95º Aniversario de la Revolución de Octubre
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I. Hechos acerca de la insurrección de Octubre
Ante todo,
acerca de la insurrección de Octubre. Entre los miembros del Partido es
difundido intensamente el rumor de que el C.C., en su conjunto, estaba en
contra de la insurrección en octubre de 1917. Suelen decir que el 10 de
octubre, cuando el C.C. tomó el acuerdo de organizar la insurrección, la
mayoría del C.C. se manifestó al principio contra la insurrección, pero que en
aquel mismo instante irrumpió en el local donde se celebraba la reunión un
obrero y dijo: “Vosotros os manifestáis en contra de la insurrección, pero yo
os digo que, a pesar de todo, habrá insurrección”. Y cuentan, además, que
después de estas amenazas el C.C. se acobardó, volvió a plantear el asunto de
la insurrección y acordó organizarla.
Esto,
camaradas, no es simplemente un rumor. De ello habla en su libro “Diez días” el célebre John Reed, que
estaba muy lejos de nuestro Partido y no podía, naturalmente, conocer la
historia de nuestra reunión secreta del 10 de octubre por lo que mordió el
anzuelo de las calumnias propagadas por los Sujánov. Este cuento se reproduce y
repite en muchos folletos salidos de las plumas trotskistas, entre ellos uno
reciente de Sirkin acerca de Octubre. Estos rumores los alimenta celosamente
Trotski en sus últimos escritos.
No creo
que sea necesario demostrar que todos estos cuentos chinos y otros semejantes
no corresponden a la verdad, que en realidad nada parecido ocurrió –ni podía
ocurrir– en la reunión del C.C. Siendo así, bien podríamos desdeñar estos absurdos
rumores: ¡qué rumores no se fabricarán en los despachos de los oposicionistas y
de la gente lejana al Partido! Y así lo hemos venido haciendo hasta hoy, sin
prestar atención a los errores de John Reed, por ejemplo, y sin preocuparnos de
corregirlos. Pero, después de los últimos escritos de Trotski, ya no se pueden
pasar por alto esas leyendas, pues con ellas tratan ahora de educar a la
juventud y, desgraciadamente, han logrado ya en esa labor algunos resultados.
Por ello debo oponer a esos absurdos rumores la verdad de los hechos.
Tomo las
actas de la reunión del C.C. de nuestro Partido del 10 (23) de octubre de 1917.
Asisten: Lenin, Zinóviev, Kámenev, Stalin, Trotski, Sverdlov, Uritski,
Dzerzhinski, Kolontay, Búbnov, Sokólnikov y Lómov. Se discute en torno al
momento y a la insurrección. Después de los debates, se vota la resolución del
camarada Lenin acerca de la insurrección. La resolución es aprobada por una
mayoría de 10 votos contra 2. Parece que está claro: el C.C. por una mayoría de
10 votos contra 2, acuerda pasar a la organización práctica de la insurrección.
En esta misma reunión, el C.C. elige un centro político para dirigir la
insurrección, al que da el nombre de Buró Político. Lo forman: Lenin, Zinóviev,
Stalin, Kámenev, Trotski, Sokólnikov y Búbnov.
Tales son
los hechos.
Estas
actas destruyen de golpe varias leyendas. Destruyen la leyenda de que la
mayoría del C.C. era contraria a la insurrección. Destruyen también la leyenda
de que en el problema de la insurrección el C.C. estuvo a punto de escindirse.
Las actas evidencian que los enemigos de la insurrección inmediata –Kámenev y
Zinóviev– pasaron a integrar el organismo de dirección política de la
insurrección al lado de los partidarios de ella. No hubo, ni podía haber, nada
parecido a una escisión.
Trotski
asegura que Kámenev y Zinóviev eran en Octubre el ala derecha de nuestro
Partido, casi socialdemócratas. No se comprende cómo, en tal caso, no se
produjo una escisión en el Partido, cómo las divergencias con Kámenev y
Zinóviev duraron tan sólo unos días ni como estos camaradas, a pesar de esas
divergencias, fueron colocados por el Partido en puestos de la mayor
importancia y elegidos para formar parte del centro político de la
insurrección, etc., etc. El Partido conoce bastante bien lo implacable que era
Lenin con los socialdemócratas; el Partido sabe que Lenin no hubiera accedido
ni por un instante a tener en el Partido, y menos aún en puestos de la mayor
importancia, a camaradas de mentalidad socialdemócrata. ¿A qué se debió que en
el Partido no se produjera una escisión? Se debió a que, a pesar de las
divergencias, esos camaradas eran viejos bolcheviques y pisaban el terreno
común del bolchevismo. ¿Qué terreno común era ése? La unidad de criterios
respecto a las cuestiones fundamentales: el carácter de la revolución rusa, las
fuerzas motrices de la revolución, el papel del campesinado, los principios de
dirección del Partido, etc. Sin eso terreno común, la escisión hubiera sido
inevitable. No hubo escisión, y las divergencias duraron en total unos días,
por la única y exclusiva razón de que Kámenev y Zinóviev eran leninistas,
bolcheviques.
Veamos
ahora la leyenda sobre el papel particular de Trotski en la insurrección de
Octubre. Los trotskistas propagan insistentemente rumores de que Trotski fue el
inspirador y el único dirigente de la insurrección de Octubre. Esos rumores los
propaga con particular empeño Lentsner, el llamado redactor de las obras de
Trotski. El propio Trotski, dando sistemáticamente de lado al Partido, al C.C.
del Partido y al Comité de Petrogrado del Partido, silenciando el papel
dirigente de estas organizaciones en la insurrección y presentándose
machaconamente a sí mismo como la figura central de la insurrección de Octubre,
contribuye, quiéralo o no, a propagar esos rumores acerca de su papel
particular en la insurrección. Estoy lejos de negar el papel, indudablemente
importante, desempeñado por Trotski en la insurrección. Pero debo decir que
Trotski no desempeñó, ni podía desempeñar, ningún papel particular en la
insurrección de Octubre, y que, siendo presidente del Soviet de Petrogrado, se
limitaba a cumplir la voluntad de las correspondientes instancias del Partido,
que dirigían cada uno de sus pasos. A los filisteos como Sujánov todo eso puede
parecerles extraño, pero los hechos, los hechos reales, confirman por entero lo
que digo.
Tomemos
las actas de la reunión siguiente del C.C., celebrada el 16 (29) de octubre de
1917. Participan en ella los miembros del C.C. más representantes del Comité de
Petrogrado y representantes de la organización militar, de los comités de
fábrica, de los sindicatos y de los ferroviarios. Entre los asistentes, además
de los miembros del C.C. figuran: Krilenko, Shotman, Kalinin, Volodarski,
Shliápnikov, Lacis y otros. En total, 25 personas. Se discute el problema de la
insurrección desde un punto de vista puramente práctico y organizativo. Se
aprueba la resolución de Lenin sobre la insurrección por una mayoría de 20
votos contra 2, y 3 abstenciones. Se elige un centro práctico para dirigir la
organización de la insurrección. ¿Quiénes pasan a formar parte de dicho centro?
Para él son elegidos cinco camaradas: Sverdlov, Stalin, Dzerzhinski, Búbnov y
Uritski. Tareas del centro práctico: dirigir todos los organismos de
preparación práctica de la insurrección, de acuerdo con las directivas del
Comité Central. Como veis, en esta reunión del C.C. ocurrió algo “terrible”, es
decir, Trotski, el “inspirador”, la “figura principal”, el “único dirigente” de
la insurrección, no fue elegido, de “modo extraño”, para el centro práctico
llamado a dirigir la insurrección. ¿Cómo compaginar este hecho con esa
difundida opinión acerca del papel particular de Trotski? ¿No es verdad que
todo ello es algo “extraño”, como diría Sujánov, o como dirían los trotskistas?
Sin embargo, no hay en ello, hablando en propiedad, nada de extraño, pues
Trotski, por ser entonces relativamente nuevo en el Partido, no desempeñó ni
podía desempeñar ningún papel particular en el Partido ni en la insurrección de
Octubre. Lo mismo que todos los demás funcionarios en puestos de
responsabilidad, era únicamente un ejecutor de la voluntad del C.C. y de sus
organismos. Quien conozca el mecanismo de dirección del Partido Bolchevique,
comprenderá sin gran trabajo que no podía ser de otro modo: en cuanto Trotski
no hubiera acatado la voluntad del C.C., habría perdido toda influencia sobre
el curso de los acontecimientos. Las habladurías acerca del papel particular de
Trotski son una leyenda propagada por complacientes comadres “del Partido”.
Eso no
quiere decir, naturalmente, que la insurrección de Octubre no tuviera su
inspirador. La insurrección tuvo su inspirador y su dirigente. Pero fue Lenin,
y nadie más que Lenin, cuya resoluciones aprobó el C.C. al decidir el problema
de la insurrección; Lenin, a quien la clandestinidad no impidió ser el
verdadero inspirador de la insurrección, a despecho de las afirmaciones de
Trotski. Es necio y ridículo querer ocultar ahora con habladurías acerca de la
clandestinidad el hecho indudable de que el inspirador de la insurrección fue
V. I. Lenin, el jefe del Partido.
Tales son
los hechos.
Admitámoslo,
nos dicen, pero no se puede negar que Trotski peleó en el período de Octubre.
Sí, eso es cierto, Trotski peleó bien en el período de Octubre. Pero en el
período de Octubre no sólo Trotski peleó bien; ni siquiera pelearon mal gentes
como los eseristas de izquierdas, que entonces marchaban hombro a hombro con
los bolcheviques. Debo decir, en general, que en el período de la insurrección
triunfante, cuando el enemigo está aislado y la insurrección se extiende, no es
difícil pelear bien. En estos momentos, hasta los elementos atrasados se hacen
héroes.
Pero la
lucha del proletariado no es una ofensiva continua, una cadena de éxitos
constantes. La lucha del proletariado tiene que pasar también por sus pruebas y
sufrir sus derrotas. Y verdadero revolucionario no es quien da muestras de
valor en el período de la insurrección triunfante, sino quien, peleando bien
cuando la revolución despliega una ofensiva victoriosa, sabe asimismo dar
muestras de valor en el período de repliegue de la revolución, que el período
de derrota del proletariado; quien no pierde la cabeza y no se acobarda ante
los reveses de la revolución, ante los éxitos del enemigo; quien no se deja llevar del pánico ni cae en la desesperación en
el período de repliegue de la revolución. Los eseristas de izquierda no
lucharon mal en el período de Octubre, apoyando a los bolcheviques. Pero ¿quién
ignora que esos “denodados” combatientes se dejaron llevar del pánico en el
período de Brest-Litovsk, cuando la ofensiva del imperialismo alemán les hizo
caer en la desesperación y en el histerismo? Es muy de lamentar, pero es un
hecho indudable que a Trotski, que peleó bien en el período de Octubre, le
faltó valor en el período de Brest-Litovsk, en un período de reveses temporales
de la revolución, para dar muestras de suficiente firmeza en tan difícil momento
y no seguir las huellas de los eseristas de izquierda. Es indiscutible que el
momento era difícil, que había que poner de manifiesto gran valentía y una
serenidad extraordinaria para no desconcertarse, para replegarse a tiempo para
aceptar la paz en el momento oportuno, salvar al ejército proletario del golpe
que quería asestarle el imperialismo alemán, conservar las reservas campesinas
y, después de haber obtenido, de tal modo, una tregua, caer sobre el enemigo
con nuevas fuerzas. Pero, desgraciadamente, Trotski no tuvo esa valentía ni esa
firmeza revolucionaria en un momento tan difícil.
Según opina Trotski, la principal enseñanza de la revolución proletaria
consiste en “no acobardarse” en Octubre. Eso es falso, porque la afirmación de
Trotski no encierra más que una partícula de la verdad acerca de las enseñanzas
de la revolución. Toda la verdad acerca de las enseñanzas de la revolución
proletaria consiste en “no acobardarse” no sólo en los días de ofensiva de la
revolución, sino tampoco en los días de repliegue, cuando el enemigo obtiene
ventajas y la revolución sufre reveses. La revolución no queda circunscrita a
Octubre. Octubre no es más que el comienzo de la revolución proletaria. Malo es
acobardarse cuando la insurrección va en ascenso. Pero aun es peor acobardarse
cuando llegan duras pruebas para la revolución, después de la toma del Poder.
Mantenerse en el Poder al día siguiente de la revolución es tan importante como
tomarlo. Si Trotski se acobardó en el período de Brest-Litovsk, en un período
de duras pruebas para nuestra revolución, cuando la cosa llegó casi a la
“entrega” del Poder, debe comprender que los errores de Kámenev y de Zinóviev
en Octubre no tienen nada que ver con esto.
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas acerca de la insurrección de
Octubre.
II. El partido y la preparación de Octubre
Pasemos ahora al problema de la preparación de Octubre.
Escuchando a Trotski, pudría suponerse que en todo el período de
preparación, de marzo a octubre, el Partido Bolchevique no hacía sino agitarse
sin ton ni son; que estaba corroído por contradicciones internas y ponía a
Lenin toda clase de estorbos, y que, de no haber sido por Trotski, nadie salve
cómo habría terminado la Revolución de Octubre. Hasta cierto punto, divierten
estas peregrinas palabras acerca del Partido en boca de Trotski, quién en el
mismo “prefacio” al tomo III declara que “el fundamental instrumento de la
revolución proletaria es el Partido”, que, “sin el Partido, haciendo caso omiso
del Partido, dando de lado al Partido, con un sucedáneo del Partido, la
revolución proletaria no puede vencer”. En fin, ni el mismísimo Alá alcanzará a
comprender cómo pudo triunfar nuestra revolución si “su fundamental
instrumento” resultó inservible y si, “dando de lado al Partido”, no hay
ninguna posibilidad de vencer. Pero no es la primera vez que Trotski nos
obsequia con tales extravagancias. Es de suponer que estos divertidos
razonamientos acerca de nuestro Partido sean las habituales extravagancias de
Trotski.
Examinemos, brevemente, la historia de la preparación de Octubre por
períodos.
1) El período de nueva orientación del Partido (marzo-abril). Hechos
principales de este periodo:
a)
el derrocamiento del zarismo;
b)
la formación del Gobierno Provisional
(dictadura de la burguesía);
c)
la aparición de los Soviets de Diputados
Obreros y Soldados (dictadura del proletariado y del campesinado);
d) la dualidad de poderes;
e) la manifestación de abril;
f) la primera crisis de Poder.
El rasgo característico de este período es que existen, una al lado de
otra, juntas, al mismo tiempo, la dictadura de la burguesía y la dictadura del
proletariado y del campesinado, con la particularidad de que la segunda tiene
confianza en la primera, supone en ella anhelos de paz, entrega voluntariamente
el Poder a la burguesía y se convierte de este modo, en un apéndice suyo. Aun
no hay conflictos graves entre las dos dictaduras. Pero, en cambio, hay una
“comisión de enlace”.
Fue éste un grandioso viraje en la historia de Rusia y un viraje inusitado
en la historia de nuestro Partido. La vieja plataforma de derrocamiento directo
del gobierno, formulada antes de la revolución era clara y concreta pero ya no
servía para las nuevas condiciones de la lucha. Ahora ya no se podía marchar
directamente al derrocamiento del gobierno, porque estaba ligado a los Soviets,
que se hallaban bajo la influencia de los defensistas, y el Partido hubiera
tenido que sostener una guerra superior a sus fuerzas contra el gobierno y
contra los Soviets. Pero tampoco se podía aplicar una política de apoyo al
Gobierno Provisional, porque era un gobierno del imperialismo. Se imponía una
nueva orientación del Partido en las nuevas condiciones de la lucha. El Partido
(su mayoría) marchaba a tientas hacia esa nueva orientación. Adoptó la política
de presión de los Soviets sobre el Gobierno Provisional en el problema de la
paz y no se decidió a pasar de golpe, de la vieja consigna de dictadura del
proletariado y del campesinado, a la nueva consigna del Poder de los Soviets.
Con esta política de medias tintas se quería que los Soviets pudieran ver en
las cuestiones concretas de la paz la verdadera naturaleza imperialista del
Gobierno Provisional y apartarlos así de él. Pero ésa era una posición
profundamente errónea, pues engendraba ilusiones pacifistas, llevaban el agua
al molino del defensismo y dificultaba la educación revolucionaria de las
masas. Esa posición errónea la compartía yo entonces con otros camaradas del
Partido y no la abandoné del todo hasta mediados de abril, cuando me solidarice
con las tesis de Lenin. Se imponía una nueva orientación. Esa nueva orientación
la dio Lenin al Partido en sus famosas Tesis
de Abril. No voy a extenderme acerca, pues todos
y cada uno de vosotros las conocéis. ¿Tuvo entonces el Partido divergencias con
Lenin? Si, las tuvo. ¿Cuánto duraron esas divergencias? Dos semanas, a lo sumo.
La Conferencia Local de Petrogrado (segunda quincena de abril), que aprobó
las tesis de Lenin, fue un punto crucial en el desarrollo de nuestro Partido.
La Conferencia de toda Rusia celebrada a fines de abril no hizo más
que llevar a término en escala nacional lo hecho por la Conferencia de
Petrogrado, agrupado en torno a una posición única del Partido a las nueve
décimas parte de este.
Ahora, siete años después, Trotski manifiesta una alegría maligna por las
pasadas divergencias entre los bolcheviques y las presenta casi como una lucha
de dos partidos en el seno del bolchevismo. Pero, en primer lugar, Trotski
exagera y abulta las cosas desmesuradamente, pues el Partido Bolchevique salió
de estas divergencias sin haber sufrido la menor conmoción. En segundo lugar,
nuestro Partido sería una casta, y no un partido revolucionario, si no admitiera
en su seno matices del pensamiento. Además, es sabido que también en el pasado
hubo entre nosotros divergencias, por ejemplo, en el período de la II Duma, lo
que no fue óbice para que nuestro Partido se mantuviese unido. En tercer lugar,
no estará de más que preguntemos cuál era entonces la posición del propio
Trotski, que ahora manifiesta sin recato una alegría maligna con motivo de las
pasadas divergencias de los bolcheviques. Lentsner, el llamado redactor de las
obras de Trotski, asegura que las cartas americanas de Trotski (marzo) “se
adelantaron en todo” a las “Cartas de
lejos” de Lenin (marzo), que sirvieron de base
a las Tesis de Abril de Lenin. Así
lo dice: “Se adelantaron en todo”. Trotski no pone peros a esa analogía,
aceptándola, por lo visto, con agradecimiento. Pero, en primer lugar, las
cartas de Trotski “no se parecen en nada” a las de Lenin ni por su espíritu ni
por las conclusiones, pues reflejan enteramente la consigna anti-bolchevique de
Trotski “sin zar, por un gobierno obrero”, consigna que significa: revolución
sin los campesinos. Basta con leer estas dos series de cartas para convencerse
de ello. En segundo lugar, ¿cómo explicar, en tal caso, que Lenin estimara
necesario desolidarizarse de Trotski al día siguiente de haber llegado del
extranjero? ¿Quién no conoce las reiteradas declaraciones de Lenin de que la
consigna de Trotski “sin zar, por un gobierno obrero” es un intento de
“saltar por encima del movimiento campesino, cuyas posibilidades no han sido
agotadas”, que esa consigna es “jugar a la toma del Poder por un gobierno
obrero”?
¿Qué puede haber de común entre las tesis bolcheviques de Lenin y el
esquema anti-bolchevique de Trotski con su “juego a la toma del Poder? ¿De
dónde saldrá esa propensión de la gente a comparar una casucha con el Monte
Blanco? ¿Qué falta le hacía a Lentsner sumar tan irreflexivamente al montón de
viejas leyendas sobre nuestra revolución esa otra leyenda de que las cartas
americanas de Trotski “se adelantaron” a las conocidas “Cartas de lejos” de Lenin?
Por algo se dice que un oso servicial es más peligroso que un enemigo.
2) El período de movilización revolucionaria de las masas (mayo-agosto).
Hechos principales de este período:
a)
la manifestación de abril en Petrogrado
y la formación de un gobierno de coalición, en el que participan los
“socialistas”;
b)
las manifestaciones del Primero de Mayo
en los principales centros de Rusia, con la consigna de “paz democrática”;
c)
la manifestación de junio en Petrogrado
con la consigna fundamental de “¡Abajo los ministros capitalistas!”;
d)
la ofensiva de junio en el frente y los
reveses del ejército ruso;
e)
la manifestación armada de julio en
Petrogrado y la salida de los ministros demócratas-constitucionalistas del
gobierno;
f)
la llegada de tropas contrarrevolucionarias
sacadas del frente, el asalto y la destrucción de la redacción de “Pravda”, la lucha de la
contrarrevolución contra los Soviets y la formación de un nuevo gobierno de
coalición encabezado por Kerenski;
g)
el VI Congreso de nuestro Partido, que
lanza la consigna de preparación de la insurrección armada;
h)
la contrarrevolucionaria Conferencia de
Estado y la huelga general de Moscú;
i)
la fracasada ofensiva de Kornílov sobre
Petrogrado, la vivificación de los Soviets, la dimisión de los demócratas
constitucionalistas y la formación del “Directorio”.
El rasgo característico de este período es la agudización de la crisis y la
ruptura del inestable equilibrio entre los Soviets y le Gobierno Provisional,
equilibrio que –bien o mal– existía en el período precedente. La dualidad de
poderes se ha hecho insostenible para ambas partes. El frágil edificio de la
“comisión de enlace” vive sus últimos días. “Crisis de Poder” y “carrusel
ministerial” eran en aquellos tiempos las palabras más en boga. La crisis en el
frente y la ruina en la retaguardia hacen su obra, reforzando los flancos
extremos y presionando por ambos lados a los conciliadores defensistas. La
revolución se moviliza, haciendo con ello que se movilice la contrarrevolución.
La contrarrevolución, a su vez, espolea a la revolución, suscitando nuevas
oleadas de la marea revolucionaria. La cuestión del paso del Poder a una nueva
clase se pone a la orden del día.
¿Había entonces divergencias en nuestro Partido? Sí, las había. Pero se
referían exclusivamente a cuestiones de carácter práctico, contrariamente a lo
que afirma Trotski quien trata de descubrir un ala “derecha” y un ala
“izquierda” en el Partido. Es decir, había esas divergencias sin las que, en
general, no existe una vida activa de Partido y un verdadero trabajo de
Partido.
No tiene razón Trotski cuando afirma que la manifestación de abril en
Petrogrado suscitó divergencias en el seno del Comité Central. El Comité
Central se mantuvo absolutamente unánime en esta cuestión, condenando el
intento de un grupo de camaradas de detener al Gobierno Provisional en un
momento en que los bolcheviques estaban en minoría en los Soviets y en el
ejército. Si Trotski no escribiera la “historia” de Octubre a lo Sujánov, sino
basándose en documentos fidedignos, se convencería sin gran trabajo de que su
afirmación es errónea.
No tiene absolutamente ninguna razón Trotski cuando afirma que el intento,
“a iniciativa de Lenin”, de organizar una manifestación el 10 de junio fue
tachado de “aventura” por los “derechistas” del Comité Central. Si Trotski no
escribiera a lo Sujánov, sabría seguramente que la manifestación del 10 de
junio fue aplazada de pleno acuerdo con Lenin y que precisamente Lenin defendió
la necesidad de aplazarla en un gran discurso pronunciado en la conocida
reunión del Comité de Petrogrado (v. las actas de Comité de Petrogrado).
No tiene ninguna razón Trotski cuando habla de divergencias “trágicas” en
el seno del C.C. con motivo de la manifestación armada de julio. Trotski,
sencillamente, inventa, suponiendo que algunos miembros del grupo dirigente del
C.C. “debían ver en el episodio de julio una aventura nociva”. Trotski, que
entonces aun no formaba parte de nuestro C.C. y era tan sólo un parlamentario
nuestro en los Soviets, podía, naturalmente, no saber que el C.C. consideraba
la manifestación de julio como un mero medio para tantear al enemigo; que el
C.C. (y Lenin) no querían ni pensaban convertir la manifestación en
insurrección en un momento en que los Soviets de la capital seguían aún a los
defensistas. Es muy posible que algunos de los bolcheviques lloriquearan, en
efecto, con motivo de la derrota de julio. Yo sé, por ejemplo, que algunos de
los bolcheviques detenidos entonces estaban incluso dispuestos a abandonar nuestras
filas. Pero hacer de aquí deducciones contra algunos supuestos “derechistas”, a
los que se dice miembros del C.C., es tergiversar desvergonzadamente la
historia.
No tiene razón Trotski cuando declara que en los días de la korniloviada se
puso de manifiesto en parte de los dirigentes del Partido la tendencia a
concertar un bloque con los defensistas, a apoyar al Gobierno Provisional. Se
trata, naturalmente, de esos mismos supuestos “derechistas” que quitan el sueño
a Trotski. Trotski no tiene razón, pues existen tales documentos como el Órgano
Central del Partido, que echa por tierra la declaración de Trotski. Este invoca
la carta de Lenin al C.C. previniendo contra el apoyo a Kerenski. Pero Trotski
no comprende las cartas de Lenin, ni su significado, ni su misión. A veces,
Lenin se adelanta deliberadamente en sus cartas a los acontecimientos, llevando
a un primer plano errores posibles, y criticándolos por anticipado, a fin de
prevenir al Partido y ponerlo a salvo de ellos, o, a veces, exagera las “pequeñeces”
y hace “de una mosca un elefante”, con el mismo fin pedagógico. El jefe del
Partido, sobre todo si se encuentra en la clandestinidad, no puede obrar de
otro modo, pues debe ver más allá que sus compañeros de lucha y está obligado a
dar la señal de alarma con motivo de cualquier error posible, incluso con
motivo de “pequeñeces”. Pero sacar de estas cartas de Lenin (que no son pocas)
la conclusión de que hubo divergencias “trágicas” y alborotar a cuenta de ello
significa no comprender las cartas de Lenin, no conocer a Lenin. Quizá sea ésta
la explicación de que Trotski no dé a veces en el clavo. Resumiendo: en el C.C.
no hubo ninguna divergencia, absolutamente ninguna, en los días de la intentona
de Kornílov.
Después de la derrota de julio, entre el C.C. y Lenin surgieron,
efectivamente, divergencias respecto a la suerte de los Soviets. Es sabido que
Lenin, deseando concentrar la atención del Partido en los preparativos de la
insurrección fuera de los Soviets, prevenía contra el excesivo entusiasmo por
los Soviets, considerando que éstos, envilecidos por los defensitas, ya no
tenían ningún valor. El Comité Central y el VI Congreso del Partido adoptaron
una línea más prudente, considerando que no había fundamento para estimar
excluida una vivificación de los Soviets. La intentona de Kornílov demostró que
esta decisión había sido acertada. Por lo demás, esas divergencias no fueron
una cuestión de actualidad para el Partido. Lenin reconoció posteriormente que
la línea del VI Congreso había sido acertada. Es interesante que Trotski no se
haya aferrado a esta divergencia ni la haya abultado hasta darle proporciones
“monstruosas”.
Un partido unido y monolítico, centro de la movilización revolucionaria de
las masas: tal es el cuadro de la situación de nuestro Partido en este período.
3) El período de organización del asalto (septiembre-octubre).
Hechos principales de este período:
a) la convocatoria de la Conferencia Democrática y el fracaso de la idea de
formar un bloque con los demócratas constitucionalistas;
b) paso de los Soviets de Moscú y de Petrogrado al lado de los
bolcheviques;
c) el Congreso de los Soviets de la Región del Norte y la
resolución del Soviet de Petrogrado contra la evacuación de las tropas;
d) la resolución del C.C. del Partido sobre la insurrección y la formación
del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado;
e) la resolución de la guarnición de Petrogrado sobre el apoyo armado al
Soviet de Petrogrado y la organización del sistema de comisarios del Comité
Militar Revolucionario;
f) las fuerzas armadas de los bolcheviques se lanzan a la calle; detención
de los miembros del Gobierno Provisional;
g) la toma del Poder por el Comité Militar Revolucionario del Soviet de
Petrogrado y la formación del Consejo de Comisarios del Pueblo por el II
Congreso de los Soviets.
El rasgo característico de este periodo es la rápida agravación de la
crisis, el completo desconcierto de los círculos gobernantes, el aislamiento de
los eseristas y los mencheviques y el paso en masa de los elementos vacilantes
al lado de los bolcheviques. Conviene señalar una particularidad original de la
táctica de la revolución en este periodo. Consiste esta particularidad en que
cada paso, o casi cada paso, de su ofensiva la revolución procura darlo como si
fuera un paso defensivo. Es indudable que la negativa a evacuar las tropas de
Petrogrado fue un serio paso de la ofensiva de la revolución, pero, no
obstante, esa ofensiva se hizo bajo la consigna de defensa de Petrogrado contra
una posible ofensiva del enemigo exterior. Es indudable que la formación del
Comité Militar Revolucionario fue un paso todavía más importante de la ofensiva
contra el Gobierno Provisional, pero, no obstante, se dio bajo la consigna de
organizar el control de los Soviets sobre la actividad del Estado Mayor de la
Zona. Es indudable que el paso franco de la guarnición al lado del Comité
Militar Revolucionario y la organización del sistema de comisarios soviéticos
señalaron el comienzo de la insurrección, pero, no obstante, estos pasos los
dio la revolución bajo la consigna de defensa del Soviet de Petrogrado contra
posibles acciones de la contrarrevolución. Parecía como si la revolución
camuflara sus acciones de ofensiva con la envoltura de la defensa para que le
fuese más fácil arrastrar a su órbita a los elementos indecisos, vacilantes. A
ello se debe, quizá, el carácter aparentemente defensivo de los discursos,
artículos y consignas de este período, que, no obstante, tienen un carácter
profundamente ofensivo por su contenido interno.
¿Hubo en este período divergencias en el seno del Comité Central? Sí, y no
pequeñas. Ya he hablado de las divergencias en el problema de la insurrección,
reflejadas íntegramente en las actas del C.C. del 10 y del 16 de octubre. Por
ello no voy a repetir lo dicho antes. Ahora es necesario detenerse en tres
cuestiones: la participación en el anteparlamento, el papel de los Soviets en
la insurrección y la fecha de la insurrección. Es tanto más necesario por
cuanto Trotski, en su afán de situarse en lugar visible, ha falseado
“involuntariamente” la posición de Lenin en las dos últimas cuestiones.
Es indudable que las divergencias respecto al anteparlamento fueron serias.
¿Cuál era el fin, por decirlo así, del anteparlamento? Ayudar a la burguesía a
relegar los Soviets a segundo plano y echar los cimientos del parlamentarismo
burgués. Si podía o no el anteparlamento alcanzar ese fin en la situación
revolucionaria de entonces, es ya otra cuestión. Los acontecimientos demostraron
que ese fin era inalcanzable y que el propio anteparlamento era un aborto de la
korniloviada. Pero es indudable que con el anteparlamento los mencheviques y
los eseristas perseguían precisamente ese fin. ¿A qué podía llevar en tales
condiciones la participación de los bolcheviques en el anteparlamento?
Únicamente a desorientar a las masas proletarias respecto a la verdadera faz
del anteparlamento. A ello, principalmente, se debe la vehemencia con que
fustiga Lenin en sus cartas a los defensores de la participación en el
anteparlamento. La participación en el anteparlamento fue, sin duda, una grave
equivocación.
Pero sería erróneo suponer, como lo hace Trotski, que los defensores de la
participación fueron al anteparlamento con el fin de desarrollar allí una labor
orgánica, con el fin de “llevar el movimiento obrero” “al cauce de la
socialdemocracia”. Eso es completamente falso. Eso es mentira. Si eso fuera
cierto, el Partido no habría logrado corregir esta equivocación “en un dos por
tres”, retirándose ostensiblemente del anteparlamento. La vitalidad y la fuerza
revolucionaria de nuestro Partido se expresaron, entre otras cosas, en que
enmendó esta equivocación en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora, permitidme que corrija una pequeña exactitud que se ha deslizado en
la relación que Lentsner, el “redactor” de las obras de Trotski, hace de la
reunión del grupo bolchevique en que se resolvió la cuestión del
anteparlamento. Lentsner dice que en la reunión hubo dos informantes: Kámenev y
Trotski. Eso no es cierto. En realidad, los informantes fueron cuatro: dos en
favor del boicot del anteparlamento (Trotski y Stalin) y dos en favor de la
participación (Kámenev y Noguín).
Aun procede peor Trotski cuando se refiere a la posición de Lenin en cuanto
a la forma de la insurrección. Según Trotski, resulta que Lenin quería que el
Partido tomase en octubre el Poder “independientemente del Soviet y a espaldas
de éste”. Criticando después esta necedad atribuida a Lenin, Trotski “galopa y
caracolea”, soltando, por último, esta condescendiente frase. “Eso hubiera sido
un error”. Aquí Trotski no dice la verdad acerca de Lenin, tergiversa la idea
de Lenin acerca del papel de los Soviets en la insurrección. Podría citar un
montón de documentos demostrativos de que Lenin proponía tomar el Poder a
través de los Soviets, del de Petrogrado o del de Moscú, y no a espaldas
de ellos. ¿Qué fin persigue Trotski con esa leyenda, más que extraña,
acerca de Lenin?
Trotski no procede mejor cuando “analiza” la posición del C.C. y de Lenin
en cuanto a la fecha de la insurrección. Al relatar la célebre reunión del C.C.
del 10 de octubre, Trotski afirma que en esta reunión “se adoptó una resolución
diciendo que la insurrección debería producirse, a más tardar, el 15 de
octubre”. Resulta que el C.C. señaló para el 15 de octubre la fecha de la
insurrección y que luego, faltando él mismo a su acuerdo, la aplazó hasta el 25
de octubre. ¿Es cierto eso? No, no es cierto. El Comité Central sólo adoptó en
este período dos resoluciones sobre la insurrección, la del 10 y la del 16 de
octubre. Leamos estas resoluciones.
Resolución del 10 de octubre:
“El C.C. reconoce que tanto la
situación internacional de la revolución rusa (insurrección en la flota
alemana, manifestación extrema de la marcha ascendente, en toda Europa, de la
revolución socialista mundial, y, además, la amenaza de una paz de los
imperialistas, con el fin de estrangular la revolución en Rusia) como la
situación militar (decisión indudable de la burguesía rusa y de Kerenski y Cía
de entregar Petrogrado a los alemanes) y la conquista de la mayoría dentro de
los Soviets por el Partido proletario –todo ello, unido a la insurrección
campesina y al viraje de la confianza del pueblo hacia nuestro Partido
(elecciones en Moscú)–, así como, finalmente, la preparación manifiesta de una
segunda korniloviada (evacuación de tropas de Petrogrado, envío de cosacos a
esta capital, cerco de Minsk por los cosacos, etc.), ponen a la orden del día
la insurrección armada.
Reconociendo, pues, que la
insurrección armada es inevitable y que ha alcanzado plena madurez, el C.C.
insta a todas las organizaciones del Partido a guiarse por ello y a examinar y
resolver desde este punto de vista todos los problemas prácticos”.(Congreso de los Soviets de la Región del Norte, evacuación de tropas de
Petrogrado, acciones en Moscú y en Minsk, etc.).
Resolución de la reunión del C.C. con camaradas en puestos de
responsabilidad del 16 de octubre:
“La mayoría aprueba y apoya
por completo la resolución del C.C., llama a todas las organizaciones y a todos
los obreros y soldados a preparar en todos sus aspectos y con toda intensidad
la insurrección armada y a apoyar el Centro creado para ello por el Comité
Central, y expresa su plena seguridad en que el C.C. y el Soviets indicaran
oportunamente el momento propicio y los procedimientos de ofensiva más
convenientes”.
Ya veis que la memoria le ha sido infiel a Trotski en cuanto a la fecha de
la insurrección y a la resolución del C.C. sobre la insurrección.
Trotski no tiene ninguna razón cuando afirma que Lenin menospreciaba la
legalidad de los Soviets, que Lenin no comprendía la gran importancia de la
toma del Poder por el Congreso de los Soviets de toda Rusia el 25 de octubre y
que, precisamente por ello, insistía en que se tomara el Poder antes del 25 de
octubre. Eso no es cierto. Lenin proponía tomar el Poder antes del 25 de
octubre por dos razones. En primer lugar, porque los contrarrevolucionarios podían
entregar Petrogrado en cualquier momento, lo que hubiera enervado la
insurrección en ascenso, por lo que cada día era precioso. En segundo lugar,
porque el error del Soviet de Petrogrado, que señaló abiertamente e hizo
pública la fecha de la insurrección (25 de octubre), no podía ser enmendado más
que por la insurrección efectiva antes de esta fecha legal de la insurrección.
Lo que ocurre es que Lenin consideraba la insurrección como un arte y no podía
menos de saber que el enemigo, prevenido (por la imprudencia del Soviet de
Petrogrado) de la fecha señalada para la insurrección, se prepararía sin falta
para ese día, por lo que era imprescindible adelantársele, es decir, comenzar
la insurrección, inexcusablemente, antes del plazo legal. A ello,
principalmente, se debe la vehemencia con que Lenin fustigaba en sus cartas a
los fetichistas del 25 de octubre. Los acontecimientos demostraron que Lenin
tenía toda la razón. Sabido es que la insurrección empezó antes del Congreso de
los Soviets de toda Rusia. Sabido es que el Poder fue tomado, de hecho, antes
de la apertura del Congreso de los Soviets de toda Rusia, y que no lo tomó el
Congreso de los Soviets sino que lo tomaron el Soviet de Petrogrado y el Comité
Militar Revolucionario. El Congreso de los Soviets se limitó a recibir el
Poder de manos del Soviet de Petrogrado. Por eso, los largos razonamientos de
Trotski acerca de la importancia de la legalidad de los Soviets son
completamente superfluos.
Un partido lleno de vitalidad y fuerza, encabezando a las masas
revolucionarias que se lanzan al asalto del Poder burgués y derrocan ese Poder:
tal es la situación de nuestro Partido en ese período.
Esto es lo que hay en cuanto a las leyendas sobre la preparación de Octubre.
(Extraido de "Trotskismo o Leninismo" de José Stalin, de noviembre de 1924).Descargar el texto completo de "Trotskismo o Leninismo" de José Stalin
Descargar "La Revolución de Octubre y la Táctica de los Comunistas Rusos" de José Stalin
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