Lenin
(1915)
Es aleccionador comparar la actitud de las distintas
clases y partidos ante la bancarrota de la Internacional manifestada por la
guerra en 1914-1915. Por una parte, la burguesía ensalza y pone por las nubes a
los socialistas que propugnan “la defensa de la patria”, es decir, que están a
favor de la guerra y de ayudar a la burguesía. Por otra parte, los
representantes más sinceros o menos diplomáticos de la burguesía se regocijan
de la bancarrota de la Internacional, de la pérdida de las “ilusiones” en el socialismo.
Entre los socialistas “defensores de la patria” se registran esos dos mismos
matices: los “extremistas”, como los alemanes G. Kolb y W. Heine, reconocen la
bancarrota de la Internacional, achacan las culpas a las “ilusiones
revolucionarias” y procuran reconstituir una Internacional más oportunista
aún. Pero, en la práctica, coinciden con los “moderados” y prudentes
socialistas “defensores de la patria” del tipo de Kautsky, Renaudel y
Vandervelde que se obstinan en negar la bancarrota de la Internacional, que la
creen sólo en un suspenso temporal y abogan por la vitalidad y el derecho a la
existencia precisamente de la II Internacional. Los socialdemócratas
revolucionarios de los distintos países reconocen la bancarrota de la II
Internacional y la necesidad de fundar la Tercera.
Para ver quién tiene razón, tomemos un documento
histórico que se refiere justamente a la guerra actual y está firmado con
carácter unánime y oficial por todos los partidos socialistas del mundo.
Este documento es el Manifiesto de Basilea de 1912. Es de notar que, en teoría,
ningún socialista se atreverá a negar la necesidad de emitir una evaluación
histórica concreta de cada guerra por separado. Mas hoy no hay nadie, excepto
los escasos socialdemócratas “izquierdistas”, que se atreva a retractarse
directa, abierta y concretamente del Manifiesto de Basilea y declararlo
erróneo, así como a analizarlo a fondo y comparar sus planteamientos con la
conducta de los socialistas después de haber comenzado la guerra.
¿Por qué? Pues porque el Manifiesto de Basilea denuncia
sin piedad toda la falacia de los razonamientos y de la conducta de la mayoría
de los socialistas oficiales. ¡¡Este manifiesto no dice una sola palabreja de
la “defensa de la patria” ni de diferencias entre guerra ofensiva y guerra
defensiva!! Ni una palabra de lo que más hablan, gritan y claman los
jefes oficiales de la socialdemocracia tanto de Alemania como de la Cuádruple
Entente. El Manifiesto de Basilea enjuicia con exactitud, claridad y
determinación completas justamente los conflictos
concretos de intereses que llevaban a la guerra en 1912 y la desencadenaron en
1914. El manifiesto dice que estos
conflictos brotan del terreno del “imperialismo capitalista”, que los
conflictos entre Austria y Rusia son por la “preponderancia en los Balcanes”;
que los conflictos entre Inglaterra, Francia y Alemania proceden de su (¡de
todas ellas!) “política de conquistas en Asia Menor”; que los conflictos entre
Austria e Italia se deben a la propensión a “incluir a Albania en la esfera de
su influencia” y a someterla a su “dominación”; que los conflictos entre
Inglaterra y Alemania son debidos a su “antagonismo” general y, luego, a “los
atentados del zarismo a Armenia, Constantinopla, etc.”. Todo el mundo ve que
eso se refiere por entero precisamente a la guerra actual. El franco carácter
de conquista, imperialista, reaccionario y avasallador de esta guerra está
reconocido con meridiana claridad en el manifiesto que ha hecho una deducción
ineludible: La guerra no puede
“justificarse con la mínima excusa de interés popular de ninguna índole”, la
guerra se está preparando “en aras de las ganancias de los capitalistas y de
ambiciones dinásticas”; por parte de los obreros “será un crimen disparar los
unos contra los otros”.
Estos planteamientos contienen todo lo esencial que se
precisa para que se comprenda la diferencia cardinal existente entre dos
grandes épocas de la historia. Una, la de 1789-1871, cuando las guerras de
Europa estaban relacionadas en la mayoría de los casos, indudablemente, con un
importante “interés popular”, a saber: con los poderosísimos movimientos
progresistas burgueses y de liberación nacional que atañían a millones, con la
destrucción del feudalismo, del absolutismo y de la opresión extranjera. En
este terreno, y sólo en él, surgió el concepto de “defensa de la patria”,
defensa de la nación burguesa que se emancipaba contra el medievo. Sólo en
este sentido aceptaban los socialistas la “defensa de la patria”. Y ahora,
en este sentido, no se puede menos de admitir, por ejemplo, la defensa de
Persia o China contra Rusia o Inglaterra, de Turquía contra Alemania o Rusia,
de Albania contra Austria, Italia, etc.
La guerra de 1914-1915, como se dice con claridad en el
Manifiesto de Basilea, pertenece a una época distinta por completo de la
historia, presenta un carácter diferente por entero. Es una guerra entre bandidos por el reparto del botín, por el
sojuzgamiento de otros países. La victoria de Rusia, Inglaterra y Francia
será la asfixia de Armenia, Asia Menor, etc., lo cual está dicho en el
Manifiesto de Basilea. La victoria de Alemania será la asfixia de Asia Menor,
Serbia, Albania, etc. ¡Eso está dicho allí mismo y reconocido por todos
los socialistas! ¡Son falsas, hipócritas y carecen de sentido todas las frases
que se digan sobre la guerra defensiva o la defensa de la patria por parte de
las grandes potencias (léase grandes bandoleros) que se baten por dominar en el
mundo, por conquistar mercados y “esferas de influencia”, por sojuzgar a otros
pueblos! No tiene nada de extraño que los “socialistas” que admiten la defensa
de la patria teman recordar y citar con exactitud el Manifiesto de
Basilea, ya que éste descubre su hipocresía. El Manifiesto de Basilea demuestra
que los socialistas que pueden admitir la “defensa de la patria” en la
guerra de 1914-1915 son socialistas solo de palabra, pero patrioteros de hecho.
Son socialchovinistas.
De reconocer que
la guerra está relacionada con los intereses de la liberación nacional, se
desprende una táctica de los socialistas. De admitir que la guerra es
imperialista, que es una guerra de conquista y rapiña, se desprende otra
táctica. El Manifiesto de Basilea ha trazado claramente esta
otra táctica. La guerra provocará una “crisis económica y política”, se dice en
él. Esta crisis hay que “utilizarla” para “acelerar la caída de la dominación
del capital”: en estas palabras se reconoce que la revolución social ha
madurado que es posible hacerla, que estallará con motivo de
la guerra. “Las clases dominantes” temen “la revolución proletaria” dice el
manifiesto, aludiendo directamente al ejemplo de la Comuna y del año 1905, es
decir, a los ejemplos de revoluciones, huelgas y guerra civil. Mienten quienes
dicen que los socialistas “no han discutido” ni “decidido” su actitud ante la
guerra. El Manifiesto de Basilea decidió esta táctica: la táctica de las
acciones revolucionarias del proletariado y de la guerra civil.
Sería un error creer que el Manifiesto de Basilea es una
perorata huera, una frase oficial, una amenaza gratuita. ¡Así pueden hablar
quienes se ven descubiertos por dicho manifiesto! ¡Pero eso no es verdad! El
Manifiesto de Basilea es un resumen de gigantescos datos de propaganda y
agitación de todo el período de existencia de la II Internacional, desde 1889
hasta 1914. Este manifiesto resume, sin exagerar, millones y millones de proclamas, artículos periodísticos, libros y
discursos de socialistas de todos los países. Declarar erróneo este manifiesto
es declarar errónea toda la II Internacional, toda la labor de decenios y
decenios de los partidos socialdemócratas. Desentenderse del Manifiesto de
Basilea significa desentenderse de toda la historia del socialismo. El
Manifiesto de Basilea no dice nada de particular, nada extraordinario.
Da única y exclusivamente los argumentos con que los socialistas han
llevado a las masas en pos de ellos: el reconocimiento de la “pacífica”
labor preparatoria de la revolución proletaria. El Manifiesto de Basilea
ha repetido lo que dijo Guesde en el congreso de 1899, burlándose de los
socialistas ministerialistas en caso de guerra por mercados, brigandages
capitalistes (En gardel, págs. 175-176), o Kautsky en
1909 en El camino al poder, indicando el fin de la “época pacífica”, el
comienzo de la época de las guerras y de las revoluciones, de la lucha del
proletariado por el poder.
El Manifiesto de Basilea demuestra de manera irrefutable
la completa traición que hicieron al socialismo los socialistas que
votaron los créditos de guerra, que entraron en el gabinete y reconocieron la
defensa de la patria en 1914-1915. El hecho de la traición es indiscutible.
Negarlo pueden únicamente los hipócritas. El problema estriba sólo en cómo explicarlo.
Sería absurdo, anticientífico y ridículo reducirlo todo a
personalidades a Kautsky, Guesde, Plejánov (¡“incluso” a gentes como
éstas!). Es un subterfugio lamentable. Una explicación seria requiere que se
analice la importancia económica de la política dada; luego, sus ideas
fundamentales y, por último, que se estudie la historia de las tendencias
en el socialismo.
¿En qué consiste el fondo económico de la “defensa
de la patria” en la guerra de 1914-1915? La respuesta se da ya en el Manifiesto
de Basilea. La guerra la hacen todas las grandes potencias por la
expoliación y el reparto del mundo, por los mercados, por el sojuzgamiento de
los pueblos. A la burguesía eso le reporta aumento de los beneficios. A un
pequeño sector de la burocracia y la aristocracia obreras, luego, a la pequeña
burguesía (intelectuales, etc.) “adherida” al movimiento obrero promete migajas
de esos beneficios. La base
económica del “socialchovinismo” (este término es más exacto que el de
socialpatriotismo, pues este último acicala el mal) y del oportunismo es la
misma: la alianza entre un sector insignificante de las “alturas” del
movimiento obrero y “su” burguesía nacional contra la masa del
proletariado. La alianza de los lacayos de la burguesía con la burguesía
contra la clase explotada por la burguesía. El socialchovinismo es el
oportunismo consumado.
El contenido
político del socialchovinismo y del oportunismo es el mismo: colaboración
de las clases, renuncia a la dictadura del proletariado y a las acciones
revolucionarias, postración ante la legalidad burguesa, desconfianza del
proletariado y fe en la burguesía. Las ideas políticas son las mismas. El mismo
es el contenido político de su táctica. El socialchovinismo es la continuación
directa y la culminación del millerandismo, del bernsteinianismo y de la
política obrera liberal inglesa, su suma, su resumen, su resultado.
En el socialismo vemos en toda la época de 1889 a 1914 dos tendencias fundamentales: la
oportunista y la revolucionaria. Dos tendencias con relación al socialismo se
registran hoy también. Dejemos a un lado la manera de los embaucadores
burgueses y de los oportunistas que apelan a los individuos; tomemos las
tendencias en toda una serie de países. Tomemos a diez países europeos:
Alemania, Inglaterra Rusia, Italia, Holanda, Suecia, Bulgaria, Suiza, Bélgica y
Francia. En los ocho primeros países la división en tendencia oportunista
y revolucionaria corresponde a la división entre socialchovinistas e
internacionalistas revolucionarios. Los núcleos fundamentales del
socialchovinismo, en el sentido social y político, son Sozialistische
Monatshefte y Cía. en Alemania, los fabianos y el partido obrero en
Inglaterra (el Partido Laborista Independiente iba en bloque con ellos,
y en este bloque es mucho mayor la influencia del socialchovinismo que en el
Partido Socialista Británico, cuyas tres séptimas partes son
internacionalistas: (66 y 84). Nasha Zariá y el Comité de Organización
(y Nashe Dielo) en Rusia, el partido de Bissolati en
Italia, el partido de Troelstra en Holanda, el de Branting y Cía. en Suecia,
los “amplios” en Bulgaria, Greilich y los “suyos” en Suiza.
Precisamente entre los socialdemócratas revolucionarios de todos estos países
se ha levantado ya una protesta más o menos violenta contra el
socialchovinismo. Hacen excepción dos países de los diez, mas incluso en ellos
los internacionalistas son débiles; no es que no haya internacionalistas, antes
bien se desconocen los hechos (Vaillant ha confesado que recibe cartas de
internacionalistas, pero que no las ha publicado).
El
socialchovinismo es el oportunismo consumado. Eso no tiene discusión. La alianza
con la burguesía era ideológica, secreta. Ahora está al desnudo, es manifiesta.
Al socialchovinismo le ha dado fuerza precisamente la alianza con la burguesía
y los estados mayores. Mienten quienes afirman (Kautsky incluido) que las
“masas” de proletarios han virado hacia el chovinismo, y estas masas no han
sido interrogadas en ninguna parte (salvo, quizás, en Italia, ¡donde hubo
nueve meses de discusiones antes de la declaración de la guerra!, y en Italia
las masas estaban contra el partido de Bissolati) Las masas estaban aturdidas,
embrutecidas, desunidas y abrumadas por el estado de guerra. Votaron libremente
sólo los jefes, ¡y lo hicieron en pro de la burguesía contra el proletariado!
¡Es ridículo y absurdo creer que el oportunismo es un fenómeno interno del
partido! Todos los marxistas, tanto de Alemania como de Francia, etc., han
dicho y demostrado siempre que el
oportunismo es una manifestación de la influencia de la burguesía en el
proletariado, es una política obrera burguesa, es la alianza de una parte
insignificante de los elementos aburguesados del proletariado con la burguesía.
Y el oportunismo que venía madurando durante decenios en el capitalismo
“pacífico” ha sazonado en 1914-1915 hasta el punto de ser aliado declarado de
la burguesía. La unidad con el oportunismo es la unidad del proletariado
con su burguesía nacional, es decir, su supeditación a ella, es la escisión de
la clase obrera revolucionaria internacional. Esto no significa que se desee o,
al menos, sea posible la escisión inmediata con los oportunistas en todos los
países: significa que ha madurado en el plano histórico, que es inevitable y
progresiva, que es necesaria para la lucha revolucionaria del proletariado, que
la historia, tras de volver del capitalismo “pacífico” al imperialismo, ha
virado hacia esa escisión. Volentem ducunt fata, nolentem trahunt.
La burguesía de todos los países, de los beligerantes en
primer orden, se ha unido perfectamente desde el comienzo de la guerra para
elogiar a los socialistas que aceptan la “defensa de la patria”, es decir, la
defensa de los intereses ladronescos de la burguesía en la guerra imperialista contra
el proletariado. Veamos cómo este interés fundamental y de lo más esencial
de la burguesía internacional se abre camino y encuentra expresión en el
seno de los partidos socialistas, en el seno del movimiento obrero.
El ejemplo de Alemania es instructivo en especial, ya que en este país la época
de la II Internacional ha creado el partido más fuerte; pero en otros países
vemos total y enteramente lo mismo que en Alemania con las
insignificantes diferencias de forma, aspecto y apariencia.
En abril de 1915, la revista conservadora alemana Preusische
Jahrbücher insertó un artículo de un socialdemócrata miembro del Partido
Socialdemócrata, que se ocultó tras el seudónimo de Monitor. Este oportunista
dijo la verdad dijo abiertamente en qué
consiste el fondo de la política de toda la burguesía mundial con
relación al movimiento obrero del siglo XX. No se puede uno desentender de
este movimiento ni aplastarlo con la fuerza bruta. Hay que corromperlo desde dentro, sobornando a su cúspide.
Así es como viene obrando ya durante decenios la burguesía anglo-francesa,
sobornando a los líderes tradeunionistas, a los Millerand, Briand y Cía. Así es
como obra ahora también la burguesía alemana. El Partido Socialdemócrata Alemán
–dice Monitor ante la faz de la burguesía (y en realidad, en nombre de
la burguesía)– se comporta de manera “irreprochable” durante la guerra (es
decir, sirve de manera irreprochable a la burguesía contra el
proletariado). “El proceso regenerativo” del Partido Socialdemócrata en partido
obrero nacional liberal sigue magníficamente su marcha adelante. Pero sería peligroso
para la burguesía si este partido se desviara hacia la derecha: “El
carácter de un partido obrero con ideales socialistas debe conservarse. Pues el
día que renuncie a ello, surgirá otro partido nuevo que aceptará el programa
que el viejo partido abandonó y le imprimirá una fórmula más radical” (Pr.
J., 1915, núm. 4, págs. 50-51).
En estas palabras se ha expresado abiertamente lo que ha
hecho siempre y en todas partes a escondidas la burguesía. Las masas necesitan palabras “radicales” para que puedan creer
en ellas. Los oportunistas están dispuestos a repetirlas con hipocresía.
Les trae cuenta y necesitan tener tales partidos como eran los partidos
socialdemócratas de la II Internacional, ¡ya que ellos dieron origen a la defensa
de la burguesía por los socialistas en la crisis de 1914-1915! La misma
política que el alemán Monitor llevan los fabianos y los jefes liberales de las
tradeuniones en Inglaterra, los oportunistas y los jauresistas en Francia.
Monitor es un oportunista declarado o cínico. Fijémonos en otro matiz, en el
oportunista solapado u “honrado” (Engels dijo con razón una vez que los
oportunistas “honrados” son los peligrosos para el movimiento obrero).
Un modelo de oportunista de este tipo es Kautsky.
En el número 9 de N. Z. del 26 de noviembre de
1915 escribe que la mayoría del partido oficial infringe su programa (¡el
propio Kautsky defendió la política de esta mayoría durante todo un año después
de haber comenzado la guerra y justificó la falsedad de la “defensa de la
patria”!). La oposición contra la mayoría aumenta (pág. 272). “Después de haber
comenzado la guerra”… (¿sólo después de haber comenzado la guerra?...
“Las contradicciones de clase se enconaron tanto que en las masas prevalecerá
el radicalismo” (pág. 272)… “Después de haber comenzado la guerra nos amenazan”
(¿sólo después de haber comenzado la guerra?) “la huida de los elementos
radicales del partido y su incorporación a la tendencia de las acciones de
masas antiparlamentarias” (?? debiera haber dicho extraparlamentarias)… “Así
pues, nuestro partido se divide en dos grandes campos que no tienen nada de
común entre sí…”
Kautsky pretende personificar el “justo medio”, conciliar
estos “dos extremos” “¡¡Que no tienen nada de común entre sí”!! Ahora
reconoce (dieciséis meses después de haber empezado la guerra) que las masas
son revolucionarias. Y condenando al punto las acciones revolucionarias,
denominándolas “Aventuras callejeras” (pág. 272) quiere conciliar a las masas
revolucionarias con los jefes oportunistas “que no tienen nada de común con
ellas”; y conciliarlas ¿en qué terreno? ¡En el de las palabras! ¡¡En el
de las palabras “izquierdistas” de la minoría “izquierdista” del Reichstag!!
Que la minoría condene, como Kautsky, las acciones revolucionarias, que
las denomine aventura, pero que alimente a las masas con palabras izquierdistas,
¡¡y entonces en el partido habrá unidad y paz... con los Südekum, los Legien,
los David y los Monitor!!
¡¡Pero si ése es el mismo programa de Monitor, el programa
de la burguesía, sólo que expresado en “tono bondadoso”, con “frases dulces”!!
Este programa lo ha aplicado también Wurm cuando en la sesión de la minoría
socialdemócrata del Reichstag del 18 de marzo de 1915, “advirtió a la
minoría que no se sobrepasara; entre las masas obreras aumenta la oposición a
la táctica de la minoría; hay que mantenerse en el centro marxista. (pág.
6-7 de ¡Lucha de clase contra la guerra! Datos contra el “caso Liebknecht”.
Sin carácter oficial.)
¡Adviértase que aquí se reconoce en nombre de todo el
“centro marxista” (incluido Kautsky) que las masas son revolucionarias! Y eso,
¡¡¡el 18 de marzo de 1915!!! ¡¡Ocho meses y medio después, el 26 de
noviembre de 1915, Kautsky propone que se tranquilice a las masas
revolucionarias con discursos izquierdistas!!
¡¡El oportunismo de Kautsky se distingue del oportunismo
de Monitor sólo de palabra, sólo de matiz, sólo por los modos de alcanzar el mismo
fin: mantener la influencia de los oportunistas (es decir, de la
burguesía) sobre las masas, mantener la supeditación del proletariado a
los oportunistas (es decir, a la burguesía)!! Pannekoek y Gorter han tildado
con mucha exactitud la postura de Kautsky de “radicalismo pasivo” (¡¡verbiage, como dicen los franceses, que han estudiado a las mil
maravillas esta variedad de revolucionarismo en sus modelos “patrios”!!)
Pero yo preferiría denominarlo oportunismo solapado, tímido, hipócrita y dulzón.
En realidad, las dos tendencias de la socialdemocracia no
se distinguen ahora absolutamente ni por las palabras ni por las frases. ¡En
cuanto a la unión de la “defensa de la patria” (o sea, la defensa de las
expoliaciones de la burguesía) con frases sobre el socialismo, el
internacionalismo, la libertad de los pueblos, etc., Vandervelde, Renaudel,
Sembat, Hyndman, Henderson y Lloyd George no son menos que Legien, Südekum,
Kautsky y Haase! La verdadera diferencia comienza precisamente por la negación
rotunda de la defensa de la patria en esta guerra, por el reconocimiento de las
acciones revolucionarias en relación con ella, durante ella y después
de ella. Y en esta cuestión, la única seria y práctica, Kautsky, Kolb y
Heine coinciden por completo.
Comparemos a los fabianos de Inglaterra con los
kautskianos de Alemania. Los primeros son casi liberales que nunca han aceptado
el marxismo. Engels escribió de los fabianos el 18 de enero de 1893: “...Son una
pandilla de arribistas lo suficiente sensatos para comprender que la revolución
social es ineludible, pero que en modo alguno desean confiar esta ingente labor
exclusivamente al proletariado poco maduro... Su principio fundamental es el
miedo a la revolución...”; y el 11 de noviembre de 1893: “Los altivos
burgueses que descienden condescendientes hacia el proletariado para
emanciparlo desde arriba, si es que éste quiere comprender que su masa gris e
ignorante no puede emanciparse por sí misma ni alcanzar nada sin la gracia de
estos abogados inteligentes, de estos literatos y estas mujerucas
sentimentales...” ¡Cuán lejos están de ellos los kautskianos con su
“teoría”! ¡Pero en la práctica, en su actitud ante la guerra, los unos y los
otros coinciden por completo! Evidente prueba ésta de cómo se ha
esfumado todo el marxismo de los kautskianos y de cómo se ha convertido en
letra muerta, en frase hipócrita.
Los evidentes sofismas con que los kautskianos refutaban,
después de haber comenzado la guerra, la táctica de las acciones
revolucionarias del proletariado, adoptada unánimemente por los socialistas en
Basilea, pueden verse en los siguientes ejemplos. Kautsky expuso la teoría del
“ultraimperialismo” que él entendía como sustitución de “la lucha entre los
capitales financieros nacionales con la explotación general del mundo por el
capital financiero unido a escala internacional” (N. Z., núm. 5 del 30
de abril de 1915, pág. 144). Con la particularidad de que el propio Kautsky
agregaba: ¡¡“Aún no hay suficientes premisas para ver si se puede alcanzar esa
nueva fase del capitalismo”!! Basándose en que la nueva fase “es concebible”
(aunque el propio autor no se resuelve siquiera a declararla “realizable”), se
niegan las tareas revolucionarias del proletariado ahora, ¡en la fase de
crisis y guerra que se sabe comenzada a ciencia cierta! Niega las acciones
revolucionarias el mismo líder prestigioso de la II Internacional que en 1909
escribió todo un libro titulado El camino al poder, traducido a casi
todas las lenguas europeas principales, libro que demuestra el nexo existente
entre la guerra que se avecinaba y la revolución, libro que demuestra ¡¡que la
“revolución no puede ser prematura”!!
En 1909 Kautsky demostró que había pasado la época del
capitalismo “pacifico”, que había llegado la época de las guerras y las
revoluciones. En 1912, el Manifiesto de Basilea basa toda la táctica de los
partidos socialistas del mundo en esa misma opinión. En 1914 estalla la guerra,
comienza la “crisis económica y política” prevista en Stuttgart y Basilea. ¡Y
Kautsky pone “objeciones” teóricas contra la táctica revolucionaria!
P. B. Axelrod expone las mismas ideas con una fraseología
algo más “izquierdista”: escribe en la libre Suiza y desea influir en los
obreros revolucionarios rusos (La crisis y las tareas de la socialdemocracia
internacional, Zúrich, 1915). Aquí leemos un descubrimiento agradable para
los oportunistas y los burgueses de todo el mundo, que “El problema de la
internacionalización del movimiento obrero no es idéntico al de la
radicalización de nuestras formas y métodos de lucha” (pág. 37) y que “el
centro de gravedad del problema de la internacionalización del movimiento
proletario emancipador está en el desarrollo ulterior y en la
internacionalización de esa misma práctica diaria” (pág. 40)... “por
ejemplo, la legislación de la protección del trabajo y del seguro… debe ser
objeto de sus acciones y organizaciones internacionales” (de los obreros)
(pág. 39).
Por supuesto, no sólo los Südekum, los Legien, los
Hyndman y los Vandervelde, ¡sino también los Lloyd George, los Nauman y Briand
aplauden por entero este “internacionalismo”! Axelrod defiende el
internacionalismo de Kautsky sin aducir ni analizar un solo argumento suyo en
defensa de la patria. Axelrod, lo mismo que los socialchovinistas francófilos,
teme incluso recordar que el Manifiesto de Basilea versa precisamente de
táctica revolucionaria. Para el futuro, indeterminado y desconocido, Axelrod
está dispuesto a lanzar las frases más izquierdistas y revolucionarias acerca
de cómo la futura Internacional actuará: Actuará (contra los gobiernos en
caso de peligro de guerra) “y levantará una tempestad revolucionaria”… Un
prólogo de revolución socialista” (pág. 14). ¡¡Bromas aparte!! Y cuando se
trata de la aplicación, ahora precisamente, durante la crisis actual, de la
táctica revolucionaria, Axelrod responde: La táctica de las “acciones
revolucionarias masivas”… esta táctica “aún tendría alguna justificación si nos
encontrásemos directamente en vísperas de la revolución social como ocurrió,
por ejemplo, en Rusia, donde las manifestaciones estudiantiles de 1901 fueron
precursoras de las batallas decisivas que se aproximaban contra el absolutismo”...
(págs. 40-41) y sigue lanzando truenos contra utopías bakunistas,
¡¡totalmente en el espíritu de Kolb, Heine, Südekum y Legien!! Pero el ejemplo
de Rusia desenmascara con singular evidencia a Axelrod. Desde 1901 hasta 1905
han transcurrido cuatro años y nadie pudo dar garantías en 1901 de que en Rusia
la revolución (primera contra el absolutismo) comenzaría al cabo de cuatro
años. La misma situación hay en Europa ante la revolución social. Nadie puede
dar garantía de que una revolución de este tipo comience dentro de cuatro años.
Pero la situación revolucionaria está presente, es un hecho predicho ya en 1912
y dado en 1914. Las manifestaciones de obreros y población hambrienta de las
ciudades de Rusia y Alemania en 1914 son también sin duda precursoras de
batallas decisivas (“anhündigen das
Herannahe entscheidender Kämpfe”). El
deber inmediato e insoslayable de los socialistas es mantener y desarrollar
estas manifestaciones y acciones “revolucionarias masivas” de todo género
(huelga económicas y políticas, movimiento en las tropas hasta la insurrección
y la guerra civil), darles consignas claras, crear una organización y unas
publicaciones ilegales sin las que no se
puede llamar a las masas a la revolución, ayudarles a comprenderla y
organizarlas para la revolución. Así es como obraron los socialdemócratas
en Rusia en 1901 “am Vorabend” (ante) la revolución burguesa (que comenzó en 1905, pero
que aún no ha acabado en 1915). Así es como están obligado a obrar los
socialdemócratas en Europa en 1914-1915 “en
la víspera” de la revolución socialista. Las revoluciones jamás nacen preparadas, no salen de la cabeza de
Júpiter, no estallan de golpe. Van siempre precedidas de un proceso de
efervescencia, crisis, movimientos y conmociones, de comienzo de la revolución,
con la particularidad de que este proceso no siempre se desarrolla hasta el fin
(por ejemplo, si la clase revolucionaria es débil). Axelrod se inventa
objeciones para desviar a los socialdemócratas de su deber de contribuir al
desarrollo de los movimientos revolucionarios que comienzan ya en el terreno de
la situación revolucionaria presente. Axelrod defiende la táctica de David y de
los fabianos, pero encubriendo su oportunismo con frases izquierdistas.
“Sería una locura
querer convertir la guerra mundial en guerra civil” –escribe E. David, jefe
de los oportunistas (La socialdemocracia
en la guerra mundial. Berlín. 1915, pág. 172)–, objetando contra el
manifiesto del CC de nuestro POSDR, publicado el 1 de noviembre de 1914, que
había lanzado esta consigna y añadido: “Por grandes que parecieran las dificultades
de esta transformación en tal o cual momento, los socialistas jamás renunciarán
a la labor preparatoria sistemática, pertinaz e incesante en esta dirección,
dado que la guerra es un hecho” (citado por el libro de David, pág.
171.) Hagamos notar que un mes antes de salir el libro de David (1 de mayo de
1915) nuestro partido publicó (en el núm. 40 de Sotsial-Demokrat del 29 de marzo) varias resoluciones sobre la
guerra: Los constantes pasos encaminados
a transformar la guerra imperialista en guerra civil se han determinado en
ella de la manera siguiente: 1) negativa a votar los créditos de guerra, etc.;
2) ruptura de la Paz social; 3)
creación de una organización clandestina; 4) apoyo a la confraternización de
los soldados en las trincheras; 5) apoyo a toda clase de acciones
revolucionarías de masas del proletariado en general.
¡Oh, valiente David! En 1912 no le parecía “demencial”
apelar al ejemplo de la Comuna de París. En 1914 hace coro a la burguesía,
clamando: ¡¡”Eso es una locura”!!
Plejánov, representante típico de los socialchovinistas
de la “Cuádruple Entente”, ha emitido un juicio de la táctica revolucionaria
totalmente acorde con el de David. Ha dicho que la idea de...* ...justamente la víspera
de la revolución social, de la que pueden transcurrir cuatro y más años hasta
las batallas decisivas. Eso son
precisamente los comienzos, si bien débiles, mas no por eso dejan de ser los
comienzos “de la revolución proletaria”, de la que se habló en Basilea y que jamás será fuerte de pronto, sino que
pasará indefectiblemente por fases de comienzos relativamente débiles.
Apoyo,
desarrollo, ampliación y enconamiento de las acciones revolucionarias de las
masas y del movimiento revolucionario. Creación de una organización clandestina
para hacer propaganda y agitación en este sentido, para ayudar a las masas a
comprender el movimiento y sus tareas, sus medios y sus fines. A estos dos
puntos se reduce indefectiblemente todo programa
de actuación práctica de la socialdemocracia durante esta guerra. Todo lo
demás no es sino fraseología oportunista y contrarrevolucionaria, aunque se
embellezca con los subterfugios más izquierdistas, seudomarxistas y pacifistas.
Y si nos objetan, como suelen hacer los rutinarios de la
II Internacional: ¡Oh! ¡¡Estos métodos “rusos”!!, responderemos
con una simple invocación a los hechos. En Berlín, el 30 de octubre de 1915
salieron en manifestación ante el Partei-vorstand
varios centenares de mujeres (einige
Hundert) y declararon a éste por boca de su diputación: “Repartir octavillas y folletos clandestinos
y celebrar reuniones prohibidas sería hoy, frente a la existencia de un gran
mecanismo organizado, más fácil que durante los tiempos de la Ley de excepción
contra los socialistas. No se nota escasez de medios ni vías, mas,
evidentemente, falta voluntad”. (lo recalcado es mío) (Berner Tagwacht, núm. 271).
Por seguro que estas trabajadoras berlinesas están
desorientadas por el manifiesto “bakuninista”, “aventurero” “sectario” (véase Kolb & Cía.) y “demencial” del CC
del partido ruso del 1 de noviembre.
Escrito a fines de 1915. Publicado por primera vez en el núm. 5 de 1924 de
la revista “Proletárskaya Revoliutsia”.
T. 29, págs. 99-114.
* Aquí se interrumpe el manuscrito. El texto
que sigue se ha tomado de la página incompleta (falta el comienzo) que se
conserva. (N. de la Edit.)
Descargar “El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional” (1915) de Lenin.
Descargar “La bancarrota de la II Internacional” (1915) de Lenin