martes, 22 de octubre de 2013

El economismo y el idealismo histórico en la obra de Charles Bettelheim

 
“A continuación se presenta la traducción de un capítulo del libro de Claude Varlet: “Crítica de Bettelheim, I, La Revolución de Octubre y la lucha de clases en la URSS”, escrito en 1978. …Es un deber de los marxista-leninistas desenmascarar ciertas corrientes académicas pequeñoburgueses que pretenden adoptar un punto de vista marxista-leninista, cuando en realidad introducen puntos de vista ideológicos ajenos. 
 
Una de las principales críticas de Bettelheim a la Unión Soviética es que ésta siguió la economista “teoría de las fuerzas productivas”. Ahí Bettelheim no hace ninguna distinción de principio entre el período de la construcción socialista bajo Stalin y el período de la dominación revisionista burguesa bajo Jruschov y sus sucesores. En particular, critica a la Unión Soviética, por lo menos desde la década de 1930, por considerar como principal el desarrollo de las fuerzas productivas.
 
Varlet critica tanto el economismo de la teoría de las fuerzas productivas como el idealismo de la crítica de Bettelheim a esa teoría. Para aportar a la crítica de Varlet, debemos examinar la crítica de Stalin a Yaroshenko en “Problemas económicos del socialismo en la URSS”, escrito en 1952. Yaroshenko había planteado una versión más cruda de la teoría de las fuerzas productivas. Stalin respondió:
 
“El principal error del camarada Yaroshenko consiste en que aparta del marxismo en la cuestión relativa al papel de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en el desarrollo de la sociedad: exagera desmesuradamente el papel de las fuerzas productivas, subestima, también desmesuradamente, el papel de las relaciones de producción y acaba declarando que en el socialismo las relaciones de producción son parte integrante de las fuerzas productivas”. 

Debe quedar claro que Stalin no fue defensor de la teoría de las fuerzas productivas y que en realidad luchó contra ella hasta los últimos días de su vida.
 

En la misma sección de esa obra, Stalin también expuso sus puntos de vista sobre las bases materiales necesarias para la transición al comunismo. Sin embargo, este es un tema para una discusión diferente. Instamos a los lectores a examinar la obra de Stalin por sí mismos…”
George Gruenthal
 
 
El economismo y el idealismo histórico
en la obra de Charles Bettelheim
Claude Varlet
(1978) 


Según Bettelheim, el economismo es la característica esencial del “marxismo congelado”. Por tanto, es necesario examinar la crítica que Bettelheim hace al economismo, a fin de demostrar que, bajo el pretexto de criticar la teoría de las fuerzas productivas, nuestro eminente teórico ha sustituido el materialismo histórico con el idealismo histórico. 
 
Bettelheim comienza dando una definición original del economismo: “...el término ‘economismo’ fue utilizado por Lenin para caracterizar críticamente una concepción del marxismo que pretende reducirla a una mera ‘teoría económica’, mediante el cual se pueden interpretar todos los cambios sociales”. (1)
 
Esta definición es absolutamente notable, ya que no expone la verdadera esencia del economismo ni muestra su carácter contrarrevolucionario. El economismo, que tiene su expresión concentrada en la teoría de las fuerzas productivas, no reduce el marxismo a “una mera teoría económica”, sino que presenta el desarrollo de la sociedad como el resultado exclusivo, natural y espontáneo del desarrollo de las fuerzas productivas, y en particular del desarrollo de los medios de producción. Por lo tanto, distorsiona groseramente las relaciones que existen entre lo objetivo y lo subjetivo, la revolución y la producción, la superestructura y la base económica, las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Esta distorsión vulgar de la concepción materialista de la historia es el fundamento del culto de la espontaneidad. En esencia, la teoría de las fuerzas productivas se opone a que el proletariado haga la revolución: está dirigida contra la revolución proletaria y la dictadura del proletariado. Esta es la base lógica de todo oportunismo. 
 
Veamos ahora a la crítica que Bettelheim hace del economismo. Consta de los siguientes puntos: la base y la superestructura, la base material de la lucha de clases, y el papel del factor subjetivo en la historia. 
 
Bettelheim critica la siguiente tesis de Stalin tomada de “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico”: 
 
“Al principio, cambian y se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad y luego, en dependencia con estos cambios y en consonancia con ellos, cambian las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas.” (2)

Esta es la crítica que hace Bettelheim:

“La tesis formulada de este modo no niega el papel de la lucha de clases –en la medida en que existe una sociedad en que las clases antagónicas se enfrentan entre sí– pero relega
ésta a un nivel secundario: la lucha de clases interviene fundamentalmente con el fin de destruir las relaciones de producción que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, generando así nuevas relaciones de producción que se ajustan a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas.” (3) 

Bettelheim está confundiendo las cosas: Stalin no niega el papel de la lucha de clases ni la relega a un nivel de secundario, por la sencilla razón de que, en el pasaje citado, no se examina el papel de la lucha de clases en la transformación de las relaciones de producción, sino la unidad dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Más específicamente, Stalin está exponiendo correctamente la ley descubierta por Marx sobre la necesaria correspondencia entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas – ley que fue enunciada magníficamente en el “Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política”(4). Stalin estaría negando el papel de la lucha de clases, o relegándole a un nivel secundario, si afirmara que las fuerzas productivas altamente desarrolladas, de forma automática y espontáneamente, engendran un nuevo sistema social, que el paso de las viejas a las nuevas relaciones de producción no se producen de manera revolucionaria mediante la destrucción de las viejas relaciones de producción y el derrocamiento de la clase dominante que las personifica. Pero, por el contrario, Stalin, en “Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico”, critica la teoría revisionista de las fuerzas productivas y demuestra que es la revolución la que libera las fuerzas productivas de la sociedad. Más que eso. Bettelheim afirma que Stalin está “relegando la lucha de clases a un nivel secundario” al considerar que “interviene esencialmente con el fin de aplastar las relaciones de producción que impiden el desarrollo de las fuerzas productivas, generando así nuevas relaciones de producción que se ajustan a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas”. Me gustaría hacer algunas preguntas al profesor Bettelheim: ¿la lucha revolucionaria del Tercer Estado no tuvo como objetivo destruir las relaciones feudales de producción que eran un yugo sobre las nuevas fuerzas productivas y establecer nuevas relaciones de producción, capitalistas, que correspondían mejor al desarrollo de las fuerzas productivas e impulsaban su desarrollo? ¿El proletariado, que está vinculado a las fuerzas productivas más modernas, no lucha por romper las relaciones capitalistas de producción personificada por la burguesía y lograr que la forma de apropiación corresponda al carácter social de las fuerzas productivas? Después de la revolución socialista, cuando las relaciones de producción y las fuerzas productivas están en consonancia (este es el aspecto fundamental) y en contradicción, ¿el proletariado no lucha implacablemente para transformar las partes de las relaciones de producción que no corresponden a las fuerzas productivas? Si Bettelheim da una respuesta negativa a estas preguntas es porque niega que la lucha de clases sea la cristalización de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, y rechaza la ley de la necesaria correspondencia entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas. Este desafío no es nuevo, ya en “La transición a la economía socialista”, Bettelheim formuló “la ley de la necesaria correspondencia o no correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas”. Es decir, las fuerzas productivas y las relaciones de producción se corresponden o no se corresponden. De este modo, Bettelheim niega que, como regla general, las fuerzas productivas desempeñan el papel principal y decisivo, ya que son el elemento más revolucionario y más dinámico, y que el desarrollo y el cambio de las relaciones de producción seguirán, tarde o temprano, al desarrollo y a la transformación de las fuerzas productivas. Esto no quiere decir que las relaciones de producción se sometan pasivamente a las exigencias del desarrollo de las fuerzas productivas, sino que las relaciones de producción frenan o impulsan el desarrollo de las fuerzas productivas y, en determinadas condiciones, juegan un papel decisivo. 


En la “Carta a Mao”, dirigida a la revista italiana Il Manifesto en 1971, Bettelheim escribió que Mao Tsetung “desafía cierta concepción de las relaciones entre la base económica y la superestructura política e ideológica. En 1968, Yves Duroux criticó dicha concepción, definiéndola como ‘el modelo casero’. De hecho, este modelo no es más que una metáfora que ha permitido (y permite) encontrar algunos instrumentos de análisis y ponerlos en orden; en ese aspecto, es útil. Pero no tiene ningún fundamento ni significado teórico, y, cuando uno trata de hacer que funcione teóricamente, sólo puede tener consecuencias ideológicas peligrosas. Uno de estos peligros relacionados con el uso seudo-teórico de este modelo, así como de las relaciones de dependencia y autonomía que evoca entre la base y la superestructura, es que presupone la existencia de una base animada por su propia dinámica, que surge contra la resistencia de la superestructura que existe independientemente de la base.” 
 
Bettelheim aquí distorsiona la concepción materialista dialéctica de las relaciones entre la base y la superestructura. Bajo el pretexto de que la base económica no puede existir sin la superestructura y que esta última, en cambio actúa sobre la base, Bettelheim niega que, en general, la base económica juega el papel esencial y determinante, que la naturaleza de la base económica determina la de la superestructura. Esta tesis materialista es la que Marx explicó brillantemente en su “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”:
 
“El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. [...] Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.” (5) 
 
Además, es una falsedad afirmar que Mao Tsetung fue el que descubrió que la superestructura no es un producto pasivo de la base, que tiene una independencia relativa y a su vez actúa sobre la base, y que, en determinadas condiciones, puede desempeñar un papel decisivo sobre la base económica. De hecho, Engels, en los últimos años de su vida, explicó cómo se debe entender y aplicar la teoría del materialismo histórico, criticando el materialismo vulgar y destacando el papel del factor subjetivo. Las cartas a J. Bloch, C. Schmidt y H. Starkenburg (6) explican correctamente las relaciones entre la base y la superestructura, y entre lo objetivo y lo subjetivo, y son una inmensa contribución al desarrollo del materialismo histórico. Lenin también arrojó luz sobre el enorme efecto estimulante que desempeña la transformación de la superestructura en el desarrollo de la base económica del socialismo. Refutando los argumentos del menchevique N. Sujánov, que afirmaba que Rusia no estaba preparada para el socialismo, Lenin resaltó que éste no sabía absolutamente nada acerca de la dialéctica revolucionaria del marxismo, y declaró: 
 
“Si para crear el socialismo se exige un determinado nivel cultural… ¿por qué, pues, no podemos comenzar primero por la conquista revolucionaria de las premisas para este determinado nivel, y lanzarnos luego, respaldados con el poder obrero y campesino y con el régimen soviético, a alcanzar a otros pueblos?” (7) 
 
Si bien no descubrió el papel activo que desempeña la superestructura (*), Mao Tsetung por lo menos ayudó a desarrollar la ciencia marxista-leninista, al hacer una evaluación de la experiencia práctica desde la Revolución de Octubre y al analizar en detalle la superestructura de la sociedad socialista y la unidad dialéctica que forma con la base económica. En “Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo”, explica que en la sociedad socialista se mantiene la contradicción entre la superestructura y la base económica, pero que, por su carácter, se distingue fundamentalmente de la contradicción entre la base y la superestructura en la vieja sociedad: 
 
“Este fenómeno de consonancia y contradicción simultaneas, además de darse entre las relaciones de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas, se presenta también entre la superestructura y la base económica. La superestructura –el sistema estatal y las leyes de la dictadura democrática popular, así como la ideología socialista guiada por el marxismo-leninismo– desempeña un positivo papel impulsor para la victoria de las transformaciones socialistas y el establecimiento de la organización socialista del trabajo en nuestro país; ella está en consonancia con la base económica socialista, es decir, con las relaciones de producción socialistas. Pero, a su vez, la existencia de la ideología burguesa, cierto estilo burocrático en nuestros organismos estatales y las deficiencias en algunos eslabones del sistema estatal, están en contradicción con la base económica socialista.” (8) 
 
Este es un análisis muy penetrante, que muestra la necesidad de que el proletariado continúe la revolución en la superestructura con el fin de consolidar la base económica socialista.
 
Bettelheim analiza la base material de la lucha de clases de la siguiente manera: “Dado que el economismo define el desarrollo de las fuerzas productivas como el motor de la historia, uno de sus efectos principales es representar la lucha política entre las clases como consecuencia directa e inmediata de las contradicciones económicas. Por lo tanto, se supone que estas últimas son capaces por sí mismas de ‘generar’ los cambios sociales y, ‘cuando haya llegado el momento’, las luchas revolucionarias. La clase obrera aparece así empujada espontáneamente hacia la revolución (por lo tanto, no es necesario formar un partido proletario).” (9) 
 
Al afirmar que la lucha de clases no es el producto de las “contradicciones económicas”, Bettelheim niega que la lucha de clases sea la manifestación de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Esto le lleva a la necesidad de sostener que la lucha de clases cae del cielo. De esta forma, adopta el punto de vista opuesto a la enseñanza del marxismo-leninismo que dice: La contradicción entre producción social y apropiación capitalista se manifiesta como contraposición de proletariado y burguesía.” (10) 
 
Al negar que la contradicción fundamental de la sociedad capitalista, la contradicción entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la propiedad, se manifiesta en las relaciones de clase, en la contradicción entre la burguesía y el proletariado, Bettelheim suprime toda la base material de la lucha entre las dos clases fundamentales de la sociedad burguesa y, al mismo tiempo, niega que el socialismo sea una necesidad histórica objetiva, independiente de la voluntad del hombre. Esta concepción idealista de la historia conduce a Bettelheim a quedar atrapado en un dilema absurdo: o bien la clase obrera es empujada espontáneamente hacia la revolución, y entonces no es necesario formar un partido proletario, o es necesario formar un partido proletario y la clase trabajadora entonces no es empujada de forma espontánea hacia la revolución. Es un dilema absurdo, ya que las dos proposiciones contrarias –una de las cuales debe elegir el lector– son igualmente falsas. Si la clase obrera no es empujada espontáneamente hacia la revolución, la actividad de los comunistas para elevar al proletariado a la conciencia de su lugar en la sociedad capitalista, de sus intereses de clase y de su misión histórica, no tiene una base objetiva y está inevitablemente condenada al fracaso. Si es necesario formar un partido proletario capaz de dirigir todas las manifestaciones de la lucha de clase del proletariado, no es porque la clase obrera no sea empujada espontáneamente hacia la revolución, sino porque la clase obrera no está en condiciones, por sus propias fuerzas, de desarrollar la ideología socialista, el socialismo científico, y que por esta razón, el movimiento obrero espontáneo tiende inevitablemente a ser sometido a la ideología burguesa. Al quedar atrapado en este dilema absurdo, Bettelheim demuestra claramente que no entiende que, por su situación, el proletariado es empujado espontáneamente hacia la revolución, pero sin ser consciente de su situación, de su misión como sepulturero de la burguesía y de que su victoria es inevitable. Así, bajo el pretexto de que el proletariado no puede, por sí solo, tener conciencia marxista-leninista, Bettelheim niega que la lucha del proletariado contra la burguesía comience con su propia existencia y que esta lucha se dirige contra las relaciones de producción capitalistas y la dominación de la burguesía. Al igual que Bernstein y todos los revisionistas después de él, Bettelheim, al negar que la lucha de clases del proletariado tenga su fundamento en las insuperables contradicciones de la sociedad capitalista, extirpa toda la base material y objetiva de la teoría marxista-leninista de la revolución proletaria y la pone sobre una base idealista. 

La misma concepción idealista de la historia lleva a Bettelheim a sostener que es la dirección del partido del proletariado la que determina el carácter proletario de la revolución:
 
“Desde el punto de vista del contenido de clase de la revolución de Octubre y del régimen que resultó de ella, lo que es decisivo es el papel dirigente del partido bolchevique. 
 
Todas las revoluciones se deben a la acción decidida y al heroísmo de las masas, y, en particular –cuando esta clase está presente–, de la clase obrera. Eso fue así en el caso de la revolución de Febrero de 1917, en el que las clases obreras de Petrogrado, Moscú y otras ciudades jugaron el papel decisivo, y sin embargo, esa revolución no condujo al establecimiento de un gobierno proletario. La Revolución de Octubre fue diferente a todas las revoluciones anteriores, con excepción de la Comuna de París, en virtud del hecho de que fue realizada bajo la guía de las ideas proletarias.” (11) 
 
Bettelheim recurre a la afirmación de que la revolución de Febrero no condujo al establecimiento de un gobierno proletario, porque no fue “realizado bajo la guía de las ideas proletarias”. En otras palabras, el carácter burgués o proletario de la revolución depende de la existencia o inexistencia de “la guía de las ideas proletarias”. Bettelheim así sustituye el marxismo-leninismo con el idealismo subjetivo. En efecto, el carácter de una revolución está determinado por el carácter de la sociedad en que se desarrolla, es decir, por la naturaleza de la(s) contradicción(es) fundamental(es) que caracteriza(n) a esa sociedad, que la revolución debe resolver. Es la naturaleza de la(s) contradicción(es) fundamental(es) la(s) que determina(n) cuáles son los objetivos, las tareas y las fuerzas motrices de la revolución. Veamos el análisis que Mao Tsetung realizó sobre el carácter de la revolución china: 
 
“Puesto que la sociedad china es colonial, semicolonial y semifeudal, que los enemigos principales de la revolución china son el imperialismo y las fuerzas feudales, que las tareas de la revolución china consisten en derrocar a estos dos enemigos principales por medio de una revolución nacional y democrática, que en esta revolución también la burguesía toma parte en ciertos períodos, y que, incluso cuando la gran burguesía traiciona a la revolución pasando a ser enemiga suya, el filo de la revolución sigue dirigido contra el imperialismo y el feudalismo y no contra el capitalismo y la propiedad privada capitalista en general, dado todo esto, la revolución china en la presente etapa no es, por su carácter, socialista proletaria, sino democrático-burguesa.” (12) 
 
Si se aplica el criterio establecido por Bettelheim a la revolución china, uno debe concluir que, desde 1927 hasta 1949, la revolución china, dado que fue dirigida por el proletariado y su partido, el PCCh, no fue democrático-nacional, sino una revolución proletaria. En realidad, el papel dirigente del proletariado y del PCCh de ninguna manera cambió el carácter de la revolución china en el período 1927-1949. Por el contrario, sin la dirección del proletariado, la revolución antifeudal y antiimperialista no podría haber alcanzado la victoria completa, coronada con el establecimiento de la República Popular de China en 1949, y no habría sido posible el paso ininterrumpido de la revolución china de la etapa democrática a la etapa socialista. Por lo tanto, Bettelheim se muestra incapaz de comprender, por una parte, la diferencia de contenido entre la revolución democrática (dirigida contra el imperialismo y el feudalismo) y la revolución socialista (dirigida contra el capitalismo), y, por otra, la diferencia y la conexión entre la revolución democrática burguesa dirigida por el proletariado (como la revolución de nueva democracia) y la revolución socialista. Finalmente, volvamos a las dos revoluciones rusas de 1917: la revolución de Febrero no se distingue, desde el punto de vista de su carácter, de la Revolución de Octubre, por el hecho de que el primero no fue dirigido por el partido bolchevique, sino porque su objetivo era derrocar al zarismo y la dominación de los terratenientes, y no al capitalismo. Al afirmar que es la dirección del partido proletario la que determina el carácter proletario de la revolución, Bettelheim sobreestima el papel del factor subjetivo, al que otorga un valor absoluto en la transformación de la realidad, y niega el papel de las condiciones objetivas y de la posibilidades reales de la situación. La absolutización del factor subjetivo conduce a Bettelheim hacia el idealismo. (**) 
 
Con el pretexto de criticar el “marxismo congelado”, Bettelheim abandona las posiciones del materialismo histórico, porque distorsiona la concepción marxista de las relaciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y entre la base y la superestructura, niega que la lucha de clases tiene su base en las contradicciones de la sociedad y, absolutiza el papel del factor subjetivo. En los siguientes capítulos veremos que el idealismo histórico y el materialismo vulgar se llevan bien juntos en los análisis que Bettelheim dedica a la transición socialista y la lucha de clases en la URSS. 
 
Notas

* Un detalle llama la atención: en la década de 1930, criticando el dogmatismo dentro del PCCh, Mao Tsetung demostró que, en general, lo objetivo, la práctica, las fuerzas productivas y la base económica, desempeñan el papel principal y determinante, pero que, en determinadas condiciones, lo subjetivo, la teoría, las relaciones de producción y la superestructura pueden desempeñar un papel decisivo. También hizo una exposición sistemática de la teoría marxista de las relaciones entre lo objetivo y lo subjetivo, la práctica y la teoría, las fuerzas productivas y relaciones de producción, la base económica y las relaciones de producción [es evidente que aquí se quiso decir “superestructura” – nota del traductor], subrayando lo que distingue el materialismo histórico del materialismo vulgar, pero, repito, él no descubrió el papel activo que desempeñan el factor subjetivo y la superestructura. 
 
** Y al aventurerismo en política: en varias ocasiones, Bettelheim avanza concepciones de tipo trotskista sobre el carácter de la revolución en las colonias y semicolonias. Para un análisis marxista-leninista de las relaciones entre los factores objetivos y subjetivos de la revolución, véase el artículo de Foto Cami: “Los factores objetivos y subjetivos en la revolución” (13) y también su informe: “La mayor transformación revolucionaria de la vida del país y algunas cuestiones de la teoría y la práctica del socialismo” (14). 
 
Referencias

1) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the USSR, First Period, 1917-1923, Monthly Review Press, Nueva York y Londres, 1976, p. 33, edición en inglés.

2) Stalin, José, Sobre el materialismo dialéctico e histórico, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1941.

3) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the URSS, op. cit., p. 23, edición en inglés.

4) Marx, Karl, Preface and Introduction to A Contribution to the Critique of Political Economy, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1976, pp. 2-3, edición en inglés.

5) Ibíd., pp., 2-3.

6) Marx, Karl y Engels, Frederick, Etudes philosophiques, Ed. Sociales, 1977, pp. 236-259, edición francesa. Lettres sur le capital, Correspondances Marx-Engels, Ed. Sociales, 1964, pp. 410-412, edición francesa.

7) Lenin, Vladimir, Collected Works, Cuarta edición, Editorial Progreso, vol. 33, Nuestra Revolución, pp. 478-479.

8) Mao Tsetung, Obras Escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1977, vol. V, pp. 394-395, edición en inglés.

9) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the URSS, op. cit., pp. 33-34, edición en inglés.

10) Engels, Frederick, Anti-Dühring, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1976, p. 349, edición en inglés.

11) Bettelheim, Charles, Class Struggles in the URSS, op. cit., p. 92, edición en inglés.

12) Mao Tsetung, Obras Escogidas, Lenguas Extranjeras, Pekín, 1967, vol. II, La revolución china y el Partido Comunista de China, p. 326, edición de inglés.

13) Albania Hoy, 1973, nº 1.

14) En “Some Questions Of Socialist Construction in Albania and of the Struggle Against Revisionism”, “Naim Frasheri” Publishing House, Tirana, 1971.
 

Cortesía: «Critique de Bettelheim I: La Revolution d'octobre et les luttes de clases en URSS», Nouveau Bureau d'edition, París, 1978. Traducido del francés por George Gruenthal.
 
Fuente: revolutionarydemocracy.org
 

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Inessa de la Torre.