viernes, 29 de marzo de 2013

Enver Hoxha a Mao Zedong: El recibimiento de Nixon en Pekín es un error de principios y también táctico




Cuando Enver Hoxha y el PTA dirigieron esta carta a Mao Zedong y el PCCh, en agosto de 1971, la aproximación entre China y Estados Unidos había pasado por varias fases desde que se reiniciaron los contactos entre ambos gobiernos, en diciembre de 1969. Los dirigentes chinos informaron de estas conversaciones, a sus camaradas albaneses, una semana después de que Kissinger, el secretario de Estado norteamericano, estuviera de visita en Beijing, y mientras se hacían las preparaciones para la visita de Nixon, que finalmente se realizó en febrero de 1972. Los albaneses, como lo deja ver Enver Hoxha, se enteraron que los camaradas chinos llevaban cerca de dos años en contacto con los gobernantes imperialistas norteamericanos.

En diciembre de 1969, chinos y norteamericanos tuvieron la primera reunión a nivel de embajadores. Dado que no tenían relaciones diplomáticas, las primeras reuniones las realizaron los embajadores de ambos países acreditados en Polonia.  

Sin embargo, para llegar a este punto inicial, sucedieron previamente hechos importantes, unilaterales, mediante el cual ambos países dieron señales de que estaban dispuestos a conversar sobre unas posibles relaciones. En enero de 1969 sucedió algo inédito: los principales medios de expresión del PCCh –Honqi (Bandera Roja) y Renmin Ribao (Diario del Pueblo– publicaron el discurso de Nixon inaugurando su presidencia. Es cierto que estuvo acompañado por un artículo editorial que contenía una crítica usual al imperialismo norteamericano, pero no dejaba de ser un hecho de importancia en el camino al restablecimiento de relaciones entre ambos países. ¿Qué decía el discurso del ahora presidente Nixon? Decía que Estados Unidos estaba dispuesto a desarrollar relaciones con todos los países del mundo. El artículo editorial comentando el discurso de Nixon fue publicado en Pekíng Informa nº 5 de 1969, pero esta vez sin reproducir el discurso del presidente norteamericano. 

En marzo de 1969, unidades militares soviéticas y chinas protagonizaron dos serios enfrentamientos armados, que los puso al borde de la guerra. La gravedad de la situación era tal que es bastante verosímil lo que cuenta Kissinger en sus memorias: que en agosto de 1969, un representante soviético le hizo una consulta informal sobre cuál sería la reacción norteamericana si la Unión Soviética atacaba establecimientos nucleares chinos. El conflicto sino-soviético se apaciguó después del encuentro entre Kosygin y Zhou Enlai en Beijing en setiembre de 1969.

Mientras tanto, Estados Unidos trataba de hacer llegar –usando como intermediarios al presidente de Pakistán y Nicolae Ceaucescu– el mensaje de que era necesario terminar con el aislamiento de China. Sólo en la primera semana de diciembre de 1969, los norteamericanos pueden transmitir directamente a diplomáticos chinos en el exterior, su deseo de establecer contactos entre los dos países. La propuesta fue aceptada inmediatamente, y la primera reunión informal a nivel de embajadores se realizó el 11 de diciembre de 1969 en Varsovia. Luego el 8 de enero de 1970 se volvieron a reunir informalmente, para luego iniciar conversaciones formales el 20 de enero de 1970. 

Las conversaciones se interrumpieron y postergaron debido a una situación internacional desfavorable para sostenerlas, principalmente por la agudización de los conflictos en Indochina, en los que Estados Unidos estaba directamente involucrado mientras que China apoyaba a Vietnam, Laos y Camboya (donde Sihanouk había sido depuesto, exiliándose en China y estableciendo ahí un gobierno de resistencia). En un mitin contra la agresión norteamericana, en mayo de 1970, Mao se pronuncia contra el imperialismo norteamericano. Según cuenta Kissinger, Nixon y su equipo evaluaron que el discurso de Mao que en lo esencial era blando, no hacía amenazas, no se comprometía, no era duro con Nixon y evitaba tomar posición en relación con problemas bilaterales espinosos. Estados Unidos siguió insistiendo con retomar las conversaciones con China, que a su vez no las rompía sino que postergaba su respuesta. Pero, en julio de 1970, ocurrió algo que puede considerarse como parte de la forma china de comunicarse: China liberó a un ciudadano norteamericano, condenado en 1958 por espionaje.

En agosto de 1970, los dirigentes chinos están inmersos en problemas internos: el conflicto entre las fracciones de Mao y Lin Biao se hace formalmente patente en la conferencia de Lushan (el II Pleno del IX Comité Central), donde los linpiaoístas son obligados a retroceder. 

Mientras tanto la insistencia de los gobernantes norteamericanos sobre retomar contacto iba creciendo, sin encontrar respuesta. El 1 de octubre de 1970, el Día de la Liberación, ocurre otro hecho inédito en la política china: en las celebraciones en la Plaza Tiananmen, las masas chinas pudieron ver que en el sitio de honor, se encontraba Mao Zedong acompañado del periodista norteamericano Edgar Snow. La fotografía de ambos fue publicada al día siguiente en la primera página de los principales periódicos chinos. Un “demonio extranjero” occidental –según la cultura tradicional china– era honrado de forma inusitada por el máximo líder del país. Kissinger dice en sus memorias que ellos, los gobernantes norteamericanos, no comprendieron el mensaje, y que los chinos habían sobreestimado la sutileza norteamericana. Por su parte, China no había concedido visa a Snow para ingresar al país, desde el inicio de la Revolución Cultural, hasta que fue sorprendido por la invitación de oficio del gobierno chino. En Pekín Informa nº41 de 1970, publicación para el exterior, sin embargo, el nombre de Edgar Snow está escondido en un mar de letras, difícilmente ubicable. Como se puede observar, se mantiene el tono militante y combativo contra el imperialismo y el socialimperialismo, característico de la Revolución Cultural. 

El 18 de diciembre de 1970, Mao le concedió una entrevista a Snow donde manifiesta que está dispuesto a recibir al presidente Nixon en Beijing, ya sea como presidente o como turista. Snow recibió la instrucción de no publicar esa entrevista hasta abril de 1971. La revista Life la difundió en su edición del 30 de abril de 1971. Mientras tanto en diciembre de 1970 y enero de 1971, a través de los intermediarios paquistaníes y rumanos, el gobierno chino transmite al gobierno norteamericano que está dispuesto a recibir a un representante directo para resolver el problema de Taiwán. 

La invitación del débil equipo de ping-pong para visitar China y confraternizar con el equipo chino, con la publicidad masiva que se dio a este hecho relacionado con el deporte más popular en el país, es decir, la “diplomacia del ping-pong”, jugó el papel de distender la percepción del ciudadano chino promedio con respecto a los norteamericanos. Como respuesta, en abril de 1971, el gobierno norteamericano, de manera unilateral, levantó el embargo contra China, establecido desde la liberación en 1949. El 21 de abril, los dirigentes chinos envían un mensaje al gobierno norteamericano señalando que retiraban la resolución del problema de Taiwán como requisito para las conversaciones al más alto nivel y que estaban interesados en recibir a un representante del presidente Nixon. Los norteamericanos respondieron el 10 de mayo indicando que aceptaban las conversaciones al más alto nivel y que enviarían, después del 15 de junio, al secretario de Estado Kissinger a preparar todo lo relacionado con el futuro viaje del presidente Nixon. 

El 20 de mayo, Kissinger transmite al gobierno chino que en las conversaciones EEUU-URSS para limitar el armamento estratégico, Estados Unidos no suscribirá nada que vaya contra los intereses de China. Asimismo, le hace llegar una copia del tratado. El 25 de mayo de 1971, se reunió el Buró Político del PCCh para tratar el tema de las conversaciones con Estados Unidos. Zhou Enlai expone la evaluación que hacen de la posición internacional de Estados Unidos, según la cual este imperialismo está en declinación, con las características que el PTA en su carta reconoce haber recibido como información del PCCh. El 29 de mayo, China comunica que Kissinger será bienvenido a Beijing para conversaciones preliminares. La importancia estratégica de un restablecimiento de relaciones entre EEUU y China la destaca el propio Nixon en sus memorias, cuando dice que la respuesta china es la más importante comunicación que ha recibido un presidente norteamericano desde la Segunda Guerra Mundial (Roosevelt-Stalin).
 
Kissinger visitó en secreto China y estuvo en Beijing desde el 9 al 11 de julio de 1971, donde sostuvo seis reuniones con altos dirigentes chinos preparando la agenda y la fecha para la visita del presidente Nixon. El 15 de julio, China y Estados Unidos anunciaron públicamente que Nixon visitaría antes de mayo de 1972. 

Anticipándose a la reacción de los camaradas y amigos, la dirección china envió a Zhou Enlai a Vietnam, el 13 de julio, para informarles de las conversaciones con los norteamericanos. El 14, viajó a Corea del Norte con la misma tarea. De regreso en Beijing, se reunió con Sihanouk de Camboya. Y el 17 de julio, se reunió con el embajador albanés en China para informarle la posición china en las conversaciones con EEUU. Enver Hoxha y el PTA, en carta a Mao Zedong y el PCCh, manifiestan su desacuerdo con la visita de Nixon y con la visión china con respecto al imperialismo norteamericano, como un imperialismo en retirada, que ya no quiere luchar directamente sino a través de títeres.
 

El recibimiento de Nixon en Pekín
no es correcto, nosotros no lo apoyamos
Carta dirigida al CC del PC de China
6 de agosto de 1971 

Al Comité Central
del Partido Comunista de China,
al camarada Mao Tse-tung
Pekín

Queridos camaradas:

La dirección de nuestro Partido les agradece la infor­mación que el camarada Chou En-lai nos envió a través de nuestro embajador en Pekín en relación con la futura visita de Nixon a China. 

El camarada Xhorxhi Robo, que vino expresamente a Tirana, nos informó ampliamente sobre la conversación que mantuvo con el camarada Chou En-lai, sobre la valoración de la dirección china acerca de la futura visita de Nixon a China, sobre la situación internacional y la interna de los Estados Unidos de América, sobre las cuestiones planteadas en el encuentro entre el camarada Chou En-lai y Kissinger y la actitud de la parte china hacia ellas. 

Nuestro embajador nos hizo saber que, según la comunicación de Uds., hace más de dos años que Nixon ha solicitado visitar China y que se han realizado en­cuentros a diferentes niveles para organizar esta visita. Las conversaciones con Nixon son calificadas por ustedes como desarrollo escalonado de las anteriores conversa­ciones chino-norteamericanas de Varsovia. El embajador nos transmitió su valoración de que durante los últimos años la situación en los EE.UU. ha cambiado mucho, que éstos se encuentran en vísperas de la tempestad revolu­cionaria y los norteamericanos se hallan en una difícil situación, no pueden proseguir la guerra, quieren relajar la tensa situación, retirar las tropas y las bases militares de los países extranjeros para no luchar ellos mismos, para no originar nuevos focos de guerra y para no ayudar a los títeres más que con dinero y armas, para que sólo luchen asiáticos contra asiáticos. Nuestro embajador nos trans­mitió su opinión de que la visita de Nixon a China sirve a la línea de la diplomacia del pueblo y está en función de ella, que los encuentros con la capa alta de los EE.UU. favorecen los vínculos con el pueblo y estimulan transformaciones en el pueblo norteamericano, que las con­versaciones con Nixon, tengan o no éxito, beneficiarán a China y no le reportarán ningún mal. 

La dirección de nuestro Partido estudió con la mayor seriedad el importante problema que Uds. nos plantea­ron… Estamos de acuerdo en que se trata de una cues­tión importante, porque, como la definen ustedes, la visita de Nixon a Pekín forma parte de su gran plan estratégico. 

Creemos que entenderán la tardanza de nuestra res­puesta. Ello es debido a que su decisión fue inesperada y sin que hubiéramos tenido ninguna consulta previa entre nosotros sobre esta cuestión, cosa que nos hubiese dado la posibilidad de manifestar y debatir las opiniones que, pensamos, podrían ser útiles, ya que las consultas previas entre los amigos estrechos, los combatientes de­cididos contra el imperialismo y el revisionismo, son siempre útiles y beneficiosas y, particularmente, pensamos nosotros, cuando se dan pasos de gran efecto y reso­nancia internacional. 

Nuestras opiniones y juicios sobre este problema, de gran importancia para el presente y el futuro de la lucha contra el imperialismo norteamericano, los basamos en la gran teoría y en la gran estrategia marxista-leni­nistas… Esta estrategia que hace invencibles a los par­tidos marxista-leninistas consiste en la lucha de princi­pios, resuelta y sin compromisos en dos frentes, tanto contra el imperialismo con el norteamericano al frente, como contra el revisionismo moderno con el soviético a la cabeza, en la lucha contra todos los reaccionarios, en el apoyo a la revolución y a la lucha de liberación na­cional de los pueblos, por el triunfo del socialismo y del comunismo. Esta estrategia nuestra prevé estrechas alian­zas con los pueblos que luchan, con los revolucionarios de todo el mundo en un frente común contra el imperialismo y el socialimperialismo y jamás alianzas con el socialimperialismo soviético pretendidamente contra el im­perialismo norteamericano, jamás alianzas con el imperia­lismo norteamericano pretendidamente contra el social­imperialismo soviético. La piedra de toque que nos se­para a nosotros, los marxista-leninistas, de los diversos antimarxistas es la lucha de clases encarnizada, sin com­promisos, diente por diente y hasta el fin, en los dos frentes al mismo tiempo, contra el imperialismo norteamericano y el socialimperialismo soviético. 

Durante nuestra gran lucha nuestros dos partidos han utilizado y utilizarán diversas tácticas, pero éstas han servido y deben servir siempre a esa estrategia… Está claro que tanto el imperialismo norteamericano como el socialimperialismo soviético temen a esta gran estrategia y tiemblan ante ella, intentan destruirla, por eso nuestros partidos la aplicarán y defenderán con audacia en cual­quier circunstancia y situación. 

En esta favorable situación revolucionaria... la China popular, Albania socialista, los pueblos y los Estados progresistas del mundo deben hacer oír su palabra, imponer su voluntad para desbaratar los diabólicos planes, belicistas y esclavizadores de las grandes potencias impe­rialistas, norteamericana, soviética, etc. 

Es comprensible, y para nosotros siempre ha estado claro, que por el bien de los pueblos y de la revolución, la gran China de Mao Tse-tung sostenga conversaciones y establezca relaciones diplomáticas con diversos Estados del mundo, incluso con los Estados Unidos de América. 

Considerando al Partido Comunista de China como el partido hermano y compañero de armas más próximo, no le hemos ocultado nunca ni lo hacemos ahora, nuestros puntos de vista. Por eso también acerca del gran pro­blema que nos han planteado les hacemos saber que consideramos como no correcta, no deseable, su decisión de recibir a Nixon en Pekín, decisión que no aprobamos ni apoyamos. Nuestra opinión es asimismo que la anun­ciada visita [1] de Nixon a China no será entendida ni aprobada por los pueblos, por los revolucionarios y los comunistas de los diversos países. 

El imperialismo norteamericano es el enemigo nú­mero uno de los pueblos. Los Estados Unidos de Amé­rica encabezados por el presidente Nixon se encuentran hoy en medio de un gran enfrentamiento con todos los pueblos, particularmente con el pueblo vietnamita, contra el que desde hace 12 años desarrollan una brutal y bár­bara agresión sin precedentes en la historia. Los pueblos del mundo llevan a cabo hoy una lucha a vida o muerte, con las armas en la mano y por todos los medios, para desbaratar los planes de opresión y esclavización del mayor enemigo de la humanidad, el imperialismo norte­americano. Este alto interés de los pueblos y de su lucha debe permanecer en los cimientos de la política de nues­tros dos partidos y gobiernos. Este interés debe estar siempre presente en toda su actividad, particularmente cuando se trata de las relaciones con los Estados Unidos de América y los revisionistas soviéticos. 

Se comprende fácilmente el deseo de Nixon, que du­rante tan largo tiempo habría querido visitar China, ya que este deseo coincide con la doble táctica del imperia­lismo norteamericano de agitar al mismo tiempo las armas y el ramo de olivo, coincide con sus fines de enmascarar su ca­tadura imperialista, engañar a los pueblos y domar a China. 

La historia del Movimiento Comunista conoce nume­rosos ejemplos de conversaciones a diversos niveles con los adversarios. No se pueden hacer paralelismos histó­ricos, ya que tales conversaciones se habían llevado a cabo en condiciones, momentos y sobre cuestiones diferentes. Pero nuestros grandes maestros han indicado que las conversaciones deben llevarse a cabo cuando realmente son indispensables, cuando sirven a la causa de la revolución y del socialismo, que se debe tener claramente en cuenta los fines agresivos del adversario y valorar de manera correcta la situación y al propio adversario. 

Las conversaciones que ustedes sostendrán con Nixon serían aceptables para la opinión progresista mundial en determinadas condiciones, en caso de que reportaran con seguridad beneficios a la lucha antiimperialista, a la re­volución en general y a China en particular. 

Una condición sine qua non para el desarrollo de conversaciones con los norteamericanos a tan alto nivel es la de que se fuese a ellas por lo menos en igualdad de condiciones, lo cual quiere decir que los EE.UU. re­conociesen previamente al Gobierno de la República Po­pular China como el único gobierno legítimo que representa al pueblo chino y levantasen los obstáculos para la admisión de China en la ONU, retirasen sus tropas de Taiwán; apartasen la VII flota de las costas chinas; cesaran la agresión en las fronteras de China. Esto re­presentaría una grave derrota para la política norteame­ricana. Después, pensamos nosotros, se podría ir gradualmente más lejos para la solución de los grandes problemas internacionales. 

En estas condiciones podrán darse pasos para el desa­rrollo de conversaciones sin que fuera necesario, pensamos nosotros, pasar inmediatamente de un nivel muy bajo al encuentro de las más altas personalidades de los dos Estados, de China y de los Estados Unidos de América, sólo porque Nixon haya manifestado en numerosas ocasiones su deseo de un encuentro así. Este encuentro, en nuestra opinión, no puede ser considerado como un simple desarrollo escalonado de las conversaciones, sino como un escalonamiento complejo y preñado de consecuencias. Por­que resulta difícil comprender cómo se pueden escalonar de este modo las conversaciones y salir al encuentro del deseo del presidente norteamericano en unos momentos en que los Estados Unidos descargaban sobre Viet Nam aquella enorme cantidad de bombas, ampliaban la agre­sión en Camboya y Laos, cuando la guerra y los ataques norteamericanos se sucedían brutalmente uno tras otro contra los pueblos de Indochina, cuando la República Popular China, Albania, el heroico pueblo de Viet Nam del Norte y del Sur y todos los pueblos revolucionarios se mantenían como una roca de granito, combatían y desenmascaraban la política agresiva del gobierno Nixon, este enemigo de todos los pueblos del mundo. Esto, según nuestra opinión, en estas condiciones, es erróneo, tanto en el plano de los principios, como tácticamente. 

Creemos que no se puede afirmar que tanto si resul­tan un éxito como si fracasan, las conversaciones con Nixon redundarán igualmente en favor de China y no ocasionarán ningún daño. Al contrario, independiente­mente de los resultados de las conversaciones, el solo hecho de recibir en China a Nixon, conocido como anticomunista feroz, como agresor y asesino de los pueblos, como representante de la más negra reacción norteame­ricana, representa muchas desventajas y traerá consigo bastantes consecuencias negativas al movimiento revolu­cionario y a nuestra causa.

La visita de Nixon a China y las conversaciones con él, no pueden sino crear en la gente sencilla, en los pueblos, en los revolucionarios, ilusiones dañinas respecto al imperialismo norteamericano, a su estrategia y su política. Ejercerá una influencia negativa en la resistencia, y en la lucha del propio pueblo norteamericano contra la política y los actos agresivos del gobierno de Nixon, quien aprovechará la ocasión para ser reelegido como presidente. La visita de Nixon a China debilitará la olea­da de indignación contra el imperialismo norteamericano en todo el mundo. Así, pensamos nosotros, se le da al imperialismo norteamericano la posibilidad de obtener un período de tranquilidad relativa, que intentará aprovechar para consolidar sus posiciones, para acumular fuerzas y prepararse para nuevas aventuras militares. 

Puede imaginarse qué pensarán los obreros italianos que se enfrentaron con la policía y manifestaron su odio contra la última visita de Nixon a Italia, los trabaja­dores japoneses que no permitieron a Eisenhower ni pisar su tierra, los pueblos de América Latina que protestan, y se levantan contra los Rockefeller y todos los demás emisarios del gobierno de Washington. Tan sólo los titis­tas yugoslavos y los revisionistas rumanos recibieron con flores al presidente Nixon en sus capitales. 

Las conversaciones con Nixon dan armas a los revisionistas para devaluar toda la lucha y la gran polémica que ha llevado a cabo el Partido Comunista de China por el desenmascaramiento de los renegados soviéticos como aliados y colaboradores del imperialismo norteame­ricano, les dan armas para poner el signo de igualdad entre la actitud de China frente al imperialismo norte­americano y la línea traidora y de colaboración que siguen hacia él los revisionistas soviéticos. Esto crea a los revisionistas jruschovistas la posibilidad de agitar aún más su bandera de falso antiimperialismo, intensificar la demagogia y los fraudes para atraerse a las fuerzas antiimperialistas. Los revisionistas soviéticos han empe­zado ya a explotar la visita de Nixon a China para ati­zar los sentimientos nacionalistas y chovinistas bajo el pretexto de que se está creando una alianza chino-americana dirigida contra la Unión Soviética. Con todo ello pretenden reforzar las posiciones de las camarillas revisionistas en el poder y debilitar las posiciones revolucio­narias de China. 

La visita de Nixon a China alentará también la co­rriente centrista y ofrece argumentos a sus adeptos para probar la «justeza» de su línea oportunista. Los togliat­tistas italianos y los rumanos declaran abiertamente que ahora se abren nuevas perspectivas, entre otras cosas para el restablecimiento de la unidad en el movimiento comunista, que por este camino se pueden solucionar también las divergencias entre China y la Unión Soviética. Se trata de deseos de revisionistas y oportunistas curtidos que aprovechan la ocasión para presentar las divergencias entre el Partido Comunista de China y la dirección revisionista de la Unión Soviética, no como profundas divergencias ideológicas en torno a cuestiones cardinales y de principio, como son en realidad, sino como desacuerdos en el plano simplemente estatal, que pueden solucionarse por medio de encuentros y conversaciones directas entre las altas personalidades estatales. 

La visita del presidente americano a China no puede sino suscitar interrogantes, incluso malentendidos entre la gente sencilla, en la que pueden surgir dudas acerca de si China está cambiando de actitud frente al imperia­lismo norteamericano y está entrando en el juego de las superpotencias. 

No es casual que el mundo capitalista y revisionista haya recibido con tanto entusiasmo la iniciativa de Nixon de viajar a China. Toda la propaganda de los imperia­listas, los revisionistas, los titistas, los rumanos, etc., ha­ciendo coro, elogia a China y a América por esta nueva apertura en sus relaciones. Los revisionistas modernos soviéticos, titistas, rumanos, y otros como ellos…, dicen que China ha entrado en un nuevo camino, en los rieles de la política de los compromisos sin principio. Piensan sacar de ello importantes provechos políticos, ideológicos y económicos. 

Todo esto, según nuestra opinión, no puede no cau­sar desorientación y confusión en las filas de las fuerzas revolucionarias y antiimperialistas, incluso entre las filas de los marxista-leninistas, no puede no estimular la difusión del espíritu pacifista y de las ilusiones sobre la vía pacífica. 

Nuestra opinión es que éstas son grandes desventajas. Menospreciar la situación que creará la visita de Nixon a Pekín, sería un gran error y pensamos que estos inconvenientes no pueden ser compensados con unos cuantos resultados hipotéticos que puedan lograrse en la entre­vista con Nixon, quien, como vil lacayo del imperialismo, es astuto. 

Permítannos asimismo expresar algunas opiniones nuestras sobre algunos problemas concretos de la situa­ción internacional, más con el fin de precisar nuestro punto de vista sobre algunas cuestiones, que nos parecen discutibles, y reconociendo al mismo tiempo que los datos de Uds. sobre el desarrollo de los acontecimientos internacionales y particularmente de los Estados Unidos de América pueden ser más completos. 

Es verdad que el imperialismo norteamericano se en­cuentra ahora en grandes dificultades externas e internas. El pueblo norteamericano está manifestando marcadas señales de haberse cansado de la política de agresión y tensión internacional practicada por Nixon y sus prede­cesores en la Casa Blanca. Las protestas y las manifesta­ciones contra la guerra de Viet Nam, las rebeliones de los negros y de los estudiantes han aumentado durante los últimos años. Los engranajes de la economía ameri­cana están crujiendo bajo el enorme peso de los gastos ocasionados por la guerra en Indochina, por la carrera armamentista y los inflados presupuestos militares. La inflación no cesa y crece el ejército de parados. Mientras aumentan las contradicciones con los países capitalistas de Europa, la influencia y el prestigio norteamericano caen constantemente. La lucha de los pueblos contra el imperialismo norteamericano se intensifica y se amplía en todo el mundo. 

Pero a pesar de ello, sin sobrestimar ni menospre­ciar al enemigo, el cuadro actual de la situación de los Estados Unidos de América no nos lleva a la conclusión a que han llegado ustedes, de que América se encuentra hoy en medio de una gran tempestad revolucionaria. 

Las grandes protestas y manifestaciones populares en los Estados Unidos de América contra la guerra que se lleva a cabo en Viet Nam, así como los demás movi­mientos de las masas son un hecho, pero tienen que ver únicamente con la oposición a una acción determinada, a un acto concreto del gobierno americano y sólo indirecta­mente afectan al conjunto de su línea agresiva. Más allá de estos límites no llegan. Pero por su situación econó­mica, por la ideología que le inspira, por su modo de vida, por sus costumbres, tradiciones, relaciones, etc., el pueblo norteamericano está lejos de encontrarse en vísperas de la revolución. Todavía hace falta que corra mucha agua bajo los puentes norteamericanos para que llegue ese día. Estamos convencidos de que ese día llegará, pero para ello es necesario realizar un gran trabajo, una gran lucha. 

En Europa Occidental el movimiento de masas, de viejas tradiciones ya, es mucho más amplio y poderoso que en los EE.UU. Su tendenciosidad política general y su carácter de clase son evidentes. A pesar de ello, tam­poco aquí se puede decir que sopla la tempestad revolu­cionaria y que la revolución es inminente. Si se juzgara de otra forma se crearían ilusiones dañinas y las fuerzas revolucionarias podrían incurrir fácilmente en errores ex­tremistas, particularmente ultraizquierdistas. 

Asimismo opinamos que no es exacta su valoración, de que, como resultado de las derrotas sufridas, los norte­americanos quieren atenuar la tensa situación existente, retirar sus tropas y sus bases militares de los territorios extranjeros, no ser ellos mismos quienes luchen y no crear nuevos focos de guerra. De juzgar así, se crea la impresión de que estamos asistiendo a una retirada ge­neral del imperialismo americano en todos los frentes, cosa que sólo sirve para crear ilusiones dañinas y desmo­vilización de las fuerzas antiimperialistas. 

El imperialismo norteamericano posee aún grandes fuerzas económicas, políticas y militares para resistir y para a emprender nuevas agresiones. Los presupuestos de guerra, la carrera y el perfeccionamiento de las armas, que constituyen el principal índice de su política y de sus objetivos belicistas y agresivos, no sólo no han disminuido, sino que crecen de año en año a ritmos muy acelerados. El imperialismo norteamericano jamás renun­ciará a sus objetivos estratégicos, a la guerra y a la agresión. De otro modo ya no sería imperialismo. 

            Si los EE.UU. piensan en que los gobiernos títeres luchen a solas contra los pueblos y que América les ayude con dinero y armas, ello querría decir que el imperialismo norteamericano firma con su propia mano la muerte de sus títeres y de sí mismo. No puede haber ninguna ilusión en este sentido. Aun el hecho de que haya sufrido derrotas y se vea obligado a retirarse de algún lugar, no quiere decir que el imperialismo norte­americano no intentará intervenir y organizar agresiones contra otros países. 

La guerra, la agresión, la opresión y la esclavización de los pueblos forman parte de la naturaleza del impe­rialismo, emanan de la misma esencia de su sistema de explotación. Se sabe que los Estados Unidos de Amé­rica, para vivir, necesitan la continua expansión econó­mica, política y militar, con el fin de mantener bajo su yugo a los pueblos y chuparles la sangre. En caso con­trario el imperialismo muere, se deja libre el camino a la rebelión, a las insurrecciones y las revoluciones. Por esta razón los Estados Unidos de América, pensamos no­sotros, jamás liquidarán por deseo propio sus bases mili­tares en los territorios extranjeros ni retirarán las tropas que tienen acantonadas fuera de su país. Esto sucederá únicamente cuando se vean obligados a ello a causa de la lucha de los pueblos. 

La tarea de los marxista-leninistas y de los revolu­cionarios, pensamos nosotros, es levantar a los pueblos en lucha contra el imperialismo y el revisionismo, hacer que aumente la confianza en sus fuerzas inagotables, hacerles conscientes de que hoy están en condiciones de afrontar con éxito los ataques de los imperialistas viejos y nuevos, de destruir sus planes agresivos… 

Hemos respaldado y respaldaremos con todas nues­tras fuerzas el derecho innegable de la República Popular China de liberar Taiwán. Taiwán es parte inseparable e inalienable de la República Popular China. Nuestro Gobierno se opondrá con decisión y de forma perma­nente a la teoría de las «dos Chinas», de «una China y un Taiwán», de la «independencia» de Taiwán o de la «indefinición» de su situación, etc. Como hasta hoy, la República Popular de Albania combatirá para que la China popular ocupe el lugar que le corresponde en las Naciones Unidas, para que sean expulsados de allí los usurpadores chiangkaichekistas. 

Nuestro pueblo, al igual que todos los pueblos del mundo, ha admirado la ayuda que la República Popular China ha prestado y presta directamente al pueblo viet­namita y a su heroica lucha contra los agresores norte­americanos así como a su causa en la arena internacional... 

En cuanto a la guerra de Viet Nam, la actitud de nuestro Partido es conocida por ustedes. Hemos estado y estamos contra las conversaciones de París. Esto se lo hemos dicho abiertamente también a los camaradas vietnamitas. Independientemente de ello, hemos apoyado y apoyamos sin reservas la justa lucha del pueblo de Viet Nam, cuya victoria consideramos que es decisiva para toda la lucha antiimperialista de los pueblos. 

La continuación de la agresión norteamericana en Viet Nam y en toda Indochina constituye un gran pro­blema que preocupa a todos los pueblos. El problema vietnamita sólo puede solucionarse cuando los Estados Unidos de América pongan fin a la guerra en Viet Nam, desmantelen todas las bases militares y retiren el último soldado de allí. Estamos convencidos de que el pueblo vietnamita vencerá y la victoria será mérito de los pro­pios vietnamitas, que luchan con las armas en la mano y derraman su sangre. Sólo a los vietnamitas corresponde decir la última palabra para la solución del problema vietnamita, sólo a ellos corresponde el derecho innegable de decidir su destino. 

Los imperialistas norteamericanos y sus satélites, al igual que los revisionistas soviéticos, con sus fuerzas ar­madas alineadas en las fronteras de China, han intentado organizar un anillo de fuego en torno a China y amenazar su libertad e independencia. Es significativa en este sentido la amistad que se está desarrollando entre los revisionistas soviéticos y el gobierno reaccionario de Sato. Hemos estado siempre y estamos al lado de Uds. en su sagrada lucha para oponerse y desbaratar estos planes hostiles del imperialismo norteamericano, los re­visionistas soviéticos y los diversos reaccionarios. 

Aprobamos totalmente su actitud de no manifestarle a Kissinger el punto de vista de China sobre la Unión, Soviética. Pero creemos que entre nosotros deben existir opiniones comunes sobre las actividades políticas que pue­den emprender los revisionistas soviéticos, por lo menos frente a China y Albania, en las coyunturas creadas. 

Los puntos de vista de los imperialistas norteame­ricanos sobre la Unión Soviética expuestos ante ustedes, por Kissinger, no debían constituir un secreto para, nosotros. Sabiendo que el imperialismo norteamericano está aliado con el socialimperialismo soviético y que ellos, coordinan las acciones entre sí, nos parece que estos puntos de vista no pueden tener efecto sólo en el Le­jano Oriente, sino también en Europa. Si nos pusiesen al corriente de lo que ha dicho Kissinger sobre la Unión. Soviética, estaríamos más armados para descubrir mejor los movimientos norteamericanos y soviéticos en el ta­blero de Europa. 

Respaldamos la lucha que libra la República Popular China contra el militarismo japonés y su política expansionista en Asia, particularmente en dirección a Corea, Taiwán, etc. Esta justa actitud, junto al respaldo activo que China presta a la lucha del pueblo japonés contra el gobierno reaccionario de Sato y la alianza nipo-americana, constituye una importante contribución al ascenso de la lucha revolucionaria en el Japón, que es de particular importancia para frenar los planes agresivos del imperialismo norteamericano y el militarismo japonés. 

El imperialismo americano y el socialimperialismo so­viético han intensificado sus esfuerzos para azuzar el militarismo japonés, la reacción hindú y la de algunos otros países contra China y los países libres de Asia. En este marco apreciamos los esfuerzos de China popular por el fortalecimiento del frente unido de los pueblos de China, Corea, Viet Nam, Camboya y Laos, así como los esfuerzos por ampliar los contactos y reforzar los vínculos con los pueblos nipón, hindú, pakistaní, etc. 

            Opinamos que las huelgas y las manifestaciones en los Estados Unidos de América tienen importancia, pero tiene una importancia aún mayor que despierten y se lancen a la revolución en primer lugar los pueblos de la India, del Japón y de toda Asia… Es sabida asimismo la gran importancia que Lenin concedía a la victoria de la revolución en países grandes como China, la India y los demás países de Oriente para los destinos de la revolución mundial.

El imperialismo inglés creó división y antagonismos entre los pueblos de la India y del Pakistán y nosotros los marxista-leninistas debemos oponernos a los objetivos explotadores y agresivos de los imperialistas norteame­ricanos y los socialimperialistas soviéticos, que continúan instigando uno contra otro a los pueblos de estos dos países. India y Pakistán son dominados por la burguesía reaccionaria, que está lejos de ser tan potente como el imperialismo norteamericano. Constituyen un eslabón débil. 

Nuestros dos partidos no olvidan ni por un instante que la lucha contra el imperialismo norteamericano debe desarrollarse severamente, no sólo en Asia, África y Amé­rica Latina, sino también en Europa. Hemos señalado, que China popular, junto con sus amigos marxista-leni­nistas auténticos, debe desempeñar un papel más grande en Europa. Ustedes conocen nuestra política respecto a Europa, una política a favor de la revolución, contra, los pactos de la OTAN y de Varsovia, contra el nuevo tratado soviético-germanooccidental, contra los proyectos, revisionistas de seguridad europea. Pensamos que la polí­tica del imperialismo norteamericano en Europa es bas­tante compleja. A pesar de las contradicciones que los. Estados Unidos tienen con sus socios, sus vínculos tradi­cionales con Inglaterra y Francia deben ser siempre teni­dos en cuenta. 

Estamos de acuerdo con ustedes en que para esta­blecer contactos con los pueblos se debe practicar la di­plomacia del pueblo. Esta es la diplomacia abierta y sincera, al servicio del socialismo, de la lucha de liberación de los pueblos, de la ampliación y el incremento del ím­petu revolucionario de las masas en los países capitalistas. 

Pero, al igual que las relaciones diplomáticas no son el único camino para establecer vínculos con el pueblo, los contactos con el pueblo no se logran necesariamente a través de los encuentros con los cabecillas. La influencia de los países socialistas se ejerce en primer lugar a través de la política que practican, de la lucha antiim­perialista y antirrevisionista que llevan a cabo, de las consecuentes actitudes de principio que mantienen frente a los problemas vitales que preocupan al mundo, de su solidaridad y su respaldo sin reserva a la lucha revolu­cionaria y de liberación de los pueblos. 

La República Popular China hasta hace poco no ha tenido relaciones diplomáticas y contactos directos con numerosos países capitalistas, pero eso no le ha impedido ejercer una gran influencia en el movimiento revolucio­nario y de liberación en el mundo, al igual que no ha impedido a los pueblos de los diversos continentes querer, respaldar y defender a China... 

Viet Nam no sólo no tiene relaciones diplomáticas con los Estados Unidos de América sino que desde hace largo tiempo se encuentra en lucha con ellos. A pesar de esto, precisamente ahora, gracias a su justa lucha, la simpatía de los pueblos del mundo y del pueblo ame­ricano hacia el pueblo vietnamita es más grande que nunca. Es la audacia y la actitud valiente de Viet Nam el factor que más que ningún otro favorece la radicalización de las masas populares americanas, que salen a las calles con las banderas nacionales de Viet Nam y los retratos de Ho Chi-Minh. 

Lo máximo que se puede lograr en los encuentros y las conversaciones con los cabecillas de los países capi­talistas es la solución de algunos problemas concretos. Pero aquéllos jamás pueden convertirse en un factor que influya en el incremento del ímpetu revolucionario de las masas, particularmente cuando están descontentas y en movimiento contra la política y la actuación de quienes les dominan. Por el contrario, en estas ocasiones, los en­cuentros y las conversaciones pueden crear ilusiones entre los pueblos respecto a los cabecillas imperialistas o revi­sionistas, crean una atmósfera de expectativa en las masas, debilitan su lucha. 

Incluso el establecimiento de relaciones diplomáti­cas no es siempre útil en esta lucha. Así, por ejemplo, no aceptamos establecer relaciones diplomáticas con los revisionistas soviéticos porque ellos, como se sabe, han perpetrado graves crímenes y brutales ataques contra el marxismo-leninismo, la República Popular de Albania en particular, y cortaron las relaciones diplomáticas con nosotros por propia iniciativa. Nuestro Partido ha plan­teado que hagan una autocrítica pública por todo lo que han hecho contra el marxismo-leninismo y contra nuestro país. Si no se actúa así, se entendería que nosotros cargaríamos, si no con toda, con una parte de la culpa por la ruptura de relaciones y daríamos argumentos a los cabecillas revisionistas soviéticos para justificar ante su pueblo las acciones y posiciones hostiles que hasta hoy han mantenido contra el marxismo-leninismo y contra Albania. Actualmente esto no beneficiaría al pueblo so­viético y a su lucha antirrevisionista, ayudaría a la ca­marilla de Brezhnev a consolidar su posición. 

O veamos el caso de nuestras relaciones con Yugos­lavia. Entre nuestros dos países existen relaciones diplo­máticas, comerciales y en cierta medida también cultu­rales. Estas relaciones existen, no sólo sin contactos con los cabecillas titistas, sino incluso en lucha ideológica de principios contra ellos. La polémica y la lucha ideológica contra el titismo, que se refleja de forma cabal y multi­lateral en los materiales y documentos de nuestro Partido, que continúan publicándose, se desarrolla de forma ininterrumpida. Esto no nos ha impedido declarar, ahora que Yugoslavia está amenazada por el socialimperialismo soviético, que en caso de agresión estaremos del lado de los pueblos de Yugoslavia. Por este camino hemos reforzado los contactos con estos pueblos…

La coyuntura favorable, creada no por deseo de nuestros enemigos, sino por nuestra línea justa y nuestra lucha decidida, debemos aprovecharla siempre que se presente la ocasión en beneficio nuestro y de la revolu­ción, preservando siempre los principios y la dignidad de nuestros Estados socialistas... 

Por nuestra parte queremos asegurarles que la línea y las posiciones de nuestro Partido del Trabajo de Albania continuarán siendo siempre de principios, consecuentes, invariables. Combatiremos al imperialismo norteamericano y al revisionismo soviético sin compromisos, de manera consecuente. Es posible que estos enemigos, por separado o juntos, o incitando a sus aliados y lacayos, emprendan contra nosotros aventuras agresivas. Lucharemos sin vacilaciones, hasta el fin, hasta la victoria. 

Por el Comité Central del PTA
El Primer Secretario
Enver Hoxha 

Nota:
 
[1] Era ya un hecho consumado 

Obras Escogidas de Enver Hoxha
Casa Editora «8 Nëntori», Tirana
tomo IV, págs. 695-713