
debilitamiento del imperialismo inglés, cuyos intereses económicos en Escocia
permanecerán intocables, un reforzamiento del capital monopolista escocés que
sacará mejor provecho de las explotaciones en el Mar del Norte y un
debilitamiento de la lucha del proletariado en el Reino Unido, al haberse
dividido a la clase obrera británica –por una acción nacionalista sin
reivindicación nacional progresista–, excluyéndose a una sección combativa. Es
importante tener presente que en la cuestión nacional en un Estado
plurinacional, la primera palabra de los marxistas es la “igualdad de las
naciones y la unión de los obreros sin distinción alguna”. Pero para eso, debe
haber realmente un “problema nacional”.
“Luchamos sobre el terreno de un Estado
determinado, unificamos a los obreros de
todas las naciones de este Estado, no
podemos garantizar tal o cual vía de desarrollo nacional, vamos a nuestro objetivo de clase por todas las
vías posibles.
Pero no se puede ir hacia este objetivo sin
luchar contra todos los nacionalismos y sin propugnar la igualdad de todas las
naciones…”. (Lenin, El derecho
de las naciones a la autodeterminación, 1914)
Tomado de "Tiempos Rojos"