La revolución socialista:
El único camino del progreso social
Por Zija Xholi
Profesor, Decano de la
Facultad de Ciencias Políticas y Derecho.
El VII Congreso del PTA, el histórico
informe del camarada Enver Hoxha y todos sus otros documentos, constituyen un profundo
análisis científico de principios –lleno de conclusiones revolucionarias– de las
condiciones en las que se desarrollan la construcción del socialismo en nuestro
país y el actual movimiento comunista y obrero del mundo en su conjunto. Una de estas
conclusiones es la tesis de que “el mundo está en una etapa en que la cuestión de la
revolución y la liberación nacional de los pueblos no es sólo una aspiración y
una perspectiva, sino también un problema planteado que espera solución”.
En sus trabajos teóricos, Marx
y Engels hicieron un análisis de los mecanismos internos de la sociedad
capitalista, ahondaron en sus secretos más profundos y descubrieron que el
orden capitalista se mueve de manera irrevocable hacia su destrucción, que esta
destrucción será la obra del proletariado que llevará a cabo la revolución
socialista y establecerá su propia dictadura. El desarrollo de la historia ha
confirmado plenamente esta conclusión de Marx. El capitalismo muy pronto reveló
sus males incurables. Rápidamente se convirtió en un escenario de feroces
batallas de clase por la revolución, por el establecimiento del poder estatal
proletario.
Las nuevas características que
el capitalismo adquirió con su transición al imperialismo hicieron aún más
profundas todas las contradicciones internas irreconciliables del capitalismo, convirtieron
al capitalismo en un sistema agonizante y en descomposición, en un orden que
está en vísperas de la revolución. “El imperialismo, dijo Lenin, es la antesala
de la revolución social del proletariado. A partir de 1917 esto ha sido
confirmado a escala mundial.”
El análisis del imperialismo de Lenin conserva toda su fuerza y validez, su previsión de que la revolución social del proletariado es la única alternativa se conserva inconmovible en la actualidad. Día a día, el mundo del capital y la burguesía trae malas noticias, muchos signos abiertos o indirectos, que hablan de la creciente gravedad de todas las contradicciones básicas del imperialismo: entre los todopoderosos monopolios y las masas trabajadoras, entre el imperialismo y los pueblos oprimidos, y entre los propios imperialistas. Ellos dan testimonio de la profundización de la crisis general que se ha apoderado de todos los aspectos de la sociedad burguesa-revisionista, ya sean económicos y políticos o ideológicos y culturales, de toda su base y superestructura.
El cierre y la quiebra de
cientos de miles de fábricas y plantas en todos los países capitalistas sin
excepción y, sobre esta base, el creciente desempleo crónico de millones y millones
de trabajadores (más de 100 millones en la actualidad); el aumento del costo de
vida, que aumenta no sólo cada año sino cada mes y cada día; la anarquía de la
producción, que adquiere cada vez mayores proporciones; la crisis monetaria y cambiaria,
en la que todo el sistema de pagos e intercambios empieza a tambalearse; muestran
con mayor claridad que el sistema capitalista basado en el poder absoluto de
los insaciables monopolios es incapaz de administrar las fuerzas productivas de
la sociedad, que las destruye en masa,
privando a la sociedad de cualquier posibilidad de desarrollo. El sistema
capitalista sigue siendo lo que siempre ha sido, un sistema de explotación del
hombre por el hombre, un sistema de enorme miseria y pobreza, un sistema que cobra
millones y millones de vidas. Por su propia existencia, el imperialismo
convierte al proletariado en una fuerza de oposición, le empuja inevitablemente
hacia la revolución, no le deja otro camino de salvación que no sea levantarse
contra el sistema y establecer mediante la violencia su propia dictadura, la
dictadura del proletariado.
La otra contradicción típica
del capitalismo, también, la contradicción entre las potencias imperialistas
por el reparto y el nuevo reparto del mundo, se ha vuelto más feroz que nunca.
Hoy en día, estas superpotencias, el imperialismo norteamericano y el
socialimperialismo soviético, se enfrentan entre sí con un salvajismo sin
precedentes. Con su política de expansión y hegemonía, su frenética carrera armamentista
para equiparse con las armas más poderosas, se han convertido en un peligro
permanente, una amenaza cotidiana a la libertad y a la seguridad de muchos
pueblos, grandes y pequeños, distantes o cercanos, en todos los continentes. Mientras
existan, ningún imperialismo puede
renunciar a su tendencia agresiva. La
agresión es la naturaleza misma del imperialismo. Con la presión que
ejercen sobre los pueblos, con las conspiraciones que urden cada día contra su
libertad e independencia, con la nueva guerra mundial que están preparando
activamente, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético
se han convertido en los principales enemigos de los pueblos. En estas
circunstancias, los pueblos no tienen otra alternativa que lanzarse a la lucha
de liberación, el proletariado no tiene más remedio que levantarse en una
revolución violenta y establecer su poder estatal. El triunfo sobre la
burguesía de su propio país es también la condición principal para que el
proletariado pueda hacer frente a la amenaza planteada por las dos
superpotencias. La burguesía de los distintos países está vinculada de una
manera u otra con tal o cual superpotencia. Esto hace que sea absolutamente
necesario que el proletariado, que avanza hacia la revolución, mientras lucha
contra su propia burguesía, no deba olvidar el peligro proveniente de las superpotencias;
y mientras lucha contra la amenaza planteada por las superpotencias, no debe
olvidar a su propia burguesía que le oprime y explota. La lucha contra su propia burguesía y la lucha contra la amenaza de las
superpotencias no constituyen dos problemas distintos, sino dos aspectos de un
mismo problema, que sólo la revolución del proletariado y su poder estatal
puede resolver de una vez por todas.
Al igual que en el pasado, el
imperialismo mundial, en especial los dos imperialismos más rapaces y más
salvaje de nuestro tiempo, el imperialismo norteamericano y el
socialimperialismo soviético, no puede prescindir de la opresión y la
explotación de sus propios pueblos, ni de la opresión y la explotación de otros
pueblos de continentes enteros, como Asia, África y América Latina, que en un
tiempo fueron colonias y semicolonias. Es cierto que hoy en día, el sistema
colonial del imperialismo ha sufrido fuertes golpes y se desintegra. También es
cierto que en algunas zonas del mundo, como Vietnam y Camboya, el imperialismo norteamericano
ha sufrido irreparables derrotas. Pero esto no disminuye la amenaza
imperialista sobre esos pueblos, no suprime la lucha de liberación nacional del
orden del día. En su frenética competencia por la explotación, la dominación y
la hegemonía, el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético
siguen una política típicamente colonialista y neocolonialista. Están
dispuestos a usar cualquier intriga o chantaje con el fin de enredar a estos
países en sus esferas de influencia, para establecer bases militares en ellos,
para transformarlos en bases de agresión e intimidación. Además de esto, la grave crisis económica que se ha
apoderado del mundo imperialista hace a las potencias imperialistas más
desesperadas y salvajes en sus esfuerzos por hundir sus garras en los
recursos económicos y humanos de esos países y por trasladar la carga de la
crisis sobre sus espaldas. La situación se vuelve aún más trágica cuando, en
muchos países, como Brasil, Tailandia, Indonesia, Chile, etc., los regímenes
dictatoriales fascistas que se han convertido en instrumentos del imperialismo
se han puesto a la cabeza de los asuntos y llevan a cabo una política de
puertas abiertas, la política de traición a los intereses supremos de los
pueblos de sus países. Todas estas circunstancias despiertan a los pueblos y
los lanzan a la lucha de liberación nacional contra el imperialismo. Mientras
esté dirigido contra el imperialismo mundial, y sobre todo, contra los
imperialismos más salvajes y agresivos, como el imperialismo norteamericano y
el socialimperialismo soviético, el movimiento de liberación nacional de los
pueblos del mundo es el aliado natural y una poderosa reserva de la revolución
proletaria, del mismo modo que la revolución proletaria y los países
verdaderamente socialistas son el soporte confiable de la lucha revolucionaria
y los movimientos de liberación de los pueblos.
El marxismo-leninismo nos
enseña que, en la época actual, el mundo se divide en dos mundos diametralmente opuestos que se están enfrentados entre
sí: el mundo del proletariado, de
la revolución y el socialismo, en el que la clase obrera y los pueblos
oprimidos han vuelto sus ojos, y el mundo de la burguesía, de la
contrarrevolución imperialista-revisionista, a la que miran todas las fuerzas
contrarrevolucionarias, con los dos gendarmes del mundo, el imperialismo norteamericano
y el socialimperialismo soviético, a la cabeza. Una correcta concepción clasista
materialista de la realidad social de hoy excluye cualquier otra perspectiva de
desarrollo y avance que esté fuera de la revolución y del movimiento de
liberación antiimperialista.
Sobre la cuestión de la
evaluación de nuestra época, de la relación entre las clases en el mundo y, en consecuencia,
de la estrategia y la táctica del proletariado y su partido, el PTA defiende la
tesis de Lenin que, ya en 1921, cuando sólo existía un Estado socialista en el
mundo –la Unión Soviética–, escribió: “En el mundo de hoy existen dos mundos, el viejo
mundo del capitalismo, que está en estado de confusión, pero que nunca se
rendirá, y el naciente nuevo mundo, que sigue siendo muy débil, pero que va a
crecer, porque es invencible”. A la luz de esta clara tesis de Lenin y la
concepción materialista dialéctica de la historia se ve cuán infundada es la
llamada teoría de los “tres mundos”. Teóricamente, esta tesis antileninista es
errónea, porque da una imagen distorsionada del mundo actual y de las
tendencias de clase reales que operan en ella; política y prácticamente, es
perjudicial porque, al ignorar al socialismo como sistema social, hace caso
omiso de la más profunda contradicción de los tiempos, entre el socialismo y el
capitalismo, lo que conduce al debilitamiento de la dictadura del proletariado
en los países donde se está construyendo el socialismo, mientras llama al
proletariado mundial a no luchar, a no levantarse en revolución socialista.
Mientras la concepción
marxista-leninista de nuestra época y sus contradicciones, que son: la contradicción
entre trabajo y capital en los países capitalistas, la contradicción entre los
pueblos y las naciones oprimidas y el imperialismo, las contradicciones entre
las potencias imperialistas, argumenta a favor de la revolución proletaria y
abre perspectivas brillantes para ella, las teorías antileninistas de los “tres
mundos”, del “no alineamiento”, etc., tienen por objeto impedir la revolución, abandonar
la lucha contra el imperialismo y el socialimperialismo, escindir al movimiento
marxista-leninista y la unidad del proletariado.
Un hecho significativo, que
demuestra que no hay salida aparte de la revolución del proletariado, es el
fracaso sistemático y continuo de los planes de los gobiernos imperialista-revisionistas
de escapar de la crisis. En todos los países imperialista-revisionistas, sin
excepción, desde Estados Unidos a Japón, desde la Unión Soviética a los países
revisionistas europeos, la inflación va en aumento, el costo de vida se está
elevando, el desempleo se está extendiendo, la degeneración es cada vez más
desenfrenada, y la reacción más salvaje día tras día y año tras año. La causa
subyacente de los sucesivos fracasos en cada país capitalista-revisionista es
que los gobiernos tratan de resolver sus contradicciones y escapar de la crisis
en las condiciones del orden capitalista-revisionista existente, preservando
este orden. Esa es una tarea imposible. Las crisis, la degeneración y la
corrupción son inevitables compañeros de viaje del capitalismo y tienen sus raíces
en este sistema de opresión y explotación. La única salida es la que el marxismo-leninismo ha revelado y
verificado, la que el PTA defendió y ha defendido una vez más en su VII Congreso.
Este camino es la revolución socialista,
el derrocamiento violento de la burguesía imperialista-revisionista y el
establecimiento de la dictadura del proletariado.
En sus esfuerzos por encontrar
un paliativo para la crisis del sistema capitalista, los gobiernos capitalistas
han conseguido la ayuda y colaboración de los partidos revisionistas y los
sindicatos reformistas. Los partidos revisionistas de Italia y Francia, de
España y Portugal, hace tiempo que han dejado de hablar de la revolución y el
proletariado. En lugar de la revolución violenta del proletariado, los revisionistas
italianos hablan y luchan por el “compromiso histórico”, por la alianza con los
principales partidos de la burguesía de Italia. Por su parte, los revisionistas
franceses alegan que, en las condiciones del capitalismo actual, el
proletariado ya no existe, que se ha convertido en una clase trabajadora, y
que, por consiguiente, la transición al socialismo se produce a través del
desarrollo de las libertades y la democracia burguesas. En las tesis de los
revisionistas franceses y su jefe, Marchais, no hay nada original. No son más
que un renacimiento de las ilusiones difundidas por el padre del revisionismo
moderno, el renegado Kautsky, criticadas y desenmascaradas por Lenin. Como
Lenin explicó, no hay tal cosa como la democracia pura. Cualquier tipo de
democracia es la dictadura de una clase para suprimir otra clase. En este
sentido, la democracia burguesa, igualmente, no es más que una dictadura en
manos de la burguesía para reprimir a la clase obrera y a las masas del pueblo
trabajador. Lenin también demostró quién crea y quién necesita de la ilusión de
la “democracia pura”. “Es valioso para la burguesía, explicó Lenin, que la necesita
para ocultar al pueblo el carácter burgués de la democracia de hoy en día, para
presentarla como la democracia universal, como democracia pura, y repitiendo
esto, los Scheidemann , como los Kautsky, en realidad, están abandonando el
punto de vista del proletariado y se ponen del lado de la burguesía”. Contra
la posición burguesa de Kautsky, Lenin planteó el punto de vista revolucionario
proletario, el punto de vista de la sustitución de la dictadura de la
burguesía, aunque se disfrace como “la república más democrática”, con la
dictadura del proletariado.
Desde que Lenin escribió estas
líneas han pasado muchos años y han tenido lugar muchos eventos, todos los
cuales han demostrado que la “democracia pura”, la “democracia para todos”, es
un fraude total. En realidad se trata de una forma de dictadura que la
burguesía mantiene siempre que le sea útil y la abandona tan pronto como sus
intereses requieren pasar a formas más salvajes de violencia y terror. Los
sangrientos acontecimientos en Indonesia y, después, en Chile, han demostrado
una vez más, a la clase obrera y las amplias masas trabajadoras de estos países
y al proletariado mundial, que la legalidad burguesa y la democracia burguesa
no son el más mínimo obstáculo para la burguesía, cuando llega el momento para
establecer su dictadura fascista y ahogar en sangre la lucha de liberación del
proletariado y las amplias masas del pueblo trabajador.
A la luz de las enseñanzas de
Lenin, a la luz del análisis materialista dialéctico de la situación en los
países capitalista-revisionistas que se mueven hacia la revolución, está claro
que el camino de la “transición al socialismo” a través de la “competencia
económica” predicada por los revisionistas soviéticos, a través del “compromiso
histórico” anunciado por los revisionistas italianos, y a través de la “extensión
de las libertades y la democracia burguesas” publicitada por los revisionistas
franceses, son los caminos de los renegados de la revolución proletaria, de los
traidores al marxismo- leninismo, los caminos hacia la completa sumisión a la
dominación capitalista.
Lenin elaboró y desarrolló la teoría de la revolución y la
dictadura del proletariado, así como todos los otros grandes problemas de la
teoría y la práctica revolucionaria, en lucha contra los defensores abiertos o
encubiertos del capitalismo. Lenin hizo hincapié en que “la única línea marxista en
el movimiento obrero del mundo” es “dejar en claro a las masas la
necesidad absoluta e inevitable de romper con el oportunismo, educarlas para la
revolución a través de una lucha sin cuartel contra el oportunismo”. El
PTA ha puesto en la base de toda su
actividad esta tradición leninista de desenmascaramiento despiadado y lucha
implacable contra los enemigos revisionistas del marxismo-leninismo. Ha continuado
esta tradición en su VII Congreso. En su informe al Congreso, el camarada Enver
Hoxha despojó, uno por uno, todos los disfraces que el revisionismo utiliza hoy
en día, desde el abierto anticomunismo de Marcuse y Garaudy hasta el de
Berlinguer, Marchais y Carrillo, desde el seudosocialismo de los revisionistas
soviéticos hasta el de los revisionistas yugoslavos. Demostró el gran peligro que
el revisionismo moderno representa para la vida de los pueblos, para la causa
de la libertad y el socialismo en el mundo. La lucha contra el revisionismo ha
sido y sigue siendo una condición previa
indispensable para el triunfo de la revolución socialista y el
establecimiento de la dictadura del proletariado.
¡Cuántas veces, en el curso
del siglo o más, desde que el nombre de Marx se hizo conocido y desde que nació
el marxismo, los reaccionarios y revisionistas han declarado “enterrado” al socialismo!
¡Cuán alto han gritado que “la revolución se ha vuelto innecesaria”, que “el
capitalismo ya no es lo que era antes”, que “ha encontrado en sí misma la
fuerza para salir de la crisis”! ¡Cuántas veces ha sido declarado “obsoleto” el
marxismo-leninismo, dejado atrás por “nuevas doctrinas creadoras” que
supuestamente responden a las nuevas circunstancias y condiciones! Sin embargo,
la dialéctica de la historia se ha desarrollado de tal manera que los enemigos
del marxismo han sufrido una derrota y han sido borrados, que aquellos que lo
negaron han sido olvidados y nadie les dedica un pensamiento, (excepto, tal vez
los desagradables), mientras que la causa del proletariado y de la revolución
ha sido construida con mayor fuerza y vitalidad.
La situación actual en el
mundo es turbulenta. La política y la actividad de la burguesía imperialista,
en especial de la burguesía imperialista de las dos superpotencias, son la
verdadera causa de esta grave situación. Las dificultades y los obstáculos que
la lucha de clase del proletariado tiene que vencer son grandes. Pero a través
de esas dificultades y obstáculos la revolución socialista está avanzando y la
lucha de liberación de los pueblos va en aumento. “La revolución socialista y la
dictadura del proletariado”, dijo el camarada Enver Hoxha en el VII
Congreso del PTA, “son una necesidad histórica, y no hay fuerza que pueda evitar que ocurran”.
Con esta seguridad, el proletariado vive y lucha hoy en las barricadas de la
lucha de clases y la revolución.
Publicado en “Albania Today”, nº 5 de 1977.
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por
Ykv. Pk.
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