El estudio de todas las obras de Lenin entre febrero y octubre de 1917, es uno de los desafíos y una de las aventuras más fascinantes, desde todo punto de vista. “Jamás, en la historia, se ha demostrado con tal intensidad una capacidad semejante de acompañar, comprender y orientar un proceso revolucionario, reflexionando teóricamente sobre la práctica cotidiana, día por día”, dice la autora del artículo que presentamos a continuación. Vania Bambirra es una de las economistas renombradas que en la década de 1970 desarrolló la "teoría de la dependencia" que tomando herramientas del marxismo fracasó en su pretensión de ser una teoría marxista. Este artículo sobre la táctica de Lenin en la revolución rusa es una invitación al estudio y análisis de la aplicación viva del marxismo que Lenin realiza en el mismo desarrollo de la revolución.
La táctica de Lenin en la revolución rusa
Vania Bambirra
(1977)
Pero, para consolidar para los pueblos
de Rusia las conquistas de la revolución democrático-burguesa, debíamos ir más
allá, y así lo hicimos. Resolvimos los problemas de la revolución democrático-burguesa
al pasar, como un “subproducto” de nuestras actividades fundamentales y
genuinamente proletarias, revolucionarias, socialistas. Hemos dicho siempre que
las reformas son un subproducto de la lucha de clases revolucionaria. Las
reformas democrático-burguesas —lo hemos dicho y demostrado con los hechos— son
un subproducto de la revolución proletaria, es decir, socialista. Digamos de
paso que todos los Kautsky, Hilferding, Mártov, Chernov, Hillquit, Longuet, Mac
Donald, Turati y demás héroes de ese marxismo del “II ½” no fueron capaces de
comprender esta relación entre la revolución democrático-burguesa y la
revolución proletaria, socialista. La primera se transforma en la segunda. La
segunda resuelve al pasar los problemas de la primera, la segunda consolida la
obra de la primera. La lucha, y sólo la lucha, determina hasta qué punto la
segunda logra rebasar a la primera.
El régimen soviético es precisamente
una de las confirmaciones o manifestaciones evidentes de esta transformación de
una revolución en otra. El régimen soviético es la máxima democracia para los
obreros y campesinos, y al mismo tiempo señala una ruptura con la democracia
burguesa y la aparición de un nueva tipo de democracia de proyección histórica,
es decir, la democracia proletaria o dictadura del proletariado.
V.I. Lenin, “Ante el IV Aniversario de la Revolución de
Octubre”. Obras completas, t. XXXV, p. 488.
El objeto de este artículo que es parte de un estudio más amplio, es
exponer de manera muy sucinta los aspectos principales de la táctica leninista
de febrero a octubre de 1917. Durante este periodo, la capacidad táctica de
Lenin se revela en toda su plenitud. Jamás, en la historia, se ha demostrado
con tal intensidad una capacidad semejante de acompañar, comprender y orientar
un proceso revolucionario, reflexionando teóricamente sobre la práctica
cotidiana, día por día. Quienquiera que desee entender el fenómeno de la
política y su expresión máxima, que es la revolución social que se engendra en
el momento más agudo de la lucha de clases, y aprender ciencia política,
encontrará, sin duda, en la revolución rusa y en su conducción por el leninismo
una magnífica ocasión para hacerlo.
Debido a la riqueza de enseñanzas tácticas que emerge de los textos de
Lenin durante los ocho meses que preceden a la conquista del poder, vamos a
centrar nuestra atención en su análisis tal cual se desarrolla durante esta
etapa, sin considerar sus reflexiones posteriores sobre el triunfo de octubre
(como las contenidas, por ejemplo, en sus panfletos “La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”; “Las elecciones a la Asamblea Constituyente y
la dictadura del proletariado”; y en varios de sus informes a los congresos
de la Comintern, discursos y conferencias. Nuestro propósito es exponer la
percepción específica que tuvo Lenin de la revolución y de sus momentos
cruciales en el acto mismo de su realización.
El leninismo es, antes que nada, un método de acción revolucionaria, de
aplicación creadora del marxismo, y contiene como tal enseñanzas de carácter
universal. Sin embargo, siempre es necesario recordar que ese método se expresa
a través de un análisis concreto de una situación concreta. Y vale la pena
recordar también una observación que Lenin hacía insistentemente: “No copien
nuestras tácticas, sino analicen independientemente las causas de sus rasgos
peculiares, las condiciones que la originaron, y sus resultados, aplicando no
la letra, sino el espíritu, la esencia y las lecciones de la experiencia de
1917-21.” [1]
Hemos dividido nuestra exposición en tres partes. En la primera, tratamos
de mostrar cómo la preocupación de Lenin se centra hasta el mes de julio,
profundizando la etapa democrática, en crear las condiciones para el paso a la
revolución socialista. En este periodo la idea de la insurrección aún no se
plantea. La preocupación fundamental es lograr consolidar la dirección de la
vanguardia proletaria sobre el proceso revolucionario, en los soviets sobre
todo, y fortalecer al partido, para poder empujar la revolución hacia su etapa
superior. Durante esos meses, Lenin contempla la posibilidad de la revolución
por la vía pacífica.
En la segunda parte, mostramos cómo, a partir de julio, en función de la
profundización de la crisis general de la sociedad rusa, de la maduración de
las condiciones subjetivas, Lenin cambia de táctica: admite, entonces, que el
camino pacífico se había cerrado definitivamente, y que era necesario preparar
y realizar lo más pronto posible la insurrección. Por un momento aún, Lenin
piensa que era posible intentar un compromiso con la pequeña burguesía —¡no con
la burguesía!— para tratar de retomar la senda pacífica de la revolución. Pero
inmediatamente se percata de que tal compromiso era ya irrealizable, que tal
posibilidad más bien había existido sólo en su cabeza, y ni siquiera llegan a
publicarse sus proposiciones en este sentido.
Finalmente, en la última parte, intentamos hacer una síntesis global de las
principales tesis leninistas sobre las dos grandes etapas del proceso
revolucionario de 1917, con el objeto de entregar al lector una visión de
conjunto de las mismas y de los factores de triunfo. Vale la pena señalar que
Lenin, en reflexiones posteriores, agrega una serie de elementos que son
esenciales para la comprensión del por qué triunfó la revolución de octubre.
Pero esto es materia de otro artículo.
Hemos preferido utilizar como referencias bibliográficas las Obras
escogidas en tres tomos de la Editorial Progreso a las que el lector tiene
más acceso.
1. ¿Una revolución pacífica?
La revolución democrático-burguesa estalla en Rusia en febrero de 1917,
como resultado de una serie de motines espontáneos realizados por el
proletariado y el campesinado, hartos de guerra y de hambre. Los exiliados
rusos fueron sorprendidos por los acontecimientos. Su estado de ánimo, hasta
este momento, lo refleja bien la siguiente observación de Lenin, en enero de
1917, en una conferencia que dictó en Suiza, en conmemoración de la revolución
de 1905: “Nosotros,
los viejos, quizá no lleguemos a ver las batallas decisivas de esa revolución
futura.” [2]
Sin embargo, la desesperación de las masas, hambrientas y agotadas por más
de dos años de guerra, las condujo a un cuestionamiento radical del gobierno
zarista, que fue impotente para reprimir el deseo unánime de las clases
sociales mayoritarias por cambiar el curso de sus vidas. Esto ocurrió “debido a una
situación histórica original en extremo; se fundieron, con unanimidad notable,
corrientes absolutamente diferentes, intereses de clase absolutamente
heterogéneos, aspiraciones políticas y sociales absolutamente opuestas”.[3]
De esta revolución resultó un gobierno burgués, bajo la hegemonía del
partido demócrata-constitucionalista, en alianza con los terratenientes, que
preconizaba proseguir la guerra, en unión con Inglaterra y Francia. Lenin
caracterizó de esta manera a tal gobierno:
atado de pies y
manos al capital imperialista, por la política imperialista belicista, de
rapiña; ya ha iniciado las transacciones (¡sin consultar al pueblo!) con la
dinastía; ya se afana por restaurar la monarquía zarista; ya invita a un
candidato a reyezuelo, a Michail Romanov; ya se preocupa de afianzar su trono,
de sustituir la monarquía legitimista (legal, basada en viejas leyes) por una
monarquía bonapartista, plebiscitaria (basada en un sufragio popular
falsificado).
La burguesía no tenía posibilidades de instrumentar las transformaciones
democráticas reivindicadas por el pueblo; no podía satisfacer las consignas de “pan, paz y
libertad”. Por esta razón, Lenin comprendía que “la única garantía de la libertad y
de la destrucción completa del zarismo es armar al proletariado,
consolidar, extender, desarrollar el papel, la importancia del soviet de
diputados obreros”, que surgió inmediatamente después del triunfo de la
revolución, como una demostración del aprendizaje de la experiencia de 1905, y
creía indispensable preparar a la clase obrera para su “triunfo en la segunda etapa de la
revolución”, que debería culminar con la toma del poder por el
proletariado.[4]
Las “Tesis de Abril”, documento de importancia crucial para comprender la
posición leninista en el periodo, contienen todo un programa de lucha y una
sistematización de las principales tareas del proletariado en la primera etapa
de la revolución. Lenin destaca la “no implantación del socialismo como nuestra tarea inmediata,
sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción
social y de la distribución de los productos por los soviets de diputados
obreros”.[5]
La existencia de los soviets de obreros y campesinos “con uniforme de
soldado” al lado del Gobierno Provisional burgués expresaba una situación de
dualidad de poderes, hecho notable producido por la revolución. Así caracteriza
Lenin al poder de los soviets: “una dictadura revolucionaria, es decir, un poder que se
apoya directamente en la conquista revolucionaria, en una iniciativa directa de
las masas populares desde abajo, y no en la ley promulgada por el poder
centralizado del Estado”. Éste era un poder “del mismo tipo que la Comuna
de Paris de 1871”. Estas características, por cierto, estaban aún en “estado
embrionario” y necesitaban ser desarrolladas hasta sus últimas consecuencias.
Por esta razón, Lenin insistía en la imprescindible lucha por el poder en los
soviets y escribía: “Para convertirse en poder, los obreros conscientes tienen
que ganarse la mayoría: mientras no exista violencia contra las masas,
no habrá otro camino para llegar al poder. No somos blanquistas, no somos
partidarios de la toma del poder por una minoría.” [6]
Lenin creía que era factible la toma del poder por el proletariado y sus
aliados por medio del camino pacífico. Esta convicción la mantuvo hasta el mes
de julio. A su entender, la revolución había confirmado, en un cierto sentido,
sus tesis de 1905:
El origen y la
significación de clase de esta dualidad de poderes residen en que la revolución
rusa de marzo de 1917, además de barrer toda la monarquía zarista y entregar
todo el poder a la burguesía, se acercó de lleno a la dictadura
democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos. Precisamente
esa dictadura (es decir, un poder que no se basa en la ley, sino en la fuerza
directa de las masas armadas de la población, y precisamente de las clases
mencionadas) son el Soviet de Petrogrado y los soviets locales de diputados
obreros y soldados.
Sin
embargo, destaca que
no cabe la
menor duda de que ese “entrelazamiento” [de dos dictaduras,
la burguesa y la del Soviet] no está en condiciones de sostenerse mucho tiempo.
En un Estado no pueden existir dos poderes [...] La dualidad de poderes
no expresa más que un momento transitorio en el curso de la revolución, el
momento en que ésta ha rebasado ya los cauces de la revolución
democrático-burguesa corriente, pero no ha llegado todavía al tipo “puro”
de dictadura del proletariado y de los campesinos.[7]
¿En qué sentido debería ser superada la primera etapa democrática de la
revolución? Realizando el análisis de las tareas de la clase obrera, Lenin
decía que “el defecto principal y el error principal de todos los razonamientos de
los socialistas consisten en que el problema se plantea en términos demasiado
generales —transición al socialismo—, cuando lo que corresponde es hablar de
los pasos y medidas concretas. Unos han madurado ya, otros no. Vivimos un momento
de transición”. Este texto es de gran importancia para comprender su
concepción de las etapas intermedias, que se sitúan entre el agotamiento de una
etapa revolucionaria y la gestación de otra nueva.[8]
Veamos
cómo prosigue su razonamiento:
La revolución
rusa ha creado los soviets. En ningún país burgués existen ni puede existir
instituciones estatales semejantes, y ninguna revolución socialista puede
operar con otro poder que no sea éste. Los soviets de diputados obreros y
soldados deben tomar el poder, pero no para implantar una república burguesa
corriente ni para pasar directamente al socialismo. Eso es imposible. ¿Para
qué, entonces? Deben tomar el poder para dar los primeros pasos concretos, que
pueden y deben darse hacia esta transición.[9]
Pero, en el mes de abril, cuando Lenin redacta estas tesis, consideraba que
aún era prematura la consigna “¡Abajo el gobierno provisional!”. Creía que “hay que
derribar al gobierno provisional, mas no ahora”. Sin embargo, subraya
que “no
hay que deslizarse al reformismo. No luchamos para ser vencidos, sino para
salir vencedores. Y, en el peor de los casos, contamos con obtener un triunfo
parcial. De salir derrotados, conseguiremos a pesar de todo, un triunfo
parcial. Conseguiremos reformas, y las reformas son un instrumento auxiliar de
la lucha de clases”.[10] “El proletariado de Rusia, que actúa en uno de los países
más atrasados de Europa, con una inmensa población de pequeños campesinos, no
puede proponerse como meta inmediata la realización de transformaciones
socialistas.” Pero sería un grave error si el proletariado renunciara a
implementar su tarea de “explicar al pueblo la urgencia inaplazable de una serie de
pasos prácticamente maduros hacia el socialismo”.[11]
En mayo-abril, ocurre el primer gran cuestionamiento de la actuación del
Gobierno Provisional por parte del pueblo, lo que conduce a la caída del
ministerio burgués y a la formación de un gobierno de coalición de la izquierda
reformista (los mencheviques y SRs). El poder de los soviets se va configurando
cada vez más como una realidad indiscutible. Lenin observaba que
no existe una
sola clase que pueda oponerse al poder de los soviets. En Rusia, por
condiciones excepcionales, puede desarrollarse pacíficamente esa revolución.
[...] Sólo hay en todo el mundo un país —y ese país es Rusia— que puede hoy, en
el terreno de clase, contra los capitalistas, dar los pasos necesarios para
poner fin a la guerra imperialista, sin necesidad de una revolución sangrienta,
y, mientras subsista el soviet de diputados obreros y soldados, Rusia seguirá
siendo el único país que puede hacer eso.[12] [Esta
posibilidad provenía del hecho de que] las armas [estaban] en manos del pueblo y libre de todo
constreñimiento exterior: tal era el fondo de la cuestión. Esto era lo que
abría y garantizaba a toda la revolución una senda pacífica para su desarrollo.[13]
Después de haberse opuesto a que los bolcheviques realizaran una
manifestación en pro del poder soviético, la mayoría reformista que aún
controlaba los soviets convoca, el 18 de junio a una gran manifestación. En
ésta, los obreros y soldados levantan las consignas planteadas por los
bolcheviques (¡Todo el poder a los soviets! y ¡Abajo los diez ministros
capitalistas!). Lenin consideró esta fecha como “un día de viraje”.[14]
Viraje porque los bolcheviques comenzaban a afirmarse como la vanguardia de las
masas y porque empezaba a quedar en claro que “la burguesía es, precisamente, la
contrarrevolución”.
El 3 de julio ocurre otra gran manifestación de masas.
Esta fue el producto espontáneo de la revuelta del pueblo frente a la
incapacidad del Gobierno Provisional de cumplir sus promesas, lo que
configuraba su traición a los anhelos de las masas. Inicialmente, los
bolcheviques estuvieron en contra de la realización de esta manifestación, pues
podría ser interpretada como una provocación y servir de pretexto a la
represión burguesa. Sin embargo, no pudiendo evitarla, trataron de asumir su
control: una característica típica de la táctica leninista.[15]
A partir de esta fecha, la burguesía, en pánico por el ascenso del
movimiento popular, culpa a los bolcheviques de haber promovido un intento
insurreccional frustrado y empieza una feroz represión en contra de ellos,
buscando, de esta manera, crear las condiciones para generalizarla en seguida
sobre toda la izquierda y liquidar, finalmente, el poder de los soviets. Lenin
y otros dirigentes, son acusados de ser agentes alemanes; él pasa a la
clandestinidad y comienza a preparar al partido para enfrentar la dura vida
clandestina y luchar, desde ahí, en contra de la contrarrevolución. Lenin
escribe, entonces:
Las tres crisis [del 20 al 21 de abril; del 10 y 18 de junio, y del 3 y 4 de julio] vienen a
revelarnos una forma nueva en la historia de nuestra revolución, de
manifestaciones de un tipo más complejo, de movimientos por oleadas que suben
velozmente y descienden de un modo súbito, que exacerban la revolución y la
contrarrevolución y “barren”, por un periodo más o menos largo, a los elementos
moderados.
Por su forma,
el movimiento tiene en las tres crisis el carácter de una manifestación. Una
manifestación dirigida contra el gobierno: tal es, atendiéndose a la forma, la
descripción más exacta de los acontecimientos.
Y, refutando la acusación de que los bolcheviques habían provocado la
última crisis:
Ningún
bolchevique del mundo sería capaz de provocar un movimiento popular, cuanto
menos tres, si no concurrieran causas económicas y políticas muy profundas, que
se encargan de poner en acción al proletariado.[16]
En julio, pues, se configura una nueva situación coyuntural. A raíz de la
nueva crisis, Kerensky asume facultades dictatoriales en el gobierno. Por su
parte, los soviets, controlados por los reformistas, se muestran incapaces de
llevar a la práctica una política proletaria. Lenin, cuyos análisis y consignas
revelan una comprensión de la revolución en cada momento de la práctica
política, cambia la orientación de la lucha:
De hecho, el
poder estatal fundamental en Rusia es hoy una dictadura militar. [...] Las
esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido
para siempre [...] La consigna ¡Todo el poder a los soviets! era la consigna
adecuada a un desarrollo pacífico de la revolución, posible en abril, en mayo,
en junio y aún hasta el 5-9 de julio, es decir, antes de que el poder pasara
efectivamente a manos de la dictadura militar. Ahora, esa consigna ya no es
justa, pues no toma en cuenta el cambio operado ni el hecho de que los
eseristas y mencheviques han traicionado totalmente y de hecho a la revolución.
Plantea,
entonces:
Nada de
ilusiones acerca de un camino pacífico [...] hay que reunir fuerzas,
reorganizarlas y prepararlas tenazmente para una insurrección armada, siempre
que la evolución de la crisis permita hacerlo en una verdadera escala de masas;
de todo el pueblo.[17]
2. El viraje hacia la
insurrección armada
Lenin lamentó el cierre del camino pacífico, pues este era “el camino menos
doloroso de todos”. Él había creído, hasta entonces, que “la pugna de
las clases y los partidos dentro de los soviets, una vez que éstos se
hubiesen hecho cargo a tiempo de todos los poderes del Estado, se habría
desarrollado del modo más pacífico y menos doloroso”. Con todo, ahora,
consideraba sin vacilaciones que “la senda del desarrollo pacífico de la revolución
se nos ha cerrado. Ante nosotros se abre otra senda, no pacífica, la más
dolorosa de todas”. Esto era así porque “el poder ha pasado, en el punto
decisivo, a manos de la contrarrevolución”, lo que lo llevaba a la
constatación de que “las masas revolucionarias del pueblo [...] vuelven la
espalda a los partidos eserista y menchevique, que han traicionado la causa de
la revolución”. En consecuencia, Lenin llamaba “a dar un giro a todas las campañas
de agitación”, con el objeto de desenmascarar a la reacción burguesa y a
los reformistas, seguro de que “bajo las circunstancias ‘normales’ del desarrollo
capitalista, este proceso sería muy largo y muy difícil, pero la guerra y la
ruina económica lo acelerarán extraordinariamente. Con estos aceleradores, un
mes y hasta una semana pueden igualarse a un año entero”.[18]
Lenin se refugia en Finlandia, perseguido por Kerensky, y escribe, en esta
ocasión, su panfleto El Estado y la revolución, que contiene una
exposición detallada y enriquecida de los fundamentos de la teoría marxista del
Estado en el capitalismo y en un periodo de transición al comunismo. ¿Por qué
Lenin se preocupa, en este momento, por precisar la concepción marxista sobre
el Estado? Es que él entendía que sólo desde una perspectiva
estratégico-táctica superior era posible precisar con todo rigor la orientación
de las etapas inferiores de la lucha, vale decir, la lucha por la destrucción
del Estado burgués y por la implantación de la dictadura del proletariado. De
esta manera, Lenin se preocupaba por preparar plenamente a la vanguardia para
las tareas inmediatas y para la construcción de la nueva sociedad que se
avecinaba.
A finales de agosto, mientras Lenin se encontraba aún clandestino en
Finlandia, ocurre el intento de golpe por parte de Kornílov. Es la oportunidad
que tiene Lenin de demostrar el alto nivel de su capacidad táctica. Kornílov
representaba los intereses más exacerbados de la derecha, era la amenaza más
concreta de la contrarrevolución. Lenin propone entonces la consigna: “con el canalla
Kerensky contra el canalla Kornílov.” El “apoyo” a Kerensky fue dado “sin debilitar
un ápice nuestra hostilidad contra él, sin retirar una sola palabra dicha en su
contra, sin, renunciar al objetivo de derribar a Kerensky”. Lenin se basaba
en el hecho de que “hay que tomar en cuenta el momento: no vamos a
derrocar a Kerensky en seguida, ahora encararemos de otra manera la
tarea de luchar contra él, o más precisamente, haciendo ver al pueblo (que
lucha contra Kornílov) la debilidad y las vacilaciones de
Kerensky. También antes se hacía esto, pero ahora pasa a ser lo
fundamental; en esto consiste el cambio”[19] de la forma de lucha contra
Kerensky. Esta fue una cabal demostración de la flexibilidad de la táctica
leninista, de su capacidad de adaptarse a cada nueva situación y de proponer la
forma de su superación. Esta ha sido, sin duda, una de las revelaciones más
cabales de la esencia táctica del leninismo.
Luego, una vez derrotado el intento golpista de Kornílov —por la agitación
bolchevique, que convenció a las tropas de no plegarse al golpe—, Lenin aún
pensó que existía la remota posibilidad de retomar el camino pacífico. Pensó,
por un momento, en la viabilidad de un compromiso con los reformistas, para que
ellos asumiesen el gobierno, lo que podría garantizar la libre actuación de los
bolcheviques. Esto “podría garantizar muy probablemente un movimiento pacífico
de avance de toda la revolución rusa y ofrecería extraordinarias
probabilidades de que el movimiento mundial se adelante a grandes pasos hacia
la paz y hacia el triunfo del socialismo”. Este último aspecto siempre
fue contemplado por Lenin como un elemento esencial de la victoria del
socialismo en Rusia. “Sólo en nombre de este desarrollo pacífico de la
revolución, posibilidad extraordinariamente rara en, la historia y extraordinariamente
valiosa, exclusivamente rara, sólo en nombre de ella, pueden y deben, a mi
parecer, los bolcheviques, partidarios de la revolución mundial y de los
métodos revolucionarios, aceptar tales compromisos”.
Estos planteamientos de Lenin son de suma relevancia para comprender la
posición marxista sobre la forma pacífica o insurreccional de una revolución. No
existe una posición de principio en cuanto a la vía a seguir. Esta es
determinada en función de las condiciones objetivas que se generan en un
proceso histórico dado. Ahora bien, Lenin insiste en que, si hay una
posibilidad de conducir a la victoria de la revolución ahorrándose la
insurrección, “aunque no sea más que una probabilidad sobre cien, valdría la pena
intentarlo”. Lenin no manejaba dogmas, sino posibilidades que emergían
de situaciones concretas y específicas. Y, en función de esta posibilidad “extraordinariamente
valiosa”, propone un compromiso con la pequeña burguesía reformista. En
este aspecto, también Lenin entrega una gran lección de táctica política,
cuando explica que no tiene sentido renunciar a cualquier compromiso con otras
clases, sino saber contraerlos sin violar los principios de su clase.[20]
Sin embargo, no existía viabilidad en la sociedad rusa para que se
cumplieran estos proyectos de Lenin. Los reformistas seguían aliándose a la
burguesía; la fuerza de los bolcheviques, a partir de la derrota de Kornílov,
crecía de manera incuestionable y ellos se transformaron en la mayoría de los
soviets; y, por último, “una catástrofe de proporciones sin precedentes y el hambre”
amenazaban con hundir el país en el caos. Esa catástrofe sólo podría ser
conjurada mediante una serie de medidas de carácter económico y social, que
suponían que el poder político estuviera hegemónicamente en manos de la clase
obrera. (Cf. “La catástrofe que nos
amenaza y cómo combatirla”). Lenin, después de analizar rigurosamente la
necesidad de que la vanguardia tomara y mantuviera el poder (Cf. “¿Se sostendrán los bolcheviques en el
poder?”), pasa entonces a proponer a su partido, con todas sus fuerzas y
con el máximo de insistencia, la realización de la insurrección. A partir del
momento en que los bolcheviques ganaron la mayoría en los soviets, “la consigna de
‘Todo el poder a los soviets’ es la consigna de la insurrección”.[21]
Lenin analiza minuciosamente todas las medidas que deberían ser
implementadas por el nuevo Estado, que aún eran tareas típicas del capitalismo
de Estado. Pero éste “es la preparación material más completa para el
socialismo, su antesala, un peldaño de la escalera histórica entre el
cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio [...]
El curso objetivo del desarrollo es tal que no hay posibilidad de dar un
paso de avance partiendo: de los monopolios (cuyo número, papel e
importancia ha venido a duplicar la guerra), sin caminar hacia el socialismo”.
De ésta manera Lenin refuta a los reformistas, como Plejánov, Dan y Chernov,
que alegan “que nuestra revolución es una revolución burguesa, que no se puede ‘implantar’
el socialismo, etcétera, etcétera”. Lenin demuestra que, si bien las
tareas esenciales que tenía que cumplir de inmediato la revolución no eran aún
socialistas, el carácter de la revolución sí era socialista, pues “es imposible
avanzar sin caminar hacia el socialismo, sin dar pasos hacia él
[...] El socialismo no es más que el monopolio capitalista de Estado puesto
al servicio de todo el pueblo y, por ello, ha dejado de ser monopolio
capitalista”[22]. Lenin demuestra, teóricamente, y con anticipación
(pues, a partir de octubre, la realidad confirmaría sus tesis), cómo
dialécticamente es superada la etapa democrática por la socialista, cómo las
tareas democráticas inconclusas deben ser cumplidas en el contexto de la
revolución proletaria, cómo debe transcurrir el agotamiento de las medidas
democráticas en el contexto de una revolución socialista, que se define como
tal por la existencia de la hegemonía del poder en manos del proletariado.
El socialismo surge en la revolución rusa como una necesidad histórica para
superar la crisis política, económica y social. Pero, si Lenin podía demostrar
científicamente la necesidad y la posibilidad del socialismo, su gestación, por
medio de la insurrección, era más bien un arte, “que hay que tratarla como tal arte”.
Por esto Lenin define, entonces, los requisitos indispensables para el triunfo
de una insurrección: “no debe apoyarse en una conjuración, en un partido, sino
en la clase avanzada. Esto en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en
el auge revolucionario del pueblo. En tercer lugar, la insurrección debe
apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución
ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que
mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las
filas de los aliados débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Estas
tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección son
las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo”.[23]
En septiembre-octubre de 1917, en Rusia, todas estas condiciones existían y,
por eso, Lenin afirmaba: “nuestro triunfo es seguro”.
Esta convicción irreductible de Lenin fue uno de los factores fundamentales
del éxito de la revolución bolchevique, pues su actitud fue definitiva en el
sentido de aplastar las vacilaciones que existían en el interior del partido.
Bolcheviques como Zinoviev, Kámenev, Rykov, Noguin y Miliutin se oponían a la
insurrección, bajo el argumento de que era demasiado arriesgada, que se iban a
aislar, etcétera. Recordando posteriormente esos días, Lenin comenta:
El conflicto
llegó a tal punto que los camaradas nombrados se retiraron ostentosamente de
todos los puestos de responsabilidad del trabajo del partido y de los soviets,
para gran alegría de los enemigos de la revolución soviética. Las cosas
llegaron hasta una polémica sumamente enconada en la prensa del CC de nuestro
partido, con quienes habían renunciado. [...] No es difícil comprender —prosigue Lenin— por qué ocurrió eso. En vísperas de una revolución y en
momentos de la más encarnizada lucha por la victoria, las menores vacilaciones
dentro del partido pueden malograrlo todo, hacer fracasar la revolución,
arrancar el poder de manos del proletariado, pues este poder no es sólido
todavía, pues los ataques contra él son aún demasiado fuertes. Si en tales momentos
los líderes vacilantes se alejan, eso no debilita sino que refuerza, tanto al
partido, como al movimiento obrero y a la revolución.[24]
La fuerza de la convicción de Lenin, aunada a su extraordinaria autoridad
política en el partido, hizo que sus tesis prevalecieran. La importancia
definitiva de su actuación para la realización de la revolución ha llevado a
muchos (Trotsky, por ejemplo) a tender hacia una sobrevaloración de este
factor, dejando en un segundo plano la importancia también crucial de factores
como la organización partidaria y el apoyo de las masas. Lenin, por su parte,
quien supo siempre valorar debidamente la importancia de los jefes, supo sin
embargo comprender que el triunfo de una revolución sólo es posible cuando se
funden un conjunto de elementos sin los cuales las vanguardias no pueden por sí
solas conducir el viraje de la historia. Sólo cuando se dispone del apoyo de
masas y de la organización capaz de conducirlas están dadas las condiciones
fundamentales para el ejercicio de la dirección revolucionaria. Lenin tenía
conciencia de que estas condiciones existían ya en septiembre de 1917 y que,
combinadas con la catastrófica crisis económica y social, hacían posible el
triunfo. Es con esta confianza en la victoria que Lenin elabora el plan
militar-insurreccional que será en lo fundamental, ejecutado bajo la dirección
del Consejo Militar Revolucionario, creado por el soviet e impulsado por
Trotsky, en la noche del 24 al 25 de octubre.
La toma del poder por la vía insurreccional fue preconizada por Lenin,
desde que comprendió que estaba desechada la posibilidad del triunfo pacífico.
En los días previos a este viraje, él decía: “Es preciso que movilicemos a los
obreros armados, haciéndoles un llamamiento para que se lancen a una lucha
desesperada, a la lucha final [. . .]”.[25] Aun así, Lenin creía que “la victoria
está asegurada, existiendo el noventa por ciento de posibilidad de conseguirla
sin derramamiento de sangre”.[26] Desde ese punto de vista cuanto más
decidida estuviera la clase obrera a triunfar y cuanto más preparada se
mostrara, menores posibilidades tendría la contrarrevolución de intentar
reaccionar. Lenin sabía muy bien que “en la historia no ha habido ni una sola gran
revolución que se haya desarrollado sin guerra civil”.[27] No
alimentaba, pues, ilusiones en cuanto a la posibilidad de evitar una dura
guerra de clases, sino solamente consideraba que la toma del poder podría ser
lograda rápidamente y con un pequeño saldo de pérdidas de vidas. Y de hecho fue
así. La insurrección final se consumó en una noche —técnicamente fue un golpe
de Estado—; en seguida, la contrarrevolución provocó una penosa y sangrienta
guerra civil, que se extendió por más de dos años.
3. Tesis leninistas
sobre la revolución de 1917
Primera tesis: la revolución rusa en el año de 1917 tuvo dos etapas: la etapa
democrático-burguesa en febrero-marzo y la etapa socialista en octubre. En la
primera etapa se verificó el paso del poder a la burguesía, en la medida en que
la nobleza feudal y los terratenientes habían perdido control. Esto es lo que
define a la revolución de febrero-marzo, tanto en el sentido estrictamente
científico como práctico.
Segunda tesis: al lado del Gobierno Provisional, se constituye inmediatamente otro
poder: el poder de los soviets de diputados obreros, soldados y campesinos,
conformando así una dualidad de poderes.
Según Lenin, los soviets realizaban, en la primera etapa revolucionaria de
1917, la “dictadura
revolucionaria democrática del proletariado y del campesinado”, que él
había preconizado en 1905, pero la realizaban en forma especial y hasta cierto
punto. “Nuestras
tesis fueron confirmadas, pero no esquemáticamente [. . .]”. Hay que
tener en cuenta que “la realidad viva es bicolor”. Estas consideraciones
de Lenin, doce años después de los acontecimientos de 1905, indican que él
seguía conforme con las tesis expuestas en Dos tácticas de la
socialdemocracia en Rusia, y muestran la coherencia de sus análisis unida a
la flexibilidad de su razonamiento para enfrentarse a los cambios de matices
que presentaban las nuevas circunstancias.
Tercera tesis: los soviets representaban un gobierno tipo Comuna, por cuanto tenían un
predominio proletario.
La tarea más importante, en la primera etapa de la revolución de 1917, era
separar los elementos proletarios, comunistas, de los pequeñoburgueses, porque
éstos se vuelven chauvinistas (lo que se expresa en su posición frente a la
guerra) y tienden a ir a la cola de la burguesía. Lenin reconocía que en los
soviets había un predominio ideológico de la pequeña burguesía y que éste tenía
que ser liquidado. Planteaba, entonces, la necesidad de luchar a la vez contra
el reformismo y el oportunismo, y por el socialismo, como condición previa para
la victoria.
El poder proletario, expresado a través de los soviets, coexistía en lucha
con el poder burgués representado por el Gobierno Provisional. Había pues que
liquidar la dualidad de poderes a favor del proletariado, en función del
socialismo.
Cuarta tesis: ¿cuál debía ser la actitud del proletariado? Esta pregunta la hacía Lenin
en marzo de 1917. El proletariado no podía proponerse realizar de inmediato las
transformaciones socialistas; pero no podía tampoco apoyar a la burguesía ni
limitarse al marco que planteaba la pequeña burguesía. Su actitud debía ser
asumir su papel dirigente y explicar al pueblo una serie de pasos que había que
darse hacia el socialismo y para los cuales las condiciones ya estaban
prácticamente maduras. (1917 correspondía a una etapa especialmente por
algunos factores como la profundización de la revolución burguesa en
febrero-marzo, el papel que el proletariado había desempeñado en ésta, y, en
especial, la maduración de su organización y conciencia revolucionaria, lo que
creaba las condiciones para acortar la distancia entre la etapa burguesa y
capitalista.)
¿Cuáles eran estas tareas para cuya revolución ya existían condiciones “prácticamente
maduras”‖ en la sociedad rusa de 1917? Estas tareas eran aun de carácter
democrático-burgués, eran “medidas económicas maduras”‖
tales como la nacionalización de la tierra sin indemnización y a través de
confiscaciones; la nacionalización de la banca, instituciones de seguros y consorcios
más importantes (azúcar, carbón, metalúrgico); y un sistema más justo de
impuestos sobre la renta y la riqueza. Tales medidas golpearían la propiedad
privada y aumentarían la influencia del proletariado sobre la sociedad. Estas
trasformaciones no podrían hacerse por vía burocrática, sino por la
participación voluntaria de las masas proletarias y campesinas y armadas, para
lograr la regulación de su propia economía.
Quinta tesis: lo antes propuesto podía cumplirse debido a la situación excepcional creada
por la guerra; ésta había generado una situación de crisis catastrófica, frente
a la cual el proletariado tenía que presenta una alternativa práctica a
la ruina económica. Y a través de estas medidas, Rusia podría meter un pie en
el socialismo.
¿Qué es lo que significa este planteamiento, de acuerdo a la concepción
leninista? Significa que es necesario llevar hasta las últimas consecuencias
las tareas burguesas. Queda definitivamente claro que Lenin tenía razón cuando
decía que lo que él había planteado en 1905 se concretó en 1917, y que, como lo
previó, se iban generando nuevas formas de lucha en un nivel más avanzado. Y
ahora sí, en las nuevas condiciones, el proletariado tenía que plantearse no
sólo completar la revolución burguesa, sino además instaurar el socialismo.
Sexta tesis: “Todo el poder a los soviets”.‖ Esta consigna adquiere todo su sentido
revolucionario a partir del momento en que la vanguardia proletaria alcanza la
hegemonía dentro de éstos, por el crecimiento, hasta llegar a ser mayoría, del
partido bolchevique en el interior de los soviets, y por la liquidación del
control ideológico que sobre ellos ejercía la pequeña burguesía. “Todo el poder
a los soviets”‖ pasa entonces a significar la instauración de la
dictadura del proletariado.
Séptima tesis: ¿cuáles serían, a partir de entonces, las tareas del proletariado?
a] Llevar hasta el fin las tareas
democrático-burguesas y, a la vez dirigir la producción y empezar las medidas
socialistas.
Las tareas democrático-burguesas son cumplidas ya en el contexto de una
revolución socialista, porque ha sido destruido el poder estatal burgués y el
nuevo poder es ejercido por los soviets bajo la dictadura del proletariado. La
revolución de octubre “no dejó piedra sobre piedra del viejo poder estatal”.
En este sentido es que se define rigurosamente la revolución de octubre como
socialista, aunque tenga que cumplir tareas burguesas inconclusas. Las tareas
ya directamente socialistas se expresan fundamentalmente en el paso del control
obrero en las empresas a la dirección obrera. [28]
b] Aplastar la resistencia de la reacción burguesa.
Lenin llamaba la atención sobre el hecho crucial de que “los
explotadores están derrotados, pero o aniquilados”. Mientras perdurase
esta situación existía riesgo de contrarrevolución.
c] Dirigir a los elementos vacilantes.
El proletariado toma el poder neutralizando a los sectores vacilantes
(especialmente la pequeña burguesía) y sólo a partir de allí trata de ganarlos
a través de medias prácticas que los beneficien y que pueden ser tomadas
mediante la expropiación de los explotadores. Lenin critica la concepción
pequeñoburguesa de que es necesario ganar primero a las mayorías, a través del
sufragio universal y de elecciones: las mayorías se ganan con el poder en la
mano, utilizándolo. Los casos contrarios son excepciones rarísimas.
Octava tesis: ¿por qué pudo triunfar el proletariado ruso? Porque el proletariado era
mayoría en los soviets, era la fuerza fundamental en las ciudades, cuyo control
era decisivo para el triunfo de la revolución, especialmente Petrogrado y
Moscú; por la dirección que ejerció sobre él el partido de vanguardia, el
partido bolchevique, que llegó a representar a la mayoría de la clase; por la
experiencia de lucha adquirida por el proletariado a partir de 1905, que fue un
“ensayo
general para 1917”; la “superioridad de fuerzas en momento y en lugares decisivos”,
es decir, debido a la existencia de las “fuerzas de choque” proletarias armadas que
podían garantizar la toma del poder y, fundamentalmente, debido a la escisión
del ejército zarista, lo que garantizaba a los bolcheviques el control casi
mayoritario del ejército (lo que se expresaba en las votaciones de los soviets
de soldados) y posibilitaba el control de los frentes más importantes;
finalmente, el proletariado ruso pudo triunfar porque fue capaz de utilizar la
guerra imperialista contra la dominación burguesa.
Estas fueron las tesis fundamentales de Lenin para explicar las dos etapas
revolucionarias del año 1917.
A modo de conclusión, después de haber intentado destacar los aspectos
principales de la táctica leninista en el curso del proceso que culmina con la
conquista del poder, vale la pena subrayar –como lo hace Lukács— que el gran
mérito de Lenin ha sido el de haber sabido extraer la esencia práctica del
marxismo. Lenin partía del hecho de que la verdad es siempre concreta. Sus
concepciones no pueden, pues, entenderse desvinculadas del contexto histórico
en el cual fueron generadas y en función del cual fueron formuladas. Esto no
invalidad el carácter universal del leninismo. Pero éste no puede ser entendido
como fórmulas rígidas y acabadas, sino como un método de explicación y acción
que debe ser recreado, vale decir, aplicado creadoramente en función de cada
situación concreta. Es desde esta perspectiva que los revolucionarios de hoy y
del mañana deben buscar en el leninismo, entendido como un pensamiento vivo, una
guía para la acción.
Fuente: Cuadernos Políticos, número 14, México, D.F., Editorial Era, octubre-diciembre de 1977, pp.
104-113. UNAM.
Descargas el texto completo de “La táctica de Lenin en la revolución rusa” (1977) de Vania Bambirra.
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