martes, 12 de febrero de 2013

Economía política burguesa ante los escombros

Publicamos las dos primeras secciones del folleto de Stefan Engel, “Economía política burguesa ante los escombros. Algunos complementos a la teoría marxista-leninista de la crisis”, Verlag Neuer Weg, julio de 2009.  Stefan Engel es el principal dirigente del Partido Marxista-Leninista de Alemania. El texto completo del folleto puede ser descargado al final del presente artículo.

La crisis económica y financiera mundial más profunda en la historia del capitalismo 

El 15 de septiembre de 2008 se derrumbó el Lehman Brothers, después del Bear Stearns, el segundo de los cinco bancos de inversión más grandes a nivel mundial. Justamente en la misma semana se pudo salvar de la insolvencia a los otros tres bancos de inversión líderes Merrill Lynch, Morgan Stanley y Goldmann Sachs, pero sólo a costa de que ellos perdieran su rol como bancos de inversión y con la masiva intervención estatal por parte de la administración Bush en los Estados Unidos. Con el estallido de esta bomba se cortaron los lucrativos flujos financieros que suman varios billones y que se organizan a nivel mundial. Una crisis bancaria internacional estrangulaba a los mercados financieros y el sistema financiero internacional corrió el riesgo de colapsar. Pánico de ventas de divisas y acciones para conseguir dinero en efectivo hicieron entrar en barrena a los mercados de divisas y desataron una crisis bursátil internacional 

Esta crisis financiera mundial, con una dimensión y profundidad sin precedentes en la historia del capitalismo, se convirtió en octubre de 2008 en el factor desencadenante directo de una nueva crisis económica mundial, cuya dimensión, asimismo, no tiene parangón. Abarcó a los países industrializados más importantes de modo relativamente simultáneo y con enorme ímpetu. Afectó el corazón del capital financiero internacional y abarcó a la mayoría de los 500 más grandes supermonopolios internacionales. Desde inicios de los años 1990, en el curso de la nueva organización de la producción internacional, estos supermonopolios han sometido completamente al mercado mundial y se lo han repartido entre ellos. Los gerentes de alto nivel, en particular de los bancos monopolistas internacionales, se convirtieron en el centro de la ira popular. En serie hubo un cambio de puestos de los gerentes – comparable a lo sumo con el cambio de entrenadores en la Liga alemana de fútbol. Debido al cierre abrupto de los mercados de exportación internacionales ya no había posibilidades para que las economías nacionales desviaran su capital excedente a otros mercados, tal como todavía fue el caso en la crisis económica mundial de 2001 a 2003. El comercio mundial cayó, sólo en el cuarto trimestre de 2008, en un 20% en comparación con los niveles máximos alcanzados en el segundo y tercer trimestre de 2008.

En el cuarto trimestre de 2008 la producción industrial mundial cayó en un 20 % comparado con el año anterior – en los países industrializados la caída fue incluso de un 23 %. ¡Así la caída en los primeros tres meses de esta crisis ya es considerablemente más profunda que la baja producida durante la crisis económica mundial de 1929 recién después de un año! En diciembre del 2008 la producción mundial de acero cayó en un 30 % comparado con el nivel máximo de mayo de 2008. La venta mundial de automóviles en los 30 países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico] descendió un 25 %, en diciembre de 2008, frente al nivel máximo de abril de 2008. 

Junto con la caída de la producción y del comercio mundial también el sector logístico, inflado tremendamente desde los años 1990, fue atrapado del todo por la crisis. ¡La venta de camiones en Europa disminuyó en un 38 % y la entrada de pedidos se ha reducido casi a cero! Un 50 % de los contenedores a nivel mundial se quedaron sin ser utilizados en los depósitos. La navegación comercial cayó en un 50 %. ¡Según apreciaciones del Banco Asiático de Desarrollo (BAsD) la crisis económica y financiera mundial ha producido, sólo hasta fines de 2008, una destrucción de capital estimada en 50 billones de dólares estadounidenses! Este valor es mil veces más alto que el valor total del capital destruido en los Estados Unidos al derrumbarse las cotizaciones entre octubre y fines de 1929, el cual se cifró en aproximadamente 50 mil millones de dólares.  

En Alemania, la caída de la producción industrial desde comienzos de la crisis se ha profundizado continuamente debido a que la industria depende en un 45 % de las exportaciones.  

En marzo de 2009 bajó el volumen de ventas comparado con el año anterior: un 22 % en la industria manufacturera, un 32,3 % en la industria automotriz, un 31,5 % en la producción y elaboración de metales, un 22,4 % en la construcción de maquinarias y un 25,6 % en la industria química. En febrero/marzo de 2009 las entradas de pedidos en la industria bajaron un 32,5 % comparado con el año anterior. En abril de 2009 la producción de acero en Alemania, frente al año anterior, cayó un 53,1 % al nivel de fines de los años 1950. En el primer trimestre de 2009 el producto interior bruto (PIB) bajó un 6,7 % frente al año anterior. Esta es la caída más profunda después de la Segunda Guerra Mundial. 

A pesar de los amplios programas de crisis, establecidos para amortiguar las consecuencias, aumentan las insolvencias particularmente de los proveedores más pequeños en el sector automotriz. Pero también un número creciente de empresas reputadas en Alemania, tales como la Hertie, SinnLeffers, Woolworth, TMD Friction, Rosenthal, Qimonda, Edscha, Märklin, Wolf-Gartengeräte, Karmann, etc., ha declarado su incapacidad de pago. Sin las ayudas estatales figuraría en esta lista también una serie de los bancos más grandes, tales como el Commerzbank, IKB, KfW o el Hypo Real Estate. 

Según un estudio del Banco Mundial el crecimiento económico volverá a caer rápidamente en 94 de 116 países en desarrollo, sobre todo debido a la baja dramática de la demanda y de los precios de las materias primas. Además de esto, los emigrantes de los países neocolonialmente dependientes son los primeros en perder su trabajo, particularmente en los principales países de inmigración Japón, Estados Unidos y Europa. Sus transferencias de dinero, ahora faltantes, abren huecos de miles de millones en los presupuestos de sus países natales. 

Se anuncia una nueva dimensión de la crisis de endeudamiento internacional, con consecuencias imprevisibles para las condiciones de vida y de trabajo de cientos de millones de seres humanos. 

La crisis del neocolonialismo, apaciguada en el transcurso de la pasada prosperidad temporal hasta poder adoptar un carácter latente, estallará de nuevo abiertamente. Incluso se profundizará dramáticamente pues los países imperialistas van a descargar el peso de la crisis económica y financiera mundial, sin contemplaciones, sobre las espaldas de los países dependientes y oprimidos por ellos. 

Desde comienzos de la crisis económica mundial crecen a saltos en todo el mundo el desempleo masivo y la subocupación. En los Estados Unidos, 4,3 millones de personas han perdido su trabajo desde octubre de 2008 hasta abril de 2009. En China, hasta comienzos de 2009, 20 millones de trabajadores migrantes fueron arrojados al desempleo y a la miseria absoluta, y con ellos también a sus familias. Incluso la misma Comisión Europea calcula que el desempleo en los países bálticos se duplicará o triplicará hasta fines de 2010, con respecto al nivel de fines de 2008, y en Polonia y la República Checa subirá alrededor de un 70 %. 

La crisis económica y financiera mundial trae consigo una evolución deflacionista, que será aprovechada para imponer múltiples formas de reducción salarial y de desmantelamiento de las conquistas sociales. Miseria y hambre en la clase obrera se extienden más y más, también en las metrópolis imperialistas. Luego que termine la crisis económica y financiera mundial, una inflación galopante amenazará a muchos países para financiar los gigantescos programas de crisis de los Estados nacionales.  

Mientras tanto se ha producido una crisis agraria internacional abierta. Ella echa por los suelos los precios para los productores agrícolas y empuja a la ruina a millones de existencias campesinas a nivel mundial. 

La crisis económica aparentemente alivia la catástrofe ecológica global, pues con la baja de la producción también se reduce la emisión de dióxido de carbono. Pero esta baja es mucho menor que lo supuesto generalmente. En cambio, el factor que agudiza considerablemente el problema es el hecho de que los supermonopolios internacionales, en tiempos de crisis, cimientan aún más sus bases de energía y de materias primas fósiles y quieren mantener y ampliar las centrales nucleares. Siguen reduciendo la investigación en tecnologías del futuro, realizada de todos modos con poca voluntad, y se bloquean los programas de política ecológica de los gobiernos, desde ya totalmente insuficientes, con el argumento de que son “demasiado caros”. Así se acelera incluso la transición hacia la catástrofe ecológica global. 

La crisis del orden familiar burgués se agudiza hasta llegar a la falta de familia del proletariado. Este desarrollo señala, de acuerdo con el análisis fundamental del doble concepto de producción de Marx y Engels, de que las crisis de superproducción capitalistas nunca son solamente crisis de producción y reproducción de bienes y mercancías. Ellas también socavan sensiblemente el proceso de la producción y reproducción de la vida humana. Estas perturbaciones fundamentales se manifiestan en una caída de la tasa de natalidad, en la destrucción de la capacidad de las familias de constituir la comunidad solidaria más pequeña para la clase obrera, en un rápido aumento del “material humano sobrante” para los capitalistas, en el deterioro psíquico y físico de partes cada vez más grandes de la población debido a la pobreza masiva, desnutrición y malnutrición, enfermedades psíquicas, abandono social debido a la falta de acceso a la educación y asistencia sanitaria, en un descenso de la expectativa de vida debido al exceso de trabajo, pero también debido a enfermedades contagiosas y epidemias y, no por último, por el avance de ideologías y prácticas destructivas como el sexismo o modos de pensar y conductas patriarcales.

La crisis económica y financiera mundial ha arrojado al capitalismo a una profunda crisis social, la cual tendrá consecuencias trascendentales para el desarrollo social.  

El fracaso de la economía política burguesa  

Desde hace mucho tiempo el carácter general preñado de crisis de la sociedad burguesa no había salido a la luz tan abiertamente como en esta situación. Cogió a los dominantes, en su realmente fe de secta en sus propias evaluaciones económicas erróneas, completamente desprevenidos. Su ideología burguesa se encuentra frente a un montón de escombros. Uno tras otro quedaban los pronósticos económicos tan apartados de la realidad que finalmente, en abril de 2009, el jefe del Instituto Alemán de Investigación Económica (DIW), Zimmermann, izó la bandera blanca y renunció a hacer más pronósticos: “Cuando no se sabe nada, tampoco se debe plantear algo.” [1] No es sin razón que el nuevo presidente de la Asociación Federal de la Industria Alemana, Hans-Peter Keitel, se vea obligado a advertir de no “cuestionar la economía social de mercado en su conjunto”. En gesto suplicante se opuso a “las acusaciones unilaterales: los banqueros, los gerentes, los políticos, la globalización ... La situación es demasiada seria para ello, pues desde hace tiempo estamos en medio de un nuevo debate sobre el sistema.” [2] 

El miedo que tienen los monopolios dominantes y su gobierno, por los “debates sobre el sistema”, es más que justificado, pues naturalmente toda persona que piense políticamente algún día planteará la pregunta sobre las verdaderas causas del desastre actual. Sobre la existencia o incluso sobre las causas de las crisis económicas, que surgen por leyes inherentes, sin embargo, vamos a encontrar poco en la economía política burguesa. Su dogma de la “capacidad de autorecuperación del mercado” y de la “economía social de mercado” estilizó durante décadas al capitalismo como garante de un bienestar duradero. 

Embriagado por las tasas de crecimiento extraordinarias del auge económico mundial, Greenspan, el entonces jefe de la Reserva Federal de EE.UU., en 2005 juzgó que “la economía [es] más resistente a choques que en las décadas pasadas”.[3] El gobierno de Merkel/Steinmeier de la CDU/CSU y SPD –mareado en vista de su “éxito” dudoso en la lucha contra el desempleo masivo– todavía pronosticaba a comienzos de 2007 un “auge prolongado hasta el año 2020”. Incluso después del estallido de la crisis financiera el ministro de finanzas, Peer Steinbrück (SPD), la consideró en un principio un “problema norteamericano”. [4] El entonces ministro de economía, Michael Glos (CDU), todavía fantaseaba en diciembre de 2008, cuando la economía mundial ya caía en picada, sobre la “reacción robusta” del mercado de trabajo “a los datos económicos peores” y que una rebaja de los impuestos y tributos podría “seguir fortaleciendo las fuerzas de crecimiento”.[5] 

Cuando nadie podía negar más la crisis económica y financiera mundial, el autoengaño siguió a la autocomplacencia. Desamparada, la canciller Angela Merkel recurrió a las sabidurías tautológicas: “La capacidad de autorecuperación del mercado recién puede volver a tener efecto pleno cuando las fuerzas del mercado funcionen realmente”.[6] ¿Entonces, puede autorecuperarse el mercado o solamente funciona la capacidad de autorecuperación cuando no necesita ninguna recuperación? Semejante lógica, de muchos quilates, también alienta a las conclusiones de la canciller:

“Si hoy, por ejemplo, una empresa sana, con una posición dirigente en el mercado mundial, no recibe créditos para sus inversiones o solamente créditos a condiciones que ya no posibilitan una gestión rentable de la empresa, porque los bancos todavía no tienen verdadera confianza entre sí, entonces hay que restablecer el funcionamiento del mercado – ésta es nuestra tarea política.” [6] 

Ahora sale a luz: ¡La capacidad de autorecuperación del mercado no funciona porque el capital financiero no “confía” más en su propio orden económico capitalista y, por eso, los bancos ya no dan crédito a nadie! Entonces debe intervenir el Estado: ¡Al diablo pues con “la capacidad de autorecuperación del mercado” 

Las ilustrativas enseñanzas de esta crisis económica y financiera mundial capitalista sin precedentes –con todos los efectos desastrosos sobre las masas– tienen un valor inapreciable, pues hacen ver a las masas qué hueca es la argumentación de la economía política burguesa. La gente no lo va a olvidar: no es precisamente el “mercado” ni la satisfacción de sus necesidades más elementales lo que impulsa la maquinaria de producción capitalista; lo es, más bien, el afán ilimitado por las ganancias máximas del capital financiero internacional. En el capitalismo, según Carlos Marx, “… tiene que surgir constantemente una discrepancia entre las limitadas dimensiones del consumo sobre base capitalista y una producción que tiende constantemente a rebasar estos límites inmanentes de ella misma. … ¿De qué otro modo podría explicarse la falta de demanda de las mismas mercancías de que carece la masa del pueblo…?” (Karl Marx, El Capital, Libro III – Tomo I, Ediciones Akal S.A., Madrid, 2000, págs. 337 y 338). 

Mediante la calculada manipulación, sobre la dimensión y causas de la crisis económica y financiera mundial, se debe impedir que la gente saque conclusiones sociales críticas a partir de sus indiscutibles experiencias y luche por la alternativa social del verdadero socialismo. Para tranquilizarla, los economistas burgueses redujeron la crisis durante mucho tiempo a una “crisis financiera” o a una “recesión”. Además, despiertan la impresión de que ésta ya habrá pasado en el verano o a más tardar en otoño de 2009. El encubridor término “recesión” caracteriza solamente un descenso del producto interior bruto en por lo menos dos trimestres consecutivos. ¡Difícilmente puede superarse tal minimización del actual desarrollo económico! Para reforzar sus tesis adormecedoras acompañan el apaciguamiento general del pueblo con medidas amortiguadoras de la crisis que son únicas en el mundo. Esto debe proporcionarle al ciudadano común y corriente la impresión de que se puede vivir bastante bien con la crisis. 

Nosotros experimentaremos cómo los dominantes, a partir de un determinado momento, van a pasar a pintar exageradamente el demonio de la crisis con el fin de, bajo chantaje, porfiarle a las masas los costos inmensos por la gestión estatal de crisis, la reducción de los salarios e ingresos y las conquistas sociales. La economía política burguesa es, en su esencia, siempre una propaganda intencionada para imponer los intereses de clase capitalista contra la clase obrera.  

No es casual que en estos tiempos de desconcierto, de reflexión y de procesar las experiencias dentro de la clase obrera, surjan como hierbas los sueños floridos de los ideólogos pequeñoburgueses de un capitalismo “libre de crisis”. Los dirigentes del Partido de la Izquierda (“Die Linke”) estigmatizan al “capitalismo de casino” [7], al cual habría que quitarle su adicción al juego lo antes posible. Con toda seriedad uno de sus dirigentes en política económica, el diputado en el parlamento alemán Axel Troost, exige “recoger el dinero de los especuladores y accionistas que arruinaron tan desvergonzadamente a nuestro Estado social y de bienestar.” [7] Pero no quiere lograrlo con la expropiación de los medios de producción; sino exigiendo de que por fin se vuelva a hacer respetar la vigencia de “nuestro Estado social y de bienestar”, es decir de la “economía social de mercado”. En los años 1950 los socialdemócratas, sindicalistas y comunistas todavía se oponían decididamente contra la introducción del concepto engañoso de la “economía social de mercado” por parte del gobierno de Adenauer. ¡Con buenas razones, pues minimiza y niega la realidad de clase capitalista! Y hoy es precisamente este fantasma de la “economía social de mercado” que se convierte en el objetivo estratégico del Partido de la Izquierda. 

Los economistas burgueses y pequeñoburgueses toman nota a regañadientes, a veces también a pesar de sus voluntades, que la economía política de Carlos Marx experimenta de nuevo alta coyuntura. Adaptándose a la tendencia general hacia la izquierda entre las masas, declaran de vez en cuando que el análisis del capitalismo de Marx es absolutamente acertado, para, seguidamente, desdeñar como utópicas sus conclusiones revolucionarias y rechazarlas de plano. El filósofo social Detlef Horster, por ejemplo, sostiene la afirmación absurda: “economía y teoría de la revolución no forman una unidad en Marx, sino son dos terrenos diferentes.” [8] 

Este método ecléctico, de seleccionar de las doctrinas de Marx solamente lo que aún todavía puede ser aceptable para la economía burguesa, no es nada más que la vergonzosa expresión de la defensiva ideológica en la cual ha caído la economía política burguesa frente al marxismo.  

Al mismo tiempo estos fenómenos de moda también revelan lo poco que comprenden los ideólogos burgueses del marxismo. El marxismo es un sistema cerrado en sí mismo, un engranaje dialéctico de opiniones y métodos, que no se deja desintegrar al gusto para después servirse arbitrariamente de las partes individuales contra las otras.  

Carlos Marx y Federico Engels fueron los primeros que revelaron científicamente las contradicciones insolubles, las mismas que son inmanentes al capitalismo desde su comienzo hasta su fin, y dedujeron de ello la necesidad de reemplazarlo de manera revolucionaria por el modo de producción socialista. La contradicción fundamental de la producción capitalista se basa en la producción social, la cual, sin embargo, es apropiada de manera privada. Esta contradicción entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción capitalista, por sus leyes inherentes, estalla en crisis periódicas y la burguesía sólo puede superarlas temporalmente preparando nuevas crisis, más profundas y extensas. Objetivamente sólo puede conseguirse la abolición de las crisis capitalistas mediante una revolución socialista:  

“Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes…” dice Marx. “De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social.” (Marx/Engels, Prólogo de la contribución a la crítica de la economía política, en Obras Escogidas, Editorial Progreso, Moscú, págs. 182-183).  

Como nuestros pequeños burgueses de izquierda no son capaces de sustraerse del hechizo de hacer ganancias capitalistas, actúan como si las actuales actividades de sacar ganancias y de especulación, organizadas internacionalmente, sólo fueran una aberración negativa, arbitraria o introducida con particular malicia, la cual podría ser podada a voluntad; es decir, que se podría superar con reformas. 

Con la nueva organización de la producción internacional el capitalismo ha alcanzado de hecho un nivel de desarrollo en el cual los excesos de la explotación capitalista, regidos por leyes inherentes e inmanentes al sistema, han adoptado tal dimensión de que incluso al pequeño burgués, orientado por el éxito y esclarecido por el humanismo, le provocan temor y susto. Carlos Marx y Federico Engels sacaron del históricamente obsoleto modo de producción capitalista la conclusión de que se debe imponer un modo de producción nuevo, socialista. Por el contrario, los críticos pequeñoburgueses del capitalismo no van más allá de sus lamentos sobre la “injusticia social” en este mundo. Se quejan del “capitalismo desenfrenado”. Al mismo tiempo, invocan su domesticación, dejando lo social en esencia tal como estaba antes, difamando tanto más vehementemente a los marxistas-leninistas por su consecuente crítica al sistema y por su estrategia revolucionaria. De esa manera, la crisis no sólo saca a la luz el desastre económico, político e ideológico de la burguesía dominante, sino también la falta de perspectiva, el carácter vacilante y la incompetencia teórica de la izquierda pequeñoburguesa. No son capaces de liberarse de su rol sustentador del Estado, aunque en ello no se sientan bien en estos tiempos desagradables. 

Notas:

[1] Focus, 20 de abril de 2009
[2] Discurso Die Zukunft der sozialen Marktwirtschaft (El futuro de la economía social de mercado), 18 de diciembre de 2008
[3] Discurso del 12 de octubre de 2005, en FinanzNachrichten.de
[4] manager-magazin.de, 25 de septiembre de 2008
[5] Bundesministerium für Wirtschaft und Technologie, Pressemitteilung (Ministerio Federal de Economía y Tecnología, Comunicado de prensa), 27 de noviembre de 2008).
[6] Declaración gubernamental del 14 de enero de 2009
[7] DIE LINKE, grupo parlamentario en el parlamento alemán (Bundestag), Milliarden verzockt… (Miles de millones perdidos en el juego…), octubre de 2008
[8] Hannoversche Allgemeine Zeitung, 14 de marzo de 2008

Fuente: Stefan Engel, “Economía política burguesa ante los escombros. Algunos complementos a la teoría marxista-leninista de la crisis”, Verlag Neuer Weg, julio de 2009.