martes, 9 de octubre de 2012

El rearme del imperialismo japonés

La disputa entre China y Japón sobre la pertenencia de unas pequeñas islas al noreste de Taiwán, que resurgió hace algunas semanas, provocó una serie de inquietudes en relación con las posibilidades de una guerra. Tanto China como Japón reclaman derechos soberanos obre los islotes (llamados Diaoyu por los chinos y Senkaku por los japoneses) y exponen los antecedentes históricos de esos derechos. Cuando estos antiguos enemigos de guerra restablecieron relaciones diplomáticas en 1972 y suscribieron un tratado de amistad en 1978, acordaron dejar para el futuro la solución de sus diferencias sobre este problema territorial. Sin embargo, Japón, actuando unilateralmente, se embarcó en el proceso de compra de algunos de los islotes en disputa, llegando a un acuerdo con su propietario privado y anunciando su posterior nacionalización, es decir, su incorporación como territorio japonés. China ha enviado botes patrulleros para vigilar y “proteger” las actividades de pesca de sus ciudadanos en las aguas de los islotes, encontrándose con las patrullas japonesas, aunque sin llegar a situaciones de violencia.

Se argumenta que las razones para la iniciativa japonesa que provocó este conflicto internacional tienen que ver con la presencia de petróleo y la necesidad que Japón tiene de este recurso. Pero más allá de los motivos económicos, este conflicto es importante porque va a exponer el comportamiento de fuerzas con intereses contrapuestos en esa parte del Asia y va a permitir el pulseo de las fuerzas imperialistas con la intención de dejar claras las líneas de conducta para el futuro.

Es importante resaltar que China es el país con el que Japón tiene más comercio: en el primer semestre de este año las exportaciones japonesas a China alcanzaron los 73.5 mil millones de dólares, mientras que las importaciones japonesas de China ascendieron a 91.3 mil millones de dólares. Además, Japón es el principal inversor extranjero en China, con 84 mil millones de dólares. Sabiendo, además, que China tiene una de las fuerzas armadas más poderosas del mundo, ¿con qué fuerza pretende Japón respaldar sus acciones?

Como es conocido, luego de ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial, Japón aceptó la constitución impuesta por Estados Unidos, cuyo Artículo 9º estipula:
 
1.       Japón renuncia para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación y a la amenaza o el uso de la fuerza como medio de resolver disputas internacionales.
2.      A fin de cumplir con lo anterior, no se mantendrán fuerzas de tierra, mar y aire, así como otras de potencial bélico.
 
Sin embargo, con la profundización de la guerra fría y el avance del movimiento comunista en Asia, tan temprano como 1954, el General MacArthur presionó a Japón a revisar su interpretación de ese Artículo 9º, argumentando que éste no prohibía a Japón contar con “Fuerzas de Autodefensa”. De este modo se dio inició a un largo y gradual proceso de ampliación de las facultades militares que la constitución supuestamente dejó abiertas a Japón. La primera, por supuesto, tenía que ver con la reinterpretación de la renuncia a la guerra y al uso de la fuerza que proclama la constitución. Se ha impuesto desde entonces la tesis que dice que dicha renuncia se refería exclusivamente a la guerra ofensiva más no al derecho de Japón a defenderse ante un ataque. En adelante, la creación de fuerzas terrestres, marítimas y navales de “autodefensa”, bajo el control del Ministerio de Defensa creado en 2007, han creado las condiciones para convertirlas en cualquier momento en fuerzas ofensivas de gran poder, sobre todo si se tiene en cuenta que esas fuerzas cuentan con la última tecnología en armamentos y equipos para un combate “defensivo”. Y como reflejo de los nuevos vientos que soplan, desde 2005, existe una propuesta de modificación de la constitución de 1947, que, si bien mantiene el “espíritu pacifista”, incorpora todo lo avanzado en el proceso de ampliación de las posibilidades bélicas de Japón, incluyendo el desplazamiento de fuerzas al exterior, en abierta violación del supuesto carácter defensivo de las fuerzas armadas japonesas.
 
La fuerza de presión de todas estas modificaciones ha sido Estados Unidos, el primer interesado en contar con un fuerte aliado militar en Asia, para servir de contrapeso y contención al creciente poderío de la China imperialista y la amenaza de Corea del Norte.  Ya había hecho algo parecido, apenas concluida la Segunda Guerra Mundial, cuando priorizó la recuperación de Alemania, por encima de los otros países, incluyendo sus aliados Inglaterra y Francia. El imperialismo norteamericano consideró que sólo una Alemania fuerte era capaz de hacer frente a la “amenaza” comunista en Europa, cuya parte oriental había instaurado regímenes de Democracia Popular aliados a la URSS socialista.

En la actualidad, el imperialismo norteamericano considera que la amenaza principal a su supremacía viene del Lejano Oriente, y está desplegando una estrategia que tiene como un elemento fundamental la participación de Japón con todas sus características imperialistas en su plenitud: por supuesto, esto incluye la formalización de unas fuerzas armadas ofensivas dispuestas a acompañar al imperialismo norteamericano en todas sus aventuras en el mundo.

Hasta el presente, en virtud de tratados bilaterales, Estados Unidos tiene el compromiso de proteger a Japón contra cualquier ataque de potencia extranjera, como “compensación” por la renuncia nipona a la guerra. Con tal fin, el imperialismo norteamericano tiene en Japón, una fuerza militar de 50,000 soldados, altamente equipada, asentada en bases militares, 32 de ellas ubicadas en las islas de Okinawa, al extremo sur de Japón, donde se concentra el 75% de ese personal militar, que se suman a las bases militares japonesas en esas mismas islas.

La constitución “pacifista” de Japón será modificada, tarde o temprano, para que cuente con unas fuerzas armadas que corresponsa a sus pretensiones imperialistas. Esto responde absolutamente a los intereses de los capitalistas monopolistas japoneses, que siempre estuvieron detrás de la causa del rearme del imperialismo japonés y son los principales impulsores del restablecimiento del poderío militar japonés. Las propuestas de Keidanren, la asociación que reúne a los grandes capitales monopólicos de Japón, apuntan a ese objetivo.  Mientras tanto, las líneas maestras de la actuación de las actuales fuerzas armadas japonesas, establecen una estrecha cooperación con el ejército imperialista estadounidense, sirviéndole como complemento en tareas logísticas en el exterior, como en Afganistán e Irak. Sin embargo, con lo que cuenta hoy no es nada despreciable.

Las Fuerzas de Autodefensa de Japón cuentan con un presupuesto equivalente al 1% del PIB. Parece poco. Pero si se considera que Japón es la tercera economía más grande del mundo, es un monto significativo en términos absolutos, que asciende a 59 mil millones de dólares. Si bien es la mitad de lo que China destina a sus fuerzas armadas, es igual o superior al PIB de muchos países dependientes y semicoloniales.

Con una población de cerca de 129 millones de habitantes, Japón cuenta con una fuerza militar de 242,000 personas. Un décimo de las fuerzas armadas chinas y un quinto de las de Corea del Norte, pero mayor al de Gran Bretaña. Teniendo en cuenta que, Japón se ha conducido hasta ahora con reserva en relación con el reclutamiento de personal militar, tiene un potencial de ampliación bastante grande. La CIA estima que la población japonesa apta para el servicio militar es cerca de 43 millones de personas, de las cuales considera militarmente importantes a 1'2oo,ooo, que se podrían unir a un futuro ejército japonés imperialista.

Su fuerza aérea está equipada, entre otros, con aviones de combate F-15 Strike Eagle , con aviones de combate F-35 de Lockheed-Martin, de un costo de cercano a los 100 millones de dólares cada uno,  y aspira, desde hace varios años, con adquirir 40 F-22 Raptors , cuya exportación está prohibida y es usada sólo por la fuerza aérea norteamericana. Parece que hay tendencia a aligerar las restricciones para permitir su venta a países aliados. La fuerza naval de Japón es una de las más importantes del mundo. Cuenta con destroyers con el avanzado sistema de defensa  de misiles balísticos Aegis, que fueron desplazados a principios de este año en respuesta al lanzamiento  del cohete norcoreano. Es notable que, del presupuesto militar, se destine aproximadamente el 60% a la marina y a la fuerza aérea, dos fuerzas desplazables fuera de territorio japonés.

Japón cuenta con un moderno sistema de defensa contra misiles, desarrollado especialmente después de que Corea del Norte pusiera a prueba sus misiles de largo alcance en 1998. Tiene además tres satélites de inteligencia en órbita. El artículo 9 no le prohíbe contar con armas nucleares, que se pueden considerar como armas defensivas.

El año pasado Japón levantó la prohibición para vender equipo militar al exterior, lo que fortalecerá la industria bélica japonesa que hasta hace poco sólo producía en función de las necesidades internas.

Por otro lado, las guerras de agresión imperialista en Afganistán e Irak, le ha permitido movilizar unidades de sus fuerzas de "autodefensa", fuera de territorio japonés, aunque limitados a funciones de apoyo logístico a las fuerzas norteamericanas.

La preparación y entrenamiento de las fuerzas militares japonesas es de alta calidad y el equipamiento es de lo más avanzado.  Cada dos años, las fuerzas japonesas tienen ejercicios militares conjuntos con las fuerzas armadas norteamericanas. Sólo necesita la oportunidad de demostrar su capacidad en un campo de batalla.

Japón está estableciendo, activamente, contactos militares con países de la región, como es el caso de Filipinas, a quien proporcionará ayuda militar, que la necesita en su disputa con China. El periódico japonés Asahi Shimbun, según el Diario del Pueblo de China, revela que la cooperación militar japonesa se está haciendo extensiva a Indonesia, Vietnam, Timor Oriental, Camboya, Mongolia y Tonga, países vecinos de China. También está negociando un acuerdo de cooperación militar con Corea del Sur, un aliado con reservas nacionalistas con respecto a Japón, pero consciente de las necesidades mutuas para hacer frente a Corea del Norte
 
En el caso concreto del Extremo Oriente, se puede apreciar la configuración de dos bloques: China y Corea del Norte, por un lado, y Japón y Corea del Sur, con el indudable respaldo de Estados Unidos, por el otro. Los roces son previsibles y se irán haciendo más críticos. La disputa actual, podrá ser postergada, para tiempos más propicios. Si China ha sido capaz de hacer a un lado, temporalmente, el problema de Taiwán, podrá hacer  a un lado éste conflicto menor, sin que vea mermado su prestigio. Sin embargo, los bloques se preparan cada vez más y mejor para la eventualidad de una guerra, como resultado de la agudización de las contradicciones imperialistas. Están madurando las condiciones para que un nuevo reparto del mundo se dirima mediante la guerra. El imperialismo es la guerra, pero también la antesala de la revolución socialista. El proletariado internacional y los pueblos oprimidos del mundo están elevando el nivel de sus luchas contra el sistema capitalista, contra la opresión imperialista, por la democracia popular y el socialismo. La lucha en cada país contra su burguesía, por el derrocamiento de las clases opresoras y la instauración de la dictadura del proletariado, bajo la dirección de un auténtico partido marxista-leninista, es la contribución de cada sección del proletariado y los pueblos oprimidos del mundo, a la causa de la revolución proletaria internacional.