domingo, 4 de noviembre de 2012

La Revolución de Octubre ha confirmado la justeza del marxismo-leninismo

95º Aniversario de la Revolución de Octubre
En conmemoración del 95º Aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre, publicamos un fragmento de la conferencia de Yemelian Yaroslavski, “La revolución rusa de 1917 y su lugar en lahistoria de la humanidad”, en la Academia de Ciencias de la URSS, en noviembre de 1942, es decir, en medio de la Gran Guerra Patria del pueblo soviético contra las hordas nazis.
 
Yemelian Yaroslavski
Noviembre de 1942
 
La Gran Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Rusia constituye una brillante confirmación de la orientación en las doctrinas sociales, nacida hace cerca de 100 años, que tiene por iniciadores a los fundadores del comunismo científico: Carlos Marx y Federico Engels. En nuestra época, esta doctrina halló sus geniales continuadores, creadores, organizadores y constructores en Lenin y en Stalin. 
No sería posible comprender la grandiosa significación de la revolución que tuvo lugar en octubre de 1917 en Rusia, si no pudiéramos emplear la doctrina del materialismo histórico como método de investigación de los fenómenos sociales, método minuciosamente elaborado en la doctrina del marxismo-leninismo. Es precisamente el método del materialismo histórico el que nos permite definir con objetividad histórica absoluta, el lugar y la significación que corresponde en la historia de la humanidad a esta Gran Revolución Socialista de Octubre.
La doctrina marxista nos enseña que la historia se desarrolla de manera que en una determinada fase de la evolución de la sociedad humana, las fuerzas productivas materiales, que constituyen la base de dicha sociedad, 
“chocan con las condiciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han movido hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma, más o menos lenta, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella… Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción, antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando las condiciones materiales para su realización”. (1). 
La característica original de la situación histórica en medio de la cual se realizó la Gran Revolución Socialista de Octubre, radica en que la revolución democrático- burguesa que había triunfado en abril de 1917 se transformó, en un breve plazo, en una revolución socialista. Esta circunstancia provocó, desde el propio comienzo, profundas dudas entre los historiadores de tendencia burguesa. Estos nos preguntaban con un gesto pedante. ¿Sería posible una revolución socialista victoriosa en un país como Rusia, atrasadísimo en muchos aspectos en comparación con los países adelantados del capitalismo? No hablemos ya de que la propia idea de la posibilidad del triunfo de la revolución socialista en Rusia, la idea de que el proletariado, una vez tomado el Poder lo sepa mantener; idea, que hace un cuarto de siglo, fue recibida con la mayor hostilidad por la inmensa mayoría de los teóricos de las ciencias sociales, tanto de nuestro país como del extranjero. 
Los adversarios de la revolución socialista, que consideraban, que con la Revolución de Febrero de 1917 estaba ya terminado el proceso revolucionario en Rusia, y que la tarea ulterior residía únicamente en “desembarcar”, en encaminar por el “cauce normal” el desarrollo de Rusia dentro de los marcos del Estado burgués, se apoyaban, ante todo, en el atraso de las relaciones sociales en Rusia, en el atraso de su economía y de su cultura. 
Los fundadores de la doctrina del marxismo-leninismo, sin embargo, no sólo habían previsto la victoria de la revolución socialista en Rusia; los bolcheviques jamás consideraron la revolución como un proceso espontáneo: por eso trabajaban incesantemente para asegurar su triunfo. Y una, de las condiciones más importantes del triunfo de la revolución socialista, fue la creación de un partido obrero independiente de nuevo tipo. Lenin y Stalin trabajaron durante muchas décadas en la organización de dicho Partido, en su educación política de combate, en la ilustración política de los millones de masas trabajadoras.  
Lenin que había comenzado su actividad con la organización del partido obrero independiente en Rusia, previó que el resultado de la actividad de este Partido, no sería solamente el derrocamiento del zarismo. El derrocamiento del zarismo era solamente el primero, más importante y revolucionario objetivo de ese periodo. El derrocamiento del zarismo destruyó el baluarte más poderoso de la reacción, no solamente en Rusia, ya que el zarismo sirvió de fortaleza de la reacción también en los demás países. Ya en la década del 90 del siglo pasado, Lenin estaba convencido de que el Partido creado por la clase obrera, sabría levantar a las masas más extensas para la lucha y conduciría al proletariado ruso por la ruta directa de la lucha política abierta hacia la victoriosa revolución comunista. 
El mérito más grande de Lenin y de Stalin radica precisamente en que, partiendo del análisis de los cambios que se habían producido en las últimas décadas en toda la situación política mundial, partiendo de un examen especialmente escrupuloso de las relaciones sociales que se estaban formando en Rusia, llegaron a la conclusión de la posibilidad del triunfo de la revolución socialista, de la victoria del socialismo en un solo país. La característica original de la situación histórica en Rusia, radicaba en que hacia ese período, cuando se formó el Partido Obrero en Rusia, aún no estaban liquidados los vestigios del feudalism0, aún no estaba liquidada la monarquía absolutista de los Romanov, y en Rusia se habían acumulado toda una serie de problemas imposibles de resolver sin la revolución más profunda. La lucha del proletariado ruso por el socialismo se entrelazó con la lucha de los campesinos contra los vestigios del feudalismo, contra la propiedad agrícola terrateniente, así como con el movimiento de liberación nacional de las decenas de millones de trabajadores de las diversas nacionalidades, para quienes la monarquía zarista era una “cárcel de los pueblos”. En tales condiciones, la revolución democrático-burguesa en Rusia, que significaba el fin de la Rusia de castas, que significaba la liquidación de la monarquía, de la propiedad feudal de la tierra y de la desigualdad de derechos de las nacionalidades, se transformó en la revolución socialista del proletariado en su lucha por su dictadura, por la eliminación de todas las bases de la explotación del hombre por el hombre.
Los historiadores de la Revolución Socialista de Octubre tienen ante sí una grande y seria tarea, consistente en demostrar toda la originalidad profunda de la Revolución Socialista de Octubre y su profundísima diferencia fundamental con todas las otras revoluciones; demostrar que la revolución socialista es la creación legítima de la historia, como lo fueron las revoluciones en los demás países, cada una de las cuales marcó un nuevo jalón progresivo en el desarrollo de la humanidad. 
Refiriéndose a la revolución inglesa de 1648 y a la revolución francesa de 1789, Marx escribía en la “Nueva Gaceta Renana”, el 14 de diciembre de 1848: 
“En 1648, la burguesía, en alianza con la nueva nobleza, luchó contra la monarquía, contra la nobleza feudal y contra la iglesia dominante. 
En 1789, la burguesía, en alianza con el pueblo, luchó contra la monarquía, contra la nobleza y contra la iglesia dominante.  
La revolución de 1789 tuvo por modelo (por lo menos, en Europa) solamente a la revolución de 1648, y esta última, solamente a la sublevación de los holandeses contra España. CADA UNA DE ESTAS REVOLUCIONES DIO HACIA ADELANTE UN PASO DE UN SIGLO EN COMPARACIÓN  CON SU MODELO, NO SOLAMENTE EN EL ASPECTO CRONOLÓGICO, SINO TAMBIÉN POR SU ESENCIA (Subrayado por mí E. Y.).  
“Las revoluciones de 1648 y de 1789 no fueron revoluciones inglesa y francesa; fueron revoluciones de escala europea. No representaban el triunfo de una determinada clase de la sociedad sobre el régimen político caduco; proclamaron el régimen político de una nueva sociedad europea. La burguesía triunfó en estas revoluciones; pero su triunfo significaba entonces el triunfo del nuevo régimen social, el triunfo de la propiedad burguesa sobre la propiedad feudal, el triunfo de la nación sobre el provincialismo, el triunfo de la concurrencia sobre el régimen gremial, el triunfo de la distribución de la propiedad sobre el mayorazgo, el triunfo de la posesión del propietario de la tierra sobre la sumisión del propietario a la tierra, el triunfo de la ilustración sobre la superstición, el triunfo de la familia sobre el título familiar, el triunfo de la industria sobre la pereza heroica, el triunfo del derecho burgués sobre los privilegios medioevales.
La revolución de 1648 representaba la victoria del siglo diecisiete sobre el siglo dieciséis; la revolución de 1789, la victoria del siglo dieciocho sobre el siglo diecisiete. Estas revoluciones expresaron las necesidades del mundo de entonces más que las necesidades de las partes del mundo en donde dichas revoluciones tuvieron lugar, o sea, en Inglaterra y Francia” (2). 
Pero si la revolución de 1648 pudo tener por modelo a la revolución en los Países Bajos, y la revolución de 1789 en Francia pudo extraer las ideas y los métodos de lucha de la revolución inglesa de 1648, la Revolución Socialista de Octubre en Rusia careció de tales modelos. Claro está, en la revolución rusa de octubre de 1917 se ha acumulado la más inmensa experiencia histórica, mucho mayor que en todas las revoluciones precedentes. El Partido de los bolcheviques que encabezaba esta revolución, era un Partido que inculcó en la clase obrera de Rusia las gloriosas tradiciones de toda una serie de generaciones revolucionarias, de los héroes de las revoluciones de todas las épocas. ¡¿Acaso no nos emocionaba desde nuestra infancia, tanto la imagen valerosa del caudillo de los esclavos sublevado Espartaco; el amigo del pueblo Jean Paul Marat; el indomable revolucionario de Francia, Augusto Blanqui, así como los gloriosos jefes de la Comuna de París?! Sobre su modelo, sobre su lucha, sobre su fidelidad a la causa del pueblo, se han educado generaciones de revolucionarios rusas.  
Y la historia del propio pueblo ruso, la historia de las sublevaciones campesinas en Rusia, en Ucrania, en Bielorrusia, en el Cáucaso, en los Urales, en el Asia Central; la historia del movimiento rev0lucionario del último siglo de antes de la Revolución de Octubre, comenzando por Radischev, los decembristas, los pecheros revolucionarios y terminando con las primeras y nítidas manifestaciones de lucha del Partido de Lenin y Stalin que acababa de nacer, ¿acaso esta historia no ha educado en la lucha diaria esta formidable organización que fue capaz de cumplir los grandes objetivos históricos? 
Ahora ve todo el mundo la ceguera, la incomprensión estúpida de que daban prueba los que mantuvieron una actitud desdeñosa frente a nuestro Partido, que realizó las más grandiosas tareas históricas. 
Sólo la gloriosa y heroica Comuna de París de 1871, pudo servir de modelo para la Revolución Socialista de Octubre de 1917. Pero su existencia demasiado breve no ha dejado huellas tan hondas para que sobre su base se pudiera organizar la triunfante revolución socialista, la sociedad socialista. No se puede menospreciar la significación de la experiencia de la Comuna de París, particularmente la significación creadora de las nuevas ideas, cuya expresión ella fue. Pero las proporciones de su actividad dentro de las fronteras de una sola ciudad y lo inacabado de su labor, no dieron suficientes directrices para la Revolución de Octubre de 1917.
Hay que hacer notar una circunstancia, más que importante. Por primera vez en la historia de la humanidad, una revolución victoriosa fue realizada por la clase más oprimida dentro de la sociedad capitalista y al mismo tiempo, más revolucionaria: el proletariado. Las grandes revoluciones de los siglos precedentes en Inglaterra y en Francia, fueron dirigidas por los ideólogos y defensores de una nueva clase: la burguesía, que de vez en cuando lograba atraer a su lado también a una parte de los obreros. La burguesía adquirió significación y acumuló fuerzas ya en el seno de la sociedad feudal. Pero durante el periodo de estas revoluciones en los Países Bajos, Inglaterra, en Francia, Alemania y en otros países, no faltaban los profetas que predecían el fracaso del nuevo régimen burgués, régimen impío desde el punto de vista de la nobleza y de la iglesia dominante. No faltaban tampoco las pseudo profecías a expensas de las revoluciones, las descripciones caricaturescas de estas revoluciones, los ataques más enconados contra ellas. Tampoco faltaban las obras literarias que trataban de describir las más grandes revoluciones populares del pasado como una insensatez inconcebible o como el resultado de la conmoción de los fundamentos de la religión. Ni faltaron del mismo modo las tentativas de pintar incluso una revolución tan indudablemente de masas, una revolución popular como lo fue la Gran revolución francesa de 1789-1794, como la aspiración de una minoría revolucionaria de establecer el dominio sobre la mayoría supuestamente fiel al viejo régimen. 
¿Acaso los historiadores de la nobleza de Inglaterra y de Francia no ponían en duda la capacidad de la nueva clase dominante –la burguesía– para sustituir con éxito a los feudales, dominantes hasta entonces, para reemplazar el derrocado régimen feudal por un régimen más progresivo y moderno, por la democracia burguesa? 
Sin embargo, la historia ha demostrado que la burguesía, en un determinado periodo histórico, era indisputablemente una fuerza progresiva. La burguesía ha destacado y sigue destacando un no pequeño número de hombres de Estado de talento, de caudillos militares, hombres de ciencia y técnicos organizadores de la producción, del comercio mundial, financieros, formidables maestros artistas de la palabra, del pincel y del cincel. 
Además, sería imperdonable que nosotros, marxistas, olvidáramos que fueron las ideas avanzadas de la revolución burguesa las que ejercieron en su tiempo una enorme influencia sobre la formación del pensamiento político de la clase más abandonada y al mismo tiempo la más revolucionaria de la sociedad capitalista: el proletariado.  
En su artículo “Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo”, Lenin escribía que la doctrina de Marx
“es la legítima sucesora de lo mejor que creó la humanidad en el siglo XIX”. (3) 
en el terreno de las ciencias sociales, de la filosofía, de la economía política y de la doctrina del socialismo.
¡¿Es de asombrarse entonces que cuando al frente del movimiento de las amplias masas se coloca la clase más oprimida en el seno de la sociedad moderna, la clase más oprimida de la sociedad capitalista, el proletariado; cuando éste se propone la más grandiosa y más noble tarea de destruir toda forma de explotación, de destruir las bases de la explotación; cuando se propone la tarea de socializar todos los medios e instrumentos de producción; es de asombrarse que contra esa clase se hayan erigido murallas de odio, que se haya armado todo el viejo mundo contra ella?! 
Si en 1847, Marx y Engels escribían que todas las fuerzas reaccionarias de la vieja sociedad se han conjurado en santa jauría al aparecer el espectro del comunismo en Europa; ¡cóm0 no había de crecer este odio al revestirse este espectro en carne y sangre en octubre de 1917! 
¿Es de asombrarse entonces que cuando al frente que jamás había dirigido el Estado, que fue eliminado del papel de organizador de la producción, que fue despojado de los medios e instrumentos de producción y, en muchos países, privado también de derechos políticos, una clase que por sus condiciones de vida no ha podido dominar ni las cumbres de la ciencia, ni el arte, sería capaz esta clase de transformarse en el organizador de la nueva sociedad? 
¿No sería una utopía que el proletariado de Rusia, aún apoyándose en la mayoría del pueblo, pero constituyendo numéricamente una minoría en el país, pueda no solamente tomar el Poder sino mantenerlo? 
Y si tal conquista del Poder por la clase obrera de Rusia fuese posible, ¿no sería la dictadura del proletariado en Rusia un paso atrás que barrería y destruiría la cultura acumulada durante siglos?  
¿No sería este nuevo régimen que se propone crear el proletariado en Rusia bajo la dirección del Partido de los bolcheviques, el reino de la indigencia general, de la nivelación y de la restricción generales?  
¿Podría el proletariado hacer frente a las consecuencias de la terrible devastación de la primera guerra mundial, podría crear una organización militar necesaria para mantener el Poder? 
¿Podría el proletariado, apoyado en las capas más pobres de los campesinos, con la ausencia de su intelectualidad, organizar la producción sobre bases socialistas de manera que no fuese un paso atrás y que abriese efectivamente una nueva época, la época del desarrollo universal de las fuerzas productivas del país, la época del florecimiento de la cultura? 
¿Podría el proletariado cohesionar a las múltiples nacionalidades de Rusia sobre nuevas bases, cuando las viejas relaciones son destruidas y cae la Bastilla de la monarquía zarista?  
¿No se descompondría Rusia en sus partes integrantes, no se transformaría cada una de las diversas regiones en botín de los rivales más fuertes y más poderosos? 
¿De dónde sacaría el proletariado los recursos par a cumplir las grandiosas tareas en un país que hasta la revolución de 1917 se hallaba en la más profunda dependencia económica y financiera respecto a los más fuertes países capitalistas? 
Estas y otras muchas preguntas se plantearon tanto en vísperas de la revolución, como en su propio comienzo. A muchas de ellas, la Revolución de Octubre hace mucho tiempo, que ha dado respuestas completamente cabales. No obstante el corto instante histórico que significa el cuarto de siglo de existencia del Estado Soviético, durante este tiempo la ciencia de todo el mundo ha obtenido una respuesta, completamente clara y positiva para la revolución, a todas estas preguntas. Y esta respuesta es tal, que no deja ni la más mínima duda sobre la grandiosa fuerza y la vitalidad del nuevo régimen social, cuyo nacimiento fue anunciado hace un cuarto de siglo por un disparo del acorazado “Aurora”. 
¿No son simbólicos el nombre de este acorazado y este disparo? Era un día lluvioso y triste de octubre del difícil cuarto año de la guerra mundial; el mundo yacía en la sangre y en el fango, y no se veía el final de esa guerra. Y al mismo tiempo, era la aurora de la nueva humanidad, la luminosa aurora de la nueva época, de la época del socialismo. 
Ningún régimen nace sin los pesados dolores de parto. La revolución, partera de la historia, hace un cuarto de siglo que presenció los dolores de parto de la nueva sociedad humana, del nuevo régimen de vida de la humanidad. Y por agudos que hayan sido estos dolores, por grandes que hayan sido las víctimas en este camino, toda la humanidad dirige actualmente con gratitud y con entusiasmo sus miradas hacia aquel día heroico de octubre de 1917 en que detrás de Petrogrado, transformada hoy en la ciudad de Lenin, se izó la victoriosa bandera de los Soviets y bajo los disparos  de fuego a orillas del Neva comenzó el gran viraje en la historia de la humanidad.
Aunque después de esto una considerable parte de la humanidad continúa a oscuras, cayendo y elevándose de nuevo, lanzándose de nuevo en el precipicio de las más grandes conmociones sociales, de nuevas guerras, buscando el camino en el nuevo siglo de oro de la historia mundial donde no hayan estas conmociones, donde no baya guerras. Pero, ¿acaso no han adquirido hoy conciencia las decenas de millones de hombres en todo el mundo, de que no es una utopía, no es un sueño estéril este siglo de oro? ¿Acaso no desbrozaron hace un cuarto de siglo este camino hacia el siglo feliz los que con los más grandes sufrimientos y privaciones marcharon al asalto de octubre con la más grande fe en que  
¡Una ruta nueva señalaremos a la Tierra
El Trabajo será el dueño del Mundo!
 
(1) CARLOS MARX. Obras Escogidas, t. 1, páginas 338-339. Citado por J. STALIN “Cuestiones del leninismo” página 666. Edición española 1941.
(2) CARLOS MARX y FEDERICO ENGELS. Obras Completas, t. VII, páginas 54-55. Edición rusa.
(3) LENIN. Obras Escogidas en 4 tomos. Tomo 1, página 63. Edición española 1941.

Fragmento tomado de “La revolución rusa de 1917 y su lugar en la historia de la humanidad” de Yemelian Yaroslavski, conferencia pronunciada en la Academia de Ciencias de la URSS, en noviembre de 1942.
 
Yemelian Yarovlaski fue miembro del POSDR desde su fundación en 1898, cuando contaba con veinte años de edad, y fue bolchevique también desde el nacimiento del bolchevismo en 1903. Participó en la revolución rusa de 1905 y en la insurreción en Moscú, en 1917. En 1923, fue elegido al Comité Central del Partido y colaboró con Stalin en la lucha interna contra la oposición oportunista. Murió en diciembre de 1943; sus cenizas están despositadas en las murallas del Kremlin. Entre sus trabajos como historiador destacan su historia del Partido bolchevique en varios volúmenes y su historia de la guerra civil.

Descargar el texto completo de "La revolución rusa y su lugar en la historia de la humanidad" por Y. Yaroslavski.
 

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