La teoría de la revolución proletaria concebida por Lenin tiene como una de sus partes constitutivas la teoría del socialismo en un solo país. El artículo que presentamos en esta oportunidad discute cómo se origina y desarrolla esta última en el pensamiento de Lenin en el periodo prerrevolucioanrio de 1915-1917. Muchos de los argumentos sostenidos por el artículo son discutibles, pero tiene la virtud de ser uno de los casos excepcionales en la historiografía burguesa de no comprarse las falsificaciones y distorsiones de Trotsky al respecto. El autor, un historiador burgués, deja establecido que Lenin fue el autor de la teoría del socialism en un solo país, que no solo habló de la revolución socialista en un solo país, de la dictadura del proletariado en un solo país, sino que argumentó claramente sobre la posibilidad y la necesidad de la construcción del socialismo en un solo país, como el camino a seguir para el fortalecimiento de las conquistas del proletariado y para la promoción y apoyo de la revolución proletaria mundial. Asimismo, haciendo un repaso de los escritos de Lenin en el periodo bajo estudio, el autor concluye que en el pensamiento leninista no existe contradicción entre el socialismo en un solo país y los deberes internacionalistas del proletariado victorioso con respecto a la revolución proletaria mundial. El autor, pese a reconocer que en el "Gran Debate" de la década de 1920 la razón estuvo del lado de Stalin, sin embargo, no es capaz de ver la continuidad entre las tesis de Lenin y el desarrollo que hace Stalin de la teoría leninista, desarrollo creador confirmado por la experiencia histórica.
La concepción de Lenin
sobre el socialismo en un solo país,
1915-1917
Erik Van Ree
2010
Este artículo trata de la concepción de Lenin sobre “el socialismo en un
solo país” durante los años 1915-1917, en el contexto de la militarización de
su pensamiento estratégico. Al contrario de lo que comúnmente se cree, Lenin no
se estaba refiriendo simplemente a la revolución socialista en un solo país
sino también a la posibilidad de construir una economía socialista en un solo
país. En este sentido, se puede decir que durante la década de 1920, Stalin
interpretó el punto de vista de Lenin correctamente, en comparación con
Trotsky. En la concepción de Lenin, la construcción de una economía socialista
le permitiría a un Estado revolucionario aislado conducir exitosamente una
guerra revolucionaria contra el imperialismo. Lenin tenía confianza en el éxito
de la toma del poder en Rusia por parte los bolcheviques, no sólo porque
esperaba que los obreros alemanes siguieran el ejemplo ruso sino también porque
una Rusia revolucionaria aislada con una economía controlada por el Soviet,
sería una potencia militar superior.
Este artículo propone una nueva interpretación de las
conclusiones que Lenin expresara en la publicación bolchevique Sotsial-Demokrat de agosto de 1915,
concerniente a la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo y único
país [1]. Es muy probable que Lenin escribiera ese artículo en la villa suiza
de Sörenberg, a 80 kilómetros de Berna. Lenin vivió en Berna, al que consideraba
un pueblo sombrío, desde setiembre de 1914 hasta febrero de 1916; él y su
esposa Nadezhda Krupskaya no podían costear vivir en Zurich, que era más cara.
Viendo el lado positivo, Berna tenía buenas bibliotecas. Además, Grigory
Zinoviev, el más cercano camarada de Lenin, fuera de su esposa (y quizá de
Inessa Armand), vivía cerca. Lenin se comunicaba regularmente, por correo, con
los grupos de exiliados bolcheviques y otros revolucionarios rusos de Suiza y demás
países europeos, y, en la medida de lo posible, también con los camaradas de
Rusia. A fines de mayo o principios de junio, los problemas de salud de
Krupskaya, obligaron a la pareja a mudarse temporalmente a Sörenberg, ubicada
en las montañas. Ahí, sentado bajo un gran árbol en el jardín del hotel
Mariental, Lenin escribiría muchos de sus artículos. En el otoño, la pareja
regresó a Berna, donde Lenin ganó algún dinero dictando conferencias. En
febrero de 1916, se mudaron al 14 de Spiegelgasse en Zurich, donde había
mejores bibliotecas que las de Berna. Permanecieron en Zurich hasta su regreso
a Petrogrado en abril de 1917 [2].
Los historiadores se han apresurado demasiado en acusar a
Stalin de haber malinterpretado el artículo de Lenin de agosto de 1915, para
legitimar su propio proyecto de “socialismo en un solo país” en la década de
1920. En primer lugar, dicen, Lenin no se refería a la atrasada Rusia como el
escenario de la revolución socialista sino a los países capitalistas
desarrollados. En segundo lugar, agregan, aun cuando Lenin aceptó la
posibilidad de una revolución
socialista en un solo país, supuestamente nunca tuvo la intención de sugerir
que se podía construir una sociedad
socialista en un solo país. Uno de los primeros en formular esta clásica interpretación
es Robert Daniels [3].
Lev Trotsky echó los cimientos de la interpretación según
la cual Lenin sólo se estaba refiriendo al establecimiento de la “dictadura del
proletariado” en un solo país [4]. El punto de vista que sostiene que Lenin no
estaba hablando de la construcción de una economía o sociedad socialista en un
solo país sino únicamente de la revolución y el establecimiento del poder
obrero, puede encontrarse expresada de varias formas en los trabajos de muchos
distinguidos especialistas [5]. El problema con esto es que Lenin habla en su
artículo, en los términos más claros, de la organización de la “producción
socialista” en un solo país –un punto extrañamente ignorado en la
literatura especializada [6].
El artículo de agosto de 1915 ha representado siempre,
para los historiadores, una nuez dura de cascar. Ellos han tenido que
encontrarle el sentido al hecho singular de que durante 1915-1916 Lenin
mencionó repetidamente la posibilidad del socialismo en un solo país, mientras
insistía al mismo tiempo que ningún país podría encontrar por su cuenta una
salida revolucionaria al capitalismo. En el presente artículo se argumentará
que ahí no existe ninguna incoherencia y que la creencia de Lenin en la
posibilidad del socialismo en un solo país es genuina y compatible con la
perspectiva internacionalista y revolucionaria mundial. La evidencia textual
sobre la que se hace esta reconstrucción hipotética del pensamiento de Lenin no
es abundante, pero la reconstrucción es convincente a la luz de los hechos
conocidos.
Las declaraciones de Lenin deben verse en el contexto de
la estrategia socialdemócrata de la revolución mundial. Marx y Engels nunca
fueron tan ingenuos como para creer literalmente en una revolución
internacional simultánea; sin embargo, esperaban que fuera casi simultánea, con
una revolución que impulsara rápidamente otras, en una reacción en cadena acompañada
por guerras entre Estados revolucionarios y contrarrevolucionarios. Ellos
atribuían esa interconexión de las revoluciones al hecho de que los países
capitalistas de Europa estaban sujetos a un proceso de igualamiento de los
niveles de desarrollo y se habían hecho
más interdependientes debido a la globalización económica [7]. Hal
Draper ha denominado “revolución contagiosa” al escenario de Marx-Engels.
Massimo Salvadori señala que Karl Kautsky, el principal representante del
“marxismo ortodoxo” después de la muerte de Engels en 1895, imaginó también la
revolución europea en términos de la “hipótesis de reacciones en cadena
revolucionarias” [9].
El modelo de la reacción en cadena influyó en la forma en
que los socialdemócratas rusos imaginaron su propia revolución y su lugar en el
gran proceso revolucionario europeo. Durante la década de 1870, Marx y Engels
llegaron a la conclusión de que una revolución democrática rusa podía ayudar
a desencadenar una revolución proletaria
en Occidente, lo que a su vez permitiría a la Rusia revolucionaria un desarrollo
acelerado hacia el socialismo [10]. Kautsky también adoptó este punto de vista
[11]. Bajo el efecto de la revolución de 1905, la conferencia menchevique de
Génova en abril-mayo de ese año, y el Tercer Congreso del Partido bolchevique
reunido en Londres, aprobaron resoluciones confirmando esta variedad de la
reacción en cadena internacional como posible escenario [12].
En agosto de 1915, Lenin dio un inesperado giro al
sugerir que una revolución socialista en un solo país no necesariamente haría
que estallaran inmediatamente otras revoluciones. Sin embargo, el líder
bolchevique nunca se vio a sí mismo tomando distancia de la revolución mundial.
En el presente artículo presentaré la siguiente interpretación de su estrategia
revolucionaria. Con el estallido de la Gran Guerra, Lenin centró sus energías
en oponerse al defensismo de la mayoría de socialdemócratas. No obstante, comprendió
que los socialistas no podían rechazar incondicionalmente la guerra. Más aún,
le otorgó un significado fundamental a la guerra revolucionaria: un nuevo rumbo
en la estrategia marxista, aunque no sin precedentes en los escritos de Marx y
Engels. Según Lenin, la revolución socialista podría inicialmente quedarse
confinada a un solo país, que luego tendría que hacer la guerra contra el resto
del mundo capitalista.
A esto, Lenin le sumó la audaz idea de que es factible
que un Estado revolucionario aislado organice una economía socialista dentro de
sus propias fronteras. Esto estaba lejos de ser un asunto teórico. En ese
momento, el pensamiento de Lenin estaba enfocado en la guerra y la revolución,
no en la cuestión de la construcción de una economía socialista –ya sea en uno
o varios países. Pero fue precisamente su concentración en la guerra lo que
hizo que la noción del socialismo en un solo país le pareciera interesante y
urgente, porque no había mejor modo de incrementar la viabilidad militar del Estado
revolucionario que introducir el principio de la superioridad de la economía
socialista. El socialismo en un solo país era el propulsor singular más
importante de la guerra revolucionaria.
Lenin no rompió con la concepción ortodoxa de la revolución
mundial como una reacción en cadena y un proceso contagioso. Por el contrario,
la guerra revolucionaria servirá para reiniciar la entrecortada reacción en
cadena revolucionaria mundial. Lenin tampoco previó la posibilidad de la
coexistencia pacífica a largo plazo entre el único Estado socialista y el mundo
capitalista. La guerra revolucionaria forzosamente tenía que acabar ya sea en
la victoria y la expansión triunfal del socialismo a otros países, o en la
derrota y la destrucción del Estado socialista. En ambos casos, el socialismo
en un solo país llegaría a su fin rápidamente. No podía ser más que una opción
de corto plazo.
Socialismo en un solo país
Los socialdemócratas rusos estaban de acuerdo en que sin
la ayuda del proletariado victorioso de Occidente, no podría haber socialismo
en Rusia. La única excepción era Trotsky, pero incluso él suponía que si la
revolución en Occidente no se materializaba el socialismo en Rusia colapsaría
[13]. Sin embargo, los ideólogos del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia
(POSDR) demostraron notablemente poco interés en la cuestión del socialismo en
un solo país fuera del contexto de su propio país atrasado: es decir, en la
cuestión de si la construcción socialista aislada sería posible en cualquier
otro país, por ejemplo en Alemania o Gran Bretaña desarrolladas [14].
La única referencia que encontré está en la novela de
ciencia-ficción de Alexander Bogdánov, Estrella
Roja (1908). Ahí el bolchevique de izquierda Bogdánov hace que el marciano
Sterni hable del carácter desigual de la lucha por el socialismo en la Tierra,
que esperaba que resultara en la creación de islas socialistas rodeadas por un
hostil mar capitalista [15]. No encontré referencias al asunto en los trabajos
de Lenin anteriores a la Primera Guerra Mundial. Incluso Trotsky, antes de la
guerra, demostró sólo un esporádico interés en el problema del socialismo en un
solo país fuera del contexto ruso. En un pasaje poco advertido de “Resultados y Perspectivas” (1906), hace
la siguiente observación:
“El
desarrollo de la división social del trabajo, de una parte, y la producción
maquinizada, de otra, han hecho que hoy día el único organismo cooperativo capaz
de utilizar las ventajas de la producción colectiva en gran escala es el
Estado. Más que eso, la producción socialista, por razones económicas y
políticas, no podría quedar confinada a los límites estrechos de los Estados
individuales.” [17]
Con la economía moderna creciendo más allá del marco del Estado-nación, no
se podría construir una economía socialista en un solo país – y por deducción,
ni siquiera en un país capitalista desarrollado [18]. Trotsky nunca escribió
sobre este asunto antes del inicio de la guerra.
Al estallar la guerra, los debates entre los
socialdemócratas rusos estuvieron naturalmente centrados en la actitud hacia la
guerra. Sin embargo, en una perspectiva de largo plazo, el problema de la
revolución mundial permaneció incuestionable. Sobre todo en el ala izquierda
del Partido (bolchevique y menchevique), la guerra –que de manera espantosa unió
a toda Europa, de oriente a occidente– provocó que la revolución fuera
imaginada de forma mucho más internacionalista que antes. La indignación con
los “socialpatriotas” socavó más los escenarios de una revolución circunscrita nacionalmente.
Muchos ideólogos del Partido soñaron con una sola y concertada acción del
proletariado europeo que resultaría en la abolición inmediata de las fronteras
estatales. En esta imagen subyacía la hipótesis de que las “fuerzas
productivas” se desarrollaban hasta tal punto que los Estados-nación se hacían
obsoletos. Entre los que defendían con firmeza el internacionalismo radical
estaban los bolcheviques de izquierda Nikolai Bujarin y Georgy Piatakov. En su
obra seminal “El imperialismo y la
economía mundial”, escrita en su mayor parte en 1915, Bujarin lanzó la
“consigna de la destrucción de las fronteras estatales y la unión de las
naciones en una sola comunidad socialista”. Él veía a la economía imperialista
como un todo, global e integrado, sometida a un proceso de “nivelación
económica”. Paradójicamente, los Estados imperialistas se estaban
constituyendo, también, en unidades nacionales cerradas, enfrascadas en la competencia
y la guerra; pero el socialismo sería el heredero de la primera tendencia [19].
Durante 1915, los bolcheviques de izquierda produjeron varios documentos en los
que propusieron unos Estados Unidos de Europa socialistas como objetivo de la
lucha proletaria [20]. Al mismo tiempo, en “La
guerra y la Internacional” de 1914 (originalmente escrito en alemán),
Trotsky sostenía también que las fuerzas productivas habían sobrepasado el Estado
nacional, y que la economía mundial se había convertido en un todo único e
interdependiente. La defensa de la patria no tenía sentido para el proletariado,
y Trotsky ponía sus esperanzas en la creación de una “patria mucho más poderosa
y robusta: los Estados Unidos de Europa republicanos” [21].
Después del estallido de la guerra, los líderes
mencheviques en la emigración también quedaron fascinados por los escenarios
ultra-internacionalistas. En “La crisis y
las tareas de la socialdemocracia internacional” de 1915, Pável Axelrod
sostenía que el desarrollo de las fuerzas productivas hacía obsoleto el Estado-nación
y que “la destrucción de los marcos del Estado en varios de los países
capitalistas altamente desarrollados” era una condición necesaria para la
revolución comunista [22]. En “La guerra
y la revolución proletaria”, publicada a principios de 1915, Julius Mártov
decía que el movimiento proletario ruso no podía quedarse “encerrado en los
límites nacionales”. Escribía que toda revolución rusa que fracase en encender
la revolución en Occidente será sofocada por el zar. Por eso, Mártov concluía
que el escenario de una guerra revolucionaria de Rusia contra los Estados
capitalistas era “extremadamente improbable” y rechazaba las “ingenuas ilusiones
del romanticismo revolucionario que parodiaban 1793” [23].
Hasta principios de 1915, Lenin fue parte de ese consenso
internacionalista radical que casi parecía excluir la revolución en países
individuales. En “La guerra y la socialdemocracia rusa” (noviembre de 1914)
también propuso la formación de unos “Estados Unidos de Europa republicanos”
como secuela del “derrocamiento revolucionario de las monarquías alemana, austríaca y rusa”
[24]. Lenin consideró obsoleto el principio del Estado-nación, en comparación
con el socialismo como sistema necesariamente supranacional: “Es imposible
hacer la transición del capitalismo al socialismo sin romper con los límites
nacionales”, sostenía [25]. Lenin incluso distorsionó sutilmente pasajes
del “Manifiesto
Comunista”. El “Manifiesto” dice que la clase obrera no tiene patria pero no
puede negarse a tomar el poder en países individuales [26]. Lenin erróneamente sugirió
que, de acuerdo a Marx y Engels, la toma del poder del proletariado en países
individuales sólo fue posible durante las etapas iniciales del capitalismo
[27].
Sin embargo, los escritos de Lenin en la primavera y el verano
de 1915 sugieren que muy pronto comprendió que todo eso representaba una
radicalización irresponsable del escenario de la revolución contagiosa. En la
conferencia de Berna (febrero-marzo de 1915) de las secciones extranjeras de la
organización bolchevique, la consigna de los Estados Unidos de Europa estuvo
bajo crítica. Lenin decidió omitirla de las decisiones de la conferencia y
organizar un debate en la prensa bolchevique sobre el tema [28]. La resolución
de la conferencia una vez más observó que las fuerzas productivas del
capitalismo mundial habían excedido los límites del Estado-nación y que en la
era del imperialismo las guerras nacionales justas se hacían poco comunes. Aún
así las “guerras revolucionarias” no fueron excluidas completamente. En esa
categoría estaban incluidas las guerras “para la protección de las conquistas del proletariado
victorioso en la lucha con la burguesía” [29]. Esto se refería al
proletariado ruso triunfante en la revolución democrática y al proletariado
socialista de las naciones desarrolladas.
Nunca se debatió el tema de los Estados Unidos de Europa
en la prensa bolchevique, aunque se discutió en el pequeño círculo íntimo de
Lenin. En algún momento después del 23 de julio, Lenin envió a Zinoviev un
artículo sobre la consigna y le pidió que le notificara en caso de que él, su
esposa y G.L. Shklovsky no estuvieran de acuerdo [30]. En otra carta a
Zinoviev, escrita entre el 28 de julio y el 2 de agosto, Lenin menciona
nuevamente el artículo, que dice fue escrito “en el espíritu de nuestras
negociaciones” [31].
El artículo de Lenin “Sobre la consigna de los Estados
Unidos de Europa” apareció en Sotsial-Demokrat
del 23 de agosto de 1915, representando el punto de vista del comité editorial.
Lenin señalaba que la revolución socialista no tomaría la forma de “un solo
acto” sino el de toda una época de revoluciones y contrarrevoluciones. Una de
las razones para retirar la consigna de los Estados Unidos de Europa era ésta:
“...podría dar pie a
interpretaciones erróneas sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo
en un solo país y sobre las relaciones de este país con los demás.
La
desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del
capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe
primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país en
forma aislada.
El
proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y
de organizar dentro de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo capitalista...
empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases
explotadoras y sus Estados... La libre unión de las naciones en el socialismo
es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas
socialistas contra los Estados atrasados.” [32]
La nueva fórmula de la revolución mundial presentada aquí
no significaba el abandono del escenario de la reacción en cadena sino su
reformulación. Lenin comprendió que debido a la naturaleza desigual del
desarrollo capitalista podia ocurrir un serio desfase entre el estallido de las
guerras civiles revolucionarias en los países europeos. Existía una gran
probabilidad de que el proletariado pudiera tomar el poder inicialmente en un
solo país y que la reacción en cadena se enfriara. En ese caso, la reacción en
cadena tendría que ser realimentada mediante la guerra revolucionaria como ruta
alternativa a la transformación revolucionaria en los otros países [33].
Lenin postulaba que aunque Rusia no estaba lista para el
socialismo, podía sin embargo encontrarse comprometida en una guerra
revolucionaria. En octubre de 1915, sostuvo que si el partido del proletariado
ruso tomaba el poder y establecía la democracia, tendría que someter propuestas
de paz a los Estados beligerantes, que incluirían la liberación de las
colonias. Sin embargo, esto no debería considerarse como un esfuerzo serio para
una paz justa sino como un pretexto para que el futuro gobierno revolucionario
ruso continúe la guerra sobre una nueva base. Lenin admitía que ni Alemania ni
Gran Bretaña ni Francia aceptarían sus condiciones; en consecuencia, la “guerra
revolucionaria” para levantar a los pueblos de las colonias y al proletariado
europeo a la revolución, sería inevitable [34].
Que la revolución no ocurrirá simultáneamente en todos
los principales países europeos era algo que Lenin tenía dificultad de decirlo
abiertamente. Después de todo, era Engels quien había dicho que la revolución
sólo podía ser un evento simultáneo en los principales “países civilizados”
[35]. Aunque éste nunca lo tomó literalmente, hubiera sido difícil para Lenin
volverse clamorosamente contra una idea proclamada de forma solemne por uno de
sus reverenciados maestros. El texto de 1847, en el que Engels exponía la
revolución simultánea como un principio, fue publicado por Eduard Bernstein en
1914 [36]. Lo reciente de su publicación habría hecho de Lenin bastante
consciente de su herejía. Que mencionara una ley supuestamente absoluta del capitalismo –no del imperialismo–
demuestra que consideró su tesis aplicable, retrospectivamente, incluso a los
tiempos de Engels: lo que hacía su herejía bastante obvia.
El nerviosismo de Lenin se hace evidente cuando –en su “Programa
militar de la revolución proletaria” de setiembre de 1916 (en el que
reitera la tesis del socialismo en un solo país)– resalta que Engels ha estado
completamente en lo correcto cuando, en su carta a Kautsky del 12 de setiembre
de 1882, “reconoce
directamente la posibilidad de guerras defensivas del socialismo ya victorioso. Él tiene en mente
precisamente la defensa del proletariado victorioso contra la burguesía de
otros países” [37]. En realidad, Engels estaba contemplando guerras
entre una Europa y América socialistas y el mundo aún no socialista. No hablaba
del escenario de Lenin de una guerra conducida por un Estado socialista individual [38]. Sin embargo, ese fue el
camino de Lenin para demostrar –aunque no convincentemente– su lealtad a los
principios del maestro. La carta de 1882 se mantuvo aflorando en sus escritos [39].
El segundo y más notable elemento del artículo de agosto
de 1915 fue la aserción de Lenin de que el Estado revolucionario individual
tiene que organizar una economía socialista antes de embarcarse en una guerra
revolucionaria. Para que esto tenga algún sentido, Lenin debía haber asumido no
sólo que el socialismo en un solo país era posible sino también que era posible
introducirlo rápidamente. Como ya hemos visto, los historiadores tienden a
negar que Lenin haya considerado factible el proyecto de un Estado proletario
aislado construyendo una economía socialista. Pero es difícil interpretar de
otro modo su declaración acerca de la expropiación de la burguesía y la
organización de la “producción socialista” en un solo país. Como veremos, en el
corto período que va hasta diciembre de 1916, Lenin reiteró la tesis del
socialismo en un solo país, por lo menos, tres veces. Por supuesto, esas
referencias no demuestran que Lenin haya dedicado una reflexión sostenida sobre
el tema, pero son mucho más que meras coincidencias y formulaciones singulares.
El asunto estaba obviamente en la mente de Lenin.
En setiembre de 1916, Lenin repitió que el desarrollo
desigual del capitalismo haría inevitable que el socialismo “resulte
victorioso al principio en uno o varios países”. El “Estado socialista”
tendría que pelear guerras “por el socialismo y por la liberación de otros pueblos de
la burguesía”. Lenin comprendió que, cualquiera fueran los pasos que
diera el Estado socialista en el interior
de su país, la guerra era inevitable: “Sólo después de que hayamos
derrocado, finalmente vencido y expropiado a la burguesía en todo el mundo, y
no sólo en un solo país, las guerras serán imposibles” [40]. Este pasaje
es especialmente significativo porque quiere decir que aunque las guerras no fueran
todavía imposibles, finalmente vencer y expropiar a la burguesía en un solo
país es posible. Al poner las cosas de ese modo, Lenin, en efecto, expresaba una
vez más que la guerra revolucionaria estaría precedida por la expropiación de
la burguesía –es decir, por la introducción de la economía socialista. En un
artículo de diciembre de 1916, Lenin escribía nuevamente: “Existe la
posibilidad de guerras del socialismo victorioso en un solo país contra otros
países burgueses o reaccionarios” [41]. En el mismo mes, en otro
artículo también poco estudiado, Lenin explicaba que la Alemania capitalista
militarizada ha demostrado que es posible dirigir una gran economía “desde un centro único”. Para Lenin, esta proeza económica demostraba que
una “revolución socialista” no es una empresa utópica –incluso en Suiza. Un
“pequeño pueblo” como el suizo, con un país con tradición democrática y “alto
nivel de capitalismo”:
“...hará precisamente
lo mismo que ha sido sometido a la prueba de la práctica en Alemania...;
con la diferencia, por supuesto, de que en Alemania millones de personas han
sido muertas y mutiladas con el fin de enriquecer a unos pocos... mientras que
en Suiza a lo más 30,000 burgueses serán expropiados... y tendrán que entregar
el resto [de sus propiedades] al gobierno obrero socialista”.
No sólo sería posible expropiar a la burguesía y establecer
una economía centralizada, Lenin estaba seguro, además, de que la Suiza
revolucionaria podría sobrevivir aún en ausencia de una revolución en el exterior,
porque forzosamente emergería un poderoso movimiento de solidaridad proletaria
internacional. Bajo las condiciones de la guerra mundial en curso, él no esperaba
que los imperialistas intervenieran [42]. Este artículo representa una sólida
prueba adicional de que Lenin consideraba realista el proyecto de una economía
socialista aislada.
Finalmente, Lenin no era el único que defendía la idea
del socialismo en un solo país. En “La
socialdemocracia rusa y el socialchovinismo ruso”, publicado en 1915 en Kommunist –la revista teórica
bolchevique–, su cercano camarada Zinoviev mencionaba la posibilidad de una
“guerra de un proletariado que ha
sido victorioso en algún país y que defiende el sistema socialista [stroi] ganado por él, contra otros Estados
que intentan proteger el régimen capitalista” [43] El término stroi deja pocas dudas: Zinoviev no
estaba hablando simplemente de un gobierno obrero sino de una economía socialista.
El artículo sugiere que los íntimos de Lenin compartían sus puntos de vista
sobre el socialismo en solo país.
Sin embargo, al interpretar a Lenin de este modo queda el
problema de que Marx y Engels –a quienes consideraba los máximos teóricos del
socialismo– habían expresado que las fuerzas del mercado mundial hacen que el
establecimiento de una economía socialista aislada sea una tarea infructuosa.
Además, teniendo en cuenta la ahora bien conocida complejidad del proyecto de
transición al socialismo, al lector de hoy le puede parecer extraño y
sorprendente saber que Lenin creía que el proyecto socialista podía ser
completado exitosamente en un solo país. Por estas razones, ¿no sería prudente,
mejor, que no se interpreten tan literalmente las referencias de Lenin a la
expropiación de la burguesía y a la organización de la producción socialista, y
que se tomen realmente como referidas sólo al comienzo de la transición
socialista?
En ausencia de más evidencia nunca estaremos absolutamente seguros de
cómo habría respondido a esa pregunta el líder bolchevique. Pero sí sabemos lo
que Lenin esperaba que sería un sistema económico socialista plenamente
formado. Su más extensa discusión prerrevolucionaria del sistema económico del
socialismo se encuentra en su seminal “El Estado y la revolución”. El
libro, escrito en agosto-setiembre de 1917, define el socialismo como la
primera e inferior etapa del comunismo, claramente diferente de la siguiente
etapa del “comunismo completo”. La economía socialista será parecida al
capitalismo en un grado sorprendente, organizada en toda sus líneas sobre los
carteles capitalistas existentes y modelada a imagen de una ordinaria oficina
postal. Para Lenin, la primera etapa del comunismo –el socialismo–, en esencia,
no representaba otra cosa que una economía industrial organizada racionalmente,
nacionalizada y bajo el control del Estado obrero revolucionario [44]. Dado
estos estándares relativamente modestos para definir una sociedad socialista,
no hay razón convincente para no tomar las palabras de Lenin al pie de la letra
y para especular que, después de todo, debió considerar imposible la
realización de una economía socialista completa en un solo país.
La “ley del desarrollo desigual”
La “ley del desarrollo desigual” de Lenin nos ayuda a entender por qué
atribuye tal importancia a la guerra revolucionaria. La “ley” no fue un
original hallazgo de su parte. Por el contrario, Lenin reinterpretó y afinó el
discurso socialdemócrata existente sobre el imperialismo. En su seminal Das Finanzkapital (1910), Rudolf
Hilferding explicó que, bajo las nuevas condiciones de proteccionismo, el
mercado mundial se había dividido en territorios económicos separados
nacionalmente, tales como el Imperio británico y el continente americano
controlado por los Estados Unidos. Existía una recompensa por la extensión.
Mientras más grande el territorio económico, más altas las tasas de
crecimiento; mientras más pequeño un territorio, su potencial de desarrollo experimentaría
más restricciones. Sin embargo, Hilferding no consideraba la “desigualdad” [Ungleichheit] del desarrollo industrial”
–que creía conducía a la guerra– como algo absoluto. Para él, existían
tendencias opuestas trabajando contra una solución violenta de los problemas de
la competencia internacional [45].
La idea de que el mundo tiende a dividirse en un pequeño grupo de
territorios más o menos autárquicos era popular entre los socialdemócratas. En
los primeros años del siglo veinte, hubo una inundación de publicaciones
“revisionistas” en la revista de la derecha socialdemócrata Sozialistiche Monatshefte, estableciendo
esa tendencia. Las principales esferas imperiales mencionadas eran Gran
Bretaña, Estados Unidos, Rusia y el Asia oriental [46]. En su “Imperialismo,
fase superior del capitalismo”, escrito en la primera mitad de 1916,
Lenin cita el trabajo de uno de esos autores –Einfurung in die Weltwirtschaft (1906) de Richard Calwer–,
añadiendo su propia observación de que esos territorios se desarrollaron a
velocidades diferentes [47].
Más audaz que Hilferding, Kautsky especuló sobre la posibilidad de que
los imperialistas lleguen a una solución pacífica de sus conflictos. Denominó
“ultra-imperialismo” a esta tendencia [48]. Esta especulación indignó a Lenin
que estaba convencido de la esencia belicosa del imperialismo. Lenin absolutizó
la tesis de Hilferding sobre el desarrollo desigual de las potencias
capitalistas, insistiendo que esa tendencia es una “ley absoluta”; de ahí que
ninguna reconciliación entre los imperialistas es realmente concebible. En su “Imperialismo”,
Lenin reconoció la realidad del “proceso de nivelación global” [nivelirovka mira] pero considera
inevitables las “diferencias en el ritmo [bystrotoi]
del crecimiento de las diferentes partes de la economía mundial”. El
imperialismo incluso incrementa el “desarrollo desigual” en lugar de reducirlo.
De ahí que la correlación de fuerzas entre las potencias capitalistas cambie
constantemente dando como resultado las guerras por la redistribución de las
esferas de influencia, haciendo efectivamente imposible el condominio
“ultra-imperialista” [49].
El desarrollo económico desigual de los países también aumenta la
probabilidad, según Lenin, de que la revolución socialista quede inicialmente
confinada en un solo país, en lugar de desbordarse inmediatamente de un país a
otro. En los cuadernos escritos en 1915-16, cuando trabajaba en el “Imperialismo”,
se encuentra una evidencia crucial que arroja luz sobre el proceso de
razonamiento que lo llevó a rechazar la consigna de los Estados Unidos de
Europa. Lenin cita y subraya un pasaje del artículo de Kautsky “La guerra y la paz” de 1911, como sigue:
“Si [la revolución] no se internacionaliza y queda confinada a un solo Estado,
entonces bajo las actuales condiciones tal situación no puede durar mucho
tiempo. Ella [la revolución] debe desbordarse a otros Estados”... y de esto
Kautsky llega a la conclusión sobre los Estados Unidos de Europa [50].
De forma fascinante, los subrayados parecen conducirnos al artículo de
Lenin de agosto de 1915 que diserta de forma directamente opuesta al punto que
Kautsky estableció en 1911. Mientras Kautsky deduce la consigna de los Estados
Unidos de Europa de la probabilidad de que una revolución desencadene inmediatamente
otras revoluciones en otros lugares, Lenin sostiene que la consigna debe ser
rechazada porque ese no es necesariamente el caso. Existe la posibilidad de que
la reacción en cadena se detenga y, en ese caso, sólo puede ser reactivada
mediante la guerra revolucionaria.
La economía socialista aislada
La guerra revolucionaria y el socialismo en un solo país representan dos
aspectos complementarios de una estrategia revolucionaria mundial que Lenin
desarrolló durante la Gran Guerra. Mientras confiaba en que se librarían
guerras revolucionarias en Europa, el líder bolchevique se debía haber
preguntado qué puede hacer que los Estados revolucionarios aislados sientan la
imperiosa necesidad de sobrevivir tales conflictos armados titánicos. Ahí es
donde encaja el socialismo en un solo país. Como vimos, en su artículo de
agosto de 1915 (así como en el de setiembre de 1916), Lenin fantasea con el Estado
revolucionario expropiando a la burguesía, organizando la producción socialista
y luego entrando en combate con los imperialistas. Lenin no explica la lógica
detrás de este escenario. Pero es bastante plausible que pensara que introducir
una economía socialista mejoraría la capacidad militar del Estado
revolucionario debido a la supuesta superioridad de su funcionamiento comparado
con el capitalismo. Entonces, el socialismo en un solo país es la solución –no
el problema– para un Estado revolucionario aislado.
Existía una literatura socialdemócrata alemana en la que Lenin pudo
haber conocido la propuesta de una economía socialista aislada. En los debates
de los 1920, Trotsky mencionó a Georg Vollmar, un prominente líder del ala
derecha del PSD alemán, como el padre de la idea del socialismo en un solo país
así como de la “ley del desarrollo desigual” [51]. En 1878, Vollmar escribió un
pequeño libro, “El Estado socialista
aislado”, que habla de la factibilidad de un socialismo aislado [52]. Sin embargo, no sabemos si Lenin leyó ese
libro. Otro libro en el que Lenin pudo haber encontrado apoyo para su tesis de
una economía socialista aislada fue el estudio de un erudito socialista letón
residente en Alemania, Karlis Balodis (Karl Ballod, que escribía bajo el
seudónimo de “Atlanticus”) [53]. El libro fue popular entre los intelectuales
de la Rusia prerrevolucionaria y tenía varias traducciones al ruso [54].
Curiosamente, cuando en 1919 Balodis publicó una segunda edición revisada,
Lenin hizo que la tradujeran y publicaran en la Rusia soviética [55]. Lenin
estaba probablemente más interesado en el esbozo de Balodis de la construcción
socialista que en su tesis del socialismo en un solo país como tal [56].
La clave para entender por qué Lenin aceptó la noción no ortodoxa de la
economía socialista en un solo país, reside en su conclusión de que organizar
un sistema económico socialista era una operación simple. Según él, bajo la
doble presión de la monopolización y la guerra, en la mayoría de los países europeos
se había establecido un mecanismo capitalista estatal centralizado. El
proletariado sólo necesitaba expropiar a la burguesía y hacer funcionar la
máquina ya establecida para sus propios fines. Este es el argumento de Lenin en
su artículo de diciembre de 1916 sobre el socialismo en Suiza y es también
mencionado en el “Imperialismo” [57]. De acuerdo con Lenin, no existía “punto medio”
entre el imperialismo y el socialismo, no quedaban “peldaños intermedios” en la escalera de la historia que lleva del
capitalismo al socialismo [58]. En los países capitalistas desarrollados, la
introducción del socialismo se había convertido en una tarea inmediata. En “El
Estado y la revolución” sostenía que el capitalismo ha preparado el
terreno para la introducción de la producción socialista al difundir la
alfabetización, al enseñar a los obreros la disciplina productiva y al
simplificar al máximo las estructuras y el trabajo administrativos. Bajo esas
condiciones, la introducción de la “primera etapa de la sociedad
comunista” era una “cuestión urgente y candente de la política de hoy” y un asunto a ser llevado a
cabo “inmediatamente,
de un día para otro [s segodnia na
zavtra]” [59].
Aunque rechazaba completamente sus conclusiones políticas, Lenin seguía los
pasos del socialdemócrata de derecha alemán Paul Lensch, que sostenía que el Kriegssozoalismus capitalista preparaba
el camino para el verdadero socialismo, debido a que su principio de
organización contenía la esencia del socialismo [60]. Antes del estallido de la
Primera Guerra Mundial, Hilferding y Alexander Parvus (Helphand) sostenían
igualmente que los mecanismos capitalistas de control de la producción hacían
que la introducción del socialismo fuera una operación sencilla [61]. En el
calor del debate con Bernstein en 1898, Parvus incluso reconoció que el partido
obrero no necesitaba más de medio año en el poder para poner fin a la “sociedad
capitalista” [62]. Este sorprendente y ligero punto de vista de la tarea de
expropiación del capital no es, de ningún modo, excepcional. Engels escribió en
1894 que el terreno para la “transformación de la empresa capitalista en social [gesellschaftlichen]” estaba
totalmente preparado en Alemania, y que la transición se podía realizar “de la noche a
la mañana” [63].
Que el capitalismo haya preparado el mecanismo de planificación socialista
no implica lógicamente que pueda hacerse en un solo país. Los socialdemócratas
alemanes mencionados observaban un proceso internacional desarrollándose en
todos los principales países europeos. Pero, bajo las condiciones de la guerra
mundial, fueron los Estados individuales los que organizaron –cada uno– sus
propias economías de guerra, por lo general dirigidos unos contra otros. Y éste
era el ejemplo que Lenin tenía ante sí y que aparentemente lo inspiró.
Todo esto no quiere decir que Lenin abandonó la perspectiva
internacionalista de la revolución contagiosa. Sorprendentemente, en setiembre
de 1915, sólo un mes después de que proclamara la posibilidad del socialismo en
un solo país, el líder bolchevique decía que, debido a la guerra imperialista,
las crisis revolucionarias de Rusia y de Occidente están tan entrelazadas que “en ningún solo
país es posible una solución aislada de las tareas revolucionarias”.
Esperaba que la revolución democrática en Rusia fuera una “parte de la
revolución socialista de Occidente”, y que esas revoluciones puedan
incluso ser “simultáneas” [64]. En agosto-octubre de 1916, Lenin censuraba
sarcásticamente a Yuri (Georgy) Piatakov por su concepción de la revolución
internacional como una “acción unida” de los proletarios de todos los países,
destruyendo las fronteras estatales. Pero no negaba esa posibilidad entre los
países desarrollados [65].
Esa y otras declaraciones similares llevaron al historiador soviético
S.V. Tiutiukin a sugerir que el punto de vista de Lenin carecía de coherencia:
el líder bolchevique, decía, parece haber operado con “dos líneas”, a veces
rechazando y otras aceptando la posibilidad del socialismo en un solo país
[66]. El análisis de Tiutiukin sirve como una advertencia importante para los
historiadores: no deben buscar más coherencia en sus objetos de estudio de la
que realmente existe, y deben reconocer las ambigüedades en el razonamiento de
los líderes políticos de carne y hueso. Sin embargo, yo diría que en este caso
las ambigüedades son sólo aparentes, no reales. Creo que Lenin se sorprendería
si alguien lo acusara de inconsistencia cuando hablaba del socialismo en un
solo país en agosto y negaba que pudiera haber una solución revolucionaria
separada para un solo país en setiembre. Lenin nunca sostuvo que después de la
introducción de una economía socialista, el Estado revolucionario pudiera
salirse del proceso revolucionario mundial. Después de todo, todavía tiene que
hacer frente al examen en el campo de batalla. Aún en el improbable caso de que
los imperialistas dejasen en paz a este país, el Estado socialista tendría el
deber de reiniciar la reacción en cadena y difundir el socialismo mediante la
fuerza militar. Y, como Lenin lo veía, la guerra revolucionaria tendría como
resultado o el triunfo de la revolución a escala europea o la destrucción del Estado
socialista aislado. Incluso después de la introducción del socialismo en un
solo país, ninguna solución separada sería viable. Todavía las clases obreras
europeas se levantarían juntas o caerían juntas.
1917
Después de la revolución de Febrero, Lenin abruptamente dejó de
referirse a la posibilidad del socialismo en un solo país. Esto tuvo que ver
con su nueva atención en el desarrollo revolucionario en la Rusia
socioeconómicamente atrasada. Lenin no se apartó de la posición ortodoxa que
sostenía que los países capitalistas estaban listos para el socialismo mientras
que la Rusia predominantemente campesina no lo estaba.
Aún así, ahora Lenin reformulaba sustancialmente su comprensión de la
revolución rusa. La atrasada Rusia puede que no logre socializar su economía
plenamente pero puede hacerlo parcialmente.
En otras palabras, la atrasada Rusia no podrá completar la transformación
socialista sin la asistencia de los obreros de Occidente, pero puede empezarla
[67]. Para perplejidad de muchos de sus ortodoxos camaradas, Lenin concluyó que
las condiciones económicas han madurado al punto de permitir que se tomen pasos
“transicionales” en dirección al socialismo, principalmente en las esferas de
la industria y la banca. Propuso el establecimiento de un gobierno soviético
que ponga bajo su control, o incluso nacionalice, los carteles y los consorcios
bancarios e industriales [68]. En su discurso del 12 de mayo en la Sétima
Conferencia del Partido, Lenin dividió la economía rusa en dos: el “gran
capital” y los campesinos. Al introducir las medidas transicionales, Rusia “estará con un
pie en el socialismo, con uno, porque la mayoría campesina dirige la otra parte
de la economía del país [69]”. Lenin no creía que el sector agrícola
ruso pudiera ser socializado sin la ayuda de los Estados proletarios de
Occidente. Sin una agricultura socializada, un país no podía ser llamado
legítimamente socialista; esto hacía que el socialismo en un solo país fuera
lógicamente imposible en Rusia. No obstante, para comprender la lógica del
pensamiento de Lenin, es necesario resaltar que los sectores bancario e
industrial podían ser socializados
sin una revolución precedente en Occidente [70].
Lenin aplicó su temprana tesis de cómo el capitalismo y la guerra prepararon
las condiciones para el socialismo, a las medidas transicionales que ahora
proponía para Rusia. Sostenía que los estragos y el caos causados por la guerra
hacían necesario y urgente un sistema soviético rígidamente centralizado para
salvar al país de la catástrofe. Afortunadamente, al igual que los junkers y la
burguesía en Alemania, el gobierno zarista había introducido un sistema de
regulación económica, llamado por Lenin “capitalismo de guerra”, “capitalismo
de estado” o “capitalismo monopolista de Estado”. Un gobierno soviético sólo
necesitaba apoderarse de ese aparato ya creado, para poner la economía en la
senda correcta [71].
Asimismo, Lenin seguía reconociendo que sería absurdo enfocarse en la
situación de un solo país: la guerra había ligado a toda la humanidad en una
“masa sanguinolenta [komok]” que “una
salida de ahí para un solo país” era imposible. En los términos directos de
Lenin: “o
el proletariado se libera como un todo o será suprimido” [72]. Una vez más,
la guerra revolucionaria era central en los argumentos de Lenin. Repetidamente
les recuerda a sus camaradas sus declaraciones de octubre de 1915, donde la
guerra de un futuro régimen revolucionario ruso contra los imperialistas había
sido presentada como inevitable en el caso de que el proletariado fracasara en
tomar el poder en los otros países europeos [73].
La guerra revolucionaria conduciría a la expansión del socialismo en
Europa occidental o a la derrota de la Rusia soviética. La tercera opción, la
coexistencia de largo plazo, no estaba en la mente de Lenin. Sin embargo, él es
notablemente optimista sobre el resultado del conflicto militar que predice. En
junio, prometió a los obreros rusos un liderazgo global en la guerra contra los
imperialismos alemán y británico, “que son incapaces de unirse contra nosotros porque
están enfrascados en una lucha a muerte entre ellos mismos” [74].
La confianza de Lenin fue estimulada por su alta estimación del
potencial de una economía soviética. Aunque se negaba obstinadamente a llamar
“socialista” a una Rusia revolucionaria sin una agricultura socializada, ahora
hablaba de la lógica del socialismo en un solo país que está implícita en sus
declaraciones de 1915-1916: si el socialismo era un sistema económico superior
como reclamaba serlo, entonces ser el único país en tenerlo a su disposición era
una ventaja, no una desventaja. Al dotar al país con un sistema económico nuevo
y superior, la revolucion le proveería con la superioridad militar que necesita
para romper el aislamiento en el campo de batalla y difundir el socialismo a
través de Europa.
La más significativa publicación de Lenin remarcando este argumento es “La
catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”, escrita en setiembre de
1917. En este sorprendente pronunciamiento, la Rusia atrasada es catapultada a
una posición de superioridad militar y económica comparada con los Estados
capitalistas desarrollados. Como Lenin anotaba, Rusia no sólo estaba inusualmente
dotada con recursos naturales sino que la revolución llevaría al país a un “nivel
inconmensurablemente superior de organización económica”:
“El poder
militar de un país con los bancos nacionalizados es mayor que el de un país con los bancos en manos privadas... Siempre
se señala el heroico patriotismo y los milagros del coraje militar de los
franceses en los años 1792-1793. Pero se olvida
las... condiciones que hicieron posible esos milagros... la transición
del país entero... a un modo de producción superior... El ejemplo de Francia
nos demuestra una sola cosa: para hacer posible la defensa de Rusia... es
necesario... renovar y regenerar Rusia económicamente”.
Lenin tenía confianza en el resultado de la prueba que la guerra le
pondría a la Rusia soviética. La guerra revolucionaria pondría al país ante la
cuestión de “perecer o alcanzar a los países avanzados y superarlos económicamente. Esto es posible porque
tenemos ante nosotros la experiencia de una gran cantidad de Estados avanzados,
los resultados de su tecnología y cultura” [75].
Más adelante, ese mismo mes, Lenin escribió que los bolcheviques serán
prudentes al tomar el poder, para que nada pueda impedirles sostenerse en él.
Una vez tomado el aparato económico de las manos de la burguesía y puesto a
funcionar, podrían construir un Estado suficientemente fuerte que proseguirá
hasta la victoria de la revolución socialista mundial [76]. En suma, Lenin
llegó a la conclusión que una Rusia soviética aislada podría introducir un
sistema socialista en la banca y en la industria, y que esto la haría casi
invencible y la convertiría en un efectivo instrumento militar de la revolución
mundial.
Conclusión
¿Qué nos dice todo esto acerca de Lenin? El líder bolchevique aparece
como un hombre preparado para desafiar lo que era considerado entonces como
ortodoxia marxista. Su aceptación del socialismo en un solo país como una
opción para los países capitalistas desarrollados y su defensa del inicio de la
construcción socialista en la Rusia atrasada, eran parte del único y mismo
paquete del nuevo pensamiento de Lenin. Teóricamente, ambas innovaciones estaban
ligadas con su admiración por el poder del mecanismo del Estado capitalista, Kriegssozialismus, que supuestamente
haría el camino al socialismo mucho más fácil de lo que los socialdemócratas
habían asumido anteriormente.
La reformulación de la estrategia revolucionaria mundial discutida aquí
evidencia principalmente la enorme influencia que la Primer Guerra Mundial
ejerció en el pensamiento del líder bolchevique.
La mentalidad de Lenin ha sido descrita acertadamente como “militarismo
socialista” [77]. Durante el período bajo discusión en este artículo, la
revolución y la guerra tendían fusionarse aún más estrechamente en su
pensamiento, en más de una forma. No sólo llamaba incesantemente al estallido
de “guerras civiles” a través de Europa sino que bajo las circunstancias del
gran baño de sangre, se interesaba también en la guerra en su forma más franca,
país por país, como vehículo de la revolución. La “guerra revolucionaria” se hizo
un elemento dominante en la forma en que imaginó que la revolución podía proceder.
Es en este contexto que él propuso el “socialismo en un solo país”. Aunque pudo
haber encontrado apoyo a esa noción en la literatura socialdemócrata alemana,
hacemos mejor en verlo como parte de la militarización de su pensamiento
estratégico en vez de suponerlo fruto del análisis teórico.
Que Lenin vio oportunidades para el socialismo en un solo país, aunque
sólo sea como una medida de corto plazo en preparación para la guerra decisiva,
es algo que no sólo interesa a aquellos comprometidos en reconstruir minuto a
minuto cada palabra y cada pensamiento del líder bolchevique. Tiene, creo yo,
un significado histórico más amplio, al arrojar luz sobre la fuente de la
suprema confianza que Lenin tenía al realizar la Revolución de Octubre. Más
aún, la expectativa de que la superioridad del sistema económico soviético
permitiría a la Rusia revolucionaria vencer al imperialismo en el campo de
batalla, no abandonó a Lenin inmediatamente después de Octubre. Trotsky recordaba
que en enero de 1918, Lenin escribió que se necesitaban al menos unos pocos
meses para el “éxito del socialismo” en Rusia:
¿No habrán sido unos pocos años o décadas? No. Ese no fue un desliz de
la pluma... Recuerdo bastante bien cómo durante el primer período, en el
Smolny, Lenin repetía, una y otra vez, en el Consejo de Comisarios del Pueblo:
en medio año contado desde ahora, tendremos socialismo y seremos el Estado más
poderoso de la Tierra... Él creía lo que
decía [78].
Pero no pasó mucho tiempo para que Lenin fuera confrontado por la
realidad. La situación catastrófica en la que encontró a Rusia lo convenció
pronto de que sus sueños de una guerra revolucionaria victoriosa habían sido
demasiado ingenuos y presuntuosos. Cuando a inicios de enero de 1918, Lenin
escribió –en sus tesis sobre la cuestión de la paz– que para “el éxito del
socialismo en Rusia” eran necesarios “... por lo menos varios meses”;
de hecho, estaba adoptando una posición más realista. El líder soviético abogٚó
por la paz con la Alemania imperial porque el ejército no estaba en condiciones
de llevar adelante una guerra revolucionaria durante los “próximos
meses” [79]. Es fascinante ver que, en este punto, la lógica subyacente
en el pensamiento de Lenin se mantenía intacta: la superposición de dos marcos
temporales sugiere que poner al ejército ruso en un nivel de preparación
suficiente estaba condicionado a la consecución de alguna forma de
consolidación económica socialista en ese país. Sin embargo, el cambio en la
disposición es innegable. El Tratado de Brest-Litovsk del 3 de marzo de 1918
fue el principal fruto del reciente realismo de Lenin.
En el Sétimo Congreso del Partido reunido después ese mismo mes, Lenin
observó que “es una verdad absoluta que sin la revolución alemana estamos perdidos” [80].
Años después, en julio de 1921, célebremente resaltó que antes de la revolución
“pensábamos:
o estalla inmediatamente la revolución –o por lo menos muy pronto– en los otros países, más
desarrollados en el aspecto capitalista, o, de lo contrario, habremos de
sucumbir” [81]. Según el punto de vista común, confirmado ex post facto por el mismo Lenin, la
revolución fue una apuesta que sٚólo se atrevió a realizar porque esperaba que
los obreros alemanes sacaran del apuro al aislado régimen proletario. Sin
embargo, el más breve vistazo a sus escritos demuestra que sus reminiscencias
de 1921 reflejan de modo incompleto lo que había en su mente en la víspera de
la revolución. Lo que falta en esta interpretación es que aún en caso de que
los obreros alemanes no se levantaran, Lenin tenía confianza en que la Rusia
soviética podría poner fin a su fatal aislamiento ella misma y abrir el camino
al socialismo en Alemania mediante una guerra revolucionaria. Este escenario,
nuevamente, dependía del supuesto de la superioridad del sistema económico
soviético. En otras palabras, junto a su indudable fe en los obreros alemanes
estaba su convicción de que el mecanismo económico socialista podía ser
establecido en un solo país –y en una forma modificada o parcial, incluso en la
atrasada Rusia. Eso fue lo que, en primer lugar, dio a Lenin la confianza para
llevar adelante la insurrección de Octubre.
Las declaraciones de Lenin fueron mencionadas frecuentemente en el Gran
Debate de los años 1920. Stalin, agradecido y triunfante, sacó a flote esos
textos para dar la legitimidad que necesitaba a su programa de socialismo en un
solo país. Podemos, ahora, concluir que en gran medida estaba justificado que
hiciera este reclamo. Por supuesto, Stalin presentó una caricatura de la
posición de Lenin, pero la interpretación de Trotsky estaba aún más lejos de la
verdad. El Secretario General alteró los antecedentes sugiriendo que Lenin se
había referido a la Rusia atrasada, predominantemente campesina, como posible
candidata para el socialismo en un solo país. Estaba equivocado también en
atribuir a Lenin su propio punto de vista de que un país socialista aislado
podía en principio coexistir indefinidamente con los países capitalistas. Por
el contrario, para Lenin el socialismo en un solo país era un escenario de
corto plazo. Como se ha anotado antes, él pronosticó un rápido desenlace con el
sistema estatal socialista ya sea expandiéndose a Europa o sucumbiendo. Pero a
pesar de que Stalin amplió el alcance del socialismo en un solo país más allá
de las intenciones originales de Lenin, queda en pie el hecho fundamental que
Lenin aceptó la posibilidad de que los Estados revolucionarios aislados organicen
sus propias economías socialistas dentro de sus fronteras nacionales. La
insistencia de Trotsky de que Lenin se estaba refiriendo sólo a la revolución
socialista y no a la construcción de una sociedad o economía socialista, es
engañoso y evidentemente incorrecto.
Lo que es más importante, Trotsky no comprendió el espíritu de las
palabras de Lenin –algo que, por el contrario, Stalin capturó instintivamente y
sin fallar. Los escritos de Lenin discutidos aquí implican que un Estado
socialista aislado debe orientarse hacia la guerra, superar a los
imperialistas, económica y militarmente, y prepararse para derrotarlos en el
campo de batalla. Esta orientación obviamente anticipó el stalinismo en algunos
de sus elementos esenciales. En conjunto, entonces, Stalin tuvo un poderoso
argumento cuando recurrió a Lenin para legitimar su propia estrategia.
Original en inglés: Erik Van Ree, “Lenin’s conception of socialism
in one country, 1915-1917”, Revolutionary Russia, Vol 23,
No. 2, December 2010, pp. 159–181.
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
Facundo Borges y Thiago R.
Descargar el texto completo de “La concepción de Lenin sobre el socialismo en un solo país,
1915-1917” de Erik Van Ree, 2010.