domingo, 18 de noviembre de 2012

Huelgas económicas y huelgas políticas

Lenin
31 de mayo de 1912
"La Huelga" de Robert Koehler, 1886.
           A partir de 1905, la estadística oficial de huelgas, que lleva el ministerio de Comercio e Industria, ha sido subdividida siempre en huelgas económicas y políticas. Esta división fue impuesta por la vida misma, que dio origen a formas distintivas del movimiento huelguístico. El rasgo principal de estas formas es la combinación de la huelga económica y la política. Y ahora que el movimiento huelguístico se ha reactivado, los intereses de un análisis científico, de una actitud inteligente hacia los acontecimientos, exigen que los obreros examinen con atención este rasgo específico del movimiento huelguístico ruso.  
Antes que nada expondremos algunas cifras generales, tomadas de las estadísticas oficiales sobre las huelgas. Durante tres años, de 1905 a 1907, el movimiento huelguístico ruso alcanzó una altura sin precedentes en el mundo. La estadística oficial se refiere únicamente a las fábricas, de manera que quedan fuera de ella las empresas mineras, los ferrocarriles, la construcción y otros muchos sectores del trabajo asalariado. Pero aun tomando sólo las fábricas, en 1905 hubo 2.863.000 huelguistas, es decir, cerca de tres millones; en 1906 fueron 1.108.000 y 740.000 en 1907. En los quince años que van de 1894 a 1908 durante los cuales en Europa se empezó a sistematizar la estadística de huelgas, el mayor número de huelguistas en un año correspondió a Norteamérica, con 660.000.  
Por consiguiente, los obreros rusos fueron los primeros en el mundo que desplegaron una lucha huelguística de masas como la que vimos en 1905-1907. Ahora los obreros ingleses han infundido al movimiento huelguístico un nuevo y vigoroso impulso en lo que respecta a las huelgas económicas. El papel avanzado de los obreros rusos no se debe a que fuesen más fuertes, organizados y desarrollados que los de Europa occidental, sino a que en Europa no se habían producido aún grandes crisis nacionales con la participación de las masas proletaria como fuerza independiente. Cuando estas crisis se produzcan, las huelgas de masas serán en Europa todavía más poderosas de lo que fueron en Rusia, en 1905. 
¿Qué relación hubo en ese período entre las huelgas económicas y las políticas? Las estadísticas del gobierno nos dan la siguiente respuesta: 
 
Número de huelguistas (en miles)
1905
1906
1907
Huelgas económicas
1,439
458
200
Huelgas políticas
1,424
650
540
Total
2,863
1,108
740
 
Se aprecia aquí la íntima e indisoluble relación que hay entre los dos tipos de huelgas. Cuando el movimiento alcanzó su punto culminante (1905) la base económica de la lucha fue la más amplia; la huelga política se asentó ese año en la sólida y firme base de huelgas económicas. El número de huelguistas económicos fue mayor que el de huelguistas políticos.
A medida que el movimiento decae en 1906 y 1907, observamos la reducción de la base económica: el número de huelguistas económicos desciende a 0,4 del total en 1906 y a 0,3 en 1907. Por lo tanto, la huelga económica y la política se apoyan mutuamente, y son fuentes de fuerza la una para la otra. Sin una estrecha relación entre estos tipos de huelga es imposible un movimiento verdaderamente amplio, de masas, de significación nacional. Al comienzo del movimiento, la huelga económica suele tener la propiedad de despertar, de poner en marcha, a los rezagados, de generalizar el movimiento y elevarlo a un plano superior. 
Por ejemplo, en el primer trimestre de 1905, las huelgas económicas predominaron sensiblemente sobre las políticas: 604.000 huelguistas en las primeras contra sólo 206 en las segundas. Pero en el último trimestre del mismo año la proporción es inversa: a las huelgas económicas corresponden 430.000, y a las políticas 847.000. Esto significa que al comienzo del movimiento muchos obreros ponían en primer plano la lucha económica, y que en los momentos de máximo ascenso ocurría lo contrario. Ahora bien, la relación entre las huelgas económicas y las políticas existió todo el tiempo. Sin ella, repetimos, es imposible un movimiento verdaderamente grande y que alcance los grandes objetivos que se propone.  
En la huelga política, la clase obrera interviene como vanguardia de todo el pueblo. El proletariado, en esos momentos, no actúa simplemente como una clase más de la sociedad burguesa, sino que tiene el papel dirigente, es decir, el de guía, vanguardia y jefe. Las ideas políticas que se manifiestan en el movimiento tienen un carácter popular, o sea, conciernen a las condiciones fundamentales y más profundas de la vida política de todo el país. Este carácter de la huelga política (y así lo señalan todas las investigaciones científicas relativas al período de 1905-1907) incorporó al movimiento a todas las clases, y en particular, se comprende, a las capas más amplias, numerosas y democráticas de la población, el campesinado, etc.  
Por otra parte, sin reivindicaciones económicas, sin un mejoramiento directo e inmediato de su situación, las masas trabajadoras no aceptarán nunca concebir un “progreso” general del país. Las masas se incorporan al movimiento, participan en él con energía, lo valoran en alto grado y dan muestras de heroísmo, abnegación, perseverancia y fidelidad a la gran causa, siempre que ésta lleve a un mejoramiento en la situación económica de los trabajadores. No puede ser de otra manera, pues las condiciones de vida de los obreros en situaciones “normales” son increíblemente duras. Al mismo tiempo que trata de mejorar sus condiciones de vida, la clase obrera progresa en el sentido moral, intelectual y político, se hace más capaz de llevar a cabo su gran misión emancipadora.  
La estadística de huelgas publicada por el ministerio de Comercio e Industria confirma en un todo esta enorme importancia de la lucha económica de los obreros en la época de reactivación general. Cuanto más vigorosa es la ofensiva de los obreros, más consiguen mejorar su nivel de vida. Y la “simpatía de la sociedad” y el mejoramiento de las condiciones de vida son producto del elevado desarrollo de la lucha. Los liberales (y los liquidadores) dicen a los obreros: ustedes son fuertes cuando encuentran simpatías en la “sociedad”; el marxista les habla de otra manera: encuentran simpatías en la “sociedad” cuando son fuertes. Por sociedad hay que entender en este caso todos los distintos sectores democráticos de la población, la pequeña burguesía, los campesinos, los intelectuales que tienen contacto directo con la vida del pueblo, los empleados, etc.
El movimiento huelguístico fue más fuerte en 1905. ¿Y qué sucedió? Vemos que en ese año los obreros consiguen las mejoras más importantes de su situación. La estadística del gobierno indica que por cada 100 huelguistas, en 1905 sólo 29 terminaron la lucha sin conseguir nada, es decir, con una derrota completa. ¡Durante los 10 años anteriores (1895-1904) fueron 52 huelguistas de cada 100 los que tuvieron que volver al trabajo sin conseguir nada! Quiere decir que el carácter de masas de la lucha contribuye enormemente a su éxito, casi lo duplica.  
Y cuando el movimiento comenzó a declinar, empezó también a disminuir el éxito de la lucha. En 1906, por cada 100 huelguistas hubo 33 que nada consiguieron, o mejor dicho, que fueron derrotados; en 1907 ese número ascendió a 58, ¡¡y en 1908 llegaron a 69 de cada cien!! 
Por lo tanto, los datos científicos de la estadística de varios años confirman la experiencia personal y las observaciones de cada obrero con conciencia de clase, acerca de la necesidad de combinar la huelga económica y la política, y de que esta combinación es inevitable en un movimiento verdaderamente amplio de todo el pueblo. 
La actual oleada de huelgas confirma asimismo esta conclusión. En 1911 se duplicó el número de huelguistas respecto de 1910 (100.000 contra 50.000) pero aún era sumamente reducido; las huelgas puramente económicas seguían siendo una causa más o menos “estrecha”, que no poseía todavía una significación verdaderamente nacional. Hoy es claro para todos que el movimiento huelguístico posterior a los conocidos acontecimientos de abril último tuvo precisamente ese significado. 
Tiene entonces capital importancia rechazar desde el principio la deformación que tratan de imponer al carácter del movimiento los liberales y los políticos obreros liberales (los liquidadores). El liberal señor Severianin publica en Russkie Viédomosti un artículo contra el “agregado” de demandas económicas o “de cualquier otra [¡hasta eso!] demanda” a la huelga del Primero de Mayo; los principales párrafos de este artículo son reproducidos con simpatía por el Riech kadete. 
“Relacionar tales huelgas [escribe el señor liberal] con un momento como el Primero de Mayo, resulta irrazonable las más de las veces… Por cierto, sería más bien extraño hacerlo: festejamos la celebración del día internacional obrero, y con este motivo pedimos un aumento del 10 por ciento para los tejedores de percalina de tal o cual calidad. (Riech, número 132) 
Lo que al liberal le resulta “extraño”, al obrero le parece perfectamente claro. Sólo los defensores de la burguesía y de sus descomunales ganancias pueden burlarse de que se pida un “aumento”. Pero los obreros saben que precisamente el amplio carácter de la reivindicación del aumento, el carácter general de las huelgas, es lo que más contribuye a incorporar a ellas a una multitud de nuevos participantes, lo que más garantiza la fuerza de la ofensiva y la simpatía de la sociedad, lo que más asegura el éxito de los propios obreros y la importancia nacional de su movimiento. Por esta razón hay que combatir con decisión la deformación liberal que propugnan el señor Severianin, Russkie Viédomosti y Riech, y alertar a los obreros, en todas las formas posibles, contra tan lamentables consejeros. 
El liquidador señor V. Ezhov, que escribe en el primer número del periódico liquidador Nievski Galos, ofrece una deformación similar netamente liberal, aunque enfoca el problema desde un ángulo algo distinto. El señor V. Ezhov se detiene en especial en las huelgas motivadas por las multas del Primero de Mayo. El autor señala con razón la insuficiente organización de los obreros, aunque la conclusión que extrae no puede ser más errónea y perjudicial. El señor Ezhov ve una falta de organización en el hecho de que en una fábrica se declaren en huelga como mera señal de protesta, en otra agreguen reivindicaciones económicas, etc. Mas lo cierto es que esta variedad de formas de huelga no denota en sí misma la menor falta de organización: ¡sería ridículo imaginarse la organización con el obligatorio atributo de la uniformidad! La falta de organización no está, ni mucho menos, donde el señor Ezhov la busca. 
Pero mucho peor todavía es su conclusión 
“Debido a esto [es decir, debido a la diversidad de huelgas y a las distintas formas en que se combina la economía y la política], el principio involucrado en la protesta (no se declaraban en huelga por un aumento de unos kopeks), quedó oscurecido, en muchos casos, al ser complicado con demandas económicas…” 
¡El razonamiento es en verdad indignante, falso y liberal de arriba abajo! Pensar que la demanda de “unos kopeks” es capaz de “oscurecer” el principio involucrado en la protesta significa rebajarse al nivel de los kadetes. Todo lo contrario, señor Ezhov, ¡la demanda de “unos kopeks” no merece burlas, sino su pleno reconocimiento! Todo lo contrario, señor Ezhov, ¡esta demanda no “oscurece” sino que acentúa el “principio involucrado en la protesta”! En primer lugar, el problema de un mejor nivel de vida es también un asunto de principio y de primer orden; y en segundo lugar, yo no debilito mi protesta, sino que la refuerzo cuando no se refiere a una, sino a dos, a tres, etc., manifestaciones de opresión.  
Todos los obreros rechazarán indignados la irritante deformación liberal del problema por el señor Ezhov. 
Y no se trata de un lapsus. A renglón seguido escribe cosas aun más indignantes:
“Su propia experiencia habría debido sugerir a los obreros que no es conveniente complicar su protesta con demandas económicas, de la misma manera que no es aconsejable complicar una huelga ordinaria con demandas que impliquen un principio.”
¡Esto es falso una y mil veces! Es vergonzoso que Nievski Golas publique tales cosas. Lo que al señor Ezhov no le parece conveniente lo es, y en alto grado. La experiencia propia de cada obrero y la experiencia de un gran número de obreros rusos en un pasado reciente dicen lo contrario de lo que el señor Ezhov predica.  
Sólo los liberales pueden protestar contra la “complicación” de cualquier huelga “ordinaria” con “demandas que involucren principios”. Esto en primer lugar, y en segundo lugar, nuestro liquidador se equivoca de medio a medio cuando mide el movimiento actual con el rasero de las huelgas “ordinarias”.
¡En vano trata el señor Ezhov de encubrir su contrabando liberal con una bandera ajena; en vano confunde el problema de la combinación de las huelgas económicas y políticas con el de la preparación de unas y otras! Cierto que es muy deseable realizar preparativos y estar preparados, y hacerlo de la manera más seria, concertada, meditada y firme. Esto nadie lo pone en duda. Pero lo que hay que preparar, al contrario de lo que dice el señor Ezhov, es la combinación de ambos tipos de huelga. 
“Ante nosotros tenemos un período de huelgas económicas [escribe], sería un error irreparable permitir que se entrelazaran con las acciones políticas de los obreros. Esta combinación tendría consecuencias perjudiciales, tanto para la lucha económica de los obreros como para la lucha política.” 
¡No parece que se pueda ir más allá! El derrumbe del liquidador hasta el nivel del liberal adocenado no puede ser más claro. ¡Cada frase contiene un error! ¡Para obtener la verdad hay que rehacerlas y convertirlas en todo lo contrario!  
No es cierto que tengamos ante nosotros un período de huelgas económicas. Muy por el contrario. Ante nosotros tenemos algo más que una fase de huelgas económicas. Hay una fase de huelgas políticas. Los hechos, señor Ezhov, son más fuertes que sus deformaciones liberales, y si usted pudiera recibir las fichas estadísticas de las huelgas que reúne el ministerio de Comercio e Industria, inclusive esos datos oficiales refutarían por completo sus afirmaciones. 
No es cierto que el “entrelazamiento” sea un error. Muy al contrario. Sería un error irreparable que los obreros no comprendiesen la gran singularidad, el gran significado, la gran necesidad y la gran importancia fundamental de ese “entrelazamiento”. Pero los obreros, por fortuna, lo comprenden muy bien y desechan con desprecio las prédicas de los políticos obreros liberales.  
No es cierto, por último, que esto “tendría consecuencias perjudiciales” para ambas formas. Todo lo contrario. Repercute favorablemente sobre una y otra. Fortalece a las dos.  
El señor Ezhov instruye a ciertos “exaltados” a quienes parece haber descubierto. Escuchen esto: 
“Es necesario dar forma orgánica a los sentimientos de las masas obreras [... ¡Santa verdad!...] Es preciso aumentar la propaganda en favor de los sindicatos, reclutar nuevos miembros para ellos…” 
Todo está muy bien, pero... pero señor Ezhov, es inadmisible reducir la “forma orgánica” sólo a los sindicatos. ¡Recuérdelo, señor liquidador!  
“… Esto es tanto más necesario cuanto que entre los obreros hay ahora no pocos exaltados que, entusiasmados por el movimiento de masas, hablan en los mítines contra los sindicatos, como si éstos fuesen inútiles e innecesarios.” 
Esta es una calumnia liberal contra los obreros. Los obreros, que causaron y causarán siempre disgustos a los liquidadores, no arremeten “contra los sindicatos”. No, los obreros arremeten contra el intento de reducir la forma orgánica exclusivamente a los “sindicatos”, como con tanta claridad se desprende de la frase anterior del señor Ezhov. 
Los obreros no se manifiestan “contra los sindicatos”, sino contra la deformación liberal de la naturaleza de su lucha, deformación que impregna todo el artículo del señor Ezhov.  
Los obreros rusos son lo bastante maduros políticamente como para comprender la gran importancia que su movimiento tiene para todo el pueblo. Son suficientemente maduros para entender qué falsa y miserable es la política obrera liberal, y siempre la desecharán con desprecio.
 
Publicado en Niévskaia Zvezdá, número 10, del 31 de mayo de 1912, bajo el seudónimo Iv. Petrov. 

Obras Completas, Tomo XVIII

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