Nuestro homenaje a Stalin, en el aniversario de su nacimiento, lo rendimos, en esta oportunidad, con la defensa
de su figura histórica, rescatando la verdad que durante muchas décadas la burguesía,
el revisionismo y el trotskismo han tratado de enterrar.
Como resultado del informe
secreto de Jruschov en el nefasto XX Congreso del PCUS, se inició también una revisión
falaz de la historia de la Gran Guerra Patria, denostando a Stalin, atribuyéndole
acciones y comportamientos extraños a las características de su personalidad, y
le echaron la culpa de todos los errores reales y ficticios. Jruschov calumnió
a Stalin, al afirmar que el líder bolchevique fue presa de la desesperación después
del ataque alemán del 22 de junio de 1941. Supuestamente no reaccionó durante
muchos días, refugiándose en su soledad, abatido por la responsabilidad y la
culpa. Sólo después de que los otros dirigentes del Partido, lo visitaran y
reanimaran, renovándole su confianza, Stalin habría recuperado el control de sí
mismo, poniendo manos a la obra en la labor de defensa de la patria soviética.
Este cuento es citado en mayor o menor medida en varias biografías de Stalin,
ninguna de ellas cuestiona la veracidad de este infundio de Jruschov, pese a la
existencia de numerosas pruebas documentales y testimonios de lo contrario. Sin
embargo, la verdad es testaruda y tarde o temprano se pronuncia.
El cuentista Jruschov no estaba en
Moscú el día del sorpresivo ataque alemán, sino en Ucrania. Uno de los testigos
de los hechos, Georgi Dimitrov escribió en su diario la siguiente entrada:
* 22 de junio de
1941 *
–
Domingo.
–
A las 7:00 a.m. fui convocado, con urgencia, al Kremlin.
–
Alemania ha atacado a la URSS.
La
guerra ha empezado.
–
En la oficina, encontré a Poskrebyshev, Timoshenko, Kuznetsov, Mejlis (de
nuevo, en uniforme militar), Beria (dando órdenes por teléfono).
–
En la oficina de Stalin están Molotov, Voroshilov, Kaganovich, Malenkov.
Stalin
me dice: “Nos atacaron sin hacer ninguna demanda, sin exigir negociaciones; nos
atacaron perversamente, como gánsteres. Después del ataque, del bombardeo de
Kiev, Sebastopol, Zhitomir y otras áreas, se presentó Schulenburg para anunciar
que Alemania se consideró amenazada por la concentración de tropas sovi[éticas]
en su frontera oriental y había adoptado contramedidas. Los finlandeses y los
rumanos están junto a los alemanes. Bulgaria ha aceptado representar los
intereses alemanes en la URSS. Sólo los comunistas pueden derrotar a los
fascistas…”.
–
Sorprendente calma, resolución y
confianza de Stalin y todos los demás.
–
Se está editando la declaración del gobierno que va a ser leída por Molotov en
la radio.
–
Se están emitiendo órdenes para el
ejército y la marina.
–
Medidas para la movilización y ley
marcial.
–
Se está preparando un área subterránea para el trabajo del CC y el Estado
Mayor.
–
Los representantes diplomáticos, dice Stalin, deben ser llevados fuera de
Moscú, a Kazán, por ejemplo. Aquí
pueden espiar.
[…]
(Ivo Banac, ed., “The
Diary of Georgi Dimitrov”, Yale University Press, 2003, págs. 166-167)
(La entrada del 16 de agosto de 1941,
en la que Dimitrov registra un extracto de la conversación de Stalin con
Jruschov, por alta frecuencia, grafica la verdadera disposición de estos
últimos).
A continuación ofrecemos una breve reflexión
de dos renombrados historiadores militares norteamericanos sobre la situación del
lado soviético en los momentos previos al ataque alemán del 22 de junio de
1941. En este extracto del libro “When
Titans Clashed: How the Red Army Stopped Hitler” se hace un recuento objetivo
de hechos previos al inicio de la guerra germano-soviética y se derivan conclusiones
que contradicen, niegan desmienten y destrozan los cuentos que los soldados de
la guerra fría, los revisionistas y los trotskistas siguen contando sin vergüenza
alguna sobre este momento de la historia.
Cuando los titanes se enfrentaron:
De cómo el Ejército Rojo detuvo a Hitler
David M. Glantz y Jonathan M. House
(Extractos)
2003
Planeamiento soviético
A pesar de la debilidad del Ejército Rojo y de la Fuerza
Aérea, los estrategas militares soviéticos esperaban detener cualquier ofensiva
alemana en las cercanías de la línea del río Dnieper, para después pasar
rápidamente a una contraofensiva estratégica.
En julio de 1940, el jefe de Estado Mayor B.M.
Shaposhnikov aprobó el plan de guerra del general de división A.M. Vasilevsky.
El plan de Vasilevsky asumía un ataque alemán, apoyado por Italia, Finlandia,
Rumania y, posiblemente, Hungría y Japón. La fuerza total del enemigo
comprendería 270 divisiones, de las cuales 233 estarían concentradas a lo largo
de la nueva frontera occidental de la Unión Soviética. Vasilevsky asumía que la
principal fuerza alemana –123 divisiones de infantería y 10 divisiones panzer–
se ubicaría al norte de los pantanos de Pinsk, con objetivos en dirección de
Minsk, Moscú y Leningrado. Por ese motivo, Vasilevsky planeaba poner el grueso
de las fuerzas del Ejército Rojo en la misma región.
El Comisario de Defensa S.K. Timoshenko rechazó este
plan, probablemente, anticipándose a las objeciones de Stalin. En agosto de
1940, cuando K.A. Meretskov fue nombrado jefe de Estado Mayor, pidió a
Vasilevsky y a los demás miembros del Estado Mayor que elaboraran un nuevo
plan. El segundo proyecto tenía dos variantes en función de dónde se concentraba
la mayor parte de las fuerzas soviéticas: al norte o al sur de los pantanos de
Pinsk, y esto dependía de la situación política. Stalin revisó el proyecto, el
5 de octubre. No rechazó abiertamente la variante del norte pero resaltó que
los objetivos más probables de Hitler eran el grano de Ucrania y el carbón y
otros minerales de la región de Donbas. El Estado Mayor presentó, entonces, un
nuevo plan, aprobado el 14 de octubre de 1940, que cambiaba la orientación
básica de las fuerzas hacia el Sudoeste. Con modificaciones menores, este plan
se convirtió en la base del Plan de Movilización (PM) 41.
El PM-41 contemplaba la distribución de 171 divisiones en
tres cordones sucesivos o escalones operativos, a lo largo de la frontera. El
primer escalón sería una fuerza de cobertura ligera, con 57 divisiones de
fusileros, con cada división defendiendo hasta 70 kilómetros de frontera. Los
siguientes dos escalones tenían mucho más tropas concentradas: 52 y 62
divisiones de fusileros, respectivamente, y la mayoría de los 20 cuerpos
mecanizados en la Rusia europea. En tiempos de paz, todas estas formaciones
pertenecían a diversos distritos militares del occidente de la Unión Soviética;
en caso de guerra, estos distritos se deberían convertir en cinco jefaturas de grupos
de ejércitos llamados frentes. Dado
que estos frentes estaban basados en
límites de tiempos de paz, no eran directamente equivalentes a los tres grupos
de ejércitos alemanes. Así, por ejemplo, el Distrito Militar de Leningrado se
convirtió en el Frente Norte, con responsabilidades defensivas, por el norte,
hacia Finlandia y, por el sur, hacia el Grupo de Ejércitos alemán del Norte.
Detrás de los cinco frentes
de vanguardia soviéticos, un grupo completamente independiente de cinco
ejércitos de campo estaba en proceso de formar un segundo escalón estratégico
detrás de los tres cordones originales. Este Frente de Reserva se estaba
constituyendo a lo largo de la línea de los ríos Dniéper y Dvina. Su
concentración de fuerzas era típica del principio soviético de fuerzas
escalonadas en grandes profundidades; fue virtualmente invisible para la
inteligencia alemana, antes de las hostilidades. A fines de abril [de 1941], el
Frente de Reserva e importantes elementos de unidades de avanzada recién habían
empezado a desplazarse hacia la vanguardia. Como en varios otros aspectos, el
ataque alemán del 22 de junio sorprendió a los soviéticos en transición.
Los defensores
soviéticos habían estimado la situación de forma fundamentalmente equivocada,
no sólo al concentrar las fuerzas demasiado lejos, sino también por esperar lo
principal del ataque enemigo al sur de los pantanos de Pinsk. Durante la década
de 1960, cuando estaba de moda culpar a Stalin de todos los errores del
esfuerzo de guerra soviético, varios memoristas alegaron que Stalin había
desautorizado a sus asesores militares en este aspecto. Sin embargo, en el
largo plazo, Stalin estuvo en lo correcto al insistir en que Hitler estaba
interesado en los recursos económicos. Sus comandantes al parecer estuvieron de
acuerdo con sus decisiones, aunque sólo fuera porque esperaban utilizar sus
fuerzas en el Sudoeste para contraatacar por el flanco cualquier invasión
alemana que viniera del norte. Incluso Zhukov no cambió el concepto básico
cuando se convirtió en jefe de Estado Mayor en febrero de 1941. De este modo, cuando
las principales fuerzas mecanizadas alemanas avanzaban por el norte, el
Ejército Rojo estaba desproporcionadamente concentrado en el Sudoeste.
Cuando la tensión
aumentaba en 1941, Zhukov trató de persuadir a Stalin de la necesidad de un
ataque preventivo. El nuevo jefe de Estado Mayor escribió un “Informe sobre el Plan Estratégico de
Despliegue de las Fuerzas Armadas de la Unión Soviética, ante el Presidente del
Consejo de Comisarios del Pueblo, el 15 de mayo de 1941”, y convenció a
Timoshenko para que también firmara el documento. En esta propuesta manuscrita,
Zhukov abogaba por una ofensiva inmediata, utilizando 152 divisiones para
destruir un estimado de 100 divisiones alemanas reunidas en Polonia. El Frente
Sudoccidental atacaría a través del sur de Polonia para separar a Alemania de
sus aliados, mientras que el Frente Occidental se encargaría de la principal
fuerza alemana y capturaría Varsovia. Dados los muchos problemas que el
Ejército Rojo estaba experimentando en ese momento, semejante ataque hubiera
sido una jugada desesperada. Stalin estuvo probablemente justificado en ignorar
la propuesta de Zhukov.
Indicios y advertencias
Queda la
desconcertante cuestión de cómo es que el ataque alemán de 1941 logró ser una
sorpresa política y militar aplastante. En retrospectiva, hubo abundantes
indicios de inminentes hostilidades. Obreros ferroviarios comunistas en Suecia,
combatientes de la resistencia en Polonia y muchos otros agentes informaron de
la masiva concentración de fuerzas en el Este. Aviones alemanes de
reconocimiento de gran altitud sobrevolaron territorio soviético en más de 300
ocasiones, provocando reiteradas protestas diplomáticas pero poca acción
defensiva. Espías alemanes y guerrilleros ucranianos respaldados por alemanes infestaron
el occidente de la Unión Soviética en la primavera de 1941. Empezando el 16 de
junio, la embajada alemana en Moscú evacuó todo el personal no esencial, y para
el 21 de junio ningún barco mercante alemán quedó en puertos bajo control
soviético.
A primera vista,
es fácil aceptar la interpretación tradicional según la cual la obcecación de
Stalin fue la responsable del desastre. Con frecuencia se le cita como el
ejemplo clásico de un líder que ignora la evidencia sobre la capacidad de ataque de un enemigo porque
duda de la intención para atacar. Sin
duda, Stalin es culpable de anteponer sus deseos a la realidad, de esperar
retrasar la guerra al menos otro año a fin de completar la reorganización de
sus fuerzas armadas. Trabajó febrilmente durante la primavera de 1941, tratando
desesperadamente de mejorar la postura defensiva de la Unión Soviética a la vez
que buscaba retrasar la inevitable confrontación.
Hubo numerosas
razones adicionales para la renuencia de Stalin a creer en una ofensiva alemana
inmediata. En primer lugar, los soviéticos temían que los otros enemigos de
Alemania, especialmente Inglaterra y la resistencia polaca, suministraran
información engañosa con el fin de involucrar a Moscú en la guerra. Asimismo,
los dirigentes soviéticos estaban preocupados de que la excesiva concentración
de sus tropas o los preparativos en el área de vanguardia pudieran provocar a
Hitler, ya sea por accidente o como pretexto para una acción alemana limitada
(ocupación de territorio fronterizo y exigencias de más ayuda económica).
Stalin no era, después de todo, el primer líder europeo en interpretar
erróneamente a Hitler, en considerarlo “demasiado racional” para provocar un
nuevo conflicto en el Este antes de haber derrotado a los ingleses en el Oeste.
Ciertamente, la propia lógica de Hitler para el ataque –tenía que poner fuera
de la guerra a la Unión Soviética para eliminar la última esperanza de ayuda de
los ingleses– era increíblemente retorcida.
Este temor
soviético de provocar o ser provocado por un adversario alemán racional llega a
explicar las reiteradas órdenes emitidas prohibiendo a las tropas soviéticas
abrir fuego, incluso ante evidentes violaciones de frontera y vuelos de
reconocimiento. También ayuda a explicar el escrupuloso cumplimiento soviético
de los acuerdos económicos existentes con Alemania. Stalin al parecer esperaba que,
suministrando a Hitler con materiales escasos vitales para la economía alemana,
eliminaría un móvil para hostilidades inmediatas. Así, en los dieciocho meses
previos a la invasión alemana, la Unión Soviética envió a Alemania dos millones
de toneladas de productos derivados del petróleo, 140,000 toneladas de
manganeso, 26,000 toneladas de cromo, y una gran cantidad de otros suministros.
Los últimos trenes de carga resonaban cruzando la frontera sólo horas antes del
ataque alemán.
Hubo también
razones institucionales para el fracaso de la inteligencia soviética en
predecir el plan de Hitler. Las Grandes Purgas habían diezmado las operaciones
de inteligencia soviéticas así como la estructura de mando militar. Sólo el
servicio de inteligencia militar, la GRU, permaneció esencialmente intacto, pero
su jefe, teniente general F.I. Golikov, había caído en los engaños alemanes.
Golikov informaba puntualmente acerca de los indicios de preparativos alemanes,
pero calificaba a todos estos informes de dudosos, a la vez que subrayaba los
signos de continua moderación alemana. Otros oficiales de inteligencia tenían
tanto temor de provocar a Stalin o a Hitler que sus informes estaban sesgados
contra la probabilidad de la guerra.
Las operaciones de
diversión alemanas también contribuyeron a la duda soviética. En primer lugar, los
alemanes continuaron con la planeada invasión de Inglaterra, la Operación León
Marino, como cubierta para la Operación Barbarroja. El Alto Mando alemán (Oberkommando des Wehrmacht, OKW) informó
confidencialmente a su contraparte soviética que las tropas concentradas en el
Este tenían como objetivo engañar a la inteligencia británica y que Alemania
necesitaba practicar para la Operación León Marino en una región fuera del
alcance de los bombarderos y aviones de reconocimiento británicos. En un
artículo periodístico de junio de 1941, el Ministro de Propaganda Goebbels
“filtró” desinformación indicando que era inminente una invasión británica.
Después de esto, Goebbels ostentosamente retiró de circulación al periódico y
se puso a sí mismo bajo un simulado castigo como consecuencia de su “error”.
Hitler ordenó que
la concentración de tropas alemanas fuera presentada como una precaución
defensiva contra un posible ataque soviético, empujando nuevamente a los
soviéticos a evitar cualquier movimiento amenazante de tropas. Una serie de
otras tretas alemanas sugería operaciones inminentes desde Suecia hasta
Gibraltar. Luego, en mayo de 1941, el Ministerio de Relaciones Exteriores
alemán y el OKW alentaron rumores acerca de que Berlín exigiría cambios en la
política soviética o en la ayuda económica. Esto llevó a los comandantes
soviéticos a creer que un ataque alemán estaría precedido por ultimátum o
alguna otra advertencia diplomática.
La invasión
alemana de Yugoslavia y Grecia durante abril y mayo de 1941 también contribuyó
a encubrir la Operación Barbarroja. Esta invasión no sólo proporcionó una
explicación plausible para mucha de la concentración de fuerzas alemanas en el
Este, también provocó una serie de retrasos reales en el ataque a Rusia. De
esta forma, los agentes de inteligencia que informaron correctamente de la
fecha original del ataque (15 de mayo de 1941), quedaron desacreditados cuando ese
día pasó sin ningún incidente. Para la segunda mitad de junio, demasiadas
advertencias habían probado ser falsas que después ya no tuvieron un fuerte
impacto sobre Stalin y sus asesores.
Visto en este
contexto, la sorpresa estratégica que sufrieron los soviéticos es más comprensible. Entre innumerables
señales contradictorias, identificar una amenaza inminente era algo difícil en
el mejor de los casos. Después, en la noche del 21 de junio, Stalin aprobó un
confuso mensaje de alerta a sus comandantes. Desafortunadamente, el arcaico
sistema de comunicaciones falló en notificar a muchas jefaturas antes del
primero de los ataques alemanes. Sólo las bases navales y el Distrito Militar
de Odessa estuvieron lo suficientemente alejados para reaccionar a tiempo.
Algunos
comandantes se arriesgaron a disgustar a Stalin, tomando sus propias
precauciones. El coronel general M.P. Kirponos del Distrito Militar Especial de
Kiev mantuvo estrecho contacto con las tropas fronterizas de la NKVD y alertó a
sus unidades cuando los alemanes se concentraron en la frontera. Tal iniciativa
fue la excepción, no la regla.
En retrospectiva,
la falta más seria de los soviéticos no fue la sorpresa estratégica que sufrieron, tampoco la
sorpresa táctica, sino la sorpresa institucional. En junio de 1941, el Ejército
Rojo y la Fuerza Aérea estaban en transición, cambiando su organización,
dirección, equipamiento, adiestramiento, disposición de tropas y planes
defensivos. Si Hitler hubiera atacado cuatro años antes o incluso un año
después, las fuerzas armadas soviéticas hubieran estado en posición más que de
igualdad ante la Wehrmacht. Sin
embargo, ya sea por azar o por instinto, el dictador alemán invadió en un
momento en que sus fuerzas armadas estaban aún cerca de su punto más alto,
mientras que su archienemigo era más vulnerable. Fue esta sorpresa
institucional la que fue, en su mayor parte, responsable de las catastróficas
derrotas soviéticas de 1941.
Fuente: David M. Glantz y Jonathan M. House, “When Titans Clashed: How the Red Army
Stopped Hitler”, University Press of Kansas, 1995, págs. 38-44.
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Thiago R.
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