“Los obreros no
tienen patria” es una frase del Manifiesto Comunista que nos habla de del carácter
internacional de la lucha del proletariado revolucionario, de la comunidad de
intereses de la clase obrera de todos los países en la lucha contra el capital
y la burguesía internacional y por consiguiente de la necesidad de la unión de
los obreros del mundo en su lucha por acabar con el sistema capitalista e
instaurar el socialismo en todos los países del mundo. La burguesía, desde que
dejó de ser una fuerza progresista, ha hecho todo lo posible por dividir al
proletariado internacional, y siempre utilizó el “patriotismo”, “el amor a la
patria” y la “defensa de la patria”, que en realidad se refería a la “patria”
que representaba a los intereses de la burguesía, para enfrentar a los obreros
de los distintos países, para utilizarlos en conflictos y guerras cuando la
competencia por los mercados y las fuentes de recursos alcanzaba niveles antagónicos.
La historia ha demostrado, no obstante, que quien menos cree en la patria y los
intereses nacionales es la burguesía de cada país, que los traiciona si de ese
modo puede obtener ganancias y conservar o ampliar su capital. Los intereses
del capital y la burguesía son internacionales, para ellos no existen fronteras,
y a la hora de enfrentar al proletariado revolucionario se unen para sofocar y
derrotar la revolución en cualquier parte del mundo. El proletariado en
consecuencia tiene que desarrollar su lucha con un carácter internacional, sin
embargo, para ello debe actuar naturalmente y en primera instancia en el país
en el que se halla establecido, ahí donde es parte de la formación social y
desarrolla su lucha por la producción. En virtud de ello, también tiene características
propias que la distinguen de sus hermanos de otros países, características derivadas
de la sociedad en que vive y que determinan la particularidad de su contribución
a la lucha de clase del proletariado internacional. Esas características y la
particularidad de su contribución a la revolución proletaria mundial es lo que
da contenido al patriotismo del proletariado revolucionario. El artículo “Patriotismo e internacionalismo” del
soviético S. Titarenko, de 1950, que a continuación ofrecemos, expone el carácter dialectico
del patriotismo revolucionario y el internacionalismo proletario. Dos conceptos
aparentemente en contradicción encuentran su solución en la lucha de clase del
proletariado por la revolución y el socialismo. Para los comunistas y la clase
obrera no existe patriotismo que no sea parte de la lucha de clases, que no esté
subordinado a la lucha por la causa de la revolución y el socialismo. Para los
comunistas y la clase obrera, el patriotismo revolucionario tiene como base la
idea del socialismo como patria, como dijo Lenin, pero no de cualquier
socialismo, no del “socialismo” burgués de los socialdemócratas y los
revisionistas, no del “socialismo” pequeñoburgués de los populistas y reformistas,
sino del socialismo de la dictadura del proletariado, basado en la alianza
obrero-campesina y dirigida por el partido marxista-leninista. Esta patria socialista
logró hacerse realidad con la URSS de Lenin y Stalin y con la formación del
campo socialista, como avanzadas de la revolución proletaria mundial en el
proceso de instauración del socialismo en el mundo y de la constitución de la
Unión de Repúblicas Socialistas del mundo. Patria socialista que le fue
arrebata al proletariado por el revisionismo moderno que restauró el
capitalismo en la URSS y demás países del antiguo campo socialista, pero que
pervive en la lucha de clase que desarrolla el proletariado a nivel mundial, en
cada país, contra el imperialismo, por el socialismo y el comunismo.
Patriotismo e
internacionalismo
S. Titarenko
1950
1. ¿Qué es patriotismo?
Llamamos patriotismo al amor a la patria, a la tierra
donde uno nació. Es una de las más profundas emociones que encontramos en las
masas. Se han cantado muchas canciones para enaltecer el amor a la patria;
también los poetas y científicos han escrito mucho al respecto. Pero no todos
entienden o hablan de la misma manera el concepto de patriotismo.
Cuando habla un representante de los trabajadores, él identifica
el sentido del deber patriótico con la lucha por la felicidad del pueblo
trabajador. Sin embargo, los ideólogos de las clases explotadoras, por lo
general, tratan de utilizar el amor de las masas por su país en beneficio de sus
intereses de clase egoístas. La burguesía usualmente sustituye el patriotismo
con el nacionalismo, corrompiendo las mentes de la gente sencilla,
inculcándoles ideas chovinistas y reaccionarias.
El nacionalismo o chovinismo no tiene nada en común con
el patriotismo de las masas trabajadoras. La burguesía y sus ideólogos siempre
han albergado prejuicios nacionalistas, pero apenas sus bolsillos se ven
amenazados traicionan el interés nacional sin la más mínima vacilación.
La historia de la dominación de la burguesía está llena
de ejemplos de traición nacional. La afirmación de Carlos Marx que dice que
desde que la burguesía se convirtió en clase dominante su patriotismo ha
degenerado en puro engaño, no fue un comentario casual.
Es conocido, por ejemplo, que en 1871, durante la guerra
franco-prusiana, cuando el ejército francés había sido derrotado y el país
estaba en las garras de una profunda crisis política que condujo a la creación
de la Comuna de París, la burguesía entró en un pacto vergonzoso con los
vencedores prusianos.
El verdugo Louis Adolphe Thiers, político de la burguesía
francesa, desató una monstruosa y sangrienta venganza contra el proletariado
parisino por querer establecer una Francia nueva y libre.
La burguesía rusa también tomó el camino de la traición
abierta de los intereses nacionales en el periodo 1917-1920, después de que el
proletariado ruso, en alianza con el campesinado pobre, tomara el poder en sus
manos. Los capitalistas y terratenientes que habían sido derrocados por la
revolución socialista, se aliaron con los imperialistas de Alemania, Francia,
Inglaterra, Estados Unidos y Japón, y estuvieron dispuestos a vender Rusia,
estuvieron dispuestos a cometer el crimen más atroz contra los pueblos de su
país. Y si la clase obrera, dirigida por el Partido bolchevique, no hubiera
salvado Rusia en ese momento, hubiera perdido su independencia económica y
política y se hubiera convertido en una colonia de los bandidos imperialistas.
Casos igualmente notables de infame traición de la
burguesía a sus propios países se dieron en 1938-1940, cuando los agresores
fascistas, con la complicidad de los conocidos “pacificadores de Munich”,
desencadenaron la Segunda Guerra Mundial. El pueblo francés nunca olvidará el
trágico verano de 1940, cuando un puñado de despreciables cobardes y traidores
–Daladier, Reynaud, Petain y otros de su calaña– entregaron Francia a los
verdugos hitlerianos.
“Mejor Hitler que
la victoria del Frente Popular” fue el grito cínico de los miserables
gobernantes de Francia en esos días.
Noruega, Rumania, Bulgaria y otros países directa o
indirectamente bajo la bota de Hitler, fueron descaradamente traicionados por
sus propias clases dominantes reaccionarias.
Cuando la Alemania hitleriana fue derrotada por el
valeroso Ejército Soviético, las camarillas dirigentes de Francia, Italia y
otros países de Europa occidental convirtieron a sus pueblos en vasallos de los
monopolistas norteamericanos. ¿Hay alguien que no sepa que los mandamases de
Wall Street se están enseñoreando en los países capitalistas europeos como lo hacen
en su propio territorio?
Los imperialistas norteamericanos han esclavizado
económica y políticamente a esos países, con la ayuda del conocido “Plan
Marshall”. Arrastrándose ante las bolsas de dinero del otro lado del océano,
perdiendo el último vestigio de orgullo nacional, los círculos gobernantes de
los países capitalistas europeos se niegan a reconocer el derecho de los
pueblos a la soberanía nacional, incluso de palabra. Los ideólogos de la
burguesía, incluyendo los socialistas de derecha, lacayos del imperialismo, han
elaborado “teorías” sobre la necesidad de la sumisión servil de Europa
occidental ante los monopolios norteamericanos.
Temiendo y odiando a sus pueblos, las clases dominantes
de los países capitalistas de Europa han pisoteado todo lo que huela a
patriotismo. Las palabras del gran Lenin –“cuando se trata de los beneficios
de la clase, la burguesía venderá el país y entrará en acuerdos turbios con
cualquier extranjero, en contra de su pueblo”. (Obras Completas, 3ª ed.
rusa, vol. XXIII)– son confirmadas en nuestros días, con excepcional fuerza.
Todo el mundo sabe cuán despreciablemente se ha
comportado Chiang Kai-shek hacia el pueblo chino. Expulsado de su país por el
pueblo, este traidor sigue pidiendo a los imperialistas norteamericanos que
intervengan contra la República Popular China.
Frente a la vergonzosa traición de la burguesía nacional
reaccionaria se destaca notablemente el patriotismo genuino de la gente
sencilla, las masas trabajadoras, con cuyo trabajo se crean todas las buenas
cosas de la vida. Cada obrero y cada campesino trabajador puede decir con
legítimo orgullo que su país también está endeudado con él, por su existencia
y desarrollo, ya que una pizca de su trabajo se encuentra en todo lo que ha
sido creado por manos humanas.
Amar a la patria y
trabajar por su bien y prosperidad no significa ser enemigo de otros pueblos.
Por el contrario, un verdadero patriota ama a su pueblo y respeta a los otros
pueblos. Por supuesto, es natural que un patriota tenga orgullo nacional. No
puede evitar estar orgulloso de los hechos históricos de su nación. Es
consciente del hecho de que su país también ha contribuido al desarrollo de la
civilización y la cultura mundiales. El orgullo patrio, no obstante, es la
antítesis de la arrogancia nacionalista.
El amor por la patria de
ninguna manera puede impedir la solidaridad de los trabajadores de todas las
naciones, y el reconocimiento de la igualdad, la libertad y la independencia de
los otros pueblos.
Lenin nos enseña que el
interés del orgullo nacional, pero no entendido servilmente, coincide con el interés
socialista del proletariado de todas
las naciones.
El verdadero patriotismo
denota un amor a la patria que no puede tolerar el sojuzgamiento nacional y
social de un pueblo por otro.
Los verdaderos patriotas
son defensores abnegados de la causa de la clase obrera y demás trabajadores,
de la paz y del socialismo. Su amor por la patria no puede estar divorciado de
su lucha práctica por alcanzar un mejor futuro para su pueblo.
En su notable artículo “El orgullo nacional de los rusos”,
escrito en 1914, Lenin dijo: “¿Es ajeno a nosotros, proletarios conscientes rusos, el
sentimiento de orgullo nacional? ¡Naturalmente que no! Amamos nuestra lengua y
nuestra patria, nos esforzamos con todo nuestro empeño para que sus masas
trabajadoras (es decir, las nueve décimas partes de su población) se
eleven a una vida consciente de demócratas y socialistas… Nos invade el
sentimiento de orgullo nacional, porque la nación rusa ha creado también una
clase revolucionaria, ha demostrado también que es capaz de dar a la
humanidad ejemplos formidables de lucha por la libertad y por el socialismo…”.
(V.I. Lenin, Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XXI).
En
la actualidad, el concepto de patriotismo se funde con el concepto de
democracia y socialismo. Sólo aquel que actúa sin miedo y con valentía contra
la política antipopular y traidora de la burguesía imperialista se puede
considerar como verdadero hijo de su patria. En nuestra época, sólo los
Partidos Comunistas y Obreros, adhiriéndose a la plataforma del
marxismo-leninismo, valoran y expresan las ideas patrióticas.
Durante los años de
dominio fascista en Europa, los comunistas demostraron ser verdaderos hijos de
sus patrias, porque ellos lucharon sin miedo y con total abnegación por la
libertad y la independencia de los pueblos. Para obtener esta libertad, los
comunistas no dudaron en dar sus vidas. Miles de miles de ellos murieron en la
dura lucha contra los verdugos fascistas.
Durante la ocupación
fascista de su país, la clase obrera de Francia y los hombres y mujeres
progresistas de otros sectores del pueblo francés, dieron un gran ejemplo de
total dedicación a la lucha por la libertad de su tierra natal. La pesadilla de
las prisiones de la Gestapo, las ejecuciones masivas, la humillación sin
precedentes: los comunistas y obreros pasaron por todas estas cosas para
liberar al pueblo del oprobio de la esclavitud fascista. Por tal motivo, no
sorprende que el pueblo haya adquirido profunda confianza y respeto por los
comunistas, considerándolos como los verdaderos y fidedignos paladines de la
causa de los trabajadores.
Sólo la clase obrera,
junto con millones de campesinos trabajadores e intelectuales progresistas, se
preocupa realmente por sus países y desarrolla una lucha resuelta contra los
belicistas imperialistas.
Patriota es quien denuncia
los planes de agresión de los imperialistas angloamericanos y sus cómplices, y
quien abierta y denodadamente levanta su voz en defensa de la paz, la
democracia y el socialismo.
2. ¿Qué es el
internacionalismo?
Desde que la clase obrera apareció en la arena social
como una fuerza política independiente, su arma ideológica en la lucha contra
la burguesía ha sido el internacionalismo proletario, esto es, la idea de la
solidaridad y de la unidad de todos los obreros sin distinción de nacionalidad
y raza.
“¡Proletarios de todos los
países, uníos!” fue la forma concisa y efectiva en que
Marx y Engels expresaron la esencia del internacionalismo en su famoso “Manifiesto del Partido Comunista”. El
internacionalismo proletario es la antítesis del nacionalismo burgués, que
representa la ideología y la política de las clases explotadoras. Lenin señaló
que el internacionalismo proletario y el nacionalismo burgués son consignas
irreconciliables que corresponden a los dos bandos de clase del mundo
capitalista. Ellos expresan dos ideologías opuestas y dos políticas diferentes.
Subyacente en el internacionalismo está la idea de la
solidaridad de clase de los explotados y los trabajadores, la lucha por la
libertad y la independencia de todos los pueblos, grandes y pequeños. El
nacionalismo es el arma ideológica de la burguesía, un medio para inflamar la
animosidad y la desconfianza entre los pueblos.
Con la ayuda del
nacionalismo, la burguesía trata de dividir y debilitar las fuerzas del pueblo
trabajador, con el fin de fortalecer su dominación económica y política. El
nacionalismo tiene su origen en la premisa falsa y reaccionaria de que los
pueblos están divididos en razas superiores e inferiores, “perfectas” e
“imperfectas”, y que las razas “superiores” deben dominar a las otras.
Una forma especialmente
detestable y odiosa de nacionalismo burgués es el racismo, que divide a los
pueblos en gobernantes “natos” y esclavos. Todos saben que el racismo fue la
ideología oficial de los fascistas alemanes e italianos y de los militaristas
japoneses. Los bandidos fascistas proclamaron abiertamente el derecho de la
raza “superior” a esclavizar y exterminar a otros pueblos.
El racismo sirvió a los
hitleristas como justificación de sus planes salvajes para conseguir la
dominación del mundo. Es característico, sin embargo, que mientras de palabra
declaraban al pueblo alemán como la raza “superior”, de hecho, lo consideraban
simplemente como carne de cañón para lograr los objetivos de rapiña de los
monopolistas alemanes.
La ideología del racismo ahora
ha sido inscrita en la bandera de los nuevos contendientes por la supremacía mundial:
los imperialistas angloamericanos. La banda corrupta de políticos y científicos
al servicio de los jefes de Wall Street y la City exaltan la superioridad
imaginaria de la raza anglosajona sobre los demás pueblos.
Bajo la bandera del
nacionalismo, los imperialistas traman conspiraciones contra la libertad y la
independencia de los pueblos, organizan guerras de rapiña, inflaman conflictos
nacionales entre los trabajadores, y saquean y oprimen a los pueblos
coloniales. El nacionalismo es al arma viciada que utiliza la burguesía en su
aplicación del viejo principio de los esclavistas “divide y vencerás”.
“Los
capitalistas y los terratenientes”, escribió Lenin, “quieren
dividir a los obreros de las diferentes naciones a cualquier costo, pero ellos,
los poderosos del mundo, se mantienen espléndidamente unidos como los accionistas
de “negocios” millonarios y “lucrativos”…” (V.I.
Lenin, Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XIX).
En
contraste con el nacionalismo burgués, el internacionalismo proletario surge
del reconocimiento de que los trabajadores de todos los países tienen intereses
comunes fundamentales. En el internacionalismo subyace la premisa de que la
tarea urgente de los trabajadores de todas las nacionalidades es la abolición
de la explotación capitalista y de todas las formas de opresión nacional y
política.
Los internacionalistas
dividen a la gente no de acuerdo a qué nación pertenecen o de qué nación
provienen, sino de acuerdo a su condición social, trazando una línea divisoria clara
entre los ricos y los desposeídos, entre los explotadores y los explotados. Los
internacionalistas se oponen a toda forma de opresión nacional de un pueblo por
otro. El marxismo enseña que un pueblo que oprime a otro pueblo no puede ser
libre. El internacionalismo proletario exige plena libertad e igualdad para las
naciones como condición básica para la confianza mutua y la solidaridad de
clase entre los trabajadores de todos los países.
“Los obreros”, escribió
Lenin, “están
contra el viejo mundo de opresión nacional, de conflictos nacionales o de
aislamiento nacional, están por un mundo nuevo, de unidad de los trabajadores
de todas las naciones, un mundo en que no haya lugar para el privilegio
particular ni para la más mínima opresión del hombre por el hombre”.
(Obras Completas, 4ª ed. rusa, vol. XIX).
En la lucha por la
libertad y la igualdad de las naciones, los internacionalistas nunca renuncian
a los intereses de clase fundamentales del proletariado y los intereses del
movimiento socialista internacional. El que pierda de vista, aunque sea por un
momento, las tareas de la solidaridad internacional del pueblo trabajador en la
lucha contra el capitalismo, no es internacionalista.
Un internacionalista no
puede olvidar nunca la lucha de clases, no puede ni debe olvidar que los
intereses del proletariado y los de la burguesía son irreconciliables.
Cualquier negligencia de las tareas del proletariado conducirá inevitablemente
a la traición del internacionalismo proletario y a la deserción hacia el campo
del nacionalismo burgués. Internacionalista es el que, siempre y bajo cualquier
circunstancia, subordina los intereses nacionales a los intereses de la lucha
por la victoria de la clase obrera sobre la burguesía, por el socialismo.
El internacionalismo pone
por encima de todo los intereses de la solidaridad proletaria internacional y
los intereses de la lucha por la emancipación del proletariado. Pero esto de
ninguna manera significa que el internacionalismo relegue los intereses
nacionales al olvido.
A la vez de ser un enemigo
implacable del nacionalismo burgués, el internacionalismo proletario defiende
consecuentemente el derecho de los pueblos a la independencia y a la libertad.
Los internacionalistas sostienen que el libre desarrollo de las naciones es la
condición principal para eliminar los conflictos entre las naciones y para
establecer una amistad duradera entre los pueblos.
En relación con esto, es
necesario llamar la atención sobre la posición verdaderamente internacionalista
adoptada por aquellos grupos y capas del pueblo trabajador en Francia que
protestan resueltamente contra la guerra que lleva a cabo el imperialismo francés
en Vietnam y exigen la plena libertad e independencia del pueblo vietnamita.
De todo lo que se ha dicho
se desprende que el internacionalismo proletario no sólo no niega el
patriotismo sino que, por el contrario, está indisolublemente unido a él. Sólo
puede ser internacionalista y patriota genuino quien ama a su pueblo y respeta
a los otros pueblos, quien sabe cómo combinar el amor por su país con el
ardiente odio a los opresores de los pueblos.
Un internacionalista no
puede ser indiferente al destino de su país y al destino de los demás pueblos.
Cuando a fines de junio de 1950 el presidente de los Estados Unidos Truman
lanzó la intervención contra el pueblo coreano, una manifestación de 18,000
obreros e intelectuales progresistas de Nueva York gritó “Fuera de Corea”.
Ellos actuaron como patriotas e internacionalistas.
Una actitud desdeñosa
hacia los intereses nacionales es totalmente ajena al internacionalismo
proletario. El internacionalismo no tiene nada en común con el cosmopolitismo. Éste
niega el amor a la patria, promueve la indiferencia hacia la tierra natal y a
las formas nacionales de cultura, y propaga la “ciudadanía universal”.
El cosmopolitismo, como el
nacionalismo, es una ideología reaccionaria de la burguesía imperialista. El
imperialismo angloamericano emplea la propaganda del cosmopolitismo como un
arma ideológica dirigida contra los pueblos que luchan por la libertad y la independencia
nacional. El cosmopolitismo es un método utilizado por los imperialismos
norteamericano e inglés para disfrazar sus planes anexionistas y de agresión
para conquistar la supremacía mundial.
En su tiempo, los
fascistas alemanes soñaron con esclavizar a los pueblos del mundo, siguiendo
abiertamente una política racista. Como resultado de la derrota militar de la
Alemania fascista esta ideología de odio sufrió un duro golpe.
Los actuales contendientes
por la supremacía mundial –los imperialistas angloamericanos– están siguiendo
la misma política, pero ocultan sus objetivos imperialistas y mercenarios
mediante el uso de frases como la “ciudadanía universal” y el “gobierno
mundial”. Para conservar su posición dominante en los países coloniales y
dependientes, los imperialistas norteamericanos e ingleses y sus socios menores
en otros países capitalistas se ven obligados a recurrir no sólo a la supresión
de los pueblos oprimidos sino también a propagar las ideas del cosmopolitismo, que
están elaboradas para socavar y corromper la conciencia nacional de los
pueblos.
El cosmopolitismo también
sirve a los objetivos de la lucha de los imperialistas contra el movimiento
laboral internacional. Más que a cualquier otra cosa, la burguesía teme la
solidaridad internacional, la unidad del pueblo trabajador y el despertar de la
conciencia de clase del proletariado. Lenin señaló que el capital pone la
preservación de la alianza de los capitalistas de todos los países contra los
trabajadores, por encima de los intereses del país, del pueblo y de cualquier
otra cosa.
Los
líderes socialistas de derecha, que son los perros guardianes de la ley y el
orden capitalistas, también se han mostrado como entusiastas defensores del
cosmopolitismo. Congraciándose con los monopolios capitalistas norteamericanos
y traicionando vergonzosamente los intereses nacionales de sus países, los
líderes socialistas de derecha desprecian los sentimientos patrióticos del
pueblo y minimizan el principio de soberanía nacional.
Los
“socialistas” de derecha llaman a los pueblos a renunciar a la soberanía
nacional, acusan de “nacionalismo económico” a todos aquellos que se oponen a
los planes de rapiña del imperialismo norteamericano.
Los
propagandistas del cosmopolitismo no sin frecuencia se disfrazan de
internacionalistas. En 1949, “Arbeiterzeitung”,
el órgano de los socialdemócratas austriacos, escribió lo que sigue, en
respuesta a la pregunta “¿qué es cosmopolitismo?”:
“Literalmente significa
hombre que pertenece al universo, al mundo entero; es decir, un ciudadano del
mundo cuyas ideas y sentimientos se han volcado hacia todos los pueblos de la
tierra; en otras palabras, alguien que aspira al internacionalismo.”
Esa es una desvergonzada mentira.
Los internacionalistas nunca han sido gente sin pueblo ni familia. Los
internacionalistas proletarios se oponen de forma irreconciliable al
cosmopolitismo burgués, que niega el derecho de los pueblos a la independencia
y predica la política de asimilación de las naciones, su “fusión” forzada a
manos de las grandes potencias imperialistas.
El cosmopolitismo es simplemente
la otra cara de la moneda del nacionalismo burgués. Ambos, el cosmopolitismo y
el nacionalismo, son enemigos de los pueblos. No es casual que los servicios de
inteligencia imperialistas recluten sus agentes entre los adherentes del
cosmopolitismo y el nacionalismo. Un ejemplo gráfico de esto es la camarilla
nacionalista de Tito, que se ha pasado completamente al servicio de
inteligencia angloamericano y ha convertido la administración del Estado
yugoslavo en una herramienta de ese servicio.
Los nacionalistas y los
cosmopolitistas ayudan a la burguesía imperialista a romper la unidad de la
clase obrera y suprimir el movimiento de liberación nacional. El nacionalismo y
el cosmopolitismo son armas utilizadas por las ideologías belicistas de los
enemigos de la paz, de los enemigos de la Unión Soviética y las democracias
populares. La lucha resuelta e implacable contra el nacionalismo burgués y el cosmopolitismo
es una tarea urgente de todos los Partidos Comunistas y Obreros y de todos los
verdaderos internacionalistas.
Ahora, más que nunca, los
Partidos Comunistas y Obreros se enfrentan a la tarea de llevar a cabo la lucha
contra el peligro de una nueva guerra y la subyugación nacional de los pueblos
por los imperialistas angloamericanos, contra el nacionalismo burgués y su
contraparte el cosmopolitismo. Es de primera importancia educar a la clase
obrera y a los demás trabajadores en la idea del internacionalismo socialista.
3. El patriotismo soviético es la encarnación del
internacionalismo
Que el patriotismo y el
internacionalismo no se excluyen sino que se complementan es evidenciado por el
patriotismo del pueblo soviético. El pueblo trabajador de la Tierra de los
Soviets ha sido educado, desde los primeros días de existencia del Estado
soviético, en el espíritu del internacionalismo proletario. Al mismo tiempo, el
pueblo soviético guarda un profundo afecto por su país.
El Partido bolchevique inculcó en
los hombres y mujeres soviéticos el orgullo nacional, una elevada conciencia de
los intereses nacionales, un sentido de responsabilidad por su Estado
socialista y una disposición a defender incondicionalmente su libertad e
independencia. El amor por la patria socialista inspira al pueblo soviético a
realizar grandes hazañas y proezas heroicas.
El patriotismo soviético, sin
embargo, de ninguna manera es una manifestación de intolerancia nacional. El
nacionalismo y el chovinismo son ajenos al patriotismo soviético.
Describiendo la naturaleza del
patriotismo soviético, J.V. Stalin dijo lo siguiente:
“La
fuerza del patriotismo soviético reside en el hecho de que está basada no en
los prejuicios nacionalistas o raciales sino en la profunda devoción y lealtad
del pueblo a la patria soviética, en la cooperación fraternal de los
trabajadores de todas las naciones que habitan nuestro país. El patriotismo
soviético es una mezcla armoniosa de las tradiciones de los pueblos y los
intereses fundamentales comunes de todos los trabajadores de la Unión
Soviética. El patriotismo soviético no divide, une a todas las naciones y
nacionalidades de nuestro país en una sola familia”. (J. Stalin, “Sobre la Gran Guerra Patria de la Unión Soviética”, Moscú, 1946)
El patriotismo soviético
se ha desarrollado sobre la base del internacionalismo proletario. Tal
patriotismo sólo se podía desarrollar como resultado de la abolición del
capitalismo y de todas las formas de opresión de clase y nacional que le son
inherentes, sobre la base del surgimiento y consolidación de nuevas naciones
socialistas.
El poder soviético acabó
con el antiguo régimen de opresión nacional y de negación de derechos de los
pueblos que existía en Rusia, reconoció el derecho de todos los pueblos a un
desarrollo nacional libre. Todos los pueblos de la Unión Soviética constituyen
una sola familia. En la sociedad soviética, ha triunfado la ideología de la
igualdad de todas las razas y naciones, la ideología de la amistad entre los
pueblos.
La victoria de la
ideología soviética de amistad entre los pueblos es garantizada por la
Constitución de la URSS –la Constitución de Stalin– que proclama que: “Es ley
inviolable la igualdad de derechos de los ciudadanos de la URSS, sin distinción
de nacionalidad ni de raza, en todas los dominios de la actividad económica, pública,
cultural, social y política”.
En la URSS conviven más de
sesenta naciones, grupos nacionales y nacionalidades, todos ellos forman una
sola familia de miembros iguales y libres de la sociedad soviética. Los
intereses de la tierra natal socialista son igualmente caros para todos los
pueblos de la Unión Soviética. En 1942, durante el asedio de Leningrado por las
tropas nazis, se encontró una nota en el cadáver de Kayun Rajmanov, hijo del
pueblo uzbeko que murió como un héroe. La nota decía:
“La vida es la patria. La patria es mi familia, mi aldea,
toda mi tierra soviética. Cuando el enemigo toma una pulgada de la tierra natal,
corta una parte de mi cuerpo. Vine aquí desde una tierra donde abundan la luz
del sol, la tierra fértil, el algodón, las uvas, los vastos rebaños, donde la
vida es feliz. Cuando los fascistas invadieron el suelo soviético sentí que el
valle de Ferghana se estremecía. Y ahí donde latía un verdadero corazón uzbeko
se decía: ‘¡Adelante, a detener al enemigo, a defender tu hogar, tu familia!’ Y
así vine a Leningrado. Sin Moscú, sin Leningrado, sin la Rusia soviética no
puede haber libertad para Uzbekistán”.
Es precisamente la
conciencia de la comunidad y de la indivisibilidad de los intereses
fundamentales de los trabajadores de todas las nacionalidades de la URSS, la
que confiere una inmensa fuerza al patriotismo soviético. Los soviéticos y
soviéticas no divorcian sus intereses nacionales de los intereses de los trabajadores
de los demás países. Ellos consideran la causa de la construcción del comunismo
en la Unión Soviética como parte integrante de la causa común del proletariado
mundial.
“La clase obrera de la URSS es parte
del proletariado mundial, su destacamento avanzado, y nuestra república es hija
del proletariado mundial”, ha señalado Stalin.
Al luchar por la
independencia y la libertad de la URSS, el pueblo soviético ayuda al mismo
tiempo a la causa de la independencia y la libertad de los demás pueblos,
porque la Unión Soviética es el baluarte y el centro de la lucha por la
emancipación de todo el proletariado internacional.
En la guerra contra los
esclavizadores fascistas, los soviéticos y soviéticas desplegaron el máximo
sacrificio y heroísmo en masa sin paralelo en la defensa de su patria. Y tampoco
escatimaron sus fuerzas y sus vidas en la lucha por la libertad y la
independencia nacional de los demás pueblos. Ningún hombre o mujer sinceros de
cualquier lugar del mundo puede negar ahora que sin el heroico esfuerzo del
pueblo soviético, que derrotó al fascismo alemán y al imperialismo japonés, no
hubiera habido países de democracia popular en Europa y Asia y no hubiera
existido un poderoso campo del socialismo y la democracia, no hubiera habido un
campo de la paz en oposición al campo de los instigadores de la guerra.
Un ejemplo notable del
internacionalismo de los trabajadores de la URSS es la ayuda desinteresada y
fraternal que brinda el pueblo soviético a las democracias populares –Polonia,
Checoslovaquia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Albania– que están construyendo su
economía socialista, y también al pueblo chino en sus esfuerzos por realizar la
recuperación económica de su sufrido país.
En su amistad con la URSS,
los trabajadores de las democracias populares ven una garantía de su exitoso
desarrollo hacia el socialismo. En su mensaje de saludo a N.M. Shvernik,
presidente del Presídium del Soviet Supremo de la URSS, con motivo del sexto aniversario
de la firma del Tratado de Amistas, Asistencia Mutua y Cooperación entre
Checoslovaquia y la Unión Soviética, Klement Gottwald, presidente de la
República Checoslovaca, escribió:
“El pueblo checoslovaco es cada vez más consciente del
hecho de que la alianza y amistad con la Unión Soviética es su única garantía de
una verdadera independencia. Se está convenciendo de ello con particular fuerza
en este momento cuando el imperialismo mundial está desplegando un ataque
creciente y paulatino a la independencia y la soberanía de las naciones
pequeñas. Nuestro pueblo entiende también que sólo la asistencia brindada por
la fraternal Unión Soviética, el firme baluarte del socialismo, garantiza su
éxito en la construcción del socialismo, que sólo el apoyo, la experiencia y el
ejemplo de la Unión Soviética indican y allanan el camino probado para la
construcción de un mañana mejor y más feliz”.
La política cuyo principio guía es
la agresión y la supresión de la soberanía nacional de los otros países es
totalmente ajena a la Unión Soviética. No hay clases o grupos en la URSS
interesados en guerras de expansión. Y no es casual que precisamente el
gobierno soviético sea el que siempre ha seguido y sigue una política exterior
de paz, una política de amistad y cooperación con todos los pueblos.
El pueblo soviético respeta la
libertad y la independencia nacional de los demás pueblos. Este rasgo de la
política nacional soviética fue caracterizado por Stalin de la siguiente
manera:
“Mucha gente
no cree que las relaciones entre una gran nación y una pequeña puedan estar
basadas en la igualdad. Pero nosotros, el pueblo soviético, sostenemos que
tales relaciones pueden y deben existir. El pueblo soviético sostiene que toda
nación –grande o pequeña– tiene sus características cualitativas distintivas,
su propia naturaleza especifica, que sólo ella posee y de la que las otras
naciones carecen. Esos rasgos distintivos constituyen la contribución de cada
nación al tesoro común de la cultura universal, a la que complementa y
enriquece. En ese sentido, todas las naciones –grande o pequeña– están en una
posición similar y cada nación es igual a cada una de las otras
naciones”.
Los políticos burgueses, que tienen
la costumbre del ladrón que juzga a los demás por su condición, están
difundiendo invenciones calumniosas de una supuesta amenaza que proviene de la
URSS. Sin embargo, ninguna persona honesta puede dejar de reconocer que el
Estado soviético está trabajado tenazmente por la paz entre los pueblos, por la
amistad y la cooperación entre todos los pueblos, grandes y pequeños.
Esto es lo que explica la creciente
y firme simpatía de los trabajadores de todos los países hacia la Unión
Soviética, a pesar de las muchas intrigas y falsos rumores que propagan los
imperialistas y sus agentes. Los lazos internacionales de los trabajadores de
la Unión Soviética con los pueblos de los demás países se han hecho
inconmensurablemente más fuertes, porque toda persona sencilla inteligente de
cualquier parte del mundo entiende que la consolidación y desarrollo del
sistema socialista en la URSS es la garantía más segura de que la lucha de los
trabajadores de todos los países contra la reacción y la opresión imperialista
alcanzará la victoria.
Los Partidos Comunistas y Obreros
consideran como una de sus tareas cardinales fomentar el amor por la URSS –la
patria de todos los trabajadores. La devoción a la Unión Soviética, la cuna del
socialismo, y la lucha resuelta contra cualquier maquinación antisoviética de
parte de los enemigos de la clase obrera, es la piedra de toque, el criterio,
del genuino internacionalismo proletario.
Ya en 1927, el gran líder de los
pueblos, J.V. Stalin, decía que internacionalista es aquel que está dispuesto a
defender a la Unión Soviética, sin reservas, sin vacilaciones e
incondicionalmente.
La historia ha confirmado la
sabiduría de esta tesis de Stalin. Siguiendo el camino de la actividad
antisoviética, la camarilla nacionalista burguesa de Tito de Yugoslavia ha
traicionado la causa del internacionalismo proletario y se ha vendido a los
imperialistas angloamericanos. Hoy la banda fascista de Tito es un destacamento
de choque de la reacción internacional, una agencia de los servicios de
inteligencia imperialistas.
La posición internacional de los
Partidos Comunistas fue claramente expresada por el valiente hijo del pueblo
francés, el líder del Partido Comunista de Francia, Maurice Thorez, en su
famosa declaración de que el pueblo de Francia nunca luchará contra la URSS, y
que, en el caso de una agresión imperialista contra la Unión Soviética, los
comunistas de Francia harán todo lo que esté en sus manos por ayudar a que la
URSS venza a los imperialistas.
En la lucha por las ideas del
internacionalismo proletario, los Partidos Comunistas y Obreros están al mismo
tiempo luchando por fomentar entre el pueblo trabajador el amor y la devoción
por la Unión Soviética, y por la firme amistad entre los pueblos de la URSS y
los trabajadores de todos los países.
El pueblo soviético, educado por el
Partido de Lenin y Stalin en el espíritu del internacionalismo socialista y el
patriotismo soviético, es un ejemplo de paladín firme y abnegado por la paz y
los intereses vitales de los pueblos de
todo el mundo.
4. La lucha por la paz es el deber
patriótico e internacionalista de los trabajadores
El patriotismo y el internacionalismo son los signos de nuestros tiempos.
La lucha de los pueblos por la libertad y la independencia de sus países y
contra la usurpación de los bandidos imperialistas está indisolublemente ligada
a la solidaridad internacional, a la unidad de todas las fuerzas progresistas y
democráticas.
Es imposible amar a la patria, servir a sus intereses y defender su
soberanía nacional sin la unidad de los trabajadores de todos los países, sin
la estrecha amistad con la Unión Soviética y las democracias populares.
En la situación actual, cuando los imperialistas norteamericanos y sus
cómplices europeo-occidentales están cultivando y propagando las ideas
perniciosas y ultrarreaccionarias del nacionalismo y el cosmopolitismo, no hay
tarea más honorable que la de fortalecer la unidad de los trabajadores y la de
promover entre ellos la idea del deber internacional y la responsabilidad
patriótica por el destino de sus países.
Los mandamases del campo imperialista están tratando de desencadenar una
nueva guerra que, ellos creen, los ayudará a librarse de las contradicciones
del sistema capitalista. Con esto en mente, los imperialistas quieren corromper
a las amplias masas populares inculcándoles el odio de unos contra otros y la
indiferencia ante los intereses de sus países, esperando de esa forma convertir
a los pueblos en instrumentos dóciles para librar la guerra.
Los bandidos imperialistas abrigan la criminal idea de que tendrán éxito en
comprar las conciencias de los trabajadores por un plato de lentejas, y de que
la juventud de Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Alemania Occidental y otros
países servirá como carne de cañón en una guerra filibustera por el dominio del
mundo por parte de los imperialistas norteamericanos.
Esa es la razón por la que es particularmente necesario ahora elevar la
vigilancia de los pueblos contra las intrigas de los belicistas. La lucha por
la paz, la democracia y el socialismo es el deber patriótico e internacional
principal de todo obrero, campesino e intelectual honrado en cualquier país.
La paz puede ser conservada si todas las fuerzas de los partidarios de la
paz se unen y aíslan al puñado de belicistas y a sus cómplices. La unidad de la
clase obrera y los demás trabajadores en cada país individual y a escala
internacional es de importancia decisiva en la lucha por la paz, por las
reformas democráticas y por el socialismo. A fin de alcanzar la unidad de la
clase obrera es necesario realizar una firme e implacable campaña contra los
dirigentes socialistas de derecha, que son los peores enemigos de la paz,
cómplices directos de los instigadores angloamericanos de la guerra.
Asustados por el crecimiento de las fuerzas de la democracia y el
socialismo, los líderes socialistas de derecha no escatiman esfuerzos por
entregar a los pueblos como esclavos a los imperialistas norteamericanos y
hundir a la humanidad en una nueva guerra. El reciente congreso del “Partido
Socialista” francés demostró con claridad que los líderes de este partido se
oponen con vehemencia al retiro de las fuerzas expedicionarias francesas de
Indochina, que están a favor de la continuación de la guerra colonialista y de
intensificar aún más los preparativos para una guerra de agresión contra la
Unión Soviética y las democracias populares.
Los agentes del imperialismo, los socialistas de derecha están haciendo lo
imposible por desbaratar la campaña de los partidarios de la paz para
recolectar firmas de adhesión al llamamiento de Estocolmo del Comité Permanente
del Congreso Mundial de la Paz. Para citar un ejemplo, los socialistas de
derecha en Francia están exigiendo que el gobierno francés intensifique la
represión contra los defensores de la paz.
Ninguna infamia es tan grande para los líderes socialistas de derecha en
sus esfuerzos por dividir las filas de la clase obrera y de los demás
trabajadores. La socialdemocracia actual, nos enseñan Lenin y Stalin, es un
soporte ideológico del capitalismo, su agencia en la clase obrera. Sin golpear
a la socialdemocracia, sin denunciar y aislar de las masas a los socialistas de
derecha, lacayos del imperialismo, es imposible alcanzar la verdadera unidad de
la clase obrera y su solidaridad internacional.
Incorporar a todos los trabajadores en las filas unidas de los defensores
de la paz y la democracia y desenmascarar a los socialistas de derecha,
cómplices de los belicistas, es una de las más importantes tareas
internacionalistas.
El deber patriótico e internacionalista de todos los hombres y mujeres
honestos en los países capitalistas, hoy, es impedir que sus países sean
esclavizados por el imperialismo norteamericano y combatir indesmayablemente a
los instigadores de una nueva guerra.
La unión fraternal con los trabajadores de todos los países, y
especialmente con la Unión Soviética y las democracias populares, es una
garantía de paz duradera y de libertad para los pueblos.
Fuente: S. Titarenko, “Patriotism and
Internationalism”, Soviet News, Londres, 1950.
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Inessa de la Torre.
Descargar “Patriotismo e internationalismo” de S. Titarenko (1950)
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