martes, 6 de noviembre de 2012

Stalin sobre la Revolución de Octubre

95º Aniversario de la Revolución de Octubre
Guardias Rojos en Petrogrado
Abajo: Guardias Rojos en Moscú
I. Hechos acerca de la insurrección de Octubre
Ante todo, acerca de la insurrección de Octubre. Entre los miembros del Partido es difundido intensamente el rumor de que el C.C., en su conjunto, estaba en contra de la insurrección en octubre de 1917. Suelen decir que el 10 de octubre, cuando el C.C. tomó el acuerdo de organizar la insurrección, la mayoría del C.C. se manifestó al principio contra la insurrección, pero que en aquel mismo instante irrumpió en el local donde se celebraba la reunión un obrero y dijo: “Vosotros os manifestáis en contra de la insurrección, pero yo os digo que, a pesar de todo, habrá insurrección”. Y cuentan, además, que después de estas amenazas el C.C. se acobardó, volvió a plantear el asunto de la insurrección y acordó organizarla. 
Esto, camaradas, no es simplemente un rumor. De ello habla en su libro “Diez días” el célebre John Reed, que estaba muy lejos de nuestro Partido y no podía, naturalmente, conocer la historia de nuestra reunión secreta del 10 de octubre por lo que mordió el anzuelo de las calumnias propagadas por los Sujánov. Este cuento se reproduce y repite en muchos folletos salidos de las plumas trotskistas, entre ellos uno reciente de Sirkin acerca de Octubre. Estos rumores los alimenta celosamente Trotski en sus últimos escritos. 
No creo que sea necesario demostrar que todos estos cuentos chinos y otros semejantes no corresponden a la verdad, que en realidad nada parecido ocurrió –ni podía ocurrir– en la reunión del C.C. Siendo así, bien podríamos desdeñar estos absurdos rumores: ¡qué rumores no se fabricarán en los despachos de los oposicionistas y de la gente lejana al Partido! Y así lo hemos venido haciendo hasta hoy, sin prestar atención a los errores de John Reed, por ejemplo, y sin preocuparnos de corregirlos. Pero, después de los últimos escritos de Trotski, ya no se pueden pasar por alto esas leyendas, pues con ellas tratan ahora de educar a la juventud y, desgraciadamente, han logrado ya en esa labor algunos resultados. Por ello debo oponer a esos absurdos rumores la verdad de los hechos. 
Tomo las actas de la reunión del C.C. de nuestro Partido del 10 (23) de octubre de 1917. Asisten: Lenin, Zinóviev, Kámenev, Stalin, Trotski, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kolontay, Búbnov, Sokólnikov y Lómov. Se discute en torno al momento y a la insurrección. Después de los debates, se vota la resolución del camarada Lenin acerca de la insurrección. La resolución es aprobada por una mayoría de 10 votos contra 2. Parece que está claro: el C.C. por una mayoría de 10 votos contra 2, acuerda pasar a la organización práctica de la insurrección. En esta misma reunión, el C.C. elige un centro político para dirigir la insurrección, al que da el nombre de Buró Político. Lo forman: Lenin, Zinóviev, Stalin, Kámenev, Trotski, Sokólnikov y Búbnov. 
Tales son los hechos. 
Estas actas destruyen de golpe varias leyendas. Destruyen la leyenda de que la mayoría del C.C. era contraria a la insurrección. Destruyen también la leyenda de que en el problema de la insurrección el C.C. estuvo a punto de escindirse. Las actas evidencian que los enemigos de la insurrección inmediata –Kámenev y Zinóviev– pasaron a integrar el organismo de dirección política de la insurrección al lado de los partidarios de ella. No hubo, ni podía haber, nada parecido a una escisión. 
Trotski asegura que Kámenev y Zinóviev eran en Octubre el ala derecha de nuestro Partido, casi socialdemócratas. No se comprende cómo, en tal caso, no se produjo una escisión en el Partido, cómo las divergencias con Kámenev y Zinóviev duraron tan sólo unos días ni como estos camaradas, a pesar de esas divergencias, fueron colocados por el Partido en puestos de la mayor importancia y elegidos para formar parte del centro político de la insurrección, etc., etc. El Partido conoce bastante bien lo implacable que era Lenin con los socialdemócratas; el Partido sabe que Lenin no hubiera accedido ni por un instante a tener en el Partido, y menos aún en puestos de la mayor importancia, a camaradas de mentalidad socialdemócrata. ¿A qué se debió que en el Partido no se produjera una escisión? Se debió a que, a pesar de las divergencias, esos camaradas eran viejos bolcheviques y pisaban el terreno común del bolchevismo. ¿Qué terreno común era ése? La unidad de criterios respecto a las cuestiones fundamentales: el carácter de la revolución rusa, las fuerzas motrices de la revolución, el papel del campesinado, los principios de dirección del Partido, etc. Sin eso terreno común, la escisión hubiera sido inevitable. No hubo escisión, y las divergencias duraron en total unos días, por la única y exclusiva razón de que Kámenev y Zinóviev eran leninistas, bolcheviques. 
Veamos ahora la leyenda sobre el papel particular de Trotski en la insurrección de Octubre. Los trotskistas propagan insistentemente rumores de que Trotski fue el inspirador y el único dirigente de la insurrección de Octubre. Esos rumores los propaga con particular empeño Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski. El propio Trotski, dando sistemáticamente de lado al Partido, al C.C. del Partido y al Comité de Petrogrado del Partido, silenciando el papel dirigente de estas organizaciones en la insurrección y presentándose machaconamente a sí mismo como la figura central de la insurrección de Octubre, contribuye, quiéralo o no, a propagar esos rumores acerca de su papel particular en la insurrección. Estoy lejos de negar el papel, indudablemente importante, desempeñado por Trotski en la insurrección. Pero debo decir que Trotski no desempeñó, ni podía desempeñar, ningún papel particular en la insurrección de Octubre, y que, siendo presidente del Soviet de Petrogrado, se limitaba a cumplir la voluntad de las correspondientes instancias del Partido, que dirigían cada uno de sus pasos. A los filisteos como Sujánov todo eso puede parecerles extraño, pero los hechos, los hechos reales, confirman por entero lo que digo. 
Tomemos las actas de la reunión siguiente del C.C., celebrada el 16 (29) de octubre de 1917. Participan en ella los miembros del C.C. más representantes del Comité de Petrogrado y representantes de la organización militar, de los comités de fábrica, de los sindicatos y de los ferroviarios. Entre los asistentes, además de los miembros del C.C. figuran: Krilenko, Shotman, Kalinin, Volodarski, Shliápnikov, Lacis y otros. En total, 25 personas. Se discute el problema de la insurrección desde un punto de vista puramente práctico y organizativo. Se aprueba la resolución de Lenin sobre la insurrección por una mayoría de 20 votos contra 2, y 3 abstenciones. Se elige un centro práctico para dirigir la organización de la insurrección. ¿Quiénes pasan a formar parte de dicho centro? Para él son elegidos cinco camaradas: Sverdlov, Stalin, Dzerzhinski, Búbnov y Uritski. Tareas del centro práctico: dirigir todos los organismos de preparación práctica de la insurrección, de acuerdo con las directivas del Comité Central. Como veis, en esta reunión del C.C. ocurrió algo “terrible”, es decir, Trotski, el “inspirador”, la “figura principal”, el “único dirigente” de la insurrección, no fue elegido, de “modo extraño”, para el centro práctico llamado a dirigir la insurrección. ¿Cómo compaginar este hecho con esa difundida opinión acerca del papel particular de Trotski? ¿No es verdad que todo ello es algo “extraño”, como diría Sujánov, o como dirían los trotskistas? Sin embargo, no hay en ello, hablando en propiedad, nada de extraño, pues Trotski, por ser entonces relativamente nuevo en el Partido, no desempeñó ni podía desempeñar ningún papel particular en el Partido ni en la insurrección de Octubre. Lo mismo que todos los demás funcionarios en puestos de responsabilidad, era únicamente un ejecutor de la voluntad del C.C. y de sus organismos. Quien conozca el mecanismo de dirección del Partido Bolchevique, comprenderá sin gran trabajo que no podía ser de otro modo: en cuanto Trotski no hubiera acatado la voluntad del C.C., habría perdido toda influencia sobre el curso de los acontecimientos. Las habladurías acerca del papel particular de Trotski son una leyenda propagada por complacientes comadres “del Partido”. 
Eso no quiere decir, naturalmente, que la insurrección de Octubre no tuviera su inspirador. La insurrección tuvo su inspirador y su dirigente. Pero fue Lenin, y nadie más que Lenin, cuya resoluciones aprobó el C.C. al decidir el problema de la insurrección; Lenin, a quien la clandestinidad no impidió ser el verdadero inspirador de la insurrección, a despecho de las afirmaciones de Trotski. Es necio y ridículo querer ocultar ahora con habladurías acerca de la clandestinidad el hecho indudable de que el inspirador de la insurrección fue V. I. Lenin, el jefe del Partido. 
Tales son los hechos. 
Admitámoslo, nos dicen, pero no se puede negar que Trotski peleó en el período de Octubre. Sí, eso es cierto, Trotski peleó bien en el período de Octubre. Pero en el período de Octubre no sólo Trotski peleó bien; ni siquiera pelearon mal gentes como los eseristas de izquierdas, que entonces marchaban hombro a hombro con los bolcheviques. Debo decir, en general, que en el período de la insurrección triunfante, cuando el enemigo está aislado y la insurrección se extiende, no es difícil pelear bien. En estos momentos, hasta los elementos atrasados se hacen héroes. 
Pero la lucha del proletariado no es una ofensiva continua, una cadena de éxitos constantes. La lucha del proletariado tiene que pasar también por sus pruebas y sufrir sus derrotas. Y verdadero revolucionario no es quien da muestras de valor en el período de la insurrección triunfante, sino quien, peleando bien cuando la revolución despliega una ofensiva victoriosa, sabe asimismo dar muestras de valor en el período de repliegue de la revolución, que el período de derrota del proletariado; quien no pierde la cabeza y no se acobarda ante los reveses de la revolución, ante los éxitos del enemigo; quien no se deja llevar del pánico ni cae en la desesperación en el período de repliegue de la revolución. Los eseristas de izquierda no lucharon mal en el período de Octubre, apoyando a los bolcheviques. Pero ¿quién ignora que esos “denodados” combatientes se dejaron llevar del pánico en el período de Brest-Litovsk, cuando la ofensiva del imperialismo alemán les hizo caer en la desesperación y en el histerismo? Es muy de lamentar, pero es un hecho indudable que a Trotski, que peleó bien en el período de Octubre, le faltó valor en el período de Brest-Litovsk, en un período de reveses temporales de la revolución, para dar muestras de suficiente firmeza en tan difícil momento y no seguir las huellas de los eseristas de izquierda. Es indiscutible que el momento era difícil, que había que poner de manifiesto gran valentía y una serenidad extraordinaria para no desconcertarse, para replegarse a tiempo para aceptar la paz en el momento oportuno, salvar al ejército proletario del golpe que quería asestarle el imperialismo alemán, conservar las reservas campesinas y, después de haber obtenido, de tal modo, una tregua, caer sobre el enemigo con nuevas fuerzas. Pero, desgraciadamente, Trotski no tuvo esa valentía ni esa firmeza revolucionaria en un momento tan difícil. 
Según opina Trotski, la principal enseñanza de la revolución proletaria consiste en “no acobardarse” en Octubre. Eso es falso, porque la afirmación de Trotski no encierra más que una partícula de la verdad acerca de las enseñanzas de la revolución. Toda la verdad acerca de las enseñanzas de la revolución proletaria consiste en “no acobardarse” no sólo en los días de ofensiva de la revolución, sino tampoco en los días de repliegue, cuando el enemigo obtiene ventajas y la revolución sufre reveses. La revolución no queda circunscrita a Octubre. Octubre no es más que el comienzo de la revolución proletaria. Malo es acobardarse cuando la insurrección va en ascenso. Pero aun es peor acobardarse cuando llegan duras pruebas para la revolución, después de la toma del Poder. Mantenerse en el Poder al día siguiente de la revolución es tan importante como tomarlo. Si Trotski se acobardó en el período de Brest-Litovsk, en un período de duras pruebas para nuestra revolución, cuando la cosa llegó casi a la “entrega” del Poder, debe comprender que los errores de Kámenev y de Zinóviev en Octubre no tienen nada que ver con esto. 
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas acerca de la insurrección de Octubre.  
II. El partido y la preparación de Octubre
Pasemos ahora al problema de la preparación de Octubre. 
Escuchando a Trotski, pudría suponerse que en todo el período de preparación, de marzo a octubre, el Partido Bolchevique no hacía sino agitarse sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas y ponía a Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie salve cómo habría terminado la Revolución de Octubre. Hasta cierto punto, divierten estas peregrinas palabras acerca del Partido en boca de Trotski, quién en el mismo “prefacio” al tomo III declara que “el fundamental instrumento de la revolución proletaria es el Partido”, que, “sin el Partido, haciendo caso omiso del Partido, dando de lado al Partido, con un sucedáneo del Partido, la revolución proletaria no puede vencer”. En fin, ni el mismísimo Alá alcanzará a comprender cómo pudo triunfar nuestra revolución si “su fundamental instrumento” resultó inservible y si, “dando de lado al Partido”, no hay ninguna posibilidad de vencer. Pero no es la primera vez que Trotski nos obsequia con tales extravagancias. Es de suponer que estos divertidos razonamientos acerca de nuestro Partido sean las habituales extravagancias de Trotski. 
Examinemos, brevemente, la historia de la preparación de Octubre por períodos. 
1) El período de nueva orientación del Partido (marzo-abril). Hechos principales de este periodo: 
a)       el derrocamiento del zarismo;
b)       la formación del Gobierno Provisional (dictadura de la burguesía);
c)       la aparición de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados (dictadura del proletariado y del campesinado);
d) la dualidad de poderes;
e) la manifestación de abril;
f) la primera crisis de Poder. 
El rasgo característico de este período es que existen, una al lado de otra, juntas, al mismo tiempo, la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado y del campesinado, con la particularidad de que la segunda tiene confianza en la primera, supone en ella anhelos de paz, entrega voluntariamente el Poder a la burguesía y se convierte de este modo, en un apéndice suyo. Aun no hay conflictos graves entre las dos dictaduras. Pero, en cambio, hay una “comisión de enlace”
Fue éste un grandioso viraje en la historia de Rusia y un viraje inusitado en la historia de nuestro Partido. La vieja plataforma de derrocamiento directo del gobierno, formulada antes de la revolución era clara y concreta pero ya no servía para las nuevas condiciones de la lucha. Ahora ya no se podía marchar directamente al derrocamiento del gobierno, porque estaba ligado a los Soviets, que se hallaban bajo la influencia de los defensistas, y el Partido hubiera tenido que sostener una guerra superior a sus fuerzas contra el gobierno y contra los Soviets. Pero tampoco se podía aplicar una política de apoyo al Gobierno Provisional, porque era un gobierno del imperialismo. Se imponía una nueva orientación del Partido en las nuevas condiciones de la lucha. El Partido (su mayoría) marchaba a tientas hacia esa nueva orientación. Adoptó la política de presión de los Soviets sobre el Gobierno Provisional en el problema de la paz y no se decidió a pasar de golpe, de la vieja consigna de dictadura del proletariado y del campesinado, a la nueva consigna del Poder de los Soviets. Con esta política de medias tintas se quería que los Soviets pudieran ver en las cuestiones concretas de la paz la verdadera naturaleza imperialista del Gobierno Provisional y apartarlos así de él. Pero ésa era una posición profundamente errónea, pues engendraba ilusiones pacifistas, llevaban el agua al molino del defensismo y dificultaba la educación revolucionaria de las masas. Esa posición errónea la compartía yo entonces con otros camaradas del Partido y no la abandoné del todo hasta mediados de abril, cuando me solidarice con las tesis de Lenin. Se imponía una nueva orientación. Esa nueva orientación la dio Lenin al Partido en sus famosas Tesis de Abril. No voy a extenderme acerca, pues todos y cada uno de vosotros las conocéis. ¿Tuvo entonces el Partido divergencias con Lenin? Si, las tuvo. ¿Cuánto duraron esas divergencias? Dos semanas, a lo sumo. La Conferencia Local de Petrogrado (segunda quincena de abril), que aprobó las tesis de Lenin, fue un punto crucial en el desarrollo de nuestro Partido. La Conferencia de toda Rusia celebrada a fines de abril no hizo más que llevar a término en escala nacional lo hecho por la Conferencia de Petrogrado, agrupado en torno a una posición única del Partido a las nueve décimas parte de este. 
Ahora, siete años después, Trotski manifiesta una alegría maligna por las pasadas divergencias entre los bolcheviques y las presenta casi como una lucha de dos partidos en el seno del bolchevismo. Pero, en primer lugar, Trotski exagera y abulta las cosas desmesuradamente, pues el Partido Bolchevique salió de estas divergencias sin haber sufrido la menor conmoción. En segundo lugar, nuestro Partido sería una casta, y no un partido revolucionario, si no admitiera en su seno matices del pensamiento. Además, es sabido que también en el pasado hubo entre nosotros divergencias, por ejemplo, en el período de la II Duma, lo que no fue óbice para que nuestro Partido se mantuviese unido. En tercer lugar, no estará de más que preguntemos cuál era entonces la posición del propio Trotski, que ahora manifiesta sin recato una alegría maligna con motivo de las pasadas divergencias de los bolcheviques. Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski, asegura que las cartas americanas de Trotski (marzo) “se adelantaron en todo” a las “Cartas de lejos de Lenin (marzo), que sirvieron de base a las Tesis de Abril de Lenin. Así lo dice: “Se adelantaron en todo”. Trotski no pone peros a esa analogía, aceptándola, por lo visto, con agradecimiento. Pero, en primer lugar, las cartas de Trotski “no se parecen en nada” a las de Lenin ni por su espíritu ni por las conclusiones, pues reflejan enteramente la consigna anti-bolchevique de Trotski “sin zar, por un gobierno obrero”, consigna que significa: revolución sin los campesinos. Basta con leer estas dos series de cartas para convencerse de ello. En segundo lugar, ¿cómo explicar, en tal caso, que Lenin estimara necesario desolidarizarse de Trotski al día siguiente de haber llegado del extranjero? ¿Quién no conoce las reiteradas declaraciones de Lenin de que la consigna de Trotski “sin zar, por un gobierno obrero” es un intento de “saltar por encima del movimiento campesino, cuyas posibilidades no han sido agotadas”, que esa consigna es “jugar a la toma del Poder por un gobierno obrero”
¿Qué puede haber de común entre las tesis bolcheviques de Lenin y el esquema anti-bolchevique de Trotski con su “juego a la toma del Poder? ¿De dónde saldrá esa propensión de la gente a comparar una casucha con el Monte Blanco? ¿Qué falta le hacía a Lentsner sumar tan irreflexivamente al montón de viejas leyendas sobre nuestra revolución esa otra leyenda de que las cartas americanas de Trotski “se adelantaron” a las conocidas “Cartas de lejos” de Lenin
Por algo se dice que un oso servicial es más peligroso que un enemigo. 
2) El período de movilización revolucionaria de las masas (mayo-agosto). Hechos principales de este período: 
a)       la manifestación de abril en Petrogrado y la formación de un gobierno de coalición, en el que participan los “socialistas”;
b)       las manifestaciones del Primero de Mayo en los principales centros de Rusia, con la consigna de “paz democrática”;
c)       la manifestación de junio en Petrogrado con la consigna fundamental de “¡Abajo los ministros capitalistas!”;
d)       la ofensiva de junio en el frente y los reveses del ejército ruso;
e)       la manifestación armada de julio en Petrogrado y la salida de los ministros demócratas-constitucionalistas del gobierno;
f)        la llegada de tropas contrarrevolucionarias sacadas del frente, el asalto y la destrucción de la redacción de “Pravda”, la lucha de la contrarrevolución contra los Soviets y la formación de un nuevo gobierno de coalición encabezado por Kerenski;
g)       el VI Congreso de nuestro Partido, que lanza la consigna de preparación de la insurrección armada;
h)       la contrarrevolucionaria Conferencia de Estado y la huelga general de Moscú;
i)         la fracasada ofensiva de Kornílov sobre Petrogrado, la vivificación de los Soviets, la dimisión de los demócratas constitucionalistas y la formación del “Directorio”. 
El rasgo característico de este período es la agudización de la crisis y la ruptura del inestable equilibrio entre los Soviets y le Gobierno Provisional, equilibrio que –bien o mal– existía en el período precedente. La dualidad de poderes se ha hecho insostenible para ambas partes. El frágil edificio de la “comisión de enlace” vive sus últimos días. “Crisis de Poder” y “carrusel ministerial” eran en aquellos tiempos las palabras más en boga. La crisis en el frente y la ruina en la retaguardia hacen su obra, reforzando los flancos extremos y presionando por ambos lados a los conciliadores defensistas. La revolución se moviliza, haciendo con ello que se movilice la contrarrevolución. La contrarrevolución, a su vez, espolea a la revolución, suscitando nuevas oleadas de la marea revolucionaria. La cuestión del paso del Poder a una nueva clase se pone a la orden del día. 
¿Había entonces divergencias en nuestro Partido? Sí, las había. Pero se referían exclusivamente a cuestiones de carácter práctico, contrariamente a lo que afirma Trotski quien trata de descubrir un ala “derecha” y un ala “izquierda” en el Partido. Es decir, había esas divergencias sin las que, en general, no existe una vida activa de Partido y un verdadero trabajo de Partido. 
No tiene razón Trotski cuando afirma que la manifestación de abril en Petrogrado suscitó divergencias en el seno del Comité Central. El Comité Central se mantuvo absolutamente unánime en esta cuestión, condenando el intento de un grupo de camaradas de detener al Gobierno Provisional en un momento en que los bolcheviques estaban en minoría en los Soviets y en el ejército. Si Trotski no escribiera la “historia” de Octubre a lo Sujánov, sino basándose en documentos fidedignos, se convencería sin gran trabajo de que su afirmación es errónea. 
No tiene absolutamente ninguna razón Trotski cuando afirma que el intento, “a iniciativa de Lenin”, de organizar una manifestación el 10 de junio fue tachado de “aventura” por los “derechistas” del Comité Central. Si Trotski no escribiera a lo Sujánov, sabría seguramente que la manifestación del 10 de junio fue aplazada de pleno acuerdo con Lenin y que precisamente Lenin defendió la necesidad de aplazarla en un gran discurso pronunciado en la conocida reunión del Comité de Petrogrado (v. las actas de Comité de Petrogrado)
No tiene ninguna razón Trotski cuando habla de divergencias “trágicas” en el seno del C.C. con motivo de la manifestación armada de julio. Trotski, sencillamente, inventa, suponiendo que algunos miembros del grupo dirigente del C.C. “debían ver en el episodio de julio una aventura nociva”. Trotski, que entonces aun no formaba parte de nuestro C.C. y era tan sólo un parlamentario nuestro en los Soviets, podía, naturalmente, no saber que el C.C. consideraba la manifestación de julio como un mero medio para tantear al enemigo; que el C.C. (y Lenin) no querían ni pensaban convertir la manifestación en insurrección en un momento en que los Soviets de la capital seguían aún a los defensistas. Es muy posible que algunos de los bolcheviques lloriquearan, en efecto, con motivo de la derrota de julio. Yo sé, por ejemplo, que algunos de los bolcheviques detenidos entonces estaban incluso dispuestos a abandonar nuestras filas. Pero hacer de aquí deducciones contra algunos supuestos “derechistas”, a los que se dice miembros del C.C., es tergiversar desvergonzadamente la historia. 
No tiene razón Trotski cuando declara que en los días de la korniloviada se puso de manifiesto en parte de los dirigentes del Partido la tendencia a concertar un bloque con los defensistas, a apoyar al Gobierno Provisional. Se trata, naturalmente, de esos mismos supuestos “derechistas” que quitan el sueño a Trotski. Trotski no tiene razón, pues existen tales documentos como el Órgano Central del Partido, que echa por tierra la declaración de Trotski. Este invoca la carta de Lenin al C.C. previniendo contra el apoyo a Kerenski. Pero Trotski no comprende las cartas de Lenin, ni su significado, ni su misión. A veces, Lenin se adelanta deliberadamente en sus cartas a los acontecimientos, llevando a un primer plano errores posibles, y criticándolos por anticipado, a fin de prevenir al Partido y ponerlo a salvo de ellos, o, a veces, exagera las “pequeñeces” y hace “de una mosca un elefante”, con el mismo fin pedagógico. El jefe del Partido, sobre todo si se encuentra en la clandestinidad, no puede obrar de otro modo, pues debe ver más allá que sus compañeros de lucha y está obligado a dar la señal de alarma con motivo de cualquier error posible, incluso con motivo de “pequeñeces”. Pero sacar de estas cartas de Lenin (que no son pocas) la conclusión de que hubo divergencias “trágicas” y alborotar a cuenta de ello significa no comprender las cartas de Lenin, no conocer a Lenin. Quizá sea ésta la explicación de que Trotski no dé a veces en el clavo. Resumiendo: en el C.C. no hubo ninguna divergencia, absolutamente ninguna, en los días de la intentona de Kornílov. 
Después de la derrota de julio, entre el C.C. y Lenin surgieron, efectivamente, divergencias respecto a la suerte de los Soviets. Es sabido que Lenin, deseando concentrar la atención del Partido en los preparativos de la insurrección fuera de los Soviets, prevenía contra el excesivo entusiasmo por los Soviets, considerando que éstos, envilecidos por los defensitas, ya no tenían ningún valor. El Comité Central y el VI Congreso del Partido adoptaron una línea más prudente, considerando que no había fundamento para estimar excluida una vivificación de los Soviets. La intentona de Kornílov demostró que esta decisión había sido acertada. Por lo demás, esas divergencias no fueron una cuestión de actualidad para el Partido. Lenin reconoció posteriormente que la línea del VI Congreso había sido acertada. Es interesante que Trotski no se haya aferrado a esta divergencia ni la haya abultado hasta darle proporciones “monstruosas”. 
Un partido unido y monolítico, centro de la movilización revolucionaria de las masas: tal es el cuadro de la situación de nuestro Partido en este período.
3) El período de organización del asalto (septiembre-octubre). Hechos principales de este período: 
a) la convocatoria de la Conferencia Democrática y el fracaso de la idea de formar un bloque con los demócratas constitucionalistas;
b) paso de los Soviets de Moscú y de Petrogrado al lado de los bolcheviques;
c) el Congreso de los Soviets de la Región del Norte y la resolución del Soviet de Petrogrado contra la evacuación de las tropas;
d) la resolución del C.C. del Partido sobre la insurrección y la formación del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado;
e) la resolución de la guarnición de Petrogrado sobre el apoyo armado al Soviet de Petrogrado y la organización del sistema de comisarios del Comité Militar Revolucionario;
f) las fuerzas armadas de los bolcheviques se lanzan a la calle; detención de los miembros del Gobierno Provisional;
g) la toma del Poder por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado y la formación del Consejo de Comisarios del Pueblo por el II Congreso de los Soviets. 
El rasgo característico de este periodo es la rápida agravación de la crisis, el completo desconcierto de los círculos gobernantes, el aislamiento de los eseristas y los mencheviques y el paso en masa de los elementos vacilantes al lado de los bolcheviques. Conviene señalar una particularidad original de la táctica de la revolución en este periodo. Consiste esta particularidad en que cada paso, o casi cada paso, de su ofensiva la revolución procura darlo como si fuera un paso defensivo. Es indudable que la negativa a evacuar las tropas de Petrogrado fue un serio paso de la ofensiva de la revolución, pero, no obstante, esa ofensiva se hizo bajo la consigna de defensa de Petrogrado contra una posible ofensiva del enemigo exterior. Es indudable que la formación del Comité Militar Revolucionario fue un paso todavía más importante de la ofensiva contra el Gobierno Provisional, pero, no obstante, se dio bajo la consigna de organizar el control de los Soviets sobre la actividad del Estado Mayor de la Zona. Es indudable que el paso franco de la guarnición al lado del Comité Militar Revolucionario y la organización del sistema de comisarios soviéticos señalaron el comienzo de la insurrección, pero, no obstante, estos pasos los dio la revolución bajo la consigna de defensa del Soviet de Petrogrado contra posibles acciones de la contrarrevolución. Parecía como si la revolución camuflara sus acciones de ofensiva con la envoltura de la defensa para que le fuese más fácil arrastrar a su órbita a los elementos indecisos, vacilantes. A ello se debe, quizá, el carácter aparentemente defensivo de los discursos, artículos y consignas de este período, que, no obstante, tienen un carácter profundamente ofensivo por su contenido interno. 
¿Hubo en este período divergencias en el seno del Comité Central? Sí, y no pequeñas. Ya he hablado de las divergencias en el problema de la insurrección, reflejadas íntegramente en las actas del C.C. del 10 y del 16 de octubre. Por ello no voy a repetir lo dicho antes. Ahora es necesario detenerse en tres cuestiones: la participación en el anteparlamento, el papel de los Soviets en la insurrección y la fecha de la insurrección. Es tanto más necesario por cuanto Trotski, en su afán de situarse en lugar visible, ha falseado “involuntariamente” la posición de Lenin en las dos últimas cuestiones. 
Es indudable que las divergencias respecto al anteparlamento fueron serias. ¿Cuál era el fin, por decirlo así, del anteparlamento? Ayudar a la burguesía a relegar los Soviets a segundo plano y echar los cimientos del parlamentarismo burgués. Si podía o no el anteparlamento alcanzar ese fin en la situación revolucionaria de entonces, es ya otra cuestión. Los acontecimientos demostraron que ese fin era inalcanzable y que el propio anteparlamento era un aborto de la korniloviada. Pero es indudable que con el anteparlamento los mencheviques y los eseristas perseguían precisamente ese fin. ¿A qué podía llevar en tales condiciones la participación de los bolcheviques en el anteparlamento? Únicamente a desorientar a las masas proletarias respecto a la verdadera faz del anteparlamento. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que fustiga Lenin en sus cartas a los defensores de la participación en el anteparlamento. La participación en el anteparlamento fue, sin duda, una grave equivocación. 
Pero sería erróneo suponer, como lo hace Trotski, que los defensores de la participación fueron al anteparlamento con el fin de desarrollar allí una labor orgánica, con el fin de “llevar el movimiento obrero” “al cauce de la socialdemocracia”. Eso es completamente falso. Eso es mentira. Si eso fuera cierto, el Partido no habría logrado corregir esta equivocación “en un dos por tres”, retirándose ostensiblemente del anteparlamento. La vitalidad y la fuerza revolucionaria de nuestro Partido se expresaron, entre otras cosas, en que enmendó esta equivocación en un abrir y cerrar de ojos. 
Ahora, permitidme que corrija una pequeña exactitud que se ha deslizado en la relación que Lentsner, el “redactor” de las obras de Trotski, hace de la reunión del grupo bolchevique en que se resolvió la cuestión del anteparlamento. Lentsner dice que en la reunión hubo dos informantes: Kámenev y Trotski. Eso no es cierto. En realidad, los informantes fueron cuatro: dos en favor del boicot del anteparlamento (Trotski y Stalin) y dos en favor de la participación (Kámenev y Noguín). 
Aun procede peor Trotski cuando se refiere a la posición de Lenin en cuanto a la forma de la insurrección. Según Trotski, resulta que Lenin quería que el Partido tomase en octubre el Poder “independientemente del Soviet y a espaldas de éste”. Criticando después esta necedad atribuida a Lenin, Trotski “galopa y caracolea”, soltando, por último, esta condescendiente frase. “Eso hubiera sido un error”. Aquí Trotski no dice la verdad acerca de Lenin, tergiversa la idea de Lenin acerca del papel de los Soviets en la insurrección. Podría citar un montón de documentos demostrativos de que Lenin proponía tomar el Poder a través de los Soviets, del de Petrogrado o del de Moscú, y no a espaldas de ellos. ¿Qué fin persigue Trotski con esa leyenda, más que extraña, acerca de Lenin? 
Trotski no procede mejor cuando “analiza” la posición del C.C. y de Lenin en cuanto a la fecha de la insurrección. Al relatar la célebre reunión del C.C. del 10 de octubre, Trotski afirma que en esta reunión “se adoptó una resolución diciendo que la insurrección debería producirse, a más tardar, el 15 de octubre”. Resulta que el C.C. señaló para el 15 de octubre la fecha de la insurrección y que luego, faltando él mismo a su acuerdo, la aplazó hasta el 25 de octubre. ¿Es cierto eso? No, no es cierto. El Comité Central sólo adoptó en este período dos resoluciones sobre la insurrección, la del 10 y la del 16 de octubre. Leamos estas resoluciones. 
Resolución del 10 de octubre: 
“El C.C. reconoce que tanto la situación internacional de la revolución rusa (insurrección en la flota alemana, manifestación extrema de la marcha ascendente, en toda Europa, de la revolución socialista mundial, y, además, la amenaza de una paz de los imperialistas, con el fin de estrangular la revolución en Rusia) como la situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y Cía de entregar Petrogrado a los alemanes) y la conquista de la mayoría dentro de los Soviets por el Partido proletario –todo ello, unido a la insurrección campesina y al viraje de la confianza del pueblo hacia nuestro Partido (elecciones en Moscú)–, así como, finalmente, la preparación manifiesta de una segunda korniloviada (evacuación de tropas de Petrogrado, envío de cosacos a esta capital, cerco de Minsk por los cosacos, etc.), ponen a la orden del día la insurrección armada. 
Reconociendo, pues, que la insurrección armada es inevitable y que ha alcanzado plena madurez, el C.C. insta a todas las organizaciones del Partido a guiarse por ello y a examinar y resolver desde este punto de vista todos los problemas prácticos”.(Congreso de los Soviets de la Región del Norte, evacuación de tropas de Petrogrado, acciones en Moscú y en Minsk, etc.). 
Resolución de la reunión del C.C. con camaradas en puestos de responsabilidad del 16 de octubre: 
“La mayoría aprueba y apoya por completo la resolución del C.C., llama a todas las organizaciones y a todos los obreros y soldados a preparar en todos sus aspectos y con toda intensidad la insurrección armada y a apoyar el Centro creado para ello por el Comité Central, y expresa su plena seguridad en que el C.C. y el Soviets indicaran oportunamente el momento propicio y los procedimientos de ofensiva más convenientes”.
Ya veis que la memoria le ha sido infiel a Trotski en cuanto a la fecha de la insurrección y a la resolución del C.C. sobre la insurrección. 
Trotski no tiene ninguna razón cuando afirma que Lenin menospreciaba la legalidad de los Soviets, que Lenin no comprendía la gran importancia de la toma del Poder por el Congreso de los Soviets de toda Rusia el 25 de octubre y que, precisamente por ello, insistía en que se tomara el Poder antes del 25 de octubre. Eso no es cierto. Lenin proponía tomar el Poder antes del 25 de octubre por dos razones. En primer lugar, porque los contrarrevolucionarios podían entregar Petrogrado en cualquier momento, lo que hubiera enervado la insurrección en ascenso, por lo que cada día era precioso. En segundo lugar, porque el error del Soviet de Petrogrado, que señaló abiertamente e hizo pública la fecha de la insurrección (25 de octubre), no podía ser enmendado más que por la insurrección efectiva antes de esta fecha legal de la insurrección. Lo que ocurre es que Lenin consideraba la insurrección como un arte y no podía menos de saber que el enemigo, prevenido (por la imprudencia del Soviet de Petrogrado) de la fecha señalada para la insurrección, se prepararía sin falta para ese día, por lo que era imprescindible adelantársele, es decir, comenzar la insurrección, inexcusablemente, antes del plazo legal. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que Lenin fustigaba en sus cartas a los fetichistas del 25 de octubre. Los acontecimientos demostraron que Lenin tenía toda la razón. Sabido es que la insurrección empezó antes del Congreso de los Soviets de toda Rusia. Sabido es que el Poder fue tomado, de hecho, antes de la apertura del Congreso de los Soviets de toda Rusia, y que no lo tomó el Congreso de los Soviets sino que lo tomaron el Soviet de Petrogrado y el Comité Militar Revolucionario. El Congreso de los Soviets se limitó a recibir el Poder de manos del Soviet de Petrogrado. Por eso, los largos razonamientos de Trotski acerca de la importancia de la legalidad de los Soviets son completamente superfluos. 
Un partido lleno de vitalidad y fuerza, encabezando a las masas revolucionarias que se lanzan al asalto del Poder burgués y derrocan ese Poder: tal es la situación de nuestro Partido en ese período. 
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas sobre la preparación de Octubre.
(Extraido de "Trotskismo o Leninismo" de José Stalin, de noviembre de 1924).

Descargar el texto completo de "Trotskismo o Leninismo" de José Stalin

Descargar "La Revolución de Octubre y la Táctica de los Comunistas Rusos" de José Stalin

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