Enver Hoxha
(1981)
El problema de los
albaneses que viven en sus tierras en Yugoslavia no es problema de una
«minoría», llegada o establecida en alguna zona «vacía» como emigración
económica, ni resultado de la irrupción del Imperio Otomano, como tampoco del
natural crecimiento demográfico de los albaneses que tanto inquieta a los
nuevos Malthus gran serbios. Los albaneses de Yugoslavia constituyen una etnia,
un pueblo formado durante siglos, que posee su propia historia, lengua, cultura,
un pueblo autóctono, que, como se sabe, dividieron y separaron de su madre
patria las grandes potencias imperialistas anexionándole a Yugoslavia. Nadie
puede ocultarlo. Cualquier otra interpretación es arbitraria, es una grave y
nociva falsificación de la historia.
El pueblo albanés
no permitió ni a los ocupantes fascistas, ni a ningún otro, que determinaran la
patria de la etnia albanesa. Los albaneses han luchado sin descanso durante
siglos contra enemigos brutales y mucho mayores en número para defender su identidad
nacional y su propia existencia. En todas esas luchas, tanto cuando era derrotado
como cuando vencía, durante los largos años de sojuzgamiento, durante toda su
historia, el pueblo albanés jamás perdió su identidad y su conciencia
nacionales, su cohesión y unidad. En toda circunstancia las ha manifestado con
una vitalidad extraordinaria y ejemplar.
Los imperios y las
grandes potencias no consiguieron liquidar la etnia compacta de los albaneses, ni
pudieron asimilarla, cambiar su cultura su lengua, sus usos y costumbres. Esto
lo confirma la existencia misma del pueblo albanés. La historia demuestra que,
sin contar con ningún respaldo de potencias extranjeras, a las que siempre ha
tenido en contra, ha luchado con éxito por la libertad de la nación y por su
cohesión, por la defensa de su independencia como Estado soberano, de su
cultura y de sus naturales y legítimos derechos. Siempre han sido su lucha y su
sangre derramada las únicas que le han proporcionado la victoria.
En la Segunda
Guerra Mundial el pueblo albanés y los pueblos de Yugoslavia lucharon juntos y
en estrecha alianza de armas contra los ocupantes fascistas italianos y
alemanes. También los albaneses que viven en Yugoslavia lucharon con heroísmo
junto con nosotros y con todos los pueblos de Yugoslavia contra los mismos
enemigos. No solo lucharon juntos, sino que nuestro Ejército de Liberación
Nacional acudió en ayuda de los guerrilleros yugoslavos y de los hermanos kosovares
y derramó en sus tierras la sangre de los hijos e hijas del pueblo albanés.
Obrábamos como nos enseñaba el Partido Comunista de Albania, con elevada
conciencia y espíritu internacionalista. Pensábamos que así los pueblos de
nuestros dos países conquistarían la libertad, sería suprimido el yugo y se
rectificarían los trágicos errores de la historia pasada. Creíamos que después
de la victoria todo se solucionaría por el camino marxista-leninista. Los
partidos comunistas, que dirigían la Lucha de Liberación Nacional en ambos
países, eran la garantía de ello. Pero nuestra creencia en el «comunismo» y el
«internacionalismo» de los dirigentes yugoslavos, la confianza en sus palabras no
fueron confirmadas. De hecho, la dirección del Partido Comunista de Yugoslavia
jamás enfocó de manera justa y por el camino marxista-leninista la cuestión del
futuro de los albaneses de Yugoslavia, por eso había de solucionarla, como de
hecho ocurrió, de manera errónea y deformada, por un camino nacionalista y
chovinista, completamente antimarxista.
La solución
errónea de esta gran cuestión de principios comenzó ya en la segunda reunión
del Consejo Antifascista de Liberación Nacional de Yugoslavia, celebrada en
Jajce, en noviembre de 1943, en la que las comarcas albanesas de Yugoslavia fueron
utilizadas como medio para ajustar las proporciones territoriales y
demográficas de las repúblicas de la Federación, particularmente de Serbia, Macedonia
y Montenegro. El futuro de los albaneses de Yugoslavia se decidió a priori desde arriba, sin la aprobación
ni la autodeterminación del pueblo albanés de Kosova y de las demás comarcas albanesas
de Yugoslavia, y sin la menor consulta con el aliado de los pueblos de
Yugoslavia interesado directamente en esta cuestión, Albania popular. La
dirección del Partido Comunista de Yugoslavia, en contradicción con la
«política de igualdad nacional» proclamada en la segunda asamblea del AVNOJ,
pisoteó injustamente la voluntad de los albaneses de Yugoslavia, expresada en la
reunión de la Primera Conferencia Fundacional del Consejo de Liberación
Nacional para Kosova y Metohija, celebrada en Bujan, del 31 de diciembre de
1943 al 2 de enero de 1944, que se ajustaba plenamente al derecho de
«autodeterminación, incluida la separación» de los pueblos que constituían Yugoslavia,
y que fue establecido en los documentos fundamentales del Partido Comunista y
del Movimiento de Liberación Nacional yugoslavos.
En cuanto a la
consulta con Albania popular para solucionar este problema histórico, la
dirección yugoslava la consideraba a
priori innecesaria. Estaba en contra de tal consulta, porque sabía que una
discusión de principios, marxista-leninista y amistosa entre las direcciones de
nuestros dos países, que tuviera en cuenta también la libre voluntad de los
albaneses que vivían en sus tierras en Yugoslavia, conduciría a una justa
solución y no a una solución chovinista-arbitraria y
nacionalista, como la que adoptó la dirección yugoslava.
Después de la
guerra, en 1946, una delegación de nuestro país, encabezada por mí, realizó la
primera visita oficial a Yugoslavia. En las conversaciones sostenidas en esta
ocasión con Tito, éste quiso saber lo que pensaba yo sobre la solución de la
cuestión de Kosova y de las demás regiones albanesas en Yugoslavia. Le expresé
la opinión de la parte albanesa de que Kosova y las demás comarcas habitadas por
albaneses corresponden a Albania y le deben ser devueltas. Los albaneses lucharon
por una Albania libre y soberana, a la que ahora deben unirse también las
regiones albanesas de Yugoslavia. El presidente Tito respondió: «Estoy de
acuerdo con su punto de vista, pero por el momento no podemos hacer nada,
porque los serbios no nos comprenderán». Esta promesa oficial de Tito acerca de
este gran problema de principios no fue acompañada de ninguna acción posterior
por parte de los yugoslavos. Todo era un fraude por su parte.
En la solución
errónea de Jajce, en el reparto de las tierras albanesas y en la negativa a que
se expresara la libre voluntad de los albaneses, reside el error fundamental,
de carácter nacionalista y chovinista, de la dirección yugoslava, al que
siguieron otros errores igualmente graves en relación con los legítimos y
naturales derechos de los albaneses, que ahora son acusados por los gran serbios
de «chovinistas», «nacionalistas» e «irredentistas». Esa solución errónea y
antileninista de la cuestión nacional en Yugoslavia y particularmente de la
cuestión de la entidad albanesa de cerca de 2 millones
de habitantes, casi igual a toda la población de la República Popular
Socialista de Albania, es el origen de los últimos acontecimientos de Kosova y
de las demás regiones albanesas en Yugoslavia.
El chovinismo serbio,
montenegrino y macedonio practicó desde el comienzo con los albaneses una política
nacionalista brutal, represiva y discriminatoria, en todos los sentidos, en la
educación, en la cultura, en la
economía, etc.
Incluso en el
período en que entre nuestro país y Yugoslavia y entre nuestros dos partidos existían
buenas relaciones, el problema de los albaneses en Yugoslavia era una «bola de
hierro» atada a los pies de los yugoslavos. Las demandas y el descontento de
los albaneses no eran examinados, ni solucionados políticamente por el camino del
buen entendimiento, sino con violencia, con brutales medidas administrativas.
Los albaneses eran acusados de nacionalismo y eso se hacía para ocultar el chovinismo
y el nacionalismo serbios. Nada puede encubrir ni justificar las sangrientas represalias
de 1945, de 1968 y nuevamente de 1981 contra los albaneses, su discriminación,
su abandono en la pobreza, la opresión nacional, las grandes negativas y
discriminaciones en el terreno de la educación y la cultura. Con la caída en
desgracia del grupo gran serbio de Rankovich, en 1966, y más tarde del otro
grupo gran serbio de Nikezich, se inicia el período de la demagogia política de
los titistas hacia Kosova y los kosovares. La necesidad de equilibrar las
diversas fuerzas dentro de la Federación, condujo a una cierta revisión formal del
status de Kosova, que de una simple región de Serbia, fue denominada región
«autónoma» de ella.
Esta nueva
situación, lo quisieran o no los serbios, dio la posibilidad a los albaneses de
Yugoslavia, y particularmente a los kosovares, de ampliar la enseñanza, de
fundar la Universidad de Prishtina, de desarrollar la cultura, de aprender la historia
de su pueblo, de establecer contactos y relaciones en el campo de la enseñanza,
la cultura y la economía con Albania, en base a las leyes de la Federación y
los acuerdos oficiales entre la RPSA y la RFSY. Pero la base económica de la Región
Autónoma de Kosova continuó siendo muy débil, abandonada. Sus riquezas
continuaban siendo explotadas sin escrúpulos por las demás repúblicas de la
Federación, particularmente por Serbia. Todas las «soluciones» anunciadas con
gran ruido durante ese período eran insubstanciales, coyunturales y provechosas
para Belgrado y Skoplje. Según el caso, sin decirlo abiertamente, eran
consideradas a veces como «concesiones oportunistas de Tito», como era el caso
de los serbios, a veces como «victorias logradas gracias a Tito», como pregonaban
dirigentes albaneses de la Región Autónoma Socialista de Kosova. Por su parte,
las masas de albaneses no alimentaron muchas ilusiones, ya que lo que se les concedía
era algo insignificante frente a los grandes derechos que se les había negado y
arrebatado.
Los
acontecimientos que han tenido lugar tras la muerte de Tito, han demostrado
cuán erróneamente y en qué camino antimarxista se había solucionado la cuestión
nacional en Yugoslavia y particularmente la cuestión de los albaneses. La dirección
chovinista serbia y toda la dirección yugoslava asestaron un duro y sanguinario
golpe a sus demandas legítimas y ajustadas a la Constitución después de las
manifestaciones que tuvieron lugar en Kosova, en marzo y abril de este año. Ahora,
más que nunca, pesa sobre los kosovares y todos los albaneses de Yugoslavia,
además de la situación económica desastrosa, la brutal opresión nacional. Sobre
ellos se ha implantado la ley del terror y se han abalanzado la policía y el
ejército serbios, las cárceles están repletas de jóvenes de uno y otro sexo.
Las medidas que se han adoptado y que continúan adoptándose, se orientan no
sólo hacia la liquidación de todo derecho legítimo y de los pocos logros que se observaron en el
desarrollo de la enseñanza y la cultura, sino también a la desnacionalización
de los albaneses de Yugoslavia. Esto lo hacen quienes pretenden respetar los
documentos de la Conferencia de Helsinki sobre las libertades y los derechos
humanos. La opinión mundial no debe permanecer indiferente, sino preocuparse a
causa de esta dramática situación de la población albanesa en Yugoslavia.
¿Qué exigieron, a
fin de cuentas, los albaneses en las manifestaciones masivas desarrolladas en diversas
ciudades y aldeas de Kosova?
Los albaneses de
Yugoslavia, más de una vez, han demandado, por medio de manifestaciones
pacíficas y también sin ellas, que se rectificase su situación constitucional,
económica y socio-cultural, que se estableciese en un camino justo dentro de
las leyes de la Federación; reivindicaron el status de República dentro de la
RFSY. No exigieron ni la separación de la Federación, ni la unión con Albania. Pero
nadie escuchó las justas y legítimas demandas de los estudiantes, de los
obreros, de los campesinos e intelectuales kosovares. Y no sólo esto, sino que,
al igual que otras veces en que han presentado tales demandas legítimas y
justas, fueron calificados de nacionalistas, fueron perseguidos y ahogados en
sangre.
¿Pero pueden
solucionarse así esos problemas en nuestro tiempo? De ningún modo. Es imposible
mantener en la pobreza y la miseria a un pueblo, cuya tierra es rica pero es
saqueada por los demás. Es imposible mantener a un pueblo valiente como es el
albanés bajo el miedo a los tanques y a las bayonetas. Es imposible tergiversar
o liquidar su antigua historia y cultura. Es imposible arrancarle el
sentimiento patriótico y el amor a la madre patria.
Si se avanza por
el camino que ha elegido y está siguiendo la actual dirección yugoslava, la oposición
de los albaneses continuará, crecerá y se agravará aún más. Sólo una solución
bien pensada de la cuestión nacional, sin apasionamiento por las dos partes,
una solución que sea aceptada y aprobada por el pueblo de Kosova, dará fin a esta
complicadísima situación, que no ha sido creada por los kosovares, sino por el
chovinismo gran serbio. Los kosovares dieron la solución más justa y más adecuada en esta difícil situación
para Yugoslavia y para ellos mismos. La
demanda de reconocimiento para Kosova del status de República dentro de la
Federación es una demanda justa, no lesiona la existencia de la Federación. Los
cabecillas serbios y yugoslavos, en lugar de razonar, enviaron los tanques,
ensangrentaron al pueblo y ahora están desarrollando en amplia escala la famosa
diferenciación, es decir la investigación policíaca: quién estaba a favor y
quién en contra de las manifestaciones. Ese modo de actuar, primero con el
terror, después con la «diferenciación», significa un intento de amedrentar a
las masas, que no se amedrentan, liquidar el patriotismo, que no se liquida;
significa hacerse la ilusión de haber calmado la situación, cuando de hecho se
ha suscitado el rencor y la indignación, pensar que se ha promocionado «gente
de confianza» en el Poder, al que se ha limpiado de «nacionalistas», etc.,
cuando se ha lanzado a una resistencia callada a todo el pueblo, que mañana levantará
con mayor fuerza la voz contra las crueldades de que es objeto. Los dirigentes
yugoslavos no quieren comprender esa situación.
Porque decimos
abiertamente estas verdades y reclamamos que el problema de Kosova y de todos los albaneses de Yugoslavia,
mal solucionado, sea reestudiado con sangre fría y no se llegue a la violencia
y al terror, porque reclamamos que se dé fin a las persecuciones y sean puestos
en libertad los muchachos y muchachas
kosovares presos, a la RPSA la acusan de ¡intervenir en los asuntos internos de
Yugoslavia, incluso la acusan de incitar los disturbios en Kosova y en otros lugares!
Y ¿cómo los incita? ¡A través de las relaciones oficiales en el terreno de la
enseñanza y la cultura! Se llega hasta decir que la
RPSA hace causa común con la reacción política en el exilio, a la que hemos
combatido y combatimos con todas nuestras fuerzas.
Jamás la República
Popular Socialista de Albania ha intervenido en los asuntos internos de Yugoslavia.
Ha sucedido todo lo contrario. Los revisionistas yugoslavos complotaron para
liquidar a la dirección del Partido Comunista de Albania y para encuadrar
Albania en la Federación Yugoslava como su séptima república, pensando que con
eso solucionaban de una vez y para siempre y por un camino anexionista e
imperialista el problema de toda la nación albanesa. Pero esos complots no triunfaron
ni triunfarán jamás. Albania no es ni será jamás un instrumento para aplacar
los conflictos y las contradicciones entre los clanes yugoslavos. Tiene por dueño a su pueblo, un pueblo lleno de
vitalidad, valiente y patriota, que no teme a nadie.
Albania no ha
presentado nunca reivindicaciones territoriales a Yugoslavia; en sus documentos
no se encuentra ninguna reclamación de que se rectifiquen las fronteras. Pero
al mantener esta actitud, no hemos negado ni negaremos jamás el hecho de que en
Yugoslavia vive una gran parte de la nación y del pueblo albaneses. Hemos
defendido y defenderemos también en el futuro, con todas nuestras fuerzas y por
el camino marxista-leninista, los legítimos derechos de nuestros hermanos
albaneses del otro lado de la frontera y esto no es una injerencia en los
asuntos internos de Yugoslavia. Este es nuestro derecho innegable.
La cuestión de
Kosova es una tragedia. Las autoridades yugoslavas deben cesar el terror y las persecuciones
contra los albaneses, dar fin a la opresión nacional y reconocerles todos los
derechos que les corresponden. Para solucionar correctamente los problemas
deben conversar con tranquilidad, con sangre fría y sobre bases de igualdad con
la población albanesa de
Yugoslavia.
Tomado de Enver Hoxha, Informe ante el VIII Congreso del PTA, Parte IV "La situación internacional y la política exterior de la RPS de Albania", 1981.