El mito de
las “profundas” discrepancias entre Lenin y Stalin en los últimos meses de actividad
política de Lenin, ha sido creado con el fin de establecer una supuesta ruptura
en la dirección de los destinos de la Rusia soviética y del Partido bolchevique
en los periodos en que –cada uno en su momento– fueron los dirigentes máximos.
De esta forma, se presenta un supuesto antagonismo entre Lenin y Stalin que
tenía como base una diferencia de principios, que explicaría la desviación de
este último, el surgimiento del “stalinismo” y la degeneración del Partido y la
URSS.
Está demás
decir que el origen de este mito se encuentra en la versión que Trotsky da
sobre la “historia de la revolución rusa” y en sus escritos de combate contra
el bolchevismo de Lenin y Stalin. Servida la mesa de esta forma, la burguesía y
sus intelectuales, tenían todas las armas necesarias para desarrollar una
masiva y descomunal lucha por enlodar la figura de Stalin, desvirtuar la
realidad de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética y atacar los
fundamentos del marxismo-leninismo. En ese esfuerzo, han contado y cuentan con
una reserva de revisionistas, oportunistas y trotskistas que actúan como
verdaderos agentes en el movimiento obrero y popular.
La férrea
defensa del legado de Lenin y Stalin, de la valiosa experiencia histórica de la
dictadura del proletariado y la construcción del socialismo en la URSS y otros
países, y de los ideales del socialismo y el comunismo, por parte de los comunistas
y revolucionarios del mundo, han puesto evidencia las mentiras, falsedades,
distorsiones, calumnias, etc. que la burguesía, sus intelectuales y sus agentes
han creado y difundido con todos los medios a su alcance. Esto ha llevado a que
en el seno de esa intelectualidad burguesa y pequeñoburguesa surjan voces y
plumas que se ven obligadas a reconocer la falta de veracidad de los sesudos
estudios de “sovietólogos”, “sinólogos”, “especialistas en la Guerra Fría”,
etc. y se embarquen en la tarea de revisarlos. Son los llamados “revisionistas”
en el campo de la historia, que sin abandonar su concepción burguesa de la
historia, enfrentan la tarea de reinterpretar los hechos históricos, cada vez
mejor documentados, de una manera más “profesional”, más “realista”, menos militante,
menos “partidista”.
Los últimos
meses de vida de Lenin y su “conflicto” con Stalin están mejor documentados
hoy, y permiten reafirmar que las diferencias entre ambos líderes bolcheviques no
era de principios, como Trotsky trató de presentarlas y como los historiadores
burgueses “soldados de la Guerra Fría” se encargaron de consagrar con su “rigurosidad”
académica. Moshe Lewin es considerado una “autoridad” en lo referente a los
últimos días de Lenin, y su libro “El último combate de Lenin” fue considerado
por muchos como la última palabra sobre el tema. Sin embargo, no necesitaba
caerse el muro de Berlín ni abrirse los archivos secretos soviéticos para
demostrar la inconsistencia de ese libelo. Los escritos de Lenin y Stalin nos
ofrecen las fuentes básicas para conocer la posición de ambos en los temas
candentes de la revolución y la construcción socialista.
Sin embargo,
no está demás conocer cómo en los predios de la historiografía burguesa se
trata de corregir la falta de objetividad, la ausencia de apego a la verdad y
otros pequeños defectos de los “estudios” que han sido los pilares en la parcela
del estudio de la historia que les ha tocado. Presentamos a continuación la parte
introductoria y el acápite correspondiente a la cuestión nacional y la formación
de la URSS del ensayo de Erik Van Ree titulado “‘Lenin’s Last Struggle’ Revisited”, en el que discute y contradice
el libro de Moshe Lewin. El autor reconoce que el “modelo” y las tesis de Lewin
hace tiempo que fueron cuestionados y socavados por otros estudios posteriores,
sin embargo, confirma que el libro sigue teniendo presencia y audiencia.
En lo
relativo a la cuestión nacional y la formación de la URSS, Lenin y Stalin
tuvieron discrepancias que se remontaban a 1920. Sin embargo, estas nunca
fueron de principios, siempre fueron secundarias y específicamente eran
discrepancias de forma y de tiempos. En octubre de 1922, Lenin decía que Stalin
tiene tendencia a apresurarse, mientras que Stalin, llevado por el calor de la polémica,
criticaba a Lenin de liberalismo nacional. Ambas referencias tenían que ver con
el problema de la formación de la URSS. Lenin y Stalin, como auténticos los
marxistas, eran partidarios del centralismo, en oposición a la fragmentación o división
de los pueblos y naciones. Centralismo que es impulsado por el desarrollo
capitalista y que la sociedad socialista debía saber conducir. El ideal último
era la Unión de Repúblicas Soviéticas del mundo, como paso a la sociedad sin
clases. Sin embargo, la revolución socialista triunfó en un país atrasado, amplio
y con muchos rezagos semifeudales, que jugarían en contra de esa tendencia a la
centralización. Ese reconocimiento, que hasta entonces había sido teórico, obligó
a que Lenin y Stalin reconocieran la necesidad práctica de formas intermedias
de asociación de las naciones en camino a la Unión de Repúblicas Soviéticas. El
derecho a la autodeterminación debía ser enfrentado de forma diferente según la
realidad de cada nacionalidad y según las condiciones del desarrollo de la
revolución, incluso dentro del propio territorio de la antigua Rusia zarista.
En los
primeros años del Poder Soviético, la forma de avanzar en el camino de la Unión
soviética fue la de incorporar a las naciones no rusas en la República
Socialista Federativa Soviética de Rusia, concediéndoles la autonomía. Sin
embargo, la implementación de la política nacional soviética tuvo que
considerar la realidad cambiante provocada por la Guerra Civil y las
condiciones particulares que en distintos momentos presentaban las distintas
naciones no rusas. En setiembre de 1922, Stalin consideraba que la forma de
hacer realidad la Unión soviética era incorporar, al igual que los primeros
años, las naciones no rusas en la RSFSR. Lenin consideraba que la Unión se
debía lograr con la unidad federal de repúblicas en igualdad de condiciones.
Este era el aspecto formal del asunto, aquel en el que los seudohistoriadores y
seudointelectuales encuentran la diferencia de “principio” entre Lenin y
Stalin. En este punto, se dice que Stalin –seguramente, por su “sed de poder” y
su “carácter despótico”, desde la cuna– era centralista, que no le interesaban
los derechos de las naciones no rusas, entre ellas su Georgia. Sin embargo, la
diferencia era tan de forma, que luego de una conversación privada con Lenin,
en setiembre de 1926, Stalin accedió a aceptar la fórmula de Lenin. E incluso la
perfeccionó en el proyecto del tratado de constitución de la URSS que elaboró.
Otra
diferencia, más importante pero que los “estudiosos” pasan por alto es el de unificación
de los gobiernos y órganos ejecutivos de las naciones no rusas y la RSFSR. En
este aspecto del problema, Lenin era partidario de una subordinación a la
RSFRS, era más centralista que Stalin. También en este punto eran diferencias
secundarias, cuestión de estimación del ritmo de avance de la Unión.
Sin embargo,
cuando el proyecto elaborado por Stalin, considerando las observaciones de
Lenin, ya se había aprobado en el Comité Central, Lenin hace un cambio de posición
provocado por la cuestión de Georgia y el exabrupto de Ordzhonikidze. Como se
ve en la cita que reproduce el artículo, Stalin se queja que cuando todo ya
está aprobado, incluso por Lenin, éste se olvida de todo. Como bien remarca el
autor, no es Stalin el que cambia de posición en relación a los acuerdos del CC
con la ratificación de Lenin. Pero aún en esta nueva fase de las diferencias,
éstas no eran de ninguna manera insalvables, de principios, y no significaban
una ruptura política entre Lenin y Stalin. Que Stalin era el líder más cercano
a Lenin, es una conclusión a la que se llega fácilmente a través del estudio de
las obras y posiciones de los principales líderes bolcheviques, de los documentos
de los archivos revelados después de la caída de la URSS y de los testimonios
de muchos contemporáneos.
Acompañamos
al pie del artículo, los enlaces para descargar la carta de Lenin al Congreso
titulado “Contribución al problema de las naciones o sobre la 'autonomización'”
de 1923 y el artículo de Stalin titulado “La política del Poder Soviético
respecto a la cuestión nacional en Rusia” de octubre de 1920, un documento
fundamental para entender la formación de la URSS.
Revisando
“El último combate de Lenin” de Moshe Lewin
Erik Van Ree
Este
artículo sostiene que “El último combate de Lenin” contra Stalin
no tenía como objetivo la preservación
de tales elementos democráticos que quedaban en la Rusia soviética, ni siquiera en términos
relativos, sin el objetivo contrario de
fortalecer el centralismo político.
En los últimos meses de su vida activa, el líder
se vio impulsado por un nuevo radicalismo de izquierda y por la esperanza de acelerar
la construcción del socialismo. En
concreto, sus propuestas buscaban reforzar el control
estatal sobre la industria y el comercio, un mayor control sobre el campesinado y la liquidación de los últimos remanentes de democracia en el Partido. En su primera
reacción a la propuesta de Stalin de agosto de 1922,
para la nueva estructura del Estado
multinacional, Lenin fue de hecho más centralista que
Stalin. La vieja tesis de Moshe
Lewin en “El último combate de Lenin” no sólo era una
exageración. Con todo, las
últimas propuestas del líder probablemente
hicieron más por preparar el stalinismo posterior que obstaculizarlo.
El libro de Moshe Lewin, “El
último combate de Lenin”, ha sido uno de los estudios más influyentes sobre
historia soviética [1]. Pinta la imagen de un líder trágico que, en el último
período de su vida, trata, heroicamente pero sin éxito, de desandar los
resultados de su propia obra. Motivado por un auténtico idealismo socialista,
Lenin tenía la esperanza de construir una dictadura revolucionaria dinámica.
Sin embargo, la estrategia de modernización centralista en un país atrasado
hizo que fuera difícil impedir la degeneración del sistema en una burocracia
estatal opresiva. Las esperanzas de Lenin, de un retorno de la salud moral de
la maquinaria gubernamental que creó, se desvanecieron por el sabotaje de los apparatchiki, de quienes José Stalin era
el representante principal. El enfermo líder enfermo había fracasado especialmente
en la defensa de los derechos nacionales de Georgia contra la burocracia
moscovita de Stalin. Lenin reconoció, cuando ya era demasiado tarde, que su
prohibición de las fracciones había sofocado el debate democrático en el Partido.
En el último momento, trató de destronar al Secretario General, pero su inhabilitación
hizo que sus esperanzas, en este sentido, fueran inútiles. Como resultado del
lamentable fracaso de Lenin, la Unión Soviética cayó rápidamente en el
stalinismo.
El concepto básico del análisis de
Lewin, y el estándar que implícitamente utiliza para medir las actividades de
sus protagonistas, es el de la dictadura revolucionaria honesta. Es una especie
de despotismo ilustrado socialista, no democrático por cierto pero bien
intencionado, y tal vez históricamente inevitable. Según Lewin, una dictadura honesta
de ese tipo fue lo que, en efecto, tuvo lugar en la Unión Soviética en Octubre
de 1917. Su libro es, pues, un análisis de cómo degeneró y de cómo fracasó el intento de Lenin por revivirlo.
Desde la década de 1980, las simpatías
por dictaduras socialistas de cualquier tipo han disminuido considerablemente. Por
eso, es de poca utilidad polemizar ahora contra la idea del leninismo ingenuo del
libro de Lewin, que es obviamente obsoleta. Sin embargo, aunque el ideal de la
dictadura revolucionaria es obsoleto, todavía está con nosotros la noción
general de que las revoluciones tienden al principio a guiarse por el idealismo
y posteriormente a degenerar en la política del poder y el cinismo. Se trata de
un modelo arquetípico para entender lo que ocurre en los países después de una
toma revolucionaria del poder. El modelo se basa en una noción general que es
también, por ejemplo, aplicada a las religiones; es decir, los fundadores de
los grandes sistemas ideológicos –ya se trate de Jesucristo, Mahoma o Karl
Marx– son típicamente más puros y menos egoístas que los que vienen después de
ellos. La gente tiende a echar a perder las buenas intenciones de las grandes
almas que las inspiraron. Esta noción no necesita tomar la forma de una teoría
formulada. Es más una creencia generalizada y casi evidente por sí misma.
Como veremos, muchas de las evaluaciones
concretas de “El último combate de Lenin” de Lewin ya han sido cuestionadas.
Sin embargo, su tesis fundamental –sobre un Lenin que en último momento entró
en razón y trató de detener el proceso fatal de stalinización de Rusia– se
repite rutinariamente en los numerosos manuales de historia. Y la razón es
precisamente que la tesis se corresponde perfectamente con el prejuicio general
de que los fundadores son de mayor prestigio moral que los sucesores. Uno se
resiste a abandonar un modelo que se corresponde con elegancia con las propias
expectativas de cómo se originan y degeneran las revoluciones. El análisis
adquiere una adicional apariencia de exactitud histórica debido al hecho de que
en su momento Stalin en efecto tuvo la responsabilidad de actos violentos mayores
que los de Lenin. Por último, el análisis de Lewin tiene una cierta cualidad dramática.
Las imágenes de un hombre voluntarioso reducido a la impotencia por una
enfermedad que lo consume –y luchando con su último aliento contra las
injusticias, a las que, ahora lo comprendía, había contribuido con su propia
ingenuidad– es apasionante. Es material de una tragedia.
Pero, como dije antes, muchas de las
evaluaciones de Lewin han sido ya cuestionadas. De los documentos de archivo
recogidos por Richard Pipes en “The Unknown Lenin”, se desprende que,
antes del invierno de 1922-23, las relaciones de Lenin con Stalin se mantenían cordiales
En contraste, Lenin y Trotsky tomaron posiciones en conflicto sobre la cuestión
de la burocracia. El primero estaba molesto por la propuesta de este último de
que se mantuviera al Partido al margen de toda intervención en el aparato
estatal. Además, Trotsky se había negado a ser parte del plan de Lenin de tener
un equipo de viceprimeros ministros para combatir la burocracia [2]. Pipes destaca
además que la troika de Stalin, Kámenev y Zinoviev, formada después del ataque
cerebral de Lenin en mayo de 1922, estuvo en constante comunicación con el
líder. Los cuatro hombres operaban conjuntamente contra Trotsky [3].
Robert Service señala también que desde
el debate sobre los sindicatos, Trotsky había sido altamente sospechoso para
Lenin. En 1922, todavía estaban en desacuerdo sobre cómo combatir la burocracia
en el Estado. Mientras que Lenin esperaba utilizar la Inspección Obrera y
Campesina, Rabkrin, Trotsky quería elevar la Comisión Estatal de Planificación,
Gosplan, para aumentar la eficiencia en la planificación. Sólo a finales de
1922 se formó una alianza Trotsky-Lenin. Pero incluso entonces, el conflicto
entre Lenin y Stalin no afectó los fundamentos de los principios del régimen.
Según Service, el plan de Lenin para las cooperativas agrícolas y para la
reorganización del Partido y el aparato estatal, tenía poco que fuera realmente
nuevo. Él también hace la observación de que los discursos y escritos de Lenin en
1922 no revelan un cambio hacia un evolucionismo incondicional. “Todo lo
contrario”, ellos exigían una mayor intervención económica estatal y la
represión de los disidentes [4]. Service concluye que Lenin no defendía una
reforma masiva del sistema político soviético. Los fundamentos de su
pensamiento permanecían en su lugar [5]. El importante estudio de Jeremy Smith
sobre la cuestión nacional desde 1917 hasta 1923, demuestra que las diferencias
entre Lenin y Stalin sobre la estructura del Estado soviético multinacional en
agosto-septiembre 1922 eran menores. Lenin estaba más preocupado por la
redacción formal de las propuestas que en la sustancia de los asuntos [6].
A la luz de estos estudios, la tesis de
un bloque Lenin-Trotsky contra la burocracia stalinista se ha vuelto altamente
cuestionable. Por otra parte, la idea de Lenin como un proto-Bujarin es ahora
más difícil de defender. Debo añadir que el modelo de Lewin siempre contiene un
elemento extraño, con la cuestión del monopolio estatal del comercio exterior.
En este debate Lenin era el centralista. En mi opinión, el modelo tiene un
valor limitado cuando trata la cuestión nacional. Pero el trabajo de Smith
demuestra que incluso en este punto debe ser seriamente reconsiderado.
En conjunto, la idea del último combate
desesperado de Lenin contra el stalinismo ha sido ahora socavada, a tal grado
que ya es hora de hacer una evaluación global. En el presente artículo, que se
basa exclusivamente en el material publicado y no pretende ser una presentación
de hechos nuevos, voy a presentar un modelo alternativo para la comprensión del
conflicto final entre Lenin y Stalin. En mi opinión, ver oposición contra el
stalinismo, en los últimos escritos de Lenin, representa una distorsión de los
hechos históricos, una proyección retrospectiva de acontecimientos posteriores.
En aspectos importantes, el Lenin de 1922-1923 prefiguró el “stalinismo”
posterior, incluso más que su autor lo hizo en aquellos días. Hablando en términos
de modelos generales de desarrollo y revolución ideológicos, la idea del
fundador como un fanático y de sus sucesores como pragmáticos es el más
apropiado para encontrarle sentido a lo que sucedió en ese fatídico invierno.
[El problema de la burocracia]
[El Estado y la economía]
Chovinismo gran ruso
Como se
señaló anteriormente, el contraste que Lewin hace entre un Stalin chovinista
gran ruso centralizador y un Lenin defensor de los derechos de las minorías
nacionales ha sido socavado por el estudio de Jeremy Smith. Sin embargo, para poner
el debate de 1922-23 en la perspectiva correcta, son pertinentes algunas
observaciones adicionales. En su libro, así como en un artículo anterior sobre
el tema, Smith sostiene que la propuesta de marzo de 1918 –para la creación de
una República Soviética Tártaro-Baskiria– fue el primer paso concreto hacia la
autonomía territorial nacional. De allí, él sigue en detalle el establecimiento
y desarrollo de varias otras repúblicas
autónomas de la República Federativa Socialista de Rusia. Durante y después
de la Guerra Civil también se establecieron Repúblicas Socialistas nominalmente
independientes – Ucrania,
Bielorrusia y Transcaucasia. Como resultado de ello, surgieron dos tipos de
repúblicas. Smith concluye que entonces parecía natural que un sistema que aparentemente
estaba funcionando –la autonomía– debería extenderse a las otras repúblicas
nominalmente independientes. En otras palabras, la propuesta de
“autonomización” de Stalin en agosto de 1922 no era tan espectacular después de
todo.
Smith señala
además que “la diferencia entre
‘autonomía, y ‘federación’ nunca fue descrita claramente, tal como se refleja
en la Constitución de 1918... y en el título de la Federación Socialista Rusa
de Repúblicas Soviéticas, que en efecto describe un sistema de autonomía
nacional”. Por lo menos hasta septiembre de 1922, los dos términos se
utilizaron indistintamente [58]. En mi opinión, este aspecto de la cuestión debe
subrayarse bastante, porque nos permite poner de relieve, aún más, que las
propuestas de Stalin en agosto de 1922 no eran nada nuevo.
De hecho, no
fue una cuestión de distinguir entre “autonomía” y “federación”, nunca bien
descrita claramente. La distinción simplemente no existía. Los dos conceptos se
utilizaban indistintamente, porque eran idénticos. En noviembre de 1917 el
Consejo de Comisarios del Pueblo emitió una declaración mencionando el “derecho de los pueblos de Rusia a la libre
determinación, incluida la separación” [59]. Esta declaración era válida
para todos los pueblos de Rusia. No se hizo
distinción alguna entre naciones que tienen derecho a la secesión y las que no
tienen ese derecho. En consecuencia, las diversas naciones deberían ser tratadas
fundamentalmente de la misma manera en cuanto a su sistema estatal se refiere.
En diciembre de 1917, en Járkov se formó un gobierno soviético. Huelga decir
que la nueva Ucrania era parte de Rusia. El Congreso de los Soviets locales
declaró oficialmente a la república de Ucrania como “una parte federativa de la república rusa” [60]. Del mismo modo, la
República Soviética de Turquestán, que reclamaba el derecho a gobernarse
autónomamente, se describía a sí misma como una “república de la Federación Soviética Rusa” [61].
En abril de
1918, Stalin, miembro de la comisión encargada de redactar la constitución de la
Rusia Soviética, mencionó a Ucrania, Crimea, Polonia, Transcaucasia, Turquestán,
el Volga Medio, el distrito de Kirguistán, Finlandia y Siberia como posibles
unidades nacionales de la “Federación Rusa” [62]. En el borrador del texto,
Stalin hablaba de “unidades
regionales autónomas” unidas “bajo
los principios federativos de la República Socialista Rusa” [63]. La
Constitución de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, de julio
de 1918, adoptó esta fórmula [64]. En ese momento, los bolcheviques sólo tenían
un modelo. Se esperaba que las repúblicas nacionales se convirtieran en partes autónomas federales de la RSFSR, todas
ellas con derecho a la secesión. Un punto importante de la constitución era la
ausencia de una república gran rusa independiente. Sólo repúblicas no rusas
podían entrar en la RSFSR. La situación no reconocida era, entonces, que en vez
de repúblicas nacionales uniéndose con
la Gran Rusia en un Estado federal, las respectivas repúblicas se unían a la Gran Rusia sobre una base
federal. Lenin a menudo esgrimía la acusación de “chovinismo gran ruso” para
atacar a los bolcheviques que eran demasiado “rusos” para su gusto. Sin
embargo, la constitución de Lenin de 1918 fue fundamentalmente de construcción
gran rusa.
En el verano
de 1918, todas las repúblicas soviéticas no rusas, excepto Turquestán, habían
sido invadidas por diversas fuerzas blancas o por tropas alemanas. Pero más
tarde ese mismo año y a principios de 1919, el Ejército Rojo ocupó los países
bálticos, Ucrania y Bielorrusia. Moscú decidió no anexarse esos países como partes federales de la RSFSR, sino
establecer repúblicas soviéticas “independientes”. Esto se hizo por razones
diplomáticas, para evitar provocar a los franceses y a los ingleses [65]. De
esta forma se creó una situación no prevista en la Constitución.
Sin embargo,
inmediatamente, se puso en marcha un proceso de reunificación. En abril y mayo
de 1919, se discutió y realizó parcialmente una fusión de Comisariados del
Pueblo estratégicos de Rusia y Ucrania. La idea era remodelar los Comisariados
del Pueblo de la RSFSR como “Narkomy
[Comisariados del Pueblo] de la Unión
[soinznye]”, reduciendo los Comisariatos
del Pueblo ucranianos a la condición de “plenipotenciarios regionales”. Se
estableció como objetivo la “fusión” de los dos Estados. Además, las unidades
del Ejército Rojo y los ferrocarriles de Ucrania, Bielorrusia, Letonia y
Lituania se fusionaron con los de la RSFSR [66]. En junio, se anunció la
unificación de los ejércitos y la administración de las principales ramas
económicas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Letonia y Crimea, en “collegia unificada”. El objetivo de esta
operación era una “unión militar” de las repúblicas anteriormente mencionadas [67].
Estos planes divergían del modelo de la Constitución de la RSFSR. Moscú comenzó
a pensar en una “unión” federativa de la RSFSR con otras repúblicas soviéticas. En el verano de 1919, las nuevas
repúblicas soviéticas en Occidente colapsaron ante la fuerza combinada de
Polonia y los generales blancos.
En Oriente,
el enfoque constitucional seguía en vigor. En octubre de 1918, el Turquestán
soviético adoptó una Constitución, definiéndose como la “República Autónoma de
Turquestán de la Federación Soviética Socialista Rusa” y como “miembro” de esa
federación [68]. El acuerdo de marzo de 1919 de establecer una república
autónoma baskir de la RSFSR estableció la entrega de tropas, ferrocarriles,
fábricas y minas baskires al Sovnarkom
[Consejo de Comisarios del Pueblo] de la RSFSR, mientras que los otros sectores
baskires quedaban bajo el control de la república autónoma [61]. La república de
Baskiria nació muerta. Las tropas de Kolchak impidieron su establecimiento
real. Sin embargo, el hecho es que, en el invierno de 1918-19, la política
nacional soviética perdía su carácter monolítico. En el Oriente musulmán, el
modelo constitucional se mantuvo en vigor, pero en las repúblicas
“independientes” de Occidente se perseguía una “unión” con la RSFSR.
El proceso
de reunificación con las repúblicas “independientes” no tenía una dirección clara.
El caso de Ucrania pone esto bastante claro. En marzo de 1920, el partido
comunista ucraniano publicó una declaración por una “unión estrecha” con la
Rusia soviética. Los principales Comisariados del Pueblo, militares y económicos,
debían ser unificados. Los respectivos Comisariados de la RSFSR se convertirían
en “Comisariados centrales unificados”, designándose representantes ucranianos
en ellos [70]. En mayo, el Congreso de los Soviets de Ucrania extrañamente
proclamó que la RSS de Ucrania “independiente” se consideraba “miembro de la República Federativa
Socialista Soviética de Toda Rusia” [71]. De esta forma, en la primavera de
1920, Ucrania parecía estar dirigiéndose hacia el estatus de una república dentro de la RSFSR. Sin embargo, en
diciembre, el Partido Comunista de Rusia (bolchevique) estableció como objetivo
el “lazo federativo” entre Ucrania y
la RSFSR [72]. Ese mes se publicó un tratado entre la RSFSR y Ucrania, en el
que se reafirmaba la independencia soberana de ambos Estados. Las dos
repúblicas ingresaron en una “unión económica y militar”. Los Comisarios del
Pueblo de Ucrania fueron designados “plenipotenciarios” de los nuevos “Comisariados
del Pueblo unificados de ambas repúblicas”. Pero, nuevamente, estos Comisariados
“unificados” permanecieron subordinados al Sovnarkom
de la RSFSR [73]. Parece que los bolcheviques no podían decidir con firmeza el
nuevo enfoque de la Unión. También consideraron regresar al modelo de RSFSR de
1918.
En febrero
de 1920, Lenin señaló en un discurso que la “autonomía” dada a la república de
Baskiria debería extenderse también a la república tártara, y “seguiremos esta misma política en
relación con todos los pueblos de Oriente”. Agregó que “de por sí se comprende que esa misma
política, en forma mucho más acabada, se aplica también con relación a la República
de Ucrania”. El modelo fue proporcionado por el tratado de junio de
1919, lo “que equivale a
un estrecha federación de las dos repúblicas en la lucha contra los países
imperialistas”. Esto debe resultar en “una unión cada vez más estrecha” [74]. En
junio, en su proyecto de tesis sobre la cuestión nacional y colonial para el
Segundo Congreso de la Internacional Comunista, Lenin escribió que la “federación”
era un modelo conveniente, tanto en las relaciones entre la RSFSR y las otras
repúblicas soviéticas (como Azerbaiyán y Ucrania) como en las relaciones con las
naciones que viven como “repúblicas autónomas” en la RSFSR, como la tártara y
la baskir [75].
Estos textos
demuestran que para Lenin los términos federación y autonomía eran todavía idénticos.
El punto era que sólo se habían desarrollado dos formas de federación-autonomía:
uno aplicable a los “pueblos del Oriente” y el otro en Europa. Lenin comenzó a considerar
a la RSFSR –que en la Constitución de 1918 se entendía implícitamente como el
territorio de todo el imperio ruso– como limitada a las áreas gran-rusas y
musulmanas (menos Azerbaiyán). A los otros antiguos territorios imperiales rusos
se les ofrecerían lazos federales con
esa Rusia, no dentro de ella.
No sabemos
si Stalin en ese momento estaba de acuerdo con la sugerencia de Lenin de que el
modelo constitucional debía limitarse a los pueblos del Oriente. Pero sí
sabemos que consideró insignificante la diferencia entre los dos modelos. El 12
de junio, comentó sobre el proyecto de Lenin, diciendo que no existía ninguna
diferencia real “entre los tipos de lazo federativo entre el baskir y el ucraniano”
[76]. En un artículo publicado en octubre, reiteró que la “autonomía soviética” tenía “las formas más diversas y los más
diversos grados de desarrollo”. Iban desde la autonomía del tipo baskir hasta “la forma más elevada de autonomía,
las relaciones convencionales mediante tratados (Azerbaiyán)”. Pero todas
las formas eran sólo variantes de “la
autonomía soviética que fuera proclamada por el Poder Soviético desde los
primeros días de su aparición” [77].
Las
principales conclusiones de estos dos textos son, en primer lugar, que para
Stalin también los términos federación y autonomía permanecieron idénticos, y,
en segundo lugar, que no consideró fundamentalmente diferentes los dos modelos
de federación-autonomía. De acuerdo con el modelo original, las cuestiones
estratégicas –la defensa, las relaciones exteriores y las líneas generales de
la política económica– eran manejadas centralizadamente desde Moscú. Las
repúblicas decidían autónomamente sólo sobre cuestiones de importancia local,
sobre todo asuntos culturales, jurídicos y administrativos [78]. Los esfuerzos
por subordinar los principales Comisariados de las repúblicas “independientes”
a los Comisariados de la RSFSR confirman este esquema. En ese sentido, Stalin
tenía razón en que la verdadera diferencia entre la situación de Ucrania y
Baskiria era mínima.
Mientras
tanto, Stalin modificó el derecho a la separación. En octubre de 1920, señaló
en Pravda que el centro de Rusia no
podía prescindir de los minerales, combustibles y bienes de consumo de las
regiones periféricas. Y que esas tierras eran incapaces de defenderse contra el
imperialismo sin la protección rusa. Llegó a la conclusión de que “la exigencia de la separación de las
regiones periféricas de Rusia... debe excluirse”. Sin embargo,
agregó:
“Naturalmente, las regiones
periféricas de Rusia, las naciones y los pueblos que habitan estas regiones,
tienen, como cualquier otra nación, el derecho inalienable de separarse de
Rusia, y si cualquiera de estas naciones decidiese por mayoría separarse de
Rusia, como ocurrió con Finlandia en 1917, a Rusia, probablemente [veroiatno], no lo quedaría más que
consignar el hecho y sancionar la separación. Pero aquí no se trata de los
derechos de las naciones, que son indiscutibles, sino de los intereses de las
masas populares, tanto del centro como de las regiones periféricas… Y los
intereses de las masas populares dicen que la exigencia de la separación de las
regiones periféricas es, en esta etapa de la revolución, algo profundamente
contrarrevolucionario.” [79]
Con motivo
de la creación de nuevas repúblicas autónomas de la Montaña y Daguestán en
noviembre de 1920, Stalin repitió que la secesión estaba fuera de cuestión. “Autonomía no quiere decir independencia”, señaló sin
rodeos el comisario [80]. Pero debemos tener cuidado de cómo interpretar esto.
En primer lugar, no podemos establecer una diferencia con Lenin sobre este
punto. En febrero de 1920, este último señaló en un discurso sobre la autonomía
y la federación que sólo una estrecha unión con Rusia podría salvar a las otras
naciones, en particular, a los ucranianos, del imperialismo, y que en
consecuencia “la
separación no es favorable en la situación de la lucha contra el imperialismo,
ya que éste utiliza toda división para suprimir el Poder Soviético; tal
división es criminal.” [81]
En segundo lugar, los comentarios de Stalin no significaban el comienzo de una diferenciación entre repúblicas
socialistas con derecho a la separación y repúblicas autónomas que no tenían ese
derecho. Como acabamos de ver, Stalin confirmó explícitamente el derecho a la separación
de todas las naciones que pueblan Rusia. Él no las dividió en dos grupos. El
punto era sólo que el derecho estaba, por así decirlo, suspendido. En este
contexto, es importante que, en el Congreso de los Soviets de fundación de la República
Autónoma de Kirguizia, en octubre de 1920, se aprobó una declaración que
incluía “el derecho de las masas
trabajadoras de todas las naciones a la libre determinación, expresada en la Declaración de los Derechos de los Pueblos
de Rusia, adoptada por el Sovnarkom el 2 de noviembre 1917.” [82]. Esta
última declaración interpretaba el derecho a la libre determinación como un
derecho a la separación [83]. En otras palabras, a finales de 1920, el derecho
a la separación de las repúblicas autónomas de la RSFSR estaba confirmada [84].
A este respecto tampoco había ninguna diferencia fundamental entre las
repúblicas socialistas y las autónomas.
En el X Congreso del Partido en 1921, Stalin presentó las tesis sobre la
cuestión nacional en nombre del Comité Central. Esperaba una “federación de repúblicas soviéticas,
basada en la comunidad de fines militares y económicos”. Las repúblicas
debían unirse en una “estrecha
unión estatal”. Esta fue la nueva fórmula leninista para Europa. Pero,
entonces, en el contexto de su exposición sobre el derecho a la separación,
Stalin sugirió que la unificación de los Estados soviéticos en una federación
voluntaria tomaría la forma aquellos pueblos “incorporándose a la RSFSR” [83]. Tal
vez esta sea la primera declaración explícita de Stalin en el sentido de que el
modelo constitucional debía ser restaurado. Pero por el momento esto no se había
traducido en diferencias prácticas entre él y Lenin.
Lenin era un centralista convencido al igual que Stalin. Un caso
interesante es el asunto de la Federación de Transcaucasia. Contra los deseos
de la mayoría de los líderes partidarios georgianos, el presidente del Buró del
Cáucaso del Partido, Ordzhonikidze, quiso crear un órgano económico unificado
mediante la fusión de los principales Comisariados del Pueblo de las tres
repúblicas de Transcaucasia. Lenin y Stalin lo respaldaron [86]. A principios
de noviembre de 1921, Ordzhonikidze decidió que había llegado el momento para
una federación de las tres repúblicas. Más tarde, ese mismo mes, Stalin envió
la propuesta a Lenin [87]. Este último respondió que la federación debía
“realizarse sin condiciones”, pero consideró su realización práctica “prematura,
es decir, exige varias semanas de debate, propaganda y ejecución desde abajo a
través de los Soviets”. Ahora, ocurrió algo interesante, no señalado por Smith.
Stalin respondió a Lenin que no se opondría a su resolución
“…a condición de que usted acepte la
siguiente corrección: en lugar de las palabras: “exige varias semanas de
discusión”... decir: “exige un cierto periodo de discusión”, y entonces estaré
totalmente de acuerdo con su resolución. El problema es que “llevar a cabo” la
federación en Georgia “desde abajo” “a través de la Soviets” en “varias semanas”
es imposible, ya que apenas se está empezando a establecer Soviets en Georgia.”
Stalin
pensaba que se necesitarían no menos de dos o tres meses para realizar la
federación. Lenin aceptó su corrección, y el Buró Político aprobó el plan por
unanimidad [88]. Parece, así, que si bien Lenin consideró que el ritmo de
avance de Ordzhonikidze era demasiado rápido, Stalin quería proceder aún más lentamente que Lenin. La
Federación de Transcaucasia fue establecida oficialmente en marzo de 1922.
Es bueno
tener en cuenta este ejemplo de Lenin siendo más centralista que Stalin cuando
se discuta el famoso debate sobre la “autonomización”. En agosto de 1922, se
formó por fin la comisión, con Stalin entre sus miembros, para decidir sobre
las futuras relaciones entre la RSFSR y las repúblicas nominalmente
independientes. Stalin elaboró un proyecto
en el que se proponía “el
ingreso formal en la RSFSR” de Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Georgia y Armenia.
El Comité Ejecutivo Central y el Sovnarkom
rusos se convertirían en las más altas autoridades para los nuevos Estados
miembros. Los Comisariados del Pueblo de las repúblicas se dividirían en tres
grupos. Algunos serían fusionados
con los de la RSFSR: Relaciones Exteriores, Comercio Exterior, Defensa, Ferrocarriles,
Hacienda, y Correos y Telégrafos. Los del segundo grupo (Alimentación, Trabajo,
Economía, y también la GPU) serían subordinados
a los Comisariados rusos. Los restantes Comisariados de Justicia, Educación,
Interior, Agricultura, Rabkrin, Salud y Seguridad Social se mantendrían independientes [89].
Esta
propuesta reducía a Armenia y Ucrania al mismo estatus que Baskiria y Turquestán.
Sin embargo, como hemos visto, Smith lo interpreta como algo natural. Un modelo
que había demostrado su valor en Rusia, se hacía extensivo a otros Estados con
los que Rusia tenía estrechas relaciones. La “naturalidad” de ello –desde el
punto de vista bolchevique– se hace aún más clara si comprendemos que la
autonomización de Stalin era esencialmente sólo una confirmación de la
Constitución de 1918. El 24 de septiembre, la Comisión adoptó una versión
ligeramente modificada de la propuesta de Stalin [90].
El 26 de
septiembre, Lenin escribió a Kámenev diciéndole que Stalin estaba “yendo un poco rápido”, pero que ya
había accedido a hacer la concesión de que las repúblicas no se conviertan en
parte de la RSFSR. La nueva fórmula sería “unificación formal con la RSFSR” en una “Unión de Repúblicas Soviéticas de
Europa y Asia”. Por lo tanto, habría una república gran rusa
independiente de la Unión federal en su conjunto. Lenin insistió en la creación
de “un nuevo nivel adicional, una
federación de repúblicas iguales”.
Concretamente, esto significaba la creación de un Comité Ejecutivo Central de
toda la Federación, VTsIK, por encima del CEC de la RSFSR. De esta forma, a
nivel “parlamentario”, el aparato de la RSFSR y el de la Unión ya no coincidirían.
Sin embargo,
a nivel gubernamental, la creación de una unión federativa parecía representar sólo
un simple cambio de nombre. Los “Comisariados del Pueblo de la unión federal”
se crearían mediante el establecimiento de agencias de los comisariados de la
RSFSR en las otras repúblicas –tal como lo proponía Stalin. Lo que es más,
parece que Lenin quería que la situación existente continuara, que el gobierno
central coincidiera con el gobierno de la RSFSR. Esto se desprende de su
comentario sobre la necesidad de no modificar el pasaje de la resolución del 24
de setiembre concerniente al carácter vinculante de las decisiones del Sovnarkom de la RSFSR para las otras
repúblicas. En cualquier caso, en la propuesta de Lenin nada sugería la
creación de dos Consejos de Comisarios del Pueblo independientes: uno de la Unión
y otro ruso. Aún más sorprendente, Lenin quería que el segundo grupo de Comisariados
propuesto por Stalin sea incorporado al primer grupo, es decir, que sean
completamente “fusionados” en los de la RSFSR. Aquí él era más centralista que Stalin. En cuanto al tercer grupo, que la
resolución de la comisión consideraba “independiente”, Lenin agregó que deberían
crearse conferencias conjuntas con carácter consultivo, presumiblemente
integradas por representantes de esos Comisariados y sus contrapartes de la
RSFSR. También en este caso era más centralista que Stalin [91]
El 27 de
septiembre, mediante carta, Stalin estuvo de acuerdo en cambiar el nombre de la
nueva federación a “Unión
de Repúblicas Soviéticas de Europa y Asia”. Sin embargo, no
aceptó la creación de dos Comités Ejecutivos Centrales –uno gran ruso y otro
federal. En adelante, el Comité Ejecutivo Central de la RSFSR sería conocido
como el “TsIK de toda la federación”. Stalin estaba dispuesto a seguir a Lenin
y retirar la palabra “Rusa” del
nombre de la federación, pero rechazó la parte de la propuesta de Lenin en la
que se hacía una distinción real entre las instituciones rusas y las federales.
Pero, curiosamente, en cuanto a la estructura administrativa se refiere, es
decir, la división entre los Comisariados centrales y republicanos, Stalin consideró
demasiado centralista la propuesta de Lenin:
“…en mi opinión el cam. Lenin “fue
demasiado rápido” cuando exigió la fusión de los Comisariados del Pueblo de
Finanzas, Alimentos, Trabajo y Economía en los Comisariados del Pueblo
federales. No hay duda de que esta “prisa” alimenta a los “nezavisimtsy” para inconveniencia del liberalismo nacional del cam.
Lenin.”
Asimismo,
rechazó la propuesta de Lenin de conferencias conjuntas para asesorar al resto
de Comisariados republicanos “independientes” [92]. Lewin considera que el
contraataque de Stalin a Lenin por excesivo centralismo, es un caso de “labia y
demagogia” [93]. Smith llama a las cuestiones
de los Comités Ejecutivos Centrales y de los Comisariados del Pueblo “dos
puntos aparentemente subalternos en las propuestas de Lenin”. Él considera que
la diferencia principal entre las propuestas de Lenin y Stalin reside en su “redacción
formal”. El primero estaba más preocupado que el segundo en el impacto de los
planes en las repúblicas nacionales y la opinión pública internacional [94].
Sin embargo, en mi opinión, los dos puntos subalternos constituían la esencia
real de los respectivos planes. En el nivel “parlamentario”, Stalin era el más
centralista, pero en el nivel gubernamental, Lenin le superó en centralismo
ruso.
El punto
crucial en la interpretación de ambas propuestas es que la organización de los
Comisariados era en realidad el asunto
más importante de todos. Por lo tanto, en términos prácticos, la Unión Europeo-Asiática
de Lenin era más ruso-centralista que
el plan de autonomización de Stalin. Si hubo algún ejemplo de astuta exhibición,
ese fue el plan de Lenin. A primera vista, habría seis repúblicas
independientes, incluyendo la RSFSR, formando conjuntamente una Unión. Pero en
el fondo, había cinco repúblicas que incorporaban su maquinaria gubernamental
en el gobierno de la RSFSR, sobre una
base aún más rígida de lo que Stalin quería.
Probablemente,
el mismo día de 27 de septiembre, Stalin y otros miembros de la comisión elaboraron
un nuevo modelo. La RSFSR, Ucrania, Bielorrusia
y la Federación de Transcaucasia (que sólo ahora se integraba en las propuestas
de Stalin) se fusionarían en una “Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, dejando a cada una de ellas el
derecho de separarse libremente de la “Unión”. La Unión tendría su propio
Comité Ejecutivo Central integrado por representantes de las cuatro repúblicas,
en proporción a la población de los Estados miembros. Hasta ahora se trataba de
una versión de la propuesta de Lenin. Sin embargo, en su elaboración la
propuesta difería de la de este último. Por primera vez, desaparecía toda
sugerencia a la coincidencia de los gobiernos de la Unión y de Rusia. La RSFSR
y las otras repúblicas eran consideradas de forma idéntica, con un Sovnarkom de la RSFSR separado, que, al
igual que los de las otras repúblicas, administraba solamente los comisariados que no eran de la Unión. La división siguió
siendo la misma, excepto por el paso “hacia arriba” de Rabkrin, a la categoría
intermedia, [95]. Esta fue la primera propuesta
de una verdadera federación, con una separación real de los gobiernos de la
RSFSR y de la Unión. El plan no era de Lenin, sino de Stalin.
Una vez más,
probablemente el 27 de septiembre, Kámenev envió una nota a Lenin, con el borrador
del nuevo plan, afirmando que en este modelo se conservaba al máximo la “independencia
formal”. Casi tres cuartas partes de los delegados del Comité Ejecutivo Central
de la Unión serían representantes de la RSFSR, garantizando el predominio de la
RSFSR en la Unión [96]. Sin embargo, algo extraño sucedió. El 28 de septiembre,
Kámenev notificó a Stalin que Lenin estaba “preparando una guerra en defensa de
la independencia. Propone que me reúna con los georgianos. Incluso rechaza las
correcciones de ayer”. Stalin consideró que tenían que ser “firmes con Ilich. Si unos cuantos
mencheviques georgianos influyen en los comunistas georgianos, y éstos en
Ilich, entonces me gustaría saber qué tipo de “independencia” es esa?”. Kámenev
replicó que si Lenin insistía, “iba a ser peor resistir”. Pero Stalin no estaba
impresionado: “No
lo sé. Que haga lo que le parezca.” [97]
¿Qué clase
de “guerra” pudo haber estado planeando Lenin cuando Stalin y Kámenev le
alcanzaron una propuesta que garantizaba la “independencia” en un grado mayor
que la suya? El 29 de septiembre, Lenin tuvo una conversación con el líder
georgiano Kote Tsintsadze. Lenin le preguntó que si bien se oponía a la
inclusión de Georgia en la RSFSR, entonces, ¿qué pensaba de la “Unión”?
Tsintsadze respondió que estaría a favor de esta opción; lo que al parecer
satisfizo a Lenin [98]. El 6 de octubre, el Comité Central del PCR (b) aceptó
la propuesta de la nueva URSS de Stalin, con un pequeño cambio. Lenin estuvo
ausente debido a un problema dental, pero escribió la siguiente nota a Kámenev:
“¡Cam. Kámenev! Declaro una lucha a
muerte contra el chovinismo gran ruso. Tan pronto como me libre de mi maldito
diente, lo devoraré con todos mis dientes sanos. Es absolutamente necesario insistir en que un ruso, un ucraniano, un
georgiano, etc. se turnen en la presidencia
del Tslk de la Unión. ¡Absolutamente!”
[99]
En otras
palabras, a pesar de su fuerte lenguaje, el único comentario que Lenin tuvo sobre
la decisión, era hacer que los representantes de las repúblicas se alternaran
en la presidencia del CEC de la Unión. Stalin escribió “¡Correcto!” en la nota,
cuando lo recibió [100]. La presidencia rotatoria fue aceptada. Eso era todo lo
que había de la “guerra por la independencia” de Lenin. Luego, se olvidó de
todo. Cuando el conflicto entre Ordzhonikidze y los líderes georgianos sobre la
Federación de Transcaucasia continuó, Lenin escribió a Georgia el 21 de
octubre: “Estaba
convencido de que todas las diferencias de opinión habían sido solucionadas por
las resoluciones del Pleno del CC, en la que participé indirectamente y Mdivani directamente. Por lo tanto,
condeno decididamente el regaño contra Ordzhonikidze.” [101]
A finales de
diciembre de 1922, se adoptó el nuevo Tratado de la Unión. Lenin cambió de idea sólo en sus últimos
escritos, provocado por la continuación del conflicto en Georgia. Según Pipes,
en el invierno de 1922-23, Lenin “hizo una reevaluación de la política
soviética sobre las nacionalidades, que tenía todas las características de una
verdadera crisis intelectual” [102]. El 30 y 31 de diciembre, Lenin escribió “Contribución al problema de las naciones o
sobre la “autonomización”, en el que criticó a Stalin por su “precipitación y
aficiones administrativas”, y lo acusó, junto a Ordzhonikidze y Dzerzhinsky de realizar
una “verdadera campaña nacionalista gran rusa”. Las notas empiezan dramáticamente:
“Me parece que
he incurrido en una grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber hablado
con las suficientes energía y dureza del decantado problema de la
autonomización, denominado oficialmente, creo, problema de la unión de las
repúblicas socialistas soviéticas.” Esto transmite dos mensajes. En primer
lugar, el autor sólo recientemente ha visto la luz. Lenin tenía algo que decir
que anteriormente no entendía. En segundo lugar, ya no reconoce una diferencia
básica entre la “autonomización” de Stalin y el modelo de la “Unión”, con el que
él, Lenin, había estado de acuerdo previamente.
“…Al parecer, todo este jaleo de la
“autonomización” era erróneo e intempestivo por completo.
Se dice que era necesario unir la
administración. ¿De dónde han partido estos asertos? ¿No será de esa misma
administración rusa que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de
mi diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente
con el óleo soviético?
Es indudable que se debería demorar la
aplicación de esta medida hasta que pudiéramos decir que respondemos de nuestra
administración como de algo propio.”
Lenin
identificó “autonomización” con “unir la administración”. Esta última unidad –la
fusión de los Comisariados– fue incluida en la estructura de la nueva Unión nada
menos que en la propuesta de Stalin de agosto de 1922. De hecho, con el término
“autonomización”, Lenin no se refería a las propuestas de Stalin, sino al nuevo
Tratado de la Unión. Él extrajo la siguiente conclusión práctica:
“…hay
que mantener la unión de las repúblicas socialistas en cuanto al personal diplomático…
este personal
se ha ganado ya (podemos decirlo sin
temor)
el título de personal
comunista probado,
depurado…
de elementos de la vieja administración zarista, burguesa y pequeñoburguesa… mantengamos la unión de las
repúblicas socialistas soviéticas sólo en los aspectos militar y diplomático,
restableciendo en todos los demás aspectos la completa autonomía de los
distintos Comisariados del Pueblo.”
Lenin señaló finalmente que la “ruptura de la narkomaty” podría ser “suficientemente
neutralizada por la autoridad del Partido, si se aplica con suficiente cuidado
e imparcialidad” [103]. Estas propuestas
eran, sin duda, importantes. Pero, nuevamente, no debemos hacer una
interpretación apresurada de ellas. Para empezar, la simpatía de Lenin por las
repúblicas nacionales no era tan de principios como para ampliar las repúblicas
musulmanas dentro de la RSFSR. Sus Comisariados permanecieron bajo control de
la RSFSR, en el mismo grado que antes. Por otra parte, Lenin consideraba
simplemente “prematura” la fusión de los Comisariados de la Unión con los de
las repúblicas socialistas. La fusión se consideraba deseable. Pero tenía que
ser pospuesta debido a las condiciones existentes de insuficiente control de la
burocracia estatal por el Partido Comunista.
Sin embargo, limitar la unificación de los Comisariados sólo a la esfera
diplomática y militar –y, especialmente, restablecer la independencia de las administraciones
económicas– fue trascendental. Pues no sólo representó la revocación de las
decisiones de diciembre de 1922, sino también la cancelación del programa de
unificación de las Comisariados “independientes” y los de la RSFSR desde 1919. El
descontento de Lenin con la burocracia estatal se extendió a la esfera de las
relaciones nacionales. Como consecuencia de ello, quiso que la Unión Soviética se
redujera por el momento a lo que de hecho es un Estado confederal. De esta
forma, Lenin se puso, inesperadamente, del lado de Mdivani y sus camaradas.
Pero, una vez más, aunque insistió en el desmembramiento de ramas importantes
del aparato estatal de la URSS, Lenin quería que el Partido Comunista utilizara
su poder centralista para preservar indirectamente la unidad del Estado.
Smith observa un cambio de actitud hacia la cuestión nacional no sólo de
parte de Lenin sino también de Stalin. Anteriormente, dice, la política
nacional había operado, en gran parte, en favor de las minorías nacionales, pero,
con la nueva postura irreconciliable del Buró Político hacia Mdivani y sus camaradas,
estaba girando en la dirección opuesta. La figura clave en este proceso era
Stalin, quien en el pasado había apoyado a menudo los derechos nacionales contra
la izquierda moscovita. Durante 1922, se obsesionó tanto con su “proyecto
favorito” de centralización formal de las repúblicas soviéticas que abandonó su
actitud previa de apoyo a los no rusos [104]. En mi opinión esta interpretación
está débilmente fundada. Como demuestra Smith, con elocuencia, en su libro, desde
1917 Stalin defendió ciertos derechos nacionales contra los abusos de Moscú. Pero
esto concernía únicamente al control republicano en los ámbitos cultural,
jurídico y administrativo. A finales de 1922, no retrocedió de esa posición.
Hubo luego otro punto en juego: Lenin quería que se extendiera la autonomía a
todos los ámbitos excepto la diplomacia y el ejército. Que Stalin se opusiera a
sus esfuerzos en ese sentido, no significa ningún cambio de opinión.
Sólo a principios de 1923, Stalin tuvo, de hecho, una visión más restringida
de la autonomía. El 4 de febrero, en una carta al Comité Central, sugirió elevar
los Comisariados republicanos de Educación, Interior, Justicia, Salud y
Seguridad Social, a la categoría intermedia de Comisariados “unificados” [105].
Esa propuesta hubiera perjudicado gravemente el elemento de la autonomía nacional
en la Unión Soviética. Pero, ese mismo mes, el Comité Central rechazó la idea [106].
Durante la primera semana de marzo de 1923, Lenin estaba tratando desesperadamente
de establecer contacto con Trotsky, en apoyo de Mdivani y contra Stalin. Pero un
ataque cerebral, finalmente, lo puso fuera de actividad. Esto dejó a Stalin con
las manos libres. Sus tesis para el próximo congreso del Partido incluían la
disposición de que, si los Comisariados en Moscú “iban a recibir en la práctica una
orientación de Gran Potencia”, el Partido reconsideraría su fusión “hasta que la administración soviética
fuera debidamente reeducada”. Pero éste fue sólo un paso simbólico en la dirección de
Lenin. La formación de los Comisariados de la Unión procedió tal como se había
acordado. En efecto, las propuestas de Lenin fueron ignoradas [107].
Las decisiones finales fueron tomadas en el XII Congreso del Partido, en
abril de 1923. Los “confederalistas”, Mdivani y otros, argumentaron en favor de
poner todos los Comisariados que fueran posibles bajo la jurisdicción de los
gobiernos republicanos. Y querían no sólo que la Federación de Transcaucasia se
separara, también querían que las repúblicas autónomas de la RSFSR fueran
elevadas a la categoría de republicas independientes de la Unión [108]. Pero,
en ausencia de su nuevo protector, no tenían ninguna posibilidad. A Stalin le
molestaba que los “confederalistas” estuvieran operando en línea con las
últimas propuestas de Lenin. Pero admitió que su líder esperaba ver a los Comisariados
republicanos de Asuntos Exteriores sólo “unificados”, en lugar de “fusionados”.
Comentó con ira apenas oculta:
“Disculpen,
pero no vamos a tener una Unión en absoluto si cada república tiene su propio Narkomindel. El cam. Lenin olvidó eso,
olvidó mucho últimamente. Se olvidó de que aceptamos, junto a él, los cimientos
de la Unión… El cam. Lenin olvidó la resolución aprobada en el Pleno de octubre
sobre la creación de la Unión, donde se dice que cinco Comisariados se fusionarán,
cinco se unificarán y seis Comisariados permanecerán intactos. El cam. Lenin
aceptó y ratificó esto [109].
En ausencia de Lenin, Stalin salió victorioso del congreso. Sus ideas
fueron subsecuentemente incorporadas en la Constitución de la URSS de enero de
1924. Para concluir, espero haber demostrado que las ideas de Lenin sobre la
federación soviética de agosto-septiembre de 1922 no fueron sólo, como Smith
argumenta correctamente, muy similares a las de Stalin. La agitación de Lenin
contra el “chovinismo gran ruso” fue, de hecho, principalmente inspirada por la
expectativa ante la reacción de la opinión pública al proyecto de Stalin. Pero en el punto fundamental sobre el poder
administrativo central y local –las relaciones entre los Comisariados–, Lenin
era en efecto el más ruso-centralista
de los dos. Si se hubiera adoptado su propuesta del 26 de septiembre se habría reducido
la autonomía no rusa, más de lo que fue en el caso de la URSS. Con su media
vuelta de fines de diciembre de 1922, Lenin mitigó el centralismo ruso seriamente,
y para gran consternación de Stalin. Pero su insistencia en que, después de la ruptura
de la estructura de Comisariados, esperaba que el aparato del Partido preservara
la unidad del Estado, hace que incluso esta conclusión sea relativa.
[Democracia partidaria]
[Conclusiones]
Notas
1.
Moshe Lewin, Lenin’s
Last Struggle (London, 1969)
2.
Richard Pipes (ed.), The
Unknown Lenin: From the Secret Archives (New Haven, CT and London, 1996),
p. 9.
3.
Richard Pipes, Russia
under the Bolshevik Regime, 1919-1924 (London, 1994), pp. 464-5.
4.
Robert Service, Lenin:
A Political Life, vol. 3, The Iron Ring (Basingstoke, 1995), pp. 259, 291,
293, 299, 302.
5.
Robert Service, Lenin.
A Biography (London, 2000), p. 467.
6.
Jeremy Smith, The
Bolsheviks and the National Question, 1917-23 (Basingstoke, 1999), pp.
172-89.
[…]
58. Jeremy Smith, The
Origins of Soviet National Autonomy, Revolutionary Russia, vol. 10, nº 2, 1997, p. 79.
59. S.S. Studenikina (ed.), Istoriia
sovetskoi konstitutsii (v dokumentakh), 1917-1956 (Moscú, 1957), p. 58.
60. Ibíd., pp.85-7; véase también Richard Pipes, The
Formation of the Soviet Union: Communism and Nationalism, 1917-1923 (Cambridge MA, 1964), p. 123.
61.
Véase:
Studenikina, op. cit., p. 126.
62.
Sochineniia, vol.4, pp.
67,69.
63.
Ibíd.,
pp,79-80.
64.
Studenikina,
op. cit., pp. 143,145.
65.
Véase:
Edward Hallett Carr, The Bolshevik
Revolution, 1917-1923, vol. 1 (London, 1950), pp.308-9; Pipes, The Formation of..., p.152;
D.A. Gaidukov et al (eds.), Istoriia sovetskoi konstitutsii. Sbornik
dokumentov. 1917-1957 (Moscú, 1957), pp.94-106; Service, The Iron Ring, pp. 92-3.
66.
Studenikina,
op. cit., pp. 205-7; Deiatel'nost'
TsentraTnoga Komiteta Partii v dokumentakh (sobytiia i fakty), Izvestiia
TsK KPSS, 1989, nº 12, p. 163; véase también Pipes, The Formation of..., pp. 252-3;
Service, The Iron Ring, pp. 93-4.
67.
Studeninika,
op. cit, pp. 207-8.
68. M.P Georgadze et al, S”ezdy Sovetov Soiuza SSR, Soiuznykh i Avtonomnykh
Sovetskikh Sotsialistidieskikh Respublik. Sbornik dokumentov v trekh tomakh.
1917-1936 gg., vol. 1, S”ezdy Sovetov RSFSR i Avtonomnykh Respublik RSFSR. Sbornik
Dokumentov. 1917-1922
gg. (Moscú, 1959), p. 278.
69. Véase: Stephen Blank, The
Sorcerer as Apprentice: Stalin as Commissar of Nationalities, 1917-1924 (Westport/London, 1994), pp. 146-7;
Deiatel'nost' Tsentral'nogo komiteta..., 1989, nº 7, p. 159; nº 8, pp.
165, 183; Trotsky, op. cit., p. 263; Gaidukov et al, op. cit., p. 59.
70. Studenikina, op. cit., pp. 229-31.
71.
Ibíd., p.233.
72. Vos'maia konferentsiia RKP(b), Dekabr' 1919
goda. Protokoly (Moscú, 1961), p. 189.
73.
Gaidukov et al., pp. 141-2.
74.
PSS, vol. 40, pp. 98-9.
75.
Ibíd., vol. 41,
p. 164.
76.
V.I. Lenin, Sochineniia, vol. XXV, 1920
(Moscú/Leningrado, 1928), pp. 287, 624.
77.
Sochineniia, vol. 4,
pp. 354-5.
78.
Véase :
ibíd., p. 70.
79. Ibíd.,
pp. 351-4.
80. Ibíd., pp. 395-6, 402, 404-5.
81.
PSS, vol. 40, pp. 99-100; véase también vol. 41, p. 164.
82.
Georgadze et al, op. cit., pp. 622, 630.
83.
Studenikina,
op. cit., p. 58.
84.
Stalin señalaba
que la república de la Montaña tenía el mismo estatus que la de Kirguizia.
Véase Sochineniia, vol. 4, p.
404.
85.
Véase Desiatyi snezd RKP(b)..., pp. 182, 184,
186-7, 701.
86.
PSS, vol. 52, p. 136; Sochineniia, vol. 5,
pp. 94—5, 98-100, 113f; véase también O tak nazyvaemom “natsional-uklonizme”, Izvestiia
TsK KPSS, 1990, nº 9, p. 77.
87.
Véase P.N.
Pospelov et al (eds.), Istoriia Kommunisticheskoi Partii Sovetskogo Soiuza, vol.
4, Kommunisticheskaia Partiia v Bor'be
za Postroenie Sotsmhzmn v SSSR. 1921-1937 gg. Kniga Pervaia (1921-1929 gg.) (Moscú,
1970), pp. 193-4; S.V. Kharmandarian, Lenin i Stanovlenie Zakavkazskoi Federatsii, 1921-1923 (Erevan, 1969), pp. 203-6.
88. Sochineniia, vol. 5, pp. 228-9; PSS, vol. 44, pp. 255,566;
Kharmandarian, op. cit., p. 206. Véase
también Smith, The Bolsheviks and... , p. 198. En
el tomo 44 de las Obras de Lenin el asunto ha sido alterado, mediante la
inclusión, en el original de la carta de Lenin, de la corrección de Stalin
acerca de “un cierto periodo de tiempo” en lugar de la demanda original de
“varias semanas”.
89.
‘Iz istorii obrazovaniia SSSR’, Izvestiia TsK KPSS, 1989, nº 9,
pp. 191-3; véase también Tat’iana Korzhikhina, “Federalizm ili unitarizm? Perepetii rossiiskoi
gosudarstvennosti”, Svobodnaia mysl, 1995, nº 6, pp. 99-100.
90.
Las
principales diferencias eran que el comisariado de Finanzas iría hacia “abajo”
a la segunda categoría, y el anuncio de la inclusión de representantes de las
repúblicas en el presídium del VTsIK. Véase 'Iz istorii obrazovaniia 1989, nº 9,
pp. 200, 203-5.
91.
PSS, vol. 45, pp. 211-2.
92. ‘Iz istorii obrazovaniia…’, 1989, nº 9, p. 208.
93. Lewin,
op. cit., pp. 52-3.
94. Smith, The Bolsheviks and..., pp. 186-7.
95. ‘Iz
istorii obrazovaniia...’, 1989, nº 9, pp. 206-7.
96. Ibíd.
97. Ibíd., pp. 208-9.
98. Kharmandarian, op. cit., pp. 344—5.
99. ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1989, nº 9, pp. 214-6.
100.
Lenin, Sochineniia, vol. XXXIII,
p. 335.
101.
PSS, vol. 54, pp. 299-300; véase también
Kharmandarian, op. cit., pp. 353-9; Pipes, The
Formation of...,
pp. 274-5.
102.
Ibíd., p. 276.
103.
PSS, vol. 45, pp. 356-61.
104.
Smith,
The Bolsheviks and..., pp. 202-6.
105.
S.I.
Iakubovskaia, Stroite’stvo soiuznogo sovetskogo
sotsialisticheskogo gosudarstva.
1922-1925 gg.
(Moscú, 1959), pp. 197-8; ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1991, nº 4, p. 170.
106.
Iakubovskaia,
op, cit., pp. 19-9; ‘Iz istorii obrazovaniia…’, 1991, nº 5, pp. 164-5.
107.
Sochineniia, vol. 5, pp. 187, 189-91.
108.
‘Iz istorii obrazovaniia...’,
1991, nº 3, pp. 170-3; nº 4, pp. 161-2.
109.
Véase
ibíd., pp. 169-72.
Fuente:
Erik Van Ree, “Lenin’s Last Struggle
Revisited”, en Revolutionary Russia,
vol. 14, nº 2, diciembre de 2001, págs. 85-122. Tomado del website de la Universidad
de Ámsterdam.
Traducido
para “Crítica Marxista-Leninista” por Ykv.Pk.
Descargar "Contribución al problema nacional o sobre la 'autonomización'" de Lenin.
Descargar "La política del Poder Soviético respecto a la cuestión nacional en Rusia" de Stalin.
Descargar "La política del Poder Soviético respecto a la cuestión nacional en Rusia" de Stalin.
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