95º Aniversario de la Revolución de Octubre
Nikolai Podvoiski
Una grande y antigua aula del Instituto, en la planta
baja, era la sede del grupo bolchevique. Los escritorios puestos contra las
paredes eran el único mobiliario de la habitación. La sala estaba llena de
gente. Se realizaba una importante conferencia de representantes de todos los
distritos de la organización bolchevique de Petrogrado y la Organización
Militar del Comité Central. Se estaba discutiendo la cuestión de la
insurrección armada. La reunión estaba presidida por el camarada Sverdlov. En
el centro de la habitación había una mesita simple sin cubierta. Un informe tras
otro decía que los obreros y soldados de Petrogrado estaban preparados para la
insurrección. Los militantes distritales del Partido aportaban hechos y cifras
que mostraban que había llegado el momento... Como presidente de la Organización Militar del Partido Bolchevique,
informé a la conferencia sobre los Guardias Rojos, las unidades del ejército y
la flota. Empecé con los Guardias Rojos del Distrito Vyborg, que estaban en
estrecho contacto con las organizaciones distritales y fabriles bolcheviques y
con los comités de fábrica. Mencioné los nombres de los organizadores de las
Guardias Rojas. Mencioné especialmente a los secretarios de los grupos del
Partido y a los presidentes de los comités de fábrica que habían demostrado
habilidad para atraer a los obreros a su lado en la Guardia Roja. Los
organizadores de los Guardias Rojos habían trabajado bien para poner en práctica
las consignas de lucha del Partido Bolchevique. El ex Regimiento de Rescate de
Moscú, que se encontraba acuartelado en Vyborg, había brindado una gran ayuda a
la Guardia Roja de ese distrito. Hablé de la Guardia Roja del distrito de
Petrogrado, que se estaba convirtiendo en una fuerza importante. Había tenido
su bautismo de fuego durante la manifestación de Abril, cuando un grupo de
oficiales zaristas atacaron a los Guardias Rojos en un intento de arrancarles y
romper su bandera roja. Fueron repelidos mediante la fuerza armada. Hablé del
distrito Moscú-Narva y la gigante fábrica Putilov con su ejército de cuarenta
mil obreros. La revolución de Febrero se inició con la manifestación y la
huelga de los obreros de Putilov. El 5 marzo de 1917, los obreros de Putilov
adoptaron una resolución de no bajar los brazos hasta la victoria final de la
revolución proletaria. Los obreros de Putilov tenían una Guardia Roja bien
disciplinada. Informé sobre los soldados de la guarnición de Petrogrado, sobre
el famoso Destacamento de Blindados entre los que había muchos ex obreros de
Petrogrado, Moscú y Kolomna. Los soldados más viejos recordaban las batallas
contra el gobierno zarista en 1905. Tampoco habían demostrado ningún miedo ante
consejos de guerra cuando, en abril, llevaron dos autos blindados a la Estación
Finlandia, el memorable día de la llegada de Lenin. Los 17 carros blindados en
posesión del destacamento eran una fuerza importante. Los oficiales del
Gobierno Provisional habían conseguido el control de esta fuerza y con su ayuda estaban custodiando las
estaciones de ferrocarril, la central telefónica, la oficina de telégrafos, el correo,
los palacios de Invierno y Marinskii y el Cuartel General del Ejército. Luego
hablé de otras unidades. Los bolcheviques de la Compañía de Transporte Motorizado
tenían en sus manos todos los camiones y los coches del ejército. Los
bolcheviques de los Talleres de Reparación de vehículos blindados tenían seis vehículos
listos, para ser puestos a disposición de la dirección de la insurrección
armada, en cualquier momento. El Batallón de Lanzallamas y Químicos, el
Batallón de Ingenieros, el Primer Regimiento de Ametralladoras y otros habían
sido desarmados [por el Gobierno Provisional después de los Días de Julio]. Sin
embargo, los soldados de estas unidades estaban dispuestos a lavar con sangre
la afrenta de desarme que siguió a su demanda durante las manifestaciones de Julio,
de que todo el poder pasara a los Soviets. Informé brevemente sobre los diez
regimientos de Guardias. Primero estaban los regimientos Pavlovsky y de
Granaderos y los regimientos Petrogrado, Lituano, Voliniano, Finlandia e
Izmailovsky, donde la propaganda había echado raíces. Los bolcheviques habían
llevado a cabo una propaganda muy extensa en estos regimientos, incluso antes de
los sucesos de Julio. K.Y. Voroshilov estaba con el Regimiento Izmailovsky y
los había puesto en revuelta en Febrero.
El Regimiento 180º y la Artillería de Asalto de la Fortaleza
de Pedro y Pablo seguirían a los bolcheviques. Los artilleros consideraban una
cuestión de honor para la guarnición de la fortaleza que el Batallón de
Ametralladoras Colt y el Batallón Ciclista, con cuya lealtad había contado el
Gobierno Provisional, ya no estuvieran entre los defensores de la burguesía.
Hice una lista de las tropas que bloquearían el acceso a
Petrogrado desde Pskov, Minsk y Mogilev, en caso de que el Cuartel General hiciera
algún intento de acudir en ayuda del Gobierno Provisional. Las guarniciones
acantonadas a lo largo de las vías férreas a Varsovia, el Báltico y Vitebsk, en
Tsarskoye Selo, Gatchina, Luga y otros lugares estaban reeligiendo sus los
comités de batallón y compañía, poniendo bolcheviques a la cabeza de ellos. Los
grupos de la Organización Militar Bolchevique eran la única fuerza guía en
estas unidades. Todas estas unidades seguirían los bolcheviques sólo con el fin
de derrocar el poder de la burguesía y establecer el poder de los obreros y
campesinos.
Los marineros de Kronstadt y Helsingfors, la artillería y
la infantería en Vyborg, los rifleros letones, los soldados de los ejércitos en
el Frente Norte, forjados en las luchas contra la burguesía en los días de
julio-agosto y septiembre, informaron al país de su lealtad a la bandera de
Lenin en sus periódicos Soldat (El
Soldado), Volna (La Ola) Okupnaya Pravda (La Verdad de la Trinchera).
Los marineros y los soldados de Vyborg habían demostrado de qué lado se
encontraban ya en marzo cuando echaron generales y oficiales al mar y los
ahogaron. Ellos confiaban en el éxito de la insurrección, seguro de que su
fuerza aplastaría a la burguesía.
Los presentes escuchaban absortos, tratando de captar
cada palabra. Terminé mi informe y me fui a un lado. En ese momento, Yakov Mijáilovich
Sverdlov se acercó a mí y me susurró: “Ahora puedes ir a ver a Ilich. Mandó
llamar por ti para que informes sobre los preparativos”.
Sverdlov me condujo donde Antonov-Ovseenko y Nevsky, que
también iban a ver a Lenin. Teníamos que darle cuenta de la forma en que la
Organización Militar del Partido estaba preparando a las masas para la
insurrección.
Como medida de precaución, decidimos ir por separado,
cada uno con un guía. Era de noche. Yo estaba acompañado por el camarada Pavlov,
un obrero nacido y criado en Petrogrado. Dimos un rodeo para evitar ser seguidos.
Era mucho más largo pero más confiable. Era notable el acentuado interés de
capturar a Ilich, decenas de hombres vestidos de civil rondaban por la
ciudad y se veían piquetes camuflados
por todas partes. El Gobierno Provisional sentía que su dominio estaba llegando
a su fin, se daban cuenta de lo mucho que Lenin era responsable de que las
masas se hubieran vuelto cada vez más persistentes en exigir el derrocamiento
de la burguesía. Los hombres vestidos de civil estaban fuera de sí en su
esfuerzo por encontrar a Lenin.
Eludiendo las patrullas de cadetes continuamos nuestro
camino a lo largo de callecitas poco usadas.
Cruzamos el puente Troitsky, hacia el distrito de
Petrogrado, fingiendo alejarnos del distrito Vyborg.
Cuando estuvimos bastante seguros de que no nos estaban
siguiendo fuimos hacia el Distrito Vyborg. Por fin llegamos a la calle donde estaba
viviendo Lenin. Fuimos alrededor de la casa, con cuidado, para asegurarnos de
que no hubiera personas sospechosas en las inmediaciones. La calle estaba
desierta. Entramos al patio, yo estaba naturalmente muy emocionado.
Subimos al primer piso y miramos alrededor. Luego nos
tocó dar la señal prescrita. La puerta se abrió y un desconocido apareció ante
nosotros. Vladimir Ilyich estaba tan bien disfrazado que sólo lo reconocí por
su voz, cuando oí las palabras: “Buenas noches, camarada Podvoiski”.
Mientras veníamos en camino, había pensado mucho en la
secuencia en que haría mi “informe”.
En realidad no hubo ningún informe, sólo una simple y
sincera conversación.
Luego de que Vladimir Ilich nos invitara a sentarnos, comenzó
con Antonov-Ovseenko, pidiéndole que diera su punto de vista acerca de la
insurrección. Antonov-Ovseenko dijo que no estaba en condiciones de juzgar la
situación de la guarnición de Petrogrado pero estaba muy familiarizado con la
flota de Helsingfors y en cierta medida con la flota de Kronstadt. Los
marineros estaban listos para la acción. Podrían llegar a Petrogrado por
ferrocarril y, en caso de necesidad, podrían acercarse a la ciudad por
mar. Se había hecho un buen trabajo de propaganda entre las tropas acantonadas
en Finlandia; ellos apoyarían el levantamiento de cualquier forma. En cuanto a
la guarnición de Petrogrado, creía que después de la labor realizada por la
Organización Militar, el éxito de la insurrección estaba asegurado. Estaba
convencido de esto por las numerosas reuniones celebradas por el Partido en
septiembre y octubre, y por las resoluciones aprobadas en ellas.
Nevsky, que había sido enviado especialmente a
Helsingfors por la Organización Militar para saber si era posible que la flota participara
en la insurrección, directamente en aguas de Petrogrado, dijo que la flota
ciertamente tomaría parte –Antonov-Ovseenko estaba en lo cierto–, pero la movilización
de la flota a Petrogrado sería un asunto de gran dificultad. Después del
arresto de los oficiales, que debería hacerse en la primera hora de la
insurrección, su lugar sería ocupado por hombres con poca
experiencia y que no están familiarizados con los mapas de los campos minados,
por lo que es dudoso que sean capaces de dirigir las naves a través de ellos. También
habría problemas para el despliegue de los buques que serían necesarios para
luchar en Petrogrado, ya que los marineros al mando serían incapaces de dirigir
una batalla.
Nevsky está a favor de dejar los barcos en Helsingfors y traer
en tren a los marineros a Petrogrado.
Yo no estaba en mejor situación y me sentía tan incómodo
como un boxeador inexperto en el ring...
“Usted dice que en tal o cual fábrica hay una buena
organización militar, que hay 300 hombres de la Guardia Roja, que hay rifles y
cartuchos, y dijo que hay incluso ametralladoras. ¿Quién es el comandante ahí?
¿Lo conoce?”
“Sí. Lo conozco”. Y le dije a Ilich todo lo que sabía de
él.
“¿Usted dice que es un hombre excelente? ¿Daría su vida
por la revolución? ¿Cuáles son sus aptitudes militares? ¿Puede disparar un
revólver, por ejemplo? ¿Podría manejar un cañón si fuera necesario? ¿Podría
llevar algo esencial en un coche, en caso de necesidad? ¿Puede conducir un
coche? Y luego, ¿saben algo de tácticas de lucha en las calles vuestros
comandantes de la Guardia Roja?”
Desde ese punto de vista, parecía que yo no sabía nada
acerca de ninguno de los comandantes. Vladimir Ilich se levantó, puso sus dedos
en los bolsillos del chaleco y sacudió la cabeza con reproche.
“¡Ay-ay-ay, y ese es el presidente de la Organización
Militar! ¿Cómo va a dirigir la insurrección si usted no sabe cómo son sus comandantes?
No es suficiente que sean buenos agitadores, buenos propagandistas, que hagan
buenos informes y sean excelentes organizadores de masas. La insurrección no es
una reunión para escuchar informes, la
insurrección es la acción con las armas en la mano. No es suficiente con
actuar con auto-sacrificio sino también con habilidad, de lo contrario, el
más mínimo error puede costar las vidas de los guardias rojos, marinos y
soldados revolucionarios... Un error puede conducir a la derrota de la
insurrección.”
Me di cuenta que estábamos cometiendo un tremendo error.
Entonces comprendí que la Organización de Petrogrado del Partido Bolchevique
había reunido grandes masas de obreros y soldados para la insurrección, pero había
prestado poca atención a las cuestiones puramente militares, a pesar de que era
el primer deber de la Organización Militar. Sólo había una cosa que quería en
ese momento: regresar, arremangarme y tratar de recuperar el tiempo perdido...
Notando mi confusión, Vladimir Ilich trató de ayudarme a
salir de la incómoda posición en la que me encontraba.
“Mi querido amigo”, dijo, “la insurrección es la forma
más importante de la guerra. Es un gran arte. Por supuesto, los comandantes
valientes pueden hacer maravillas con su propio ejemplo de audacia y coraje.
Pero ¿qué clase de comandante de la insurrección armada es un hombre que no sabe
disparar? Esos comandantes deben ser reemplazados inmediatamente por otros. Los
líderes que no entienden las tácticas de lucha en las calles van a arruinar la
insurrección. Y, por favor, recuerde que los soldados lo están haciendo bien,
pero en nuestra lucha debemos depender
sobre todo de los obreros”.
A partir de ese momento empecé a mirar la insurrección con
los ojos de Vladimir Ilich. Ahora estaba bastante claro lo que había que hacer
en los pocos días que quedaban antes de la insurrección. Teníamos que
asegurarnos de que la Guardia Roja no
sólo sea la principal fuerza política sino también la principal fuerza militar
que determinará el éxito de la insurrección.
“Y usted está seguro”, continuó Vladimir Ilyich, “que los
comandantes de las unidades del ejército no le defraudarán? ¿No son oficiales
zaristas?” Informé al camarada Lenin que, durante los cuatro meses de clandestinidad
forzada, la influencia de los bolcheviques en las unidades del ejército había
aumentado enormemente. Sólo los comandantes que reconocieron el control de los comités de soldados habían
permanecido en sus puestos en las unidades.
Los comités de soldados, como ya había informado, se
encontraban en la mayoría de los casos bajo la influencia de los bolcheviques.
Incluso en un regimiento como el Semyonovsky, fuimos
capaces de conseguir que se aprueben resoluciones sin ninguna dificultad
especial. Era cierto que el Regimiento Preobrazhenskiy no era todavía nuestro,
pero estábamos seguros de que lo ganaríamos. Luego nombré a todos los
comandantes –en su mayoría de las compañías de ametralladoras y algunos de los regimientos
de Guardias– que durante los últimos días se habían puesto incondicionalmente de
nuestro lado.
“¡Qué tremendo poder ejerce la revolución!”, dijo
Vladimir Ilyich con gran satisfacción. “Lo más importante ahora es dirigirla
para triunfar, y sin la aplicación de la ciencia militar no podemos triunfar”. “Lo
más importante ahora”, continuó Lenin, “es la selección de grupos de obreros abnegados,
especialmente jóvenes, que estén dispuestos a morir antes que retroceder o rendir
una posición. Deben formarse, con anticipación, en destacamentos especiales para
ocupar la central telefónica, la oficina de telégrafos y, lo más importante de
todo, los puentes”.
Los puentes... Los barrios obreros de Petrogrado estaban
interconectados y estaban vinculados al centro por ocho puentes: Liteiny, Troitsky,
Palacio, Nikolayevsky, Okhta, Grande y Pequeño Sampson, Tuchkov. Era
absolutamente esencial que tuviéramos estos puentes en nuestras manos.
Después de eso, Lenin se refirió a la cuestión de las
armas. “Usted dijo que los trabajadores exigían armas cada vez más persistentemente.
¿Cuándo se propone usted conseguirlas?”
Era nuestro orgullo, el orgullo de la Organización Militar,
que en la mayoría de los regimientos podíamos tomar casi todas las armas de los
almacenes porque los grupos bolcheviques militares en cada regimiento, en los
barcos y en la artillería eran una fuerza reconocida. Los cosacos eran las
únicas unidades en las que no habíamos tenido éxito aún en influir con nuestra
propaganda. En todas las demás unidades de la región y en las áreas más próximas
al frente de combate estábamos en condiciones de obtener armas en casi
cualquier cantidad.
Cuando le dije esto a Vladimir Ilyich, su cara no
expresaba alegría o satisfacción sino una especie de perplejidad: “¿qué es lo
que está diciendo este hombre?”, parecía decir. “Mientras más lejos estén las
armas de los soldados entonces habrá menos para ellos ¿No es así?”, dijo
Vladimir Ilich. Hmmm. Eso era algo que no había pensado. “Eso no es suficiente.
Usted debe entrar en contacto más estrecho con los arsenales y los almacenes de
municiones”, continuó el camarada Lenin.
“Hay obreros y soldados allí, también. Elabore un plan y
asegure su cumplimiento a fin de que puedan tomar las armas directamente de los
almacenes en el mismo momento en que se necesiten. Es bueno que tengamos el
Arsenal Sestroretsk, pero eso no es suficiente. Estoy seguro de que si se ayuda
a los bolcheviques del Arsenal de Pedro y Pablo, del Nuevo Arsenal en Liteiny y
del Viejo Arsenal en el distrito Vyborg, a hacer su trabajo de la manera
adecuada, se abrirán los almacenes para la distribución de armas a los obreros
el momento en que se necesiten. ¿No es así”.
A pesar de la experiencia
de 1905, nunca antes había comprendido lo mucho que la insurrección armada está orgánicamente conectada con armar a los más
amplios sectores de la clase obrera. Ni comprendí que el máximo entusiasmo
revolucionario entre las masas estaba lejos de ser suficiente para asegurar la
victoria.
La victoria sólo puede lograrse con un
liderazgo cualificado. Sólo el análisis magistral de Lenin
sobre el problema de la insurrección
armada y el papel que deben desempeñar las masas, sus líderes y las armas, aseguró
la participación general de los obreros y soldados en la insurrección y garantizó
el éxito.
Empezamos a hablar del Comité Militar Revolucionario como
el organismo que debe liderar la insurrección. La Organización Militar del Comité
Central del Partido Bolchevique, debido a su gran influencia entre las masas,
ya había comenzado a jugar un papel excepcional en el Comité Militar Revolucionario
creado por el Soviet de Petrogrado. Los representantes de las otras
organizaciones en el Comité –y había muchos de ellos ahí– le habían prestado poca atención. Nos pareció
que era muy difícil de manejar para el liderazgo operativo.
El camarada Lenin me preguntó qué pensaba de la labor del
Comité Militar Revolucionario.
“El Comité Militar Revolucionario”, respondí, “es en
realidad una reunión ampliada de las Organización Militar del Comité Central de
nuestro Partido”.
“Y eso está mal!”, dijo Vladimir Ilich. “Debe ser un órgano insurreccional no partidista,
con plenos poderes y vinculado con todos los sectores de obreros y soldados. El
Comité debe asegurarse de que un número
ilimitado de obreros y soldados estén armados y participen en la insurrección.
Cuanto mayor sea la iniciativa y la actividad de cada miembro del Comité
Militar Revolucionario, más fuerte y más eficaz será la influencia del Comité sobre
las masas.
“No debe haber el menor indicio de dictadura de la
Organización Militar sobre el Comité Militar Revolucionario. La tarea principal de la Organización Militar
es asegurarse que el Comité sigua la correcta
línea bolchevique”.
“Lo más importante es la victoria de la insurrección. El
Comité Militar Revolucionario debe servir a ese propósito y solo a ése”.
Al mismo tiempo, Lenin señaló la forma en que la labor
del Comité Militar Revolucionario asumiría un carácter de masas. “Llamen a
conferencias diarias de los representantes de todas las unidades del ejército
en Petrogrado y actúen a través de ellos”.
Hacia el final de nuestra conversación le hice una
pregunta a Vladimir Ilyich: “¿No sería más conveniente imprimir de antemano
millones de copias de los decretos sobre la tierra, la paz, el control obrero
de la producción y la organización de una República Soviética?”. Vladimir Ilich
levantó la vista y se echó a reír. “¡No se anticipe demasiado a los hechos!
Primero tenemos que triunfar y luego imprimiremos los decretos”.
Nos despedimos con gran calidez. Era mucho más de la
medianoche. Volé de regreso. Las palabras de Lenin se quedaron martilleando en
mi cabeza: las masas están ahí. Organicen su dirección militar. Pongan la mayor
cantidad posible de armas en sus manos. Eso es lo que debemos hacer. Esa misma
noche, cada miembro de la Organización Militar se puso de inmediato a la tarea
de poner las instrucciones de Lenin en vigor...
Extracto del artículo de Nikolai Podvoiski, "Lenin - Organizador de la victoriosa insurrección de Octubre", publicado en Krasnaya Gazeta, del 6 de noviembre de 1927, con motivo del décimo aniversario de la Gran Revolución Socialista de Octubre.
Fuente: Mark Jones, "Storming the Heavens", Pluto, 1987.
Traducción libre de "Crítica Marxista-Leninista".
Nikolai Podvoiski fue presidente de la Organización Militar Bolchevique creada en marzo de 1917, de importancia fundamental para el trabajo en las unidades del ejército, con el objetivo de ganar a los soldados a la línea bolchevique y organizar las fuerzas de la revolución. Fue también presidente del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado que organizó la insurreción de Octubre. La Organización Militar Bolchevique fue el núcleo dirigente del Comité Militar del Soviet, al que también se incorporaron miembros designados del CC del Partido Bolchevique. Junto a Vladimir Nevsky, tuvo a su cargo la dirección militar de la revolución de Octubre. Una vez tomado el Poder, fue nombrado el primer Comisario del Pueblo de Guerra y estableció las bases para la creación del Ejército Rojo.
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