Adoptadas por el IV
Congreso de la Internacional Comunista
Diciembre de 1922
(Extractos)
I. LA SITUACIÓN DEL MOVIMIENTO SINDICAL
1. En el curso de estos dos últimos años,
caracterizados por la ofensiva general del capital, el movimiento sindical se ha
debilitado notablemente en todos los países. Salvo raras excepciones (Alemania,
Austria), los sindicatos han perdido una gran cantidad de afiliados. Este retroceso
se explica por la poderosa ofensiva de la burguesía y por la impotencia de los sindicatos
reformistas para ofrecer una oposición seria al ataque capitalista y defender los intereses más elementales de los obreros.
2. Desilusionada por la ofensiva capitalista y la
permanente colaboración de clases, parte de las masas obreras intenta crear
nuevas organizaciones, mientras que una gran cantidad de obreros poco
conscientes está abandonando sus organizaciones. Para muchos, el sindicato ha
dejado de ser el centro de atracción porque no ofrece resistencia, y en muchos
casos no quiere resistir, a la ofensiva capitalista, y no quiere defender
posiciones ya conquistadas. La esterilidad del reformismo se ha hecho evidente
en la práctica.
3. En todos los países, el movimiento sindical demuestra
inestabilidad interna. Grupos bastante numerosos de obreros se alejan
continuamente de él, mientras los reformistas ejecutan con fervor su política
de colaboración de clases, con el pretexto de “utilizar el capital en beneficio
de los obreros”. Por el contrario, en realidad, el capital siempre ha logrado
que las organizaciones reformistas sirvan a sus intereses, utilizándolas para
disminuir el nivel de vida de las masas…
II. LA OFENSIVA DE ÁMSTERDAM CONTRA LOS SINDICATOS REVOLUCIONARIOS
4. A la vez que cedían en toda la línea ante la
presión burguesa, los dirigentes reformistas desataron una ofensiva contra los
obreros revolucionarios. Viendo que su falta de voluntad para organizar la
resistencia contra el capital había provocado el profundo rencor de las masas
obreras, y resueltos a limpiar a las organizaciones de los elementos revolucionarios,
emprendieron una ofensiva sistemática contra el movimiento sindical
revolucionario, con el objeto de disgregar y desmoralizar a la minoría revolucionaria
por todos los medios a su alcance, y facilitar la consolidación del dominio
vulnerable de la burguesía.
5. Para conservar su autoridad, los dirigentes
de Ámsterdam no vacilan en excluir no solamente a individuos y grupos sino a
organizaciones enteras. De ninguna manera quieren quedar en minoría y, ante la amenaza
que representan los elementos revolucionarios adherentes de la Internacional Sindical
Roja y de la Internacional Comunista, están decididos a provocar la escisión, siempre
que puedan conservar su control sobre el aparato administrativo y los fondos…
6. Al mismo tiempo del ataque reformista en
varios países, se inició también una ofensiva a escala mundial. Los
secretariados internacionales afiliados a Ámsterdam expulsaron sistemáticamente
o se rehusaron a admitir en su seno a los sindicatos revolucionarios nacionales
correspondientes. Así, los congresos internacionales de los obreros textiles,
de los empleados, de los obreros del cuero y pieles, de los trabajadores de la
madera, de los obreros de la construcción, y de los empleados de correos y
telégrafos, se negaron a admitir a los sindicatos rusos y otros sindicatos
revolucionarios porque pertenecían a la Internacional Sindical Roja.
7. Esta campaña de los dirigentes de Ámsterdam
contra los sindicatos revolucionarios es una manifestación de la campaña del
capital internacional contra la clase obrera. Persigue los mismos objetivos:
consolidar el sistema capitalista sobre la miseria de las masas trabajadoras.
El reformismo se está acercando a su fin y mediante las expulsiones y la separación
de los elementos más combativos, busca debilitar a la clase obrera para ésta no
pueda conquistar el poder y los medios de producción.
III. LOS ANARQUISTAS Y EL COMUNISMO
8. Una “ofensiva”, muy parecida a la de Ámsterdam,
fue iniciada simultáneamente por el ala anarquista del movimiento obrero,
contra la Internacional Comunista, los Partidos Comunistas y las células
comunistas en los sindicatos. Cierto número de organizaciones anarcosindicalistas
se declararon abiertamente enemigas de la Internacional Comunista y la revolución
rusa, pese a su solemne adhesión a la Internacional Comunista en 1920 y a sus declaraciones
de simpatía con el proletariado ruso y la Revolución de Octubre…
9. En nombre de la autonomía sindical, ciertas
organizaciones sindicalistas (Secretariado Nacional de Obreros de Holanda, IWW,
Unión Sindical Italiana, etc.) excluyen a los partidarios de la Internacional
Sindical Roja en general y a los comunistas en particular. De ese modo, el lema
de independencia, alguna vez superrevolucionario, se ha convertido en
anticomunista, es decir, en contrarrevolucionario, y coincide con el de Ámsterdam,
que lleva a cabo la misma política bajo la bandera de la independencia, aunque para
nadie es un secreto que depende completamente de la burguesía nacional e
internacional.
10. La acción de los anarquistas contra la
Internacional Comunista, la Internacional Sindical Roja y la revolución rusa
provocó la división y la confusión en sus propias filas. Los mejores elementos de
la clase obrera han protestado contra esta ideología. El anarquismo y el anarcosindicalismo
se han escindido en varios grupos y tendencias que libran una lucha encarnizada
en favor o en contra de la Internacional Sindical Roja, de la dictadura proletaria
y de la Revolución Rusa.
IV. NEUTRALIDAD Y AUTONOMÍA
11. La influencia de la burguesía sobre el
proletariado se refleja en la teoría de la neutralidad, según la cual los
sindicatos deberían limitarse exclusivamente a objetivos económicos, estrechos y corporativos, y no a objetivos de clase.
La neutralidad siempre fue una doctrina puramente burguesa, combatida
enérgicamente por el marxismo revolucionario. Los sindicatos que no se plantean
ningún objetivo de clase, es decir, que no se plantean el derrocamiento del
sistema capitalista, son, pese a su composición proletaria, los mejores
defensores del orden burgués de la sociedad.
12. Esta teoría de la neutralidad siempre se ha
basado en el argumento de que los sindicatos deben interesarse únicamente en
los problemas económicos, sin mezclarse en política. La burguesía siempre
tiende a separar la política de la economía, porque comprende perfectamente que
si logra confinar a la clase obrera en el marco de los intereses corporativos,
ningún peligro serio amenazará su dominación.
13. Esta misma separación entre economía y
política es sostenida por los elementos anarquistas del movimiento sindical,
para apartar al movimiento obrero de la lucha política con el pretexto de que
toda política está dirigida contra los obreros. Esta teoría, de esencia puramente
burguesa, es presentada a los obreros como la teoría de la autonomía sindical, que
es interpretada como una oposición de los sindicatos al Partido Comunista y una
declaración de guerra al movimiento obrero comunista, con el pretexto de
independencia y autonomía.
14. …La autonomía en todas sus formas, ya sea
anarquista o anarcosindicalista, es una doctrina anticomunista a la que debe oponérsele
una decidida resistencia, porque lo mejor que puede salir de eso es la independencia
con relación al comunismo y un antagonismo entre sindicatos y Partidos Comunistas,
si es que no conduce a una lucha encarnizada de los sindicatos contra los Partido
Comunistas, el comunismo y la revolución social.
15. La teoría de la autonomía, tal como es
expuesta por los anarcosindicalistas franceses, italianos y españoles, es, por
su naturaleza, el grito de guerra del anarquismo contra el comunismo. Los
comunistas deben llevar a cabo en el seno de los sindicatos una resuelta lucha
contra esta maniobra que trata de pasar de contrabando la hostilidad anarquista
bajo la bandera de la autonomía, y que busca dividir el movimiento obrero en
sectores hostiles entre sí, para retrasar u obstaculizar el triunfo de la clase
obrera.
V. SINDICALISMO Y COMUNISMO
16. Los anarcosindicalistas confunden sindicatos
y sindicalismo presentando a su partido anarcosindicalista como la única
organización realmente revolucionaria capaz de llevar la acción proletaria
hasta el final. El sindicalismo, que constituye un inmenso progreso en relación
con el trade-unionismo, presenta sin
embargo numerosos defectos y aspectos perjudiciales, que deben ser combatidos
resueltamente.
17. Los comunistas no pueden ni deben, en nombre
de abstractos principios anarcosindicalistas, renunciar a su derecho a
organizar “células” en el seno de los sindicatos de cualquiera color. Nadie
puede privarlos de ese derecho. Naturalmente, los comunistas que luchan en los
sindicatos deben vincular su actividad con la de aquellos sindicalistas que han
aprendido de la experiencia de la guerra y de la revolución.
18. Los comunistas deben tomar la iniciativa de
crear, en los sindicatos, un bloque con los obreros revolucionarios de otras
tendencias. Los más próximos al comunismo son los “comunistas sindicalistas”,
que reconocen la necesidad de la dictadura proletaria y defienden contra los
anarcosindicalistas el principio del Estado obrero. Pero la coordinación de
acciones presupone una organización de los comunistas. La acción aislada de los
comunistas no estará en posición de colaborar con nadie porque no representará
una fuerza seria.
19. Poniendo sus principios en práctica del modo
más enérgico y consecuente y combatiendo las teorías anticomunistas de
autonomía y separación de la política de la economía, concepciones dañinas para
el avance revolucionario de la clase obrera, los comunistas deben esforzarse,
en el seno de los sindicatos de cualquier color, por coordinar sus actividades
en la lucha práctica contra el reformismo y la falsa combatividad anarcosindicalista,
con todos los elementos revolucionarios que están a favor del derrocamiento del
capitalismo y de la dictadura del proletariado…
VI. LA LUCHA POR LA UNIDAD SINDICAL
21. La consigna de la Internacional Comunista contra
la escisión sindical debe ser aplicada con indesmayable energía, a pesar de las
furiosas persecuciones de comunistas que realizan los reformistas en todos los
países. Los reformistas recurren a las expulsiones para provocar escisiones.
Persiguiendo sistemáticamente a los mejores elementos de los sindicatos,
esperan que los comunistas pierdan la cabeza, que abandonen los sindicatos y renuncien
al plan profundamente meditado de conquistar los sindicatos desde adentro…
22. La escisión del movimiento sindical, sobre
todo en las condiciones actuales, representa el mayor peligro para el
movimiento obrero en su conjunto. La escisión en los sindicatos obreros haría
retroceder a la clase obrera varios años, porque la burguesía podría entonces
revertir fácilmente las conquistas más elementales de los obreros. Los comunistas
deben impedirla con todos los medios a su alcance, con toda la fuerza de su
organización; deben refrenar la frivolidad criminal con que los reformistas
rompen la unidad sindical.
23. En los países donde existen dos centrales
sindicales nacionales (España, Francia, Checoslovaquia, etc.), los comunistas
deben luchar por la fusión de las organizaciones paralelas. Dado el objetivo de
fusionar los sindicatos actualmente escindidos, no es conveniente que los
comunistas y obreros revolucionarios individuales se separen de los sindicatos
reformistas para incorporarse a los sindicatos revolucionarios. Ningún
sindicato reformista debe quedar desprovisto del fermento comunista. El trabajo
activo de los comunistas en los dos sindicatos es una condición indispensable
para el restablecimiento de la unidad…
24. …Todo comunista debe tener presente que la
escisión de los sindicatos no es solamente una amenaza para las conquistas
inmediatas de la clase obrera sino también una amenaza para la revolución social.
Las tentativas de los reformistas de escindir los sindicatos deben ser sofocadas
radicalmente, pero esto sólo se puede lograr mediante un enérgico trabajo político
y organizativo entre las masas obreras.
VII. LA LUCHA CONTRA LA EXPULSIÓN DE COMUNISTAS
25. La expulsión de los comunistas tiene por
objeto desorganizar el movimiento revolucionario, aislando a los dirigentes de
las masas obreras. Por eso los comunistas no pueden limitarse a las formas y
métodos de lucha que han usado hasta ahora. El movimiento sindical mundial ha
llegado a su momento más crítico. Los reformistas se han vuelto más vehementes
para dividir los sindicatos; nuestro deseo de unidad ha sido demostrado con
numerosos hechos, y, en el futuro, los comunistas deben demostrar en la práctica
el valor que asignan a la unidad del movimiento sindical.
26. Cuanto más evidente es la línea escisionista
de nuestros enemigos, más enérgico debe ser nuestro llamado a la unidad
sindical. Ni una fábrica, ningún taller, ni una reunión obrera deben ser ignorados;
en todas partes debe hacerse oír la protesta contra la táctica de Ámsterdam. El
problema de la escisión sindical debe ser planteado ante cada sindicalista, no
solamente en el momento en que la escisión es inminente sino cuando recién
comienza a esbozarse. El problema de la expulsión de los comunistas del
movimiento sindical debe ser planteado ante el movimiento obrero de todos los
países. Los comunistas son lo suficientemente fuertes como para dejarse eliminar
sin decir nada. La clase obrera debe saber quién está por la escisión y quién está
por la unidad.
27. La expulsión de comunistas elegidos por organizaciones sindicales locales es más que un asunto de protestar contra la
interferencia con la voluntad de los electores; debe ser enfrentada con una
resistencia firme y bien organizada. Los miembros expulsados no deben dispersarse.
Es muy importante que los Partidos Comunistas no permitan la disgregación de
los elementos expulsados. Deben organizarse en sindicatos de expulsados, que
tengan como punto central de su trabajo político su reintegración en los
sindicatos.
28. La lucha contra las expulsiones es en
realidad una lucha por la unidad del movimiento sindical. En este caso, todas
las medidas que tiendan al restablecimiento de la unidad destruida son buenas.
Los expulsados no deben permanecer aislados y separados de la oposición en su
conjunto o de las organizaciones revolucionarias existentes. Los grupos
expulsados deben unirse estrechamente a la oposición en los sindicatos y a las
organizaciones revolucionarias en el país en cuestión, con el fin de sostener
una lucha conjunta contra las expulsiones y garantizar la unidad de acción en la
lucha contra el capital.
29. Las medidas prácticas de lucha pueden y
deben ser elaboradas y modificadas de acuerdo con las condiciones y
particularidades locales. Es importante que los Partidos Comunistas expresen
claramente su rechazo a la escisión y hagan todo lo posible para detener la ola
de expulsiones que se han incrementado notablemente desde los inicios de la
fusión de la Segunda Internacional y la Internacional de Viena. No existen
medios y métodos universales y definitivos en la lucha contra las expulsiones. Todos
los Partidos Comunistas tienen la posibilidad de luchar con los medios que
consideren más efectivos para lograr su objetivo: conquistar los sindicatos y
restablecer la unidad sindical.
30. Los comunistas deben desarrollar una lucha
muy enérgica contra la expulsión de sindicatos revolucionarios del seno de las
Federaciones Internacionales por industria. Los Partidos Comunistas no pueden
permanecer como espectadores pasivos ante la expulsión de sindicatos
revolucionarios por la única razón de que son revolucionarios. Los comités
internacionales de propaganda por industria, creados por la Internacional
Sindical Roja, deben ser apoyados resueltamente por los Partidos Comunistas, de
modo que se pongan en acción todas las fuerzas revolucionarias existentes en la
lucha por la formación de federaciones internacionales únicas por industria.
Toda esta lucha debe llevarse a cabo bajo la
consigna de la admisión de todos los sindicatos, sin distinción de tendencia,
sin distinción de corrientes políticas, en una organización internacional única
por industria.
CONCLUSIÓN
Siguiendo su camino de conquistar los sindicatos
y luchar contra la política escisionista de los reformistas, el IV Congreso de
la Internacional Comunista declara solemnemente que cuando los dirigentes de Ámsterdam
no recurran a las expulsiones, cuando den a los comunistas la posibilidad de
luchar ideológicamente por sus principios en el seno de los sindicatos, los
comunistas lucharán como miembros disciplinados en las filas de la organización
única, marchando siempre adelante en todos los enfrentamientos y en todos los
conflictos con la burguesía.
El IV Congreso de la Internacional Comunista
declara que es deber de todos los Partidos Comunistas, hacer todo lo que esté a
su alcance para impedir la escisión en los sindicatos, poner todos sus
esfuerzos para restaurar la unidad sindical donde haya sido destruida, y lograr
la adhesión del movimiento sindical de sus países a la Internacional Sindical
Roja.
1 Trade-unionism
se refiere a una visión estrecha, puramente sindical, no política.
Fuente: “Extracts from the
Directives for Communist Action in the Trade Unions Adopted by the Fourth
Comintern Congress” publicado en Jane Degras, “The Communist International, 1919-1943. Documents”, diciembre de 1922,
Volumen I 1919-1922. Traducción de “Crítica
Marxista-Leninista”.
Nota: La presente traducción se ha beneficiado además de la versión
contenida en el libro “Los Cuatro Primeros
Congresos de la Internacional Comunista” de Ediciones Digitales Izquierda
Revolucionaria, mayo 2008.