martes, 26 de marzo de 2013

Las discrepancias de Lenin y Stalin sobre la cuestión nacional en el invierno de 1922-1923


El mito de las “profundas” discrepancias entre Lenin y Stalin en los últimos meses de actividad política de Lenin, ha sido creado con el fin de establecer una supuesta ruptura en la dirección de los destinos de la Rusia soviética y del Partido bolchevique en los periodos en que –cada uno en su momento– fueron los dirigentes máximos. De esta forma, se presenta un supuesto antagonismo entre Lenin y Stalin que tenía como base una diferencia de principios, que explicaría la desviación de este último, el surgimiento del “stalinismo” y la degeneración del Partido y la URSS. 

Está demás decir que el origen de este mito se encuentra en la versión que Trotsky da sobre la “historia de la revolución rusa” y en sus escritos de combate contra el bolchevismo de Lenin y Stalin. Servida la mesa de esta forma, la burguesía y sus intelectuales, tenían todas las armas necesarias para desarrollar una masiva y descomunal lucha por enlodar la figura de Stalin, desvirtuar la realidad de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética y atacar los fundamentos del marxismo-leninismo. En ese esfuerzo, han contado y cuentan con una reserva de revisionistas, oportunistas y trotskistas que actúan como verdaderos agentes en el movimiento obrero y popular. 

La férrea defensa del legado de Lenin y Stalin, de la valiosa experiencia histórica de la dictadura del proletariado y la construcción del socialismo en la URSS y otros países, y de los ideales del socialismo y el comunismo, por parte de los comunistas y revolucionarios del mundo, han puesto evidencia las mentiras, falsedades, distorsiones, calumnias, etc. que la burguesía, sus intelectuales y sus agentes han creado y difundido con todos los medios a su alcance. Esto ha llevado a que en el seno de esa intelectualidad burguesa y pequeñoburguesa surjan voces y plumas que se ven obligadas a reconocer la falta de veracidad de los sesudos estudios de “sovietólogos”, “sinólogos”, “especialistas en la Guerra Fría”, etc. y se embarquen en la tarea de revisarlos. Son los llamados “revisionistas” en el campo de la historia, que sin abandonar su concepción burguesa de la historia, enfrentan la tarea de reinterpretar los hechos históricos, cada vez mejor documentados, de una manera más “profesional”, más “realista”, menos militante, menos “partidista”.  

Los últimos meses de vida de Lenin y su “conflicto” con Stalin están mejor documentados hoy, y permiten reafirmar que las diferencias entre ambos líderes bolcheviques no era de principios, como Trotsky trató de presentarlas y como los historiadores burgueses “soldados de la Guerra Fría” se encargaron de consagrar con su “rigurosidad” académica. Moshe Lewin es considerado una “autoridad” en lo referente a los últimos días de Lenin, y su libro “El último combate de Lenin” fue considerado por muchos como la última palabra sobre el tema. Sin embargo, no necesitaba caerse el muro de Berlín ni abrirse los archivos secretos soviéticos para demostrar la inconsistencia de ese libelo. Los escritos de Lenin y Stalin nos ofrecen las fuentes básicas para conocer la posición de ambos en los temas candentes de la revolución y la construcción socialista. 

Sin embargo, no está demás conocer cómo en los predios de la historiografía burguesa se trata de corregir la falta de objetividad, la ausencia de apego a la verdad y otros pequeños defectos de los “estudios” que han sido los pilares en la parcela del estudio de la historia que les ha tocado. Presentamos a continuación la parte introductoria y el acápite correspondiente a la cuestión nacional y la formación de la URSS del ensayo de Erik Van Ree titulado “‘Lenin’s Last Struggle’ Revisited”, en el que discute y contradice el libro de Moshe Lewin. El autor reconoce que el “modelo” y las tesis de Lewin hace tiempo que fueron cuestionados y socavados por otros estudios posteriores, sin embargo, confirma que el libro sigue teniendo presencia y audiencia.  

En lo relativo a la cuestión nacional y la formación de la URSS, Lenin y Stalin tuvieron discrepancias que se remontaban a 1920. Sin embargo, estas nunca fueron de principios, siempre fueron secundarias y específicamente eran discrepancias de forma y de tiempos. En octubre de 1922, Lenin decía que Stalin tiene tendencia a apresurarse, mientras que Stalin, llevado por el calor de la polémica, criticaba a Lenin de liberalismo nacional. Ambas referencias tenían que ver con el problema de la formación de la URSS. Lenin y Stalin, como auténticos los marxistas, eran partidarios del centralismo, en oposición a la fragmentación o división de los pueblos y naciones. Centralismo que es impulsado por el desarrollo capitalista y que la sociedad socialista debía saber conducir. El ideal último era la Unión de Repúblicas Soviéticas del mundo, como paso a la sociedad sin clases. Sin embargo, la revolución socialista triunfó en un país atrasado, amplio y con muchos rezagos semifeudales, que jugarían en contra de esa tendencia a la centralización. Ese reconocimiento, que hasta entonces había sido teórico, obligó a que Lenin y Stalin reconocieran la necesidad práctica de formas intermedias de asociación de las naciones en camino a la Unión de Repúblicas Soviéticas. El derecho a la autodeterminación debía ser enfrentado de forma diferente según la realidad de cada nacionalidad y según las condiciones del desarrollo de la revolución, incluso dentro del propio territorio de la antigua Rusia zarista. 

En los primeros años del Poder Soviético, la forma de avanzar en el camino de la Unión soviética fue la de incorporar a las naciones no rusas en la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, concediéndoles la autonomía. Sin embargo, la implementación de la política nacional soviética tuvo que considerar la realidad cambiante provocada por la Guerra Civil y las condiciones particulares que en distintos momentos presentaban las distintas naciones no rusas. En setiembre de 1922, Stalin consideraba que la forma de hacer realidad la Unión soviética era incorporar, al igual que los primeros años, las naciones no rusas en la RSFSR. Lenin consideraba que la Unión se debía lograr con la unidad federal de repúblicas en igualdad de condiciones. Este era el aspecto formal del asunto, aquel en el que los seudohistoriadores y seudointelectuales encuentran la diferencia de “principio” entre Lenin y Stalin. En este punto, se dice que Stalin –seguramente, por su “sed de poder” y su “carácter despótico”, desde la cuna– era centralista, que no le interesaban los derechos de las naciones no rusas, entre ellas su Georgia. Sin embargo, la diferencia era tan de forma, que luego de una conversación privada con Lenin, en setiembre de 1926, Stalin accedió a aceptar la fórmula de Lenin. E incluso la perfeccionó en el proyecto del tratado de constitución de la URSS que elaboró. 

Otra diferencia, más importante pero que los “estudiosos” pasan por alto es el de unificación de los gobiernos y órganos ejecutivos de las naciones no rusas y la RSFSR. En este aspecto del problema, Lenin era partidario de una subordinación a la RSFRS, era más centralista que Stalin. También en este punto eran diferencias secundarias, cuestión de estimación del ritmo de avance de la Unión. 

Sin embargo, cuando el proyecto elaborado por Stalin, considerando las observaciones de Lenin, ya se había aprobado en el Comité Central, Lenin hace un cambio de posición provocado por la cuestión de Georgia y el exabrupto de Ordzhonikidze. Como se ve en la cita que reproduce el artículo, Stalin se queja que cuando todo ya está aprobado, incluso por Lenin, éste se olvida de todo. Como bien remarca el autor, no es Stalin el que cambia de posición en relación a los acuerdos del CC con la ratificación de Lenin. Pero aún en esta nueva fase de las diferencias, éstas no eran de ninguna manera insalvables, de principios, y no significaban una ruptura política entre Lenin y Stalin. Que Stalin era el líder más cercano a Lenin, es una conclusión a la que se llega fácilmente a través del estudio de las obras y posiciones de los principales líderes bolcheviques, de los documentos de los archivos revelados después de la caída de la URSS y de los testimonios de muchos contemporáneos. 

Acompañamos al pie del artículo, los enlaces para descargar la carta de Lenin al Congreso titulado “Contribución al problema de las naciones o sobre la 'autonomización'” de 1923 y el artículo de Stalin titulado “La política del Poder Soviético respecto a la cuestión nacional en Rusia” de octubre de 1920, un documento fundamental para entender la formación de la URSS.


Revisando
“El último combate de Lenin” de Moshe Lewin
Erik Van Ree

Este artículo sostiene que “El último combate de Lenin” contra Stalin no tenía como objetivo la preservación de tales elementos democráticos que quedaban en la Rusia soviética, ni siquiera en términos relativos, sin el objetivo contrario de fortalecer el centralismo político. En los últimos meses de su vida activa, el líder se vio impulsado por un nuevo radicalismo de izquierda y por la esperanza de acelerar la construcción del socialismo. En concreto, sus propuestas buscaban reforzar el control estatal sobre la industria y el comercio, un mayor control sobre el campesinado y la liquidación de los últimos remanentes de democracia en el Partido. En su primera reacción a la propuesta de Stalin de agosto de 1922, para la nueva estructura del Estado multinacional, Lenin fue de hecho más centralista que Stalin. La vieja tesis de Moshe Lewin en “El último combate de Leninno sólo era una exageración. Con todo, las últimas propuestas del líder probablemente hicieron más por preparar  el stalinismo posterior que obstaculizarlo. 

El libro de Moshe Lewin, “El último combate de Lenin”, ha sido uno de los estudios más influyentes sobre historia soviética [1]. Pinta la imagen de un líder trágico que, en el último período de su vida, trata, heroicamente pero sin éxito, de desandar los resultados de su propia obra. Motivado por un auténtico idealismo socialista, Lenin tenía la esperanza de construir una dictadura revolucionaria dinámica. Sin embargo, la estrategia de modernización centralista en un país atrasado hizo que fuera difícil impedir la degeneración del sistema en una burocracia estatal opresiva. Las esperanzas de Lenin, de un retorno de la salud moral de la maquinaria gubernamental que creó, se desvanecieron por el sabotaje de los apparatchiki, de quienes José Stalin era el representante principal. El enfermo líder enfermo había fracasado especialmente en la defensa de los derechos nacionales de Georgia contra la burocracia moscovita de Stalin. Lenin reconoció, cuando ya era demasiado tarde, que su prohibición de las fracciones había sofocado el debate democrático en el Partido. En el último momento, trató de destronar al Secretario General, pero su inhabilitación hizo que sus esperanzas, en este sentido, fueran inútiles. Como resultado del lamentable fracaso de Lenin, la Unión Soviética cayó rápidamente en el stalinismo. 

El concepto básico del análisis de Lewin, y el estándar que implícitamente utiliza para medir las actividades de sus protagonistas, es el de la dictadura revolucionaria honesta. Es una especie de despotismo ilustrado socialista, no democrático por cierto pero bien intencionado, y tal vez históricamente inevitable. Según Lewin, una dictadura honesta de ese tipo fue lo que, en efecto, tuvo lugar en la Unión Soviética en Octubre de 1917. Su libro es, pues, un análisis de cómo degeneró y  de cómo fracasó el intento de Lenin por revivirlo. 

Desde la década de 1980, las simpatías por dictaduras socialistas de cualquier tipo han disminuido considerablemente. Por eso, es de poca utilidad polemizar ahora contra la idea del leninismo ingenuo del libro de Lewin, que es obviamente obsoleta. Sin embargo, aunque el ideal de la dictadura revolucionaria es obsoleto, todavía está con nosotros la noción general de que las revoluciones tienden al principio a guiarse por el idealismo y posteriormente a degenerar en la política del poder y el cinismo. Se trata de un modelo arquetípico para entender lo que ocurre en los países después de una toma revolucionaria del poder. El modelo se basa en una noción general que es también, por ejemplo, aplicada a las religiones; es decir, los fundadores de los grandes sistemas ideológicos –ya se trate de Jesucristo, Mahoma o Karl Marx– son típicamente más puros y menos egoístas que los que vienen después de ellos. La gente tiende a echar a perder las buenas intenciones de las grandes almas que las inspiraron. Esta noción no necesita tomar la forma de una teoría formulada. Es más una creencia generalizada y casi evidente por sí misma. 

Como veremos, muchas de las evaluaciones concretas de “El último combate de Lenin” de Lewin ya han sido cuestionadas. Sin embargo, su tesis fundamental –sobre un Lenin que en último momento entró en razón y trató de detener el proceso fatal de stalinización de Rusia– se repite rutinariamente en los numerosos manuales de historia. Y la razón es precisamente que la tesis se corresponde perfectamente con el prejuicio general de que los fundadores son de mayor prestigio moral que los sucesores. Uno se resiste a abandonar un modelo que se corresponde con elegancia con las propias expectativas de cómo se originan y degeneran las revoluciones. El análisis adquiere una adicional apariencia de exactitud histórica debido al hecho de que en su momento Stalin en efecto tuvo la responsabilidad de actos violentos mayores que los de Lenin. Por último, el análisis de Lewin tiene una cierta cualidad dramática. Las imágenes de un hombre voluntarioso reducido a la impotencia por una enfermedad que lo consume –y luchando con su último aliento contra las injusticias, a las que, ahora lo comprendía, había contribuido con su propia ingenuidad– es apasionante. Es material de una tragedia.

Pero, como dije antes, muchas de las evaluaciones de Lewin han sido ya cuestionadas. De los documentos de archivo recogidos por Richard Pipes en “The Unknown Lenin”, se desprende que, antes del invierno de 1922-23, las relaciones de Lenin con Stalin se mantenían cordiales En contraste, Lenin y Trotsky tomaron posiciones en conflicto sobre la cuestión de la burocracia. El primero estaba molesto por la propuesta de este último de que se mantuviera al Partido al margen de toda intervención en el aparato estatal. Además, Trotsky se había negado a ser parte del plan de Lenin de tener un equipo de viceprimeros ministros para combatir la burocracia [2]. Pipes destaca además que la troika de Stalin, Kámenev y Zinoviev, formada después del ataque cerebral de Lenin en mayo de 1922, estuvo en constante comunicación con el líder. Los cuatro hombres operaban conjuntamente contra Trotsky [3]. 

Robert Service señala también que desde el debate sobre los sindicatos, Trotsky había sido altamente sospechoso para Lenin. En 1922, todavía estaban en desacuerdo sobre cómo combatir la burocracia en el Estado. Mientras que Lenin esperaba utilizar la Inspección Obrera y Campesina, Rabkrin, Trotsky quería elevar la Comisión Estatal de Planificación, Gosplan, para aumentar la eficiencia en la planificación. Sólo a finales de 1922 se formó una alianza Trotsky-Lenin. Pero incluso entonces, el conflicto entre Lenin y Stalin no afectó los fundamentos de los principios del régimen. Según Service, el plan de Lenin para las cooperativas agrícolas y para la reorganización del Partido y el aparato estatal, tenía poco que fuera realmente nuevo. Él también hace la observación de que los discursos y escritos de Lenin en 1922 no revelan un cambio hacia un evolucionismo incondicional. “Todo lo contrario”, ellos exigían una mayor intervención económica estatal y la represión de los disidentes [4]. Service concluye que Lenin no defendía una reforma masiva del sistema político soviético. Los fundamentos de su pensamiento permanecían en su lugar [5]. El importante estudio de Jeremy Smith sobre la cuestión nacional desde 1917 hasta 1923, demuestra que las diferencias entre Lenin y Stalin sobre la estructura del Estado soviético multinacional en agosto-septiembre 1922 eran menores. Lenin estaba más preocupado por la redacción formal de las propuestas que en la sustancia de los asuntos [6]. 

A la luz de estos estudios, la tesis de un bloque Lenin-Trotsky contra la burocracia stalinista se ha vuelto altamente cuestionable. Por otra parte, la idea de Lenin como un proto-Bujarin es ahora más difícil de defender. Debo añadir que el modelo de Lewin siempre contiene un elemento extraño, con la cuestión del monopolio estatal del comercio exterior. En este debate Lenin era el centralista. En mi opinión, el modelo tiene un valor limitado cuando trata la cuestión nacional. Pero el trabajo de Smith demuestra que incluso en este punto debe ser seriamente reconsiderado. 

En conjunto, la idea del último combate desesperado de Lenin contra el stalinismo ha sido ahora socavada, a tal grado que ya es hora de hacer una evaluación global. En el presente artículo, que se basa exclusivamente en el material publicado y no pretende ser una presentación de hechos nuevos, voy a presentar un modelo alternativo para la comprensión del conflicto final entre Lenin y Stalin. En mi opinión, ver oposición contra el stalinismo, en los últimos escritos de Lenin, representa una distorsión de los hechos históricos, una proyección retrospectiva de acontecimientos posteriores. En aspectos importantes, el Lenin de 1922-1923 prefiguró el “stalinismo” posterior, incluso más que su autor lo hizo en aquellos días. Hablando en términos de modelos generales de desarrollo y revolución ideológicos, la idea del fundador como un fanático y de sus sucesores como pragmáticos es el más apropiado para encontrarle sentido a lo que sucedió en ese fatídico invierno. 

[El problema de la burocracia]

[El Estado y la economía]
 
Chovinismo gran ruso

Como se señaló anteriormente, el contraste que Lewin hace entre un Stalin chovinista gran ruso centralizador y un Lenin defensor de los derechos de las minorías nacionales ha sido socavado por el estudio de Jeremy Smith. Sin embargo, para poner el debate de 1922-23 en la perspectiva correcta, son pertinentes algunas observaciones adicionales. En su libro, así como en un artículo anterior sobre el tema, Smith sostiene que la propuesta de marzo de 1918 –para la creación de una República Soviética Tártaro-Baskiria– fue el primer paso concreto hacia la autonomía territorial nacional. De allí, él sigue en detalle el establecimiento y desarrollo de varias otras repúblicas autónomas de la República Federativa Socialista de Rusia. Durante y después de la Guerra Civil también se establecieron Repúblicas Socialistas nominalmente independientes – Ucrania, Bielorrusia y Transcaucasia. Como resultado de ello, surgieron dos tipos de repúblicas. Smith concluye que entonces parecía natural que un sistema que aparentemente estaba funcionando –la autonomía– debería extenderse a las otras repúblicas nominalmente independientes. En otras palabras, la propuesta de “autonomización” de Stalin en agosto de 1922 no era tan espectacular después de todo. 

Smith señala además que “la diferencia entre ‘autonomía, y ‘federación’ nunca fue descrita claramente, tal como se refleja en la Constitución de 1918... y en el título de la Federación Socialista Rusa de Repúblicas Soviéticas, que en efecto describe un sistema de autonomía nacional”. Por lo menos hasta septiembre de 1922, los dos términos se utilizaron indistintamente [58]. En mi opinión, este aspecto de la cuestión debe subrayarse bastante, porque nos permite poner de relieve, aún más, que las propuestas de Stalin en agosto de 1922 no eran nada nuevo. 

De hecho, no fue una cuestión de distinguir entre “autonomía” y “federación”, nunca bien descrita claramente. La distinción simplemente no existía. Los dos conceptos se utilizaban indistintamente, porque eran idénticos. En noviembre de 1917 el Consejo de Comisarios del Pueblo emitió una declaración mencionando el “derecho de los pueblos de Rusia a la libre determinación, incluida la separación” [59]. Esta declaración era válida para todos los pueblos de Rusia. No se hizo distinción alguna entre naciones que tienen derecho a la secesión y las que no tienen ese derecho. En consecuencia, las diversas naciones deberían ser tratadas fundamentalmente de la misma manera en cuanto a su sistema estatal se refiere. En diciembre de 1917, en Járkov se formó un gobierno soviético. Huelga decir que la nueva Ucrania era parte de Rusia. El Congreso de los Soviets locales declaró oficialmente a la república de Ucrania como “una parte federativa de la república rusa” [60]. Del mismo modo, la República Soviética de Turquestán, que reclamaba el derecho a gobernarse autónomamente, se describía a sí misma como una “república de la Federación Soviética Rusa” [61]. 

En abril de 1918, Stalin, miembro de la comisión encargada de redactar la constitución de la Rusia Soviética, mencionó a Ucrania, Crimea, Polonia, Transcaucasia, Turquestán, el Volga Medio, el distrito de Kirguistán, Finlandia y Siberia como posibles unidades nacionales de la “Federación Rusa” [62]. En el borrador del texto, Stalin hablaba de “unidades regionales autónomas” unidas “bajo los principios federativos de la República Socialista Rusa” [63]. La Constitución de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, de julio de 1918, adoptó esta fórmula [64]. En ese momento, los bolcheviques sólo tenían un modelo. Se esperaba que las repúblicas nacionales se convirtieran en partes autónomas federales de la RSFSR, todas ellas con derecho a la secesión. Un punto importante de la constitución era la ausencia de una república gran rusa independiente. Sólo repúblicas no rusas podían entrar en la RSFSR. La situación no reconocida era, entonces, que en vez de repúblicas nacionales uniéndose con la Gran Rusia en un Estado federal, las respectivas repúblicas se unían a la Gran Rusia sobre una base federal. Lenin a menudo esgrimía la acusación de “chovinismo gran ruso” para atacar a los bolcheviques que eran demasiado “rusos” para su gusto. Sin embargo, la constitución de Lenin de 1918 fue fundamentalmente de construcción gran rusa. 

En el verano de 1918, todas las repúblicas soviéticas no rusas, excepto Turquestán, habían sido invadidas por diversas fuerzas blancas o por tropas alemanas. Pero más tarde ese mismo año y a principios de 1919, el Ejército Rojo ocupó los países bálticos, Ucrania y Bielorrusia. Moscú decidió no anexarse ​​esos países como partes federales de la RSFSR, sino establecer repúblicas soviéticas “independientes”. Esto se hizo por razones diplomáticas, para evitar provocar a los franceses y a los ingleses [65]. De esta forma se creó una situación no prevista en la Constitución. 

Sin embargo, inmediatamente, se puso en marcha un proceso de reunificación. En abril y mayo de 1919, se discutió y realizó parcialmente una fusión de Comisariados del Pueblo estratégicos de Rusia y Ucrania. La idea era remodelar los Comisariados del Pueblo de la RSFSR como “Narkomy [Comisariados del Pueblo] de la Unión [soinznye]”, reduciendo los Comisariatos del Pueblo ucranianos a la condición de “plenipotenciarios regionales”. Se estableció como objetivo la “fusión” de los dos Estados. Además, las unidades del Ejército Rojo y los ferrocarriles de Ucrania, Bielorrusia, Letonia y Lituania se fusionaron con los de la RSFSR [66]. En junio, se anunció la unificación de los ejércitos y la administración de las principales ramas económicas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Lituania, Letonia y Crimea, en “collegia unificada”. El objetivo de esta operación era una “unión militar” de las repúblicas anteriormente mencionadas [67]. Estos planes divergían del modelo de la Constitución de la RSFSR. Moscú comenzó a pensar en una “unión” federativa de la RSFSR con otras repúblicas soviéticas. En el verano de 1919, las nuevas repúblicas soviéticas en Occidente colapsaron ante la fuerza combinada de Polonia y los generales blancos.

En Oriente, el enfoque constitucional seguía en vigor. En octubre de 1918, el Turquestán soviético adoptó una Constitución, definiéndose como la “República Autónoma de Turquestán de la Federación Soviética Socialista Rusa” y como “miembro” de esa federación [68]. El acuerdo de marzo de 1919 de establecer una república autónoma baskir de la RSFSR estableció la entrega de tropas, ferrocarriles, fábricas y minas baskires al Sovnarkom [Consejo de Comisarios del Pueblo] de la RSFSR, mientras que los otros sectores baskires quedaban bajo el control de la república autónoma [61]. La república de Baskiria nació muerta. Las tropas de Kolchak impidieron su establecimiento real. Sin embargo, el hecho es que, en el invierno de 1918-19, la política nacional soviética perdía su carácter monolítico. En el Oriente musulmán, el modelo constitucional se mantuvo en vigor, pero en las repúblicas “independientes” de Occidente se perseguía una “unión” con la RSFSR.

El proceso de reunificación con las repúblicas “independientes” no tenía una dirección clara. El caso de Ucrania pone esto bastante claro. En marzo de 1920, el partido comunista ucraniano publicó una declaración por una “unión estrecha” con la Rusia soviética. Los principales Comisariados del Pueblo, militares y económicos, debían ser unificados. Los respectivos Comisariados de la RSFSR se convertirían en “Comisariados centrales unificados”, designándose representantes ucranianos en ellos [70]. En mayo, el Congreso de los Soviets de Ucrania extrañamente proclamó que la RSS de Ucrania “independiente” se consideraba “miembro de la República Federativa Socialista Soviética de Toda Rusia” [71]. De esta forma, en la primavera de 1920, Ucrania parecía estar dirigiéndose hacia el estatus de una república dentro de la RSFSR. Sin embargo, en diciembre, el Partido Comunista de Rusia (bolchevique) estableció como objetivo el “lazo federativo” entre Ucrania y la RSFSR [72]. Ese mes se publicó un tratado entre la RSFSR y Ucrania, en el que se reafirmaba la independencia soberana de ambos Estados. Las dos repúblicas ingresaron en una “unión económica y militar”. Los Comisarios del Pueblo de Ucrania fueron designados “plenipotenciarios” de los nuevos “Comisariados del Pueblo unificados de ambas repúblicas”. Pero, nuevamente, estos Comisariados “unificados” permanecieron subordinados al Sovnarkom de la RSFSR [73]. Parece que los bolcheviques no podían decidir con firmeza el nuevo enfoque de la Unión. También consideraron regresar al modelo de RSFSR de 1918. 

En febrero de 1920, Lenin señaló en un discurso que la “autonomía” dada a la república de Baskiria debería extenderse también a la república tártara, y “seguiremos esta misma política en relación con todos los pueblos de Oriente”. Agregó que “de por sí se comprende que esa misma política, en forma mucho más acabada, se aplica también con relación a la República de Ucrania”. El modelo fue proporcionado por el tratado de junio de 1919, lo “que equivale a un estrecha federación de las dos repúblicas en la lucha contra los países imperialistas”. Esto debe resultar en “una unión cada vez más estrecha” [74]. En junio, en su proyecto de tesis sobre la cuestión nacional y colonial para el Segundo Congreso de la Internacional Comunista, Lenin escribió que la “federación” era un modelo conveniente, tanto en las relaciones entre la RSFSR y las otras repúblicas soviéticas (como Azerbaiyán y Ucrania) como en las relaciones con las naciones que viven como “repúblicas autónomas” en la RSFSR, como la tártara y la baskir [75]. 

Estos textos demuestran que para Lenin los términos federación y autonomía eran todavía idénticos. El punto era que sólo se habían desarrollado dos formas de federación-autonomía: uno aplicable a los “pueblos del Oriente” y el otro en Europa. Lenin comenzó a considerar a la RSFSR –que en la Constitución de 1918 se entendía implícitamente como el territorio de todo el imperio ruso– como limitada a las áreas gran-rusas y musulmanas (menos Azerbaiyán). A los otros antiguos territorios imperiales rusos se les ofrecerían lazos federales con esa Rusia, no dentro de ella. 

No sabemos si Stalin en ese momento estaba de acuerdo con la sugerencia de Lenin de que el modelo constitucional debía limitarse a los pueblos del Oriente. Pero sí sabemos que consideró insignificante la diferencia entre los dos modelos. El 12 de junio, comentó sobre el proyecto de Lenin, diciendo que no existía ninguna diferencia real “entre los tipos de lazo federativo entre el baskir y el ucraniano” [76]. En un artículo publicado en octubre, reiteró que la “autonomía soviética” tenía “las formas más diversas y los más diversos grados de desarrollo”. Iban desde la autonomía del tipo baskir hasta “la forma más elevada de autonomía, las relaciones convencionales mediante tratados (Azerbaiyán)”. Pero todas las formas eran sólo variantes de “la autonomía soviética que fuera proclamada por el Poder Soviético desde los primeros días de su aparición” [77]. 

Las principales conclusiones de estos dos textos son, en primer lugar, que para Stalin también los términos federación y autonomía permanecieron idénticos, y, en segundo lugar, que no consideró fundamentalmente diferentes los dos modelos de federación-autonomía. De acuerdo con el modelo original, las cuestiones estratégicas –la defensa, las relaciones exteriores y las líneas generales de la política económica– eran manejadas centralizadamente desde Moscú. Las repúblicas decidían autónomamente sólo sobre cuestiones de importancia local, sobre todo asuntos culturales, jurídicos y administrativos [78]. Los esfuerzos por subordinar los principales Comisariados de las repúblicas “independientes” a los Comisariados de la RSFSR confirman este esquema. En ese sentido, Stalin tenía razón en que la verdadera diferencia entre la situación de Ucrania y Baskiria era mínima.

Mientras tanto, Stalin modificó el derecho a la separación. En octubre de 1920, señaló en Pravda que el centro de Rusia no podía prescindir de los minerales, combustibles y bienes de consumo de las regiones periféricas. Y que esas tierras eran incapaces de defenderse contra el imperialismo sin la protección rusa. Llegó a la conclusión de que “la exigencia de la separación de las regiones periféricas de Rusia... debe excluirse”. Sin embargo, agregó: 

“Naturalmente, las regiones periféricas de Rusia, las naciones y los pueblos que habitan estas regiones, tienen, como cualquier otra nación, el derecho inalienable de separarse de Rusia, y si cualquiera de estas naciones decidiese por mayoría separarse de Rusia, como ocurrió con Finlandia en 1917, a Rusia, probablemente [veroiatno], no lo quedaría más que consignar el hecho y sancionar la separación. Pero aquí no se trata de los derechos de las naciones, que son indiscutibles, sino de los intereses de las masas populares, tanto del centro como de las regiones periféricas… Y los intereses de las masas populares dicen que la exigencia de la separación de las regiones periféricas es, en esta etapa de la revolución, algo profundamente contrarrevolucionario.” [79]  

Con motivo de la creación de nuevas repúblicas autónomas de la Montaña y Daguestán en noviembre de 1920, Stalin repitió que la secesión estaba fuera de cuestión. “Autonomía no quiere decir independencia”, señaló sin rodeos el comisario [80]. Pero debemos tener cuidado de cómo interpretar esto. En primer lugar, no podemos establecer una diferencia con Lenin sobre este punto. En febrero de 1920, este último señaló en un discurso sobre la autonomía y la federación que sólo una estrecha unión con Rusia podría salvar a las otras naciones, en particular, a los ucranianos, del imperialismo, y que en consecuencia “la separación no es favorable en la situación de la lucha contra el imperialismo, ya que éste utiliza toda división para suprimir el Poder Soviético; tal división es criminal.” [81] 

En segundo lugar, los comentarios de Stalin no significaban el comienzo de una diferenciación entre repúblicas socialistas con derecho a la separación y repúblicas autónomas que no tenían ese derecho. Como acabamos de ver, Stalin confirmó explícitamente el derecho a la separación de todas las naciones que pueblan Rusia. Él no las dividió en dos grupos. El punto era sólo que el derecho estaba, por así decirlo, suspendido. En este contexto, es importante que, en el Congreso de los Soviets de fundación de la República Autónoma de Kirguizia, en octubre de 1920, se aprobó una declaración que incluía “el derecho de las masas trabajadoras de todas las naciones a la libre determinación, expresada en la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, adoptada por el Sovnarkom el 2 de noviembre 1917.” [82]. Esta última declaración interpretaba el derecho a la libre determinación como un derecho a la separación [83]. En otras palabras, a finales de 1920, el derecho a la separación de las repúblicas autónomas de la RSFSR estaba confirmada [84]. A este respecto tampoco había ninguna diferencia fundamental entre las repúblicas socialistas y las autónomas. 

En el X Congreso del Partido en 1921, Stalin presentó las tesis sobre la cuestión nacional en nombre del Comité Central. Esperaba una “federación de repúblicas soviéticas, basada en la comunidad de fines militares y económicos”. Las repúblicas debían unirse en una “estrecha unión estatal”. Esta fue la nueva fórmula leninista para Europa. Pero, entonces, en el contexto de su exposición sobre el derecho a la separación, Stalin sugirió que la unificación de los Estados soviéticos en una federación voluntaria tomaría la forma aquellos pueblos “incorporándose a la RSFSR” [83]. Tal vez esta sea la primera declaración explícita de Stalin en el sentido de que el modelo constitucional debía ser restaurado. Pero por el momento esto no se había traducido en diferencias prácticas entre él y Lenin. 

Lenin era un centralista convencido al igual que Stalin. Un caso interesante es el asunto de la Federación de Transcaucasia. Contra los deseos de la mayoría de los líderes partidarios georgianos, el presidente del Buró del Cáucaso del Partido, Ordzhonikidze, quiso crear un órgano económico unificado mediante la fusión de los principales Comisariados del Pueblo de las tres repúblicas de Transcaucasia. Lenin y Stalin lo respaldaron [86]. A principios de noviembre de 1921, Ordzhonikidze decidió que había llegado el momento para una federación de las tres repúblicas. Más tarde, ese mismo mes, Stalin envió la propuesta a Lenin [87]. Este último respondió que la federación debía “realizarse sin condiciones”, pero consideró su realización práctica “prematura, es decir, exige varias semanas de debate, propaganda y ejecución desde abajo a través de los Soviets”. Ahora, ocurrió algo interesante, no señalado por Smith. Stalin respondió a Lenin que no se opondría a su resolución 

“…a condición de que usted acepte la siguiente corrección: en lugar de las palabras: “exige varias semanas de discusión”... decir: “exige un cierto periodo de discusión”, y entonces estaré totalmente de acuerdo con su resolución. El problema es que “llevar a cabo” la federación en Georgia “desde abajo” “a través de la Soviets” en “varias semanas” es imposible, ya que apenas se está empezando a establecer Soviets en Georgia.” 

Stalin pensaba que se necesitarían no menos de dos o tres meses para realizar la federación. Lenin aceptó su corrección, y el Buró Político aprobó el plan por unanimidad [88]. Parece, así, que si bien Lenin consideró que el ritmo de avance de Ordzhonikidze era demasiado rápido, Stalin quería proceder aún más lentamente que Lenin. La Federación de Transcaucasia fue establecida oficialmente en marzo de 1922. 

Es bueno tener en cuenta este ejemplo de Lenin siendo más centralista que Stalin cuando se discuta el famoso debate sobre la “autonomización”. En agosto de 1922, se formó por fin la comisión, con Stalin entre sus miembros, para decidir sobre las futuras relaciones entre la RSFSR y las repúblicas nominalmente independientes. Stalin elaboró ​​un proyecto en el que se proponía “el ingreso formal en la RSFSR” de Ucrania, Bielorrusia, Azerbaiyán, Georgia y Armenia. El Comité Ejecutivo Central y el Sovnarkom rusos se convertirían en las más altas autoridades para los nuevos Estados miembros. Los Comisariados del Pueblo de las repúblicas se dividirían en tres grupos. Algunos serían fusionados con los de la RSFSR: Relaciones Exteriores, Comercio Exterior, Defensa, Ferrocarriles, Hacienda, y Correos y Telégrafos. Los del segundo grupo (Alimentación, Trabajo, Economía, y también la GPU) serían subordinados a los Comisariados rusos. Los restantes Comisariados de Justicia, Educación, Interior, Agricultura, Rabkrin, Salud y Seguridad Social se mantendrían independientes [89]. 

Esta propuesta reducía a Armenia y Ucrania al mismo estatus que Baskiria y Turquestán. Sin embargo, como hemos visto, Smith lo interpreta como algo natural. Un modelo que había demostrado su valor en Rusia, se hacía extensivo a otros Estados con los que Rusia tenía estrechas relaciones. La “naturalidad” de ello –desde el punto de vista bolchevique– se hace aún más clara si comprendemos que la autonomización de Stalin era esencialmente sólo una confirmación de la Constitución de 1918. El 24 de septiembre, la Comisión adoptó una versión ligeramente modificada de la propuesta de Stalin [90]. 

El 26 de septiembre, Lenin escribió a Kámenev diciéndole que Stalin estaba “yendo un poco rápido”, pero que ya había accedido a hacer la concesión de que las repúblicas no se conviertan en parte de la RSFSR. La nueva fórmula sería “unificación formal con la RSFSR” en una “Unión de Repúblicas Soviéticas de Europa y Asia”. Por lo tanto, habría una república gran rusa independiente de la Unión federal en su conjunto. Lenin insistió en la creación de “un nuevo nivel adicional, una federación de repúblicas iguales”. Concretamente, esto significaba la creación de un Comité Ejecutivo Central de toda la Federación, VTsIK, por encima del CEC de la RSFSR. De esta forma, a nivel “parlamentario”, el aparato de la RSFSR y el de la Unión ya no coincidirían. 

Sin embargo, a nivel gubernamental, la creación de una unión federativa parecía representar sólo un simple cambio de nombre. Los “Comisariados del Pueblo de la unión federal” se crearían mediante el establecimiento de agencias de los comisariados de la RSFSR en las otras repúblicas –tal como lo proponía Stalin. Lo que es más, parece que Lenin quería que la situación existente continuara, que el gobierno central coincidiera con el gobierno de la RSFSR. Esto se desprende de su comentario sobre la necesidad de no modificar el pasaje de la resolución del 24 de setiembre concerniente al carácter vinculante de las decisiones del Sovnarkom de la RSFSR para las otras repúblicas. En cualquier caso, en la propuesta de Lenin nada sugería la creación de dos Consejos de Comisarios del Pueblo independientes: uno de la Unión y otro ruso. Aún más sorprendente, Lenin quería que el segundo grupo de Comisariados propuesto por Stalin sea incorporado al primer grupo, es decir, que sean completamente “fusionados” en los de la RSFSR. Aquí él era más centralista que Stalin. En cuanto al tercer grupo, que la resolución de la comisión consideraba “independiente”, Lenin agregó que deberían crearse conferencias conjuntas con carácter consultivo, presumiblemente integradas por representantes de esos Comisariados y sus contrapartes de la RSFSR. También en este caso era más centralista que Stalin [91] 

El 27 de septiembre, mediante carta, Stalin estuvo de acuerdo en cambiar el nombre de la nueva federación a “Unión de Repúblicas Soviéticas de Europa y Asia”. Sin embargo, no aceptó la creación de dos Comités Ejecutivos Centrales –uno gran ruso y otro federal. En adelante, el Comité Ejecutivo Central de la RSFSR sería conocido como el “TsIK de toda la federación”. Stalin estaba dispuesto a seguir a Lenin y retirar la palabra “Rusa” del nombre de la federación, pero rechazó la parte de la propuesta de Lenin en la que se hacía una distinción real entre las instituciones rusas y las federales. Pero, curiosamente, en cuanto a la estructura administrativa se refiere, es decir, la división entre los Comisariados centrales y republicanos, Stalin consideró demasiado centralista la propuesta de Lenin: 

“…en mi opinión el cam. Lenin “fue demasiado rápido” cuando exigió la fusión de los Comisariados del Pueblo de Finanzas, Alimentos, Trabajo y Economía en los Comisariados del Pueblo federales. No hay duda de que esta “prisa” alimenta a los “nezavisimtsy” para inconveniencia del liberalismo nacional del cam. Lenin.” 

Asimismo, rechazó la propuesta de Lenin de conferencias conjuntas para asesorar al resto de Comisariados republicanos “independientes” [92]. Lewin considera que el contraataque de Stalin a Lenin por excesivo centralismo, es un caso de “labia y demagogia” [93]. Smith  llama a las cuestiones de los Comités Ejecutivos Centrales y de los Comisariados del Pueblo “dos puntos aparentemente subalternos en las propuestas de Lenin”. Él considera que la diferencia principal entre las propuestas de Lenin y Stalin reside en su “redacción formal”. El primero estaba más preocupado que el segundo en el impacto de los planes en las repúblicas nacionales y la opinión pública internacional [94]. Sin embargo, en mi opinión, los dos puntos subalternos constituían la esencia real de los respectivos planes. En el nivel “parlamentario”, Stalin era el más centralista, pero en el nivel gubernamental, Lenin le superó en centralismo ruso. 

El punto crucial en la interpretación de ambas propuestas es que la organización de los Comisariados era en realidad el asunto más importante de todos. Por lo tanto, en términos prácticos, la Unión Europeo-Asiática de Lenin era más ruso-centralista que el plan de autonomización de Stalin. Si hubo algún ejemplo de astuta exhibición, ese fue el plan de Lenin. A primera vista, habría seis repúblicas independientes, incluyendo la RSFSR, formando conjuntamente una Unión. Pero en el fondo, había cinco repúblicas que incorporaban su maquinaria gubernamental en el gobierno de la  RSFSR, sobre una base aún más rígida de lo que Stalin quería. 

Probablemente, el mismo día de 27 de septiembre, Stalin y otros miembros de la comisión elaboraron ​​un nuevo modelo. La RSFSR, Ucrania, Bielorrusia y la Federación de Transcaucasia (que sólo ahora se integraba en las propuestas de Stalin) se fusionarían en una “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, dejando a cada una de ellas el derecho de separarse libremente de la “Unión”. La Unión tendría su propio Comité Ejecutivo Central integrado por representantes de las cuatro repúblicas, en proporción a la población de los Estados miembros. Hasta ahora se trataba de una versión de la propuesta de Lenin. Sin embargo, en su elaboración la propuesta difería de la de este último. Por primera vez, desaparecía toda sugerencia a la coincidencia de los gobiernos de la Unión y de Rusia. La RSFSR y las otras repúblicas eran consideradas de forma idéntica, con un Sovnarkom de la RSFSR separado, que, al igual que los de las otras repúblicas, administraba solamente los comisariados  que no eran de la Unión. La división siguió siendo la misma, excepto por el paso “hacia arriba” de Rabkrin, a la categoría intermedia, [95]. Esta fue la primera propuesta de una verdadera federación, con una separación real de los gobiernos de la RSFSR y de la Unión. El plan no era de Lenin, sino de Stalin. 

Una vez más, probablemente el 27 de septiembre, Kámenev envió una nota a Lenin, con el borrador del nuevo plan, afirmando que en este modelo se conservaba al máximo la “independencia formal”. Casi tres cuartas partes de los delegados del Comité Ejecutivo Central de la Unión serían representantes de la RSFSR, garantizando el predominio de la RSFSR en la Unión [96]. Sin embargo, algo extraño sucedió. El 28 de septiembre, Kámenev notificó a Stalin que Lenin estaba “preparando una guerra en defensa de la independencia. Propone que me reúna con los georgianos. Incluso rechaza las correcciones de ayer”. Stalin consideró que tenían que ser “firmes con Ilich. Si unos cuantos mencheviques georgianos influyen en los comunistas georgianos, y éstos en Ilich, entonces me gustaría saber qué tipo de “independencia” es esa?”. Kámenev replicó que si Lenin insistía, “iba a ser peor resistir”. Pero Stalin no estaba impresionado: “No lo sé. Que haga lo que le parezca.” [97] 

¿Qué clase de “guerra” pudo haber estado planeando Lenin cuando Stalin y Kámenev le alcanzaron una propuesta que garantizaba la “independencia” en un grado mayor que la suya? El 29 de septiembre, Lenin tuvo una conversación con el líder georgiano Kote Tsintsadze. Lenin le preguntó que si bien se oponía a la inclusión de Georgia en la RSFSR, entonces, ¿qué pensaba de la “Unión”? Tsintsadze respondió que estaría a favor de esta opción; lo que al parecer satisfizo a Lenin [98]. El 6 de octubre, el Comité Central del PCR (b) aceptó la propuesta de la nueva URSS de Stalin, con un pequeño cambio. Lenin estuvo ausente debido a un problema dental, pero escribió la siguiente nota a Kámenev:

“¡Cam. Kámenev! Declaro una lucha a muerte contra el chovinismo gran ruso. Tan pronto como me libre de mi maldito diente, lo devoraré con todos mis dientes sanos. Es absolutamente necesario insistir en que un ruso, un ucraniano, un georgiano, etc. se turnen en la presidencia del Tslk de la Unión. ¡Absolutamente!” [99] 

En otras palabras, a pesar de su fuerte lenguaje, el único comentario que Lenin tuvo sobre la decisión, era hacer que los representantes de las repúblicas se alternaran en la presidencia del CEC de la Unión. Stalin escribió “¡Correcto!” en la nota, cuando lo recibió [100]. La presidencia rotatoria fue aceptada. Eso era todo lo que había de la “guerra por la independencia” de Lenin. Luego, se olvidó de todo. Cuando el conflicto entre Ordzhonikidze y los líderes georgianos sobre la Federación de Transcaucasia continuó, Lenin escribió a Georgia el 21 de octubre: “Estaba convencido de que todas las diferencias de opinión habían sido solucionadas por las resoluciones del Pleno del CC, en la que participé indirectamente y Mdivani directamente. Por lo tanto, condeno decididamente el regaño contra Ordzhonikidze.” [101] 

A finales de diciembre de 1922, se adoptó el nuevo Tratado de la Unión. Lenin cambió de idea sólo en sus últimos escritos, provocado por la continuación del conflicto en Georgia. Según Pipes, en el invierno de 1922-23, Lenin “hizo una reevaluación de la política soviética sobre las nacionalidades, que tenía todas las características de una verdadera crisis intelectual” [102]. El 30 y 31 de diciembre, Lenin escribió Contribución al problema de las naciones o sobre la “autonomización, en el que criticó a Stalin por su “precipitación y aficiones administrativas”, y lo acusó, junto a Ordzhonikidze y Dzerzhinsky de realizar una “verdadera campaña nacionalista gran rusa”. Las notas empiezan dramáticamente: “Me parece que he incurrido en una grave culpa ante los obreros de Rusia por no haber hablado con las suficientes energía y dureza del decantado problema de la autonomización, denominado oficialmente, creo, problema de la unión de las repúblicas socialistas soviéticas.” Esto transmite dos mensajes. En primer lugar, el autor sólo recientemente ha visto la luz. Lenin tenía algo que decir que anteriormente no entendía. En segundo lugar, ya no reconoce una diferencia básica entre la “autonomización” de Stalin y el modelo de la “Unión”, con el que él, Lenin, había estado de acuerdo previamente. 

“…Al parecer, todo este jaleo de la “autonomización” era erróneo e intempestivo por completo. 

Se dice que era necesario unir la administración. ¿De dónde han partido estos asertos? ¿No será de esa misma administración rusa que, como indicaba ya en uno de los anteriores números de mi diario, hemos tomado del zarismo, habiéndonos limitado a ungirlo ligeramente con el óleo soviético?

Es indudable que se debería demorar la aplicación de esta medida hasta que pudiéramos decir que respondemos de nuestra administración como de algo propio.”

Lenin identificó “autonomización” con “unir la administración”. Esta última unidad –la fusión de los Comisariados– fue incluida en la estructura de la nueva Unión nada menos que en la propuesta de Stalin de agosto de 1922. De hecho, con el término “autonomización”, Lenin no se refería a las propuestas de Stalin, sino al nuevo Tratado de la Unión. Él extrajo la siguiente conclusión práctica:

“…hay que mantener la unión de las repúblicas socialistas en cuanto al personal diplomático… este personal se ha ganado ya (podemos decirlo sin temor) el título de personal comunista probado, depurado… de elementos de la vieja administración zarista, burguesa y pequeñoburguesa… mantengamos la unión de las repúblicas socialistas soviéticas sólo en los aspectos militar y diplomático, restableciendo en todos los demás aspectos la completa autonomía de los distintos Comisariados del Pueblo.” 

Lenin señaló finalmente que la “ruptura de la narkomaty” podría ser “suficientemente neutralizada por la autoridad del Partido, si se aplica con suficiente cuidado e imparcialidad” [103]. Estas propuestas eran, sin duda, importantes. Pero, nuevamente, no debemos hacer una interpretación apresurada de ellas. Para empezar, la simpatía de Lenin por las repúblicas nacionales no era tan de principios como para ampliar las repúblicas musulmanas dentro de la RSFSR. Sus Comisariados permanecieron bajo control de la RSFSR, en el mismo grado que antes. Por otra parte, Lenin consideraba simplemente “prematura” la fusión de los Comisariados de la Unión con los de las repúblicas socialistas. La fusión se consideraba deseable. Pero tenía que ser pospuesta debido a las condiciones existentes de insuficiente control de la burocracia estatal por el Partido Comunista. 

Sin embargo, limitar la unificación de los Comisariados sólo a la esfera diplomática y militar –y, especialmente, restablecer la independencia de las administraciones económicas– fue trascendental. Pues no sólo representó la revocación de las decisiones de diciembre de 1922, sino también la cancelación del programa de unificación de las Comisariados “independientes” y los de la RSFSR desde 1919. El descontento de Lenin con la burocracia estatal se extendió a la esfera de las relaciones nacionales. Como consecuencia de ello, quiso que la Unión Soviética se redujera por el momento a lo que de hecho es un Estado confederal. De esta forma, Lenin se puso, inesperadamente, del lado de Mdivani y sus camaradas. Pero, una vez más, aunque insistió en el desmembramiento de ramas importantes del aparato estatal de la URSS, Lenin quería que el Partido Comunista utilizara su poder centralista para preservar indirectamente la unidad del Estado. 

Smith observa un cambio de actitud hacia la cuestión nacional no sólo de parte de Lenin sino también de Stalin. Anteriormente, dice, la política nacional había operado, en gran parte, en favor de las minorías nacionales, pero, con la nueva postura irreconciliable del Buró Político hacia Mdivani y sus camaradas, estaba girando en la dirección opuesta. La figura clave en este proceso era Stalin, quien en el pasado había apoyado a menudo los derechos nacionales contra la izquierda moscovita. Durante 1922, se obsesionó tanto con su “proyecto favorito” de centralización formal de las repúblicas soviéticas que abandonó su actitud previa de apoyo a los no rusos [104]. En mi opinión esta interpretación está débilmente fundada. Como demuestra Smith, con elocuencia, en su libro, desde 1917 Stalin defendió ciertos derechos nacionales contra los abusos de Moscú. Pero esto concernía únicamente al control republicano en los ámbitos cultural, jurídico y administrativo. A finales de 1922, no retrocedió de esa posición. Hubo luego otro punto en juego: Lenin quería que se extendiera la autonomía a todos los ámbitos excepto la diplomacia y el ejército. Que Stalin se opusiera a sus esfuerzos en ese sentido, no significa ningún cambio de opinión. 

Sólo a principios de 1923, Stalin tuvo, de hecho, una visión más restringida de la autonomía. El 4 de febrero, en una carta al Comité Central, sugirió elevar los Comisariados republicanos de Educación, Interior, Justicia, Salud y Seguridad Social, a la categoría intermedia de Comisariados “unificados” [105]. Esa propuesta hubiera perjudicado gravemente el elemento de la autonomía nacional en la Unión Soviética. Pero, ese mismo mes, el Comité Central rechazó la idea [106]. Durante la primera semana de marzo de 1923, Lenin estaba tratando desesperadamente de establecer contacto con Trotsky, en apoyo de Mdivani y contra Stalin. Pero un ataque cerebral, finalmente, lo puso fuera de actividad. Esto dejó a Stalin con las manos libres. Sus tesis para el próximo congreso del Partido incluían la disposición de que, si los Comisariados en Moscú “iban a recibir en la práctica una orientación de Gran Potencia”, el Partido reconsideraría su fusión “hasta que la administración soviética fuera debidamente reeducada”. Pero éste fue sólo un paso simbólico en la dirección de Lenin. La formación de los Comisariados de la Unión procedió tal como se había acordado. En efecto, las propuestas de Lenin fueron ignoradas [107]. 

Las decisiones finales fueron tomadas en el XII Congreso del Partido, en abril de 1923. Los “confederalistas”, Mdivani y otros, argumentaron en favor de poner todos los Comisariados que fueran posibles bajo la jurisdicción de los gobiernos republicanos. Y querían no sólo que la Federación de Transcaucasia se separara, también querían que las repúblicas autónomas de la RSFSR fueran elevadas a la categoría de republicas independientes de la Unión [108]. Pero, en ausencia de su nuevo protector, no tenían ninguna posibilidad. A Stalin le molestaba que los “confederalistas” estuvieran operando en línea con las últimas propuestas de Lenin. Pero admitió que su líder esperaba ver a los Comisariados republicanos de Asuntos Exteriores sólo “unificados”, en lugar de “fusionados”. Comentó con ira apenas oculta: 

“Disculpen, pero no vamos a tener una Unión en absoluto si cada república tiene su propio Narkomindel. El cam. Lenin olvidó eso, olvidó mucho últimamente. Se olvidó de que aceptamos, junto a él, los cimientos de la Unión… El cam. Lenin olvidó la resolución aprobada en el Pleno de octubre sobre la creación de la Unión, donde se dice que cinco Comisariados se fusionarán, cinco se unificarán y seis Comisariados permanecerán intactos. El cam. Lenin aceptó y ratificó esto [109]. 

En ausencia de Lenin, Stalin salió victorioso del congreso. Sus ideas fueron subsecuentemente incorporadas en la Constitución de la URSS de enero de 1924. Para concluir, espero haber demostrado que las ideas de Lenin sobre la federación soviética de agosto-septiembre de 1922 no fueron sólo, como Smith argumenta correctamente, muy similares a las de Stalin. La agitación de Lenin contra el “chovinismo gran ruso” fue, de hecho, principalmente inspirada por la expectativa ante la reacción de la opinión pública al proyecto de Stalin. Pero en el punto fundamental sobre el poder administrativo central y local –las relaciones entre los Comisariados–, Lenin era en efecto el más ruso-centralista de los dos. Si se hubiera adoptado su propuesta del 26 de septiembre se habría reducido la autonomía no rusa, más de lo que fue en el caso de la URSS. Con su media vuelta de fines de diciembre de 1922, Lenin mitigó el centralismo ruso seriamente, y para gran consternación de Stalin. Pero su insistencia en que, después de la ruptura de la estructura de Comisariados, esperaba que el aparato del Partido preservara la unidad del Estado, hace que incluso esta conclusión sea relativa.

[Democracia partidaria]

[Conclusiones]

Notas 

1.       Moshe Lewin, Lenin’s Last Struggle (London, 1969)
2.      Richard Pipes (ed.), The Unknown Lenin: From the Secret Archives (New Haven, CT and London, 1996), p. 9.
3.      Richard Pipes, Russia under the Bolshevik Regime, 1919-1924 (London, 1994), pp. 464-5.
4.      Robert Service, Lenin: A Political Life, vol. 3, The Iron Ring (Basingstoke, 1995), pp. 259, 291, 293, 299, 302.
5.      Robert Service, Lenin. A Biography (London, 2000), p. 467.
6.      Jeremy Smith, The Bolsheviks and the National Question, 1917-23 (Basingstoke, 1999), pp. 172-89.
[…]
58. Jeremy Smith, The Origins of Soviet National Autonomy, Revolutionary Russia, vol. 10, nº 2, 1997, p. 79.
59.   S.S. Studenikina (ed.), Istoriia sovetskoi konstitutsii (v dokumentakh), 1917-1956 (Moscú, 1957), p. 58.
60.  Ibíd., pp.85-7; véase también Richard Pipes, The Formation of the Soviet Union: Communism and Nationalism, 1917-1923 (Cambridge MA, 1964), p. 123.
61.   Véase: Studenikina, op. cit., p. 126.
62.  Sochineniia, vol.4, pp. 67,69.
63.  Ibíd., pp,79-80.
64.  Studenikina, op. cit., pp. 143,145.
65.   Véase: Edward Hallett Carr, The Bolshevik Revolution, 1917-1923, vol. 1 (London, 1950), pp.308-9; Pipes, The Formation of..., p.152; D.A. Gaidukov et al (eds.), Istoriia sovetskoi konstitutsii. Sbornik dokumentov. 1917-1957 (Moscú, 1957), pp.94-106; Service, The Iron Ring, pp. 92-3.
66.  Studenikina, op. cit., pp. 205-7; Deiatel'nost' TsentraTnoga Komiteta Partii v dokumentakh (sobytiia i fakty), Izvestiia TsK KPSS, 1989, nº 12, p. 163; véase también Pipes, The Formation of..., pp. 252-3; Service, The Iron Ring, pp. 93-4.
67.   Studeninika, op. cit, pp. 207-8.
68.  M.P Georgadze et al, S”ezdy Sovetov Soiuza SSR, Soiuznykh i Avtonomnykh Sovetskikh Sotsialistidieskikh Respublik. Sbornik dokumentov v trekh tomakh. 1917-1936 gg., vol. 1, S”ezdy Sovetov RSFSR i Avtonomnykh Respublik RSFSR. Sbornik Dokumentov. 1917-1922 gg. (Moscú, 1959), p. 278.
69.  Véase: Stephen Blank, The Sorcerer as Apprentice: Stalin as Commissar of Nationalities, 1917-1924 (Westport/London, 1994), pp. 146-7; Deiatel'nost' Tsentral'nogo komiteta..., 1989, nº 7, p. 159; nº 8, pp. 165, 183; Trotsky, op. cit., p. 263; Gaidukov et al, op. cit., p. 59.
70.  Studenikina, op. cit., pp. 229-31.
71.    Ibíd., p.233.
72.   Vos'maia konferentsiia RKP(b), Dekabr' 1919 goda. Protokoly (Moscú, 1961), p. 189.
73.   Gaidukov et al., pp. 141-2.
74.   PSS, vol. 40, pp. 98-9.
75.   Ibíd., vol. 41, p. 164.
76.   V.I. Lenin, Sochineniia, vol. XXV, 1920 (Moscú/Leningrado, 1928), pp. 287, 624.
77.   Sochineniia, vol. 4, pp. 354-5.
78.  Véase : ibíd., p. 70.
79.   Ibíd., pp. 351-4.
80. Ibíd., pp. 395-6, 402, 404-5.
81.   PSS, vol. 40, pp. 99-100; véase también vol. 41, p. 164.
82.  Georgadze et al, op.  cit., pp. 622, 630.
83.  Studenikina, op. cit., p. 58.
84.  Stalin señalaba que la república de la Montaña tenía el mismo estatus que la de Kirguizia. Véase Sochineniia, vol. 4, p. 404.
85. Véase Desiatyi snezd RKP(b)..., pp. 182, 184, 186-7, 701.
86.  PSS, vol. 52, p. 136; Sochineniia, vol. 5, pp. 94—5, 98-100, 113f; véase también O tak nazyvaemom “natsional-uklonizme”, Izvestiia TsK KPSS, 1990, nº 9, p. 77.
87.  Véase P.N. Pospelov et al (eds.),        Istoriia Kommunisticheskoi Partii Sovetskogo Soiuza, vol. 4, Kommunisticheskaia Partiia   v Bor'be za Postroenie Sotsmhzmn v SSSR. 1921-1937 gg. Kniga Pervaia (1921-1929 gg.) (Moscú, 1970), pp. 193-4; S.V. Kharmandarian, Lenin i Stanovlenie Zakavkazskoi Federatsii, 1921-1923 (Erevan, 1969), pp. 203-6.
88. Sochineniia, vol. 5, pp. 228-9; PSS, vol. 44, pp. 255,566; Kharmandarian, op. cit., p. 206. Véase también Smith, The Bolsheviks and... , p. 198. En el tomo 44 de las Obras de Lenin el asunto ha sido alterado, mediante la inclusión, en el original de la carta de Lenin, de la corrección de Stalin acerca de “un cierto periodo de tiempo” en lugar de la demanda original de “varias semanas”.
89.  Iz istorii obrazovaniia SSSR’, Izvestiia TsK KPSS, 1989, nº 9, pp. 191-3; véase también Tat’iana Korzhikhina, “Federalizm ili unitarizm? Perepetii rossiiskoi gosudarstvennosti”, Svobodnaia mysl, 1995, nº 6, pp. 99-100.
90.  Las principales diferencias eran que el comisariado de Finanzas iría hacia “abajo” a la segunda categoría, y el anuncio de la inclusión de representantes de las repúblicas en el presídium del VTsIK. Véase 'Iz istorii obrazovaniia 1989, nº 9, pp. 200, 203-5.
91.   PSS, vol. 45, pp. 211-2.
92.  ‘Iz istorii obrazovaniia…’, 1989, nº 9, p. 208.
93.  Lewin, op. cit., pp. 52-3.
94.  Smith, The Bolsheviks and..., pp. 186-7.
95.   ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1989, nº 9, pp. 206-7.
96.  Ibíd.
97.   Ibíd., pp. 208-9.
98.  Kharmandarian, op. cit., pp. 344—5.
99.  ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1989, nº 9, pp. 214-6.
100.         Lenin, Sochineniia, vol. XXXIII, p. 335.
101.          PSS, vol. 54, pp. 299-300; véase también Kharmandarian, op. cit., pp. 353-9; Pipes, The Formation of..., pp. 274-5.
102.         Ibíd., p. 276.
103.         PSS, vol. 45, pp. 356-61.
104.         Smith, The Bolsheviks and..., pp. 202-6.
105.          S.I. Iakubovskaia, Stroite’stvo soiuznogo sovetskogo sotsialisticheskogo gosudarstva. 1922-1925 gg. (Moscú, 1959), pp. 197-8; ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1991, nº 4, p. 170.
106.         Iakubovskaia, op, cit., pp. 19-9; ‘Iz istorii obrazovaniia…’, 1991, nº 5, pp. 164-5.
107.          Sochineniia, vol. 5, pp. 187, 189-91.
108.         ‘Iz istorii obrazovaniia...’, 1991, nº 3, pp. 170-3; nº 4, pp. 161-2.
109.         Véase ibíd., pp. 169-72.


Fuente: Erik Van Ree, “Lenin’s Last Struggle Revisited”, en Revolutionary Russia, vol. 14, nº 2, diciembre de 2001, págs. 85-122. Tomado del website de la Universidad de Ámsterdam. 

Traducido para “Crítica Marxista-Leninista” por Ykv.Pk.
 
 

 

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