En sus obras escritas después de la
revolución de Octubre, el historiador
Trotsky centró todos sus esfuerzos en presentar al político Trotsky como el líder de las revoluciones rusas de 1905 y
1917. Con ese objetivo, hizo todo lo posible por distorsionar y minimizar el
papel del Partido bolchevique en esas revoluciones. Aunque aparentemente
Trotsky presenta a Lenin en términos favorables, lo cierto es que lo reduce al
papel de un simple icono, lo divorcia del partido que creo y dirigió, y lo
ubica como un telón de fondo de acciones revolucionarias que ocurrían sin la
influencia directa de las concepciones leninistas, sin el impacto de su
reconocido liderazgo y sin la fuerza de su actividad revolucionaria. Trotsky es
el único líder ruso en el que se percibe una clara conciencia de la posteridad
y una evidente intención de quedar de la mejor manera en las páginas de la
historia. No es casual que se preocupara en escribir la historia de la
revolución rusa, que en realidad nos presenta a Trotsky como el verdadero líder
de las revoluciones. Ha logrado en parte su objetivo: la historiografía
burguesa predominante ha aceptado como verdadera su versión particular de la
historia de la revolución rusa. Sin embargo, los hechos y las evidencias son
tozudos, contradicen y desmienten a Trotsky. En oportunidades anteriores, hemos
publicado algunos artículos que desde la cantera del trotskismo cuestionan la
veracidad de los cuentos de Trotsky, reconocen sus intenciones
antibolcheviques, su subjetivismo y ponen en evidencia su concepción idealista
de la historia. A continuación presentamos el ensayo del historiador burgués
británico Ian D. Thatcher que cuestiona el mito de Trotsky como líder de la
revolución rusa de 1905. Contrastando la versión de la autobiografía de Trotsky
(“Mi vida” de 1941) con algunos escritos contemporáneos de 1905 del propio Trotsky y de
otros autores, Thatcher va erosionando la “historia” trotskista de la
revolución de 1905. No es muy profundo, no analiza el pensamiento de Trotsky en aquella época, se limita a algunos eventos históricos. Es apenas un breve ensayo que sin mucho esfuerzo puede ser
ampliado y complementado para desmitificar el papel exagerado que el propio
Trotsky se atribuyó en esa revolución. Cabe señalar, por otro lado, que como producto de los
acontecimientos de 1905, al año siguiente Trotsky publicó su obra seminal “Resultados y perspectivas”, donde delineó
las bases de su teoría antimarxista de la revolución permanente. Lo notable,
sin embargo, es que el “líder” de la revolución de 1905, nunca menciona ni
atribuye en esa obra un papel de importancia al Soviet de Diputados Obreros,
órgano que supuestamente él dirigía. Esto sólo demuestra que, a pesar de lo que
escribió mucho después, en esos momentos de efervescencia revolucionaria,
Trotsky no consideraba a los Soviets como órganos de poder (Lenin fue el único líder
revolucionario que sacó las conclusiones acertadas de la experiencia de la revolución
de 1905, y lo hizo el mismo año de la revolución).
León Trotsky
y 1905
El imprevisible pasado
Ian D. Thatcher
(2005)
1905 no sólo fue un año trascendental para la Rusia Imperial en sus últimos
años, también fue un momento decisivo en la vida de León Trotsky. Fue
precisamente en 1905 cuando Trotsky, según su propia declaración, formuló por
primera vez la teoría de la revolución permanente, una doctrina que estaría
asociada con él hasta después de su muerte. Si esto no fuera suficiente, 1905 también
fue un evento notable en la vida de Trotsky por otros motivos. Le dio la
primera oportunidad de participar en una verdadera situación revolucionaria.
Trotsky intervino como periodista y orador revolucionario. Se unió al
Soviet de Diputados Obreros de San Petersburgo, y brevemente, durante una
semana, se convirtió en uno de los tres co-presidentes del Comité Ejecutivo del
Soviet. Después fue arrestado, enjuiciado y sentenciado. Durante el juicio de
los diputados del Soviet, Trotsky hizo una denuncia característicamente
valiente desde el banquillo de los acusados. No aceptó dócilmente la pena de
exilio interior que se le impuso, y poco después realizó una exitosa fuga,
descrita al estilo de una auténtica aventura propia de un muchacho en el ensayo
“De ida y vuelta”. Trotsky emergió de
1905 –aunque sólo sea en sus propios escritos– con una reputación de hombre de
acción, como un revolucionario de gran coraje y osadía. Este ensayo se centrará
en lo que realmente hizo Trotsky en 1905. En particular, cuestionará la
veracidad de las aserciones que hizo sobre sí mismo en su autobiografía de
fines de la década de 1920.
1905: Trotsky como revolucionario
Trotsky regresó a Rusia, del exilio
europeo, en febrero de 1905. Primero fue a Kiev y luego, después de varias
semanas, a San Petersburgo, el centro y la chispa inicial de la revolución que
siguió al Domingo Sangriento. Pronto, Trotsky consideró que San Petersburgo era
muy peligroso. Temiendo ser arrestado pasó el verano y comienzos del otoño en
Finlandia, regresando a la capital después de que tomara forma el movimiento
huelguístico de octubre. Fue durante el breve período que va de mediados de
octubre hasta principios de diciembre –cuando fue arrestado–, en el que Trotsky
iba a ganar la inestimable experiencia de la revolución, actuando
principalmente como orador y periodista revolucionario en el fragor de los
acontecimientos.
El trabajo periodístico de Trotsky
durante 1905 esbozó en términos generales el curso que seguiría la revolución. En el período anterior a octubre, escribió
artículos para la Iskra menchevique, y
para órganos internos del partido. En los vertiginosos días de libertad de
prensa, de octubre a diciembre, Trotsky fue un asiduo colaborador de varios
periódicos socialistas –principalmente del boletín del Soviet (del cual se
publicaron diez números)–, del menchevique Nachalo
y de Russkaya Gazeta, que Trotsky
editó con A. Parvus.
Trabajando entre obreros, Trotsky no
sólo propagaba el programa y las consignas de la socialdemocracia
revolucionaria, también se involucraba más estrechamente con el movimiento
huelguístico. En este caso, sus principales esfuerzos fueron desplegados como
miembro socialista del Comité Ejecutivo del Soviet de San Petersburgo. Fue en
el Soviet donde pudo buscar la experiencia práctica de la revolución y el
genuino vínculo con los verdaderos obreros.
El Soviet de Diputados Obreros fue
creado a mediados de octubre de 1905, a iniciativa del Grupo Petersburgo
(menchevique). Promovió la formación de un organismo de diputados obreros
elegidos, con un diputado por cada 500 obreros. La tarea principal del Soviet
era proveer una organización a los obreros para que coordinaran sus esfuerzos y
su acción. El Soviet adquirió cierta importancia, sobre todo en octubre y
noviembre, antes de que fuera aplastada con el arresto de sus principales figuras
a principios de diciembre de 1905.
En su segunda reunión del 14 de
octubre, el Soviet eligió como presidente a Georgy Jrustalev-Nosar, diputado
del Sindicato de Obreros Gráficos. Jrustalev-Nosar ocupó ese puesto hasta que
fue arrestado, el 26 de noviembre. El Comité Ejecutivo fue formado el 17 de
octubre, en la cuarta reunión del Soviet. Estaba compuesto de 31 delegados: a
los 22 diputados obreros del Soviet, se les sumaron nueve representantes de
partidos (tres bolcheviques, tres mencheviques y tres socialista-revolucionarios).
Los representantes de los partidos sólo tendrían voz consultiva, en
concordancia con la decisión del Soviet de ser un organismo no partidario
elegido por los obreros, para los obreros y responsable ante los obreros. Es
muy probable que Trotsky fuera incorporado al Comité Ejecutivo como uno de los
representantes mencheviques. A pesar de tener sólo voz consultiva, Trotsky
trabajó para el Soviet con energía y pasión, pronunciando discursos en sus
reuniones y escribiendo numerosas proclamas.
La influencia de
Trotsky
Es difícil estimar el impacto exacto
que Trotsky tuvo sobre el curso de la revolución de 1905. Una forma de intentar
hacerlo es evaluar el punto de vista más favorable de un Trotsky enérgico y
activo. Esto fue hecho nada menos que por el mismo Trotsky. Recordando 1905, en
su autobiografía de fines de la década de 1920, Trotsky hace varias
aseveraciones sobre sí mismo. En primer lugar, dice que las publicaciones que
él editaba eran de lejos más interesantes en contenido y tenían mucha mayor
circulación que cualquier publicación rival.
Por supuesto, no hay forma de saber
cuánta gente fue influenciada por el trabajo periodístico de Trotsky. Es
improbable que sus palabras llegaran a muchos campesinos. Simplemente carecía
de contactos con las aldeas, y no había distribución masiva de sus proclamas
dirigidas al campesinado. Aún en la capital, su principal terreno firme, el
impacto que tuvieron sus esfuerzos periodísticos pudo haber sido limitado. Al
fin y al cabo, el período en el que la prensa revolucionaria apareció fue muy
corto, durando desde mediados de noviembre hasta principios de diciembre. Aparecieron
16 números de Nachalo entre el 13 de
noviembre y el 2 de diciembre. Y no fue hasta el 15 de noviembre que la Russkaya Gazeta cayó en las manos de
Trotsky y Parvus. La circulación de los periódicos de Trotsky, a lo más 100,000
ejemplares, no era mayor que los 80,000 de sus rivales. Incluso esas cifras
tienen que ser analizadas. El número de ejemplares impresos no dice nada acerca
del número de ejemplares verdaderamente leídos. La policía incautaba los
periódicos sin aviso; por ejemplo: más de la mitad de las 27 ediciones de Novaya Zhizn fue confiscada. Además,
dado que los periódicos eran esfuerzos colectivos, no hay forma de saber qué
artículos firmados, del total que alcanzaba el dominio público, eran los más
preferidos por los lectores. En realidad, a pesar de las diferencias en énfasis
y perspectivas, el lector contemporáneo puede haberse sorprendido por la
similaridad de puntos de vista en la prensa revolucionaria.
La segunda y tal vez la más importante
representación de Trotsky en “Mi vida”
no es la de un propagandista eficiente sino la de un verdadero líder de la
revolución en general y del Soviet de Diputados Obreros en particular. Trotsky
se ve a sí mismo por encima de sus camaradas. Dice que los dirigentes mencheviques
fueron tomados “desprevenidos” y arrojados “en la confusión” por el curso de
los acontecimientos. Afirma también que los bolcheviques fueron marginados por su
actitud negativa hacia el Soviet, al que percibían como rival del partido; que Lenin
tuvo que erradicar esa actitud cuando llegó en noviembre, pero que el cambio en
el pensamiento bolchevique llegaba demasiado tarde para que esa fracción ganara
“una posición importante en los acontecimientos de la primera revolución”. En
cuanto a sí mismo, Trotsky dice:
“…no había uno solo que me pudiera
enseñar nada. Lejos de eso, hube de ocupar yo mismo la tribuna del maestro...
En octubre me lancé a la vorágine que, personalmente, representaba para mí la
suprema prueba. Había que adoptar las resoluciones a pie firme y bajo el fuego
del enemigo. Las resoluciones adoptadas –puedo decirlo– no me costaron el menor
trabajo, por lo que tenían de evidentes… Creo que los sucesos ocurridos en 1905
y su desarrollo, demostraron que yo poseía esta intuición revolucionaria… Las
faltas que entonces cometí, por grandes que fuesen –las hubo muy notables– se
refirieron siempre a cuestiones de táctica y de organización, nunca a puntos
fundamentales de carácter estratégico.”
En este retrato, Trotsky aparece como
el líder natural del Soviet de Diputados Obreros. Su presidente Jrustalev-Nosar
es desechado como una “figura intermedia entre Gapon, el pope, y la
socialdemocracia”. El único personaje al que Trotsky le permite tener alguna
influencia sobre las decisiones del Soviet es Lenin. Pero incluso Lenin,
ausente en las reuniones según el relato de Trotsky, tenía que aparecer a
través de intermediarios. Es claro, dice Trotsky, que “todos los acuerdos
tomados por el Soviet, si se exceptúan acaso unos pocos, de carácter
secundario, fueron formulados y propuestos por mí, primero en el Comité
Ejecutivo, y luego, en nombre de éste, ante el Soviet”. De hecho, dada su convicción
de que los obreros respaldaban al Soviet “hasta el último hombre”, basado
quizás en su capacidad de ver el impacto de los acontecimientos “en las mentes
de los obreros”, ahora y en el futuro, se podría decir que Trotsky fue el
principal protagonista de 1905. Él era la revolución y la revolución era él.
Sin embargo, hay evidencia que sugiere
que el papel de Trotsky fue bastante menor y que nunca gozó de la influencia
que él dice –en “Mi vida”– que tuvo.
Las notas editoriales de sus obras completas, publicadas en la primera mitad de
la década de 1920, dicen que Trotsky tuvo una influencia particular solamente
sobre dos de las muchas resoluciones del Soviet. Varias memorias recuerdan que
el Soviet ponía atención a su independencia, que no deseaba que los políticos
hablaran en lugar de los obreros. Fue precisamente por esta razón que a los
políticos se les dio sólo voz consultiva. El Soviet cuidaba su independencia no
sólo de los políticos sino también de su propio Comité Ejecutivo, en el que igualmente
predominaban los obreros. El Comité Ejecutivo no podía emitir resoluciones en
nombre del Soviet, sino que tenía que someterlas al Soviet para su aprobación.
Los obreros eran bastante capaces de elaborar sus propias demandas y resolver
sus propios dilemas. Era frecuente que las iniciativas las tomaran las fábricas
y los sindicatos locales; el Soviet reaccionaba después ofreciendo su apoyo.
En un escrito de 1906, Trotsky presentó
un relato bastante modesto, y probablemente más exacto, del papel de los
políticos en el Soviet:
“En todas las cuestiones importantes –las
huelgas, la lucha por la jornada de 8 horas, el armamento de los obreros– la
iniciativa no venía del Soviet, sino de las fábricas más avanzadas. Reuniones
de electores obreros pasaban resoluciones que después los diputados llevaban al
Soviet. De esta forma, la organización del Soviet era, de hecho y formalmente,
una organización de la abrumadora mayoría de los obreros de San Petersburgo…
Los representantes de partidos no gozaban de voto decisivo ni en el Soviet ni
en el Comité Ejecutivo; ellos participaban en los debates pero no en la
votación. El Soviet estaba organizado según el principio de representación
obrera de acuerdo a la fábrica y al oficio, no de acuerdo a grupos partidarios.
Los representantes de los partidos podían servir al Soviet con su conocimiento
y experiencia políticos, pero no tenían el voto decisivo que rompiera el
principio de auto-representación obrera”.
En su autobiografía, Trotsky también
menosprecia el papel desempeñado por otros políticos. No se puede negar que
Trotsky era un político prominente, uno de los nueve en el Comité Ejecutivo.
Sin embargo, es injusto presentar a los otros miembros del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (POSDR) como marginados por su actitud hacia el Soviet
(bolcheviques) o simplemente confundidos (mencheviques). De hecho, en una carta
de 1922 dirigida al Instituto de la Historia del Partido, Trotsky decía que la
actividad conjunta de todas las fracciones en el Soviet generó un verdadero
espíritu de unidad. En este contexto, Trotsky revela que las resoluciones
producidas al calor del momento y presentadas al Comité Ejecutivo fueron
elaboradas de antemano por un grupo de prominentes bolcheviques y mencheviques.
Las resoluciones que posteriormente reclamó como suyas, realmente pudieron
haber sido colectivamente elaboradas.
Incluso en su autobiografía, Trotsky
admite que fueron los mencheviques, y no él, los primeros en tener la idea de
formar un Soviet. Sí, –nos dice– fue una competencia cerrada. A Trotsky le despojaron el honor de ser el
fundador del Soviet sólo por un pelo. Él había ido a la capital con la
intención de formar un Soviet, pero se encontró con que ya existía uno. Obviamente,
los mencheviques estaban lejos de estar “confundidos”. Este parece ser el único
caso en el que Trotsky admite que desarrolló una idea simultánea e
independientemente con otro, fuera de Lenin. Pero, reiteramos, en el Soviet
trabajó como parte de un equipo. Y fue así que, después del arresto del primer
presidente, a Trotsky se le eligió co-presidente junto a otros dos
representantes. Esta disposición duró sólo siete días, y se adoptó cuando la
influencia del Soviet estaba declinando. En esa semana hubo dos reuniones del
Comité Ejecutivo, pero ninguno del pleno del Soviet. En la segunda reunión del
Comité Ejecutivo, Trotsky, junto con los demás, fue arrestado como miembro, y no
como líder, del Soviet.
Si el Soviet tuvo un rostro público en
1905 ese fue el de Jrustalev-Nosar. En las memorias del conde Witte, el Primer
Ministro en aquella época, no hay una mención de Trotsky. A Witte sólo se le
viene a la memoria Jrustalev-Nosar como el líder elegido del Soviet.
Posiblemente el nombre de Jrustalev-Nosar quedó en la memoria de Witte debido a
las dos reuniones que tuvo con una delegación encabezada por este hombre. La
memoria de Witte pudo haberse alterado, por supuesto, de haber vivido lo
suficiente para escribir sus memorias después de la revolución bolchevique de
1917, en lugar de terminarlas en 1912. Esto, sin embargo, sólo confirma el limitado
impacto que Trotsky tuvo sobre la conciencia popular en aquella época. Después
del arresto de Jrustalev-Nosar, a fines de noviembre, las fábricas emitieron
abundantes resoluciones exigiendo su liberación. Es injusto que Trotsky, mucho
después, minimizara el papel del primer presidente del Soviet. En 1906,
Jrustalev-Nosar escribió un extenso y útil ensayo sobre la historia del Soviet.
Por su parte, Trotsky, en 1909, todavía se sentía satisfecho al escribir sobre el
presidente del Soviet de una forma mucho más equilibrada:
“Un hombre de ingenio y habilidad
práctica, un presidente capaz y enérgico, aunque un orador mediocre… El que
Jrustalev-Nosar no tuviera filiación política facilitaba las relaciones del
Soviet con el mundo no proletario y especialmente con las organizaciones de la
intelectualidad, de las que recibía considerable ayuda material”.
El problema con “Mi vida” es que se escribió después de la disputa pública entre
Trotsky y Jrustalev-Nosar en 1913 y después de que Jrustalev-Nosar fuera ejecutado
en 1918 por actividades antisoviéticas. Esto simplemente contribuyó a que
Trotsky se centrara en el propósito polémico de su autobiografía, en lugar de
hacer una evaluación honesta de 1905.
Influencias sobre
Trotsky
Si bien Trotsky no tuvo un gran impacto
sobre 1905 –como él dice, en su autobiografía, que tuvo–, en cambio 1905 sí
tuvo un gran impacto sobre él. En 1905 tuvo la oportunidad de ver a los obreros
actuando de forma espontánea e independiente. También vio a bolcheviques y
mencheviques trabajando juntos bajo la presión de los obreros y de la
revolución. Esto pudo haber estimulado sus esperanzas acerca de la unidad del
POSDR y pudo haber contribuido a reivindicar su postura no-fraccional. Aunque
los obreros no obtuvieron la victoria en 1905 y aunque la unidad del POSDR tuvo
corta duración, Trotsky tenía esperanzas para el futuro. 1905 también cimentó
la reputación de Trotsky como revolucionario. No obstante las críticas que se
le puedan hacer y a pesar de que pudo haberse exagerado el papel que desempeñó
en 1905, en adelante Trotsky tenía asegurada una audiencia entre los
socialdemócratas, aún si no tuviera la suficiente capacidad para ser un líder
general reconocido. Ciertamente, él emergió de 1905 con una identidad propia y con
una probada capacidad para una acción independiente.
Conclusión
Es tentador evaluar 1905, debido al
precedente que sentó para el futuro, especialmente para la revolución de 1917.
Esto es precisamente lo que Trotsky intentó hacer en su autobiografía. Ahí,
1905 es presentado como el ensayo general para 1917. Según Trotsky, en muchos
aspectos, 1917 iba a repetir 1905. La confusión y el fracaso de los
mencheviques, la vacilación de los bolcheviques sin Lenin, por último que sólo
Lenin y Trotsky fueron capaces de un verdadero y resuelto liderazgo
revolucionario: estos son los hechos que, según él, se hicieron evidentes desde
la primera revolución rusa. Puede ser cierto que en 1917 Trotsky recordara la
experiencia de 1905. Pudo haber sentido que se encontraba en terreno conocido, que
tuviera esa sensación de “aquí vamos de nuevo”, que confiara en que la tarea de
la toma del poder haría insignificante las discrepancias. Tales pensamientos
pueden haberle ayudado a unirse a los bolcheviques, con los que hasta muy poco
antes había tenido una larga y amarga polémica.
Pero nada de esto era evidente en 1905.
De la lectura de las fuentes producidas en esa época, se concluye que Trotsky
trabajó como un socialista revolucionario, en organizaciones sobre las cuales
no tenía claro control. Estaba feliz de servir a la causa, e hizo
contribuciones valiosas, principalmente como orador y propagandista. Sin
embargo, más interesante que el destino de un hombre es ver cómo los objetivos
de la revolución fueron impulsados no tanto por los intelectuales socialistas
sino por los obreros luchando por sus derechos políticos y económicos. En esta
lucha, los obreros desarrollaron su propia agenda y tomaron sus propias decisiones.
Ellos protegieron cuidadosamente su independencia. Trotsky pudo haber celebrado
el radicalismo de los obreros como una confirmación de la revolución
permanente, de que una revolución en Rusia sería dirigida por los obreros y por
el socialismo. Sin embargo, en buena cuenta, él parece haber articulado las
preocupaciones que eran comunes a los obreros y a los intelectuales de esa
época.
Los 50 días de la existencia del Soviet
coincidieron con la presencia de Trotsky en San Petersburgo. Él no fundó ni
dirigió el Soviet, pero hizo lo que pudo. Sería un flaco servicio a los obreros
y al Soviet sobreestimar el papel de Trotsky, así como sería injusto borrar a
Trotsky de la historia de 1905.
Fuente: Ian D. Thatcher, “Leon Trotsky
and 1905”, History Review, septiembre
de 2005, págs. 21-25.
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Gabriel Lara Blásquez.
Descargar el texto completo de “León Trotsk y 1905” de Ian D. Thatcher (2005)
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