domingo, 10 de noviembre de 2013

Los días de Octubre en Moscú - Parte 3


A diferencia de lo usual, de contar o celebrar la revolución de Octubre en Petrogrado, la cuna de la revolución, en esta oportunidad queremos conmemorar el 96º aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, contando una breve historia de la revolución de Octubre en Moscú, en 1917. Reproduciremos, en partes, el folleto del historiador soviético I. Mintz.
 
Tercera entrega
 
 
 


Los días de Octubre en Moscú
La lucha por el poder en 1917
I. Mintz
(1941)

Comienza la insurrección armada en Moscú

            Hacia las tres de la madrugada cesó el tiroteo. Los defensores del Kremlin no tenían idea de lo que estaba pasando en la ciudad. Los contactos telefónicos con el Soviet de Moscú se habían interrumpido. Todas las calles que vienen de Bolshaya Nikitskaya Ulitsa estaban ocupadas por los junkers. El Soviet de Moscú estaba prácticamente aislado. 

En la mañana del 28 de octubre, el Comité Militar Revolucionario y el Centro del Partido decidieron lanzar un ataque contra los junkers. Se decidió dividir las funciones entre el Comité Militar Revolucionario y el Centro del Partido: uno permanecería en el Soviet de Moscú y el otro se establecería en uno de los distritos, desde donde se dirigirían las actividades de todos los demás distritos.

Entre las 4 y 6 de la mañana del 28 de octubre, los miembros del Centro del Partido se desplazaron al distrito Gorodskoy, donde establecerían el cuartel general de emergencia si el Comité Militar Revolucionario era aplastado. 

El Comité Militar Revolucionario, que permaneció en la sede del Soviet de Moscú comenzó a convocar a todas las unidades al Soviet, manteniendo contacto telefónico con los distritos y, contando, principalmente, con la ayuda de los “hombres de Dvinsk”. 

Ryabtsev, a su vez, se estaba moviendo activamente. Ordenó a todos los comandantes de los regimientos estacionados en Moscú y en la Región de Moscú formar los destacamentos para enviarlos a la Escuela Militar Alexandrovsky.

Después de eso, Ryabtsev ordenó a un destacamento de junkers que hiciera una incursión en el depósito de artillería. Con la ayuda de oficiales que habían desertado de la 1ª Brigada de Artillería en Jodynka, los junkers desarmaron a los centinelas e irrumpieron en el patio. Algunos de los junkers se ocuparon de remover los seguros y apoderarse de las armas, mientras que los demás fueron a los establos a por los caballos. Ahí mataron al oficial a cargo, hirieron al ordenanza y sacaron los caballos. Los soldados se despertaron, vieron a los junkers, salieron corriendo semidesnudos, poniéndose sus uniformes mientras corrían y repelieron el ataque. Los junkers, sin embargo, tuvieron éxito en capturar dos cañones, aunque sin proyectiles. 

Esa misma noche, siguiendo órdenes de Ryabtsev, los junkers hicieron una incursión en la compañía de bicicleta estacionada en el Parque Petrovsky y capturaron algunas de sus ametralladoras. Además, los junkers irrumpieron en el depósito de municiones Simonov, apoderándose de una gran cantidad de municiones. 

Durante la noche del 27 de octubre, los junkers se habían ubicado a lo largo de las calles que conducían al Kremlin. Toda Arbat estaba ocupada. Los junkers patrullaban el área que va del puente Krymsky al mercado de Smolensk, a lo largo del Sadovaya. El almacén de la comisaría, en esquina de Ostozhenka, cerca del puente Krymsky, estaba tomado por los junkers. También capturaron el puente Borodinsky y la estación de ferrocarril que cruza el río, por medio del cual mantenían comunicaciones con el Cuartel General. Al amanecer, todo el centro de la ciudad, excepto el Kremlin, estaba ocupado. 

Temprano en la mañana del 28 de octubre, Ryabtsev telefoneó al Kremlin y pidió hablar con el comandante, alférez Berzin, que estaba al mando de las cinco compañías del 56º Regimiento. Los antiguos oficiales, mucho de los cuales eran socialista-revolucionarios y mencheviques, habían permanecido con el regimiento, donde desarrollaban una constante agitación contra la insurrección. Aun había dos carros blindados en el Kremlin, comandados por oficiales que habían proclamado su “neutralidad”. Más aún, en el Kremlin había varios oficiales del estado mayor de Ryabtsev, incluso el mismo Ryabtsev había estado allí. Sin embargo, él se retiró cuando se estaban realizando las negociaciones. 

Ryabtsev informó a Berzin que toda la ciudad había depuesto las armas y le ordenó abrir las puertas del Kremlin. Berzin transmitió este ultimátum a los soldados y propuso rendir el Kremlin. Los soldados se negaron categóricamente a hacerlo. Uno de ellos incluso corrió hacia Berzin con su bayoneta, pero fue retenido por sus camaradas. “¡Si tenemos que morir”, gritaron los soldados, “mejor moriremos con las armas en la mano!” Berzin, sin embargo, logró persuadir a los soldados apostados en la Puerta Troitsky para que abran las puertas. Les explicó que quería evitar que se derramara la sangre de inocentes soldados, en vista de la supuesta rendición de Moscú. Aun aceptando el punto de que el Kremlin no tenía contacto con el Comité Militar Revolucionario y que el silencio que reinaba en Moscú parecía en cierta medida confirmar lo dicho por Ryabtsev, queda el hecho de que el comandante del Kremlim entregó voluntariamente, sin presentar batalla, una fortaleza bien pertrechada y con suficientes fuerzas.  

Tan pronto los junkers irrumpieron en el Kremlin por la Puerta Troistky golpearon al alférez y, luego, acompañados por él se dedicaron a remover a los centinelas de las otras puertas. Una vez ocupado el Kremlin, los junkers ordenaron a los soldados a alinearse para pasar lista. Los soldados se alinearon en dos líneas, después de lo cual los junkers abrieron fuego, ametrallando a hombres desarmados. Los soldados fueron abatidos en dos partes: los hombres del arsenal, en el patio del arsenal, y los del 56º regimiento, al pie del monumento a Alejandro II. Se arrojaron al suelo, pero eso no los salvó; los junkers dispararon metrallas al suelo. Esta horrenda masacre continuó con intervalos de quince minutos. Una vez más se repetía la historia: el número de víctimas que cayó por no ofrecer resistencia al enemigo fue incomparablemente mayor al que se hubiera tenido en caso de presentar batalla. 

El Kremlin es ocupado por los junkers 

            La siguiente descripción de esta salvaje ejecución de hombres desarmados fue incluida en un informe a su oficial superior por el general de división Kaigorodov, el jefe del arsenal:

“A las 8 a.m. del 28 de octubre, el alférez Berzin abrió las puertas de Troitsky, y los junkers fueron admitidos al Kremlin. El alférez Berzin fue golpeado y arrestado. Inmediatamente, los junkers ocuparon el Kremlin, ubicaron dos ametralladoras y estacionaron un carro blindado en la Puerta Troitsky, y comenzaron apurar, con golpes y amenazas, a los hombres del arsenal y del 56º Regimiento de Infantería de Reserva. Los soldados del arsenal, 500 en total, formaron desarmados ante las puertas del arsenal. Un par de junkers empezó a contarlos. Entonces, se escucharon unos cuantos disparos, y los junkers abrieron fuego con sus ametralladoras y con las armas en la Puerta Troitsky. Los soldados desarmados fueron acribillados tal como estaban; gritos y lamentos rasgaron el aire; todos corrieron hacia las puertas del arsenal, pero sólo una única y estrecha puerta permanecía abierta, y ante ésta pronto se formó una pila de cadáveres, heridos, hombres que habían quedado atrapados y hombres que luchaban por salir por la puerta. Después de cinco minutos, cesaron los disparos. Todo lo que escuchaba eran los gemidos de los heridos. El suelo estaba sembrado de cuerpos mutilados.” 

El Kremlin había caído. Las fuerzas triunfantes de la contrarrevolución difundieron la noticia de la ocupación del Kremlin “a todos, a todos, a todos…”. Las noticias de la victoria fueron transmitidas jubilosamente al Cuartel General. 

“Los insurgentes han perdido su base y la insurrección ha tomado un carácter desorganizado”, informó el comandante auxiliar, teniente Rovny. “Han hecho intentos de reunirse cerca de la sede del Soviet de Diputados, en la casa del gobernador general. Se ha dado un ultimátum a los insurgentes que se han apostado ahí.”

El general Dieterichs, el Intendente General del Cuartel General, un veterano y experimentado en sofocar “desórdenes”, consideró necesario dictar una conferencia por cable para provecho sus colegas más jóvenes: 

“Permítanme darles el siguiente consejo: En casos de disturbios callejeros es mejor recurrir lo menos posible a los ultimátum, que sólo dan tiempo a los revoltosos para replegarse y después reagruparse. Los disturbios callejeros deben ser suprimidos mediante una acción rápida y resuelta, sin dispersar las propias fuerzas por toda la ciudad. Ustedes tienen una material excepcional en los junkers, pero ellos no deben ser agotados por la demoras ocasionadas por los ultimátum. El asunto es bastante claro: los canallas deben ser destruidos, no puede acuerdo con ellos. Dieterichs.” 

            Moscú contestó:

“De completo acuerdo con el Comité de Seguridad Pública, el comandante de la Guarnición esperó hasta el último minuto evitar el derramamiento de sangre de una guerra civil y que los sucesos se desarrollaran por canales pacíficos. Cuando se demostró que esto era imposible, se tomaron las medidas más decididas para sofocar la insurrección, y los insurrectos están siendo tratados sin misericordia.” 

Para acelerar la despiadada represión, el Cuartel General ordenó que se enviara una unidad del batallón de artillería de cosacos siberianos al frente occidental, además de un pelotón de la División de Caballería del Cáucaso. Se esperaba que la artillería llegara en la noche del 28 de octubre. 

Debido a sus exhaustivos preparativos y a su resuelta acción, los contrarrevolucionarios hicieron considerables avances como resultado de las negociaciones. 

            La represión salvaje contra los soldados desarmados provocó una profunda indignación entre el pueblo trabajador de Moscú. En la mañana del 28 de octubre, el Comité Militar Revolucionario llamó a que todo Moscú se declarara en huelga general y organizara destacamentos armados. La clase obrera de Moscú respondió con entusiasmo a este llamado. 

            Cerca de las 10 de la mañana del 28 de octubre, el silbido de las sirenas de las fábricas resonó en los oídos. Se paralizó el trabajo en todas las fábricas y plantas de Moscú. Multitudes de trabajadores rodearon los Soviets distritales, clamando por armas. Entre ellos se encontraban hombres y mujeres, bolcheviques y gente sin partido, obreras enroladas en los destacamentos de la Guardia Roja. 

            Frentes de combate se formaron rápidamente por toda la enorme ciudad, extrañamente silenciosa. Los junkers habían ocupado principalmente las calles centrales que rodeaban el Kremlin, la zona residencial de la burguesía, y naturalmente la burguesía les ayudó todo lo que pudo. Los junkers se habían atrincherado en la Duma municipal, en el Hotel Metropole en Teatralnaya Ploshchad y en el Hotel Nacional en el esquina de Tverskaya Ulitsa y Ojotny Ryad. El Soviet de Moscú estaba rodeado de Guardias Blancos y prácticamente aislado de las aéreas obreras periféricas. Los junkers avanzaban por Ojotny Ryad y las calles que salían de Nikitskaya, que también estaba en sus manos. 

            Además, los junkers también ocupaban Myasnitskaya Ulitsa, los bulevares, Prechistenka, Ostozhenka, Arbat, el mercado de Smolensk y el distrito cerca de la estación de ferrocarriles Bryansk. El área circundante al mercado de Smolensk proporcionaba una ventaja excelente a los junkers, porque la Escuela de Formación de Oficiales Nº 5 estaba ubicada ahí. Otro baluarte de los junkers era Lefortovo, donde estaba la Escuela Militar Alexeyev. Los puentes que conectaban las calles centrales con el distrito Zamoskvorechye habían estado en manos de los junkers desde el inicio de la insurrección. En esos puentes, los Blancos montaron ametralladoras y lanza-bombas. 

            Prácticamente aislado de los distritos, el Comité Militar Revolucionario procedió a elaborar un plan para romper el cerco de la Guardia Blanca y lanzar una ofensiva. En la noche, el plan de ataque contra las junkers se había completado. Las conclusiones enunciadas por Lenin en su famoso artículo “Lecciones de la insurrección de Moscú”, en el que Vladimir Ilich señala una serie de errores que se habían cometido, fueron tomadas como punto de partida en este plan. Sobre la base de esas enseñanzas, se decidió seguir el siguiente plan:

“Establecer estrecho contacto con los distritos, estableciendo el cuartel general en uno de los distritos. Lanzar el ataque en el centro y guerra de guerrillas en los distritos.” 

            En la noche del 28 de octubre, el Centro del Partido decidió moverse del distrito Gorodskoy al distrito Zamoskvorechye, porque desde ese punto iba a ser más fácil dirigir las operaciones. Los miembros del Centro fueron a los distintos distritos a convocar a las masas a la acción, a promover la lucha a gran escala.
 
 

Los Guardias Rojos inician el contraataque 

            Destacamentos obreros, armados apresuradamente, fueron enviados en todas direcciones. Los obreros de la Fábrica Mijelson enviaron doscientos Guardias Rojos. La Planta Caoutchouc, donde los bolcheviques gozaban de un elevado prestigio desde mucho tiempo, contribuyó con una bien disciplinada unidad de combate. Un destacamento armado de doscientos hombres vino desde la Fábrica Vtorov en Jamovniky. La Planta Postavshchik aportó cincuenta hombres. El distrito Blagushe-Lefortovo reunió cerca de mil Guardias Rojos. Los obreros de tranvías transportaban armas, provisiones y heridos por la ciudad, frecuentemente bajo fuego intenso. Se cavaban trincheras. Los obreros de tranvía de Zamoskvorechye protegían los vagones con paredes levantadas con planchas dobles que en el medio tenían arena, para poder cruzar el puente Bolshoi Kamenny. Pero las balas de los junkers cortaban los cables de los tranvías y el carro “blindado” quedaba parado en el puente.

Los obreros de las inmediaciones de Moscú se apresuraron en ayudar a sus camaradas obreros de Moscú. Una multitud de gente llevando antorchas encendidas apareció en la noche ante el Comité Militar Revolucionario, que se había establecido en un pub de Sujarevskaya Ploshchad. Algunos obreros estaban armados. Habían llegado de diversos puntos que rodeaban Moscú. 

“Supimos que las cosas estaban calientes aquí, entonces decidimos venir a ayudar. Sólo dígannos qué es lo que tenemos que hacer ahora.”

Un grupo de hombres de la fábrica de teléfonos y de la Central Eléctrica “1886” ocupaban toda el área vecina al puente Chuguny. Sus disparos precisos mantuvieron a los junkers alejados del puente. Los obreros controlaban la iluminación de la ciudad y cortaban la electricidad en los lugares ocupados por los Guardias Blancos. En la noche, los junkers tuvieron que operar en oscuridad total. Un grupo de la central eléctrica de los tranvías ocupaba un sector del frente. El enemigo había concentrado poderosas fuerzas al otro lado del río Moscú, en la Iglesia de Cristo Salvador. Los obreros subieron a la torre de la central eléctrica de los tranvías y abrieron fuego, silenciando las ametralladoras de los junkers. Los obreros de Mijelson, bien armados, se unieron al 56º Regimiento, y juntos avanzaron contra el enemigo.

            Feroces batallas tuvieron lugar alrededor de Smolenskaya Ploshchad. La estación de ferrocarriles Bryansk fue tomada por los junkers. Respaldados por un carro blindado, los Blancos empezaron a avanzar a lo largo de Plyushchija. Entre los soldados veteranos, se formaron rápidamente unidades de granaderos, que lanzaron una lluvia de granadas sobre el carro blindado, obligándolo a retroceder. En la noche, los Guardias Rojos rodearon el distrito con trincheras cavadas con celeridad. Enormes fardos de algodón, traídos desde el distrito Zamoskvorechye, fueron utilizados para levantar barricadas impenetrables a las balas. El ataque de los Blancos fue contenido. La estación Bryansk fue recuperada. 

            En el distrito Lefortovo, la Guardia Roja rodeó la Escuela Militar Alexeyev. Los obreros de las Armerías de Moscú sacaron los cañones que estaban en las armerías para ser reparadas y empezaron a bombardear la escuela. 

            Todos los comités revolucionarios distritales –en Presnya, Sokolniky, Zamoskvorechye, Jamovniky, Lefortovo– estaban ocupados en el trabajo de organizar los destacamentos. Se había asignado un representante del Centro del Partido a cada distrito: Usievich al distrito Gorodskoy, Sternberg a Zamoskvorechye, Zemlyachka a Lefortovo, etc. Informantes llegaban de todas partes trayendo información acerca de la situación en las calles y las actividades de los junkers. El éxito de la insurrección armada en Moscú le debe no poco crédito a estos “exploradores amateurs”. 

            Lo que sigue son ejemplos típicos de los informes realizados por esos exploradores en el curso de un solo día. Uno de ellos llegó corriendo con la noticia de que no más de quince o veinte junkers estaban patrullando las calles entre Nikitsky Boulevard y el río de Moscú en Ostozhenka, cerca de la Iglesia de Cristo; que a lo largo de Voljonka y Lenivka, por el Museo Rumyantsev, había veinte hombres; que en la Escuela Militar Alexandrovsky habían 2,000 civiles, 1,500 junkers y 1,500 alférez.  

            Otro informaba que junkers de las Escuelas de Formación de Oficiales Nº 2 y 4 estaban estacionados en la Puerta Troitsky del Kremlin. Los junkers estaban apostados en todas las puertas y, aunque eran pocos en número, ahí tenían muchas ametralladoras, cerca de diez en cada puerta. La Puerta Troitsky y la ladera que conduce a la iglesia simplemente estaban repletas de ametralladoras.  

            Otro también informaba que los junkers en la Puerta Arab estaban parando y registrando a los transeúntes. Había automóviles estacionados al frente del garaje en Arbat. Se había montado un cañón de luz en el almacén Blandov en la Puerta Nikitsky, y mantenía a nuestros hombres, ubicados en la plaza fuera del Monasterio Strastnoy, bajo fuego constante. Los bolcheviques en la plaza habían retrocedido un poco. Esta información fue proporcionada por un simple muchacho llamado Kochurov. 

            Todos esos pedazos de información ayudaron a las fuerzas revolucionarias a repeler a los junkers. De todas partes llegaban informes de que se estaban organizando unidades armadas, pero al mismo tiempo todos se quejaban de que no tenían suficientes armas. Una caza de armas fue establecida a través de todo Moscú, todos los depósitos y vagones fueron vaciados. Un Guardia Rojo que era inspector en un vagón ferroviario encontró varios vagones cargados de armas e inmediatamente informó al comité revolucionario ferroviario. Los vagones contenían 40,000 rifles. Se acopló una locomotora a los vagones y fueron llevados a la casa de máquinas, después de lo cual todos los distritos fueron notificados, con los distritos Gorodskoy y Sokolniky encabezando la lista. Cada distrito envió camiones y las armas fueron distribuidas inmediatamente a toda la ciudad.

            Un grupo de hombres fue enviado a Tula en camiones y, con la ayuda del camarada Shkiryatov, miembro del Comité Militar Revolucionario, consiguieron armas del Arsenal de Tula.

            El 28 de octubre, la Guardia Roja del distrito Simonov, capturó el polvorín de Simonov. Desde entonces, las fuerzas revolucionarias de Moscú estuvieron suministradas con armas y municiones prácticamente sin interrupción.  

            En la noche del 28 de octubre, la posición del Comité Militar Revolucionario había mejorado considerablemente. Los junkers fueron incapaces de seguir avanzando. Por el contrario, las fuerzas revolucionarias prácticamente los tenían rodeados. Los obreros de los distritos presionaban a los junkers, empujándolos hacia el centro. Todas las estaciones ferroviarias estaban en manos de los Rojos. Nadie había llegado en ayuda de los junkers, mientras que el Soviet recibía constantemente nuevos destacamentos. Una vez más en las instalaciones del Soviet pululaban hombres armados. Se montaron cañones en el frente del edificio y su sola presencia levantaba el espíritu de los hombres. Lo principal, sin embargo, era que ahora los destacamentos estaban siendo organizados en una escala masiva. Cuando el Comité Militar Revolucionario pedía a un distrito que le enviara 100 hombres, se presentaban 300. El pueblo se unía a la lucha. Los distritos zumbaban como un enjambre de abejas perturbadas. No había límites a la iniciativa creadora demostrada por las masas. 

            En la mañana del 29 de octubre, el Comité Militar Revolucionario lanzó un ataque en el centro. Ante todo, se tomaron medidas para garantizar la seguridad de la retaguardia inmediata. Parecía que más de 200 junkers se había concentrado en el Ayuntamiento de Moscú, en el 26 Tverskoy Boulevard. Se habían estado reuniendo durante dos o tres días, porque Ryabtsev concedía una gran importancia a esta posición. Se organizó un destacamento especial, compuesto por los “hombres de Dvinsk”, ciclistas, soldados del 55º y 85º Regimientos y Guardias Rojos de Mijelson y otras fábricas, para tomar el Ayuntamiento. El ataque fue iniciado a lo largo del Tverskoy Boulevard y Bolshoi y Maly Gnezdnikovsky Pereuloks. 

            Fuerzas de artillería, que habían llegado de Jodynka, bombardearon el Ayuntamiento. Tan pronto como los Guardias Rojos creyeron que uno de los proyectiles había pegado en el edificio, los soldados pidieron que se suspenda el fuego de la artillería, y se lanzaron al ataque junto con las Guardias Rojos. Al llegar cerca del edificio, los soldados se tiraron al suelo, pero los Guardias Rojos se precipitaron al frente y empezaron a romper las ventanas. Una total confusión se apoderó de los junkers. Bajaron tropezándose desde los pisos altos del edificio. Doscientos junkers bien armados se rindieron ante un destacamento de Guardias Rojos y soldados. Vigilados por una escolta de diez hombres, los junkers fueron conducidos al Soviet de Moscú. 

            Dos héroes, Barbolin y Zhebrunov, perdieron sus vidas en esta batalla por el Ayuntamiento. Ambos habían tomado parte activa en la organización de la Liga de la Juventud Comunista en Moscú.

             Los Rojos se atrincheraron en las calles aledañas que conducen al Soviet y avanzaron a lo largo de Bolshaya Nikitskaya Ulitsa, ahora, la nueva línea demarcadora entre ellos y los junkers.
 

(Continuará)

 
Fuente: The October Days in Moscow. The Struggle for the Power in 1917, de I. Mintz, Workers Library Publishers, New York, 1941.
 

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Thiago R