Es muy común argumentar que la Unión Soviética llevó el mayor peso de la
Segunda Guerra Mundial apelando al número de vidas humanas perdidas, que en
efecto fueron superiores en exceso a las del resto de las fuerzas aliadas. Sin
embargo, poco se divulga las derrotas y las bajas que el Ejército Rojo y el
pueblo soviético infligieron a las fuerzas nazi-fascistas, comparándolas con el
esfuerzo de los otros aliados. Dos conocidos historiadores militares burgueses norteamericanos
grafican el enfrentamiento colosal de dos ejércitos, el soviético y el alemán,
en el contexto global de la Segunda Guerra Mundial, y, aunque no llegan a
decirlo con todas sus letras, reconocen que esa guerra mundial se ganó con el
sacrificio y la valentía del pueblo soviético y la conducción de su dirección política
y militar encabezada por José Stalin. La reacción imperialista, con el apoyo de
sus “soldados de la Guerra Fría”, ha tratado de borrar está verdad histórica que
antes era indiscutible y que, con el esfuerzo de los comunistas y las fuerzas
progresistas, se abre paso de forma irresistible, al punto de que intelectuales
reaccionarios se ven obligados a reconocerla.
Segunda Guerra Mundial: Contribuciones
y costos
David M. Glantz y Jonathan M. House
En el 50º aniversario de la invasión de Normandía de
1944, una revista noticiosa norteamericana publicó en su cubierta la foto del
general Dwight D. Eisenhower, llamándolo el hombre que derrotó a Hitler. Pero si
alguien merecía ese título, ése no era Eisenhower sino Zhukov, Vasilevsky o
posiblemente el propio Stalin. Por lo general, de 1941 a 1945, el Ejército Rojo
y la población soviética de muchas nacionalidades llevaron la parte del león en
la lucha contra Alemania. Sólo China, que sufrió casi continuamente ataques
japoneses desde 1931 en adelante, puede igualar el nivel de sufrimiento y esfuerzo de los
soviéticos. Sin embargo, en términos militares,
la participación china en la guerra fue casi insignificante en comparación con
la participación de los soviéticos, que estuvieron permanentemente comprometidos
y absorbieron más de la mitad de todas las fuerzas alemanas.
De junio a diciembre de 1941, sólo Inglaterra compartió
con los soviéticos las vicisitudes de la guerra contra los alemanes. Más de
tres millones de soldados alemanes lucharon en el Este, mientras que menos de
medio millón descansaba en Alemania o luchaba en otro lugar tratando de ocupar
Europa. De diciembre de 1941 a noviembre de 1942, más de nueve millones de
soldados de ambos bandos luchaban en el Este, mientras que la única acción
terrestre significativa en el teatro de Occidente tenía lugar en el norte de
África, donde fuerzas británicas relativamente pequeñas se enfrentaban al Afrika Corps de Rommel y sus aliados
italianos. En noviembre de 1942, los ingleses celebraron la victoria sobre los
alemanes en El Alamein, donde derrotaron a cuatro divisiones alemanas más una
fuerza italiana algo más grande, infligiendo 60,000 bajas al Eje. El mismo mes
en Stalingrado, los soviéticos derrotaban y cercaban al 6º Ejército alemán, estropeaban
el 4º Ejército Panzer y aplastaban al 3º y 4º Ejércitos rumanos, dejando fuera
de combate a más de 50 divisiones y a más de 300,000 hombres del Eje. Para mayo
de 1943, los aliados habían perseguido al Afrika
Corps de Rommel a través del norte de África y en Túnez, donde después de
un fuerte combate, las fuerzas alemanas e italianas de 250,000 hombres se rindieron.
Mientras tanto, en el Este, el 2º Ejército alemán era severamente mutilado, y
el 8º Ejército italiano y el 2º Ejército rumano eran destruidos completamente,
superando las pérdidas del Eje en Túnez.
Mientras más de dos millones de alemanes y soviéticos se
enfrentaban en Kursk y más tarde cinco millones combatirían en un frente de 600
kilómetros desde Smolensk hasta la costa del Mar Negro, en julio de 1943, las
fuerzas aliadas invadían Sicilia, expulsando a 60,000 alemanes de la isla. En
agosto, los aliados pusieron pie en la península itálica. Para octubre, cuando
2.5 millones de soldados de la Wehrmacht enfrentaban a 6.6 millones de
soviéticos, el frente en Italia se había estabilizado al sur de Roma y los
alemanes habían desplegado una fuerza mucho más pequeña, aunque significativa,
para detener el avance de los aliados.
Al 1 de octubre de 1943, 2’565,000 hombres –que
representaban el 63% del total de las fuerzas de la Wehrmacht– combatían en el
Este, a los que hay que sumar el grueso de los 300,000 hombres de la Waffen SS.
El 1 de junio de 1944, 239 (el 62%) de las divisiones del Ejército alemán
luchaban en el Este. Con las operaciones en Italia en un punto muerto, hasta
junio de 1944, la Wehrmacht todavía consideraba a Occidente como semi-reserva.
En agosto de 1944, después de la apertura del segundo frente, mientras 2.1
millones de alemanes combatían en el Este, un millón se oponía a las
operaciones aliadas en Francia.
El número de bajas subraya está realidad. De setiembre de
1939 a setiembre de 1942, se puede acreditar que el grueso de los 922,000 (14%
de la fuerza total) muertos, heridos y desparecidos del Ejército alemán
combatió en el Este. Entre el 1 de setiembre de 1942 y el 20 de noviembre de
1943, este lúgubre conteo subió a 2’077,000 (30% de la fuerza total), de nuevo,
principalmente, en el Este. De junio a diciembre de 1944, después de la
apertura del segundo frente, el Ejército alemán sufrió la pérdida irrevocable
de otros 1’457,000. De esta cantidad, 903,000 (62% de la fuerza total) se
perdieron en el Este. Por último, después de perder 120,000 hombres ante los
aliados en la Batalla de Ardennes [Bélgica], los alemanes sufrieron la pérdida
de otros 2 millones –dos tercios a manos de los soviéticos–, entre el 1 de
enero y el 30 de abril de 1945.
El total de las pérdidas de la Wehrmacht al 30 de abril
de 1945, llegó a 11’135,500, incluyendo 6’035,000 heridos. De aquella cifra,
casi 9’000,000 cayeron en el Este. Finalizada
la guerra, las pérdidas de las fuerzas armadas alemanas totalizaron
13’488,000 hombres (73% de las fuerzas movilizadas y 46% de la población
masculina de Alemania). De ellos, 10’758,000 cayeron o fueron tomados
prisioneros en el Este. En la actualidad, la firme inscripción “muerto en el
Este” grabada en los innumerables epitafios en los cementerios alemanes, es el
mudo testigo de la matanza en el Este, donde
pereció la voluntad y la fuerza de la Wehrmacht.
Desde la guerra, los soviéticos se han quejado
amargamente sobre la ausencia de un verdadero segundo frente antes de junio de
1944, y el tema sigue siendo una fuente de suspicacia aún en la Rusia después
de la guerra fría. Sin embargo, las razones de los aliados para diferir el
segundo frente hasta 1944 fueron válidas, y la contribución de los aliados a la
victoria fue significativa. Como lo revelan la debacle norteamericana en el
Paso de Kasserine en diciembre de 1942 y el desempeño británico-canadiense en
Dieppe el 19 de agosto de 1942, los ejércitos aliados no estaban preparados
para operar en Francia en 1943, aún si hubiera habido (que no era el caso)
suficientes lanchas de desembarco disponibles para la invasión. Incluso el
éxito de los aliados en Normandía en 1944 fue estrecho y dependió, en parte, de
los errores de percepción de los alemanes. Una vez en Francia, después de la
incursión de las cabezas de playa de Normandía en agosto, las tropas aliadas de
2 millones de hombres en Francia infligieron serias pérdidas al millón de
alemanes que defendían –100,000 en Falaise y un total de 400,000, a diciembre
de 1944. En la ulterior Batalla de Ardennes (16 de diciembre de 1944 – 31 de
enero de 1945), los alemanes perdieron otros 120,000 hombres. Estas bajas en
Occidente, combinadas con el más de 1.2 millón de bajas en el Este, durante el
mismo período, rompieron el espinazo de la Wehrmacht y establecieron el
contexto para la destrucción de Alemania en 1945.
Además de su contribución al combate terrestre, los
aliados realizaron una importante campaña de bombardeo estratégico contra
Alemania (que los soviéticos no podían emprender) y, en 1944, sacaron de
combate a la mayor parte de la fuerza aérea táctica y operativa alemana. La
campaña de bombardeo estratégico produjo un daño significativo a los blancos
industriales alemanes, golpearon enérgicamente el bienestar y la moral de la
población civil alemana, y atrajeron en su vórtice y destruyeron a una gran
parte de la fuerza alemana de aviones de combate, que al principio fue
utilizada con bastante efectividad en funciones terrestres en el Este. Aunque
el poderío aéreo no es un arma que gana guerras, y la movilización industrial y
la producción de armamento alemanas alcanzaron su máximo en 1944, la campaña
aérea obstaculizó seriamente el esfuerzo bélico alemán.
Igualmente desastroso para los alemanes fueron las
pérdidas de aviones de combate táctico en esa campaña y en el combate en
Francia en 1944. Tan devastadora fueron esas pérdidas que después de mediados
de 1944, la fuerza aérea alemana no fue más un factor en el frente oriental.
Otra controversial contribución de los aliados a la
guerra fue el Programa de Lend-Lease
para enviar suministros a la Unión Soviética. Aunque el lado soviético siempre
ha minimizado la importancia de ese programa como apoyo al esfuerzo de guerra
soviético, la importancia global de la asistencia no puede ser subestimada. La
ayuda correspondiente a ese programa no
llegó en cantidades suficientes para establecer la diferencia entre victoria o
derrota en 1941-1942; los logros
deben ser atribuidos únicamente al pueblo soviético y a los nervios de acero de
Stalin, Zhukov, Shaposhnikov, Vasilevsky y sus subordinados. Cuando la
guerra continuó, sin embargo, Estados Unidos e Inglaterra proveyeron muchos de
los implementos de guerra y la materia prima estratégica necesaria para la
victoria soviética. Sin el alimento, la ropa y las materias primas
(especialmente metales) del programa, la economía soviética hubiera estado aún
más sobrecargada por el esfuerzo de guerra. Más concretamente, es posible que
sin los camiones, locomotoras y vagones del programa, cada ofensiva soviética
se hubiera estancado en la fase inicial, excediendo su capacidad logística en
cuestión de días. A su vez, esto habría permitido que los comandantes alemanes
escapen al menos de algunos cercos, y habría obligado al Ejército Rojo a
preparar y ejecutar muchos más ataques de penetración deliberados con el fin de
avanzar la misma distancia. Dejados a sus propios recursos, a Stalin y a sus
comandantes les habría tomado 12 0 18 meses más para acabar con la Wehrmacht;
probablemente el resultado final hubiera
sido el mismo pero los soldados soviéticos podrían haber vadeado las playas
atlánticas de Francia. Así, mientras el Ejército Rojo derramó la mayor cantidad
de sangre aliada, se hubiera derramado aún más sangre sin la ayuda aliada.
…la guerra con la Alemania nazi, le costó a la Unión
Soviética al menos 29 millones de bajas
militares. La cantidad exacta nunca podrá ser establecida, aunque algunos
revisionistas (*) han tratado de establecer una cantidad mayor a los 50
millones. También perecieron innumerables millones de civiles, y la desarticulación
de la población soviética durante la guerra fue catastrófica (comparable a una
ocupación enemiga de los Estados Unidos desde la costa atlántica hasta más allá
del río Mississippi). Millones de soldados y civiles soviéticos desaparecieron
en campos de detención y fábricas de trabajo esclavo en Alemania. Millones más
sufrieron daño mental y físico permanente.
La desarticulación económica fue igualmente seria. A
pesar de las grandes proezas de los soviéticos en movilizar su capacidad
productiva al interior de la Unión Soviética y al este de los Urales, y
construir una nueva base industrial en la región de los Urales y en Siberia,
las pérdidas de recursos y capacidad manufacturera en el occidente de Rusia y
Ucrania fueron catastróficas. La industria pesada en el Donbass, Leningrado,
Kiev, Jarkov y una cantidad de regiones cayeron bajo el control alemán, junto
con los depósitos claves de recursos minerales y las más importantes regiones
agrícolas de la Unión Soviética. Una vez más, hablando en términos de daño
equivalente en la capacidad económica y militar de Estados Unidos, es como si
los ejércitos alemanes hubieran conquistado territorio desde la costa del Este
hasta el río Mississippi y la parte oriental de las Grandes Llanuras...
Tomado de David M. Glantz
& Jonathan M. House, “When Titans
Clashed: How the Red Army Stopped Hitler”, University Press of Kansas,
1995, pp. 282-286.
(*) El autor se refiere a
los historiadores revisionistas, llamados así porque cuestionan lo generalmente
establecido y sostienen versiones contrarias a la tendencia principal sobre ciertos
hechos históricos y sus interpretaciones.
Traducido para “Crítica
Marxista-Leninista” por S. Fiume.
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