La desaparición
del campo socialista condujo a la reunificación de todos los países del mundo
en un mercado mundial único, con el imperialismo norteamericano como potencia
dominante. Durante casi un cuarto de siglo, hasta su desintegración en 1991, la
URSS socialimperialista trató de arrebatarle a Estados Unidos la hegemonía del
campo imperialista. Su colapso –que fue el colapso del capitalismo restaurado
en ése y otros países ex socialistas– consolidó la culminación del retorno al
mercado mundial único bajo el sistema capitalista, revirtiendo el proceso
iniciado por la Revolución de Octubre de 1917 – en el que Rusia y
posteriormente otros países se separaron del sistema capitalista mundial,
formaron el campo socialista y dieron lugar a la existencia paralela de dos
mercados mundiales opuestos.
En
particular, la desintegración de la URSS socialimperialista, llevó a una
carrera entre los distintos imperialismos occidentales –también compitiendo o
aliándose con los restos de la burguesía soviética que buscaba adaptarse a las
nuevas condiciones– para llenar los espacios que había dejado la implosión del
capitalismo monopolista de Estado soviético (en su forma de capitalismo
burocrático en su máxima expresión). La integración más estrecha de los
mercados –ahora “libres”– de los países del ex bloque soviético en el mercado
mundial liderado por Estados Unidos, dio solidez a la “inexorable” tendencia a
la globalización en todos los aspectos en que se encontraban inmersos los
países del mundo. La incorporación “sin traumatismos” de la China capitalista y
otros países ex socialistas en el mercado mundial único contribuyeron a dar
forma al nuevo escenario para la lucha de clases internacional y para la
contienda interimperialista.
En
ese nuevo escenario, los capitales han ido de un lugar a otro en el mundo, casi
sin restricciones, extendiendo el entrecruzamiento de capitales entre los
distintos países del mundo, particularmente entre los distintos países
imperialistas. En la Rusia y la China de hoy existen capitales norteamericanos,
ingleses, franceses, alemanes, etc., de la misma forma en que capitales rusos y
chinos se encuentran afincados en Estados Unidos y en países europeos. Un hecho
conocido y muy notable en las dos últimas décadas han sido las grandes
proporciones de comercio exterior y capitales chinos que han llegado a
diferentes rincones del mundo. China cuenta con ingentes reservas que necesita
invertir y busca lugares que puedan absorber sus enormes capitales. Por otro
lado, otro hecho conocido y notable es la reciente condición de Estados Unidos
como el país más endeudado del mundo, debido a su necesidad de cubrir su
creciente déficit en cuenta corriente. Estos dos países imperialistas compiten
ostensiblemente por fuentes de materias primas y por mercados para sus
productos en el mundo. Esa competencia es feroz y sin tregua. Sin embargo, ésta
no ha sido óbice para que China invierta sus reservas internacionales en
valores públicos y privados de los Estados Unidos, y tampoco ha sido un
impedimento para que Estados Unidos acepte a China como su principal acreedor
individual.
No
obstante, los volúmenes de deuda y capital involucrados son tan altos que
existe la preocupación, en Estados Unidos, sobre los riesgos de tener como el
principal acreedor a uno de sus más importantes competidores, y, en China,
sobre la seguridad y estabilidad de sus cuantiosas inversiones en activos
norteamericanos.
Los cinco primeros tenedores
de valores del Tesoro de los EEUU
(A junio de 2013)
Total en poder de
extranjeros
(miles de millones US$)
|
Participación en el
total de tenencias extranjeras
(%)
| |
China
|
1,275.8
|
22.8
|
Japón
|
1,038.4
|
19.3
|
Centros Bancarios del Caribe
|
290.8
|
5.2
|
Exportadores de
Petróleo
|
256.8
|
4.6
|
Brasil
|
253.7
|
4.5
|
Total de Tenencias
Extranjeras
|
5,600.6
|
100.0
|
Veamos
los números correspondientes a la deuda pública de los Estados Unidos al cierre
de 2012:
·
La deuda pública de los Estados
Unidos alcanzó la cifra de US$ 16.4 billones.
·
De ese total, US$ 5.7
billones estaba en manos de extranjeros, casi el 35%.
·
China era titular de US$
1.2 billones en valores del Tesoro de los Estados Unidos, es decir, del 7.3% de
la deuda pública total (y 21.9% de las tenencias en manos extranjeras). Una
cifra fabulosa para un solo tenedor. Desde 2009, China es el principal tenedor
de bonos del Tesoro, desbancando a Japón.
·
Por concepto de intereses
sobre sus valores del Tesoro norteamericano, China recibió US$ 113.4 millones.
Un monto muy bajo en comparación con la magnitud de la inversión.
Ampliando
la perspectiva, veamos ahora las inversiones extranjeras totales en activos
norteamericanos, es decir, sumando todos los valores públicos y privados,
expresados en acciones, bonos y obligaciones. Utilizando la información
disponible a junio de 2012, se tiene:
·
Las inversiones extranjeras
en valores públicos y privados de los Estados Unidos ascendieron a US$ 13.26
billones. Los bonos del Tesoro representaron el 35.2% de las tenencias
extranjeras en valore norteamericanos.
·
El total de las inversiones
chinas en valores norteamericanos alcanzó la cantidad de US$ 1.6 billones, lo
que representó el 12% del total de valores en manos extranjeras.
·
Las inversiones chinas se
concentraron principalmente en bonos del Tesoro de los Estados Unidos, que
representaron el 71.5% del total de inversiones chinas en valores
norteamericanos.
·
Como referencia, es
importante señalar que Japón fue el principal inversionista en valores públicos
y privados norteamericanos, con US$ 1.8 billones, superando a China en ese
periodo. De esa cifra, los bonos del Tesoro representaron el 57.1%.
La
adquisición de valores norteamericanos por parte de China tuvo un crecimiento
impresionante en una sola década, de la mano del crecimiento también
espectacular de las reservas internacionales chinas. Estas reservas subieron de
US$ 291 mil millones (US$ 0.29 billones) en 2002 a US$ 3.34 billones en 2012,
esto es, un crecimiento de 1,052% en diez años.
China: Reservas Internacionales y Tenencias de Valores Públicos y Privados
Norteamericanos, 2002-2012
(miles de millones US$)
Fuente: US Treasury Department, “Report on Foreign Portfolio Holdings of US
Securities as of June 30, 2012”, abril de 203.
El
gráfico muestra que las tenencias chinas de valores norteamericanos, públicos y
privados, subieron de US$ 181 mil millones (US$ 0.18 billones) en 2002 a US$
1.6 billones en 2012, verificándose un incremento de 784%. Estas inversiones, sobre
todo en bonos del Tesoro norteamericano, no se detuvieron ni disminuyeron, en
términos absolutos, en los peores momentos de la reciente crisis capitalista
que se manifestó desde 2007. Sin embargo, el ritmo de crecimiento ha venido disminuyendo
durante los últimos años, hasta registrarse una caída en términos absolutos en
2012, a pesar del aumento de las reservas. Es posible que parte de la baja en
las compras china se explique por la preocupación de los dirigentes chinos
sobre la seguridad de sus inversiones en Estados Unidos, ante el endeudamiento
desmesurado del imperialismo norteamericano. Todo acreedor se preocupa cuando
el deudor pide más y más préstamos a todo el mundo, y se pregunta si podrá
recuperar su capital. Un capital –sus reservas internacionales– edificado indudablemente
sobre la base de la explotación de la clase obrera y el pueblo chinos. Y esto
no es retórica.
Por
su parte, los círculos imperialistas norteamericanos también se preguntan si
China utilizará como arma su gigantesca tenencia de valores norteamericanos
para desestabilizar la economía de Estados Unidos. Por supuesto, esta
posibilidad no la descarta ninguno de los imperialismos. Una prueba de ello es
el ensayo “China’s Holdings of U.S. Securities: Implications
for the U.S. Economy” del servicio de estudios del Congreso de los Estados Unidos, de agosto de
2013.
La
evaluación que se hace del comportamiento de la economía, los mercados y los
agentes económicos norteamericanos ante una eventual venta masiva de bonos del
Tesoro en manos de los chinos, es positiva, según los autores del ensayo. A fin
de cuentas, la economía y los mercados norteamericanos tendrían la fortaleza y
la capacidad de absorber una maniobra china en ese sentido. Lo que no toma en
cuenta, para nada, ese ensayo es el golpe a los salarios, las condiciones de vida,
al empleo, etc. de la clase obrera que infligirían los vaivenes en la lucha
entre los capitales monopolistas de ambos países.
Es
interesante advertir en el ensayo esa constante en la burguesía y sus
intelectuales de un país, de apuntar con el dedo acusador situaciones,
condiciones y medidas propias del sistema capitalista, cuando se dan en otro
país que difiere en grado de desarrollo. Por ejemplo, señalar
“inadvertidamente” que la tasa de ahorro de los chinos es alta porque su
consumo es bajo y sus condiciones de vida no son adecuadas (“falta de una red
de seguridad social”) debido a que se ven obligados a ahorrar para prever
problemas económicos y de salud futuros que no podrían afrontar con sus
ingresos regulares, igualmente bajos. Esos salarios bajos, que explican altas
cuotas de plusvalía, son el secreto del milagro chino. Otro factor importante
que se señala es la política del gobierno imperialista chino de mantener
artificialmente subvaluado al reminbí o yuan (no es lo mismo pero es igual)
frente al dólar y otras monedas fuertes. Esta subvaluación (de la que Estados
Unidos se queja todo el tiempo) le permite a China mantener baratos sus productos
de exportación y encarecer las importaciones de productos extranjeros. Los salarios
de los trabajadores chinos son de por sí bastante bajos, pero la subvaluación
de la moneda china hace aún más barata la fuerza de trabajo china comparada a
niveles internacionales (factor importante para la cuota de plusvalía).
Eso
explica, en parte, que la balanza comercial china sea superavitaria en relación
con las otras potencias imperialistas, especialmente Estados Unidos. Por su
parte, la alta tasa de ahorro interno le permite a China no buscar fuentes de
financiamiento de su presupuesto en el exterior, es decir, no recurrir al
endeudamiento externo, por lo que su balanza en cuenta corriente ha sido
superavitaria durante los últimos diez años, como se aprecia en el gráfico
adjunto, apilando reservas internacionales año tras año.
Sin
embargo, los grandes montos de reservas internacionales, expresión de la
plusvalía obtenida y resultado de la inclemente explotación de la clase obrera
y el pueblo chinos, tienen que ser colocados o invertidos. Estados Unidos le ha
ofrecido a China el mercado de valores capaz de absorber las ingentes
cantidades de capitales que tiene y le ha permitido –como capitalista
colectivo– sumarse a los parásitos que viven del “corte del cupón”. China tiene
además otro interés en comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos: que el
consumo norteamericano por productos chinos no decaiga. Al comprar bonos del
Tesoro norteamericano, China le presta grandes cantidades de dinero que Estados
Unidos necesita para financiar sus inversiones, sus importaciones, sus
necesidades presupuestales y el servicio de su deuda; en última instancia para
que Estados Unidos pueda seguir financiando
su posición negativa en el comercio entre los dos países, y continúe comprando
productos chinos. A su vez, la importante demanda china por bonos del Tesoro
norteamericano contribuye a mantener bajas las tasas de interés en Estados
Unidos, lo que a su vez fomenta el crédito que facilita el consumo de la
población y las empresas norteamericanas.
Lo
indicado hasta aquí contribuye a entender las relaciones económicas, políticas y
diplomáticas entre China y Estados Unidos durante el último decenio; pero de
ninguna manera explica por sí solo ni agota la base económica de esas
relaciones.
Las
potencias imperialistas vienen preparándose para un nuevo reparto del mundo
mediante la guerra. Este fue postergado por la desintegración de la URSS. Pero,
cuando Estados Unidos y sus aliados más cercanos creían que el mundo se les
ofrecía en bandeja de plata, se produjo la recuperación parcial de Rusia y el
avance de China. Y en la primera década de este siglo, estas dos últimas
potencias se han revelado como serios contendores que aspiran a la hegemonía
mundial, y con sus fuerzas en ascenso le pelean palmo a palmo a los viejos
imperialismos las fuentes de materias primas, los mercados, las zonas de
influencia. Las contradicciones interimperialistas se están agudizando y lo
hacen en una situación internacional en que la lucha revolucionaria de la clase
obrera, los pueblos y las naciones oprimidas está en ascenso en todo el mundo,
incluso en los países imperialistas europeos.
Es
importante, por eso, estudiar la política de los bloques imperialistas, sus
relaciones económicas y diplomáticas. Lenin decía, en su lucha contra el
oportunismo socialchovinista, en la Primera Guerra Mundial:
“La política auténtica de ambos
grupos de los mayores gigantes capitalistas… practicada durante una serie de décadas
anteriores al conflicto, debe ser estudiada y comprendida en su conjunto. Si no
lo hiciéramos así, olvidaríamos la exigencia principal del socialismo científico
y de toda la ciencia social en general y, además, nos privaríamos de la posibilidad
de comprender nada de la guarra actual… Si no habéis estudiado la política
practicada por ambos grupos de potencias beligerantes durante decenios… ¡si no
habéis demostrado la ligazón de esta guerra con la política precedente, no
habéis entendido nada de esta guerra!
…[la historia económica, la
historia diplomática de varias decenas de años] es la única que nos brinda el
camino hacia la solución acertada del problema de la guerra y os lleva a la
conclusión de que esta guerra es también producto de la política de las clases
que se han enzarzado en ella, de los dos mayores gigantes, que mucho antes del
conflicto habían envuelto a todo el mundo, a todos los países, con las redes de
su explotación financiera, y se habían repartido el mundo en el terreno
económico. Tenían que chocar porque el nuevo reparto de ese dominio se había
hecho inevitable desde el punto de vista del capitalismo.”
*
* *
Publicamos a continuación extractos del citado
ensayo del servicio de estudios del Congreso de los Estados Unidos, en la parte
en que se consideran los efectos de una posible maniobra china por deshacerse
–vendiendo sus tenencias– de bonos del Tesoro de los Estados Unidos.
*
* *
¿Qué pasaría si China reduce sus tenencias de valores norteamericanos? 55
Wayne M. Morrison y Marc Labonte
(Agosto de 2013)
Como ilustran los datos anteriores, China ha acumulado grandes tenencias de
activos norteamericanos en los últimos años. Esta acumulación es el resultado
de préstamos tomados por EE.UU. para financiar su enorme déficit comercial con
China (la brecha entre las exportaciones norteamericanas y las importaciones
chinas). Asumiendo que los otros factores permanecen constantes, las compras de
activos estadounidenses que realiza el gobierno chino aumenta la demanda de esos
activos estadounidenses, lo que reduce las tasas de interés en Estados Unidos.
¿Qué podría pasar si China no compra más valores norteamericanos
y/o trata de vender una parte significativa de sus tenencias en dólares?
Si China interrumpe
su compra de valores norteamericanos, Estados Unidos necesitará de otros
inversionistas (nacionales y extranjeros) para llenar el vacío. Estos inversionistas
presumiblemente requerirán tasas de interés más altas que las que prevalecen
hoy en día, para ser tentados a comprarlos. En 2007, un economista estimó que la
salida de China de los valores norteamericanos de largo plazo podría elevar las
tasas de interés de Estados Unidos por hasta 50 puntos porcentuales [56]. Tasas
de interés más altas causarían una disminución en el gasto de inversión y en otros
gastos sensibles a las tasas de interés. Asumiendo que los otros factores
permanecen constantes, la reducción
de las tenencias chinas de valores del Tesoro provocaría una caída de la
demanda externa global de activos estadounidenses, lo que conduciría a la
depreciación del dólar. Con la pérdida de valor del dólar, el déficit comercial
de Estados Unidos se reduciría, como resultado de la caída en los precios de sus
exportaciones y del alza en los precios de los productos que importa [57]. La
magnitud de estos efectos dependerá de la cantidad de títulos norteamericanos
que China venda; reducciones modestas no tendrían efectos significativos en la
economía norteamericana debido al gran tamaño de los mercados financieros de
Estados Unidos.
Según datos a junio de 2012, China tiene cerca de 1,6 billones de dólares de valores públicos y privados de los Estados Unidos (en su mayoría de títulos del Tesoro de EE.UU.). Cualquier reducción en esas tenencias de valores norteamericanos tendría un efecto potencialmente grande. Si hubiera una gran reducción de existencias, el efecto sobre la economía norteamericana dependería de si la reducción fue gradual o súbita [58]. Cabe subrayar que la teoría económica sugiere que una reducción lenta del déficit comercial y del dólar no sería problemática para la economía en general. En realidad, un lento declive podría incluso tener un efecto expansivo sobre la economía, si la disminución del déficit comercial tuviera un efecto estimulante sobre la demanda agregada en el corto plazo que superara el efecto de la disminución de la inversión y otros gastos sensibles al interés resultantes de una mayor tasa de interés. La experiencia histórica parece confirmar esto: a finales de la década de 1980, el dólar cayó cerca de 40% en términos reales mientras que el déficit comercial se reducía continuamente, bajando de 2,8% del PIB en 1986 a casi cero durante la década de 1990. No obstante, el crecimiento económico fue fuerte durante la década de 1980.
En cambio, si China decidiera reducir significativa
y bruscamente
sus activos financieros líquidos de los Estados Unidos, habría un problema
potencialmente serio en el corto plazo. El efecto podría verse agravado si esta
acción provoca una reacción financiera (o pánico) más generalizada, en el que
todos los extranjeros reaccionaran reduciendo sus tenencias de activos norteamericanos.
El efecto inicial sería una depreciación súbita e importante del valor del
dólar (ya que aumentaría la oferta de dólares en el mercado de divisas) y un
aumento repentino y considerable en la tasa de interés en Estados Unidos, dado
que desaparecería de los mercados financieros una importante fuente de financiamiento
de la inversión y del déficit presupuestal. La depreciación del dólar, por sí sola,
no causaría una recesión, porque en definitiva conduciría a un superávit
comercial (o a un menor déficit) que expandiría la demanda agregada [59]. (La
evidencia empírica sugiere que los efectos totales de una variación en el tipo
de cambio sobre los bienes transados toman tiempo, por lo que el dólar podría “superar”
su consiguiente nivel de depreciación a fin de lograr un ajuste significativo de
los flujos comerciales en el corto plazo) [60].
Sin embargo, un aumento repentino en la tasa de
interés puede entorpecer los efectos sobre el comercio y causar (o empeorar)
una recesión. Aumentos grandes en la tasa de interés pueden causar problemas a la
economía norteamericana, porque esos aumentos reducen el valor de mercado de
los títulos de deuda, provocando una caída de precios en el mercado de valores,
socavando una intermediación financiera eficiente, y poniendo en peligro la
solvencia de los diferentes deudores y acreedores. Los recursos no podrían moverse
lo suficientemente rápido, de los sectores sensibles a la tasa de interés hacia
los sectores exportadores, para que esta transición sea fluida. La Reserva
Federal puede mitigar el alza de las tasas de interés mediante la reducción de
la tasa de interés a corto plazo, aunque esta reducción pueda influir en la
tasa de largo plazo sólo indirectamente, y pueda empeorar la depreciación del
dólar y aumentar la inflación. En marzo de 2007, el presidente de la Reserva
Federal, Ben Bernanke, declaró en una carta al senador Shelby que “debido a que
las tenencias extranjeras de bonos del Tesoro de EE.UU. representan sólo una
pequeña parte del total de la deuda del mercado crediticio estadounidense en
circulación, los mercados de crédito de Estados Unidos son capaces de absorber
sin grandes dificultades cualquier cambio en las colocaciones en el extranjero”
[61].
Los mercados financieros norteamericanos han experimentado
trastornos excepcionales desde agosto de 2007. El siguiente año, el dólar bajó
casi 8% en términos ajustados a la inflación – un descenso que no era, por sí
mismo, perjudicial. Pero a medida que, en el 2008, la crisis se profundizó y se
extendió al resto del mundo, el valor del dólar comenzó a subir. La tasa de
interés de los bonos del Tesoro de Estados Unidos cayó a casi cero, reflejando un
exceso de demanda de los inversionistas. Otras tasas de interés también se
mantuvieron bajas, pese a que para algunos estuvo restringido el acceso al crédito.
Aunque los datos completos no estarán disponibles durante algún tiempo, una “parada
súbita” de los flujos de capital no parece haber sido una característica de la
crisis. Los problemas experimentados por los mercados financieros norteamericanos
en los últimos años han sido considerados ampliamente como acontecimientos
“únicos en la vida”. Si estos sucesos no lograron provocar que China y otros
países se alejaran súbitamente de los activos estadounidenses y de una
corrección del déficit en cuenta corriente, es difícil imaginar qué cosa puede
provocarlo.
Tenencias chinas de valores norteamericanos en el
contexto de los desequilibrios mundiales
Muchos economistas sostienen que las preocupaciones
sobre las tenencias chinas de valores norteamericanos son parte de un problema
más amplio relacionado con los “desequilibrios globales”: la idea de que
grandes diferencias en el ahorro y la inversión entre los dos países se han
manifestado en grandes desequilibrios comerciales. Para la economía de los
EE.UU., este problema se manifiesta concretamente en su baja tasa de ahorro y,
por lo tanto, en su dependencia del ahorro exterior para financiar sus
necesidades de inversión y los déficits presupuestales federales. El gran
déficit en cuenta corriente de los EE.UU. (manifestación de la gran brecha
ahorro/inversión) no puede sostenerse indefinidamente porque la deuda externa
neta de EE.UU. no puede aumentar indefinidamente más rápido que el PIB. El
déficit en cuenta corriente de EE.UU. como porcentaje del PIB pasó de un máximo
de 6,0% en 2006 a 2,7% en 2009 (en gran parte debido a los efectos de la
desaceleración de la economía mundial). Se elevó a 3,0 % en 2010 y se ha
mantenido alrededor de ese nivel hasta 2012. El Fondo Monetario Internacional
(FMI) proyecta que esta cifra se reducirá a 2,9 % en 2013, pero luego se
elevará en los próximos cinco años hasta 3,5% en el 2018 (todavía muy por
debajo de su máximo histórico) [62]. En este sentido, un movimiento de China hacia
una política monetaria y de control de capitales más flexible reduciría la
necesidad del gobierno chino de comprar valores norteamericanos (en particular,
los títulos del Tesoro), pero podría resultar en una mayor inversión privada
china en valores norteamericanos (en particular, valores del sector privado).
Algunos economistas advierten que en algún momento
los inversionistas extranjeros pueden considerar que el creciente nivel de la
deuda exterior norteamericana es insostenible o más riesgosa, o pueden estimar que
los valores norteamericanos ya no ofrecen el mejor retorno de su inversión; en
consecuencia, van trasladar los fondos de inversión fuera de los activos
estadounidenses, forzando así una subida en las tasas de interés en EE.UU. para
atraer el capital extranjero necesario. Esto puede dar lugar a mayores tasas de
interés y a tasas de inversión más bajas, asumiendo que todo lo demás permanece
igual, lo que puede reducir el crecimiento a largo plazo [63]. La dependencia
de gobiernos extranjeros, como China, para financiar el déficit en cuenta
corriente de EE.UU. (que incluye el déficit comercial de bienes) mediante el
aumento de sus reservas internacionales, puede postergar el proceso de ajuste
necesario. De este modo, se argumenta, Estados Unidos debe aumentar su nivel de
ahorro en el largo plazo con el fin de reducir su vulnerabilidad frente a un
posible alejamiento de los inversionistas extranjeros con respecto a los
activos estadounidenses. Queda por ver si este proceso de ajuste comenzó en
Estados Unidos en 2008, o si el aumento del ahorro privado y la disminución del
déficit en cuenta corriente fue sólo una respuesta temporal a la recesión.
Algunos economistas sostienen que, a pesar de que la baja tasa de ahorro de los
EE.UU. es un problema, el déficit en cuenta corriente y el alto nivel de flujo de
capital extranjero a los Estados Unidos son también reflejo de la fortaleza de
la economía norteamericana y de su atractivo como destino de la inversión
extranjera; y, en consecuencia, descartan la posibilidad de que los
inversionistas extranjeros muevan repentinamente su capital a otro lugar [64].
Algunos economistas consideran la compra de valores
norteamericanos por parte de China como un tipo de subsidio que se transfiere
de los ahorristas chinos a los consumidores y prestatarios norteamericanos en la
forma productos chinos a bajo costo y de menores tasas de interés en Estados
Unidos. Ese subsidio ayuda a impulsar el consumo norteamericano de productos
chinos, que sostiene a las industrias de exportación de China. Sin embargo, el
subsidio se da a expensas de los consumidores y de las industrias no exportadoras
chinos, en gran parte porque el subvaluado reminbí chino hace las importaciones
más caras de lo que serían si el reminbí fuera una moneda flotante [65]. La
falta de una red de seguridad social obliga a los trabajadores chinos a ahorrar
una parte significativa de sus ingresos. Ese ahorro es utilizado indirectamente
por el gobierno chino para financiar las compras de valores norteamericanos.
Según informes, las compras y tenencias chinas de
valores norteamericanos han sido objeto de controversia en China, de acuerdo
con algunos medios de comunicación, muchos de los cuales citan quejas, entre
algunos bloggers chinos en Internet, sobre la baja rentabilidad de las
inversiones chinas de sus reservas internacionales. Muchos analistas
(incluyendo algunos en China) han puesto en duda la sabiduría de la política de
inversión de un gran nivel de reservas internacionales en valores del gobierno norteamericano
que ofrecen una tasa de rentabilidad relativamente baja, mientras China tiene
enormes necesidades de desarrollo en casa. Se dice que un blogger chino escribió:
“El pueblo chino trabaja muy duro, día tras día, el entorno económico es muy
bueno, pero los medios de vida de las personas no son tan grandes – resulta que
se debe a que el gobierno está apretando los cinturones del pueblo para prestar
dinero a los Estados Unidos” [66]. Algunos analistas chinos han argumentado que
los problemas de deuda en Europa y Estados Unidos disminuirá la demanda de
productos chinos, y que la depreciación del dólar bajará el valor de los
activos en dólares de China. Por lo tanto, argumentan, China tendrá que
acelerar sus reformas económicas con el fin de impulsar el consumo interno
(incluido el aumento de las importaciones), reducir su dependencia de la
exportación para el crecimiento económico, y disminuir o reducir las reservas y
las tenencias chinas de valores de Estados Unidos.
La contribución de China a los desequilibrios
mundiales se realiza a través de su alta tasa de ahorro y el superávit en su cuenta
corriente. Si China consumiera más y ahorrara menos, tendría menos capital para
invertir en el extranjero, incluyendo los Estados Unidos. Por lo tanto, si
Estados Unidos no reduce su dependencia del ahorro externo para sus necesidades
de inversión, pero China sí reduce sus inversiones en activos norteamericanos,
Estados Unidos necesitará obtener inversión de otros países, lo que traerá una
subida en las tasas de interés en EE.UU.
Fuente: Wayne
M. Morrison & Marc Labonte, “China’s Holdings of U.S. Securities: Implications
for the U.S. Economy”, Congressional Research Service, 19 de agosto de 2013.
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Gabriel Lara Blásquez.