sábado, 20 de abril de 2013

Albania socialista y la cuestión de los albaneses en la RFS de Yugoslavia

Enver Hoxha 
(1981)

El problema de los albaneses que viven en sus tierras en Yugoslavia no es problema de una «minoría», llegada o establecida en alguna zona «vacía» como emigración económica, ni resultado de la irrupción del Imperio Otomano, como tampoco del natural crecimiento demográfico de los albaneses que tanto inquieta a los nuevos Malthus gran serbios. Los albaneses de Yugoslavia constituyen una etnia, un pueblo formado durante siglos, que posee su propia historia, lengua, cultura, un pueblo autóctono, que, como se sabe, dividieron y separaron de su madre patria las grandes potencias imperialistas anexionándole a Yugoslavia. Nadie puede ocultarlo. Cualquier otra interpretación es arbitraria, es una grave y nociva falsificación de la historia.  



El pueblo albanés no permitió ni a los ocupantes fascistas, ni a ningún otro, que determinaran la patria de la etnia albanesa. Los albaneses han luchado sin descanso durante siglos contra enemigos brutales y mucho mayores en número para defender su identidad nacional y su propia existencia. En todas esas luchas, tanto cuando era derrotado como cuando vencía, durante los largos años de sojuzgamiento, durante toda su historia, el pueblo albanés jamás perdió su identidad y su conciencia nacionales, su cohesión y unidad. En toda circunstancia las ha manifestado con una vitalidad extraordinaria y ejemplar. 

Los imperios y las grandes potencias no consiguieron liquidar la etnia compacta de los albaneses, ni pudieron asimilarla, cambiar su cultura su lengua, sus usos y costumbres. Esto lo confirma la existencia misma del pueblo albanés. La historia demuestra que, sin contar con ningún respaldo de potencias extranjeras, a las que siempre ha tenido en contra, ha luchado con éxito por la libertad de la nación y por su cohesión, por la defensa de su independencia como Estado soberano, de su cultura y de sus naturales y legítimos derechos. Siempre han sido su lucha y su sangre derramada las únicas que le han proporcionado la victoria. 

En la Segunda Guerra Mundial el pueblo albanés y los pueblos de Yugoslavia lucharon juntos y en estrecha alianza de armas contra los ocupantes fascistas italianos y alemanes. También los albaneses que viven en Yugoslavia lucharon con heroísmo junto con nosotros y con todos los pueblos de Yugoslavia contra los mismos enemigos. No solo lucharon juntos, sino que nuestro Ejército de Liberación Nacional acudió en ayuda de los guerrilleros yugoslavos y de los hermanos kosovares y derramó en sus tierras la sangre de los hijos e hijas del pueblo albanés. Obrábamos como nos enseñaba el Partido Comunista de Albania, con elevada conciencia y espíritu internacionalista. Pensábamos que así los pueblos de nuestros dos países conquistarían la libertad, sería suprimido el yugo y se rectificarían los trágicos errores de la historia pasada. Creíamos que después de la victoria todo se solucionaría por el camino marxista-leninista. Los partidos comunistas, que dirigían la Lucha de Liberación Nacional en ambos países, eran la garantía de ello. Pero nuestra creencia en el «comunismo» y el «internacionalismo» de los dirigentes yugoslavos, la confianza en sus palabras no fueron confirmadas. De hecho, la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia jamás enfocó de manera justa y por el camino marxista-leninista la cuestión del futuro de los albaneses de Yugoslavia, por eso había de solucionarla, como de hecho ocurrió, de manera errónea y deformada, por un camino nacionalista y chovinista, completamente antimarxista. 

La solución errónea de esta gran cuestión de principios comenzó ya en la segunda reunión del Consejo Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, celebrada en Jajce, en noviembre de 1943, en la que las comarcas albanesas de Yugoslavia fueron utilizadas como medio para ajustar las proporciones territoriales y demográficas de las repúblicas de la Federación, particularmente de Serbia, Macedonia y Montenegro. El futuro de los albaneses de Yugoslavia se decidió a priori desde arriba, sin la aprobación ni la autodeterminación del pueblo albanés de Kosova y de las demás comarcas albanesas de Yugoslavia, y sin la menor consulta con el aliado de los pueblos de Yugoslavia interesado directamente en esta cuestión, Albania popular. La dirección del Partido Comunista de Yugoslavia, en contradicción con la «política de igualdad nacional» proclamada en la segunda asamblea del AVNOJ, pisoteó injustamente la voluntad de los albaneses de Yugoslavia, expresada en la reunión de la Primera Conferencia Fundacional del Consejo de Liberación Nacional para Kosova y Metohija, celebrada en Bujan, del 31 de diciembre de 1943 al 2 de enero de 1944, que se ajustaba plenamente al derecho de «autodeterminación, incluida la separación» de los pueblos que constituían Yugoslavia, y que fue establecido en los documentos fundamentales del Partido Comunista y del Movimiento de Liberación Nacional yugoslavos. 

En cuanto a la consulta con Albania popular para solucionar este problema histórico, la dirección yugoslava la consideraba a priori innecesaria. Estaba en contra de tal consulta, porque sabía que una discusión de principios, marxista-leninista y amistosa entre las direcciones de nuestros dos países, que tuviera en cuenta también la libre voluntad de los albaneses que vivían en sus tierras en Yugoslavia, conduciría a una justa solución y no a una solución chovinista-arbitraria y nacionalista, como la que adoptó la dirección yugoslava.  

Después de la guerra, en 1946, una delegación de nuestro país, encabezada por mí, realizó la primera visita oficial a Yugoslavia. En las conversaciones sostenidas en esta ocasión con Tito, éste quiso saber lo que pensaba yo sobre la solución de la cuestión de Kosova y de las demás regiones albanesas en Yugoslavia. Le expresé la opinión de la parte albanesa de que Kosova y las demás comarcas habitadas por albaneses corresponden a Albania y le deben ser devueltas. Los albaneses lucharon por una Albania libre y soberana, a la que ahora deben unirse también las regiones albanesas de Yugoslavia. El presidente Tito respondió: «Estoy de acuerdo con su punto de vista, pero por el momento no podemos hacer nada, porque los serbios no nos comprenderán». Esta promesa oficial de Tito acerca de este gran problema de principios no fue acompañada de ninguna acción posterior por parte de los yugoslavos. Todo era un fraude por su parte. 

En la solución errónea de Jajce, en el reparto de las tierras albanesas y en la negativa a que se expresara la libre voluntad de los albaneses, reside el error fundamental, de carácter nacionalista y chovinista, de la dirección yugoslava, al que siguieron otros errores igualmente graves en relación con los legítimos y naturales derechos de los albaneses, que ahora son acusados por los gran serbios de «chovinistas», «nacionalistas» e «irredentistas». Esa solución errónea y antileninista de la cuestión nacional en Yugoslavia y particularmente de la cuestión de la entidad albanesa de cerca de 2 millones de habitantes, casi igual a toda la población de la República Popular Socialista de Albania, es el origen de los últimos acontecimientos de Kosova y de las demás regiones albanesas en Yugoslavia. 

El chovinismo serbio, montenegrino y macedonio practicó desde el comienzo con los albaneses una política nacionalista brutal, represiva y discriminatoria, en todos los sentidos, en la educación, en la cultura,  en la economía, etc.  

Incluso en el período en que entre nuestro país y Yugoslavia y entre nuestros dos partidos existían buenas relaciones, el problema de los albaneses en Yugoslavia era una «bola de hierro» atada a los pies de los yugoslavos. Las demandas y el descontento de los albaneses no eran examinados, ni solucionados políticamente por el camino del buen entendimiento, sino con violencia, con brutales medidas administrativas. Los albaneses eran acusados de nacionalismo y eso se hacía para ocultar el chovinismo y el nacionalismo serbios. Nada puede encubrir ni justificar las sangrientas represalias de 1945, de 1968 y nuevamente de 1981 contra los albaneses, su discriminación, su abandono en la pobreza, la opresión nacional, las grandes negativas y discriminaciones en el terreno de la educación y la cultura. Con la caída en desgracia del grupo gran serbio de Rankovich, en 1966, y más tarde del otro grupo gran serbio de Nikezich, se inicia el período de la demagogia política de los titistas hacia Kosova y los kosovares. La necesidad de equilibrar las diversas fuerzas dentro de la Federación, condujo a una cierta revisión formal del status de Kosova, que de una simple región de Serbia, fue denominada región «autónoma» de ella. 

Esta nueva situación, lo quisieran o no los serbios, dio la posibilidad a los albaneses de Yugoslavia, y particularmente a los kosovares, de ampliar la enseñanza, de fundar la Universidad de Prishtina, de desarrollar la cultura, de aprender la historia de su pueblo, de establecer contactos y relaciones en el campo de la enseñanza, la cultura y la economía con Albania, en base a las leyes de la Federación y los acuerdos oficiales entre la RPSA y la RFSY. Pero la base económica de la Región Autónoma de Kosova continuó siendo muy débil, abandonada. Sus riquezas continuaban siendo explotadas sin escrúpulos por las demás repúblicas de la Federación, particularmente por Serbia. Todas las «soluciones» anunciadas con gran ruido durante ese período eran insubstanciales, coyunturales y provechosas para Belgrado y Skoplje. Según el caso, sin decirlo abiertamente, eran consideradas a veces como «concesiones oportunistas de Tito», como era el caso de los serbios, a veces como «victorias  logradas gracias a Tito», como pregonaban dirigentes albaneses de la Región Autónoma Socialista de Kosova. Por su parte, las masas de albaneses no alimentaron muchas ilusiones, ya que lo que se les concedía era algo insignificante frente a los grandes derechos que se les había negado y arrebatado. 

Los acontecimientos que han tenido lugar tras la muerte de Tito, han demostrado cuán erróneamente y en qué camino antimarxista se había solucionado la cuestión nacional en Yugoslavia y particularmente la cuestión de los albaneses. La dirección chovinista serbia y toda la dirección yugoslava asestaron un duro y sanguinario golpe a sus demandas legítimas y ajustadas a la Constitución después de las manifestaciones que tuvieron lugar en Kosova, en marzo y abril de este año. Ahora, más que nunca, pesa sobre los kosovares y todos los albaneses de Yugoslavia, además de la situación económica desastrosa, la brutal opresión nacional. Sobre ellos se ha implantado la ley del terror y se han abalanzado la policía y el ejército serbios, las cárceles están repletas de jóvenes de uno y otro sexo. Las medidas que se han adoptado y que continúan adoptándose, se orientan no sólo hacia la liquidación de todo derecho legítimo y de los  pocos logros que se observaron en el desarrollo de la enseñanza y la cultura, sino también a la desnacionalización de los albaneses de Yugoslavia. Esto lo hacen quienes pretenden respetar los documentos de la Conferencia de Helsinki sobre las libertades y los derechos humanos. La opinión mundial no debe permanecer indiferente, sino preocuparse a causa de esta dramática situación de la población albanesa en Yugoslavia.

¿Qué exigieron, a fin de cuentas, los albaneses en las manifestaciones masivas desarrolladas en diversas ciudades y aldeas de Kosova?  

Los albaneses de Yugoslavia, más de una vez, han demandado, por medio de manifestaciones pacíficas y también sin ellas, que se rectificase su situación constitucional, económica y socio-cultural, que se estableciese en un camino justo dentro de las leyes de la Federación; reivindicaron el status de República dentro de la RFSY. No exigieron ni la separación de la Federación, ni la unión con Albania. Pero nadie escuchó las justas y legítimas demandas de los estudiantes, de los obreros, de los campesinos e intelectuales kosovares. Y no sólo esto, sino que, al igual que otras veces en que han presentado tales demandas legítimas y justas, fueron calificados de nacionalistas, fueron perseguidos y ahogados en sangre. 

¿Pero pueden solucionarse así esos problemas en nuestro tiempo? De ningún modo. Es imposible mantener en la pobreza y la miseria a un pueblo, cuya tierra es rica pero es saqueada por los demás. Es imposible mantener a un pueblo valiente como es el albanés bajo el miedo a los tanques y a las bayonetas. Es imposible tergiversar o liquidar su antigua historia y cultura. Es imposible arrancarle el sentimiento patriótico y el amor a la madre patria. 
 



Si se avanza por el camino que ha elegido y está siguiendo la actual dirección yugoslava, la oposición de los albaneses continuará, crecerá y se agravará aún más. Sólo una solución bien pensada de la cuestión nacional, sin apasionamiento por las dos partes, una solución que sea aceptada y aprobada por el pueblo de Kosova, dará fin a esta complicadísima situación, que no ha sido creada por los kosovares, sino por el chovinismo gran serbio. Los kosovares dieron la solución más justa y más adecuada en esta difícil situación para Yugoslavia  y para ellos mismos. La demanda de reconocimiento para Kosova del status de República dentro de la Federación es una demanda justa, no lesiona la existencia de la Federación. Los cabecillas serbios y yugoslavos, en lugar de razonar, enviaron los tanques, ensangrentaron al pueblo y ahora están desarrollando en amplia escala la famosa diferenciación, es decir la investigación policíaca: quién estaba a favor y quién en contra de las manifestaciones. Ese modo de actuar, primero con el terror, después con la «diferenciación», significa un intento de amedrentar a las masas, que no se amedrentan, liquidar el patriotismo, que no se liquida; significa hacerse la ilusión de haber calmado la situación, cuando de hecho se ha suscitado el rencor y la indignación, pensar que se ha promocionado «gente de confianza» en el Poder, al que se ha limpiado de «nacionalistas», etc., cuando se ha lanzado a una resistencia callada a todo el pueblo, que mañana levantará con mayor fuerza la voz contra las crueldades de que es objeto. Los dirigentes yugoslavos no quieren comprender esa situación. 

Porque decimos abiertamente estas verdades y reclamamos que el problema de Kosova y de todos los albaneses de Yugoslavia, mal solucionado, sea reestudiado con sangre fría y no se llegue a la violencia y al terror, porque reclamamos que se dé fin a las persecuciones y sean puestos en libertad los muchachos y muchachas kosovares presos, a la RPSA la acusan de ¡intervenir en los asuntos internos de Yugoslavia, incluso la acusan de incitar los disturbios en Kosova y en otros lugares! Y ¿cómo los incita? ¡A través de las relaciones oficiales en el terreno de la enseñanza y la cultura! Se llega hasta decir que la RPSA hace causa común con la reacción política en el exilio, a la que hemos combatido y combatimos con todas nuestras fuerzas. 

Jamás la República Popular Socialista de Albania ha intervenido en los asuntos internos de Yugoslavia. Ha sucedido todo lo contrario. Los revisionistas yugoslavos complotaron para liquidar a la dirección del Partido Comunista de Albania y para encuadrar Albania en la Federación Yugoslava como su séptima república, pensando que con eso solucionaban de una vez y para siempre y por un camino anexionista e imperialista el problema de toda la nación albanesa. Pero esos complots no triunfaron ni triunfarán jamás. Albania no es ni será jamás un instrumento para aplacar los conflictos y las contradicciones entre los clanes yugoslavos. Tiene por dueño a su pueblo, un pueblo lleno de vitalidad, valiente y patriota, que no teme a nadie. 

Albania no ha presentado nunca reivindicaciones territoriales a Yugoslavia; en sus documentos no se encuentra ninguna reclamación de que se rectifiquen las fronteras. Pero al mantener esta actitud, no hemos negado ni negaremos jamás el hecho de que en Yugoslavia vive una gran parte de la nación y del pueblo albaneses. Hemos defendido y defenderemos también en el futuro, con todas nuestras fuerzas y por el camino marxista-leninista, los legítimos derechos de nuestros hermanos albaneses del otro lado de la frontera y esto no es una injerencia en los asuntos internos de Yugoslavia. Este es nuestro derecho innegable.  

La cuestión de Kosova es una tragedia. Las autoridades yugoslavas deben cesar el terror y las persecuciones contra los albaneses, dar fin a la opresión nacional y reconocerles todos los derechos que les corresponden. Para solucionar correctamente los problemas deben conversar con tranquilidad, con sangre fría y sobre bases de igualdad con la población albanesa de Yugoslavia.
 
 
Tomado de Enver Hoxha, Informe ante el VIII Congreso del PTA, Parte IV "La situación internacional y la política exterior de la RPS de Albania", 1981.
 
Descargar "Informe ante el VIII Congreso del PTA" de Enver Hoxha (1981)