miércoles, 12 de junio de 2013

La concepción de Lenin sobre el socialismo en un solo país: los orígenes

La teoría de la revolución proletaria concebida por Lenin tiene como una de sus partes constitutivas la teoría del socialismo en un solo país. El artículo que presentamos en esta oportunidad discute cómo se origina y desarrolla esta última en el pensamiento de Lenin en el periodo prerrevolucioanrio de 1915-1917. Muchos de los argumentos sostenidos por el artículo son discutibles, pero tiene la virtud de ser uno de los casos excepcionales en la historiografía burguesa de no comprarse las falsificaciones y distorsiones de Trotsky al respecto. El autor, un historiador burgués, deja establecido que Lenin fue el autor de la teoría del socialism en un solo país, que no solo habló de la revolución socialista en un solo país, de la dictadura del proletariado en un solo país, sino que argumentó claramente sobre la posibilidad y la necesidad de la construcción del socialismo en un solo país, como el camino a seguir para el fortalecimiento de las conquistas del proletariado y para la promoción y apoyo de la revolución proletaria mundial. Asimismo, haciendo un repaso de los escritos de Lenin en el periodo bajo estudio, el autor concluye que en el pensamiento leninista no existe contradicción entre el socialismo en un solo país y los deberes internacionalistas del proletariado victorioso con respecto a la revolución proletaria mundial. El autor, pese a reconocer que en el "Gran Debate" de la década de 1920 la razón estuvo del lado de Stalin, sin embargo, no es capaz de ver la continuidad entre las tesis de Lenin y el desarrollo que hace Stalin de la teoría leninista, desarrollo creador confirmado por la experiencia histórica.

La concepción de Lenin
sobre el socialismo en un solo país, 1915-1917
Erik Van Ree
2010 

 
Este artículo trata de la concepción de Lenin sobre “el socialismo en un solo país” durante los años 1915-1917, en el contexto de la militarización de su pensamiento estratégico. Al contrario de lo que comúnmente se cree, Lenin no se estaba refiriendo simplemente a la revolución socialista en un solo país sino también a la posibilidad de construir una economía socialista en un solo país. En este sentido, se puede decir que durante la década de 1920, Stalin interpretó el punto de vista de Lenin correctamente, en comparación con Trotsky. En la concepción de Lenin, la construcción de una economía socialista le permitiría a un Estado revolucionario aislado conducir exitosamente una guerra revolucionaria contra el imperialismo. Lenin tenía confianza en el éxito de la toma del poder en Rusia por parte los bolcheviques, no sólo porque esperaba que los obreros alemanes siguieran el ejemplo ruso sino también porque una Rusia revolucionaria aislada con una economía controlada por el Soviet, sería una potencia militar superior.

 
Este artículo propone una nueva interpretación de las conclusiones que Lenin expresara en la publicación bolchevique Sotsial-Demokrat de agosto de 1915, concerniente a la posibilidad de la victoria del socialismo en un solo y único país [1]. Es muy probable que Lenin escribiera ese artículo en la villa suiza de Sörenberg, a 80 kilómetros de Berna. Lenin vivió en Berna, al que consideraba un pueblo sombrío, desde setiembre de 1914 hasta febrero de 1916; él y su esposa Nadezhda Krupskaya no podían costear vivir en Zurich, que era más cara. Viendo el lado positivo, Berna tenía buenas bibliotecas. Además, Grigory Zinoviev, el más cercano camarada de Lenin, fuera de su esposa (y quizá de Inessa Armand), vivía cerca. Lenin se comunicaba regularmente, por correo, con los grupos de exiliados bolcheviques y otros revolucionarios rusos de Suiza y demás países europeos, y, en la medida de lo posible, también con los camaradas de Rusia. A fines de mayo o principios de junio, los problemas de salud de Krupskaya, obligaron a la pareja a mudarse temporalmente a Sörenberg, ubicada en las montañas. Ahí, sentado bajo un gran árbol en el jardín del hotel Mariental, Lenin escribiría muchos de sus artículos. En el otoño, la pareja regresó a Berna, donde Lenin ganó algún dinero dictando conferencias. En febrero de 1916, se mudaron al 14 de Spiegelgasse en Zurich, donde había mejores bibliotecas que las de Berna. Permanecieron en Zurich hasta su regreso a Petrogrado en abril de 1917 [2]. 

Los historiadores se han apresurado demasiado en acusar a Stalin de haber malinterpretado el artículo de Lenin de agosto de 1915, para legitimar su propio proyecto de “socialismo en un solo país” en la década de 1920. En primer lugar, dicen, Lenin no se refería a la atrasada Rusia como el escenario de la revolución socialista sino a los países capitalistas desarrollados. En segundo lugar, agregan, aun cuando Lenin aceptó la posibilidad de una revolución socialista en un solo país, supuestamente nunca tuvo la intención de sugerir que se podía construir una sociedad socialista en un solo país. Uno de los primeros en formular esta clásica interpretación es Robert Daniels [3]. 

Lev Trotsky echó los cimientos de la interpretación según la cual Lenin sólo se estaba refiriendo al establecimiento de la “dictadura del proletariado” en un solo país [4]. El punto de vista que sostiene que Lenin no estaba hablando de la construcción de una economía o sociedad socialista en un solo país sino únicamente de la revolución y el establecimiento del poder obrero, puede encontrarse expresada de varias formas en los trabajos de muchos distinguidos especialistas [5]. El problema con esto es que Lenin habla en su artículo, en los términos más claros, de la organización de la “producción socialista” en un solo país –un punto extrañamente ignorado en la literatura especializada [6]. 

El artículo de agosto de 1915 ha representado siempre, para los historiadores, una nuez dura de cascar. Ellos han tenido que encontrarle el sentido al hecho singular de que durante 1915-1916 Lenin mencionó repetidamente la posibilidad del socialismo en un solo país, mientras insistía al mismo tiempo que ningún país podría encontrar por su cuenta una salida revolucionaria al capitalismo. En el presente artículo se argumentará que ahí no existe ninguna incoherencia y que la creencia de Lenin en la posibilidad del socialismo en un solo país es genuina y compatible con la perspectiva internacionalista y revolucionaria mundial. La evidencia textual sobre la que se hace esta reconstrucción hipotética del pensamiento de Lenin no es abundante, pero la reconstrucción es convincente a la luz de los hechos conocidos. 

Las declaraciones de Lenin deben verse en el contexto de la estrategia socialdemócrata de la revolución mundial. Marx y Engels nunca fueron tan ingenuos como para creer literalmente en una revolución internacional simultánea; sin embargo, esperaban que fuera casi simultánea, con una revolución que impulsara rápidamente otras, en una reacción en cadena acompañada por guerras entre Estados revolucionarios y contrarrevolucionarios. Ellos atribuían esa interconexión de las revoluciones al hecho de que los países capitalistas de Europa estaban sujetos a un proceso de igualamiento de los niveles de desarrollo y se habían hecho  más interdependientes debido a la globalización económica [7]. Hal Draper ha denominado “revolución contagiosa” al escenario de Marx-Engels. Massimo Salvadori señala que Karl Kautsky, el principal representante del “marxismo ortodoxo” después de la muerte de Engels en 1895, imaginó también la revolución europea en términos de la “hipótesis de reacciones en cadena revolucionarias” [9]. 

El modelo de la reacción en cadena influyó en la forma en que los socialdemócratas rusos imaginaron su propia revolución y su lugar en el gran proceso revolucionario europeo. Durante la década de 1870, Marx y Engels llegaron a la conclusión de que una revolución democrática rusa podía ayudar a  desencadenar una revolución proletaria en Occidente, lo que a su vez permitiría a la Rusia revolucionaria un desarrollo acelerado hacia el socialismo [10]. Kautsky también adoptó este punto de vista [11]. Bajo el efecto de la revolución de 1905, la conferencia menchevique de Génova en abril-mayo de ese año, y el Tercer Congreso del Partido bolchevique reunido en Londres, aprobaron resoluciones confirmando esta variedad de la reacción en cadena internacional como posible escenario [12]. 

En agosto de 1915, Lenin dio un inesperado giro al sugerir que una revolución socialista en un solo país no necesariamente haría que estallaran inmediatamente otras revoluciones. Sin embargo, el líder bolchevique nunca se vio a sí mismo tomando distancia de la revolución mundial. En el presente artículo presentaré la siguiente interpretación de su estrategia revolucionaria. Con el estallido de la Gran Guerra, Lenin centró sus energías en oponerse al defensismo de la mayoría de socialdemócratas. No obstante, comprendió que los socialistas no podían rechazar incondicionalmente la guerra. Más aún, le otorgó un significado fundamental a la guerra revolucionaria: un nuevo rumbo en la estrategia marxista, aunque no sin precedentes en los escritos de Marx y Engels. Según Lenin, la revolución socialista podría inicialmente quedarse confinada a un solo país, que luego tendría que hacer la guerra contra el resto del mundo capitalista. 

A esto, Lenin le sumó la audaz idea de que es factible que un Estado revolucionario aislado organice una economía socialista dentro de sus propias fronteras. Esto estaba lejos de ser un asunto teórico. En ese momento, el pensamiento de Lenin estaba enfocado en la guerra y la revolución, no en la cuestión de la construcción de una economía socialista –ya sea en uno o varios países. Pero fue precisamente su concentración en la guerra lo que hizo que la noción del socialismo en un solo país le pareciera interesante y urgente, porque no había mejor modo de incrementar la viabilidad militar del Estado revolucionario que introducir el principio de la superioridad de la economía socialista. El socialismo en un solo país era el propulsor singular más importante de la guerra revolucionaria.  

Lenin no rompió con la concepción ortodoxa de la revolución mundial como una reacción en cadena y un proceso contagioso. Por el contrario, la guerra revolucionaria servirá para reiniciar la entrecortada reacción en cadena revolucionaria mundial. Lenin tampoco previó la posibilidad de la coexistencia pacífica a largo plazo entre el único Estado socialista y el mundo capitalista. La guerra revolucionaria forzosamente tenía que acabar ya sea en la victoria y la expansión triunfal del socialismo a otros países, o en la derrota y la destrucción del Estado socialista. En ambos casos, el socialismo en un solo país llegaría a su fin rápidamente. No podía ser más que una opción de corto plazo. 

Socialismo en un solo país 


Los socialdemócratas rusos estaban de acuerdo en que sin la ayuda del proletariado victorioso de Occidente, no podría haber socialismo en Rusia. La única excepción era Trotsky, pero incluso él suponía que si la revolución en Occidente no se materializaba el socialismo en Rusia colapsaría [13]. Sin embargo, los ideólogos del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) demostraron notablemente poco interés en la cuestión del socialismo en un solo país fuera del contexto de su propio país atrasado: es decir, en la cuestión de si la construcción socialista aislada sería posible en cualquier otro país, por ejemplo en Alemania o Gran Bretaña desarrolladas [14]. 

La única referencia que encontré está en la novela de ciencia-ficción de Alexander Bogdánov, Estrella Roja (1908). Ahí el bolchevique de izquierda Bogdánov hace que el marciano Sterni hable del carácter desigual de la lucha por el socialismo en la Tierra, que esperaba que resultara en la creación de islas socialistas rodeadas por un hostil mar capitalista [15]. No encontré referencias al asunto en los trabajos de Lenin anteriores a la Primera Guerra Mundial. Incluso Trotsky, antes de la guerra, demostró sólo un esporádico interés en el problema del socialismo en un solo país fuera del contexto ruso. En un pasaje poco advertido de “Resultados y Perspectivas” (1906), hace la siguiente observación: 

“El desarrollo de la división social del trabajo, de una parte, y la producción maquinizada, de otra, han hecho que hoy día el único organismo cooperativo capaz de utilizar las ventajas de la producción colectiva en gran escala es el Estado. Más que eso, la producción socialista, por razones económicas y políticas, no podría quedar confinada a los límites estrechos de los Estados individuales.” [17] 

Con la economía moderna creciendo más allá del marco del Estado-nación, no se podría construir una economía socialista en un solo país – y por deducción, ni siquiera en un país capitalista desarrollado [18]. Trotsky nunca escribió sobre este asunto antes del inicio de la guerra. 

Al estallar la guerra, los debates entre los socialdemócratas rusos estuvieron naturalmente centrados en la actitud hacia la guerra. Sin embargo, en una perspectiva de largo plazo, el problema de la revolución mundial permaneció incuestionable. Sobre todo en el ala izquierda del Partido (bolchevique y menchevique), la guerra –que de manera espantosa unió a toda Europa, de oriente a occidente– provocó que la revolución fuera imaginada de forma mucho más internacionalista que antes. La indignación con los “socialpatriotas” socavó más los escenarios de una revolución circunscrita nacionalmente. Muchos ideólogos del Partido soñaron con una sola y concertada acción del proletariado europeo que resultaría en la abolición inmediata de las fronteras estatales. En esta imagen subyacía la hipótesis de que las “fuerzas productivas” se desarrollaban hasta tal punto que los Estados-nación se hacían obsoletos. Entre los que defendían con firmeza el internacionalismo radical estaban los bolcheviques de izquierda Nikolai Bujarin y Georgy Piatakov. En su obra seminal “El imperialismo y la economía mundial”, escrita en su mayor parte en 1915, Bujarin lanzó la “consigna de la destrucción de las fronteras estatales y la unión de las naciones en una sola comunidad socialista”. Él veía a la economía imperialista como un todo, global e integrado, sometida a un proceso de “nivelación económica”. Paradójicamente, los Estados imperialistas se estaban constituyendo, también, en unidades nacionales cerradas, enfrascadas en la competencia y la guerra; pero el socialismo sería el heredero de la primera tendencia [19]. Durante 1915, los bolcheviques de izquierda produjeron varios documentos en los que propusieron unos Estados Unidos de Europa socialistas como objetivo de la lucha proletaria [20]. Al mismo tiempo, en “La guerra y la Internacional” de 1914 (originalmente escrito en alemán), Trotsky sostenía también que las fuerzas productivas habían sobrepasado el Estado nacional, y que la economía mundial se había convertido en un todo único e interdependiente. La defensa de la patria no tenía sentido para el proletariado, y Trotsky ponía sus esperanzas en la creación de una “patria mucho más poderosa y robusta: los Estados Unidos de Europa republicanos” [21]. 

Después del estallido de la guerra, los líderes mencheviques en la emigración también quedaron fascinados por los escenarios ultra-internacionalistas. En “La crisis y las tareas de la socialdemocracia internacional” de 1915, Pável Axelrod sostenía que el desarrollo de las fuerzas productivas hacía obsoleto el Estado-nación y que “la destrucción de los marcos del Estado en varios de los países capitalistas altamente desarrollados” era una condición necesaria para la revolución comunista [22]. En “La guerra y la revolución proletaria”, publicada a principios de 1915, Julius Mártov decía que el movimiento proletario ruso no podía quedarse “encerrado en los límites nacionales”. Escribía que toda revolución rusa que fracase en encender la revolución en Occidente será sofocada por el zar. Por eso, Mártov concluía que el escenario de una guerra revolucionaria de Rusia contra los Estados capitalistas era “extremadamente improbable” y rechazaba las “ingenuas ilusiones del romanticismo revolucionario que parodiaban 1793” [23]. 

Hasta principios de 1915, Lenin fue parte de ese consenso internacionalista radical que casi parecía excluir la revolución en países individuales. En “La guerra y la socialdemocracia rusa” (noviembre de 1914) también propuso la formación de unos “Estados Unidos de Europa republicanos” como secuela del “derrocamiento revolucionario de las monarquías alemana, austríaca y rusa” [24]. Lenin consideró obsoleto el principio del Estado-nación, en comparación con el socialismo como sistema necesariamente supranacional: “Es imposible hacer la transición del capitalismo al socialismo sin romper con los límites nacionales”, sostenía [25]. Lenin incluso distorsionó sutilmente pasajes del “Manifiesto Comunista”. El “Manifiesto” dice  que la clase obrera no tiene patria pero no puede negarse a tomar el poder en países individuales [26]. Lenin erróneamente sugirió que, de acuerdo a Marx y Engels, la toma del poder del proletariado en países individuales sólo fue posible durante las etapas iniciales del capitalismo [27]. 

Sin embargo, los escritos de Lenin en la primavera y el verano de 1915 sugieren que muy pronto comprendió que todo eso representaba una radicalización irresponsable del escenario de la revolución contagiosa. En la conferencia de Berna (febrero-marzo de 1915) de las secciones extranjeras de la organización bolchevique, la consigna de los Estados Unidos de Europa estuvo bajo crítica. Lenin decidió omitirla de las decisiones de la conferencia y organizar un debate en la prensa bolchevique sobre el tema [28]. La resolución de la conferencia una vez más observó que las fuerzas productivas del capitalismo mundial habían excedido los límites del Estado-nación y que en la era del imperialismo las guerras nacionales justas se hacían poco comunes. Aún así las “guerras revolucionarias” no fueron excluidas completamente. En esa categoría estaban incluidas las guerras “para la protección de las conquistas del proletariado victorioso en la lucha con la burguesía” [29]. Esto se refería al proletariado ruso triunfante en la revolución democrática y al proletariado socialista de las naciones desarrolladas. 

Nunca se debatió el tema de los Estados Unidos de Europa en la prensa bolchevique, aunque se discutió en el pequeño círculo íntimo de Lenin. En algún momento después del 23 de julio, Lenin envió a Zinoviev un artículo sobre la consigna y le pidió que le notificara en caso de que él, su esposa y G.L. Shklovsky no estuvieran de acuerdo [30]. En otra carta a Zinoviev, escrita entre el 28 de julio y el 2 de agosto, Lenin menciona nuevamente el artículo, que dice fue escrito “en el espíritu de nuestras negociaciones” [31]. 

El artículo de Lenin “Sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa” apareció en Sotsial-Demokrat del 23 de agosto de 1915, representando el punto de vista del comité editorial. Lenin señalaba que la revolución socialista no tomaría la forma de “un solo acto” sino el de toda una época de revoluciones y contrarrevoluciones. Una de las razones para retirar la consigna de los Estados Unidos de Europa era ésta: 

“...podría dar pie a interpretaciones erróneas sobre la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y sobre las relaciones de este país con los demás.  

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país en forma aislada.  

El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar dentro de él la producción socialista, se alzaría contra el resto del mundo capitalista... empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados... La libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados.” [32] 

La nueva fórmula de la revolución mundial presentada aquí no significaba el abandono del escenario de la reacción en cadena sino su reformulación. Lenin comprendió que debido a la naturaleza desigual del desarrollo capitalista podia ocurrir un serio desfase entre el estallido de las guerras civiles revolucionarias en los países europeos. Existía una gran probabilidad de que el proletariado pudiera tomar el poder inicialmente en un solo país y que la reacción en cadena se enfriara. En ese caso, la reacción en cadena tendría que ser realimentada mediante la guerra revolucionaria como ruta alternativa a la transformación revolucionaria en los otros países [33]. 

Lenin postulaba que aunque Rusia no estaba lista para el socialismo, podía sin embargo encontrarse comprometida en una guerra revolucionaria. En octubre de 1915, sostuvo que si el partido del proletariado ruso tomaba el poder y establecía la democracia, tendría que someter propuestas de paz a los Estados beligerantes, que incluirían la liberación de las colonias. Sin embargo, esto no debería considerarse como un esfuerzo serio para una paz justa sino como un pretexto para que el futuro gobierno revolucionario ruso continúe la guerra sobre una nueva base. Lenin admitía que ni Alemania ni Gran Bretaña ni Francia aceptarían sus condiciones; en consecuencia, la “guerra revolucionaria” para levantar a los pueblos de las colonias y al proletariado europeo a la revolución, sería inevitable [34]. 

Que la revolución no ocurrirá simultáneamente en todos los principales países europeos era algo que Lenin tenía dificultad de decirlo abiertamente. Después de todo, era Engels quien había dicho que la revolución sólo podía ser un evento simultáneo en los principales “países civilizados” [35]. Aunque éste nunca lo tomó literalmente, hubiera sido difícil para Lenin volverse clamorosamente contra una idea proclamada de forma solemne por uno de sus reverenciados maestros. El texto de 1847, en el que Engels exponía la revolución simultánea como un principio, fue publicado por Eduard Bernstein en 1914 [36]. Lo reciente de su publicación habría hecho de Lenin bastante consciente de su herejía. Que mencionara una ley supuestamente absoluta del capitalismo –no del imperialismo– demuestra que consideró su tesis aplicable, retrospectivamente, incluso a los tiempos de Engels: lo que hacía su herejía bastante obvia. 

El nerviosismo de Lenin se hace evidente cuando –en su “Programa militar de la revolución proletaria” de setiembre de 1916 (en el que reitera la tesis del socialismo en un solo país)– resalta que Engels ha estado completamente en lo correcto cuando, en su carta a Kautsky del 12 de setiembre de 1882, “reconoce directamente la posibilidad de guerras defensivas del socialismo ya victorioso. Él tiene en mente precisamente la defensa del proletariado victorioso contra la burguesía de otros países” [37]. En realidad, Engels estaba contemplando guerras entre una Europa y América socialistas y el mundo aún no socialista. No hablaba del escenario de Lenin de una guerra conducida por un Estado socialista individual [38]. Sin embargo, ese fue el camino de Lenin para demostrar –aunque no convincentemente– su lealtad a los principios del maestro. La carta de 1882 se mantuvo aflorando en sus escritos [39]. 

El segundo y más notable elemento del artículo de agosto de 1915 fue la aserción de Lenin de que el Estado revolucionario individual tiene que organizar una economía socialista antes de embarcarse en una guerra revolucionaria. Para que esto tenga algún sentido, Lenin debía haber asumido no sólo que el socialismo en un solo país era posible sino también que era posible introducirlo rápidamente. Como ya hemos visto, los historiadores tienden a negar que Lenin haya considerado factible el proyecto de un Estado proletario aislado construyendo una economía socialista. Pero es difícil interpretar de otro modo su declaración acerca de la expropiación de la burguesía y la organización de la “producción socialista” en un solo país. Como veremos, en el corto período que va hasta diciembre de 1916, Lenin reiteró la tesis del socialismo en un solo país, por lo menos, tres veces. Por supuesto, esas referencias no demuestran que Lenin haya dedicado una reflexión sostenida sobre el tema, pero son mucho más que meras coincidencias y formulaciones singulares. El asunto estaba obviamente en la mente de Lenin. 

En setiembre de 1916, Lenin repitió que el desarrollo desigual del capitalismo haría inevitable que el socialismo “resulte victorioso al principio en uno o varios países”. El “Estado socialista” tendría que pelear guerras “por el socialismo y por la liberación de otros pueblos de la burguesía”. Lenin comprendió que, cualquiera fueran los pasos que diera el Estado socialista en el interior  de su país, la guerra era inevitable: “Sólo después de que hayamos derrocado, finalmente vencido y expropiado a la burguesía en todo el mundo, y no sólo en un solo país, las guerras serán imposibles” [40]. Este pasaje es especialmente significativo porque quiere decir que aunque las guerras no fueran todavía imposibles, finalmente vencer y expropiar a la burguesía en un solo país es posible. Al poner las cosas de ese modo, Lenin, en efecto, expresaba una vez más que la guerra revolucionaria estaría precedida por la expropiación de la burguesía –es decir, por la introducción de la economía socialista. En un artículo de diciembre de 1916, Lenin escribía nuevamente: “Existe la posibilidad de guerras del socialismo victorioso en un solo país contra otros países burgueses o reaccionarios” [41]. En el mismo mes, en otro artículo también poco estudiado, Lenin explicaba que la Alemania capitalista militarizada ha demostrado que es posible dirigir una gran economía desde un centro único.  Para Lenin, esta proeza económica demostraba que una “revolución socialista” no es una empresa utópica –incluso en Suiza. Un “pequeño pueblo” como el suizo, con un país con tradición democrática y “alto nivel de capitalismo”:  

“...hará precisamente lo mismo que ha sido sometido a la prueba de la práctica en Alemania...; con la diferencia, por supuesto, de que en Alemania millones de personas han sido muertas y mutiladas con el fin de enriquecer a unos pocos... mientras que en Suiza a lo más 30,000 burgueses serán expropiados... y tendrán que entregar el resto [de sus propiedades] al gobierno obrero socialista”. 

No sólo sería posible expropiar a la burguesía y establecer una economía centralizada, Lenin estaba seguro, además, de que la Suiza revolucionaria podría sobrevivir aún en ausencia de una revolución en el exterior, porque forzosamente emergería un poderoso movimiento de solidaridad proletaria internacional. Bajo las condiciones de la guerra mundial en curso, él no esperaba que los imperialistas intervenieran [42]. Este artículo representa una sólida prueba adicional de que Lenin consideraba realista el proyecto de una economía socialista aislada. 

Finalmente, Lenin no era el único que defendía la idea del socialismo en un solo país. En “La socialdemocracia rusa y el socialchovinismo ruso”, publicado en 1915 en Kommunist –la revista teórica bolchevique–, su cercano camarada Zinoviev mencionaba la posibilidad de una “guerra de un proletariado que ha sido victorioso en algún país y que defiende el sistema socialista [stroi] ganado por él, contra otros Estados que intentan proteger el régimen capitalista” [43] El término stroi deja pocas dudas: Zinoviev no estaba hablando simplemente de un gobierno obrero sino de una economía socialista. El artículo sugiere que los íntimos de Lenin compartían sus puntos de vista sobre el socialismo en solo país. 

Sin embargo, al interpretar a Lenin de este modo queda el problema de que Marx y Engels –a quienes consideraba los máximos teóricos del socialismo– habían expresado que las fuerzas del mercado mundial hacen que el establecimiento de una economía socialista aislada sea una tarea infructuosa. Además, teniendo en cuenta la ahora bien conocida complejidad del proyecto de transición al socialismo, al lector de hoy le puede parecer extraño y sorprendente saber que Lenin creía que el proyecto socialista podía ser completado exitosamente en un solo país. Por estas razones, ¿no sería prudente, mejor, que no se interpreten tan literalmente las referencias de Lenin a la expropiación de la burguesía y a la organización de la producción socialista, y que se tomen realmente como referidas sólo al comienzo de la transición socialista? 

En ausencia de más evidencia nunca estaremos absolutamente seguros de cómo habría respondido a esa pregunta el líder bolchevique. Pero sí sabemos lo que Lenin esperaba que sería un sistema económico socialista plenamente formado. Su más extensa discusión prerrevolucionaria del sistema económico del socialismo se encuentra en su seminal “El Estado y la revolución”. El libro, escrito en agosto-setiembre de 1917, define el socialismo como la primera e inferior etapa del comunismo, claramente diferente de la siguiente etapa del “comunismo completo”. La economía socialista será parecida al capitalismo en un grado sorprendente, organizada en toda sus líneas sobre los carteles capitalistas existentes y modelada a imagen de una ordinaria oficina postal. Para Lenin, la primera etapa del comunismo –el socialismo–, en esencia, no representaba otra cosa que una economía industrial organizada racionalmente, nacionalizada y bajo el control del Estado obrero revolucionario [44]. Dado estos estándares relativamente modestos para definir una sociedad socialista, no hay razón convincente para no tomar las palabras de Lenin al pie de la letra y para especular que, después de todo, debió considerar imposible la realización de una economía socialista completa en un solo país. 

La “ley del desarrollo desigual” 

La “ley del desarrollo desigual” de Lenin nos ayuda a entender por qué atribuye tal importancia a la guerra revolucionaria. La “ley” no fue un original hallazgo de su parte. Por el contrario, Lenin reinterpretó y afinó el discurso socialdemócrata existente sobre el imperialismo. En su seminal Das Finanzkapital (1910), Rudolf Hilferding explicó que, bajo las nuevas condiciones de proteccionismo, el mercado mundial se había dividido en territorios económicos separados nacionalmente, tales como el Imperio británico y el continente americano controlado por los Estados Unidos. Existía una recompensa por la extensión. Mientras más grande el territorio económico, más altas las tasas de crecimiento; mientras más pequeño un territorio, su potencial de desarrollo experimentaría más restricciones. Sin embargo, Hilferding no consideraba la “desigualdad” [Ungleichheit] del desarrollo industrial” –que creía conducía a la guerra– como algo absoluto. Para él, existían tendencias opuestas trabajando contra una solución violenta de los problemas de la competencia internacional [45]. 

La idea de que el mundo tiende a dividirse en un pequeño grupo de territorios más o menos autárquicos era popular entre los socialdemócratas. En los primeros años del siglo veinte, hubo una inundación de publicaciones “revisionistas” en la revista de la derecha socialdemócrata Sozialistiche Monatshefte, estableciendo esa tendencia. Las principales esferas imperiales mencionadas eran Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia y el Asia oriental [46]. En su “Imperialismo, fase superior del capitalismo”, escrito en la primera mitad de 1916, Lenin cita el trabajo de uno de esos autores –Einfurung in die Weltwirtschaft (1906) de Richard Calwer–, añadiendo su propia observación de que esos territorios se desarrollaron a velocidades diferentes [47]. 


Más audaz que Hilferding, Kautsky especuló sobre la posibilidad de que los imperialistas lleguen a una solución pacífica de sus conflictos. Denominó “ultra-imperialismo” a esta tendencia [48]. Esta especulación indignó a Lenin que estaba convencido de la esencia belicosa del imperialismo. Lenin absolutizó la tesis de Hilferding sobre el desarrollo desigual de las potencias capitalistas, insistiendo que esa tendencia es una “ley absoluta”; de ahí que ninguna reconciliación entre los imperialistas es realmente concebible. En su “Imperialismo”, Lenin reconoció la realidad del “proceso de nivelación global” [nivelirovka mira] pero considera inevitables las “diferencias en el ritmo [bystrotoi] del crecimiento de las diferentes partes de la economía mundial”. El imperialismo incluso incrementa el “desarrollo desigual” en lugar de reducirlo. De ahí que la correlación de fuerzas entre las potencias capitalistas cambie constantemente dando como resultado las guerras por la redistribución de las esferas de influencia, haciendo efectivamente imposible el condominio “ultra-imperialista” [49]. 

El desarrollo económico desigual de los países también aumenta la probabilidad, según Lenin, de que la revolución socialista quede inicialmente confinada en un solo país, en lugar de desbordarse inmediatamente de un país a otro. En los cuadernos escritos en 1915-16, cuando trabajaba en el “Imperialismo”, se encuentra una evidencia crucial que arroja luz sobre el proceso de razonamiento que lo llevó a rechazar la consigna de los Estados Unidos de Europa. Lenin cita y subraya un pasaje del artículo de Kautsky “La guerra y la paz” de 1911, como sigue: 

“Si [la revolución] no se internacionaliza y queda confinada a un solo Estado, entonces bajo las actuales condiciones tal situación no puede durar mucho tiempo. Ella [la revolución] debe desbordarse a otros Estados”... y de esto Kautsky llega a la conclusión sobre los Estados Unidos de Europa [50].
 
De forma fascinante, los subrayados parecen conducirnos al artículo de Lenin de agosto de 1915 que diserta de forma directamente opuesta al punto que Kautsky estableció en 1911. Mientras Kautsky deduce la consigna de los Estados Unidos de Europa de la probabilidad de que una revolución desencadene inmediatamente otras revoluciones en otros lugares, Lenin sostiene que la consigna debe ser rechazada porque ese no es necesariamente el caso. Existe la posibilidad de que la reacción en cadena se detenga y, en ese caso, sólo puede ser reactivada mediante la guerra revolucionaria. 

La economía socialista aislada 

La guerra revolucionaria y el socialismo en un solo país representan dos aspectos complementarios de una estrategia revolucionaria mundial que Lenin desarrolló durante la Gran Guerra. Mientras confiaba en que se librarían guerras revolucionarias en Europa, el líder bolchevique se debía haber preguntado qué puede hacer que los Estados revolucionarios aislados sientan la imperiosa necesidad de sobrevivir tales conflictos armados titánicos. Ahí es donde encaja el socialismo en un solo país. Como vimos, en su artículo de agosto de 1915 (así como en el de setiembre de 1916), Lenin fantasea con el Estado revolucionario expropiando a la burguesía, organizando la producción socialista y luego entrando en combate con los imperialistas. Lenin no explica la lógica detrás de este escenario. Pero es bastante plausible que pensara que introducir una economía socialista mejoraría la capacidad militar del Estado revolucionario debido a la supuesta superioridad de su funcionamiento comparado con el capitalismo. Entonces, el socialismo en un solo país es la solución –no el problema– para un Estado revolucionario aislado. 

Existía una literatura socialdemócrata alemana en la que Lenin pudo haber conocido la propuesta de una economía socialista aislada. En los debates de los 1920, Trotsky mencionó a Georg Vollmar, un prominente líder del ala derecha del PSD alemán, como el padre de la idea del socialismo en un solo país así como de la “ley del desarrollo desigual” [51]. En 1878, Vollmar escribió un pequeño libro, “El Estado socialista aislado”, que habla de la factibilidad de un socialismo aislado [52].  Sin embargo, no sabemos si Lenin leyó ese libro. Otro libro en el que Lenin pudo haber encontrado apoyo para su tesis de una economía socialista aislada fue el estudio de un erudito socialista letón residente en Alemania, Karlis Balodis (Karl Ballod, que escribía bajo el seudónimo de “Atlanticus”) [53]. El libro fue popular entre los intelectuales de la Rusia prerrevolucionaria y tenía varias traducciones al ruso [54]. Curiosamente, cuando en 1919 Balodis publicó una segunda edición revisada, Lenin hizo que la tradujeran y publicaran en la Rusia soviética [55]. Lenin estaba probablemente más interesado en el esbozo de Balodis de la construcción socialista que en su tesis del socialismo en un solo país como tal [56]. 

La clave para entender por qué Lenin aceptó la noción no ortodoxa de la economía socialista en un solo país, reside en su conclusión de que organizar un sistema económico socialista era una operación simple. Según él, bajo la doble presión de la monopolización y la guerra, en la mayoría de los países europeos se había establecido un mecanismo capitalista estatal centralizado. El proletariado sólo necesitaba expropiar a la burguesía y hacer funcionar la máquina ya establecida para sus propios fines. Este es el argumento de Lenin en su artículo de diciembre de 1916 sobre el socialismo en Suiza y es también mencionado en el “Imperialismo” [57]. De acuerdo con Lenin, no existía “punto medio” entre el imperialismo y el socialismo, no quedaban “peldaños intermedios” en la escalera de la historia que lleva del capitalismo al socialismo [58]. En los países capitalistas desarrollados, la introducción del socialismo se había convertido en una tarea inmediata. En “El Estado y la revolución” sostenía que el capitalismo ha preparado el terreno para la introducción de la producción socialista al difundir la alfabetización, al enseñar a los obreros la disciplina productiva y al simplificar al máximo las estructuras y el trabajo administrativos. Bajo esas condiciones, la introducción de la “primera etapa de la sociedad comunista” era una “cuestión urgente y candente de la política de hoy” y un asunto a ser llevado a cabo “inmediatamente, de un día para otro [s segodnia na zavtra] [59]. 

Aunque rechazaba completamente sus conclusiones políticas, Lenin seguía los pasos del socialdemócrata de derecha alemán Paul Lensch, que sostenía que el Kriegssozoalismus capitalista preparaba el camino para el verdadero socialismo, debido a que su principio de organización contenía la esencia del socialismo [60]. Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, Hilferding y Alexander Parvus (Helphand) sostenían igualmente que los mecanismos capitalistas de control de la producción hacían que la introducción del socialismo fuera una operación sencilla [61]. En el calor del debate con Bernstein en 1898, Parvus incluso reconoció que el partido obrero no necesitaba más de medio año en el poder para poner fin a la “sociedad capitalista” [62]. Este sorprendente y ligero punto de vista de la tarea de expropiación del capital no es, de ningún modo, excepcional. Engels escribió en 1894 que el terreno para la “transformación de la empresa capitalista en social [gesellschaftlichen]” estaba totalmente preparado en Alemania, y que la transición se podía realizar “de la noche a la mañana” [63]. 

Que el capitalismo haya preparado el mecanismo de planificación socialista no implica lógicamente que pueda hacerse en un solo país. Los socialdemócratas alemanes mencionados observaban un proceso internacional desarrollándose en todos los principales países europeos. Pero, bajo las condiciones de la guerra mundial, fueron los Estados individuales los que organizaron –cada uno– sus propias economías de guerra, por lo general dirigidos unos contra otros. Y éste era el ejemplo que Lenin tenía ante sí y que aparentemente lo inspiró. 

Todo esto no quiere decir que Lenin abandonó la perspectiva internacionalista de la revolución contagiosa. Sorprendentemente, en setiembre de 1915, sólo un mes después de que proclamara la posibilidad del socialismo en un solo país, el líder bolchevique decía que, debido a la guerra imperialista, las crisis revolucionarias de Rusia y de Occidente están tan entrelazadas que “en ningún solo país es posible una solución aislada de las tareas revolucionarias”. Esperaba que la revolución democrática en Rusia fuera una “parte de la revolución socialista de Occidente”, y que esas revoluciones puedan incluso ser “simultáneas” [64]. En agosto-octubre de 1916, Lenin censuraba sarcásticamente a Yuri (Georgy) Piatakov por su concepción de la revolución internacional como una “acción unida” de los proletarios de todos los países, destruyendo las fronteras estatales. Pero no negaba esa posibilidad entre los países desarrollados [65]. 

Esa y otras declaraciones similares llevaron al historiador soviético S.V. Tiutiukin a sugerir que el punto de vista de Lenin carecía de coherencia: el líder bolchevique, decía, parece haber operado con “dos líneas”, a veces rechazando y otras aceptando la posibilidad del socialismo en un solo país [66]. El análisis de Tiutiukin sirve como una advertencia importante para los historiadores: no deben buscar más coherencia en sus objetos de estudio de la que realmente existe, y deben reconocer las ambigüedades en el razonamiento de los líderes políticos de carne y hueso. Sin embargo, yo diría que en este caso las ambigüedades son sólo aparentes, no reales. Creo que Lenin se sorprendería si alguien lo acusara de inconsistencia cuando hablaba del socialismo en un solo país en agosto y negaba que pudiera haber una solución revolucionaria separada para un solo país en setiembre. Lenin nunca sostuvo que después de la introducción de una economía socialista, el Estado revolucionario pudiera salirse del proceso revolucionario mundial. Después de todo, todavía tiene que hacer frente al examen en el campo de batalla. Aún en el improbable caso de que los imperialistas dejasen en paz a este país, el Estado socialista tendría el deber de reiniciar la reacción en cadena y difundir el socialismo mediante la fuerza militar. Y, como Lenin lo veía, la guerra revolucionaria tendría como resultado o el triunfo de la revolución a escala europea o la destrucción del Estado socialista aislado. Incluso después de la introducción del socialismo en un solo país, ninguna solución separada sería viable. Todavía las clases obreras europeas se levantarían juntas o caerían juntas. 

1917 

Después de la revolución de Febrero, Lenin abruptamente dejó de referirse a la posibilidad del socialismo en un solo país. Esto tuvo que ver con su nueva atención en el desarrollo revolucionario en la Rusia socioeconómicamente atrasada. Lenin no se apartó de la posición ortodoxa que sostenía que los países capitalistas estaban listos para el socialismo mientras que la Rusia predominantemente campesina no lo estaba. 
 
Aún así, ahora Lenin reformulaba sustancialmente su comprensión de la revolución rusa. La atrasada Rusia puede que no logre socializar su economía plenamente pero puede hacerlo parcialmente. En otras palabras, la atrasada Rusia no podrá completar la transformación socialista sin la asistencia de los obreros de Occidente, pero puede empezarla [67]. Para perplejidad de muchos de sus ortodoxos camaradas, Lenin concluyó que las condiciones económicas han madurado al punto de permitir que se tomen pasos “transicionales” en dirección al socialismo, principalmente en las esferas de la industria y la banca. Propuso el establecimiento de un gobierno soviético que ponga bajo su control, o incluso nacionalice, los carteles y los consorcios bancarios e industriales [68]. En su discurso del 12 de mayo en la Sétima Conferencia del Partido, Lenin dividió la economía rusa en dos: el “gran capital” y los campesinos. Al introducir las medidas transicionales, Rusia “estará con un pie en el socialismo, con uno, porque la mayoría campesina dirige la otra parte de la economía del país [69]”. Lenin no creía que el sector agrícola ruso pudiera ser socializado sin la ayuda de los Estados proletarios de Occidente. Sin una agricultura socializada, un país no podía ser llamado legítimamente socialista; esto hacía que el socialismo en un solo país fuera lógicamente imposible en Rusia. No obstante, para comprender la lógica del pensamiento de Lenin, es necesario resaltar que los sectores bancario e industrial podían ser socializados sin una revolución precedente en Occidente [70]. 
 
Lenin aplicó su temprana tesis de cómo el capitalismo y la guerra prepararon las condiciones para el socialismo, a las medidas transicionales que ahora proponía para Rusia. Sostenía que los estragos y el caos causados por la guerra hacían necesario y urgente un sistema soviético rígidamente centralizado para salvar al país de la catástrofe. Afortunadamente, al igual que los junkers y la burguesía en Alemania, el gobierno zarista había introducido un sistema de regulación económica, llamado por Lenin “capitalismo de guerra”, “capitalismo de estado” o “capitalismo monopolista de Estado”. Un gobierno soviético sólo necesitaba apoderarse de ese aparato ya creado, para poner la economía en la senda correcta [71]. 

Asimismo, Lenin seguía reconociendo que sería absurdo enfocarse en la situación de un solo país: la guerra había ligado a toda la humanidad en una “masa sanguinolenta [komok]” que “una salida de ahí para un solo país” era imposible. En los términos directos de Lenin: “o el proletariado se libera como un todo o será suprimido” [72]. Una vez más, la guerra revolucionaria era central en los argumentos de Lenin. Repetidamente les recuerda a sus camaradas sus declaraciones de octubre de 1915, donde la guerra de un futuro régimen revolucionario ruso contra los imperialistas había sido presentada como inevitable en el caso de que el proletariado fracasara en tomar el poder en los otros países europeos [73]. 

La guerra revolucionaria conduciría a la expansión del socialismo en Europa occidental o a la derrota de la Rusia soviética. La tercera opción, la coexistencia de largo plazo, no estaba en la mente de Lenin. Sin embargo, él es notablemente optimista sobre el resultado del conflicto militar que predice. En junio, prometió a los obreros rusos un liderazgo global en la guerra contra los imperialismos alemán y británico, “que son incapaces de unirse contra nosotros porque están enfrascados en una lucha a muerte entre ellos mismos” [74]. 

La confianza de Lenin fue estimulada por su alta estimación del potencial de una economía soviética. Aunque se negaba obstinadamente a llamar “socialista” a una Rusia revolucionaria sin una agricultura socializada, ahora hablaba de la lógica del socialismo en un solo país que está implícita en sus declaraciones de 1915-1916: si el socialismo era un sistema económico superior como reclamaba serlo, entonces ser el único país en tenerlo a su disposición era una ventaja, no una desventaja. Al dotar al país con un sistema económico nuevo y superior, la revolucion le proveería con la superioridad militar que necesita para romper el aislamiento en el campo de batalla y difundir el socialismo a través de Europa. 
 
La más significativa publicación de Lenin remarcando este argumento es “La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla”, escrita en setiembre de 1917. En este sorprendente pronunciamiento, la Rusia atrasada es catapultada a una posición de superioridad militar y económica comparada con los Estados capitalistas desarrollados. Como Lenin anotaba, Rusia no sólo estaba inusualmente dotada con recursos naturales sino que la revolución llevaría al país a un “nivel inconmensurablemente superior de organización económica”: 

“El poder militar de un país con los bancos nacionalizados es mayor que el de un país con los bancos en manos privadas... Siempre se señala el heroico patriotismo y los milagros del coraje militar de los franceses en los años 1792-1793. Pero se olvida  las... condiciones que hicieron posible esos milagros... la transición del país entero... a un modo de producción superior... El ejemplo de Francia nos demuestra una sola cosa: para hacer posible la defensa de Rusia... es necesario... renovar y regenerar Rusia económicamente 
 
Lenin tenía confianza en el resultado de la prueba que la guerra le pondría a la Rusia soviética. La guerra revolucionaria pondría al país ante la cuestión de “perecer o alcanzar a los países avanzados y superarlos económicamente. Esto es posible porque tenemos ante nosotros la experiencia de una gran cantidad de Estados avanzados, los resultados de su tecnología y cultura” [75]. 
 
Más adelante, ese mismo mes, Lenin escribió que los bolcheviques serán prudentes al tomar el poder, para que nada pueda impedirles sostenerse en él. Una vez tomado el aparato económico de las manos de la burguesía y puesto a funcionar, podrían construir un Estado suficientemente fuerte que proseguirá hasta la victoria de la revolución socialista mundial [76]. En suma, Lenin llegó a la conclusión que una Rusia soviética aislada podría introducir un sistema socialista en la banca y en la industria, y que esto la haría casi invencible y la convertiría en un efectivo instrumento militar de la revolución mundial. 

Conclusión 

¿Qué nos dice todo esto acerca de Lenin? El líder bolchevique aparece como un hombre preparado para desafiar lo que era considerado entonces como ortodoxia marxista. Su aceptación del socialismo en un solo país como una opción para los países capitalistas desarrollados y su defensa del inicio de la construcción socialista en la Rusia atrasada, eran parte del único y mismo paquete del nuevo pensamiento de Lenin. Teóricamente, ambas innovaciones estaban ligadas con su admiración por el poder del mecanismo del Estado capitalista, Kriegssozialismus, que supuestamente haría el camino al socialismo mucho más fácil de lo que los socialdemócratas habían asumido anteriormente. 
 
La reformulación de la estrategia revolucionaria mundial discutida aquí evidencia principalmente la enorme influencia que la Primer Guerra Mundial ejerció en el  pensamiento del líder bolchevique. La mentalidad de Lenin ha sido descrita acertadamente como “militarismo socialista” [77]. Durante el período bajo discusión en este artículo, la revolución y la guerra tendían fusionarse aún más estrechamente en su pensamiento, en más de una forma. No sólo llamaba incesantemente al estallido de “guerras civiles” a través de Europa sino que bajo las circunstancias del gran baño de sangre, se interesaba también en la guerra en su forma más franca, país por país, como vehículo de la revolución. La “guerra revolucionaria” se hizo un elemento dominante en la forma en que imaginó que la revolución podía proceder. Es en este contexto que él propuso el “socialismo en un solo país”. Aunque pudo haber encontrado apoyo a esa noción en la literatura socialdemócrata alemana, hacemos mejor en verlo como parte de la militarización de su pensamiento estratégico en vez de suponerlo fruto del análisis teórico. 
 
Que Lenin vio oportunidades para el socialismo en un solo país, aunque sólo sea como una medida de corto plazo en preparación para la guerra decisiva, es algo que no sólo interesa a aquellos comprometidos en reconstruir minuto a minuto cada palabra y cada pensamiento del líder bolchevique. Tiene, creo yo, un significado histórico más amplio, al arrojar luz sobre la fuente de la suprema confianza que Lenin tenía al realizar la Revolución de Octubre. Más aún, la expectativa de que la superioridad del sistema económico soviético permitiría a la Rusia revolucionaria vencer al imperialismo en el campo de batalla, no abandonó a Lenin inmediatamente después de Octubre. Trotsky recordaba que en enero de 1918, Lenin escribió que se necesitaban al menos unos pocos meses para el “éxito del socialismo” en Rusia: 
 
¿No habrán sido unos pocos años o décadas? No. Ese no fue un desliz de la pluma... Recuerdo bastante bien cómo durante el primer período, en el Smolny, Lenin repetía, una y otra vez, en el Consejo de Comisarios del Pueblo: en medio año contado desde ahora, tendremos socialismo y seremos el Estado más poderoso de la Tierra... Él creía lo que decía [78]. 
 
Pero no pasó mucho tiempo para que Lenin fuera confrontado por la realidad. La situación catastrófica en la que encontró a Rusia lo convenció pronto de que sus sueños de una guerra revolucionaria victoriosa habían sido demasiado ingenuos y presuntuosos. Cuando a inicios de enero de 1918, Lenin escribió –en sus tesis sobre la cuestión de la paz– que para “el éxito del socialismo en Rusia” eran necesarios “... por lo menos varios meses”; de hecho, estaba adoptando una posición más realista. El líder soviético abogٚó por la paz con la Alemania imperial porque el ejército no estaba en condiciones de llevar adelante una guerra revolucionaria durante los “próximos meses” [79]. Es fascinante ver que, en este punto, la lógica subyacente en el pensamiento de Lenin se mantenía intacta: la superposición de dos marcos temporales sugiere que poner al ejército ruso en un nivel de preparación suficiente estaba condicionado a la consecución de alguna forma de consolidación económica socialista en ese país. Sin embargo, el cambio en la disposición es innegable. El Tratado de Brest-Litovsk del 3 de marzo de 1918 fue el principal fruto del reciente realismo de Lenin.  
 
En el Sétimo Congreso del Partido reunido después ese mismo mes, Lenin observó que “es una verdad absoluta que sin la revolución alemana estamos perdidos” [80]. Años después, en julio de 1921, célebremente resaltó que antes de la revolución “pensábamos: o estalla inmediatamente la revolución –o por lo  menos muy pronto– en los otros países, más desarrollados en el aspecto capitalista, o, de lo contrario, habremos de sucumbir” [81]. Según el punto de vista común, confirmado ex post facto por el mismo Lenin, la revolución fue una apuesta que sٚólo se atrevió a realizar porque esperaba que los obreros alemanes sacaran del apuro al aislado régimen proletario. Sin embargo, el más breve vistazo a sus escritos demuestra que sus reminiscencias de 1921 reflejan de modo incompleto lo que había en su mente en la víspera de la revolución. Lo que falta en esta interpretación es que aún en caso de que los obreros alemanes no se levantaran, Lenin tenía confianza en que la Rusia soviética podría poner fin a su fatal aislamiento ella misma y abrir el camino al socialismo en Alemania mediante una guerra revolucionaria. Este escenario, nuevamente, dependía del supuesto de la superioridad del sistema económico soviético. En otras palabras, junto a su indudable fe en los obreros alemanes estaba su convicción de que el mecanismo económico socialista podía ser establecido en un solo país –y en una forma modificada o parcial, incluso en la atrasada Rusia. Eso fue lo que, en primer lugar, dio a Lenin la confianza para llevar adelante la insurrección de Octubre. 
 
Las declaraciones de Lenin fueron mencionadas frecuentemente en el Gran Debate de los años 1920. Stalin, agradecido y triunfante, sacó a flote esos textos para dar la legitimidad que necesitaba a su programa de socialismo en un solo país. Podemos, ahora, concluir que en gran medida estaba justificado que hiciera este reclamo. Por supuesto, Stalin presentó una caricatura de la posición de Lenin, pero la interpretación de Trotsky estaba aún más lejos de la verdad. El Secretario General alteró los antecedentes sugiriendo que Lenin se había referido a la Rusia atrasada, predominantemente campesina, como posible candidata para el socialismo en un solo país. Estaba equivocado también en atribuir a Lenin su propio punto de vista de que un país socialista aislado podía en principio coexistir indefinidamente con los países capitalistas. Por el contrario, para Lenin el socialismo en un solo país era un escenario de corto plazo. Como se ha anotado antes, él pronosticó un rápido desenlace con el sistema estatal socialista ya sea expandiéndose a Europa o sucumbiendo. Pero a pesar de que Stalin amplió el alcance del socialismo en un solo país más allá de las intenciones originales de Lenin, queda en pie el hecho fundamental que Lenin aceptó la posibilidad de que los Estados revolucionarios aislados organicen sus propias economías socialistas dentro de sus fronteras nacionales. La insistencia de Trotsky de que Lenin se estaba refiriendo sólo a la revolución socialista y no a la construcción de una sociedad o economía socialista, es engañoso y evidentemente incorrecto. 
 
Lo que es más importante, Trotsky no comprendió el espíritu de las palabras de Lenin –algo que, por el contrario, Stalin capturó instintivamente y sin fallar. Los escritos de Lenin discutidos aquí implican que un Estado socialista aislado debe orientarse hacia la guerra, superar a los imperialistas, económica y militarmente, y prepararse para derrotarlos en el campo de batalla. Esta orientación obviamente anticipó el stalinismo en algunos de sus elementos esenciales. En conjunto, entonces, Stalin tuvo un poderoso argumento cuando recurrió a Lenin para legitimar su propia estrategia.
 

Original en inglés: Erik Van Ree, “Lenin’s conception of socialism in one country, 1915-1917”, Revolutionary Russia, Vol 23, No. 2, December 2010, pp. 159–181.
 
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Facundo Borges y Thiago R.