Los acontecimientos en Ucrania han puesto en evidencia una vez más la
naturaleza reaccionaria y agresiva de los bloques imperialistas en pugna. El
imperialismo norteamericano y el europeo encabezado por Alemania, tratan de
crearle problemas al imperialismo ruso en las puertas de su propia casa.
Aprovechando y azuzando el descontento de un gran sector de la población con el
gobierno de Yanukovich, el imperialismo europeo-occidental ha agudizado las
contradicciones internas que existen en el seno de la burguesía ucraniana y sus
representantes políticos, y no le importa, como no le ha importado nunca,
apoyar a grupos fascistas con el fin de desestabilizar un gobierno
constitucionalmente elegido. El imperialismo ruso, que hace todos los esfuerzos
por reagrupar en torno suyo a la antigua esfera de influencia de la URSS
revisionista, está encontrando dificultades para poner bajo su dominio a las
antiguas repúblicas soviéticas. Las contradicciones interimperialistas se están
agudizando y seguirán agudizándose, hasta que llegue el momento de hacer un
nuevo reparto del mundo y se resuelvan las diferencias mediante la guerra. El
golpe de la última crisis capitalista ha sido rotundo, y ha obligado al capital
monopolista de los diversos países imperialistas a ser más resueltos y
agresivos en la competencia monopolista, defendiendo sus posiciones
tradicionales y tratando de ganar nuevas posiciones a costa de otros
imperialismos.
La crisis de Ucrania, en particular, ha puesto en evidencia el carácter
imperialista de Rusia. En los conflictos internacionales de los últimos años,
Rusia ha aparecido como mediador, abogando por la resolución de conflictos
mediante el uso de medios pacíficos y diplomáticos, condenando las agresiones
de los otros imperialismos, “defendiendo” los derechos de las víctimas de los
atropellos del imperialismo norteamericano y europeo. En la actualidad, sin
embargo, Rusia es el imperialismo agresor; el que amenaza con la intervención
militar a un país formalmente independiente y soberano, porque el gobierno que
lo favorecía ha sido derribado; el que persigue apropiarse de territorio ajeno,
como Crimea, utilizando argumentos con nefastos antecedentes históricos. La
época de los protectorados ha sido superada; no obstante, en este caso, Rusia –al
igual que Estados Unidos, constantemente– se siente con el derecho de
intervenir abierta y militarmente en otro país.
Pese a oscilación de la política exterior ucraniana en los últimos años,
entre Europa y Rusia como opciones de desarrollo, existe un reconocimiento general
entre los imperialistas de que Ucrania pertenece a la esfera de influencia de
Rusia. Múltiples y cercanos lazos históricos, sociales, culturales, económicos
y políticos entre ambos países refuerzan esta división imperialista de las
esferas de influencia en la actualidad.
Desde la desintegración de la URSS, Ucrania ha permanecido como un Estado
invertebrado, desarticulado, débil, cuya burguesía no ha logrado definir
objetivos, estrategias de desarrollo y programas de acción. Esto, sumado a la
heterogeneidad del país y de la población, no ha permitido que se aprovechen
las ventajas de sus riquezas naturales, de su infraestructura industrial, de su
variada agricultura y de un potencial de crecimiento y desarrollo que lo sitúe
como un actor en la economía y la política internacional. Por el contrario, la
situación socioeconómica y política de Ucrania ha venido empeorando, abonando
el terreno para la crisis actual en esa región. La situación interna actual no
es sino una constatación de la debilidad del Estado ucraniano, donde las
fuerzas políticas se han venido manifestando y se manifiestan por canales
informales y externos a las instituciones del Estado. Esto permite que las
fuerzas políticas puedan ejercer una influencia importante desde fuera de la
legalidad institucional burguesa, recurriendo inclusive a la lucha armada, como
se ha visto en los sucesos de las últimas semanas.
El imperialismo occidental ha sido consciente todo este tiempo de que
Ucrania es un eslabón débil en la esfera de influencia rusa, y en esta
oportunidad ha intentado probar suerte, desestabilizándola internamente para negociar
nuevos términos de la presencia del capital monopolista euro-occidental en ese
país, donde también existen grandes corporaciones occidentales explotando a la
clase obrera ucraniana. El economista burgués ruso Said Gafurov dice “a calzón
quitado”, algo que algunos sectores de “izquierda” que han abandonado el
análisis marxista de clase, son incapaces de ver: “El conflicto en Ucrania es
por la redistribución del mercado del gas que deja miles de millones en
ganancias”, es “un conflicto ruso-europeo” (no precisamente de pueblos, sino de
capitales monopolistas, decimos nosotros).
Este aspecto del análisis que lo pone un intelectual burgués, no se aprecia
en las posiciones de aquellos seudoizquierdistas que se “indignan” por la
“agresión” o “intromisión” del imperialismo europeo en un país….
¿oprimido?...como Ucrania. Pierden la objetividad cuando ven “masas” y las
confunden con el “pueblo” o la “clase
obrera”. Es evidente que sectores del pueblo han participado en estos
acontecimientos, pero esto no le da carácter popular ni democrático a ninguno
de los campos imperialistas enfrentados en esta contienda. Es evidente también
que hay fuerzas fascistas que han encontrado propicio el momento para salir
abiertamente en la pugna interburguesa ucraniana que ha sido azuzada por los
intereses de los imperialismos en contienda, y desviar el descontento de un
sector de la población para capitalizarlo políticamente. Pero esta constatación
tampoco hace al otro bando ni democrático ni popular.
Rusia ha reaccionado de la forma que lo ha hecho por diversas razones:
Ucrania es un país “buffer”, un parachoques de Rusia ante Europa, que además
cuenta con un punto estratégico en Sebastopol. Rusia tiene por supuesto muchos
intereses económicos y comerciales en Ucrania, que es una pieza clave de su
significativa participación en el mercado de la comercialización del gas. El
60% del gas que consume Ucrania proviene de Rusia. Asimismo, Rusia suministra cerca del 30% del gas natural que consume
Europa, y más de la mitad de ese gas pasa por Ucrania. En este contexto, es
importante destacar que el 70% de los ingresos por exportaciones totales de
Rusia provienen de la venta del petróleo y del gas. De manera especial, los
intereses de la empresa rusa Gazprom (50% propiedad del Estado, y en la que Putin
tiene participación personal) en Ucrania tienen una importancia vital para la
empresa y también para Rusia como Estado. Por tierras ucranianas pasa una
fabulosa red de transporte de gas hacia Europa; y el asunto no se limita sólo a
los activos ni a las cuantiosas ganancias de Gazprom, tiene que ver además con
el poder que otorga el control del suministro de gas a los países imperialistas
europeos. Y hasta que no maduren los dos proyectos de transportación del gas
ruso por otras vías, Ucrania es pieza clave para Rusia, en este terreno. El citado
economista ruso reconoce que “lo que es bueno para Gazprom es bueno para Rusia”;
pero la verdad de esta afirmación no se reduce sólo al aspecto económico (en 2012,
los activos de Gazprom representaron el 8% del PIB de toda Rusia, y sus
utilidades, el 10% del PIB de toda Rusia), sino que en el caso concreto de
Ucrania se extiende a la importancia estratégica económica, geopolítica y
militar de la presencia rusa en su vecino. Por otro, lado, Putin necesita
desviar la atención de la clase obrera y del pueblo rusos hacia problemas
externos, alimentando el chovinismo gran ruso como forma de arrastrarlos tras
de sí, ante su fracaso en revertir el estancamiento de la economía rusa que ha intensificado
la explotación de la clase obrera en ese país. Es evidente, entonces, que no es
el “antifascismo” de Putin y su círculo el que impulsa a Rusia a actuar en contra
de la oposición a Yanukovich; tampoco le impulsa su respeto por las formas
democráticas burguesas que ciertamente han sido atropelladas en Ucrania. En
toda su carrera política, a Putin y compañía no se les conoce inclinaciones
antifascistas ni democráticas, como lo atestigua su propio manejo de Rusia; y es
muy probable que él mismo se reiría de semejante acusación.
Rusia actúa porque el imperialismo europeo-occidental se ha atrevido a
meter sus narices en un territorio importante del núcleo de su esfera de
influencia, y está dispuesta a asumir importantes riesgos para defender sus
“derechos”. Los ejercicios militares coincidentes con los acontecimientos en
Ucrania cuando Yanukovich fue sacado del poder, la modificación en la
legislación para facilitar a Rusia la anexión de nuevos territorios, la ocupación
militar de Crimea, son demostraciones de fuerza que tienen por objetivo poner
en sobre aviso a Estados Unidos y Europa sobre las medidas que está dispuesta a
tomar en defensa de sus intereses. En ese camino, Putin parece también haber
encontrado la oportunidad propicia para hacerse de una vez por todas de Crimea,
y no ha vacilado en recurrir al mismo pretexto que en otras condiciones
históricas diera Hitler en 1938 para apoderarse de la región de los Sudetes en
Checoslovaquia: proteger a los ciudadanos rusos de Crimea. De esta forma aseguraría
definitivamente la presencia de la flota rusa en Sebastopol que domina todo el
Mar Negro, “nacionalizando” Crimea mediante el referéndum previo y una posterior
incorporación en la Federación Rusa. Es decir, una anexión imperialista en toda
la regla, debidamente “legalizada.
Algunos seudoizquierdistas en su fuero interno todavía consideran a Rusia
como heredera de la URSS. Y en cierto sentido, no se equivocan. La Rusia actual
es la continuadora de la URSS de Brezhnev y compañía en cuanto al dominio del
capital monopolista en ese país; es heredera de la política imperialista que
hoy busca reafirmar su patronazgo sobre la antigua esfera de influencia soviética.
Falsos comunistas, como el partido de Guennadi Ziugánov en Rusia (el mal llamado
“Partido Comunista de la Federación Rusa”–PCFR), han cerrado filas detrás de
“su” burguesía, de “su” imperialismo, en este pulseo de fuerzas con el
imperialismo europeo-occidental, y justifican de diversas formas la política
imperialista rusa en este conflicto. De esa manera, dan contenido a la
acusación de “socialimperialistas” que Lenin atribuyera a los dirigentes de la
II Internacional, y que son plenamente aplicables a los “comunistas” que se
ponen detrás de un imperialismo en una contienda interimperialista.
El antiimperialismo no puede ser selectivo. El que es anti-yanqui siendo
pro-ruso, no es antiimperialista y mucho menos marxista. Esa es una posición
socialdemócrata, socialimperialista. Algunos tratan de justificar esta postura
defendiendo la tesis de la multipolaridad, según la cual los comunistas debemos
desear y luchar por un mundo multipolar. Esta es una tesis reaccionaria, oportunista
que pretende poner a la clase obrera y a los pueblos detrás de la burguesía
imperialista. La “multipolaridad”, por llamarlo así, es una fenómeno que se
produce naturalmente bajo el imperialismo: la competencia imperialista conduce
a la formación de bloques, alianzas, coaliciones imperialistas, y al
enfrentamiento entre esos bloques por mercados y fuentes de materias primas;
con la exacerbación de las contradicciones interimperialistas éstas conducen a
guerras imperialistas, en la que un bloque sale vencedor y establece su dominio
“unipolar”, hasta que una renovada competencia monopolista conduzca a la
formación de nuevos bloques imperialistas y se repita el ciclo. La tendencia a
la concentración y centralización del capital bajo el imperialismo es feroz,
como feroz es la competencia monopolista y también la resistencia a ser sacado
del mercado. Entonces, ¿de cuándo acá los comunistas debemos “indignarnos”
cuando un imperialismo trata de quitarle el mercado a otro, utilizando todos
los medios a su alcance? ¿De cuándo acá la clase obrera y su vanguardia deben
ponerse del lado del imperialismo que trata de minar la supremacía de otro
imperialismo, para crear un nuevo polo de poder imperialista, con el supuesto
objetivo de enfrentarlos y sacar ventaja de ese enfrentamiento para hacer la
revolución? La tarea de los comunistas no es “desear” ni apostar por un mundo
“multipolar”, eso sería como forzar una puerta abierta; la tarea de los
comunistas es luchar contra todo imperialismo, débil o fuerte, “bueno” o
“malo”, contra la burguesía en sus respectivos países, por la revolución y el
socialismo, en las formas y condiciones que la situación interna e
internacional plantean a cada destacamento de la clase obrera. Sólo un
movimiento obrero y revolucionario con una línea política clara, debidamente
organizado y verdaderamente combativo puede aprovechar las contradicciones
interburguesas e interimperialistas en su lucha revolucionaria.
Existe muchas probabilidades que Rusia saque mejor provecho de la actual
crisis ucraniana, en primer lugar, porque sus medidas de fuerza no van a ser
detenidas por los países europeo-occidentales que de hacerlo tendrían que estar
dispuestos a ir hasta el final, porque este conflicto toca muy de cerca los
intereses imperialistas rusos. En estos momentos, Ucrania es muy importante
para Rusia; el imperialismo ruso no va a dejar que su presencia directa e
indirecta se vea mermada, y sabe de la debilidad del liderazgo del imperialismo
norteamericano y europeo para embarcarse en una intervención militar en esta
crisis. En esta crisis, por ejemplo, no hubo ningún despliegue militar de los
imperialistas occidentales que haya acompañado los acontecimientos que desembocaron
en el derribamiento de Yanukovich, y tampoco se ha observado algún desplazamiento
de fuerzas, después de la ocupación rusa de Crimea. El objetivo del
imperialismo occidental es obstaculizar al máximo a Rusia en su propósito de
afirmar su yugo sobre su esfera de influencia inmediata a sus fronteras, para
ello recurrirá a todas las armas económicas, políticas, diplomáticas, a la amenaza
y al chantaje, a la instigación, apoyo y financiamiento de fuerzas disolventes
en esos territorios, pero no está dispuesta en este momento a involucrarse en una
confrontación militar. No obstante los imperialistas euro-occidentales son
activos en el terreno de la diplomacia y en la prensa, y han logrado presentar
a Rusia como un país agresor que no respeta el derecho internacional. Y es más
probable que esta crisis se “resuelva” mediante acuerdos de partes, en la que
Rusia conservaría su “ascendencia” en Ucrania, pero incorporando mecanismos de
supervisión que permitan al imperialismo europeo-occidental decir su palabra.
El gobierno ruso, constatando lo anterior, sabe que no tendrá respuesta
militar ni de Occidente ni en Ucrania en el caso de una intervención militar en
este país; pero nacionalismos aparte, también es consciente que será
contraproducente el uso de la fuerza para mantener a Ucrania bajo su férula; sus
intereses en ese país son muy grandes como para asumir posiciones extremistas.
Esto explica por qué Rusia no se opuso al acuerdo al que habían llegado
Yanukovich y la oposición para formar un gobierno de coalición luego del
Maidán. Rusia estará dispuesta a negociar hasta con los fascistas ucranianos,
siempre y cuando sus intereses estén asegurados; su dilema no es “democracia o
fascismo”, como nunca lo ha sido para ningún país imperialista.
Por su parte, el nuevo gobierno de Ucrania, anti-ruso, también estará más
que dispuesto a negociar con Putin y compañía. Ucrania depende de Rusia. Las
inversiones rusas en Ucrania son cuantiosas e importantes, tanto privadas como
estatales. En el momento actual, las reservas internacionales de Ucrania –en
picada desde hace dos años– sólo le alcanzan para dos meses de importaciones.
Es una situación difícil que sólo puede superarse en el cortísimo plazo con
préstamos del exterior, que sólo pueden provenir de dos fuentes: Rusia y
EEUU-Europa. Los bancos europeos están expuestos en Ucrania por un monto de 23
mil millones de dólares, y, por supuesto, tienen motivos de sobra para estar
preocupados por su dinero y tienen interés en que la economía ucraniana se
recupere de varios años de malos resultados. Los miembros de la Unión Aduanera
(Rusia, Bielorrusia, Kazajistán) y Georgia son los principales socios
comerciales de Ucrania. Estos vínculos económicos, financieros y comerciales no
pueden ser sustituidos tan fácilmente y menos en el corto plazo. Durante muchos
años, siguiendo conocidas prácticas comerciales y financieras imperialistas,
Rusia ha venido prestando fondos a Ucrania para que ésta pueda pagarle deudas
anteriores (nada diferente de los préstamos del FMI: “te presto para que me
pagues”, elevando tasas de interés, cambiando condiciones, estableciendo
onerosas penalidades, etc.); y de esta forma someterla aún más, por todos los medios.
Pero no es sólo ayuda financiera para superar su insolvencia inmediata lo que necesita
Ucrania, necesita sobre todo inversión directa que contribuya a su recuperación
económica que le permita proyectarse a largo plazo.
Este enfrentamiento entre el imperialismo ruso y el imperialismo
euro-occidental en Ucrania no es nuestro, no es de la clase obrera y del
movimiento comunista internacional. Nuestra es la lucha de la clase obrera de Ucrania
contra su burguesía en su conjunto, sin distinción de fracciones, contra el imperialismo
ruso y el imperialismo europeo-occidental; nuestra es la lucha de la clase obrera
y de los pueblos oprimidos del mundo; nuestra es la lucha revolucionaria contra
la burguesía del propio país y la solidaridad con la lucha del proletariado y
los pueblos de otros países; nuestra es la lucha contra todo imperialismo,
mayor o menor; nuestra es la lucha por la revolución, la dictadura del
proletariado y el comunismo.
Presentamos
a continuación dos interesantes artículos de la prensa burguesa rusa que reflejan
aspectos de la crisis ucraniana a los que no se ha prestado la debida atención.
El Maidan de Ucrania
es la lucha por el mercado
del gas
Lyuba Lulko
Pravda.Ru
21/02/2014 12:42
21/02/2014 12:42
El conflicto en Ucrania es una guerra
por la redistribución del mercado del gas que rinde miles de millones en
ganancias. Esto no es un conflicto entre Rusia y Ucrania, sino un conflicto ruso-europeo. La Unión
Europea perdió la ocasión en el que pudo poner de su lado a Viktor Yanukovich,
dijo el economista Said Gafurov en una transmisión en vivo de Pravda.Ru.
“Las acciones de Gazprom están muy volátiles debido a los acontecimientos
en el Maidan”, dijo el experto. Hay una sensación de que alguien está haciendo
un gran esfuerzo por cambiar la estructura del mercado, desplazando a Gazprom. “Aquí
no se trata tanto de quitarle la propiedad a Gazprom a cambio de nada, aunque
esta cuestión también puede ser discutida. Tiene que ver más con la destrucción de las ganancias que Gazprom
percibe como mediador, como comerciante de gas, y no como proveedor o transportador
del gas que pasa a través de la amplia red de transporte en Ucrania”.
“En 2015 se realizarán elecciones en Ucrania. Actualmente, una minoría muy
pequeña que incluye a los herederos de Bandera, cerca de diez mil personas,
está tratando de imponer su voluntad política a toda la sociedad. La evidencia
empírica muestra que los gobiernos pueden ser derrocados por acción de grupos
relativamente pequeños. Fondos
económicos muy serios están involucrados en el Maidan. A los soldados rasos
se les está pagando $ 200, y a los rangos más altos $ 500”, dijo el experto.
Según Said Gafurov, Viktor Yanukovich hubiera perdido la elección de 2015,
si no fuera por el Maidan, y ahora no está claro si va a perder”. ¿Por qué la gente
demuestra esa tenaz obstinación un año antes de que el presidente acabe su
mandato? ¿Por qué hay tanto dinero en el Maidan?
“Hay una gran cantidad de dinero porque lo que está en juego es superior a
los $ 15 millones prometidos por Vladimir Putin”, dijo Gafurov. “Se trata del
llamado ‘Tercer Paquete Energético’ de la Unión Europea, que entró en vigor en
2011”. Este documento se refiere a la
separación entre los propietarios de sistemas de gasoductos y el propietario del
gas.
“En muchos países de Europa Occidental, Central y del Este, Gazprom está
obligada ahora a proporcionar el acceso a su “gasoducto” a terceros, es decir, a
otros proveedores que deseen suministrar gas a Europa. Si no existen otros
proveedores, entonces una parte de la capacidad de transporte del gas deberá todavía
permanecer en reserva. Es decir, Gazprom no puede decir que sus gasoductos están
llenos con su propio gas, y sugerir que esperen hasta que haya espacio. Debe
bombear gas de las empresas extranjeras a tasas bajas desde un gran número de
estaciones de gas natural licuado establecidas en las costas de Europa Occidental”,
explicó Gafurov.
Rusia no está satisfecha con esta propuesta porque reduce la
rentabilidad de los proyectos de gas. Como consecuencia de ello, debido a
la insuficiencia de ganancias, Gazprom está exenta de pagar impuestos a la propiedad.
Es por eso que Moscú está tratando de lograr la abolición del “Tercer Paquete Energético”
de la Unión Europea, y es por eso que Moscú es muy paciente con Yanukovich.
El experto explicó que si Ucrania firmaba un acuerdo de asociación y
voluntariamente se imponía la obligación de las estándares europeos, Gazprom perdería
el dinero que ganó de la explotación de los “gasoductos increíblemente caros” bajo
un tratado bilateral con Ucrania. “Hasta
el préstamo de $ 15 mil millones finalmente dará sus frutos, por no mencionar
el hecho de que la deuda es un préstamo a ser devuelto”, dijo Gafurov.
“Nuevamente hago hincapié en que el
objetivo principal no es la represión de Gazprom como transportador de gas,
aunque esto también es verdad, sino como comerciante de gas que busca
beneficiarse directamente del proceso de comercialización. Lo más importante no
es el gas, ni el precio del gas a medida que sale del gasoducto. Lo principal
es esta red que proporciona grandes ganancias. Hay una redistribución colosal
del mercado del gas, y, por desgracia, no tenemos suficiente influencia en la
posición de la UE”, dijo el experto.
Esta posición es “desvergonzada” porque el “Tercer Paquete Energético”
permite a los países cancelar los acuerdos comerciales a largo plazo firmados
con Gazprom. “Las apuestas son tan altas que una de las manifestaciones del ‘Tercer
Paquete Energético’ fue la destrucción de Libia”, continuó Gafurov. “Los
ataques, el bombardeo de la OTAN en Libia comenzaron en marzo de 2011, cuando
comenzó su plena aplicación. Gadafi era conocido como uno de los mayores
partidarios del comercio de gas natural licuado”. “En Libia, había una vieja
planta de gas natural licuado, se estaba construyendo un nuevo super-complejo
paralelo y se financiaba la construcción de centros de distribución en Alemania;
y ahora tenemos una redistribución global donde hay gente que no se espanta de bombardear,
ni es contraria a una guerra en toda regla”, dijo el experto.
Las acciones de Gazprom son inestables debido a que está en juego la
adhesión de Ucrania a los estándares de la UE en la venta de gas, reiteró
Gafurov. Según el experto, lo que es
bueno para Gazprom es bueno para Rusia. “Teniendo en cuenta la amplitud, estamos muy interesados en que Ucrania no se una al ‘Tercer Paquete Energético’ porque es malo para
la economía rusa, para la balanza de pagos, para las exportaciones. En cuanto a Yanukovich, él también se beneficiaría, y si pidiera 20 mil
millones, deberíamos dárselos, y aún así habrá ganancia”, dijo el experto.
“Yanukovich actuó muy inteligentemente cuando resolvió sus problemas presupuestales.
Los europeos se negaron a rescatarlo; Rusia, no. Esto, por cierto, es otro
éxito de la política exterior del presidente Putin”.
¿Qué pasará con el préstamo de $ 15 mil millones si Klitschko y compañía llegan
al poder? ¿Puede ser bloqueado? Gafurov piensa que es una posibilidad. Este
préstamo es un tipo de acuerdo en el que Rusia va a comprar valores de Ucrania
por un equivalente a $ 15 mil millones.
“Rusia puede venderlos después, soltarlos, hacer caer el mercado, y estoy
absolutamente convencido de que si de repente un Klitschko condicional llega al
poder, estará igualmente interesado en este préstamo”.
Rusia gana siempre y cuando
no haya discusión acerca de la adhesión de Ucrania al “Tercer Paquete Energético”
y en general a los estándares europeos. “Creo
que Klitschko se olvidó de él, era el objetivo principal. Pero los que
controlan a Klitschko sí se acuerdan. Por supuesto, ellos buscarán otra opción.
Y, por supuesto, la gente que ya ha
gastado mucho dinero probablemente será capaz de encontrar la suma para dar
Yanukovich la posibilidad de jugar de nuevo”, dijo Gafurov.
Según Said Gafurov, los nuevos estándares de la UE destruirán muchas
industrias en Ucrania porque son diferentes. “Por ejemplo, la industria del asbesto
morirá con seguridad porque el asbesto está prohibido en Europa. Para Ucrania,
es bastante importante. Definitivamente harán inviables las minas y la mayor
parte de todas las industrias básicas como el acero, debido a que los
requisitos ambientales son demasiado altos, y será más barato para Europa
comprar productos en Sudáfrica o Australia. Sin embargo, a nadie le importa. “Incluso
los políticos polacos que abiertamente reflejan los intereses de la industria
polaca dicen que está bien si la industria ucraniana muere”.
Gafurov cree que Ucrania puede incorporarse a la Unión Aduanera, pero si elige
no hacerlo, estará bien. Se puede crear una zona de libre comercio con la Unión
Aduanera. “Entonces los ductos ucranianos competirán con los rusos mientras
sean más baratos. En la Unión Aduanera cada país tiene su propia moneda, y
Ucrania podrá manipular su tipo de cambio, siempre que tenga una gran ganancia
comercial. La Unión Aduanera es un mercado de 170 millones de personas. Esto es
realmente importante, y tiene un futuro brillante, como lo demuestra el hecho
de que 40 países ya han expresado su voluntad de iniciar las negociaciones
sobre una zona de libre comercio con la Unión Aduanera”, concluyó Gafurov.
http://english.pravda.ru/world/ussr/21-02-2014/126891-ukraine_maidan_gas_market-0/
En Ucrania no hay opciones ni
futuro
Fyodor
Lukyanov
Presidente
del Consejo de Políticas de Defensa y Asuntos Exteriores
y
editor en jefe de la revista Russia in
Global Affairs.
Gazeta.ru
20
de febrero 2014
La violencia actual en Kiev es más una reminiscencia de
Moscú en octubre de 1993 que de la Revolución Naranja.
Ucrania ha cruzado la línea. La tensión en el país, que ha ido en aumento
desde la caída, ha dado lugar a una especie de golpe de Estado fallido, tal
como el que ocurrió en Rusia en 1993. Hasta hace poco, esto parecía imposible
en Ucrania, con su diferente cultura política.
Sin embargo, no sólo es posible, sino que es peor. En Rusia, octubre de
1993 fue el trágico final de una lucha por el poder, y puso fin a cualquier
duda sobre la dirección en la que se dirigía el país. Este no es el caso en
Ucrania. No sólo no hay un final claro a la vista, por el contrario, el destino
del Estado mismo está en cuestión ahora.
Desde el surgimiento del “Euromaidan”, muchas personas han trazado
paralelos entre la situación actual y la Revolución Naranja de 2005. Sin
embargo, la esencia del conflicto es muy diferente hoy en día.
Hace diez años, a pesar de todo el caos y el drama de las elecciones
presidenciales y de las cosas que siguieron, el debate era principalmente
acerca de la actualización de la estructura económica y gubernamental del país.
Es decir, el conflicto era por el futuro. Hoy en día, nadie está pensando en el
futuro.
Los bandos en la candente confrontación que tiene lugar en Kiev no tienen
objetivos estratégicos, y no lo tuvieron desde el principio. El presidente
Viktor Yanukovich y su equipo están preocupados sólo por mantenerse en el
poder. Los opositores al conglomerado gobernante están ansiosos de apoderarse
de él, pero parece que no han pensado ni por un momento lo que harán después.
Ambos bandos cuentan con el apoyo de un patrón externo. El apoyo de Rusia
es crucial para Yanukovich, ya que es la única fuente para tapar los agujeros
presupuestarios y garantizar la supervivencia económica del país.
Los miembros de la oposición, por su parte, han puesto sus esperanzas en Occidente,
y esperan que Occidente formule la estrategia y la táctica para ellos. No
pueden hacerlo ellos mismos.
Pero los problemas de Ucrania tienen un carácter interno. El país no se
ocupado en los últimos 20 años de independencia en definir su propósito y crear
estructuras que le ayudarán a desarrollarse como un Estado unificado.
Sin lugar a dudas, esta es una tarea difícil, teniendo en cuenta la
heterogeneidad socioeconómica y mental del país. Pero esta falta de
construcción de instituciones estatales viables ha llevado a Ucrania a convertirse
en un país donde las redes informales –en lugar del Estado– son la fuerza
política principal.
Los temas que se discuten en la política ucraniana en 2014 son los
mismos que se discutieron en 1992. Ese es todo el progreso que se ha hecho en
más de dos décadas.
La experiencia de la Revolución Naranja mostró cómo Occidente ignoró muchas
de las características específicas de Ucrania, en vez seguir sus inclinaciones
ideológicas y centrarse en el papel de la sociedad civil.
Ciertamente, apelar directamente al público ayuda a catalizar los procesos
necesarios para el desarrollo político, pero no garantiza el resultado deseado,
ya que se requiere un Estado que funcione para transformar estos procesos en realidad
política. En Ucrania, sin embargo, las instituciones estatales no han
cristalizado en una estructura de toma de decisiones.
Esta situación ahora es muy peligrosa. El colapso institucional en Ucrania
aumenta la probabilidad de que se involucren actores externos. Alemania, por
ejemplo, tiene un deseo de mostrar su gusto recién adquirido por el liderazgo
europeo; también está la inclinación de Estados Unidos por refrenar a una Rusia
cada vez más firme, y el deseo de Moscú
de demostrar su derecho preferente por dominar el espacio post-soviético.
Teniendo en cuenta el valor del potencial trofeo y los costos probables, es
difícil imaginar algo más innecesario que una lucha por Ucrania.
El escenario ideal sería que Rusia y la UE puedan ponerse de acuerdo en un
protectorado informal que garantice la preservación de Ucrania en sus fronteras
actuales y asumir algunas de las responsabilidades que las actuales instituciones
estatales parecen incapaces de manejar.
Por desgracia, otro escenario es más probable: Rusia y Occidente se acusarán
mutuamente de agravar la situación en Ucrania y empezarán a dar batalla usando
representantes, apoyando bandos opuestos y profundizando la división entre
ellos.
En 2008, cuando la cuestión de la concesión a Ucrania y Georgia de un Plan
de Acción de Membresía fue planteada por iniciativa de la administración de
George W. Bush, el presidente ruso, Vladimir Putin, en una conversación
filtrada desde la cumbre OTAN-Rusia, señaló la artificialidad de las fronteras
de Ucrania e instó a Occidente a no agravar la situación a fin de no provocar un
conflicto interno.
En aquel momento, Occidente consideró esto como una amenaza. El conflicto
actual demuestra que en Occidente nadie comprendió realmente la gravedad de las
divisiones en Ucrania.
Los reflejos geopolíticos combinados con patrones ideológicos han dado
lugar ahora a una grave crisis, cuyas ondas pueden llegar muy lejos, por
cierto.
Publicado por primera vez en ruso en Gazeta.ru (Rossiskaya Gazeta)
http://rbth.ru/opinion/2014/02/20/in_ukraine_no_choice_and_no_future_34367.html
Artículos
traducidos por “Crítica
Marxista-Leninista”