Publicamos a continuación parte del discurso de D. Z. Manuilsky en el VII congreso de la Internacional Comunista, en 1935, con ocasión del 40º aniversario de la muerte de Federico Engels. En la parte inferior del texto se encuentra el enlace para descargar el discurso completo.
Engels, jefe del proletariado y maestro de la
táctica proletaria
Engels no sólo fue el gran
teórico del proletariado. Al igual que Marx, era ante todo un revolucionario.
Como en el caso de Marx, el verdadero elemento de Engels era ante todo la lucha – la lucha persistente, consecuente
y apasionada por el comunismo.
La primera mitad de los años cuarenta. El joven Engels extiende sus
alas. Abandona el ambiente filisteo prusiano-cristiano y se abre un camino por
sí mismo hacia el socialismo proletario. Conoce a Marx, con quien establece una
unión combativa – el gran vínculo de unión entre los dos genios del comunismo
proletario. Juntos, organizaron y dirigieron la Liga Comunista, y juntos
elaboraron el famoso Manifiesto del Partido Comunista, el
primer documento programático del comunismo internacional.
La revolución de 1848. Engels es uno de los
editores de la Neue Rheinische Zeitung,
en la que, junto con Marx, apoya a la extrema izquierda de la Democracia, denunciando
sin piedad sus vacilaciones, y defiende los intereses particulares del
proletariado en la revolución burguesa.
Los años sesenta. Toma forma el primer partido
del proletariado internacional –la Primera Internacional–, y Engels, junto con
Marx, toma una parte muy activa en su trabajo. La doctrina de Marx y Engels obtiene
su victoria decisiva sobre todos sus rivales en la Primer Internacional.
La Comuna de París marca el
inicio de una nueva época en la historia de la humanidad. Surgen nuevas tareas:
la transición a la creación de partidos proletarios de masas en los diferentes
países, en el desarrollo de los cuales Engels ejerce una influencia decisiva.
Ya en 1846, Engels, con sólo
veintiséis años de edad, formuló las tareas de los comunistas con claridad
asombrosa:
“(1) Consecución de los intereses del proletariado en oposición a los de la burguesía, (2) Hacer esto a través de la abolición de la propiedad privada y su sustitución por la comunidad de bienes, (3) No reconocer otro medio de lograr estos objetivos que no sea una revolución democrática por la fuerza.” (Correspondencia de Karl Marx y Friedrich Engels)
Muchos años después, Engels dijo:
“Queremos la destrucción de las clases. ¿Cuáles son los medios para lograr esto? La dominación política del proletariado... Pero el acto supremo de la política es la revolución. Los que reconocen esto deben esforzarse por los medios y las acciones políticas que preparen la revolución, tal como educar a los obreros para la revolución, sin los cuales los trabajadores serán siempre engañados por los Favre* y los Pyats **, al día siguiente de la batalla. La política que se debe seguir es la política de los obreros. Se debe formar un partido independiente, con su propio objetivo y su propia política, no como un apéndice de algunos partidos burgueses.” (Engels, Discurso en la Conferencia de Londres de la Primera Internacional. Ver La Internacional Comunista nº. 21, noviembre de 1934, p. 812) * Jules Favre, francés, abogado republicano burgués, se convirtió en ministro después del 4 de septiembre 1870, la mano derecha de Thiers en la represión de la Comuna de París. ** Félix Pyat, francés, pequeñoburgués radical.
Y fue a estos objetivos a los que Engels dedicó medio siglo de lucha.
Los rasgos distintivos de
Engels como un político de la clase obrera fueron formulados claramente por
Lenin, de la siguiente manera:
“…La más profunda comprensión de los objetivos revolucionarios fundamentales del proletariado, y una definición inusualmente flexible de determinados problemas de táctica, desde el punto de vista de esos objetivos revolucionarios, y sin la más mínima concesión al oportunismo y a la fraseología revolucionaria.” (Lenin, Marx, Engels, Marxismo)
Ahora quiero tratar en detalle
el tema de Engels como el maestro de la
táctica proletaria. Nuestros Partidos, los líderes de nuestras secciones,
pueden aprender algo de los brillantes ejemplos del arte de la táctica que dio el
gran capitán proletario.
Del rico tesoro de
proposiciones tácticas que Engels elaboró y aplicó en el curso de sus
actividades prácticas, voy a tratar sólo unas pocas que directamente se
refieren a la tarea central del VII Congreso, a saber, la tarea de preparar y
organizar a la clase obrera y a los trabajadores para las batallas decisivas.
No pocas personas en tiempos de Engels, y no pocos en la actualidad, conciben
la revolución proletaria no
dialécticamente sino mecánicamente. Sostienen que revolucionarios “puros”,
coherentes y con consciencia de clase están en un campo, mientras que en el
otro campo está una masa reaccionaria; que no puede haber ningún cambio en las
correlaciones de fuerzas entre las clases, porque todas las clases han adoptado
de una vez sus posiciones prescritas en el esquema revolucionario; que no hay capas
intermedias vacilantes, porque todas han sido incluidas de antemano en la
categoría de la reacción; que no hay vanguardia ni reservas, porque todas
representan una masa revolucionaria; que no hay masas que apenas se están
acercando a la revolución, porque todas han sido, previamente, incluidas en el
campo de la vanguardia revolucionaria; que no hay etapas en el desarrollo de la
lucha revolucionaria, porque de algún modo enigmático, las masas han sido transformadas
en la clase suprema “de la última y decisiva batalla”; que el Partido
revolucionario no necesita llevar a cabo el trabajo diario de educar y preparar
a las masas para la lucha, porque las masas sólo están esperando la señal para
lanzarse a la batalla bajo la dirección de los líderes archirrevolucionarios;
que la preparación organizativa con el fin de acelerar el crecimiento del
movimiento es superfluo, dicen, porque la espontaneidad del movimiento está trabajando
a nuestro favor. Este es el tipo de personas que Engels tenía en mente cuando
ridiculizó el siguiente esquema de desarrollo de la revolución:
“Todos los partidos oficiales unidos en un grupo aquí, todos los socialistas en una columna allá – la gran batalla decisiva. La victoria en toda la línea de un solo golpe. En la vida real las cosas no suceden de manera tan simple. En la vida real... la revolución comienza al revés, con la gran mayoría del pueblo y también de los partidos oficiales ubicándose juntos contra el gobierno, que de este modo es aislado y derrocado; y es sólo después de que estos partidos oficiales, cuya existencia aún es posible, han logrado recíprocamente y con éxito la destrucción del otro, que tiene lugar la gran división y con ello la posibilidad de nuestro dominio. Si... quisiéramos comenzar directamente con el acto final de la revolución, estaríamos miserablemente mal.” (Correspondencia de Karl Marx y Friedrich Engels)
Esta brillante proposición de
Engels sobre el progreso y el desarrollo de la revolución fue sorprendente y plenamente
desarrollada aún más por Lenin, más de treinta años después. Él escribió:
“Imaginar que la revolución social es concebible sin las revueltas de las naciones pequeñas en las colonias y en Europa, sin los estallidos revolucionarios de una parte de la pequeña burguesía con todos sus prejuicios, sin el movimiento de las masas proletarias y semiproletarias sin consciencia de clase contra la opresión de los terratenientes, la iglesia, la monarquía, las naciones extranjeras, etc. – imaginar eso significa repudiar la revolución social. Sólo aquellos que se imaginan que en un lado se alineará un ejército y dirá: “Estamos por el socialismo”, y en el otro lado otro ejército dirá: “Estamos por el imperialismo”, y que así será la revolución social...
“Quien espere una revolución social “pura” nunca vivirá para verla. Tal persona pregona la revolución sin entender lo que es la revolución.” (Lenin, Obras Escogidas, t. V)
Y más adelante dice:
“La revolución socialista en Europa no puede ser otra cosa que una explosión de la lucha de masas de parte de todos y cada uno de los elementos oprimidos y descontentos. Sectores de la pequeña burguesía y de los obreros atrasados participarán inevitablemente en ella –sin esa participación la lucha de masas sería imposible, sin esa participación ninguna revolución es posible– e inevitablemente también traerán al movimiento sus prejuicios, sus fantasías reaccionarias, sus debilidades y errores. Pero objetivamente atacarán al capital, y la vanguardia consciente de la revolución, el proletariado avanzado, expresando esta verdad objetiva de una lucha de masas heterogénea y discordante, abigarrada y aparentemente incoherente, será capaz de unirla y dirigirla, de tomar el poder, de apoderarse de los bancos, de expropiar los trusts (odiados por todos, aunque por razones diferentes) y de introducir otras medidas dictatoriales que en su conjunto significarán el derrocamiento de la burguesía y la victoria del socialismo, que, sin embargo, no significará “purgar” inmediatamente la escoria pequeño burguesa.” (Ibíd.)
Estas palabras muy profundas
de Engels y Lenin contienen los elementos fundamentales de la respuesta a la cuestión
de cómo podemos luchar hoy exitosamente contra la ofensiva del capital, el
fascismo y la amenaza de la guerra. Señalan la necesidad de que el partido
proletario tenga una política correcta hacia las masas de su propia clase y hacia
sus aliados, y señalan la tarea de crear un amplio frente popular de lucha, la
necesidad y la capacidad de tomar ventaja de los antagonismos internacionales con
el objetivo de fortalecer la posición del proletariado. Toda nuestra
experiencia ha confirmado más de una vez el hecho de que el partido que empieza
con concepciones vulgares e ingenuas de la revolución es incapaz de desempeñar el papel de organizador y líder de la
revolución. No hay nada más peligroso para un partido combatiente y vivo, que
fórmulas inventadas, sin vida y prefabricadas, porque ocultan la variedad
colorida y viva de las condiciones y formas de lucha.
Es un error pensar que la
revolución se desarrollará en línea recta como el vuelo de una flecha, que no habrá
obstáculos e interrupciones, ni retrocesos con el fin de saltar más adelante, en
el proceso de maduración revolucionaria. Es un error pensar que la táctica del
partido revolucionario debe basarse no en la correlación de fuerzas entre las
clases existentes, sino en cómo nos gustarían que fuesen esa correlación. Es
erróneo pensar que en el proceso de preparación de la revolución, así como en
el proceso de su desarrollo, es suficiente para el partido proletario depender
completamente de las fuerzas de la vanguardia y que no hay necesidad de basarse
en la mayoría de la clase obrera. Es un error pensar que haciendo caso omiso de
otras fuerzas de clase y absteniéndose de tratar de ganar a las clases
vacilantes hacia el lado de la revolución, al menos temporalmente, el partido
proletario puede crear la clara situación de “clase contra clase”. Es un error
pensar que es posible prepararse para la revolución
y llevarla a cabo sin tomar ventaja de los antagonismos en el campo del enemigo, sin compromisos temporales y
parciales con otras clases y grupos que se van revolucionarizando y sus
organizaciones políticas.
En 1889, en una carta a la socialista
danesa Trier, Engels recomienda utilizar a los otros partidos en interés de la
clase obrera, que,
“... Se debe apoyar temporalmente a otros partidos y medidas que permitan una ventaja directa para el proletariado o que representen un paso adelante en la dirección del desarrollo económico y la libertad política...”
“Pero”, Engels añade: “yo estoy a favor de esta opción sólo si la ventaja directa resultante para nosotros o para el desarrollo histórico del país en el camino de la revolución económica y política, es incuestionable y vale la pena luchar por él. Otra condición obligatoria es que el carácter de clase proletario del Partido no esté en cuestión. Eso para mí es el límite absoluto.” (La cursiva es mía – D.Z.M. Bolchevique nº 21, 1932, p. 84)
Reforzar el carácter de clase del
Partido, elevar la conciencia de clase del proletariado, elevar su capacidad de
lucha, fortalecer sus posiciones, debilitar la posición del enemigo de clase – tales
son los criterios que Engels consideró esenciales para decidir la cuestión de
si tal o cual compromiso era admisible.
Estas tácticas son
profundamente hostiles a la política de colaboración de clases entre el
proletariado y la burguesía de seguida por la socialdemocracia internacional, porque
esa política le quita al partido su carácter de clase, fortalece la posición de
la burguesía y debilita y desmoraliza al proletariado. Estas tácticas
revolucionarias no tienen nada en común con la política del “mal menor”, con
votar por Hindenburg, con la formación de un bloque con Bruening; porque, al seguir la política del “mal menor”,
la socialdemocracia entregó a la burguesía una posición proletaria tras otra, preparó
el terreno para el fascismo, y preparó la derrota del proletariado.
Treinta años más tarde, sobre
la base de la experiencia de las tres revoluciones rusas, Lenin amplió esta
idea de Engels, y enseñó a los jóvenes partidos comunistas, tácticas flexibles
y móviles que les permitieran superar su enfermedad “izquierdista” y continuar
la lucha por el derrocamiento de la burguesía de una manera verdaderamente
bolchevique. Él escribió:
“Hacer la
guerra para derrumbar a la burguesía internacional, una guerra cien veces más
difícil, prolongada y compleja que la más encarnizada de las guerras corrientes
entre Estados, y renunciar de antemano a toda maniobra, a toda utilización
(aunque no sea más que temporal) del antagonismo de intereses existente entre
los enemigos, a los acuerdos y compromisos con posibles aliados (aunque sean
provisionales, inconsistentes, vacilantes, condicionales), ¿no es esto acaso
algo infinitamente ridículo?... Obtener la victoria sobre un
adversario más poderoso únicamente es posible poniendo en tensión todas las
fuerzas y utilizando obligatoriamente con solicitud, minucia, prudencia
y habilidad, la menor “grieta” entre los enemigos, toda contradicción de
intereses entre la burguesía de los distintos países, entre los diferentes
grupos o diferentes categorías burguesas en el interior de cada país; hay que
aprovechar igualmente las menores posibilidades de obtener un aliado de masas,
aunque sea temporal, vacilante, inestable, poco seguro, condicional. El que no
comprenda esto no comprende ni una palabra de marxismo ni de socialismo
científico contemporáneo, en general.” (Lenin, La enfermedad infantil del
“izquierdismo” en el comunismo)
Camaradas, al reflexionar
sobre estas palabras de Engels y Lenin, aplicadas a nuestra época, a la
política que nuestro Congreso está señalando para el siguiente periodo, se
entenderá que estas tácticas, probadas por la experiencia de todo el movimiento
obrero del mundo durante muchas décadas, crean ahora para la Internacional
Comunista, para todas sus secciones, grandes oportunidades para salir del periodo
de agitación-propaganda de nuestro desarrollo y convertirse en poderosos factores
en toda la vida política contemporánea de los diferentes países y en todo el
mundo. Pero es precisamente porque estamos entrando en el amplio camino de la
gran política de masas, porque nos estamos
preparando para contar no en cientos de miles sino en millones, porque estamos
empezando a poner bajo nuestra influencia aquellas capas que hasta ayer estaban
en las filas de la socialdemocracia o bien se encontraban fuera de la política
por completo, debido a esto, las secciones de la Internacional Comunista deben
estar especialmente alertas ante las posibles distorsiones oportunistas y
derechistas de nuestra política de masas, distorsiones que retardan el
crecimiento de nuestra influencia entre la masas y el crecimiento de la
capacidad de lucha del proletariado, y con ello retrasan la maduración de las
condiciones para la revolución proletaria. Y aquí una vez más debemos recurrir
a Engels, nuestro maestro, y recordar la lucha que libró contra el oportunismo,
la lucha implacable e indomable a la que dedicó medio siglo de su vida como un
luchador político.
Engels vio precisamente que,
bajo diferentes disfraces, el pequeño burgués intenta atrincherarse en el
movimiento obrero, debilitándolo y desorganizándolo. Con certera puntería e inimitable
sarcasmo, Marx y Engels arrancaron la máscara de la cara de este filisteo, expusieron
las muecas filisteas debajo de la máscara de gratuita y natural afabilidad.
Este filisteo siente que tiene el derecho a realizar cualquier acto infame porque
se considera “honestamente” infame. Engels escribió:
“Incluso la estupidez se convierte en virtud porque es la prueba irrefutable de la firmeza de convicción. Cada motivo oculto está basado en la convicción de honestidad intrínseca, y cuanto más decididamente trama algún tipo de engaño o alguna pequeña mezquindad, tanto más simple y franco parece ser.”
Este es un filisteo
“...una cloaca en la que se mezclan de manera monstruosa todas las contradicciones de la filosofía, la democracia y todo tipo de fraseología.” (Archivo Marx y Engels Archivo, Libro V)
Defendiendo el marxismo
revolucionario, Engels atacó ferozmente a los reformistas alemanes, los posibilistas
franceses, los fabianos británicos y los ultraizquierdistas. Al mismo tiempo,
con firmeza y paciencia excepcionales, criticó y corrigió los errores
oportunistas de los líderes de los partidos proletarios, como Wilhelm
Liebknecht y Bebel, Lafargue y Guesde.
Esta lucha incansable contra
el oportunismo, y en particular contra la conciliación con el oportunismo, hizo
que algunos de los líderes que fueron criticados por Engels lo llamaran “el
hombre más rudo en Europa”. Todos debemos aprender de Engels a ser
apasionadamente “rudos” en interés del Partido, en aras de la revolución.
Nadie fue tan vehemente en
unir a la vanguardia de la clase obrera en las filas de un partido obrero unido
como lo fue Engels. Quería hacer todo lo que queremos hacer hoy. Pero él sabía
y vio que la unidad no basada en principios debilitaría a la clase obrera. ¿De
qué sirve ser un partido de masas del proletariado si sirve de lazo que lo arrastra a la colaboración con la burguesía?
En 1882, saludó la escisión en el partido obrero de Francia, que se apartó de
Mallone y Bruse, que habían abandonado la lucha de clases, habían sacrificado
el carácter de clase proletario del movimiento y habían hecho la ruptura
inevitable.
“Mucho mejor”, dijo. “La unidad es una cosa excelente, siempre que sea posible, pero hay cosas que
son más importantes que la unidad.”
Creo que es necesario recordar
estas palabras de Engels, precisamente en este momento, cuando aquí en este
Congreso estamos enarbolando la bandera de la unidad política de la clase
obrera internacional.
Mediante el informe del
camarada Dimitrov, el Congreso ha subrayado con mucha fuerza su voluntad de
luchar por un partido obrero unido en cada país, por un partido mundial de la
clase obrera. Pero este partido sólo puede crearse sobre la base de la unidad de principios y no sobre la base
de un bloque podrido entre los
elementos pequeñoburgueses y proletarios según el modelo de la Segunda
Internacional. Recordaríamos a los miles, decenas y centenas de miles de
obreros socialdemócratas que se consideran seguidores y discípulos de Marx y
Engels, que nosotros y ellos estaríamos cometiendo un crimen contra nuestra
clase si repetimos esa “unidad” ficticia que condujo a la catástrofe del 4 de
agosto de 1914, al bloque entre un sector de la clase obrera y la burguesía, y
que, en último análisis, facilitó la victoria del fascismo. ¡La clase obrera no necesita la unidad de
ese tipo! Queremos la unidad por la que nuestro maestro Federico Engels
luchó toda su vida; haremos todos los esfuerzos posibles por lograr esa unidad,
y lo vamos a lograr.
Pero esta unidad sólo la puede
lograr un Partido que se gana la confianza de las masas con sus acciones, un
Partido que supera el esquematismo y la vulgarización en su aproximación al
movimiento de masas. Es por ese Partido
por el que Engels luchó. Él criticó despiadadamente la pasividad y la
inactividad como las formas más perniciosas de oportunismo. En su correspondencia
con los líderes de la clase obrera no se cansó de repetir: el Partido debe actuar bajo cualquier circunstancia.
Debe participar en el conjunto de la vida política del país y aprovechar todos
los eventos en la política interna y exterior para intervenir activamente; debe
estar siempre con las masas, en cualquier lugar; debe lanzar en el momento
oportuno verdaderas consignas combativas
que deben emanar de las masas mismas, y debe lanzar nuevas consignas cuando el movimiento
crezca. Esta es la principal norma táctica del partido proletario, sobre el que
Engels insistió.
El partido que existe en el
círculo estrecho y cerrado de sus seguidores inmediatos, que se sitúa fuera de las cosas que preocupan al
pueblo, que no capta las cosas que interesan a las masas en un momento dado,
que no es capaz de traducir las exigencias y los deseos del pueblo en consignas
claras e inteligibles, ese partido no puede tomar el liderazgo de los
movimientos de masas.
Engels fue particularmente duro
en sus ataques a los que fallaron en estar presentes en los momentos decisivos
de la lucha de masas. En relación con esto, Engels dijo abiertamente que el
Partido que se pierde un momento decisivo, que no intervenga, estará muerto y
enterrado por algún tiempo.
A menudo, en la práctica, la
pasividad y la inactividad, enmascaradas con frases de “izquierda”, se esconden
jugando a las conspiraciones, jugando
a ser organizaciones exclusivamente clandestinas, y degeneran en carbonarismo, lo cual es ajeno al
espíritu del partido del proletariado. Por otro lado, el cretinismo
parlamentario, la adaptación a la legalidad burguesa a toda costa, negando la
importancia de las formas ilegales de organización, y el miedo a la violencia,
también paralizan la capacidad de lucha de la clase obrera.
Engels luchó contra las
manifestaciones de ambas formas de pasividad. Enseñó a los partidos proletarios
a tomar todas las ventajas posibles de la legalidad burguesa, con el propósito
de unir a las fuerzas de la clase obrera, de prepararlas para la lucha por la
dictadura del proletariado, transformando la legalidad burguesa en un arma de
la lucha contra la burguesía. Denunció las tácticas conspirativas blanquistas-bakuninistas
que la policía internacional utiliza contra las organizaciones obreras, e instó
a la necesidad de una vigilancia especial en lo que se refiere a los espías y
provocadores que se han infiltrado en las organizaciones obreras. Al mismo
tiempo, no escatimó ataques contra los socialdemócratas, serviles al gobierno,
que sostuvieron que el partido obrero no era un partido de la violencia
revolucionaria.
“Atacar la violencia”, escribió con indignación, “como algo que es inadmisible, cuando se sabe que, en último análisis, no conseguiremos nada sin violencia...” (Archivo Marx y Engels, vol. I (VI)).
Engels insistió en que los
revolucionarios proletarios deben ser capaces de utilizar todas las formas de lucha contra el enemigo de clase. Bajo la
dirección de Lenin y Stalin, el Partido bolchevique aplicó estos principios de
Engels en el curso de veinticinco años de gran experiencia, combinando las
formas legales e ilegales de trabajo, que como se sabe constituyen la base de
las decisiones sobre organización del II Congreso de la Internacional
Comunista.
¿Nuestras Secciones han
utilizado al máximo estos principios? No,
no lo han hecho. Muchos camaradas están convencidos de que bajo el terror
fascista no hay lugar para asideros “legales”, para manifestaciones públicas
del movimiento obrero, para desarrollar una amplia lucha de masas. Pero el
fascismo se ve obligado a crear una
base de masas, a crear sus organizaciones de masas, a recurrir a la demagogia
social. Por lo tanto, es deber de los comunistas penetrar las organizaciones
fascistas de masas, utilizar la demagogia social fascista contra la dictadura
fascista y así socavar la base de masas del fascismo. Será imposible abrirnos
paso hacia las masas en estas condiciones, a menos que realicemos un trabajo cotidiano
y sistemático en las organizaciones de masas fascistas y a menos que combinemos
los métodos de trabajo legales con los ilegales.
Al mismo tiempo, es un error
pensar que no necesitamos organizaciones ilegales en los países donde el
movimiento obrero es legal. La persecución de los empleadores en todos los
países nos obliga a establecer núcleos secretos en las fábricas, ilegalmente.
El crecimiento de la amenaza del fascismo obliga a los Partidos Comunistas
“legales” a adoptar medidas en preparación para la posible transición a una
posición ilegal, con el fin de evitar repetir el error cometido por los Partidos
Comunistas italiano y alemán. Debemos recordar que el movimiento de frente único
“legalizó” espontáneamente a los Partidos Comunistas perseguidos, que la lucha
de masas trae a la superficie a las organizaciones más clandestinas.
Una de las variedades del
esquematismo y la vulgarización contra la que luchó Engels es la aplicación mecánica de las proposiciones
tácticas fundamentales, sin tener en cuenta las circunstancias particulares de
cada país individual.
Somos el partido mundial del
proletariado, el partido construido sobre la base de una verdadera unidad
política y organizativa, un partido que resume y generaliza la experiencia del
movimiento obrero mundial, un partido que sigue verdaderamente una táctica internacional basada en la unidad de
intereses del proletariado internacional. Pero esta táctica internacional no excluye
las diferencias creadas por las características específicas del desarrollo de
cada país. La internacionalización de la experiencia del movimiento obrero
mundial no significa hacer estereotipos
igualmente aplicables al movimiento obrero en cualquier país. Aquellos que
piensan que basta con tener en el
bolsillo unas cuantas fórmulas ya hechas, para aplicarlas al movimiento obrero
mundial en su conjunto, no internacionalizan el movimiento obrero, sino que lo paralizan
y obstaculizan su desarrollo.
Engels era un ejemplo clásico
del auténtico líder internacional que conocía a la perfección el secreto de
combinar adecuadamente el carácter internacional de nuestro movimiento
comunista con la capacidad de tomar en cuenta sus características nacionales
específicas. Él estaba estrechamente relacionado con el movimiento obrero
alemán; estaba excelentemente informado de todos los detalles del movimiento
obrero francés; desde 1844 tomó parte muy activa en las luchas del proletariado
británico; hizo un profundo estudio del movimiento obrero norteamericano (él mismo
viajó a través del océano); estaba excepcionalmente bien informados sobre las
condiciones y el progreso de la lucha proletaria en Italia y en los Pirineos;
estaba muy interesado en el movimiento revolucionario en Rusia, en los países eslavos
de Occidente y en los países eslavos del Sur .
Es precisamente este
conocimiento profundo de las condiciones en diversos países lo que capacitó
adecuadamente a Engels para dirigir los partidos obreros de esos países, y para
ser un verdadero líder y organizador de la Internacional proletaria.
“La emancipación del campesino italiano”, le escribió a Bovio, “no se llevará
a cabo en la forma en que se realizará la emancipación de los obreros de las
fábricas inglesas, pero cuanto más ambos utilicen las formas correspondientes a
sus respectivas condiciones, tanto más las cosas corresponderán al fondo de la
cuestión.”
Tales son los principales
principios tácticos de Engels a la luz de nuestra gran época, a la luz de las
tareas que enfrenta nuestro Congreso.
Engels nos enseñó que, al
definir nuestra táctica, debemos enfocar los procesos revolucionarios fundamentales
en la vida de los pueblos no con esquemas absolutos, ni con estándares prefabricados,
sino basándonos en un estudio profundo de la disposición de las fuerzas de
clase en cada país individual, en cada momento dado. Él nos enseñó a tener en
cuenta la situación de cada clase por separado, de cada uno de sus grupos, a
estudiar todos los antagonismos de
clase y los métodos por los cuales el proletariado puede tomar ventaja de
ellos, e indefectiblemente tener en cuenta la situación internacional en su
conjunto.
Engels nos enseñó a ser un
Partido activo y combativo, tanto cuando la marea del movimiento obrero está en
flujo como cuando se encuentra temporalmente en reflujo, y ser capaz de
encontrar la cuestión particular que afecta profundamente a las masas y permite
al Partido ampliar y fortalecer sus contactos con la clase obrera y los demás trabajadores.
Nos enseñó a unirnos a un movimiento no sólo después de que éste haya empezado,
sino a prepararlo, organizarlo y –ganando la confianza de las masas– a
dirigirlo. Nos instó a responder a cada evento que estimule a las masas, a
desarrollar grandes movimientos en batallas decisivas y así transformar el Partido
en una fuerza que gane prestigio entre todos los trabajadores y aumente su
confianza en su propia fuerza.
Engels nos enseñó a no ser
presumidos en el momento de la victoria y a no perder el ánimo en el momento de
la derrota temporal. Nos enseñó a no tener miedo de empezar desde el principio
si somos derrotados, sino a empezar con la firme convicción de que debemos
lograr la victoria en el segundo intento.
Engels nos enseñó a seguir una
política de masas que corresponda a
los intereses fundamentales de las más amplias masas del pueblo trabajador, que
ayude a unir a las masas de campesinos y trabajadores de los pueblos en torno al
proletariado. En la situación actual, esto significa, en primer lugar, la
creación de un frente popular contra el fascismo en los países capitalistas, y
un frente de los pueblos contra la guerra en el ámbito internacional.
Engels nos enseñó a hacer una sobria
valoración de la situación, a no avanzar antes de que las masas se hayan
incorporado al movimiento, pero al mismo tiempo a no ir a la zaga de las masas;
a no adaptar nuestras tácticas en función de los sectores más atrasados de las masas;
a ser capaces de hacer avanzar a estas masas, por medio de una acción decidida
y rápida, a consolidar cada éxito del movimiento y tomar este éxito como el
punto de partida para nuevos éxitos.
Engels nos enseñó a luchar por
cada centímetro de terreno ganado por la clase obrera, a aprovechar todas las contradicciones
en el campo del enemigo, a no sacrificar el carácter de clase del Partido y el
objetivo de fortalecer al proletariado, a estar en toda organización en que se
encuentren las masas obreras, y a utilizar las formas de lucha legales e
ilegales, que, en las condiciones actuales, significa el fortalecimiento de las
organizaciones ilegales mediante la ampliación de su influencia legal entre las
masas y la ampliación de esa influencia a través del fortalecimiento de las
organizaciones ilegales.
Estamos viviendo y luchando en
una situación incomparablemente más complicada que la que existía en el tiempo
de Engels. Pero el rico legado táctico de Engels todavía conserva su
importancia en esta nueva situación. Los comunistas utilizarán este legado
durante un largo tiempo todavía, y aplicarán los principios de Engels de una
manera bolchevique.