“A continuación se presenta la traducción de un capítulo del libro de Claude Varlet: “Crítica de Bettelheim, I, La Revolución de Octubre y la lucha de clases en la URSS”, escrito en 1978. …Es un deber de los marxista-leninistas desenmascarar ciertas corrientes académicas pequeñoburgueses que pretenden adoptar un punto de vista marxista-leninista, cuando en realidad introducen puntos de vista ideológicos ajenos.
Una de las principales críticas de Bettelheim a la Unión Soviética es que ésta siguió la economista “teoría de las fuerzas productivas”. Ahí Bettelheim no hace ninguna distinción de principio entre el período de la construcción socialista bajo Stalin y el período de la dominación revisionista burguesa bajo Jruschov y sus sucesores. En particular, critica a la Unión Soviética, por lo menos desde la década de 1930, por considerar como principal el desarrollo de las fuerzas productivas.
Varlet critica tanto el economismo de la teoría de las fuerzas productivas como el idealismo de la crítica de Bettelheim a esa teoría. Para aportar a la crítica de Varlet, debemos examinar la crítica de Stalin a Yaroshenko en “Problemas económicos del socialismo en la URSS”, escrito en 1952. Yaroshenko había planteado una versión más cruda de la teoría de las fuerzas productivas. Stalin respondió:
“El principal error del camarada Yaroshenko consiste en que aparta del marxismo en la cuestión relativa al papel de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en el desarrollo de la sociedad: exagera desmesuradamente el papel de las fuerzas productivas, subestima, también desmesuradamente, el papel de las relaciones de producción y acaba declarando que en el socialismo las relaciones de producción son parte integrante de las fuerzas productivas”.
Debe quedar claro que Stalin no fue defensor de la teoría de las fuerzas productivas y que en realidad luchó contra ella hasta los últimos días de su vida.
En la misma sección de esa obra, Stalin también expuso sus puntos de vista sobre las bases materiales necesarias para la transición al comunismo. Sin embargo, este es un tema para una discusión diferente. Instamos a los lectores a examinar la obra de Stalin por sí mismos…”
George Gruenthal
El economismo y
el idealismo histórico
en la obra de
Charles Bettelheim
Claude Varlet
(1978)
Según Bettelheim, el economismo es la característica esencial del “marxismo
congelado”. Por tanto, es necesario examinar la crítica que Bettelheim hace al economismo,
a fin de demostrar que, bajo el pretexto de criticar la teoría de las fuerzas
productivas, nuestro eminente teórico ha sustituido el materialismo histórico
con el idealismo histórico.
Bettelheim comienza dando una definición original del economismo: “...el
término ‘economismo’ fue utilizado por Lenin para caracterizar críticamente una
concepción del marxismo que pretende reducirla a una mera ‘teoría económica’,
mediante el cual se pueden interpretar todos los cambios sociales”. (1)
Esta definición es absolutamente notable, ya que no expone la verdadera
esencia del economismo ni muestra su carácter contrarrevolucionario. El economismo,
que tiene su expresión concentrada en la teoría de las fuerzas productivas, no
reduce el marxismo a “una mera teoría económica”, sino que presenta el
desarrollo de la sociedad como el resultado exclusivo, natural y espontáneo del
desarrollo de las fuerzas productivas, y en particular del desarrollo de los
medios de producción. Por lo tanto, distorsiona groseramente las relaciones que
existen entre lo objetivo y lo subjetivo, la revolución y la producción, la
superestructura y la base económica, las relaciones de producción y las fuerzas
productivas. Esta distorsión vulgar de la concepción materialista de la
historia es el fundamento del culto de la espontaneidad. En esencia, la teoría
de las fuerzas productivas se opone a que el proletariado haga la revolución: está
dirigida contra la revolución proletaria y la dictadura del proletariado. Esta
es la base lógica de todo oportunismo.
Veamos ahora a la crítica que Bettelheim hace del economismo. Consta de los
siguientes puntos: la base y la superestructura, la base material de la lucha
de clases, y el papel del factor subjetivo en la historia.
Bettelheim critica la siguiente tesis de Stalin tomada de “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo
histórico”:
“Al principio,
cambian y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad y luego, en dependencia con estos cambios y en consonancia con ellos, cambian las
relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas.” (2)
Esta es la crítica que hace Bettelheim:
“La tesis formulada de este modo no niega el papel de la lucha de clases –en la medida en que existe una sociedad en que las clases antagónicas se enfrentan entre sí– pero relega ésta a un nivel secundario: la lucha de clases interviene fundamentalmente con el fin de destruir las relaciones de producción que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, generando así nuevas relaciones de producción que se ajustan a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas.” (3)
Bettelheim está confundiendo las cosas: Stalin no niega el papel de la
lucha de clases ni la relega a un nivel de secundario, por la sencilla razón de
que, en el pasaje citado, no se examina el papel de la lucha de clases en la
transformación de las relaciones de producción, sino la unidad dialéctica entre
las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Más específicamente, Stalin
está exponiendo correctamente la ley descubierta por Marx sobre la necesaria
correspondencia entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas –
ley que fue enunciada magníficamente en el “Prólogo
a la Contribución a la crítica de la economía política”(4). Stalin estaría
negando el papel de la lucha de clases, o relegándole a un nivel secundario, si
afirmara que las fuerzas productivas altamente desarrolladas, de forma
automática y espontáneamente, engendran un nuevo sistema social, que el paso de
las viejas a las nuevas relaciones de producción no se producen de manera
revolucionaria mediante la destrucción de las viejas relaciones de producción y
el derrocamiento de la clase dominante que las personifica. Pero, por el
contrario, Stalin, en “Sobre el materialismo
dialéctico y el materialismo histórico”, critica la teoría revisionista de
las fuerzas productivas y demuestra que es la revolución la que libera las
fuerzas productivas de la sociedad. Más que eso. Bettelheim afirma que Stalin está
“relegando la lucha de clases a un nivel secundario” al considerar que “interviene
esencialmente con el fin de aplastar las relaciones de producción que impiden
el desarrollo de las fuerzas productivas, generando así nuevas relaciones de
producción que se ajustan a las necesidades del desarrollo de las fuerzas
productivas”. Me gustaría hacer algunas preguntas al profesor Bettelheim: ¿la
lucha revolucionaria del Tercer Estado no tuvo como objetivo destruir las
relaciones feudales de producción que eran un yugo sobre las nuevas fuerzas
productivas y establecer nuevas relaciones de producción, capitalistas, que correspondían
mejor al desarrollo de las fuerzas productivas e impulsaban su desarrollo? ¿El
proletariado, que está vinculado a las fuerzas productivas más modernas, no
lucha por romper las relaciones capitalistas de producción personificada por la
burguesía y lograr que la forma de apropiación corresponda al carácter social
de las fuerzas productivas? Después de la revolución socialista, cuando las
relaciones de producción y las fuerzas productivas están en consonancia (este
es el aspecto fundamental) y en contradicción, ¿el proletariado no lucha
implacablemente para transformar las partes de las relaciones de producción que
no corresponden a las fuerzas productivas? Si Bettelheim da una respuesta
negativa a estas preguntas es porque niega que la lucha de clases sea la
cristalización de la contradicción entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, y rechaza la ley de la necesaria correspondencia entre
las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Este desafío no es
nuevo, ya en “La transición a la economía
socialista”, Bettelheim formuló “la ley de la necesaria correspondencia o
no correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las
fuerzas productivas”. Es decir, las fuerzas productivas y las relaciones de producción se corresponden o no
se corresponden. De este modo, Bettelheim niega que, como regla general, las
fuerzas productivas desempeñan el papel principal y decisivo, ya que son el
elemento más revolucionario y más dinámico, y que el desarrollo y el cambio de
las relaciones de producción seguirán, tarde o temprano, al desarrollo y a la
transformación de las fuerzas productivas. Esto no quiere decir que las
relaciones de producción se sometan pasivamente a las exigencias del desarrollo
de las fuerzas productivas, sino que las relaciones de producción frenan o
impulsan el desarrollo de las fuerzas productivas y, en determinadas
condiciones, juegan un papel decisivo.
En la “Carta a Mao”, dirigida a
la revista italiana Il Manifesto en
1971, Bettelheim escribió que Mao Tsetung “desafía cierta concepción de las
relaciones entre la base económica y la superestructura política e ideológica.
En 1968, Yves Duroux criticó dicha concepción, definiéndola como ‘el modelo
casero’. De hecho, este modelo no es más que una metáfora que ha permitido (y
permite) encontrar algunos instrumentos de análisis y ponerlos en orden; en ese
aspecto, es útil. Pero no tiene ningún fundamento ni significado teórico, y,
cuando uno trata de hacer que funcione teóricamente, sólo puede tener
consecuencias ideológicas peligrosas. Uno de estos peligros relacionados con el
uso seudo-teórico de este modelo, así como de las relaciones de dependencia y
autonomía que evoca entre la base y la superestructura, es que presupone la
existencia de una base animada por su propia dinámica, que surge contra la
resistencia de la superestructura que existe independientemente de la base.”
Bettelheim aquí distorsiona la concepción materialista dialéctica de las
relaciones entre la base y la superestructura. Bajo el pretexto de que la base
económica no puede existir sin la superestructura y que esta última, en cambio
actúa sobre la base, Bettelheim niega que, en general, la base económica juega
el papel esencial y determinante, que la naturaleza de la base económica
determina la de la superestructura. Esta tesis materialista es la que Marx
explicó brillantemente en su “Prólogo a
la Contribución a la Crítica de la Economía Política”:
“El conjunto de
estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la
base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la
que corresponden determinadas formas de conciencia social. [...] Al cambiar la
base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa
superestructura erigida sobre ella.” (5)
Además, es una falsedad afirmar que Mao Tsetung fue el que descubrió que la
superestructura no es un producto pasivo de la base, que tiene una
independencia relativa y a su vez actúa sobre la base, y que, en determinadas
condiciones, puede desempeñar un papel decisivo sobre la base económica. De
hecho, Engels, en los últimos años de su vida, explicó cómo se debe entender y
aplicar la teoría del materialismo histórico, criticando el materialismo vulgar
y destacando el papel del factor subjetivo. Las cartas a J. Bloch, C. Schmidt y
H. Starkenburg (6) explican correctamente las relaciones entre la base y la
superestructura, y entre lo objetivo y lo subjetivo, y son una inmensa
contribución al desarrollo del materialismo histórico. Lenin también arrojó luz
sobre el enorme efecto estimulante que desempeña la transformación de la
superestructura en el desarrollo de la base económica del socialismo. Refutando
los argumentos del menchevique N. Sujánov, que afirmaba que Rusia no estaba
preparada para el socialismo, Lenin resaltó que éste no sabía absolutamente
nada acerca de la dialéctica revolucionaria del marxismo, y declaró:
“Si para crear
el socialismo se exige un determinado nivel cultural… ¿por qué, pues, no
podemos comenzar primero por la conquista revolucionaria de las premisas para
este determinado nivel, y lanzarnos luego,
respaldados con el poder obrero y campesino y con el régimen soviético, a
alcanzar a otros pueblos?” (7)
Si bien no descubrió el papel activo que desempeña la superestructura (*),
Mao Tsetung por lo menos ayudó a desarrollar la ciencia marxista-leninista, al
hacer una evaluación de la experiencia práctica desde la Revolución de Octubre
y al analizar en detalle la superestructura de la sociedad socialista y la
unidad dialéctica que forma con la base económica. En “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del
pueblo”, explica que en la sociedad socialista se mantiene la contradicción
entre la superestructura y la base económica, pero que, por su carácter, se
distingue fundamentalmente de la contradicción entre la base y la
superestructura en la vieja sociedad:
“Este fenómeno
de consonancia y contradicción simultaneas, además de darse entre las
relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, se
presenta también entre la superestructura y la base económica. La
superestructura –el sistema estatal y las leyes de la dictadura democrática
popular, así como la ideología socialista guiada por el marxismo-leninismo–
desempeña un positivo papel impulsor para la victoria de las transformaciones socialistas
y el establecimiento de la organización socialista del trabajo en nuestro país;
ella está en consonancia con la base económica socialista, es decir, con las
relaciones de producción socialistas. Pero, a su vez, la existencia de la
ideología burguesa, cierto estilo burocrático en nuestros organismos estatales
y las deficiencias en algunos eslabones del sistema estatal, están en
contradicción con la base económica socialista.” (8)
Este es un análisis muy penetrante, que muestra la necesidad de que el
proletariado continúe la revolución en la superestructura con el fin de
consolidar la base económica socialista.
Bettelheim analiza la base material de la lucha de clases de la siguiente
manera: “Dado que el economismo define el desarrollo de las fuerzas productivas
como el motor de la historia, uno de sus efectos principales es representar la
lucha política entre las clases como consecuencia directa e inmediata de las
contradicciones económicas. Por lo tanto, se supone que estas últimas son capaces
por sí mismas de ‘generar’ los cambios sociales y, ‘cuando haya llegado el
momento’, las luchas revolucionarias. La clase obrera aparece así empujada espontáneamente
hacia la revolución (por lo tanto, no es necesario formar un partido proletario).”
(9)
Al afirmar que la lucha de clases no es el producto de las “contradicciones
económicas”, Bettelheim niega que la lucha de clases sea la manifestación de la
contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
Esto le lleva a la necesidad de sostener que la lucha de clases cae del cielo. De
esta forma, adopta el punto de vista opuesto a la enseñanza del
marxismo-leninismo que dice: “La contradicción
entre producción social y apropiación capitalista se manifiesta como
contraposición de proletariado y burguesía.” (10)
Al negar que la contradicción fundamental de la sociedad capitalista, la
contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado
de la propiedad, se manifiesta en las relaciones de clase, en la contradicción
entre la burguesía y el proletariado, Bettelheim suprime toda la base material
de la lucha entre las dos clases fundamentales de la sociedad burguesa y, al
mismo tiempo, niega que el socialismo sea una necesidad histórica objetiva,
independiente de la voluntad del hombre. Esta concepción idealista de la
historia conduce a Bettelheim a quedar atrapado en un dilema absurdo: o bien la
clase obrera es empujada espontáneamente hacia la revolución, y entonces no es
necesario formar un partido proletario, o es necesario formar un partido proletario
y la clase trabajadora entonces no es empujada de forma espontánea hacia la
revolución. Es un dilema absurdo, ya que las dos proposiciones contrarias –una de
las cuales debe elegir el lector– son igualmente falsas. Si la clase obrera no es
empujada espontáneamente hacia la revolución, la actividad de los comunistas
para elevar al proletariado a la conciencia de su lugar en la sociedad
capitalista, de sus intereses de clase y de su misión histórica, no tiene una
base objetiva y está inevitablemente condenada al fracaso. Si es necesario
formar un partido proletario capaz de dirigir todas las manifestaciones de la
lucha de clase del proletariado, no es porque la clase obrera no sea empujada
espontáneamente hacia la revolución, sino porque la clase obrera no está en
condiciones, por sus propias fuerzas, de desarrollar la ideología socialista,
el socialismo científico, y que por esta razón, el movimiento obrero espontáneo
tiende inevitablemente a ser sometido a la ideología burguesa. Al quedar atrapado
en este dilema absurdo, Bettelheim demuestra claramente que no entiende que,
por su situación, el proletariado es empujado espontáneamente hacia la
revolución, pero sin ser consciente de su situación, de su misión como
sepulturero de la burguesía y de que su victoria es inevitable. Así, bajo el
pretexto de que el proletariado no puede, por sí solo, tener conciencia
marxista-leninista, Bettelheim niega que la lucha del proletariado contra la
burguesía comience con su propia existencia y que esta lucha se dirige contra
las relaciones de producción capitalistas y la dominación de la burguesía. Al
igual que Bernstein y todos los revisionistas después de él, Bettelheim, al
negar que la lucha de clases del proletariado tenga su fundamento en las
insuperables contradicciones de la sociedad capitalista, extirpa toda la base
material y objetiva de la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria
y la pone sobre una base idealista.
La misma concepción idealista de la historia lleva a Bettelheim a sostener
que es la dirección del partido del proletariado la que determina el carácter
proletario de la revolución:
“Desde el punto de vista del contenido de clase de la revolución de Octubre
y del régimen que resultó de ella, lo que es decisivo es el papel dirigente del
partido bolchevique.
“Todas las revoluciones se deben
a la acción decidida y al heroísmo de las masas, y, en particular –cuando esta
clase está presente–, de la clase obrera. Eso fue así en el caso de la
revolución de Febrero de 1917, en el que las clases obreras de Petrogrado,
Moscú y otras ciudades jugaron el papel decisivo, y sin embargo, esa revolución
no condujo al establecimiento de un gobierno proletario. La Revolución de
Octubre fue diferente a todas las revoluciones anteriores, con excepción de la
Comuna de París, en virtud del hecho de que fue realizada bajo la guía de las
ideas proletarias.” (11)
Bettelheim recurre a la afirmación de que la revolución de Febrero no condujo
al establecimiento de un gobierno proletario, porque no fue “realizado bajo la guía
de las ideas proletarias”. En otras palabras, el carácter burgués o proletario
de la revolución depende de la existencia o inexistencia de “la guía de las
ideas proletarias”. Bettelheim así sustituye el marxismo-leninismo con el idealismo
subjetivo. En efecto, el carácter de una revolución está determinado por el
carácter de la sociedad en que se desarrolla, es decir, por la naturaleza de la(s)
contradicción(es) fundamental(es) que caracteriza(n) a esa sociedad, que la
revolución debe resolver. Es la naturaleza de la(s) contradicción(es) fundamental(es)
la(s) que determina(n) cuáles son los objetivos, las tareas y las fuerzas
motrices de la revolución. Veamos el análisis que Mao Tsetung realizó sobre el carácter
de la revolución china:
“Puesto que la
sociedad china es colonial, semicolonial y semifeudal, que los enemigos
principales de la revolución china son el imperialismo y las fuerzas feudales,
que las tareas de la revolución china consisten en derrocar a estos dos
enemigos principales por medio de una revolución nacional y democrática, que en
esta revolución también la burguesía toma parte en ciertos períodos, y que,
incluso cuando la gran burguesía traiciona a la revolución pasando a ser
enemiga suya, el filo de la revolución sigue dirigido contra el imperialismo y
el feudalismo y no contra el capitalismo y la propiedad privada capitalista en
general, dado todo esto, la revolución china en la presente
etapa no es, por su carácter, socialista proletaria, sino democrático-burguesa.” (12)
Si se aplica el criterio establecido por Bettelheim a la revolución china,
uno debe concluir que, desde 1927 hasta 1949, la revolución china, dado que fue
dirigida por el proletariado y su partido, el PCCh, no fue democrático-nacional,
sino una revolución proletaria. En realidad, el papel dirigente del
proletariado y del PCCh de ninguna manera cambió el carácter de la revolución
china en el período 1927-1949. Por el contrario, sin la dirección del
proletariado, la revolución antifeudal y antiimperialista no podría haber
alcanzado la victoria completa, coronada con el establecimiento de la República
Popular de China en 1949, y no habría sido posible el paso ininterrumpido de la
revolución china de la etapa democrática a la etapa socialista. Por lo tanto,
Bettelheim se muestra incapaz de comprender, por una parte, la diferencia de
contenido entre la revolución democrática (dirigida contra el imperialismo y el
feudalismo) y la revolución socialista (dirigida contra el capitalismo), y, por
otra, la diferencia y la conexión entre la revolución democrática burguesa
dirigida por el proletariado (como la revolución de nueva democracia) y la
revolución socialista. Finalmente, volvamos a las dos revoluciones rusas de
1917: la revolución de Febrero no se distingue, desde el punto de vista de su
carácter, de la Revolución de Octubre, por el hecho de que el primero no fue
dirigido por el partido bolchevique, sino porque su objetivo era derrocar al
zarismo y la dominación de los terratenientes, y no al capitalismo. Al afirmar
que es la dirección del partido proletario la que determina el carácter
proletario de la revolución, Bettelheim sobreestima el papel del factor
subjetivo, al que otorga un valor absoluto en la transformación de la realidad,
y niega el papel de las condiciones objetivas y de la posibilidades reales de
la situación. La absolutización del factor subjetivo conduce a Bettelheim hacia
el idealismo. (**)
Con el pretexto de criticar el “marxismo congelado”, Bettelheim abandona
las posiciones del materialismo histórico, porque distorsiona la concepción
marxista de las relaciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción y entre la base y la superestructura, niega que la lucha de clases
tiene su base en las contradicciones de la sociedad y, absolutiza el papel del
factor subjetivo. En los siguientes capítulos veremos que el idealismo
histórico y el materialismo vulgar se llevan bien juntos en los análisis que
Bettelheim dedica a la transición socialista y la lucha de clases en la URSS.
1) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the USSR, First Period, 1917-1923, Monthly Review Press, Nueva York y Londres, 1976, p. 33, edición en inglés.
Notas
*
Un detalle llama la atención: en la década de 1930, criticando el dogmatismo
dentro del PCCh, Mao Tsetung demostró que, en general, lo objetivo, la
práctica, las fuerzas productivas y la base económica, desempeñan el papel
principal y determinante, pero que, en determinadas condiciones, lo subjetivo,
la teoría, las relaciones de producción y la superestructura pueden desempeñar
un papel decisivo. También hizo una exposición sistemática de la teoría
marxista de las relaciones entre lo objetivo y lo subjetivo, la práctica y la
teoría, las fuerzas productivas y relaciones de producción, la base económica y
las relaciones de producción [es evidente que aquí se quiso decir
“superestructura” – nota del traductor],
subrayando lo que distingue el materialismo histórico del materialismo vulgar,
pero, repito, él no descubrió el papel activo que desempeñan el factor
subjetivo y la superestructura.
**
Y al aventurerismo en política: en varias ocasiones, Bettelheim avanza
concepciones de tipo trotskista sobre el carácter de la revolución en las
colonias y semicolonias. Para un análisis marxista-leninista de las relaciones
entre los factores objetivos y subjetivos de la revolución, véase el artículo
de Foto Cami: “Los factores objetivos y
subjetivos en la revolución” (13) y también su informe: “La mayor transformación revolucionaria de la
vida del país y algunas cuestiones de la teoría y la práctica del socialismo”
(14).
Referencias
1) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the USSR, First Period, 1917-1923, Monthly Review Press, Nueva York y Londres, 1976, p. 33, edición en inglés.
2)
Stalin, José, Sobre el materialismo dialéctico
e histórico, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1941.
3) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the URSS, op. cit., p. 23, edición en inglés.
4) Marx, Karl, Preface and Introduction to A Contribution to the Critique of Political
Economy, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1976, pp. 2-3, edición en
inglés.
5) Ibíd., pp., 2-3.
6) Marx, Karl y Engels, Frederick, Etudes philosophiques, Ed. Sociales,
1977, pp. 236-259, edición francesa. Lettres sur le capital, Correspondances
Marx-Engels, Ed. Sociales, 1964, pp. 410-412, edición francesa.
7)
Lenin, Vladimir, Collected Works, Cuarta
edición, Editorial Progreso, vol. 33, Nuestra
Revolución, pp. 478-479.
8)
Mao Tsetung, Obras Escogidas,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, vol. V, pp. 394-395, edición en inglés.
9)
Bettelheim, Charles, Class Struggles in
the URSS, op. cit., pp. 33-34, edición en inglés.
10)
Engels, Frederick, Anti-Dühring,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1976, p. 349, edición en inglés.
11) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the URSS, op. cit., p. 92, edición en inglés.
12)
Mao Tsetung, Obras Escogidas, Lenguas
Extranjeras, Pekín, 1967, vol. II, La
revolución china y el Partido Comunista de China, p. 326, edición de inglés.
13) Albania
Hoy, 1973, nº 1.
14) En “Some
Questions Of Socialist Construction in Albania and of the Struggle Against
Revisionism”, “Naim Frasheri” Publishing House, Tirana, 1971.
Cortesía:
«Critique de Bettelheim I: La Revolution
d'octobre et les luttes de clases en URSS», Nouveau Bureau d'edition,
París, 1978. Traducido del francés por George Gruenthal.
Fuente:
revolutionarydemocracy.org
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
Inessa de la Torre.