La historia del Manifiesto Comunista
de Marx y Engels
Por V.V. Adoratsky
Director
del Instituto Marx-Engels-Lenin
(1938)
Introducción
El Manifiesto del Partido Comunista (el Manifiesto Comunista) vio la luz del día poco antes de la Revolución
de Febrero de 1848. En este brillante trabajo escrito hace noventa años –setenta
años antes de la victoria obtenida en 1917 por la gran revolución socialista–,
Marx y Engels anunciaron la revolución proletaria venidera, dieron las razones
estrictamente científicas de su necesidad histórica, y predijeron la inevitable
caída de la burguesía y la victoria del proletariado.
Marx y Engels demostraron científicamente su doctrina sobre el papel
histórico universal del proletariado, la clase generada por el desarrollo del
capitalismo industrial y la clase más revolucionaria de la historia mundial.
La tarea histórica del proletariado es destruir las clases, crear una
sociedad comunista sin clases y asegurar el desarrollo de las fuerzas
productivas sociales a un grado desconocido hasta ahora. La estructura secular
de la sociedad capitalista puede ser destruida y la dominación de la burguesía,
que ahora es incompatible con la existencia y desarrollo de la sociedad, puede
ser barrida, únicamente a condición de que el proletariado, el líder de todos
los oprimidos y explotados, conquiste el poder e instaure su dictadura. Sólo
bajo la dictadura del proletariado, bajo la dirección del proletariado, los
trabajadores pueden construir una sociedad comunista.
En 1914, evaluando el Manifiesto del
Partido Comunista, Lenin escribió lo siguiente:
“Esta
obra expone, con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción
del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida
social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo,
la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico mundial
del proletariado como creador de una sociedad nueva, de la sociedad comunista.”
[Lenin, “La
guerra y la socialdemocracia de Rusia”, en Obras Escogidas en 12
tomos, t. 5, p. 21]
Aquí Lenin también destacaba el supremo significado revolucionario del Manifiesto del Partido Comunista y el
profundo contenido teórico de este trabajo, su enorme importancia científica.
En el Manifiesto del Partido Comunista,
Marx y Engels anunciaron la llegada de una nueva época en la historia de la
humanidad, y al mismo tiempo su obra abría una nueva época en el desarrollo de
la ciencia.
I. La base teórica
El Manifiesto del Partido Comunista
fue fruto de un extraordinario trabajo de investigación científica preliminar,
de un enorme trabajo preparatorio.
Cuando todavía era un estudiante universitario (1836-1837), Marx comenzó a
estudiar filosofía, historia y derecho, y para 1847 había sometido a crítica a los
mejores estudios del desarrollo del pensamiento teórico y científico precedente,
en las obras de la filosofía clásica alemana, la economía política inglesa y el
socialismo francés (e inglés).
La evolución de Engels también siguió la misma línea que la de Marx. A partir
del año 1844, se estableció entre ellos una amistad y colaboración inalterables.
Engels, al igual que Marx, pasó por la escuela de la filosofía hegeliana, y tuvo
un acercamiento absolutamente independiente a la elaboración de los puntos de
vista expuestos en el Manifiesto. En
1845, publicó su espléndido libro “La condición de la clase obrera en Inglaterra en
1844”. Ese mismo año, visitó a Marx en Bruselas, y juntos analizaron
y sometieron a crítica la herencia teórica de la burguesía.
Marx depuró el método dialéctico de Hegel de su contenido idealista, y
comenzó a aplicarlo de una forma materialista. Realizó este trabajo durante los
años 1843-1846, siguiendo a Feuerbach hacia el punto de vista del materialismo.
Pero Marx fue más lejos que Feuerbach. No se conformó con el materialismo
contemplativo de Feuerbach, sino que creó el materialismo dialéctico revolucionario,
combinó la ciencia con la práctica revolucionaria, y aplicó el materialismo al
estudio de la historia de la sociedad humana, algo que Feuerbach no pudo hacer.
Marx sometió a crítica a la filosofía hegeliana del Derecho (1843) y, en
colaboración con Engels, estudió críticamente la filosofía idealista de Hegel y
sus discípulos –los hegelianos de izquierda– (“La Sagrada Familia”,
1844) y el punto de vista idealista de Hegel sobre la historia de la evolución
de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento (“La ideología alemana”,
1845-1846).
El método dialéctico nos enseña a abordar todos los fenómenos de la
naturaleza, la historia y el pensamiento en su proceso de desarrollo, en su
conjunto, en relación con todas las condiciones que dan lugar a los mismos. Busca
la causa del desarrollo no en alguna fuerza exterior, sino en los propios
fenómenos, en la lucha de contrarios, que es característica de todos los
fenómenos. Después de haber liberado el método dialéctico del idealismo –que está
en flagrante contradicción con la propia naturaleza del pensamiento dialéctico,
dado que éste exige una percepción integral y profunda de los fenómenos concretos
tal como tienen lugar en la realidad material objetiva–, Marx y Engels resolvieron
la tarea de estudiar la ley del desarrollo de la naturaleza y de la sociedad
humana.
Marx y Engels cerraron la brecha que existía entre la teoría y la práctica,
al poner la teoría y la ciencia al servicio de la lucha revolucionaria del
proletariado por la liberación de toda la humanidad trabajadora de la
explotación capitalista y de todo tipo de explotación. Al poner a la ciencia al
servicio de la más grande revolución de todas, Marx y Engels abrieron nuevas e
ilimitadas perspectivas, creando por primera vez una base estrictamente
científica para el estudio de los fenómenos sociales.
Los fundadores del marxismo demostraron claramente que la causa motriz del
desarrollo no reside en las contradicciones de conceptos como enseñaba Hegel, sino
en las contradicciones existentes en el propio mundo material. La fuerza motriz
del desarrollo social es la lucha revolucionaria del proletariado en la
sociedad capitalista. Armado con el método de la dialéctica materialista, Marx
elaboró la concepción materialista de la historia sobre la base de un estudio de la
historia de la revolución burguesa en Francia y el posterior desarrollo de la
lucha de clases en la sociedad burguesa, que había roto las cadenas del
feudalismo.
Resumiendo la experiencia histórica de las revoluciones, y basándose en un
profundo conocimiento de la esencia de las relaciones capitalistas, Marx creó
su teoría de la lucha de clases y su doctrina sobre el papel histórico mundial
del proletariado.
Engels ha declarado que esta teoría maduró en la mente de Marx en 1845. Se
la expuso a Engels cuando se reunieron en Bruselas, en la primavera de 1845. Éste
es su contenido, expuesto de forma sucinta por Engels:
“...la
producción económica y la estructura social que necesariamente da origen en
cada época histórica, constituye la base para la historia intelectual y
política de esa época ...en consecuencia (desde la disolución de la propiedad
comunal primitiva de la tierra ), toda la historia ha sido una historia de la
lucha de clases, de las luchas entre explotados y explotadores, entre dominados
y clases dominantes en las diversas etapas de evolución social ...esta lucha,
sin embargo, ahora ha llegado a una etapa en que la clase oprimida y explotada (el
proletariado) ya no puede emanciparse de la clase que explota y la oprime (la
burguesía) sin que al mismo tiempo libere para siempre a toda la sociedad de la
explotación, la opresión y la luchas de clases.” [Karl Marx, Obras Escogidas, t. 1] *
Después de convencerse de la falsedad del punto de vista idealista sobre la
sociedad humana, Marx observó que las relaciones decisivas y fundamentales de
la sociedad humana eran las relaciones económicas que surgen sobre la base del desarrollo
de las fuerzas productivas materiales de la sociedad. En consecuencia, Marx se
ocupó de la economía política, la ciencia que hace precisamente el estudio de
estas relaciones.
En París (1843-1844), Marx estudió los trabajos de los mejores representantes
de la economía política burguesa (principalmente Adam Smith y David Ricardo) y,
continuando sus estudios y su análisis crítico de la economía política
burguesa, en Bruselas (1845-1847), Marx formuló su teoría de la plusvalía. **
Los capitalistas, los dueños de los medios de producción, se apropian del
trabajo no retribuido a los proletarios, la clase privada de sus propios medios
de producción y obligada a vender su fuerza de trabajo.
La teoría de la plusvalía creada por Marx, que resuelve la cuestión de
fondo en cuanto al origen de la explotación en la sociedad capitalista, se
encuentra en la base de la primera obra de Marx sobre teoría económica, “La miseria de
la Filosofía” (publicada en el verano de 1847) y de las
conferencias sobre “Trabajo
asalariado y capital” dictadas por él ante la Sociedad Educativa
de Obreros Alemanes en Bruselas, a finales de 1847.
Todos estos trabajos científicos citados fueron la base de la teoría del
socialismo científico elaborada por Marx y Engels.
Marx hizo un análisis a fondo de las relaciones capitalistas y reveló plenamente
la naturaleza revolucionaria del proletariado, la que se deriva de las propias
condiciones de este último en la sociedad capitalista, de su papel en la
producción.
Marx y Engels vieron la garantía del triunfo del socialismo, no en las
cabezas de individuos sabihondos sino en la lucha verdaderamente revolucionaria
de las masas oprimidas y explotadas del proletariado, en el crecimiento de su
organización, conciencia y determinación revolucionarias que se desarrollan en
el curso de la lucha. Para Marx y Engels, el comunismo no es una simple doctrina
o dogma. Está basado en el movimiento revolucionario de las masas proletarias,
en su lucha real.
Para los socialistas utópicos, el proletariado era a lo sumo una clase desafortunada
y sufrida, a quien se proponían dotarle de bendiciones desde arriba. Marx y
Engels vieron en el proletariado una fuerza revolucionaria superior; para ellos,
el proletariado era la clase en cuyas manos estaba el futuro. Todo lo que tenía
que hacerse era convocar las fuerzas del proletariado, unirlas y organizarlas
para la lucha, y dirigir su lucha sobre la base de la ciencia, de la teoría
revolucionaria.
Pero la teoría no se puede presentar como un dogma ya elaborado. Debe ser aprendida
por las masas a partir de su propia experiencia. De aquí se desprende el papel
de líder que está armado con la teoría revolucionaria que, a su vez, es el
resultado de toda la experiencia de la lucha histórica:
“Las conclusiones
teóricas de los comunistas no están basadas de ninguna manera en ideas o
principios que han sido inventados o descubiertos por tal o cual reformador del
universal.
Ellas son simplemente la expresión, en términos generales, de las relaciones reales de surgen de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se desarrolla ante nuestros ojos.” [Marx, Obras Escogidas, t. 1, p. 219]
Mientras participa en la lucha directa de las masas y la dirige, el
destacamento de vanguardia del proletariado –el Partido Comunista– está
indisolublemente ligado a las masas de la clase obrera, y, a través de ella,
con todas las masas trabajadoras.
El Partido Comunista libra una lucha irreconciliable contra todas las
influencias burguesas sobre el proletariado; se opone a todos los intentos de
mitigar la lucha, de reconciliar al proletariado con sus condiciones de
esclavitud bajo el yugo de la burguesía; contribuye al desarrollo de la
conciencia y la organización del proletariado y a su transformación en clase;
le ayuda a conquistar el poder y a cumplir su tarea de construir la sociedad
comunista.
II. Antecedentes históricos
Marx, el primer líder y teórico del proletariado, nació en la familia de un
intelectual burgués próspero (su padre era un conocido abogado de Trier, en la
provincia del Rin, en Prusia).
Entonces, ¿por qué Marx rompió por completo con la burguesía y se pasó completamente
al lado de la clase obrera, en tanto que los principios creados por Marx se
convirtieron en la mejor arma teórica en manos de la clase obrera?
En los años treinta y cuarenta del siglo XIX, en la época en que se formaron
las ideas de Marx, el capitalismo ya tenía una larga historia de desarrollo. El
capitalismo industrial comenzó a desarrollarse en los países de Europa
Occidental (Inglaterra) a partir de mediados del siglo XVIII. Para mediados del
siglo XIX, en Francia y sobre todo en Inglaterra, las condiciones inherentes al
capitalismo se habían manifestado completamente. La gran industria en
Inglaterra se había desarrollado con especial rapidez y había revolucionado
todos los cimientos de la sociedad burguesa. El bullente proletariado
revolucionario que ocupaba los centros industriales y las grandes ciudades se manifestó
como una fuerza histórica amenazante e independiente. En Francia, en Lyon, el
centro de la industria textil, tuvo lugar la primera revuelta de obreros en
1831. Entre 1838 y 1842, el primer movimiento obrero a escala nacional, el
movimiento de los cartistas ingleses, llegó a su punto culminante. En Alemania,
si bien es cierto que el desarrollo capitalista apenas había empezado, también
las masas proletarias comenzaron a plantear sus demandas en los años cuarenta,
como fue el caso de la revuelta de los tejedores de Silesia en el verano de
1844.
La lucha de clases entre la burguesía y el proletariado comenzó en ese
momento a tomar el primer lugar en la historia de los países más desarrollados
de Europa. La lucha entre el proletariado y la burguesía asumió un carácter
extremadamente agudo y tempestuoso.
En virtud de su genio, Marx fue el primero en lograr una comprensión
teórica de todo el curso del desarrollo histórico.
Marx, el gran revolucionario y brillante científico, se pasó completamente
al proletariado, vinculó su suerte con la de esa clase, se convirtió en su
primer líder, el organizador de su destacamento de vanguardia, el Partido
Comunista (la Liga Comunista en 1847-1851; la Asociación Internacional de
Trabajadores, la Primera Internacional, en 1864-1873), y estableció la base de
la teoría, la estrategia y la táctica del partido proletario.
Para Marx y Engels, quienes descubrieron el papel histórico del
proletariado y crearon una concepción del mundo nueva y revolucionaria, lo que
era importante era ganar a su lado a la clase obrera europea y sobre todo a la
clase obrera alemana, convencerla de que la comprensión de las tareas y las condiciones
de la liberación de la clase obrera, descubiertas por ellos, era correcta.
A mediados y en la segunda mitad de los años cuarenta, cuando Marx y Engels
comenzaban su actividad revolucionaria, se llegó a un punto de inflexión en el
desarrollo del movimiento revolucionario en Europa Occidental. En ese momento,
para emplear la expresión de Lenin, “el carácter revolucionario de la democracia
burguesa ya había caducado (en
Europa), mientras que el carácter revolucionario del proletariado socialista aún no había madurado”.
En ese momento, el capitalismo estaba todavía en un período de desarrollo
ascendente, el capital industrial progresista predominaba y el proletariado aún
no había logrado liberarse de la influencia ideológica y política de la
burguesía.
Los obreros, especialmente los obreros alemanes, todavía no habían roto
completamente con su pasado pequeñoburgués y artesanal. En su mayoría, eran en
el fondo trabajadores artesanales y pequeños artesanos independientes, y sus
aprendices se dedicaban principalmente al trabajo manual (sastres, carpinteros,
etc.). Aunque los aprendices de artesanos libraban una lucha contra los
artesanos, su ideal seguía siendo convertirse a largo plazo en artesanos ellos
mismos y tener sus propios pequeños talleres independientes.
Pero el crecimiento del capitalismo industrial continuaba
irresistiblemente. La producción artesanal cedió su lugar a la producción maquinizada
a gran escala, y los pequeños artesanos cayeron bajo el dominio del gran
capital. Esta evolución también tuvo su reflejo en la mente de los obreros.
Entre los obreros, se suscitó la necesidad de comprender los cambios que se
estaban operando en la sociedad, y se despertó un vivo interés en cuestiones
teóricas. Los círculos de estudio obreros proporcionaron el terreno favorable
para la aceptación de las ideas propuestas por Marx y Engels.
Marx y Engels combinaron el trabajo legal e ilegal, hicieron uso de la
prensa legal, mantuvieron conexiones con todas las figuras activas del
movimiento socialista en Francia, Inglaterra, Suiza y Alemania, y desarrollaron
una propaganda sistemática de sus puntos de vista. Criticaron enérgicamente las
ideas y los prejuicios burgueses que obstaculizaban que el proletariado adquiriera
una conciencia de clase claramente definida, que tuviera conciencia de su
oposición irreconciliable a la burguesía y de la inevitabilidad de la
revolución comunista. Marx se opuso a las viejas formas conspirativas del
movimiento, a la organización de conjuras alejadas de las masas. Marx y Engels consideraron
que su tarea consistía en organizar la propaganda masiva de las ideas del
comunismo científico entre los obreros, y así preparar al proletariado para la
acción independiente por la conquista del poder.
La Liga de los Justos
Marx y Engels habían mantenido durante mucho tiempo relaciones con la
sociedad comunista secreta la Liga de los Justos.
El 12 de mayo de 1839 tuvo lugar en París la infructuosa rebelión organizada
por la Société des Saisons, sociedad secreta francesa revolucionaria, a la que
estaba vinculada la Liga de los Justos, y entre cuyos miembros se contaban
emigrados alemanes. Sus principales miembros, Karl Schapper y Heinrich Bauer,
tuvieron que abandonar París y se dirigieron a Londres. Desde 1840, la sede de
la Liga de los Justos se trasladó a Londres, dando así un carácter
internacional a la Liga. Además de los alemanes, comenzaron a tomar parte en la
organización obreros de diversas nacionalidades (escandinavos, holandeses,
húngaros, checos, eslavos del Sur, rusos, alsacianos) que utilizaban el alemán
como lengua común, siendo la única que todos entendían. Por otra parte, la Liga
de los Justos comenzó a asumir crecientemente el carácter de una sociedad
propagandista, ya que la experiencia había puesto en evidencia que las conspiraciones
aisladas de las masas no tenían esperanzas. En 1840, se estableció en Londres la
Sociedad Educativa de Obreros Alemanes, que estaba bajo la influencia orientadora
de la ilegal Liga.
Marx y Engels dieron todo su apoyo a estas nuevas tendencias que concentraban
su atención en las tareas de propaganda, que buscaban sacudirse de las viejas
tradiciones de organizar conspiraciones; y alentaron el esfuerzo hacia el
internacionalismo. Llevaron a cabo su propaganda por correspondencia, mediante
el envío de cartas circulares. Realizaron un trabajo sistemático en los
círculos de estudio obreros y dieron conferencias en las sociedades obreras. Al
criticar implacablemente las diversas teorías del socialismo pequeñoburgués,
Marx y Engels en 1846 y 1847 lograron ejercer una influencia decisiva en la
Liga de los Justos.
Recordando aquellos días, Marx escribió en 1860:
“Publicamos
una serie de panfletos, parcialmente impresos y parcialmente litografiados, en los
que sometimos a una crítica despiadada esa mezcla de comunismo o socialismo
francés-inglés y filosofía alemana que entonces constituían las enseñanzas
secretas de la Liga, y en su lugar planteamos el estudio de la estructura
económica de la sociedad burguesa como la única base teórica firme, y,
finalmente, explicamos en forma popular que no era cuestión de dar vida a algún
sistema utópico sino de participar conscientemente en el proceso histórico de
la transformación revolucionaria de la sociedad que se estaba dando ante
nuestros ojos.” [Karl Marx, Herr Vogt]
Marx y Engels contrarrestaron las ideas utópicas y pequeñoburguesas
vigentes en ese momento entre los obreros de vanguardia, con su doctrina de la
lucha de clase organizada del proletariado, quien, por su posición en la
producción y en la sociedad es el dirigente de todos los oprimidos y explotados.
Marx explicó a los obreros lo peligrosas y dañinas que eran todas las
teorías y enseñanzas encaminadas a desviar a la clase obrera del camino de la
lucha de clase proletaria, de la lucha por conquistar el poder del Estado – el único
camino para la destrucción de la opresión de clase y la edificación de la
sociedad sin clases, la sociedad comunista.
La crítica del socialismo sentimentalista de Kriege
Marx criticó el comunismo utópico de Weitling, quien tenía la fantástica
idea de liberar al proletariado mediante la organización de un complot. Marx
también criticó enérgicamente el socialismo sentimentalista de H. Kriege, que
era similar al punto de vista de los populistas rusos. En People’s Tribune, publicado por Kriege en Nueva York, éste desarrolló
el plan utópico pequeñoburgués de resolver el “problema social”, de una vez por
todas, convirtiendo a todo el mundo en pequeño campesino, para lo cual se utilizarían
las vastas extensiones de territorio virgen de América.
En una carta circular especial, Marx criticó este plan de Kriege, de su
diario y de toda la tendencia que representaba. Marx demostró que Kriege no comprendía
las verdaderas relaciones de la sociedad capitalista ni el significado de la
lucha de los campesinos y de la reforma agraria. Marx escribió en su circular:
“Si Kriege
hubiera considerado al movimiento por la liberación de la tierra como la
primera forma del movimiento proletario, necesario bajo ciertas condiciones; si
hubiera estimado este movimiento como uno que debe transformarse necesariamente
en comunista, por fuerza de la condición de vida de la clase de la que procede;
si hubiera demostrado que las luchas comunistas en América inicialmente deben
aparecer en esta forma agraria, a primera vista incompatible con todo comunismo
en absoluto; entonces no habría habido nada que objetarle en eso. Pero Kriege
declara como un asunto de toda la humanidad a esta forma de movimiento de cierta
gente real, que sólo tiene importancia secundaria. Kriege plantea esto como el
fin último y supremo de cualquier movimiento, convirtiendo así los objetivos
definidos del movimiento en el más puro absurdo.”
Además, Marx escribió sobre Kriege:
“En el mismo artículo de la edición nº 10 [de People’s Tribune], entona triunfales canciones, tales como: “Y, así, por fin, se harían realidad los sueños seculares de los europeos. En este lado del océano habría para ellos tierra preparada que podrían tomar y hacer fértil con el trabajo de sus manos, y así serían capaces de arrojar a la cara de todos los tiranos de la tierra la declaración orgullosa: Este es mi cabaña no construida por ustedes, este es mi hogar que llena vuestros corazones de envidia”.
Kriege podría haber añadido: Este es mi montón de estiércol, trabajo mío, de mi esposa y mis hijos, de mi labrador y de mi ganado. ¿Y qué tipo de europeos vería en esto el cumplimiento de sus sueños? ¡En todo caso, no los obreros comunistas! Ciertamente no los comerciantes y artesanos en quiebra o los campesinos arruinados que luchan por la felicidad de volver a ser pequeñoburgueses y campesinos en América.
¿Y en qué
consiste el sueño a ser cumplido con la ayuda de estos 1,400 millones de acres?
En no otra cosa que la transformación de todas las personas en propietarios
privados. Tal sueño es precisamente tan imposible de cumplirse y tan no
comunista como el sueño de transformar a todas las personas en emperadores,
reyes y papas.”
La carta circular de Marx fue aprobada en la reunión del Comité Comunista
organizado por Marx en Bruselas el 11 de mayo de 1846. En esta reunión, además
de Marx Engels, estuvieron presentes el belga Gigot, los periodistas emigrados
alemanes Sebastian Seiler y Louis Heilberg, el hermano de la esposa de Marx,
Edgar von Westphalen, Wilhelm Wolff y Weitling. Todos ellos, excepto Weitling, suscribieron
la crítica firme dirigida contra Kriege. En la reunión, se adoptó la siguiente
decisión, sólo Weitling estuvo en contra:
“La tendencia de People’s Tribune, que
se publica bajo la dirección de Hermann Kriege, no es comunista.
Los métodos infantilmente rimbombantes con los que Kriege se presenta, como representante de esta tendencia, comprometen seriamente al Partido Comunista, tanto en Europa como en América, en la medida en que Kriege es considerado el representante literario del comunismo alemán.
Los desvaríos sentimentalistas y fantasiosos predicados en Nueva York por Kriege bajo el nombre de comunismo, deben tener un efecto altamente desmoralizador sobre los obreros si ellos creen en esos absurdos.
Esta resolución, con los motivos de la misma, será notificada a los
comunistas en Alemania, Francia e Inglaterra. Una copia será enviada al consejo
editorial de People’s Tribune, con la
propuesta de que se imprima junto con las razones de la misma, en la próxima
edición de People’s Tribune.
Bruselas, 11 de mayo de 1846.”
Marx y Engels libraron una lucha contra la tendencia conciliadora pequeñoburguesa
de Karl Grün, el representante del “Verdadero Socialismo” alemán, y contra las teorías
de Proudhon, que quería preservar las relaciones burguesas, liberándolas de sus
“lados oscuros”, imaginando de manera utópica que este imposible podía hacerse
posible.
En los círculos de estudios de los obreros alemanes en París, Grün inculcaba
los proyectos de Proudhon para la organización de asociaciones obreras de
producción. Sostenía que, con la ayuda de este tipo de asociaciones y el uso de
los ahorros de los obreros, sería posible, por la vía pacífica, emanciparse de
la explotación capitalista y, por lo tanto, resolver con éxito todos los
problemas sociales. Engels, que en el otoño de 1846 había ido a París para continuar
la propaganda de las ideas del comunismo científico entre los obreros alemanes,
escribió desde allí a Marx el 18 de septiembre de 1846, sobre su lucha contra
Grün, y esbozó el contenido de la teorías absurdas de éste, tal como sigue:
“Imagínate,
los proletarios tienen que adquirir acciones con sus ahorros. Este dinero (por
supuesto, no debe haber menos de entre 10,000 y 20,000 de estos obreros) se
utilizará en un principio para construir uno o más talleres de una o varias industrias,
en las que se contratará a una parte de los accionistas; y los productos, en
primer lugar, se venderán a los accionistas al precio de la materia prima más la
mano de obra (los accionistas así no reciben ganancias), y, en segundo lugar,
los posibles excedentes se venderán de acuerdo a los precios del mercado
mundial. A medida que el capital de la sociedad crezca –ya sea como resultado
de una afluencia de nuevos miembros o por medio de nuevos ahorros de los
antiguos accionistas–, servirá para la construcción de nuevos talleres y
fábricas, etc., etc., hasta que todos los
proletarios estén involucrados y todas
las fuerzas productivas del país sean compradas; de esta manera, el capital en
manos de la burguesía perderá su capacidad de controlar la mano de obra y asegurar
ganancias! ...
Estos señores tienen en mente ni más ni menos, por el momento, comprar toda Francia, y después tal vez todo el resto del mundo, mediante el uso de los ahorros del proletariado, y mediante la renuncia a las ganancias y a los intereses de su capital. ¿Alguna vez se ha inventado tan espléndido plan?, ¿no sería simple –si uno está ansioso, en verdad, de hacer algo– acuñar monedas de cinco francos con la plata de la luz de la luna? Y aquí obreros tontos –tengo en mente a los alemanes– creen en estas tonterías. Esta gente que apenas tiene seis céntimos en sus bolsillos para ir a un pub de noche, va a comprar “toda la bella Francia” con sus ahorros. En comparación con estos tremendos especuladores, Rothschild y Compañía son los avaros más redomados. ¡Uno puede reventar de disgusto! Este Grün ha echado a perder tanto a los muchachos que la frase más absurda tiene para ellos más significado que el hecho más obvio presentado como argumento. Es una lástima que uno tenga todavía que oponerse a semejante insensatez bárbara. Pero hay que tener paciencia, no abandonaré a esos muchachos hasta que aplaste a Grün y les limpie sus corrompidas cabezas.”
En un círculo de estudio de carpinteros, Engels elaborando su punto de
vista y el de Marx, definió las intenciones de los comunistas de la siguiente
manera:
“1. Lograr
los intereses del proletariado en oposición a los de la burguesía.
2. Hacer esto a
través de la abolición de la propiedad privada y su sustitución por la
comunidad de bienes.
3. No reconocer
ningún medio para realizar estos objetivos que no sea una revolución
democrática por la fuerza.” [Correspondencia de Marx y Engels]
Como resultado de una acalorada discusión que duró varias noches sin
descanso, todos los argumentos de los partidarios de Grün fueron hechos
pedazos. Se hizo posible convencer a los obreros bajo influencia de las teorías
de Grün, de la corrección de los puntos de vista de Marx y Engels.
Al criticar enérgicamente las absurdas teorías reaccionarias, tan peligrosas
para la lucha de liberación de la clase obrera, Marx se enfrentó con el hecho
de que muchas de las personas que se consideraban sus partidarios le condenaban
por ser tan severo. Ellos trataron de persuadirlo para que bajara el tono de
sus polémicas contra Grün y Kriege, contra los “Verdaderos Socialistas”, contra
Proudhon, etc. Por ejemplo, Lüning, editor de la revista socialista alemana, Westphalisches Dampfboot, le escribió
acerca de esto.
Marx se expresaba ásperamente sobre estos filisteos pequeñoburgueses que se
imaginaban a sí mismos como revolucionarios y socialistas. Había muchos de
estos señores entre los emigrados en París. Irritaban mucho a Marx con la forma
en que lo mantenían preocupado y con su total incapacidad para comprender el
sistema capitalista en su conjunto. Estas personas seguían estando bajo la
influencia de las nociones burguesas y eran incapaces de comprender la
necesidad de una irreconciliable y despiadada lucha de clases por los intereses
del proletariado contra todas las prédicas sobre la posibilidad de reconciliación
y de acuerdo con la burguesía. Marx escribió a Georg Herwegh el 8 de agosto de 1847:
“Uno sólo puede
deshacerse de tales patanes siendo excepcionalmente duro con ellos. Lo característico
de estas viejas es que intentan pasar por alto y azucarar toda auténtica lucha partidaria,
y presentar la vieja costumbre alemana de riñas y chismografía como una actividad
revolucionaria. ¡Criaturas miserables! En todo caso, aquí, en Bruselas, no hay
nada de esto.”
Los acontecimientos que condujeron al Manifiesto
Los resultados del trabajo de propaganda realizado por Marx y Engels no
tardaron en hacerse sentir. En el invierno de 1846-1847, Joseph Moll, uno de
los miembros del Comité Central de la Liga de los Justos, fue delegado en
Londres para visitar a Marx en Bruselas. Moll fue facultado por sus camaradas
para invitar a Marx y Engels a unirse a la Liga, y transmitió la solicitud a
Marx para que, si él y Engels estuvieran de acuerdo en unirse, participen en el
próximo Congreso y expongan ahí sus puntos de vista teóricos, de tal manera que
puedan ser publicados como el programa oficial de la Liga.
En vista de que a Marx y Engels se les aseguraba toda posibilidad para colaborar
en la reorganización de la Liga y elaborar un programa teóricamente fiable, ellos
decidieron unirse a la Liga.
En el Congreso de la Liga, reunido en el verano de 1847 en Londres (Marx no
estuvo presente en el Congreso; Engels y W. Wolff, sí), tuvo lugar la
reorganización de la Liga, aprobándose sus estatutos, en los que la tarea de la
Liga se definía de la siguiente manera:
“El derrocamiento de la burguesía, la dominación del proletariado, la
destrucción de la vieja sociedad burguesa basada en los antagonismos de clase,
y el establecimiento de una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada.”
Después de su reorganización, la Liga cambió su antiguo nombre de Liga de
los Justos, y pasó a llamarse Liga Comunista.
De acuerdo con los estatutos aprobados, la organización de la Liga era
totalmente democrática, cerrando de este modo el paso a los esfuerzos
conspirativos. La organización básica de la Liga era la “comuna” (Gemeinde), que consistía de un mínimo de
tres personas y un máximo de doce. De dos a diez comunas constituían un “círculo”
(Kreis). Los círculos de un país o
provincia individual estaban subordinados a la dirección de un “círculo
dirigente” (Leitender Kreis). Los
círculos dirigentes eran responsables ante el Comité Central y en última
instancia ante el Congreso. La Liga, aún siendo ilegal, se transformó en una
sociedad para la propagación de las ideas del comunismo científico. Los
estatutos aprobados en el Primer Congreso de la Liga Comunista fueron, de
acuerdo con la decisión del Congreso, sometidos a las comunas para su
discusión. Junto con el nuevo programa de la Liga, iban a ser definitivamente
aprobados en el próximo congreso.
Tanto los dirigentes de la Liga como la mayoría de sus miembros se
convencieron gradualmente de la corrección de los puntos de vista de Marx y
Engels, pero aún estaban lejos de tener una completa claridad sobre una serie
de cuestiones teóricas.
He aquí, por ejemplo, el tipo de problemas planteado en una de las cartas
del Comité de Londres de la Liga, en febrero de 1847:
“¿Puede introducirse de inmediato la comunidad de bienes, o es necesario un
período de transición para educar a la gente? ¿Cuánto tiempo durará este
período de transición? ¿Se puede introducir el comunismo de inmediato en gran
escala, o se deben, primero, realizar pequeños experimentos? ¿Se debe emplear
la violencia en la introducción del comunismo, o se puede realizar de forma
pacífica la reorganización de la sociedad?”
En el período intermedio entre el Primer y Segundo Congreso de la Liga
Comunista, las organizaciones locales elaboraron propuestas de un “símbolo de
la fe” (título entonces dado a la elaboración de los principios básicos del
programa). Estas propuestas demostraron que aún había bastante confusión en los
puntos de vista de los miembros de la Liga Comunista. Por ejemplo, en el
proyecto de la Comisión de Londres de la Liga, se definía a los proletarios
como todos “los que no pueden vivir de la renta de su capital”. De ahí se llegaba
a la conclusión que “en consecuencia, no sólo los obreros sino también los científicos,
los artistas y los pequeñoburgueses son proletarios”.
En las comunas de la Liga en París se discutió el proyecto elaborado por
Hess, que tuvo mucho éxito. Según Engels, este proyecto estaba lleno de una
increíble confusión teórica. En contraposición a este proyecto elaborado por
Hess, Engels esbozó los problemas básicos del programa, en forma de preguntas y
respuestas [“Principios
del Comunismo”].
Para asegurar la adopción de un programa teóricamente fiable, aún tenía que
hacerse una gran cantidad de trabajo explicativo.
Este trabajo fue realizado por Marx en el II Congreso de la Liga Comunista,
que tuvo lugar en Londres, a finales de noviembre y principios de diciembre de
1847. La discusión sobre los problemas relacionados con el programa duró diez
días completos. Marx explicó todo lo que estaba sujeto a dudas; todas las discrepancias
fueron superadas. El Congreso reconoció, por unanimidad, como correctos los
puntos de vista esbozados y defendidos por Marx. Se adoptó la decisión de encargar
a Marx y Engels la tarea de elaborar un manifiesto, que sería publicado como el
programa oficial de la Liga Comunista.
El manuscrito del Manifiesto fue
enviado a finales de enero de 1848, de Bruselas a Londres, donde se imprimió y
vio la luz del día en febrero de 1848. No mucho antes de los días de junio de
1848 apareció en París la primera traducción francesa del Manifiesto del Partido Comunista.
El joven Marx, que tenía 29 años cuando se elaboró el Manifiesto, se presentó entonces totalmente armado con la teoría
que había creado. Fue reconocido como el líder del Partido Comunista, organización
que era ilegal en virtud de las condiciones existentes en ese momento. Marx se
presentó, oficial y públicamente, bajo la bandera de la democracia
revolucionaria moderna y consecuente, cuyo núcleo es el proletariado.
En cuanto a los puntos de vista del proletariado, el Manifiesto del Partido Comunista estableció lo siguiente:
“Los comunistas
consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que
sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el
orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una
Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que
sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar.”
[Karl Marx, Obras Escogidas, t. 1]
Durante el período del Segundo Congreso de la Liga Comunista en Londres,
Marx no sólo participó en los debates del Congreso, sino también en las
reuniones más amplias. El joven sastre alemán, Fredrich Lessner, en ese momento
ya miembro de la Liga Comunista, aunque no asistió a las sesiones del Congreso dado
que no era delegado, escuchó los discursos de Marx en las reuniones, lo vio en
el intervalo entre las sesiones del Congreso y dio la siguiente descripción de
su participación y la impresión creada por sus discursos y los puntos de vista
difundidos por él:
“Marx todavía era un hombre joven en ese momento, tenía cerca de 28 años de
edad; a pesar de esto, ejerció una fuerte impresión en todos nosotros. Marx era
de mediana estatura, ancho de hombros y lleno de energía. Tenía una frente
espléndida y alta, el pelo negro como el carbón y una mirada penetrante; tenía una
sonrisa sarcástica que se dibujaba en su boca, inspirando terror en sus
oponentes. Hablaba de forma breve y concisa, no empleaba palabras superfluas; cada
frase suya estaba llena de pensamiento, y cada pensamiento era un eslabón
necesario en su argumento. La lógica de su discurso era excepcionalmente
convincente, no había nada de fantasioso en él. Mientras más aprendía a
entender la diferencia entre el comunismo de Weitling y el comunismo del Manifiesto del Partido Comunista, más
claro era para mí que Marx era el representante de las ideas socialistas maduras.”
III. El Manifiesto
El Manifiesto del Partido Comunista
consiste de cuatro partes o capítulos.
El primer capítulo, titulado “Burgueses
y proletarios”, ofrece una breve reseña del desarrollo histórico de la
sociedad europea; delinea el origen y desarrollo de la burguesía; trata sobre el
papel desempeñado por la burguesía en la historia, sobre las contradicciones
que se han desarrollado en el seno de la sociedad burguesa, que como resultado
de las cuales está condenada inevitablemente a la ruina; examina la historia
del desarrollo del proletariado; proporciona una caracterización de la posición
de éste en la sociedad burguesa; traza un cuadro de su transformación en clase;
y revela la naturaleza revolucionaria del proletariado como el “sepulturero” de
la burguesía.
La burguesía experimentó un largo proceso de desarrollo y “ha desempeñado,
en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario”.
Ha demostrado lo que puede crearse con la acción del hombre. “La burguesía
ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los
acueductos romanos y las catedrales góticas…”
La burguesía, después de haber emergido de la opresión, del agobio de los
impuestos y de la privación de derechos en la sociedad feudal, alcanzó el poder
en el curso de una larga lucha, “hasta que, por último, …conquistó la hegemonía política y
creó el moderno Estado representativo”, y creó un mundo a su imagen y
semejanza, el mundo burgués en el que todo se compra y se vende, donde incluso la
dignidad y el honor personal se transforman en “valor de cambio”, donde “el
frío interés y el insensible pago en efectivo” reinan por doquier.
Bajo la dominación de la burguesía, las fuerzas productivas de la sociedad
alcanzaron rápidamente un enorme desarrollo. Pero estas nuevas fuerzas
productivas, creadas bajo la dirección de la burguesía, sobrepasaron los
estrechos límites de la sociedad burguesa. El orden burgués se convirtió en un
freno para el desarrollo de estas poderosas fuerzas productivas sociales, el
representante de las cuales es la nueva clase revolucionaria, el proletariado,
que se desarrolló y creció junto a la burguesía y fue creada por la industria maquinizada
a gran escala.
En la sociedad burguesa, el proletariado está esclavizado por la clase
burguesa, en cuyas manos se concentran todos los medios de producción. Para
vivir, los proletarios se ven obligados a vender su fuerza de trabajo. A cambio
de su arduo y poco atractivo trabajo, por el duro trabajo que realiza en la
fábrica capitalista, el obrero sólo recibe los medios de subsistencia mínimos
necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo.
Con el desarrollo de la industria se produce un aumento en la productividad
del trabajo, y las mercancías se abaratan. La mercancía del obrero, su fuerza
de trabajo, también se abarata. “Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el
salario pagado al obrero”.
Con el progreso de la industria, las condiciones de los obreros empeoran.
El incremento de la riqueza en el capitalismo, inevitablemente, trae consigo un
aumento de la pobreza del proletariado.
Marx arroja luz sobre el camino seguido por el proletariado en el curso de
su desarrollo. En un principio se disemina por todo el país, y se divide por la
concurrencia de las masas. En esta etapa, la burguesía ejerce un dominio
indiviso sobre los obreros y es su dirigente político.
Pero con el crecimiento del proletariado, también crece su solidaridad y el
reconocimiento de su fuerza. La burguesía industrial, a la vez que la lucha
contra sus enemigos –la aristocracia y los sectores de la burguesía cuyos
intereses son afectados adversamente por el desarrollo de la industria, y la
burguesía de los países extranjeros–, se ve obligada a apelar a la ayuda del
proletariado. La propia burguesía empuja al proletariado hacia el camino del
movimiento político. La experiencia política del proletariado madura.
Estas condiciones del proletariado en la sociedad burguesa hacen que sea la
clase más revolucionaria. Todas las demás clases de la sociedad están arruinadas
y declinan con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, sin
embargo, es producto de la gran industria misma.
Marx demuestra cómo la guerra civil, que se desarrolla sin interrupción en el
seno de la sociedad burguesa, alcanza inevitablemente tal nivel de agudización que
desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, “derrocando por
la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder”.
El segundo capítulo, “Proletarios y
comunistas”, habla del papel del Partido Comunista, del hecho de que este
último está indisolublemente ligado con la clase obrera y es su destacamento de
vanguardia.
En la lucha de los proletarios de diversas naciones, los comunistas “destacan y
reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones, los intereses comunes
y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad”;
en el curso de la lucha del proletariado contra la burguesía, en sus diversas
etapas, los comunistas “mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su
conjunto”; el comunismo científico exige un estudio y una comprensión profundos
de la “línea
de conducta, las condiciones y los resultados generales del movimiento
proletario”.
Además en este capítulo se hace un examen detallado y una exposición de la
mentira y la hipocresía de los defensores de la sociedad burguesa, que acusan a
los comunistas de querer destruir las bases mismas de la sociedad, la libertad,
la familia, la cultura, la educación y la nacionalidad. Marx demuestra que sólo
la destrucción de la propiedad burguesa puede garantizar la propiedad personal
de todos los trabajadores, y que sólo la destrucción del orden burgués, de la
explotación burguesa, creará las condiciones para el desarrollo de una sociedad
humana muy culta.
Al final del capítulo se enumeran las medidas revolucionarias que tienen
que ser realizadas por el proletariado al tomar el poder en sus manos.
En 1872, en el prefacio a la edición alemana del Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels señalaron que la
corrección de los principios básicos del Manifiesto
había sido plenamente confirmada por el curso del desarrollo histórico, pero la
aplicación práctica de estos principios básicos siempre dependerá de las
condiciones históricas existentes.
En el tercer capítulo, se hace el análisis crítico de las distintas formas
de socialismo:
1.
El socialismo reaccionario:
(a) feudal, (b) pequeñoburgués, (c) alemán o “verdadero”;
2.
El socialismo conservador o
burgués, del que, según Marx, Proudhon era su representante;
3.
El socialismo y el
comunismo crítico-utópico, que en muchos aspectos había realizado una brillante
crítica del orden burgués.
Finalmente, en el cuarto capítulo se aborda brevemente la táctica del
Partido Comunista, que apoya todo movimiento dirigido contra el sistema
capitalista.
En el Manifiesto del Partido
Comunista, “Marx y Engels trazaron las ideas generales del Partido como vanguardia
del proletariado, sin el cual (el Partido) el proletariado no puede lograr su
emancipación, ya sea en el sentido de tomar el poder o de reconstruir la
sociedad capitalista. Lenin desarrolló estos contornos aún más y los aplicó a
las nuevas condiciones de la lucha del proletariado en el período del
imperialismo”. (Stalin)
IV. Importancia social y significado actual
El destino del Manifiesto estuvo estrechamente
vinculado con el del movimiento obrero. En junio de 1848, la clase obrera entró
en acción en París, no encontró apoyo entre las masas de la pequeña burguesía y
el campesinado, y sufrió una derrota. Después de la derrota de 1848-1849, la
reacción triunfó en Europa. Durante un tiempo, el movimiento obrero “desapareció de
la escena pública”; junto con él, “el Manifiesto
también pasó a segundo plano” (Engels).
En ese momento el capitalismo todavía tenía por delante un amplio campo de desarrollo.
Las relaciones capitalistas sólo habían alcanzado pleno desarrollo en Europa
Occidental, sobre todo en Inglaterra y Francia. En Alemania, el desarrollo del
capitalismo estaba dando sólo sus primeros pasos. Existían todavía enormes
extensiones de territorio, enormes continentes (América, África, Australia y
Asia, en un grado considerable) cuyo territorio virgen había sido poco tocado
por el capitalismo. En el Este de Europa, en Rusia, el desarrollo del
capitalismo apenas había comenzado. En la propia Europa, el capitalismo
industrial progresista ocupaba una posición dominante, y todavía tenía por delante
una curva de desarrollo creciente.
Cuando la clase obrera se recuperó de la derrota y de nuevo acumuló fuerzas
para la lucha contra el poder de las clases dominantes, se creó en 1864 la
Asociación Internacional de Trabajadores, la Primera Internacional.
Durante los nueve años de la existencia de la Primera Internacional, las
clases obreras fueron capaces de convencerse sobre la base de su propia
experiencia que sólo se podría obtener la victoria mediante la lucha de clases
y conquistando el poder y estableciendo la dictadura del proletariado, como
señalaba Marx. Esto quedó especialmente claro con la experiencia de la Comuna
de París, la primera forma de la dictadura del proletariado establecida en la
historia. Sobre la base de esta experiencia, Marx y Engels desarrollaron aún
más sus teorías sobre la revolución proletaria y la lucha por la construcción
de la sociedad comunista.
A finales del siglo XIX, la teoría de Marx recibió el reconocimiento
general en las filas de la clase obrera europea. En 1890, Engels tenía todo el
derecho de declarar que el Manifiesto
se había convertido en “el producto más internacional y de mayor difusión de toda
la literatura socialista, el programa común de muchos millones de obreros de
todos los países, desde Siberia hasta California”. [Karl Marx, Obras Escogidas, t. 1]
Inmediatamente después de la publicación de la edición alemana, el Manifiesto fue traducido a varios
idiomas. Pronto aparecieron traducciones al francés, polaco y danés. En 1850
apareció en Londres una traducción al inglés. En 1871, al menos tres
traducciones al inglés del Manifiesto aparecieron
en Estados Unidos. La mejor traducción al inglés del Manifiesto fue publicada en 1888. Esa traducción fue hecha por
Samuel Moore y editada por Engels.
La primera traducción rusa apareció en 1863 (traducción de Bakunin); fue
impresa en la imprenta Kolokol. En 1882, apareció una nueva traducción al ruso,
obra de Plejánov. Marx y Engels escribieron un prefacio especial para esta
edición.
En 1892 apareció una segunda edición polaca, para la que Engels escribió un
prefacio fechado el 10 de febrero de 1892. En 1893, se publicó una edición
italiana, también con un prefacio de Engels, escrito especialmente para esa
edición.
A partir de los años setenta del siglo XIX y a inicios del siglo XX, el Manifiesto del Partido Comunista fue
traducido a una serie de idiomas – portugués, español, rumano, holandés, judío,
ucraniano, japonés, finlandés, chino y otros.
Hasta la fecha [1938], se han publicado más de un centenar de ediciones del
Manifiesto en lengua rusa.
El número total de ejemplares del Manifiesto
del Partido Comunista que han aparecido en los diferentes idiomas, durante
los últimos noventa años, asciende a millones.
***
Marx predijo un gran panorama de batallas venideras para la clase obrera, señaló
claramente el objetivo y las tareas que debía cumplir el proletariado y le
enseñó que le esperaba una lucha larga y difícil. “Antes ustedes”, dijo Marx, “hay quince,
veinte, cincuenta años de guerras civiles y guerras entre pueblos, no sólo con
el fin de cambiar las relaciones existentes, sino también con el fin de cambiéis
vosotros mismos y estéis aptos para la dominación política”.
En el período histórico en el que vivió Marx, las condiciones para la
victoria del proletariado aún no habían madurado completamente. La época del
imperialismo y las revoluciones proletarias se produjo después de las muertes
de Marx y Engels. La victoria decisiva la obtuvo el proletariado sólo en esta
nueva época histórica. El 7 de noviembre de 1917, en Rusia se vio el comienzo
de la gran revolución socialista victoriosa. El triunfo de las ideas del Manifiesto del Partido Comunista fue
asegurado por los brillantes continuadores de la causa de Marx y Engels – Lenin
y Stalin, y el Partido Bolchevique dirigido por ellos.
En la Constitución de Stalin adoptada el 5 de diciembre de 1936, está
registrado todo lo que ha sido conquistado por los obreros industriales y por los
trabajadores en general de la URSS, como resultado de la revolución proletaria
triunfante. En la URSS se ha dado vida al sistema socialista, se han cumplido
las tareas establecidas en el Manifiesto.
Stalin en su discurso sobre el proyecto de Constitución, el 25 de noviembre
de 1936, dio una caracterización detallada de los éxitos alcanzados por el
pueblo trabajador bajo el poder soviético: Todas las clases explotadoras han
sido liquidadas; la tierra y los medios de producción han sido transformados en
propiedad pública; lo mejor de la clase obrera ha sido puesto a cargo de las
empresas.
En todas las esferas de la economía nacional de la URSS, en la industria,
la agricultura y el comercio, el sistema socialista ha obtenido una victoria
completa.
En la sociedad soviética los antagonismos de clase han sido destruidos, el
poder está en manos de dos clases amigas, los obreros y los campesinos,
mientras que la dirección estatal de la sociedad (la dictadura) pertenece a la
clase obrera, como la clase más avanzada.
Consagrados en la Constitución están el carácter internacional de la
sociedad soviética, y la democracia consecuente, integral y desarrollada, que
no sólo proclama los derechos de los ciudadanos sino que también garantiza el ejercicio
de estos derechos en la práctica.
En la URSS se ha construido, en lo fundamental, el socialismo, la primera
fase del comunismo. Está en funcionamiento el lema “De cada cual según su
capacidad, a cada cual según su trabajo”. Pero la fase superior del comunismo,
en la que prevalecerá el lema “De cada cual según su capacidad, a cada cual
según sus necesidades”, aún no existe. La dirección del Partido de Lenin-Stalin
garantiza nuestro avance hacia la construcción del comunismo completo.
En las nueve décadas que han pasado desde que el Manifiesto vio la luz del día, se ha producido un cambio
fundamental en la situación histórica y en las condiciones de la lucha por el
comunismo. En los días en que el Manifiesto
fue escrito el Partido Comunista era un pequeño grupo ilegal, comparativamente
un pequeño destacamento del comunismo científico. A principios del Manifiesto se habla del “fantasma del
comunismo”, del amenazante y entonces todavía elusivo presagio de la revolución
proletaria venidera.
Han pasado veinte años desde que la victoria de la gran Revolución de
Octubre trajo consigo un cambio fundamental en la historia de la humanidad. Los
obreros industriales y el pueblo trabajador de la URSS han demostrado al mundo
entero que el comunismo de Marx y Engels, de Lenin y Stalin, no es un fantasma,
sino una realidad. La primera etapa del comunismo, el socialismo, es una
realidad de lo más tangible, presente en la vida cotidiana de 170 millones de
personas que habitan el enorme territorio de la Unión Soviética.
La rivalidad entre los dos sistemas económicos, el sistema capitalista y el
sistema socialista, demuestra crecientemente a los trabajadores de todos los
países la bancarrota del sistema de economía capitalista y la superioridad del
sistema soviético, socialista. El capitalismo trae al pueblo del mundo entero,
la esclavitud, la pobreza, las atrocidades del fascismo, los horrores de la
guerra. El establecimiento del socialismo en la URSS ha demostrado que la
dictadura del proletariado, la democracia proletaria socialista, garantiza a
los trabajadores de todas las naciones una vida feliz, la abolición de la
esclavitud, la pobreza y la explotación, y abre una nueva época en el
desarrollo de la humanidad.
Fuente:
V. Adoratsky, “The History of the
‘Communist Manifesto’ of Marx and Engels”, International Publishers, New
York, 1938.
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
S. Fiume.
Descargar “La historia del 'Manifiesto Comunista' de Marx y Engels” de V.V. Adoratsky (1938)
*
Engels consideró necesario reiterar la afirmación de que la idea básica del Manifiesto tal como se señala en la cita
anterior pertenece “única y exclusivamente” a Marx, que “la parte más
considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el
terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y
definitiva, corresponden a Marx... Marx era un genio. ...Sin él la teoría no
sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre.”
(Ver Engels, “Ludwig
Feuerbach”)
** Para la época en que el Manifiesto
del Partido Comunista fue escrito, Marx había estudiado una enorme cantidad
de literatura económica especializada. En el Instituto Marx-Engels-Lenin se
conservan veinticuatro grandes cuadernos, fechados entre 1843 y 1847, que
contienen extractos y resúmenes de los libros leídos por Marx durante ese
período. Estos cuadernos contienen resúmenes de las obras de cerca de setenta
economistas de los siglos XVII, XVIII y XIX (Smith, Ricardo, James Mill, W.
Petty, Thomas Tooke, W. Cobbett, W. Thompson, Ure, Babbage, Owen, J. Wade, F.M.
Eden, Sismondi, Blanqui, Quesnay, Destutt de Tracy, Boisguillebert, Rossi,
Storch, Gülich y muchos otros). Si estos cuadernos se imprimieran ocuparían
cerca de 2,250 páginas.