A diferencia de lo usual, de contar o celebrar la revolución de Octubre en Petrogrado, la cuna de la revolución, en esta oportunidad queremos conmemorar el 96º aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, contando una breve historia de la revolución de Octubre en Moscú, en 1917. Reproduciremos, en partes, el folleto del historiador soviético I. Mintz.
Ultima entrega
Los días de
Octubre en Moscú
La lucha por el poder en
1917
I. Mintz
(1941)
Los Guardias Rojos recuperan posiciones claves
En la mañana del 29 de octubre, las
tropas revolucionarias tomaron por asalto la oficina de correos y telégrafos y
la recuperaron. Los Guardias Rojos comprobaron que el Comité de Empleados había
estado reteniendo los telegramas del gobierno soviético. Las ciudades en las
que la revolución había triunfado fueron desconectadas de la red telegráfica. La
guardia en la oficina de telégrafos puso bajo arresto a parte de los miembros
del Comité de Empleados, y solicitó al Comité Militar Revolucionario que
enviara un comisario especial.
En Lefortovo, después de que los
obreros de los Arsenales de Moscú hubieron establecido telémetros, los disparos
de los cañones fueron más precisos. La Escuela Militar fue alcanzada por una
bomba tras otra. La mayoría de los cadetes y empleados de la escuela se rindió,
pero los junkers y los cadetes de la clase alta continuaron resistiendo.
En Jamovniky, el 29 de octubre,
pequeños grupos de tres a cinco guardias rojos se abrieron paso por casas y
patios, en la retaguardia del enemigo. Desde ahí lanzaron granadas a los
junkers y abrieron fuego súbito. Los soldados del 193er. Regimiento montaron
lanza-bombas en Prechistenka y Ostozhenka.
Uno de ellos fue montado en una trinchera. Las trincheras de los Blancos
estaban a sólo 200 pasos de distancia. El fuego graneado cubría el área entre
las dos líneas de trincheras de modo que era imposible levantar la cabeza.
Para entonces, el combate ya había
terminado en el distrito Zamoskvorechye. Los cosacos que intentaron ingresar al
centro, por órdenes de Ryabtsev, se encontraron con unidades del 55º Regimiento
y de la fábrica Mijelson y otras fábricas. Después de parlamentar brevemente,
los cosacos rindieron sus armas, a pesar de la protesta de sus oficiales.
Luego, el distrito Zamoskvorechye envió sus destacamentos armados a unirse al
combate en el distrito Jamovniky. Los hombres de Zamoskvorechye ocuparon
posiciones frente al Cuartel General del Área Militar y frente a la Escuela
Militar Alexandrovsky. Apoyados por su artillería, los destacamentos
Zamoskvorechye trabaron combate en la Puerta Nikitsky. Además de esto, una de
las más importantes tareas del distrito Zamoskvorechye vigilar que la central
eléctrica funcionara sin interrupción, una tarea que fue exitosamente cumplida.
Las operaciones de las fuerzas
armadas del Comité Militar Revolucionario fueron progresando con éxito.
Los junkers y oficiales fueron
obligados a rendirse en el Ayuntamiento, una posición muy importante en el
centro de la ciudad.
A las 9 de la noche del 29 de octubre,
el Cuartel General del Área de Moscú informó al Cuartel General:
“…las
fuerzas del enemigo están aumentando y el enemigo se está haciendo más fuerte
cada hora que pasa. Estamos completamente aislados de los suburbios… Hoy los
bolcheviques han tomado todas las estaciones de ferrocarriles y el Ayuntamiento
del centro de la ciudad; también nos vimos obligados a abandonar la oficina de
correos y telégrafos, dado que nuestras fuerzas, después de haber repelido
reiterados ataques, estaban exhaustas. Los hombres han sido trasladados a la
central telefónica.
“La
Escuela Militar Alexeyev, donde aún permanece una compañía de junkers, está
siendo defendida valientemente, pero la artillería pesada de los bolcheviques
ha destruido la parte superior del edificio y ha provocado incendios… La ayuda
es absolutamente imperativa, sin ella nuestra posición está lejos de ser
brillante.”
El
ulterior éxito de los Rojos parecía plenamente garantizado.
Al prometer ayuda a Moscú, el
general Dujonin pasó por alto el hecho de que el poder había pasado a manos de
los bolcheviques en una serie de puntos importantes, algunos de ellos en la
ruta que debían seguir los refuerzos. Así, el 28 de octubre, los obreros tenían
el control en Viazma, Kolomna, Shuya. Kazán, Tsaritsyn, Minsk, Novgorod,
Toropets, Kiev, Rechitsa, Vitebsk, Rzhev, Podolsk, Ufa, Bryansk, Yegorecsk y
Ryazan.
Kerensky revocó la orden de enviar
Dragones de Kaluga a Moscú, y, en lugar de eso, ordenó a ese regimiento que
vaya a Petrogrado en tren de pasajeros. Se hizo lo mismo en relación con los
carros blindados que se había pedido a Kaluga desde Moscú.
En lugar de los Dragones, a Moscú se
enviaron, desde Kaluga, dos compañías de cosacos de Kuban. Sin embargo, a
veinte millas de Viazma, éstos se encontraron con que el Soviet local había
arrancado las vías del tren. Hicieron un intento de llegar a Moscú haciendo un
rodeo, pero fueron detenidos en Tula.
Una brigada de caballería despachada
desde el frente suroccidental vía Gomel, Orsha y Viazma se encontró con un obstáculo
inesperado: el 623er. Regimiento de Infantería, que había sido enviado contra
Petrogrado, bloqueó la estación con sus tropas y declaró que no permitiría el
paso a Petrogrado o a Moscú, a ninguna sola unidad.
Los intentos de Dujonin de llamar a los
cosacos del Don, también fracasaron. El ataman Kaledin replicó que para que el
pueda enviar a algunos cosacos a Moscú “la situación debería ser sumamente
urgente, para justificar cualquier movimiento ante los ojos de los cosacos”. En
cualquier caso, Kaledin no podía atravesar la Cuenca del Donetz.
Los difamatorios intentos de los
representantes del “Comité de Seguridad Pública” para convencer a los soldados
en el frente de que “los bolcheviques habían organizado un pogrom en Moscú”
tampoco les ayudó.
La vigilancia de los obreros y
soldados revolucionarios impidió que los refuerzos pedidos por los
contrarrevolucionarios llegaran a Moscú. El “Comité de Seguridad Pública” no
recibió asistencia armada del exterior. Estaba programado que las tropas del frente
suroccidental llegaran el 30 de octubre. Esperaban que Petrogrado, donde había
estallado una rebelión de junkers, cayera en cualquier momento. La
contrarrevolución quería ganar tiempo, necesitaba ganar al menos un día o dos.
Lenin y Stalin seguían el curso de
los sucesos en Moscú con mucho detenimiento.
Lenin concedía una importancia
excepcional al resultado del combate por Moscú. En su primera carta acerca de
la insurrección, del 12-14 de setiembre, escribió:
“…no importa quién comience,
incluso Moscú puede empezar…”
Esas
no eran instrucciones. El jefe de la revolución simplemente estaba subrayando
que las cosas estaban maduras para una insurrección que lo menos que podía
causar era un proceso explosivo. En Moscú, la resistencia del enemigo era más
débil. Ahí no había organismos gubernamentales, y no se esperaba un estallido.
Siguiendo con detenimiento los más ligeros cambios en la disposición de las
fuerzas, el 29 de setiembre, Lenin había dicho que era posible empezar en
Moscú:
“Técnicamente, estamos en
posición de tomar el poder en Moscú (donde se puede comenzar, para tomar al
enemigo por sorpresa.”
A principios de octubre, Lenin
escribió por tercera vez:
“No es obligatorio “empezar”
en Petrogrado. Si Moscú “empieza” sin derramar sangre, indudablemente será
apoyado (1) por las simpatías del ejército en el frente, (2) por los campesinos
de todas partes, (3) por la flota y las tropas en Finlandia que se están desplazando a Petrogrado.”
Durante los días de Octubre, Lenin y
Stalin dedicaron permanente atención a Moscú, aunque estaban inmersos en el
trabajo de dirigir la insurrección armada en Petrogrado.
El 28 de octubre, Kerensky, que
había logrado escapar de Petrogrado gracias a la ayuda de la embajada
norteamericana, entró en Tsarskoye Selo. Había se encontraba emplazada una
guarnición de 20,000 soldados. Kerensky tenía la suficiente fuerza para obligar
a los soldados que vacilaban a ir en acción contra Petrogrado.
En Petrogrado, los junkers estaban
preparando una rebelión que coincida con la aproximación de las fuerzas de
Kerensky. El sonar de los cañones del general blanco Krasnov en las afueras de
Petrogrado, iba a servir de señal para el amotinamiento. Pero circunstancias
impredecibles precipitaron este levantamiento. Tarde, en la noche del 28 de
octubre, una patrulla de la Guardia Roja detuvo a dos individuos que lucían
sospechosos, fuera de la mansión Kshesinskaya, uno de los cuales trató de
deshacerse de una hoja de papel que tenía en su bolsillo cuando fue detenido.
Los guardias rojos los pusieron bajo arresto. Uno de ellos era Bruderer,
miembro del Comité Central del Partido Socialista-Revolucionario, y el papel
era el plan de amotinamiento de los junkers. Este plan fue informado
directamente al Comité Militar Revolucionario, que tomó las medidas
pertinentes.
A su vez, al saber que Bruderer
había sido arrestado y que el plan había caído en manos de los Rojos, los
Blancos iniciaron su motín en Petrogrado, en el amanecer del 29 de octubre.
Gracias a las medidas que habían sido tomadas, fue sofocado en unas pocas
horas.
Petrogrado envía ayuda a los bolcheviques de Moscú
Pero aun en esos momentos difíciles,
Lenin y Stalin tuvieron posibilidad de pensar en Moscú. El 29 de octubre, Lenin
habló en una conferencia de representantes de los regimientos de la Guarnición
de Petrogrado. Después de informar sobre la supresión de la rebelión de los
junkers en Petrogrado, Lenin dijo: “En Moscú, ellos [los junkers] han tomado el
Kremlin, pero las afueras, donde viven los obreros y la población en general,
no está en su poder.”
Lenin concluyó su discurso como
sigue: “No tengo duda de que los soldados y obreros de Petrogrado, que ya han
completado su victoriosa insurrección, podrán suprimir a los kornilovistas… Sin
perder una sola hora, un solo instante, debemos organizarnos, organizar nuestros
cuarteles generales. Esto debe ser hecho todos los días. Una vez organizados,
seremos capaces de asegurar la victoria en pocos días, y posiblemente antes”.
Ese mismo se envió a Moscú 500 marineros de Kronstadt en tren especial, para
ayudar a los bolcheviques moscovitas. Los marineros llegaron a Moscú en la
noche del 30 de octubre, y se unieron inmediatamente a la lucha.
Al día siguiente, por instrucciones
del Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, el camarada Sverdlov envió a
Moscú a un grupo bolchevique de especialistas de radio para que trabajen en la
estación de radio de ahí.
Después de que el motín de los
junkers fuera aplastado en Petrogrado, y toda la atención estaba centrada en la
lucha contra Krasnov y Kerensky, después de que el Comité Militar
Revolucionario de Moscú había tenido considerable éxito y la suerte de la
contrarrevolución parecía decidida, el Comité Ejecutivo nacional del sindicato
ferroviario salió en ayuda de las fuerzas contrarrevolucionarias. Confiados en
el apoyo de traidores Zinoviev, Kámenev y sus congéneres, el Comité dio un
ultimátum exigiendo que cesaran todas las operaciones militares so pena de una
huelga a iniciarse en la medianoche del 29 de octubre.
El Comité Central del Partido
Bolchevique decidió enviar dos representantes para negociar con el Comité
Ejecutivo del Sindicato Ferroviario, pero continuó haciendo rápidos preparativos
para repeler a Krasnov y Kerensky. En la mañana del 30 de octubre, cerca de
Pulkovo, se inició el avance decisivo contra las tropas de Krasnov y Kerensky.
Se declaró una tregua de
veinticuatro horas, a iniciarse en la medianoche del 29 de octubre. Los
representantes de los dos lados se reunieron en pabellón real de la Estación de
Ferrocarril Kursk. Los Blancos demandaron el cese de hostilidades. Los
representantes de las unidades revolucionarias, que habían sido invitados a la
conferencia, insistieron que los junkers entreguen sus armas sin condiciones.
Los delegados de una unidad de artillería que estaban en camino desde
Myza-Rayevo, para ayudar a los Rojos, exigieron a los delegados del 55º
Regimiento: alto a las negociaciones o no tendremos otra oportunidad para
disparar.
Mientras se realizaban las
negociaciones en el pabellón real, el bombardeo de los cañones, el traqueteo
del fuego de ametralladoras y el crepitar de los tiros de bala continuó
escuchándose en todo Moscú. A pesar de las órdenes, ninguna de las partes
suspendió las hostilidades.
La tregua provocó la más grande
indignación en todos los distritos.
“¡No
podemos controlarlos!”, decían los miembros del Comité Militar Revolucionario.
Cuando
la orden escrita sobre el cese de fuego le fue entregada a un artillero, le dio
un vistazo, lo estrujó en su mano, lo tiró a un lado con disgusto y dijo: “No
puedo entender qué clase de estupidez es esta”.
Y continuó disparando.
Tampoco
los Guardias Blancos observaron la tregua. Ryabtsev emitió la orden formal para
la suspensión de todas las operaciones militares, a las 6:30 p.m. del 29 de
octubre, pero esa noche los junkers irrumpieron a través del puente Borodinsky,
destrozaron la sede del distrito, capturaron la Estación de Ferrocarril
Bryansk, y unieron fuerzas con un batallón de choque que había llegado.
La
noticia de la acción de los junkers y del arribo del batallón de choque puso de
pie a todo el distrito Jamovniky. La Estación Bryansk fue recuperada el 30 de
octubre.
Otro
destacamento de soldados de choque llegó ese día a la Estación Bryansk se
rindió ante la Guardia Roja y los soldados que ocupaban la estación. Los
soldados de choque declararon que habían sido engañados, haciéndoles creer que
estaban siendo enviados a Moscú por uniformes nuevos. Tan pronto supieron que
la lucha se desarrollaba entre los soldados y los junkers, se pusieron a
disposición del Comité Militar Revolucionario de Jamovniky.
En el
distrito Gorodskoy, los Guardias Rojos y soldados estaban tan indignados con la
perfidia de los Blancos que inmediatamente tomaron por asalto la Central
Telefónica. En Lefortovo, el ataque a la Escuela Militar Alexeyev terminó
cuando a las 12 del mediodía del 30 de octubre, los junkers se rindieron. Trece
ametralladoras, una gran cantidad de rifles y otros suministros militares
fueron capturados en la escuela.
El ultimátum
del Comité Ejecutivo de los ferroviarios sólo servía a la contrarrevolución.
Aprovechando de la “tregua”, los junkers trataron de mejorar su posición
estratégica. Hicieron un avance desde la Puerta Nikitsky, a lo largo del
Tverskoy Boulevard, intentando tomar los puentes sobre el río Moscú, e hicieron
un intento desesperado por ingresar en Krymskaya Ploshchad. Pero fueron
rechazados en todos los puntos.
La
amenaza del Comité Ejecutivo del Sindicato Ferroviario fue letra muerta.
Desacatando a sus dirigentes, los ferroviarios de base apoyaron la revolución.
Retrasaban a las tropas enviadas para ayudar a Ryabtsev y al mismo tiempo
facilitaban el avance rápido de los destacamentos de Guardias Rojos y soldados
que se dirigían a Moscú, descubrían transportes de armas e inmediatamente los
entregaban a las unidades revolucionarias. De Serpujov y Podolsk, de Vladimir y
Shuya, de Alexandrov y Kovrov, llegaban hombres para ayudar a los obreros
moscovitas. ¡Parecía que toda la región se había levantado en armas!
Mientras
tanto el Cuartel General del Area hacía todo lo que estaba a su alcance para
conseguir ayuda. Sobre las autoridades competentes, el teniente Rovny rogaba a
Kaluga que le enviara un destacamento y carros blindados, o, si esto no era
posible, por lo menos una parte de un destacamento regular.
Kravchuk,
el segundo asistente de Ryabtsev, salió de Moscú en secreto, se abrió paso a
Smolensk, y desde ahí empezó a hacer solicitudes urgentes al Cuartel General,
como qué había pasado con la unidad de caballería que se había prometido que
llegaría el 30 de octubre. Kravchuk fue puesto en contacto con Dujonin.
“La
situación en Moscú es seria”, informaba, “debido a la falta de municiones y
suministros. La moral de los hombres es firme y persistente. Los arsenales y
polvorines han sido capturados por los bolcheviques. Cuando salí, se había
formado un destacamento para tomarlos por asalto y recuperarlos. No sé si tuvo
éxito o no. Si no fue así, no podremos sostenemos por mucho tiempo y es
bastante probable que tengamos que luchar para escapar de Moscú…”
Dujonin le dijo qué unidades habían sido
enviadas y le informó que, en el frente rumano, se estaba organizando un
destacamento de seis batallones y una unidad de artillería, especialmente para
Moscú. Además de eso, se había pedido a Kaledin de la región del Don que envíe
cosacos.
“Con
vuestra ayuda podremos mantener Moscú”, dijo Kravchuk, contento con las
noticias.
En la noche del 30 de octubre, se
realizó una gran reunión en la Duma municipal. Asistieron: el “Comité de
Seguridad Pública”, el presídium del Soviet de Diputados de Soldados, el Comité
de Moscú del Partido Socialista-Revolucionario y representantes de las
fracciones en la Duma. La reunión parecía más un funeral que una conferencia
política. Rudnev tomó la palabra y anunció el fracaso de las negociaciones con
los bolcheviques; declaró que la continuación de la lucha era inevitable y
culpó de ello a los bolcheviques.
De pronto, las luces se apagaron.
Los bolcheviques habían cortado la energía eléctrica en los distritos ocupados
por los Blancos. La tenue luz de las velas que se procuraron rápidamente,
acentuaba el aspecto fúnebre de la reunión.
Las fuerzas de Kerensky en camino
Tarde, en la noche del 30 de
octubre, el combate se hizo más intenso en todos los distritos.
Para ese entonces, la situación en
Petrogrado también había cambiado. El ataque a Kerensky, que había empezado en
la mañana del 30 de octubre, había tenido éxito. Tsarskoye Selo había sido
tomada, y Kerensky se dirigía en retirada a Gatchina. En camino a Gatchina,
Kerensky envió un mensaje telefónico a Petrogrado, pidiendo que se establezcan
negociaciones con los bolcheviques. El mensaje iba dirigido al “Comité para la
Salvación de la Patria y la Revolución” –un organismo contrarrevolucionario que
se había organizado en Petrogrado el 25 de octubre. El Comité imprimió esta
propuesta de Kerensky y la distribuyó en todos los regimientos. Los agitadores socialista-revolucionarios
y mencheviques fueron por la ciudad anunciando: “Los bolcheviques insisten en
prolongar la guerra civil, mientras que Kerensky está de acuerdo en terminarlo.
Elijan delegados y envíenlos al Comité Militar Revolucionario”.
Los sectores más activos de los
regimientos de Petrogrado estaban en el frente, combatiendo contra Krasnov y
Kerensky. Casi todas las fuerzas de la Guardia Roja también estaban en el
frente. Los soldados que quedaron cayeron víctimas de la provocación de los
socialista-revolucionarios y mencheviques. Se eligió una delegación de casi
treinta personas, encabezada por los representantes del Regimiento
Preobrazhensky, que había permanecido neutral durante los días de la
insurrección de Octubre.
El 31 de octubre, esta delegación
fue recibida por el camarada Stalin. Uno de los hombres de Preobrazhensky leyó
su mandato, que obviamente había sido redactado bajo el dictado de
socialista-revolucionarios y mencheviques. Los soldados demandaban que se enviara
al frente a una delegación de representantes de todos los partidos –desde
bolcheviques hasta “socialistas populares”– para negociar con Kerensky;
mientras este último partido era difícilmente diferenciable de los
demócrata-constitucionalistas (cadetes) aun bajo microscopio, Stalin tomó la
palabra. Les habló acerca de la situación en el frente, les demostró que el
mandato de los hombres de Preobrazhensky simplemente le estaba haciendo el
juego a Kerensky, quien sólo quería ganar tiempo, y les explicó las desastrosas
consecuencias a las que conducirían las negociaciones con Kerensky. El discurso
de Stalin dividió a la delegación. Los representantes del Regimiento lituano
declararon que ellos siempre se habían alineado con el Comité Militar
Revolucionario.
Stalin habló nuevamente y les
explicó la maniobra de Kerensky.
“Kerensky ha dado un ultimátum
exigiendo que se depongan las armas”, dijo.
Los delegados de los regimientos
comprendieron que habían escapado, por poco, de caer víctimas de los engaños de
los socialista-revolucionarios y mencheviques, y estuvieron de acuerdo en
enviar una delegación en nombre del Comité Militar Revolucionario para hablar,
no con Keresnky y Krasnov, sino con los cosacos y soldados, planteándoles las
siguientes cuestiones:
1.
¿Los cosacos y soldados de Kerensky
reconocen al Comité Ejecutivo Central [del Soviet] como el órgano del poder del
Estado?
2.
¿Reconocen las decisiones del Segundo
Congreso de los Soviets?
3.
¿Reconocen los decretos de Lenin sobre
la tierra y la paz?
4.
¿Están de acuerdo con arrestar a
Krasnov y Kerensky?
Así
terminó la última maniobra de Kerensky.
El 1
de noviembre, todo terminó con Krasnov y Kerensky. Kerensky se fugó y Krasnov
fue arrestado.
Ese
mismo día, tan pronto el Comité Central del Partido supo del arresto de Krasnov
y la fuga de Kerensky, Lenin declaró en una reunión del Comité Central que las
negociaciones con el Comité Ejecutivo de los Ferroviarios debían interrumpirse,
dado que las habíamos utilizado únicamente como cortina para nuestras operaciones
militares. Las actas de esta reunión establecen que Lenin “considera que
la política de Kámenev debería ser abandonada inmediatamente. Este no es
momento para hablar con el Ejecutivo de los ferroviarios. Debemos enviar tropas
a Moscú”.
Lenin
habló por segunda vez en esa reunión, haciendo la siguiente demanda:
“…las negociaciones servían
como cobertura diplomática para nuestras operaciones militares. La única
decisión correcta sería terminar con la indecisión de los vacilantes y asumir
una actitud totalmente decidida. Debemos ir en ayuda de Moscú y entonces
aseguraremos nuestra victoria.”
Por
instrucciones de Lenin y Stalin, la noche anterior se habían enviado a Moscú
2,000 Guardias Rojos y marineros de Kronstadt. Para asistir a Moscú, se había
enviado también un tren blindado.
El
anillo de los Rojos que llegaban se hacía más estrecho en las calles centrales.
A pesar de la desesperada resistencia, los junkers fueron forzados a retroceder
gradualmente hacia el Kremlin. Estaban siendo cercados por todos lados. Los
destacamentos de Zamoskvorechye presionaban en el centro, desde los puentes
Krymsky, Kamenay y Moskvoretsky. En este sector los junkers dieron singular
batalla. El cuartel general militar de los Blancos estaba localizado en
Prechistenka; en ese mismo distrito había dos escuelas de formación de
oficiales. Los residentes de las calles Prechistenka, Arbat, Ostozhenka y
Povarskaya –los barrios residenciales aristocráticos de Moscú– eran hostiles a
los bolcheviques. Se disparaba contra los Guardias Rojos desde ventanas y
azoteas. Era como si cada casa fuera un enemigo de los bolcheviques.
Pero incluso en estos distritos
hostiles los atacantes tenían aliados. Un par de jóvenes, sin aliento, corrió
hacia uno de los destacamentos, informándoles que los junkers se habían abierto
paso desde la parte de atrás –a lo largo de Levshinsky Pereulok. Los Guardias
Rojos rápidamente ocuparon una casa grande en Prechistenka, justo frente a
Levshinsky Pereulok, y abrieron fuego sobre los junkers, obligándolos a retroceder.
La lucha por Moscú se intensifica
Hubo batallas feroces en Ostozhenka.
Ahí se libró una guerra regular de trincheras. Los Blancos cavaron trincheras a
lo largo de la calle, apostaron ametralladoras y lanza-bombas. Los Guardias
Rojos y los soldados también se atrincheraron, a treinta o cuarenta pasos de
distancia. El clima era horrible –aguanieve y nieve se alternaban sin tregua.
Los hombres tenían que yacer en el fango de las trincheras. Con el frío hasta
la médula, los Guardias Rojos se turnaban para calentarse en la casa de té más
cercana, que servía como base de primeros auxilios y economato. Sus lugares
eran tomados por el hijo de un obrero de la fábrica Mijelson. Nada podía hacer
que dejara las trincheras. El disparaba en turnos, desde cada rifle, para
impedir que los junkers se dieran cuenta que los hombres habían salido de las
trincheras. Accidentalmente se le cayó un rifle al otro lado del parapeto.
Queriendo recuperarlo, saltó la trinchera y se expuso completamente. Una
ametralladora junker acribilló al muchacho. Durante tres días, este heroico
joven luchó con la muerte. Cuando sus camaradas de trinchera fueron a visitarlo
en el hospital, su primera pregunta fue:
“¿Y?
¿Tomaron el cuartel general? ¿Le dieron su merecido a los junkers?”
“Sí”,
le dijeron. “¡Hurra!”, gritó con una voz débil. Una sonrisa se formó en su
rostro pálido, mientras desfallecía, para no hablar más.
Pyotr
Dobrynin, un obrero de la fábrica de telégrafos y teléfonos, también murió en
las batallas de este distrito. A pesar de que había sido herido seriamente en
el hombro, permaneció en su puesto. Varias veces tomó parte en salidas de
reconocimiento. Durante una de esas incursiones, los junkers abatieron a este heroico obrero.
Lyusinova, una comunista, también murió en este distrito. Una plaza y una calle
de Moscú llevan ahora el nombre de estos combatientes caídos.
Fue la artillería la que decidió la
cuestión de las batallas de Octubre en Moscú. Para aplastar la resistencia de
los junkers, se decidió bombardear el Kremlin con cañones pesados. P.K.
Sternberg, profesor de Astronomía y viejo bolchevique, que era Jefe del Staff
del Comité Militar Revolucionario del distrito de Zamoskvorechye en ese
momento, abogó esa medida con energía.
El 1 de noviembre, el Comité Militar
Revolucionario de Zamoskvorechye escribió al Comité Militar Revolucionario
Central:
“…Mayor
demora e indecisión pueden ser desastrosas para el triunfo de la revolución.
Por esta razón, el Comité Militar Revolucionario de Zamoskvorechye propone que
se pongan en acción cañones de 6” y pide vuestra opinión sobre este asunto.”
El
documento estaba firmado por Sternberg. El Comité Militar Revolucionario
respondió que estaba en completo acuerdo con esa propuesta:
“…Temprano,
en la mañana, se ha emitido una orden urgente para abrir fuego sobre el
Kremlin… Esto deberá ser realizado antes de las 10 a.m., de hecho mucho más
temprano…”
La artillería pesada abrió fuego el
1 de noviembre. Ese día marcó un punto de viraje en Moscú, como lo hizo en los
suburbios de Petrogrado. Primero que todo, la central telefónica en Milyutinsky
Pereulok, que se había convertido en una fortaleza prácticamente inexpugnable
del enemigo, fue tomada, después de que a los Guardias Rojos tuvieran la feliz
idea de instalar un lanza-bombas en el campanario de una iglesia adyacente. Más
aún, los Guardias Rojos y los soldados estaban prácticamente en las murallas
del Kremlin. Una batería estacionada en el Teatro Bolshoi mantuvo un bombardeo
constante sobre el Hotel Metropole, que el enemigo había hecho uno de sus
baluartes. Los junkers herían a un artillero tras otro, pero otros tomaban sus
lugares, y el bombardeo continuaba sin parar. En la madrugada del 2 de noviembre,
después de tres horas de bombardeo, las unidades Rojas, dirigidas por el
camarada Frunze, tomaron el Metropole por asalto. La Duma municipal ya había
sido abandonada por los Blancos, durante la noche. El “Comité de Seguridad
Pública” se había dirigido al Kremlin.
Los cañones de 6”, que lanzó
andanadas en un lado del Kremlin, desde la ladera de Vorobyovy, se convirtieron
en el ardid. El 1 de noviembre, la artillería pesada había abierto fuego, y
después esa noche Ryabtsev anuncio sus términos de rendición. Los cañones
soviéticos seguían bombardeando el Kremlin en la mañana del 2 de noviembre, y
bajo el fuego de la artillería creció la docilidad se Ryabtsev.
Los socialista-revolucionarios y los
mencheviques hicieron un intento más por ayudar a los Blancos. Esta vez
plantearon la cuestión de una tregua inmediata y se esforzaron en suavizar los
términos de la rendición. Pero a las 6 de la mañana del 2 de noviembre,
Ryabtsev, incapaz de esperar un minuto más el regreso de sus mediadores, envió
una carta de capitulación al Comité Militar Revolucionario.
Los Guardias Blancos entregan Moscú
Los representantes del Comité
Militar Revolucionario y los representantes de Ryabtsev se reunieron en la sede
del consejo de la Gubernia. El cañoneo de la ciudad había alcanzado su zenit en
ese momento. Cuando el viento abría una ventana, el fuego de artillería se
podía escuchar con facilidad. Las delegaciones llegaron a un acuerdo sobre los
términos de la rendición de las unidades Blancas. Este acuerdo fue firmado el 2
de noviembre, a las 5 de la tarde. El “Comité de Seguridad Pública” fue
disuelto. Los prisioneros de ambos lados fueron liberados inmediatamente. Hasta
el último momento, los traidores en el Comité Militar Revolucionario aun se las
arreglaron para influir sobre los vacilantes. Otra vez se cometió un error que
bordeaba con la traición. Se garantizó a los junkers su libertad y la
inviolabilidad de su persona.
Las unidades revolucionarias
rodearon el Kremlin. Muchos de los hombres habían preparado escaleras de soga y
trataron de subir las murallas del Kremlin para acabar con los Blancos más
rápido. Los junkers en el Kremlin, que veían que todo había terminado para
ellos, enviaron delegados para negociar su rendición. En la madrugada del 3 de
noviembre, el Kremlin fue tomado. Cansados, pero orgullosos de su victoria, los
destacamentos revolucionarios de Moscú marcharon a través de las antiguas y
bombardeadas puertas del Kremlin.
Una serie de escaramuzas aisladas
todavía tuvieron lugar en una y otra parte, el 3 de noviembre. Las masas
estaban indignadas porque los Guardias Blancos prisioneros habían sido
liberados y porque sus delitos quedaban impunes. Fue necesario confinar a los
junkers en prisión después de haberlos desarmado, para evitar los intentos de impartirles
justicia sumaria. Pero no sólo los soldados y los obreros estaban indignados.
El 3 de noviembre, representantes de varios comités distritales se reunieron en
la sede del Comité Militar Revolucionario. Exigieron que se declare nulo el
acuerdo, que los junkers sean arrestados u que los líderes
contrarrevolucionarios sean ejecutados.
Su instinto de clase no les
engañaba. Después de la capitulación, los líderes del “Comité de Seguridad
Pública” se pusieron a trabajar instigando el sabotaje en todas las empresas de
Moscú. La Duma municipal asignó una gran suma con fines de sabotaje. La mayoría
de los oficiales y junkers liberados se dirigió al Don y a Ucrania, a unirse a
las filas de los ejércitos Blancos que se estaban reuniendo allí.
La insurrección de Octubre en Moscú
duró ocho días, considerando al 25 de octubre como el día que marca el inicio
de las hostilidades activas. Una serie de errores cometidos durante los días de
Octubre tienen la culpa de esto.
En Petrogrado, el esfuerzo
contrarrevolucionario de los junkers había sido aplastado literalmente en pocas
horas.
En Moscú, sin embargo, la dirección
de la insurrección demostró lentitud e indecisión, mientras que algunos
miembros de los órganos dirigentes fueron incluso culpables de vacilación
traidora, que condujo a la prolongación de la lucha.
No se hicieron preparativos para la
insurrección. Los centros que iban a dirigir las operaciones de combate se
formaron tarde.
El 10 de octubre, Lenin había hecho
su informe sobre la insurrección armada. En este informe, remarcó dos veces que
políticamente las condiciones estaban dadas para la insurrección y que ahora
era necesario considerar su aspecto técnico, esto es, la preparación de las
fuerzas de combate y las armas, y el plan de la insurrección.
Hubo una reunión del Comité Regional
del Partido en Moscú, el 14 de octubre, en el que se discutió en detalle la
resolución del Comité Central del 10 de octubre. Pero no se tomó ninguna medida
seria para la preparación técnica de la insurrección después de esta reunión.
Los órganos que iban a dirigir el combate se crearon tarde. Mientras el Comité
Militar Revolucionario de Petrogrado había sido organizado diez o doce días
antes y el Centro del Partido aproximadamente ocho días antes de la insurrección,
en Moscú, el Comité Militar Revolucionario fue organizado recién el 25 de
octubre, cuando el manifiesto firmado por Lenin acerca de la deposición del
Gobierno Provisional ya había sido distribuido en todas las calles de
Petrogrado.
En Moscú, el vínculo entre el
Partido Bolchevique y los soldados no era tan fuerte al inicio de la
insurrección, porque los Soviets de Diputados de Obreros y el Soviet de
Diputados de Soldados estaban separados hasta el último momento. Esto trabajó a
favor de los socialista-revolucionarios y los mencheviques durante un largo
tiempo, porque les permitió tener una mayoría en el Comité Ejecutivo del Soviet
de Diputados de Soldados. Sólo en el curso de la insurrección armada, cuando la
presión de las masas desde abajo, se estableció un órgano especial para dirigir
el Soviet de Diputados de Soldados.
Bajo instrucciones del Comité del
Partido de Moscú, el Comité Militar Revolucionario en Moscú incluyó a
mencheviques y a los que estaban a favor de la unidad con éstos. En Petrogrado,
las medidas defensivas, incluyendo invitar a otros partidos a unirse al Comité
Militar Revolucionario, fueron simplemente pantallas para la ofensiva, mientras
que en Moscú se tomó con seriedad que los otros partidos se unieran. Los
socialista-revolucionarios y los mencheviques perseguían un propósito definido
–evitar que los bolcheviques prepararan y desarrollaran una acción resuelta.
En el Comité Militar Revolucionario
de Moscú –tanto en el centro como en los distritos de verdaderas operaciones–
no hubo expertos en asuntos militares. Esta circunstancia técnica explica en parte
el elemento de caos que existió durante las primeras horas de la insurrección.
El papel de Lenin y Stalin en la insurrección armada de
Moscú
En Petrogrado, la insurrección fue
extraordinariamente bien organizada. En Moscú, al principio se desarrolló de
forma más o menos espontánea.
“Una vez que la insurrección
ha empezado, se debe actuar con la mayor determinación, y tomar la ofensiva,
sin dudar. ‘La defensiva es la muerte de toda insurrección armada’.” Así
enseña Lenin.
Moscú tuvo toda la oportunidad de
poner en práctica este principio marxista, esta ley de la insurrección armada,
de enviar las unidades más confiables a los puntos más importantes, de rodear
al enemigo y obligarlo a rendirse, posiblemente incluso sin presentar batalla.
Hubo suficientes fuerzas disponibles para lograr esto: ya al principio de la
insurrección la abrumadora mayoría de los obreros estaba con los bolcheviques,
un considerable porcentaje de la Guarnición apoyaba activamente a los
bolcheviques y de lejos una mayor parte simpatizaba con ellos.
Pero entre los miembros del Comité
Militar Revolucionario, así como en el Centro del Partido, hubo gente que no
tenía fe en la fortaleza de la revolución proletaria, que negaba la posibilidad
de la victoria de la revolución proletaria y de la victoria del socialismo en
Rusia. Ellos estaban contra la insurrección armada y pensaban impedirla. Antes
de la insurrección y en el curso de la insurrección entraron en negociaciones
traidoras con el enemigo de clase. Y el enemigo tomó ventaja de esas
negociaciones. Ganó tiempo, que utilizó para organizarse. Se apoderó del
Kremlin mediante un engaño, rodeó la sede del Soviet y presentó un ultimátum al
Comité Militar Revolucionario. Más todavía, incluso después de que se iniciaran
las operaciones, en ciertos momentos, el Comité Militar Revolucionario
retrocedió a tácticas defensivas.
El 29 de octubre, gracias a la
acción resuelta de los distritos y las unidades revolucionarias de la
Guarnición, la situación mejoró considerablemente. El éxito alcanzado había
abierto la posibilidad de terminar con los junkers el 31 de octubre. Pero el
Comité Militar Revolucionario suscribió una tregua; es cierto que sólo por 24
horas, sin embargo, este fue un factor importante en la prolongación del
combate, pese a que los distritos no observaron la tregua. Hubiera sido posible
hacer lo que se hizo finalmente el 2 de noviembre, cuando las negociaciones
sirvieron como cobertura para acciones militares. Eso es lo que se hizo en
Petrogrado todo el tiempo: las negociaciones fueron realizadas cuando era
necesario realizarlas, pero bajo la cobertura de esas negociaciones se completó
la derrota de la contrarrevolución.
La insurrección de Octubre en Moscú
fue una genuina insurrección popular. Las amplias masas de obreros y soldados
participaron en la lucha. Las fábricas y plantas de Moscú fueron los baluartes
de esta insurrección. Los obreros ubicaron en la vanguardia a sus mejores
combatientes, ellos proporcionaron los brazos y todo los que era necesario para
la victoria. Su entusiasmo revolucionario, su disposición a sacrificar sus
vidas por la causa de la revolución, ejercieron una enorme influencia sobre las
masas de soldados. Los Guardias Rojos estuvieron en las frentes de combate de
casi todas las operaciones militares, arrastrando tras de sí a los soldados.
Las masas de obreros y un sector de la Guarnición exigieron que los centros
revolucionarios distritales sean intransigentes y firmes y que ejecuten un
ataque decidido. Gracias al audaz emprendimiento y a la heroica determinación
de los obreros progresistas y los centros distritales se corrigieron una serie
de errores cometidos por el Comité Militar Revolucionario.
Ataque y no defensa, como Lenin
predijo en sus conclusiones de los resultados de la insurrección de diciembre
de 1905 en Moscú, fue la consigna de las masas. Aprendida la lección de
diciembre de 1905, los obreros de Moscú sabían que sólo una desesperada y
sangrienta lucha, como Lenin escribió, sólo una vigorosa ofensiva, podía
asegurar la victoria. Los centros distritales a su vez insistieron que los
órganos centrales y dirigentes de la insurrección asumieran tácticas ofensivas.
El triunfo en Moscú se obtuvo gracias a la abnegación de las masas.
En Moscú, como en Petrogrado, la
organización de la insurrección y su dirección estuvo completamente en las
manos de un partido – el Partido Bolchevique.
En Moscú, como en Petrogrado, los
verdaderos inspiradores de la insurrección fueron Lenin y Stalin, a quienes la
organización bolchevique de Moscú como un todo siguió sin reservas.
Desde el inicio de las batallas de
Octubre en Moscú, Lenin, el gran genio de la Revolución Socialista, siguió el
desarrollo de esta lucha con la máxima atención. El 30 de octubre, envió 500
marineros de Kronstadt para ayudar a los obreros moscovitas. El 31 de octubre,
el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, encabezado por el camarada
Stalin, envió un grupo de expertos militares a Moscú a operar la estación de
radio y también un destacamento de Guardias Rojos de Petrogrado para reforzar
los contingentes revolucionarios del proletariado de Moscú. Este destacamento,
puesto a disposición del centro de la Guardia Roja y del Comité Militar
Revolucionario del distrito de Gorodskoy de Moscú, tomó posiciones en las
inmediaciones de Sujarevskaya Ploshchad, inmediatamente después de su arribo a
Moscú. Otros 2,000 Guardias Rojos, marineros de Kronstadt y soldados llegaron a
los cuarteles generales de las tropas revolucionarias en la mañana del 1 de
noviembre, y lucharon heroicamente en las calles de Moscú.
Las fuerzas enviadas a Moscú por
Lenin y Stalin trajeron consigo la experiencia de la insurrección de Petrogrado
y junto con los obreros y soldados moscovitas derrotaron completamente a las
fuerzas de la Guardia Blanca. Destacamentos de otras ciudades –de
Ivanovo-Voznesensk, de Shuya y Kovrov bajo la dirección de M.V. Frunze, y de
Orejovo-Zuyevo– también llegaron en ayuda de los obreros y soldados de Moscú.
El arribo de estos refuerzos revolucionarios, particularmente desde Petrogrado,
ayudó a los bolcheviques moscovitas a aplastar a la contrarrevolución.
Como en Petrogrado, el pueblo
conquistó la victoria en Moscú, bajo la dirección del Partido Bolchevique, bajo
la dirección de esos dos grandes genios, Lenin y Stalin.
Fuente: The October Days in Moscow. The Struggle for the
Power in 1917, de I. Mintz, Workers Library Publishers, New York, 1941.
Traducido para “Crítica Marxista-Leninista”
por Thiago R